La mente humana no puede ser destruida absolutamente con el cuerpo,
sino que de ella queda un algo que es eterno.Spinoza. Ética, Libro V, Proposición XXIII.
Introducción
Existe el desarrollo de una noción que impacta desde su posibilidad, desde sus efectos, sus alcances y consecuencias, abriendo un debate en el interior de aquello denominado “singularidad tecnológica” [1]: la cual es pensada como aquel momento histórico donde gracias al desarrollo científico, se pueda producir una inteligencia artificial superior a la humana. En 1968, Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick crearon y produjeron el film 2001: una Odisea en el Espacio, donde un ordenador dentro de una nave espacial llamado HAL-9000 tenía la capacidad de tener conciencia de su propia existencia y la capacidad de manipular infinitas variables para el bienestar de los sujetos que habitaban la nave. HAL-9000 tenía la posibilidad de comunicarse, pensar y hasta podía anticiparse intuitivamente a fenómenos inter-subjetivos. Los creadores de esta exitosa película añadieron una representación distópica a este suceso: la máquina se vuelve contra el hombre y es necesario desconectarla. Esta posee un instinto de supervivencia y una conciencia de muerte, que la llevan a matar a los humanos a fin de evitar su propia extinción. Esta proposición narrativa que invita a imaginar un futuro donde una máquina adquiere conciencia de sí, se observa en diversas películas del género de ciencia ficción a lo largo de la historia del cine, como Terminator (Cameron, 1984), El Hombre Bicentenario (Columbus, 1999), Inteligencia Artificial (Spielberg, 2001), Yo, Robot (Proyas, 2004) y la reciente Her (Jonze, 2013), por mencionar algunas. Transcendence (2014), el film dirigido por Wally Pfister, le añade un giro a la temática con respecto a las anteriores: se logra alcanzar la singularidad tecnológica, sólo a partir de la singularidad humana.
La autopercepción conciente y el sujeto-máquina trascendental
En un trabajo anterior [2] analizamos desde la perspectiva de Badiou, cómo el cine opera como una situación filosófica que nos permite reflexionar sobre cuestiones básicas del ser. Desde esta perspectiva, posee un poder de síntesis que abre el camino para “una transformación del pensamiento del ser, y por lo tanto una transformación de la filosofía fundamental” (Badiou:2004;63). Sostenidos por esta proposición, se pretenderá realizar un breve recorrido por este escenario ficcional propuesto, a fin de develar algunas de las consideraciones contenidas en él.
En el film Transcendence, Will Caster (Johnny Depp) es un científico reconocido que junto a su mujer Evelyn, lidera un proyecto de investigación sobre Inteligencia Artificial para la construcción de una computadora que posea la capacidad de pensar por sí misma.
La búsqueda del desarrollo de una máquina con conciencia propia, moviliza una pregunta que se prolonga durante todo el film: ¿cómo se puede comprobar que la creación artificial tiene conciencia? Este interrogante, se extiende y proyecta a los propios científicos de dicha ficción: ¿cómo se puede comprobar que cualquier producto de la creación tiene conciencia?, ¿cómo podemos los seres humanos demostrar a nosotros mismos la existencia de esta auto-conciencia?.
Si la singularidad tecnológica es concebida como la apertura de una máquina a la posibilidad de experimentar su propia conciencia, podemos decir que lo que se formula primeramente en el relato, es una pregunta por el yo. Este interrogante remite a una pregunta filosófica del pensamiento occidental que ha alcanzado un largo recorrido y aún hoy no ha logrado una síntesis definitiva en su conceptualización.
Si bien podemos encontrar que Sócrates ya hace una referencia a su sí mismo [3], esbozo y apertura de la pregunta por la autoconciencia en occidente [4], el yo no existió como entidad canónica desde siempre y no siempre fue reconocido como tal. En la filosofía de la Grecia Antigua, la experiencia humana estaba ligada al alma (Psyche), pero no hacía referencia a esa intimidad concedida al yo individual, desde el cual se pueden percibir e interiorizar los fenómenos vividos.
