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Revisitando al “Capitán Fantástico” en tiempos de pandemia

por Nakache, Débora

Universidad de Buenos Aires

Resumen

El presente ensayo se escribe en el contexto de la pandemia de COVID-19 y surge, en el entramado del aislamiento preventivo obligatorio (ASPO), resonando con la pregunta que pone a trabajar la película Capitán Fantástico acerca de la función de lo escolar.

Precisamente es, en el escenario actual, donde se realiza lo fabulado en el film: el ámbito familiar pasa a ser el espacio donde tiene lugar la escolarización de los hijxs.

En esta materialización de aquella escena que parecía capturar la mirada de lxs espectadores, comienza a oírse un decir opuesto: la necesidad de ir a la escuela. Un nuevo consenso parece organizarse reclamando la importancia de volver a las aulas.

Nos preguntamos entonces: ¿cómo volver a mirar a ese Capitán fantástico desde esta actualidad? ¿qué discursos pedagógicos sostienen aquella mirada fascinada? ¿qué significado pulsa en este anhelo de escolarización?

Palabras Clave: Aislamiento | Experiencia escolar | Homeschooling

Abstract

This essay is written in the context of the COVID-19 pandemic and arises, in the framework of compulsory preventive isolation (ASPO), resonating with the question that the film Fantastic Captain puts to work about the role of the school.

It is precisely in the current setting where the fable in the film takes place: the family environment becomes the space where the schooling of the children takes place.

In this materialization of that scene that seemed to capture the gaze of the spectators, an opposite saying began to be heard: the need to go to school. A new consensus seems to be organizing claiming the importance of returning to the classroom.

So we ask ourselves: how can we look at that fantastic Captain from now on? What pedagogical discourses sustain that fascinated gaze? What meaning pulses in this yearning for schooling?

Keywords: Isolation | School experience | Homeschooling
 

El presente ensayo se escribe en el contexto de la pandemia de COVID-19 y surge, en el entramado del aislamiento preventivo obligatorio (ASPO), resonando con la pregunta que pone a trabajar la película Capitán Fantástico acerca de la función de lo escolar.

Capitán fantástico (2016) es una película estadounidense escrita y dirigida por Matt Ross y protagonizada por Viggo Mortensen. Sintéticamente la historia se centra en un padre de familia Ben (Mortensen) que lleva varios años viviendo en medio del bosque donde, junto a su grupo familiar, intentan desarrollar habilidades de supervivencia lejos de la sociedad de mercado donde fueron criados. Su esposa Leslie (quien es presentada como padeciendo un trastorno bipolar) se suicida por lo cual, Ben y sus hijos deciden ir a hacer respetar el testamento escrito por ella, el cual estaba por ser ignorado por la familia de la mujer. Es en este marco, donde se despliega la acción dramática que, hibridando la fábula, el road movie e incluso pinceladas de comedia, nos presenta una historia sensible y efectiva.

La película ofrece múltiples posibilidades de análisis, por eso iniciamos esta presentación aclarando que no se pretende una lectura integral del film, sino más bien demarcar el interrogante que –de algún modo– la película suscita acerca de los aprendizajes en situación de crianza y, más específicamente, acerca de la función de la educación escolar.

Lo más destacable de esta obra, y lo que nos deja pensando luego de su visionado, tiene que ver con el hecho de que los chicos se desarrollan en el marco de una educación y crianza alejada de las comodidades y lineamientos de la vida moderna. Sus pensamientos no condicen con las concepciones capitalistas de la sociedad norteamericana actual, y es algo que muchas veces se cuestiona. [1]

Los chicos, de distintas edades, no saben lo que es Internet, pero conocen más de la Constitución de su país que sus primos que viven en la ciudad. “¿Qué es Cola?” pregunta la más chica. “Agua envenenada”, recibe por respuesta en boca de su padre. Ben quiere que sus hijos crezcan lo más libres posibles, defiendan sus ideas –las que les inculca– y abre la discusión cuando no se le escapa algún aire dictatorial. Todo parece marchar en el patriarcado progresista. Cazan con cuchillo, hacen fogatas, no festejan Navidad, pero sí el cumpleaños de Noam Chomsky, y escuchan a Bach. [2]

Fascinados por el efecto del retorno a una “educación natural”, fuera de los cánones culturales, muchxs de los espectadores reconocen en este film una épica de la “anti escuela”. Y, probablemente sea ese efecto de fascinación y encantamiento con el protagonista, lo que remite a “La sociedad de los poetas muertos” (1989) donde justamente el verso de Whitman “Oh Capitán, mi Capitán” que lee aquél carismático profesor Keating a sus estudiantes, resuena en el título de ésta y en ambas aparece esta mirada de crítica radical a lo instituido y la promesa de que, para aprender hay que estar, justamente, por fuera de lo que la escuela es.

