Universidad de Buenos Aires
Resumen
Una relación particular de Frédéric Fonteyne narra el desencuentro amoroso de una pareja a partir de un malentendido basado en los temores y fantasmas personales. A partir de una propuesta de tener encuentros sexuales sin compromisos, un hombre y una mujer irán descubriendo cada uno por su lado, que se han enamorado del otro. Pero suponen que el otro no los ama. El film despliega la íntima relación entre deseo, amor y decisión, y cómo la neurosis afecta el modo en el que las personas no pueden vincularse.
Palabras Clave: amor | decisión | deseo | tiempo
Une liaison pornographique es una obra teatral de Philippe Blasband llevada al cine en 1999 por Frédéric Fonteyne y estrenada en la Argentina como Una relación particular. Sutil e inteligente tratamiento del (des)encuentro amoroso, el film nos presenta una relación amorosa que no cesa de no escribirse. La película narra los avatares entre un hombre y una mujer de más de 40 años que, a través de un aviso en el diario, acuerdan encontrarse para realizar una determinada fantasía sexual y mantener el anonimato entre ellos. Solo que cada uno no puede evitar –y se resisten a reconocer– que en sus encuentros va despuntando un sentimiento amoroso que hace que el otro adquiera para cada uno una dignidad que excede el lugar de mero objeto de goce. Cada uno, en la relación con el otro, tiene que vérselas entonces con esta emergencia del amor como acontecimiento no calculado.
Varios años después de los hechos, el film nos presenta a ambos hablando de la relación, alternando con flashbacks de aquel encuentro. Entre lo que vemos y lo que ellos recuerdan y entienden que sucedió hay contradicciones, diferencias y errores en los respectivos relatos. Sólo coinciden al final en la misma conclusión falsa, punto en el que ambos coinciden en el desencuentro: “lo amo, pero el otro no me ama”. Se trata del enlace entre dos fantasmas que, paradójicamente, los hace traicionarse en sus respectivos deseos amorosos.
De rapport a liaison
Al comienzo del film, ella recuerda los encuentros que tuvo con él (nunca sabremos los nombres de ambos). Y afirma que fue una relación pura y expresamente pornográfica: “Eso es la pornografía: es sexo, nada excepto sexo, sólo sexo... Estábamos ahí sólo por sexo”. Ella confiesa que necesitaba realizar una determinada fantasía sexual y se contactó con él por carta a través de una revista erótica. Al final del film, en cambio, dirá: “Fue un acto de amor. Incluso si fue algo especial, incluso si nadie lo comprende, incluso si lo encuentran enfermizo, incluso si fue puramente sexual al principio, eso es lo que fue todo el tiempo, un acto de amor”.
En francés, hay tres términos para la palabra relación: liaison, relation y rapport. Cuando Lacan afirma “no hay relación sexual” dice rapport y no liaison (il n’y a pas de rapport sexual). En francés liaison significa: enlace, conexión, comunicación, contacto, vínculo, relación, amorío, unión, ligazón, ligadura, y Lacan lo emplea para hablar del vínculo entre significantes.
Si el vínculo entre ambos se inicia como un rapport sexual, al final devendrá una liaison amorosa, ante la cual terminarán retrocediendo. Desde el comienzo ambos se han propuesto encontrarse para realizar una fantasía erótca. Como parte del acuerdo, se han planteado límites: no hablarán de sus vidas personales y se verán semanalmente en el mismo café con el objeto de mantener exclusivamente relaciones sexuales. Pero durante los cuatro a seis meses por los que transcurren estos encuentros, ambos se irán saliendo de los límites autoimpuestos, ante la emergencia no calculada del amor. Ellos se proponen un rapport sexual pero inesperadamente se produce una liaison que los sorprende a ambos, que se desliza bajo la razón aparente de una aventura sin compromisos hecha para gozar. Entre encuentro y encuentro, cada uno por separado va descubriendo que se está enamorando del otro. Descubrimiento personal que les complica la relación. Cuando se ven, se conducen como enamorados, pero a la hora de confesárselo al otro retroceden, ante el supuesto de ser rechazados. Es el amor, y no la sexualidad, lo que los complica.