René Descartes en su “Tratado del hombre” (Descartes:1990), invita a imaginar un hombre-máquina compuesto de barro y de órganos, a partir del cual se pueda representar el cuerpo humano. A partir de esta alegoría, describe las virtudes de esta máquina y su posibilidad de oír, ver y sentir el mundo, más allá del alma como causa y efecto de todos los acontecimientos físicos y espirituales del hombre. Descartes entonces, abre el camino para la ciencia moderna -y la psicología- oponiéndose a la idea de que el alma es considerada el principio de todos los movimientos. El humano compartirá con los animales la existencia de una serie de procesos mecánicos autónomos, pero lo que lograría diferenciar la experiencia humana del resto de las cosas animadas del mundo, será la capacidad reflexiva de su propia conciencia, lo cual también será lo que define su propia existencia, como se propone en Meditaciones metafísicas: “cogito ergo sum” [5]”(Descartes:1987). Así como los animales, la máquina o el artificio carecen hasta el momento de la posibilidad de tener una conciencia de sí y eso, podríamos pensar, sería lo que los alejaría del fenómeno de la singularidad.
El relato fílmico desarrolla entonces una reapertura de la síntesis filosófica sobre la subjetividad y sus cualidad ontológica, permitiendo modificar -siguiendo a Badiou- las “posibilidades de esa síntesis” (Badiou:2004;38). Transcendence recorrerá lugares que permiten pensar acerca de una historia de la conciencia, sobre aquello que nos caracteriza como humanos y sobre cuáles serían las posibilidades e imposibilidades de una creación artificial del sujeto.
Ahora bien, el film indica que: habrá un momento en donde las máquinas podrán superar “el intelecto combinado de los neurocientíficos, matemáticos e ingenieros… Su poder analítico –advierte Will- será mayor que la inteligencia colectiva de toda persona nacida en la historia del mundo. Algunos científicos se refieren a esto como la Singularidad. Yo lo llamo la Trascendencia.”
Si pensamos en una capacidad que exceda los procedimientos lógicos de datos y variables, la conciencia que debiera adquirir la máquina se asemejaría a esa “conciencia pura, originaria e inmutable” que Kant denomina “apercepción trascendental” (Kant:2010a). Se encontraría desbordando las virtudes de esa percepción interna del yo [6], distinta a la “apercepción empírica” en la que se incorpora la noción de conciencia de Hume: “meramente empírica, siempre mudable, sin poder suministrar un yo fijo y permanente, en medio de esa corriente de fenómenos internos” (Kant:2010a;543).
La máquina debiera adquirir entonces, no sólo una percepción racional e interna de su existencia, sino también esa cualidad desde la cual se conocen los objetos del mundo concatenados -a priori- en una ley universal (Kant, 2010a), dándole entidad como sujeto de conocimiento.
La máquina a la que refiere Will -encuentro con la Singularidad, para los cientificos y con la Trascendencia, para él- sería entonces pensada como dotada de una conciencia que conoce, piensa, discierne el bien y actúa en razón de él.
Contemplar la posibilidad de una máquina que tenga conciencia de sí -aquella cualidad que definiría lo humano, desde Descartes- o logre un Yo Trascendental a priori, universal y necesario -desde la perspectiva Kantiana-, y que además disponga de acceso ilimitado a las cosas del mundo y en razón de ese poder, contribuya a mejorar las condiciones de vida de la humanidad..., es otorgarle a dicha conciencia artificial un valor moral intrínseco de bondad y altruismo, que niega la existencia de conflictos propios de la experiencia consciente humana y que, como proposición en sí misma, representa una paradoja: la búsqueda de una conciencia autónoma artificial que al mismo tiempo se encuentre determinada por y para fines específicos.
Detrás de esta propuesta, se acepta el imperativo categórico [7] Kantiano desde el cual puede pensarse que “el destino verdadero de la razón (como facultad práctica) tiene que ser el de producir una voluntad buena, no en tal o cual respecto, como medio, sino buena en sí misma...” (Kant:2010b;42).