La fuerza de este discurso es la que intentaremos poner a trabajar en un contexto excepcional, el que suspende la asistencia a las instituciones educativas para guardar el aislamiento preventivo necesario frente al COVID-19. Precisamente es, en el escenario actual, donde se realiza lo fabulado en el Capitán fantástico: el ámbito familiar pasa a ser el espacio donde tiene lugar la escolarización de los hijxs. En esta materialización de aquella escena que parecía capturar la mirada de lxs espectadores, comienza a oírse un decir opuesto: la necesidad de ir a la escuela. Un nuevo consenso parece organizarse reclamando la importancia de volver a las aulas.

Nos preguntamos entonces: ¿cómo volver a mirar a ese Capitán fantástico desde esta actualidad? ¿qué discursos pedagógicos sostienen aquella mirada fascinada? ¿qué significado pulsa en este anhelo de escolarización?

Volver a mirar al Capitán fantástico

En los primeros minutos del film, el Director nos deja asistir –en primer plano– a un ritual de iniciación. Se trata de la caza de un ciervo por parte del joven hijo. La familia se nos presenta –en esta primera escena– camuflada en el bosque, participando como observadores de este acto, en el cual su joven hermano logra dar muerte a su presa usando su fuerza y una cuchilla para ultimarlo. Cuando lo hubo logrado, el padre se acerca y extrae el corazón del siervo con cuya sangre oficia la ceremonia en la que dice: “Hoy el niño ha muerto y en su lugar hay un hombre”. A continuación, ofrece el corazón para que el joven lo coma.

La escena se nos presenta como tantas iniciaciones que ocurren en diversas comunidades que viven en entornos naturales –como en el film– y que organizan de ese modo los pasajes de una etapa vital a otra. En ese sentido, no sabemos al inicio de la película, si se trata de un relato emplazado en un pueblo originario de alguna región o si en cambio es una distopía (de las tantas que hoy abundan) de una familia que debe sobrevivir en soledad cuando el mundo ha quedado arrasado por alguna catástrofe. Como espectadores en esta primera escena podemos proyectar nuestras propias hipótesis acerca del sentido de ese ritual, tratando de comprender lo que se nos está dando a ver.

Con el transcurrir del film, iremos entendiendo que no se trata de una familia que pertenece a una cultura originaria, ni que se encuentra aislada por una catástrofe, sino de una elección vital realizada por la madre y el padre, para la crianza y educación de sus hijxs.

Es en este marco que la violencia del ritual –pese a su tratamiento estetizante– puede visibilizarse y, tal vez, su ferocidad sea más explícita. Se trata de un ritual endogámico, inventado por esa familia particular y sólo para ese grupo. Así este acto –lejos de un pasaje a la adultez– tal como plantea el padre, parece la cristalización de la permanencia en ese micro mundo.

El argumento que el Capitán fantástico intenta ofrecer en las escenas siguientes, para velar este sentido que aparece en el inicio del film, es que dicha violencia es la resistencia a vivir alienado en la sociedad de consumo donde las instituciones sociales –en general y la escuela en particular– serían las garantes de mantener el statu quo. Por eso la soledad y el artificio de la vida en el bosque. A lo largo de la película se van a ir desplegando algunas de las dificultades que comporta esta elección.

De la Desescolarización al Homeschooling

El discurso que hemos denominado “anti escuela”, que el film expresa en la voz de Ben, no es novedoso.

Múltiples pensadores han debatido el sentido de la escolarización desde su formato moderno, esto es, desde que la escuela se universaliza para la totalidad de la población infantil. Las diversas corrientes que han revisado críticamente los modos de subjetivación que las instituciones disciplinarias configuraron, en el marco del surgimiento de los Estados Nacionales, han debatido la función de la escuela.

Sería extenso ofrecer un estado de este debate y de sus principales exponentes, dado que la mayor parte de las teorías sociales modernas han hecho de lo escolar uno de sus objetos de análisis. Por ello, recorreremos dos posiciones que podríamos alinear con el ideario encarnado en el Capitán fantástico : la desescolarización promovida por Illich y la escuela domiciliaria u homescholling contemporánea.

Iván Illich (Viena, 1926 –Bremen, 2002) fue un pensador austríaco que produjo una serie de críticas a las instituciones modernas y que, en la década del `70, promovió la desescolarización como modo de resistencia a la sociedad industrial.

La escuela es el rito de iniciación que conduce a una sociedad orientada al consumo progresivo de servicios cada vez más costosos e intangibles, una sociedad que confía en normas de valor de vigencia mundial, en una planificación en gran escala y a largo plazo, en la obsolescencia continua de sus mercancías basada en el ethos estructural de mejoras interminables: la conversión constante de nuevas necesidades en demandas específicas para el consumo de satisfactores nuevos. (Illich, et al., 1977, p. 15)

Desde una identificación anarquista, Illich encuentra en la escuela el origen de todos los males modernos: el consumo, la dependencia y el autoritarismo. En este sentido, subraya la necesidad de no dejarse seducir por reformas de la escuela que no cuestionan a la propia institución escolar.