Tiempo lógico y sujeto
Propongo pensar el film y su paradójico desenlace –ambos se aman pero suponen que el otro no, y finalmente concluyen la relación– a partir de los tres tiempos lógicos que tempranamente en su obra plantea Lacan en "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada: un nuevo sofisma" (1945). [1] Allí propone un problema lógico en el que la variable temporal se torna necesaria para llegar a la conclusión. El sofisma presentado plantea el problema de todo sujeto: ¿cómo alcanzar la certidumbre de lo que se es, a partir de la relación al Otro? E introduce la cuestión de la relación entre el significante y el sujeto confrontado a la falta de una referencialidad sobre su ser, que le exige alcanzar una conclusión sobre sí a partir de la exclusión lógica, la relación especular y la apelación a un Otro simbólico desde donde recortarse. [2]
El sofisma de los tres presos constituye una respuesta de Lacan a la concepción existencialista del sujeto y de la libertad planteada por Jean Paul Sartre en "A puerta cerrada" (1944). En esa obra, tres personajes escogen condenarse a sí mismos a permanecer encerrados en una habitación para toda la eternidad por no resolverse a trascender su mala fe. El filósofo francés parte de la libertad humana, y es la mala fe la que hace elegir al sujeto no ser libre. Lacan parte en cambio de la determinación de la instancia de la letra en el inconsciente. Determinación literal que es correlato de una indeterminación a nivel de la existencia, que empuja al sujeto a un acto para alcanzar un aserto sobre sí. Para Lacan, la libertad, lejos de estar dada, debe ser conquistada a través de la relación alienante con los otros especulares y con el Otro simbólico, sin garantías de que se la alcance en el aserto.
Veamos el sofisma [3]: El director de una cárcel hace compadecer a tres presos y les dice: "Debo poner en libertad a uno de ustedes. Para decidir a cuál, los someteré a una prueba. Son sólo ustedes tres. Aquí hay cinco discos: tres blancos y dos negros. Voy a sujetarle a cada uno de ustedes uno de estos discos entre los hombros, fuera del alcance de su mirada. Entonces, les será dado todo el tiempo que necesiten para ver a sus compañeros y los discos que llevan. El primero que pueda concluir su propio color será liberado. Pero su conclusión debe estar fundada en motivos lógicos". Aceptada la propuesta, se le pone a cada sujeto un disco blanco, sin utilizar negros. Llamaremos A al sujeto que razona y concluye por sí mismo, y B y C a los dos que se le presentan enfrente y de los cuales va a deducir la conclusión.
A ve dos blancos. Luego de estar un momento mirando, esto es lo que razonaría: "yo soy blanco, porque supongamos que fuese negro. En ese caso, B o C podrían haber pensado lo siguiente: por ej. B pensaría "si yo fuese negro como el que estoy viendo, C se habría ido enseguida; pero C no lo hace. Por lo tanto soy blanco". Y C podría pensar lo mismo. Pero tampoco se va. Por lo tanto yo debo ser blanco".
A supone un razonamiento en falso para concluir sobre sí. Como el sujeto carece de una referencialidad, tiene que atribuir algo sin tener la referencia -o sea, en falso– para poder concluir.
Los tres presos dependen de cómo se comportan para saber qué es cada uno. El hecho de que B y C no hayan partido permite a A pensarse como blanco. Por más que B y C se levanten de golpe –lo que le llevaría a pensar a A que es negro– B y C en un punto se tendrían que detener, a menos que A fuese efectivamente negro. Lo que sostiene a cada uno el pensarse como blancos es el hecho de que los otros no hayan partido. De ahí que basta que quieran partir para que pongan en duda todo el razonamiento que hicieron hasta ese momento. Al concluir que es blanco, A se levanta, pero también se levantan B y C que concluyeron lo mismo, con lo que se reintroduce un tiempo de vacilación en torno al razonamiento efectuado. A piensa ahora: "si ellos se levantan, es que soy negro y no blanco". El resultado de esta vacilación en los tres, los lleva a revisar la conclusión, produciéndose una nueva detención. Esta segunda vacilación es decisiva, ya que si los tres se detuvieron es que entonces deben ser blancos. Ahora ya no hay lugar para una tercera vacilación, pues la segunda indica que no hay algún negro en juego. Entonces A tiene que apurarse a la salida, antes que B y C le ganen de mano, al advertir que en esa segunda vacilación está la respuesta al problema.