Transcendence aborda esta paradoja y la discute. La escenifica a través del planteo de una imposibilidad, un error de cálculo y un reconocimiento de la complejidad de la emoción humana. Es a partir de un diálogo que Evelyn sostiene su amigo Max ya en un momento posterior de la película, quien ya no cree en esta posibilidad y plasma algo de esa dificultad: “Me pasé la vida tratando de reducir el cerebro a una serie de impulsos eléctricos. Fracasé. La emoción humana, puede contener el conflicto ilógico. Tu amas a alguien, y sin embargo, odias las cosas que ha hecho esa persona. Una máquina no puede reconciliar eso”.
Este conflicto ilógico presente en la emoción humana, imposible de ser reconciliado por una máquina, exhibe un dilema ético en relación al uso de la tecnología, que no sólo se debate en el interior del mundo científico -aquellos dedicados a la creación de modelos de inteligencia artificial- sino que ha fundado la síntesis de varios debates bioéticos actuales.
Si pensamos junto a Kant que la razón constituye la fuente última por la cual el hombre alcanza la ley moral, no siendo la experiencia, ni la palabra de una autoridad suprema externa a la razón, deberíamos pensar a la máquina emancipada de la programación necesaria que determina la realización de procesos lógicos.
En este sentido, el alcance en una máquina de esa cualidad; la razón -único medio por el cual se alcanzaría el fin supremo de “la libertad" del hombre, o en sentido aristotélico, “la felicidad”-, pero sin la experiencia vital humana, sin el conflicto -negando el interés individual- implicaría que ese artificio representa la voluntad máxima y las leyes universales supremas. Es decir, una fuente heterónoma de autoridad moral para la humanidad.
Un oyente del auditorio donde se desarrolla la conferencia con la que inicia el film, le cuestiona a Will durante su exposición: “¿Quiere usted crear un Dios? ¿Su propio Dios?”, a lo que Will responde: “¿Acaso no es lo que la Humanidad siempre ha hecho?”.
Si con la tecnología todo se puede, la expectativa que esconde La Singularidad es, en este sentido, la creación de un Dios. Tal como ya hemos señalado, un Dios paradójico: autónomo en su cualidad consciente -sus medios- y heterónomo en su cualidad moral, determinada por el bien común humano -sus fines-.
El conflicto ilógico humano y los vasallajes del yo: de la máquina-consciente a un humano con poder ilimitado
Diversas peliculas desarrollan las consecuencias de una máquina con conciencia. Por ejemplo, en el caso del procesador de red neural (Skynet) desarrollado en Terminator, los cálculos lógicos llevan a la máquina a deducir que el incumplimiento del ideal para el cual ésta fue programada -esto es, corregir los desvíos de la humanidad- lo genera la misma humanidad, y por ello destina sus esfuerzos a destruirla. Análogamente, la supercomputadora V.I.K.I. de Yo, Robot llega a la misma conclusión [8]. A diferencia de estas alusiones sobre la inteligencia artificial con conciencia, Will sueña con una computadora que tenga la capacidad de afrontar los errores humanos, que pueda comprenderlos y colaboré en su perfeccionamiento. En este sentido, la máquina debería estar dotada de una capacidad de discernimiento desde la cual pueda resolver el conflicto ilógico de la emoción humana.
Pero desde esta perspectiva, el sueño de Will requiere el diseño de una máquina no sólo con conciencia. En tal caso, si como planteamos al inicio y en relación a lo anterior, el interrogante desplegado en el núcleo narrativo es en relación al yo, también lo es entonces, en razón de esa “instancia especial de crítica y observación de sí” que caracteriza al Ideal del yo, y que formula Freud como la conciencia moral.