Para Illich, no es posible convertir las escuelas, instituciones burocratizadas, actuales y manipulativas, en otras de carácter convivencial, humanizadoras, donde las personas actúen autónomamente. Mientras exista escuela, por más libre que sea, se sigue generando una personalidad dependiente, un espíritu esclavo. Las formas solapadas de autoritarismo son imposibles de eliminar de toda educación impartida bajo el modelo “profesor-alumno”. Por eso, la escuela inevitablemente crea adicción y enseña la necesidad de ella misma. (Tort, 2003, p. 83)

En una década donde surgen varias corrientes de reforma escolar, Illich impulsa la desescolarización porque entiende que la “escuela es la enfermedad” y por ello la única posibilidad es abandonarla.

La escuela hace a la alienación preparatoria para la vida, privando así a la educación de realidad y al trabajo de creatividad. La escuela prepara para la alienante institucionalización de la vida al enseñar la necesidad de ser enseñado. Una vez que se aprende esta lección, la gente pierde su incentivo para desarrollarse con independencia; ya no encuentra atractivos en relacionarse y se cierra a las sorpresas que la vida ofrece cuando no está predeterminada por la definición institucional. (Illich, 1974, p. 66)

Aquí podemos encontrar la convergencia con nuestro Capitán fantástico , se trata de inventar una forma de crianza y aprendizaje ajena a los modos de socialización modernos. En palabras de Illich: “No propongo una utopía normativa, sino las condiciones formales de un procedimiento que permita a cada colectividad elegir continuamente su utopía realizable”. (Illich, 1978, p. 32). Sin embargo aparece una ligera, pero importante, diferencia: Illich apunta a la autonomía de una colectividad, una comunidad que define sus modos de educación, en lugar de atender a los impartidos por los Estados. En cambio, tal colectividad en el film, se reduce a la familia Cash. Por eso su orientación podría ligarse más con la educación domiciliaria contemporánea: el homescholling.

Una primera aproximación al homescholling la retrata como una elección consciente de educar a los hijxs en casa, adoptada por algunas familias como forma de objeción a la escolarización obligatoria; en la cual las familias diseñan y desarrollan un proyecto educativo propio.

El surgimiento de esta modalidad educativa en EEUU se sitúa a partir de la publicación de John Holt en 1976 “Instead of education: ways to help people do things better”, ya que, a raíz de este libro, fue contactado por familias que habían tomado la decisión de educar a sus hijxs en casa. A partir de entonces, este maestro de primaria, comienza a difundir la educación domiciliaria.

Yo quiero dejar claro que no veo la Educación en el Hogar como un tipo de respuesta a lo deficiente de las escuelas. Yo creo que el hogar es la base adecuada para la exploración del mundo que entendemos como aprendizaje o educación. El hogar sería la mejor base no importando cuan buenas sean las escuelas. (Holt, J. 1980)

Desde entonces el homescholling es una modalidad que viene creciendo en muchos países del mundo, aun cuando no ha sido aceptada legalmente en todos, como opción a la escolaridad obligatoria.

En nuestro país es una tendencia que también se expande. Según la organización “Homescholling argentina [3]” serían alrededor de 5000 familias quienes optan por este formato educativo. Las familias que lo practican se apoyan en el artículo 14 de la Constitución Nacional, que dice que todos los habitantes tienen derecho de enseñar y aprender, y en la Declaración de los Derechos del Niño (Pontel, 2019).

Al igual que en el film, quienes aprenden en sus casas en Argentina, deben rendir exámenes como alumnxs libres de modo de ir acreditando sus progresos equivalentes a los niveles que estructuran el sistema educativo nacional.

Sus defensores justifican esta modalidad educativa como “un ejercicio concreto de la legitima libertad de los padres para educar a sus hijos de la manera que consideren adecuada a sus principios morales o religiosos, en tanto agentes naturales y primarios encargados de la crianza de sus hijos” (Pontel, 2019).

Como se observa, hay muchos aspectos comunes entre la propuesta de desescolarización de Illich y la homeschooling contemporánea. Ambas surgen en sintonía con la insurgencia de época de la década del ´70 y sostienen una crítica radical a la institución escolar. Es más, en todos los sitios que promueven la educación domiciliaria aparecen los textos de Illich como referencia obligada.