Lacan propone tres tiempos lógicos puestos en juego, y diferentes sujetos que irán tomando sus lugares en función de los modos temporales: sujeto impersonal, sujeto indefinido recíproco, sujeto del aserto.
a) Instante de la mirada: La mirada está ordenada desde los datos del problema, que excluyen lógicamente ciertas posibilidades y le permiten al sujeto hacer un cálculo entre lo que mira y lo esperable de encontrar. La operación de exclusión lógica funda un espacio de posibilidades y expulsa un imposible que permite el despliegue de la pregunta del sujeto por lo que es. Para nuestro ejemplo: “Se sabe que si veo 2 negros, es imposible que sea negro”. El sujeto en este instante es impersonal: “Se sabe que…”.
b) Tiempo para comprender: Lo que antes era instante de la mirada se retoma ahora como hipótesis para alcanzar una certeza acerca de qué se es. Este es un tiempo de sujetos indefinidos salvo por su reciprocidad, en una relación especular donde la acción de cada uno se encuentra suspendida por una causalidad mutua (“Si yo fuese negro, entonces el otro pensaría que…”).
c) Momento de concluir: El sujeto concluye el movimiento lógico en la decisión del juicio "Yo soy …", juicio que sólo se garantiza en la certidumbre alcanzada por una suposición en falso que se adelanta a su verdad. En el tercer tiempo situamos al sujeto del aserto conclusivo, aquel que se aísla respecto de la relación de reciprocidad, concluyendo sobre sí mismo. Corte que permite pensar esta aserción como un acto.
La verdad en el sofisma no se apoya en una referencia sino en una iniciativa que anticipa sobre algo que en principio es indeterminado y sin garantías, para llegar a una conclusión. "La verdad se manifiesta en esta forma como adelantándose al error, y avanzando sola en el acto que engendra su certidumbre; inversamente, el error como confirmándose en su inercia y enderezándose difícilmente para seguir la iniciativa conquistadora de la verdad".
El neurótico obsesivo se caracteriza por anticipar su aserto tarde y mal. Pasa muchísimo tiempo instalado en el tiempo de comprender sin arriesgarse a concluir, con lo cual siempre son los otros los que concluyen por él, quedando instalado en el lugar de objeto de aquel fantasma al que está fijado. Su aserto encuentra así su verificación en la posición gozosa que su misma demora ha fomentado. Si el obsesivo fuera uno de los presos, es el que llegaría último diciendo "ya me parecía que al final era negro".
Traición de amor por-no-grafía
Una relación particular podría asociarse a los films Lo que queda del día y Con ánimo de amar para constituir una trilogía sobre el desencuentro amoroso por suspensión del acto de declararse enamorado. Propongo leer este film desde los tres tiempos lógicos de Lacan, junto con los sujetos correspondientes a los tres tiempos, articulados a los tres registros y a la relación entre signo, significante y letra. Para lo cual me valdré del grafo que hace unos años propuso Héctor Rúpolo en su texto ¿Qué se da a leer en la cura psicoanalítica? Signo, significante y letra.
Situamos el instante de la mirada en el momento del primer encuentro. No sólo porque se ven por primera vez, sino por la dimensión de signo que cada uno cobra para el otro en tanto objetos que se van a ubicar en la fantasía sexual, desplegada en la dimensión del sujeto impersonal convertido en objeto. El signo es lo que representa algo para alguien, e instala sentido. El sujeto es algo para el Otro en tanto signo que vehiculiza sentido (por ejemplo: “se sabe que si sonríe es que le gusto”, “se sabe que si sale con cualquier excusa no le gusto”, “se sabe que si desvía la vista y permanece en silencio no le gusto”, etc.). Ella dice: “Cuando él llego supe que era él. Era diferente de lo que esperaba. Pero no estaba decepcionada. Tenía una sonrisa hermosa. Sus ojos se entrecerraban y cara entera parecía sonreír. Es atractivo cuando sonríe”. Y él: “La hallé atractiva en su foto. Ese tipo de fotos no son las mejores pero... tenía algo. Su expresión poseía algo especial”.
