La memoria del cine
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Montevideo, mayo de 1952. Ese sábado el Cine Club del Uruguay proyecta "Éxtasis", el maravilloso film erótico de Gustav Machaty. Grompone ha escrito un comentario singular para el programa de esa función. En el local de la calle Rincón 567, Manuel Martínez Carril ha "picado" el texto directamente sobre la plancha de zinc, dejando los espacios libres para que el pintor Antonio Pezzino agregue la ilustración. Para economizar costos y con la urgencia del reloj, Antonio realiza su boceto en papel e inmediatamente lo vuelca sobre la plancha.
Enamorado del cine, aún no ha visto sin embargo el film que va a ilustrar. La función no ha comenzado, pero el programa debe estar pronto. Se inspira en el título de la película, en pasajes del comentario, en el argumento que intuye, en alguna que otra fotografía, pero sobre todo en las imágenes que asaltan su imaginación.
Conocedor del oficio gráfico, trabaja directamente sobre el metal de la plancha. En ocasiones lo hace a una sola tinta, pero las más de las veces graba dos o tres planchas para obtener ilustraciones a varios colores. Para el film checo de esa noche ideó un boceto en azul Francia, verde suave, negros plenos, esfumados grises, bermellón y detalles calados en blanco. Un pequeño milagro de la creación. Sin fotocromos, sin reticulados, sin películas de acetato. Con el solo recurso del buril, el lápiz litográfico, la goma arábiga, la tinta y la piedra pómez.
Con el boceto recién creado a la vista, plasma en la superficie de zinc los colores planos, los calados, los medios tonos. Color por color. En planchas separadas, sin margen para el error y sin posibilidad alguna de contar con pruebas preliminares. En la incertidumbre del registro y con la sola anticipación que da la imaginación del artista.
Las planchas así confeccionadas entran directamente en máquina. Pasada tras pasada, la última verdad emergerá de la bandeja de la Davidson oficio. A veces la proyección ya ha comenzado cuando se está imprimiendo el último color. Pero indefectiblemente, cuando el público abandone la sala, la tinta habrá secado y los espectadores se llevarán su ansiado programa.
Fechado y numerado, con su correspondiente ficha técnica, su comentario especializado y una ilustración original a cuatro colores con el sello inconfundible de Antonio Pezzino.
Cincuenta años más tarde, los bocetos originales y las matrices de zinc se han perdido irremediablemente. Ello debido a las sucesivas mudanzas del taller, pero sobre todo a su peculiar carácter. Fueron siempre una invención singular, una emergencia de esa sola vez.
En manos de testigos memoriosos, sobrevivieron unas pocas copias impresas. Curiosa síntesis del diseño gráfico, la ilustración artística, el grabado y los recursos del offset, exceden cualquier clasificación. Su tiraje mínimo, apenas necesario para las funciones de esa única semana, las hacen hoy preciadas piezas de colección.
Verdaderos grabados de emergencia, ilustran la época de oro del Cine Club del Uruguay. Desde preestrenos notables, como "Rashomon", de Kurosawa, o "Juventud divino tesoro", de Bergman, hasta clásicos como "Nosferatu", de Murnau, los dibujos de Pezzino constituyen uno de los más conmovedores encuentros entre la plástica y el cine.
Y como las funciones para las que fueron concebidos, son universales porque permanecen en lo efímero de la luz.
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