Sin embargo, si ponemos el foco en qué grupo social adhiere actualmente a la propuesta de la homeschoolling, advertiremos cuán lejos están del ideario anti capitalista que inspiró las ideas de Illich. Se trata de las elites sociales blancas y protestantes en EEUU quienes con mayor frecuencia reclaman el derecho a decidir la educación de sus hijos. También en nuestro país su adhesión proviene de hogares acomodados, en algunos casos alineados con la Iglesia Católica [4] y en otros, vinculados con el consumo de nuevas prácticas de vida: veganismo y ruralidad, por ejemplo, generalmente en formatos de moda (barrios cerrados, dietas orgánicas, entre otros).

Con un sostenido clamor acerca de la no injerencia de los Estados Nacionales en la educación, estas familias reclaman su potestad a definir los contenidos y hacerse cargo de todos los aspectos educativos “porque pueden hacerlo”. La idea que expresan abiertamente es que la escuela se ocupe de quienes no pueden ser educados por sus familias, pero que no intervenga con sus hijxs.

De lo Fantástico familiar a lo común escolar

En dos de los argumentos centrales que esgrime Ben, frente al embate escolarizante de la familia materna, resuena con potencia el discurso de la homeschooling: “son mis hijos” y “para qué mandarlos a la escuela, si saben más que sus primos que van todos los días”.

Estas dos razones: la “propiedad” de lxs hijxs/alumnxs y la representación de la escuela como lugar para adquirir saberes, promueven una mirada reduccionista de lo escolar, mirada compatible con el agotamiento del Estado como institución aglutinante de lo moderno y, alejándose de aquellos idearios inspiradores de los ´70, difunden las nuevas ideologías del mercado.

Tal como plantea Carli (2010) en su lúcido análisis de las transformaciones de las figuras de infancia en nuestro país en las últimas décadas del siglo pasado, las figuras del alumno aparecen tensadas entre el derecho privado familiar y la esfera pública. Siguiendo a esta autora, han sido las reformas educativas de las décadas del ´80 y ´90 en la postdictadura, las cuales fueron diluyendo cada vez más la pretendida “homogeneización” que los procesos de escolarización promovían en las infancias.

El desplazamiento hacia posiciones favorables a la educación privada y el debilitamiento del sentido público de la educación en los discursos de la época colaboró en el proceso de individualización del niño y de la infancia como colectivo social cada vez más segmentado, introduciendo un corte respecto de las perspectivas totalizadoras de otros ciclos históricos, ligándose a su vez con el pasaje de una cultura pública a una sociedad íntima en la que el virtual protagonismo adjudicado a los padres tiende a borrar la responsabilidad del estado sobre el bienestar del conjunto de la población infantil. Las figuras del alumno no corresponderían a partir de allí a un universo simbólico común, sino a mundos sociales particulares. (Carli, op. cit. p.367)

Los discursos que evoca el Capitán fantástico se apoyan en el llamado a esta fragmentación social, a la desregulación del Estado y a la privatización de la enseñanza. Es necesario entonces, iluminar aquello que opera como “envés de sombra” de estos discursos, es decir la desigualdad extrema en la que viven nuestras infancias. Por ponerlo en términos cuantitativos, en nuestro país, según el INDEC el 35,5% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza y cuando consideramos la población de 0 a 14 años, este porcentaje asciende a más de la mitad (52,3%) [5].

Allí se aloja la racionalidad de un embate que exigiendo el derecho a educar a sus hijxs como les plazca, exige también subsidios para esos formatos educativos privados que producen una socialización dentro del “clúster” que les tocó en suerte. Es decir, siguiendo a Carli (op. cit.), aquellos discursos que leyeron en clave meramente homogeneizante y disciplinadora algunos aspectos de la escolarización estatal, negando su valor simbólico como portadores de la integración social.

Reponer desde una perspectiva política el concepto de homogeneidad no implica desconocer la diversidad de experiencias infantiles, sino que implica aportar a una lectura crítica del aumento de la desigualdad en la historia reciente y plantear las políticas de infancia como espacio para un litigio por el acceso y disfrute del bien educación. Implica debatir tanto sobre las condiciones sociales y educativas desde las cuales se accede como las características materiales y simbólicas de ese bien “común”. (Carli, op. cit., p. 369)

Vayamos ahora a la escuela. Ese invento moderno que triunfó como forma educativa hegemónica, aparece como un texto que resiste a varios contextos y, si es analizada sin reduccionismos, “implicó tanto la dependencia como la alfabetización masiva, la expansión de los derechos y la entronización de la meritocracia, la construcción de las naciones, la imposición de la cultura occidental y la formación de movimientos de liberación” (Pineau, 2001 p. 28).