Respecto de la realización de la fantasía sexual, ella señala años después el contraste entre la expectativa y el goce fálico obtenido: “estuvo muy bien, aunque un poco decepcionante”. Comenta que en el cine las relaciones sexuales son el cielo o el infierno, cuando lo común es que se encuentren a mitad de camino. Este goce de inicio, se topa con su propio límite, que es el placer y la monotonía: con la repetición decrece el interés. Lo no anticipado es que decrezca en favor de un creciente interés amoroso. Ella sitúa este viraje a la salida del segundo encuentro: “fueron esas palabras que dijo. Esas pocas palabras, lo que comenzó todo. Pero no lo noté en ese momento: “podríamos ir a tomar algo. Para conversar. Para charlar un poco. La invitaré a cenar. Hay un buen restaurante por aquí cerca. Si le parece bien...”. Debimos habernos encontrado en un hotel y nunca haber conversado, ni siquiera afuera. Pero ahí estábamos... Estábamos tan cómodos juntos. Sentía como si lo conociera de siempre”.
El tiempo de comprender implica una barradura del campo sígnico para pasar al equívoco régimen significante y a la emergencia de un sujeto dividido que se representa entre significantes sin consistir en ellos. Es un sujeto vacilante respecto de la pregunta ¿qué soy para el Otro? De lo que “se sabe” signicamente, pasamos a la dimensión significante, que abre al enigma del deseo del Otro: “me pide que tengamos una relación sexual, pero ¿qué desea? ¿qué me quiere?”. Lo que yo sea tendrá que ser deducido de algo que va más allá de la mirada y los signos, en el campo de la reciprocidad con el otro.
Lacan decía que el goce del Otro no es signo de amor. No es por la vía de la “relación pornográfica” que se podrá saber qué se es para el Otro. En los sucesivos encuentros, de a poco cada uno dará indicadores de que hay algo que excede la dimensión gozosa: él se preocupa por querer llevarla hasta su casa, ella se conmueve un día al verlo y decide volverse, otro día le dice que en vez de la relación sexual secreta, “hagan el amor” normalmente. De esa relación sexual, ella dirá que fue perfecta: “osmosis total”, y él “fue demasiado bello. Me sentí demasiado bien”. El film marca así la diferencia entre el goce masculino y femenino: entre el demasiado masculino, que designa un exceso en demasía que lo supera, y la osmosis total de la pérdida de límite fálico en el goce femenino.
Y a partir de que acontece el amor, se les vuelve un riesgo para ambos aparecer como sujetos que aman ante el otro.
Los efectos de la emergencia del amor no se hacen esperar: en el encuentro siguiente, ella está conmovida y decide irse ante el estupor de él, que no sabe cómo interpretar la situación. “No sabía por qué estaba llorando. Algo había sucedido, todo de repente. No me sentía particularmente triste. Me sentía perdida. Ahí, todo de repente... Ya no sabía que sentir. Estaba perdida”. Al siguiente encuentro, él está fastidiado. Cree que ella se fue porque no lo quiere ver más, al punto de preguntarle si quiere terminar. Cuando luego de dejarla advierte que no sabe cómo se llama ni cómo ubicarla, la persigue por los subtes, angustiado ante la posibilidad de perderla.
En el reencuentro siguiente, ambos están felices de volver a verse. Pero en el hotel sucede algo inesperado: son interrumpidos por un viejo que se equivocó de cuarto y finalmente tiene un ataque cardíaco. El encuentro del viejo que le ofrece a él su anillo matrimonial va a cobrar para ambos el valor de una señal. Lo mismo la charla posterior con la esposa, que sabiendo de la muerte del marido les dice: “Nunca volverá. No puedo aceptarlo. Es demasiado duro. Ustedes no saben lo que es. Espero que algún día lo sepan porque es importante. Es duro porque sacrificas tu vida por otro, entonces cuando esa persona no está más, no te queda nada. Así te puedes suicidar. Será difícil estar sin él, incluso por unas pocas horas. Será duro. Tendré que hacerlo pronto”. La contrariada pareja de ancianos que aparece en la vida de ellos muestra que el amor no tiene que ver con el goce sexual (ella sabe que él se va de putas, pero igual lo ama, incluso aunque él no la soporte) y que el amor vuelve al otro, de objeto contingente a condición necesaria para el sujeto. Este valor de señal les hace pensar que no pueden continuar así como están, vale decir, que pasado el tiempo de comprender, decanta un momento de concluir qué se es para el otro.