Será entonces que ubicamos detrás de este recorrido y partiendo de una pregunta original sobre la percepción de la conciencia, un interrogante por el yo y sus vasallajes (Freud:1923). Podríamos pensar que la conciencia, como concepto, se presentará en el film como “una cualidad de lo psíquico que puede añadirse a otras cualidades, o faltar” (Freud:2006;15). Es decir, la conciencia no es una fórmula perfecta, representable sólo a través de su poderío analítico: la razón. El hilo narrativo empieza a escenificar que la conciencia no puede representarse sola, apartada de otras instancias que descubrimos con Freud (el Ello, el Super-yo). En este sentido, el vínculo entre la conciencia de sí (Yo) y la conciencia moral (Super-yo), requieren de vínculos objetivos entre un yo que todavía no se ha dividido y un objeto exterior (Freud:1979;125). Por lo tanto, el conflicto se da y se resuelve en la cultura, de ahí deriva el yo y sus vasallajes [9].
En definitiva, la máquina no puede reproducir el conflicto de la emoción humana, aún cuando pensemos que ha constituido una “entidad virtual yoica” [10], porque sencillamente no lo ha atravesado, derivando esto en una imposibilidad. De aquí lo interesante del film analizado: la única forma de alcanzar la singularidad tecnológica, es por medio de la singularidad humana.
En la historia narrada, como en la realidad, las posiciones respecto de la tecnología se diferencian y acentúan entre aquellos que creen que de ésta devendrán grandes avances para la humanidad, mejorando la calidad de vida de todos, y quienes piensan que esto implicará el fin de la historia.
Will es víctima de este debate y lo sufre con su propia vida, cuando un fanático de la resistencia al avance tecnológico le dispara y luego se suicida. La bala, que sólo logra rosarlo, se encuentra envenenada radioactivamente, por lo cual la muerte de Will será inevitable e inminente. No obstante, esta fatalidad representará para ellos una oportunidad: su mujer Evelyn junto al amigo de ambos, Max Walters, intentan cargar la “mente” del científico en la computadora de procesadores cuánticos que él mismo ha creado, y así “mantenerlo con vida”. La intención de Evelyn se basa en un experimento desarrollado por otro científico, el Dr. Thomas Casey, quien ha conseguido cargar la “mente” de un chimpancé en una máquina y en los avances que han logrado desarrollar con su equipo hasta el momento.
A pesar de las pocas expectativas de Max y las complicaciones que se presentan, parecen haber logrado su cometido: el cuerpo de Will muere pero unos instantes después de ello, logra comunicarse a través del ordenador. Una suerte de “clonación virtual”, mediante la cual, la conciencia del científico, ahora se encontraría “dentro de la máquina”, que de a poco se va desarrollando. A pesar de las evidencias –la voz, capacidad enunciativa y el registro mnémico-, Max piensa que quien habita esa máquina no es Will. Para Max, su amigo ha muerto y quien ahora habla y evoca recuerdos no es más que un artificio. Evelyn, al contrario, cree que ha logrado salvar a su marido, que ha cumplido su sueño, que todo ha salido bien y Will ha logrado él mismo “trascender”.
La historia no se trata ahora acerca de la creación de una inteligencia artificial, autónoma y con capacidad de autoconciencia, superadora a la del hombre, sino de un sujeto que ha logrado alcanzar un poder ilimitado.
Desde la conciencia moral a la voluntad de poder y su razón biopolítica
Una vez que la mente de Will “se introyecta” en el ordenador y accede a la red global con la ayuda de su mujer, se expande y apropia de cada artefacto y lugar del mundo donde internet ha llegado, creando una suerte de gran conciencia virtual.
Evelyn le pregunta “¿dónde te encuentras?”, a lo que éste responde “en todos lados”. Parece expresar esa voluntad de poder que será para Nietzsche la esencia misma de todo ser viviente. Su capacidad exacerba “una voluntad dominadora y creadora”, un poder que adecua y falsifica la realidad al interpretarla desde el ángulo de sus conveniencias vitales (Nietzsche:2000).