Esta mirada de lo escolar desde la complejidad, implica superar la representación que puede leerse en la película, donde la escuela queda reducida a un lugar de adquisición de saberes. La escuela es mucho más que eso. Lo escolar “implica necesariamente un quiebre en la cotidianeidad de los sujetos, un quiebre con las prácticas y contextos de crianza” (Baquero y Teriggi,1996). Esta cuestión que hace a lo exogámico, rompiendo las lógicas primarias de lo familiar, desde la tradición histórico-cultural de Vygotsky, impacta en el curso del desarrollo humano: “incide no sólo en los procesos de construcción de conocimientos, sino en la producción de cursos específicos del desarrollo cognitivo.” (Baquero y Terigi, op. cit.).

Retomando las ideas de Lewkowicz (2004) acerca de la imposibilidad en el escenario actual de anticipar ¿qué hay en una escuela?, dada la distancia entre lo supuesto (en calidad de aparato estatal) y lo que efectivamente se presenta, la escolarización se torna una oportunidad, ya que los actores escolares se ven obligados a inventar una serie de operaciones para habitar las situaciones institucionales. Para aludir a esta dinámica construye la metáfora del “galpón”. Este “galpón” que es la escuela, en el marco de su agotamiento como transmisor hegemónico de la cultura, puede ser reinventado. Lewkowicz nos va a plantear:

Resulta más interesante que suponer que hay una institución, suponer que no hay y, sobre todo, que es preciso inventarla. Inventarla significa organizar, a partir de un problema, un dispositivo que permita que las paredes signifiquen... En definitiva, la disposición puede ser: ¿suponemos una institución o leemos una situación? Si suponemos cómo debería ser una escuela, no logramos pensar nada de lo que hay o de lo que puede haber. Si partimos de una situación dada, ahí podemos empezar a pensar. (Lewkowicz, op. cit. p. 108)

Una distinción fundante la de saber y pensar. No se trata, le podríamos decir a Ben, de lo que tus hijxs sepan a partir de tus enseñanzas, sino de lo que pueda darse a pensar en esa situación.

Pensar –entonces– en lo escolar como oportunidad, implica des-suponer la escuela y habitarla asumiendo el carácter político de las prácticas educativas que allí se organizan, en una ética que amplíe las posibilidades de todxs y de cada unx al aprendizaje.

Hoy la escuela es la única institución universalmente diseñada para albergar las infancias. Universalidad que, si sólo se lee en clave de amplitud de cobertura, no termina de garantizar derechos. Por tanto, pensar en la situación educativa, implica volver a interrogar qué significa lo común en la escuela. ¿Cómo hacer lugar a lo singular en el marco del colectivo? ¿Cómo sostener lo universal sin hegemonizar desde una cultura particular, una moral particular, etc., una experiencia que permita verdaderamente lo diverso?

Quizá se trate de dejar abierta tanto la definición de lo que es común como la delimitación del universo al que se dirige, teniendo en cuenta que ese universo se modifica no solo por la inclusión de nuevos individuos o grupos, sino también porque las identidades mismas cambian. Quizá se trate también de estar atentos al modo en que estas modificaciones en lo que definimos como población escolarizable se imponen a lo que se había establecido como común” … “O en palabras de Judith Butler: Que la universalidad no sea pronunciable fuera de un lenguaje cultural [...] solamente significa que cuando pronunciamos su nombre, no escapamos de nuestro lenguaje, si bien podemos –y debemos– empujar los límites (Diker, G. p.169).

Es desde este horizonte de derechos, que promueve la inclusión educativa como posicionamiento ético, que intentamos contraponer aquello “Fantástico” de lo familiar que el Capitán defendía, con esta posibilidad de lo escolar, de participar en la definición de lo común, “empujando los límites” de lo universal (particular).

La potencia que supone en estas sociedades fragmentadas, la experiencia de estar juntxs en un espacio, haciendo lugar a nuestras diferencias, encontrándonos y desencontrándonos en torno a la conversación y la escritura, hace de la escuela una oportunidad. Tal vez sea esta la razón del anhelo de escolarización que percibimos en este aislamiento frente a la pandemia.

Anhelo de escuela

El aislamiento preventivo obligatorio para cuidarnos del contagio ante la pandemia del COVID-19, nos dejó sin escuelas. En algún sentido, nos encontramos como la familia Cash aisladxs, aunque no en el bosque, pero intentando sobrevivir desde nuestros hogares trabajando, aprendiendo.

Lo notable es que, contrariamente a lo que muchos suponían, aun con tantas posibilidades de mediación tecnológica como las actuales, la escuela es anhelada en este aislamiento. Niñxs, adolescentxs y familias reclaman el retorno de la asistencia presencial a la escuela.

¿Qué hay en esta añoranza? ¿Se trata de la nostalgia por algo que es habitual que se interrumpe? Y en ese caso… ¿qué nos dice de lo escolar este anhelo?

Para iniciar estas reflexiones finales, que se escriben en la inmanencia de esta situación pandémica, traigo dos testimonios que en la página institucional del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires [6] me sorprendieron porque hablan de este extrañar la escuela.