El momento de concluir se constituye cuando el sujeto dice “yo soy…”, cuando puede nombrarse más allá del ser -que consiste en ser el objeto a para el Otro en el fantasma-. Cuando puede atravesar el fantasma por un acto de lectura del borde literal del objeto al que está fijado, para dejar de consistir en el mismo y afirmarse desde el deseo. Lo que permitiría, por ejemplo, sostener desde el deseo el aserto de certidumbre anticipada: “yo te amo, y esto con independencia de si tú lo haces o no”. Enunciación de un deseo que ya no depende del soporte del deseo del Otro. Este momento de concluir está ligado a la función de la letra, al soporte literal del fantasma en el que el sujeto viene a consistir y sostener su deseo. Esto depende de si logra, o no, leer la frase literal del fantasma inconsciente en el que viene soportando sus síntomas y repeticiones. La lectura de ese soporte literal permite al sujeto desencontrarse respecto del lugar en el que consistía su ser en el fantasma. El corte con el objeto al que estaba fijado hace que éste pase a ser causa de deseo y no fijación mortificante. Aquel sujeto que haya develado su lugar en el nivel de la letra, en el borde litoral respecto del real que lo concierne, pasa a liberarse de la fijación, como el prisionero del sofisma. Paso de la mirada del Otro para determinar qué objeto soy, a leer a la letra para introducir el momento de concluir y cortar con el lugar de objeto a del Otro.
Luego de saber del suicidio de la esposa del viejo fallecido, ella le dice que no quiere ir al hotel. Y le pregunta si alguna vez ha hecho una declaración de amor. “Decirle a alguien, una mujer por ejemplo, que la amas y quieres vivir con ella. A veces lo que sientes es tanto amor que sólo puedes hacer declaración de amor. Un sentimiento tan fuerte que no tienes ninguna opción que hacer una declaración de amor...”. Él le responde que nunca lo haría, por miedo al ridículo, al fracaso. Vale decir, a la castración imaginaria.
Ella entonces, lo sorprende, al hacer su aserto de certidumbre anticipada: le declara su amor. “Te amo. Te amo como nunca amé a nadie antes. El sentimiento es tan fuerte que tiene que ser verdad. ¿Comprendes? Quiero casarme contigo, envejecer, usar dentadura postiza contigo... dos dentaduras postizas, una para cada uno... Sé incluso que es falso. Sé que si lo pienso serenamente, vería que es falso. Pero ahora, no puedo pensar serenamente, ni siquiera por un segundo. Te amo, eso es todo”. Ella se declara enamorada, emite un juicio sin garantías para alcanzar una certeza sobre el propio ser; para el caso: declararse enamorada de él.
El se conmueve hasta llorar. Le molesta que lo vean así y empieza a objetar: “Habrá otras cosas que descubrirás sobre mí que no conoces todavía. Cosas que te pueden molestar. Terminaras odiándome. No nos conocemos”. En otras palabras, ella lo desencuentra del marco fantasmático esperado. La declaración de amor de ella se presenta como un acontecimiento en el sentido que le da Alain Badiou. Lo deja sin palabras, estupefacto y no puede responder. Años después dirá: “¡Era una declaración de amor. Era la primera vez que una mujer me decía todo eso... ¡Mierda, es bueno que alguien te diga todas esas cosas!”.
En el hotel hacen el amor y él le dice: “Fuiste una mujer. Me diste todo. Por un segundo, me lo diste todo”. Pero entonces ambos confiesan estar asustados, inseguros, no saber qué va a pasar. Así que se dan tiempo para pensar hasta el jueves siguiente. Es que la declaración de amor requiere de dos tiempos: el acto de decir “te amo” y el acto de reafirmación de eso que se dijo.
El último encuentro, supone la puesta en juego de la segunda escansión que propone Lacan en El tiempo lógico. Como en el sofisma, aquí también hay dos escansiones. En la primera, ella realiza su acto de declaración de amor y él se conmueve pero no puede decirle que la ama. La segunda escansión se produce en el último encuentro entre ellos. Estando en el bar, cada uno piensa para sí mismo que ama al otro:
Ella: “Siempre tomé mis decisiones más importantes por capricho. Pensé en ello, puse todo en la balanza. Hice una lista de pro y contras, con puntos que le agregué después. Pero cuando fui a decidir, cuando realmente tenía que decidir, fue como saltar al vacío. Fue puramente instintivo”.