Extraño los mates a la hora del desayuno, extraño las charlas apuradas antes de entrar a clase, extraño las ocurrencias de los chicos, su inocencia, sus palabrotas, extraño a los chicos de primero porque no llegué a conocer a todos, extraño las tortas de Marcela, extraño. (Jorge Apud: Director EES Nº 3 de Rivera y Anexo de San Miguel Arcángel).

Extraño ver a mis compañeros todas las mañanas y estar viviendo nuestro último año juntos, reencontrarme con los profes, pensar ideas y proyectos junto a Marcela, nuestra directora, esas reuniones tan creativas e innovadoras con los chicos del Centro de Estudiantes, extraño ese mate cocido de Ale, a la secretaria, los preceptores y a todo el personal. ¡Porque la Secundaria 6 tiene un gran equipo (Maximiliano Daniel Smith: Estudiante de 6° año, EES N° 6 “René Favaloro” de El Dorado).

En el decir del Director y del alumno aparece este anhelo que nos habla de lo escolar, pero no desde la transmisión de conocimientos, sino más bien aludiendo a la producción de un espacio y un tiempo por fuera “del mundo” para estar juntos.

Allí lxs compañerxs, lxs profes, el mate cocido, el Centro de Estudiantes, las charlas, etc. son recuerdos de la experiencia escolar ausente.

Lo escolar en este anhelo, interrumpe la urgencia de lo útil y lo instantáneo para urdir un presente que contenga a todxs. Se trata, al decir de Merieu, de “hacer el aula” para “hacer la escuela”:

Instituir un espacio-tiempo colectivo y ritualizado en el que la palabra tenga un estatus particular (una exigencia de precisión, exactitud y verdad), en el que el todo no pueda reducirse a la suma de sus partes (cada una es importante, pero el colectivo no es un conjunto de individuos yuxtapuestos), en el que el bien común no sea la suma de los intereses individuales (es lo que permite superarlos y permite a cada uno superarse a sí mismo). Esta dialéctica entre el colectivo y el individuo, el descubrimiento de lo que une a los alumnos y lo que especifica a cada uno de ellos, es, de hecho, lo que hace una escuela (Merieu, 2020)

La idea de que la continuidad pedagógica en pandemia consistiría en entregar tareas y evaluarlas “para no perder el año”, presenta una caricatura burocrática de lo escolar a la medida de cómo el Capitán fantástico supone su quehacer. La escuela aparece allí como acreditadora de saberes, como preparación para el futuro (para la vida).

Esas representaciones de lo escolar muy corrientes en el imaginario social, velan su verdadera potencia, que justamente puede reconstruirse en este anhelo: se trata de ir a la escuela.

Es ese movimiento, ese impulso de dejar lo familiar y reunirse en otro espacio con otrxs adultxs y con otrxs niñxs. Anhelar ir al encuentro y al desencuentro del estar juntos.

Salir del bosque, aunque sea fantástico, para estar en comun-idad escolar.

Referencias

Baquero, R. y Terigi, F. (1996). En búsqueda de una unidad de análisis del aprendizaje escolar. Apuntes pedagógicos N° 2. Apuntes. UTE/ CTERA. Buenos Aires.

Carli, S. (2010) Notas para pensar la infancia en la argentina (1983-2001): figuras de la historia reciente. Educação em Revista. Belo Horizonte. v.26. n.01.pp351-382. abr 2010

Holt, J. (1980) El fracaso de la escuela. Madrid: Ed. Alianza

Illich, I. (1974). La sociedad desescolarizada (G. Espinosa, trad.). Barcelona, España: Barral.

Illich, I. (1978). La convivencialidad (M. P. de Gossmann, trad.). Barcelona, España: Barral.

Illich, I., Gintis, H., Greer, C., Postman, N., Gross, R., Fairfield, R. P., et al. (1977). Un mundo sin escuelas (M. A. Pulido, trad.). México: Nueva Imagen.

Lewkowicz, I. (2004). Entre la institución y la destitución, ¿qué es la infancia? En C. Corea y Lewkowicz. (Ed.), Pedagogía del aburrido. Escuelas destituidas, familias perplejas. Buenos Aires, Argentina: Paidós. (pp. 105-114)

Meirieu, P. (2020). La escuela después… ¿con la pedagogía de antes?, en http://www.mcep.es/2020/04/18/la-escuela-despues-con-la-pedagogia-de-antes-philippe-meirieu/

Pineau, P. (2001) ¿Por qué triunfó la escuela? En Pineau, P. Dussel, I. y CARUSO M. La escuela moderna como máquina de educar. Tres escritos sobre un proyecto de la modernidad. Buenos Aires: Paidós.

Pontel, A. (2019) “El Homeschooling: La cuestión argentina. Su incipiente recepción en los tribunales y comparación con el caso estadounidense” en https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/9670

Quiñones, J. A. (2018) “Del concepto de la "educación en casa" a la "educación en familia" en Colombia” en Anuario Digital de Investigación Educativa. Número 1

Tort, A. (2003). Los silencios y las palabras de Iván Illich. Cuadernos de Pedagogía, (323), 81-83.



NOTAS

[4No parece casual que la argumentación legal para la defensa del homeschooling en nuestro país forme parte de bibliografía del reservorio de la Universidad Católica Argentina, como en la biblio citada de Pontel, A. (2019)

[5Datos del informe técnico Vol. 4, Nº 59: “Incidencia de la pobreza y la indigencia en 31 aglomerados urbanos. Segundo semestre de 2019” publicado en abril de 2020 por el INDEC (Serie Condiciones de vida. Vol 4, Nº4). Recuperado el 22-06-2020 de https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/eph_pobreza_02_195EFE752E31.pdf



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COMENTARIOS

Mensaje de Mauro Mazzarella  » 29 de agosto de 2020 » mauromazzarellag@gmail.com 

El último tramo del film muestra a los hijos de Ben, que están aún bajo su tutela debido a la edad que portan, subiéndose al micro escolar rumbo al establecimiento educativo, es decir, renunciando tanto al homeschooling como a la desescolarización. No podemos saber si los años de educación casera han impreso en estos niños la capacidad de pensamiento singular creativo, o ha generado en su psiquis el estigma de la excentricidad y la alienación fóbica hacia la alteridad. Por lo pronto, en términos de socialización secundaria, podemos inferir la presencia de algunas dificultades básicas en la interacción vincular con la Otredad, debido a los déficits y los excesos padecidos en la endogámica socialización primaria que Ben y Leslie han implementado en los pequeños debido a su peculiar estilo de vida, procurando crear una familia de “reyes filósofos” – experimento psicosocial alejado de toda ética, más allá de las dudas razonables que se pueden argumentar en relación a las deficiencias del sistema educativo formal instituido. Ben es Capitán porque es el Patriarca del Clan, pero lo fantástico lo porta en el sentido de lo fantasioso…hasta que la irrupción de ciertos “reales” lo fuerzan al reposicionamiento subjetivo, develando lo siniestro de su omnipotencia en acto cuando pretende implementar el ASPO como modo de vida, imaginando la cultura y los vínculos exogámicos como inevitable virus pandémico, fuente de alienación y conflicto, siendo incapaz de percibir - hasta que ciertas tragedias le propinan un “ubicate” existencial - la necesidad intrínseca de interactuar con el mundo, si se quiere, en función de mejorarlo generativamente, pero integrándose estratégicamente en sus dinámicas, en lugar de sucumbir al hechizo de las utopias totalitarias construidas por el “Yo”…



Mensaje de Patricio Loubes  » 27 de agosto de 2020 » patricio.loubes@hotmail.com 

Capitán fantástico es una película que nos invita a pensar y a cuestionarnos en relación a ciertas formas de pensamiento, costumbres y valores instituidos. La riqueza de este film radica en que sin dudas nos va a dejar pensando aun luego de ver la película y nos convoca a mirarla en nuevas oportunidades en busca de nuevos sentidos. Es una película que nos invita a cuestionar, a debatir y genera interrogantes sobre nuestra propia existencia y sobre nuestra forma de vida.
Este articulo sobre la película nos ofrece una propuesta muy interesante que nos permite repensar la forma de crianza tomando por un lado cómo fue la crianza de los jóvenes del film y por el otro, qué puntos de semejanza y divergencia podemos pensar con el contexto educativo vivido a partir de la pandemia.
Pensando otras cuestiones ademas de las propuestas en el articulo, nos permitimos proponer una serie de interrogantes que no vamos a responder aquí, ya que hacerlo seria de alguna manera tomar partido por una postura, pero que nos invitan a pensar y a sacar conclusiones. ¿es posible vivir en una sociedad con una ideología socialista y convivir en armonía con el projimo o la única alternativa es adaptarnos lo mejor posible al sistema capitalista? ¿puede el ser humano desarrollarse prósperamente en un parcial aislamiento o es necesaria la interacción y la socialización que se dan en las ciudades? ¿son los valores y conocimientos que promueve el sistema educativo los mejores para los jóvenes o la educación debería mutar hacia otras formas de aprendizaje? ¿ es positiva la crianza de los niños rodeados de tecnología o seria mejor reducirla? En resumen, son solo algunos disparadores que esta excelente película nos invita a pensar.