Él: “Dije que reflexionaría, que lo veríamos el próximo jueves. Pero para mí estaba claro: estaba enamorado. Era la mujer ideal. Quería hacer una apuesta. En ella. En nosotros. Sólo tienes una vida”.
Pero el tiempo de retraso de él en concluir en una declaración lo deja tomado en la vacilación de si el Otro lo ama o no. Al no precipitar un acto de declaración amorosa soportado desde su deseo, queda tomado nuevamente en el instante de la mirada al hacer soportar su declaración de los signos que vea en ella. Regresa al instante de la mirada y al campo sígnico para leer en los gestos de la amada aquello que su fantasma proyecta. Y cree ver en ella un signo de rechazo hacia él y no el efecto de impaciencia ante su demora. Al verla, concluye entonces desde su propio fantasma de rechazo: “Y entonces lo supe. Ella no quería. Quería terminar. No había dicho nada pero era obvio. Lo pude leer en su cara. Ella quería terminar. Tenía miedo de decir algo. No se animaba. Tenía que hacerlo por ella”.
Él supone que ella concluyó que no lo quiere, de modo que ante el temor de ser rechazado, declara que no cree que lo de ellos pueda funcionar. “No funcionará. Entre nosotros dos. No funcionará” le dice, poniendo en su boca lo que teme escuchar del otro. En vez de seguir la vía de leer el fantasma que lo viene demorando para advenir a un acto que corte con dicha fijación, declara en falso por leer los signos del Otro desde el fantasma de rechazo. Y se equivoca al concluir no ser amado.
Ella, ante la declaración de él, se vuelve incapaz de leer la ambigüedad de lo que dijo, ya que no declaró que no la ama, sino que no cree que lo de ellos pueda funcionar. Ella piensa: “Yo había decidido quedarme con él. Incluso había decidido que si él me rechazaba pelearía hasta el final. Pero cuando dijo que entre nosotros dos no funcionaría, parecía obvio. Él tenía razón. Teníamos que separarnos. Adivinaba cada uno de sus pensamientos. Leía cada línea de su cara. Podía ver que él quería terminar. Entonces yo también quería eso”. Ella vuelve al instante de la mirada y la dimensión del signo: “se sabe que si dice “no creo que pueda funcionar” significa “no te quiero”, y así cierra sentido, en vez de cuestionar la declaración. Porque ¿alguien sabe con certeza si una relación va a funcionar o no? ¿No es desde dicha incerteza y apuesta que se sostiene toda relación amorosa, en tanto el amor viene a velar imaginariamente la falta de garantía y la castración? Ella termina también entonces concluyendo en falso, coincidiendo con él en el malentendido.
En la segunda escansión, ninguno dice del deseo amoroso en el que están concernidos. Hay un retroceso por el cual cada uno hace depender su lugar de enunciación de lo que supone como deseo del Otro. Suposición que los deja tomados en sus respectivos fantasmas. Y así ambos concluyen en falso y precipitan la conclusión de que el Otro no ama, para no declarar que ellos aman y ser rechazados. El movimiento de ambos va de la fantasía sexual secreta al fantasma de ser gozado pero no amado por el Otro. Se trata de un retorno al campo sígnico, en vez de la lectura a la letra del propio fantasma, que los fija y demora en el tiempo de concluir a favor del deseo.
La segunda escansión no logra un pasaje a la lectura del fantasma en que se soporta el lugar de enunciación respectivo. Dicha lectura hubiese habilitado un sujeto que, advertido de su fantasma, pueda hacer un corte con el objeto y la escena a las que está fijado para apostar por el deseo. En vez de eso, prima el supuesto fantasmático de un Otro que goza sexualmente de uno como objeto pero que no ama.
Que ambos coincidan y vuelvan a realizar la relación “pornográfica” por última vez antes de separarse definitivamente, es un fracaso de ambos. Si la liaison amorosa viene a suplir la falta de rapport sexual, el retorno a la “relación pornográfica” es ahora un fracaso del amor por-no-gráfica: por no haber dado lugar a la lectura de la grafía del fantasma. Y así terminan actuándolo. Al punto que años después reafirman la decisión de terminar, convencidos de que amaron pero no fueron correspondidos. Ambos quedan convencidos de que el otro no quería una liaison amorosa, y deben sostener la creencia so pena de sufrir el dolor de enfrentar el haberse traicionado en el deseo por temor.