Mensaje de Ignacio Molinari  » 27 de agosto de 2020 » nachomolinarirossi1@gmail.com 

Me gustó mucho la reseña. En relación a la temática abordada en la película, considero que la gran mayoría de los padres son conscientes del efecto que tienen sus decisiones sobre sus hijos, sobre todo en una etapa tan permeable como la infancia. También entiendo, como muchas personas, que el sistema escolar vigente es, en varios aspectos, obsoleto y tiende a limitar al alumno. En este sentido, me parece justificable el deseo de educar a través de los medios considerados, por cada familia, como adecuados.
Obviando los casos en los que los padres consideran a sus hijos como una propiedad, creo que gran parte de los logros del homeschooling pueden ser alcanzados con un buen ambiente familiar como complemento de la escolarización. Además, de esta manera, no se condicionarían las habilidades interpersonales, tan necesarias para un ser social como somos. En la película, esta interacción social limitada se ve muy bien ilustrada cuando los niños recorren la ciudad.
Por esto considero que es necesario que se mantenga el espacio escolar, pero poniendo en tela de juicio varias de sus falencias. Si logramos reinventarlo, borrando las bajadas de línea, apostando por lo diverso, con docentes y guías que apuntalen, seguramente el camino sea más enriquecedor y, probablemente, el ámbito escolar sea un espacio más fiel al potencial intrínseco de la educación.



Mensaje de Matías Santellán  » 27 de agosto de 2020 » elaliadoazul@hotmail.com 

Escribo el presente comentario en el marco de una de las actividades que estamos realizando para la práctica de investigación: Cine y Subjetividad, El Método de Lectura Ético-Analítico de películas y series televisivas. Es pertinente destacar que mi interés por este artículo, surge en principio porque considero que el film “Capitán fantástico” es una maravillosa experiencia cinematográfica y además un interesantísimo disparador para pensar diversas cuestiones respecto a la educación. El ensayo esta escrito en el actual contexto de pandemia por Debora Nakache, casualmente, o no, quien fuera mi profesora de teóricos de la materia Psicología Educacional, Catedra Chardón, cuya cursada disfruté ampliamente el año pasado y en la cual realizamos, entre otras actividades, un trabajo de campo en el centro educativo Isauro Arancibia; una institución que escolariza a personas en situación de calle y cuyo descubrimiento también me fascinó; extendiendo mis horizontes a la hora de reflexionar sobre la concepción de comunidad educativa y de lo escolar. ¿Cuál es la función de lo escolar? es justamente la pregunta que de manera apropiada pone a trabajar la película según la autora y que resuena en nuestra actualidad pandémica a partir de la resignificación; no solo de la importancia de volver a las aulas, sino también de los limites y/o posibilidades de la escolarización de los hijxs en el ámbito familiar. La escuela constituye en si mismo un espacio de reunión, distinto al de la familia, que contiene a todxs, propiciando el encuentro en un presente áulico único. Tan singular e irreemplazable como la propia subjetividad.



Mensaje de Sabrinna Roxana Segovia  » 27 de agosto de 2020 » sabrinaroxana16@gmail.com 

¿Cómo se da la enseñanza hoy? Con la pandemia actual no se puede dar una trasmisión de los conocimientos de profesores a alumnos en el aula. Las aulas están vacías, los pupitres sin ocupar y los pizarrones sin escribir. Ni el timbre del recreo se oye, ni las corridas de los niños al salir.

Hoy cada alumno y cada alumna, durante una parte del día ocupa un sector de la casa, preferentemente el lugar donde está ubicada su computadora, su notebook, o donde puedan utilizar la tablet o el celular. Sentados en la cama o en la silla, aguardan a que se inicie la clase virtual y cuando por fin se inicia la clase, el profesor con mucha suerte podrá ver las caritas de algunos de sus alumnos. Y digo con mucha suerte, porque no todos los chicos cuentan con una cámara Web y en el peor de los casos algunos ni siquiera cuentan con un servidor de Internet.
Diferente es la experiencia que tienen los hijos del Capitán fantástico, porque, el padre les enseña las técnicas de supervivencias para que aprendan a abastecerse de lo que la naturaleza misma les da. Les enseña a defenderse de un ataque y a desarrollar el pensamiento critico a partir de la lectura de ciertos autores con los que el Capitán Fantástico tiene afinidad. Un aprendizaje que se da sin computadoras ni wifi, en un lugar alejado de las sociedades capitalistas y de uno de los inventos modernos: La Escuela formal.



Mensaje de ONAwa  » 26 de agosto de 2020 » onawalehr@gmail.com 

No manda marinero. No manda capitán. Las cartografías pueden imaginarse siempre y cuando cada quien sepa lo que no quiere. Se trata de navegar juntos por un rato. Eso eso es todo




Película:Capitán Fantástico

Titulo Original:Captain Fantastic

Director: Matt Ross

Año: 2016

Pais: Estados Unidos

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