¿Qué es lo que cada uno evita? Ser herido narcisísticamente por ser rechazado en su amor. Ambos aman al otro pero no soportan la idea de que el Otro no le corresponda. Por eso están calculando la respuesta del Otro para declararse. El abandono de la relación cuando paradójicamente se aman, da el tono trágico para el espectador, que es el único advertido del malentendido fantasmático en que ambos quedaron tomados. Si al principio realizaban una fantasía sexual, al final realizan el fantasma de rechazo por ser incapaces de leerlo.
El silencio acerca de lo que hicieron sexualmente no tiene que ver con el pudor o la vergüenza. Aquello que los encontró es sólo de ellos dos. De ahí que se preserve su secreto. Su revelación publica haría de una situación singular, un particular clasificable en las variantes de las posiciones sexuales. Dejaría de ser algo sólo de los dos. Dejaría de ser íntimo para hacerse público y banal. Este recuerdo secreto e íntimo es lo que resta del amor entre ellos.
Bibliografia
Haack, Susan: Filosofía de las lógicas, Cátedra, Madrid, 1982.
Hofstadter, Douglas: Godel, Escher, Bach, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologia, Mexico, 1982.
Lacan, Jacques: Escritos I, Siglo XXI, México, 1984.
Loffreda, Enrique: Tiempo y psicoanálisis, QR Producciones gráficas, Asunción, 1994.
Roudinesco, Elizabeth: Lacan, FCE, Buenos Aires, 1994.
Ritvo, Juan B.: Comentario a "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada: un nuevo sofisma", Letra Viva, Buenos Aires, 1983.
NOTAS
[1] Lacan, J.; Escritos I, Buenos Aires, Siglo XXI.
[2] Laso, E.; El tiempo lógico, en Revista La Porteña, Nº 3, Buenos Aires, 1997
[3] Sofisma es un argumento o raciocinio falso, formulado con la finalidad de inducir en el error al adversario.
Me pareció muy interesante la descripción del pasaje del rapport sexual a la liason amorosa, desde la posición del otro como objeto de goce, con valor de signo, a la reciprocidad instalada por el régimen significante. De signo certero a equívoco ambiguo, incerteza que sostiene y posibilita que el amor funcione como velo imaginario. La misma protagonista alude a ese pasaje, lo que dió inicio a todo “fueron esas palabras que dijo”.
Y el acontecimiento del amor como aquello que tambalea el fantasma de él, un neurótico obsesivo que no cesa de posponer la toma de responsabilidad por su propio deseo. Acontece con efectos en el cuerpo, generando emoción. Sin embargo, en última instancia ambos retornan al campo sígnico para proyectar en el otro su propio fantasma, interpretando el deseo del otro desde sus miedos al rechazo; quedando fijados al objeto en vez de apostar a su deseo. Terminan fracasando por no haber dado lugar a la lectura de su propio fantasma, tercer momento, el de concluir sobre sí mismos.
Como dice Eduardo Laso, “Es el amor, y no la sexualidad, la que los complica”. Aquí quisiera hacer un aporte citando a Octavio Paz en “La llama doble”: “El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida”. Me parece que ilustra el pasaje de rapport, el otro como objeto de goce del propio fantasma, cercano a lo que O. Paz llamaría “sexualidad”, a la inserción en el campo significante, liason. De todas formas, dado nuestro carácter humano y no animal, siempre sería erotismo y no sexualidad (como la animal) porque está enmarcada en el fantasma. El autor explica que el erotismo no es mera sexualidad animal, sino que es representación: “el erotismo es sexualidad transfigurada”, es metáfora de la sexualidad animal, más allá de esta que lo origina. En el film vemos como el amor como acontecimiento deriva de la fuente primordial, la sexualidad humana.
Para terminar, voy a citar un fragmento de Octavio Paz relacionado al equívoco respecto a lo que el otro desea en los vínculos amorosos:
“El amor comienza con la mirada: miramos a la persona que queremos y ella nos mira. ¿Que vemos? todo y nada. No por mucho tiempo; al cabo de un momento, desviamos los ojos. De otro modo, ya lo dije, nos pertificaríamos.”
Película:Una relación particular
Titulo Original:Une liaison pornographique
Director: Frédéric Fonteyne
Año: 1999
Pais: Francia
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