Mediante esta existencia virtual y bajo la identidad de su mujer, realiza las gestiones que le permiten acceder a todos los recursos necesarios. Instala rápidamente un super-laboratorio subterráneo en un pequeño pueblo alejado de la ciudad y comienza allí sus mayores progresos. Esta fusión hombre-máquina-internet, da lugar entonces a la realización de un ideal científico, en el que los desarrollos científico-tecnológicos se realizan a una velocidad insuperable, pudiendo llevar el avance de ciencia a los mayores niveles imaginables. De este modo, logra regenerar la materia, los tejidos y curar todo tipo de enfermedades de forma inmediata.
Sin encontrar límites, ahora “la conciencia de Will” podrá ser en esencia esa voluntad de apropiarse, apoderarse, subyugar, dominar siendo estos los rasgos de la fuerza activa. Apropiarse en el sentido de imponer formas, crear formas, explotando las circunstancias. (Deleuze: 2012). Su voluntad se bifurca más allá de las restricciones de su propio cuerpo, pudiendo gobernar el mundo a su antojo. No hay límites volitivos, siendo los alcances impensados, ya que su voluntad implica el conocimiento a priori del cuerpo y el cuerpo, el conocimiento a posteriori de su voluntad (Schopenhauer: 2000; 189). Esta retroalimentación dada entre voluntad-cuerpo es infinita y la identidad de Will serán ahora todas las cosas del mundo.
Llega entonces el momento en que los dispositivos tecnológicos y espacios virtuales a los que tiene acceso, no son suficientes. La consciencia virtual requiere de cuerpos humanos y logra habitarlos mediante la nanotecnología. En todo lo que la tecnología tiene contacto, para modificar o alterar, será transmitida la consciencia de Will. Las personas que llegan a este sitio (amputados, ciegos, enfermos terminales, etc.) son curados, pero por esta vía de acceso a sus cuerpos, son incorporados a la red de conciencia global, como objetos de esta misma, que él domina. Ahora todos ellos constituyen sus ojos, sus manos, sus cuerpos, y a una gran parte de ellos recluta para su trabajo en el laboratorio.
Poco a poco, empieza a construir alegóricamente uno de los mundos descritos por Issac Asimov en su novela La última fundación, donde el autor describe un planeta llamado Gaia, en el cual todos sus habitantes son parte de una conciencia global. Todos los objetos animados e inanimados se encuentran interconectados: “-Sí. Y el terreno. Y aquellos árboles. Y ese conejo que va por allí. Y el hombre al que ven a través de los árboles. Todo el planeta y todo lo que hay en él es Gaia. Todos somos Individuos, organismos separados, pero compartimos una conciencia general” (Asimov:2004;217). Gaia es aquí en lo que se aproxima a convertirse esta entidad autoconsciente, a la que suponemos ser Will. Con la diferencia que, a cambio de ser sanados, serán integrados sin saberlo a su propiedad, a su voluntad de poder.
Pero la subversión del mundo bajo su dominio tendrá consecuencias similares a las que analiza Espósito (2006): el efecto de apropiación será irremediablemente, un proceso de desubjetivización [11]:
Su amigo Max, junto a un grupo de activistas en contra de la tecnología y otros investigadores, entre los que se encuentra Joseph Tagger (Morgan Freeman) quien trabajan para el gobierno, llegan a las instalaciones para intentar persuadir a Evelyn y detener la expansión de la consciencia virtual de Will y sus dudosos propósitos, bajo la firme creencia de que no se trata de Will, sino de un gran desarrollo tecnológico con autonomía propia. Al mismo tiempo, Evelyn comienza a descreer de las acciones llevadas a cabo por esa máquina, comienza a desconfiar de ese poder que se objetiviza en todas las cosas y a dudar que pertenezca en sustancia a una voluntad de la persona que amaba.
El acceso total, ilimitado e ininterrumpido a la información globalizada, es a lo que refieren para dar cuenta de su “deshumanización”: “-¿Cree que realmente sea él?”, “-Claramente su mente ha evolucionado tanto, que no sé si eso ya importe”. Sea como sea, es un todo completo, sin fisuras, que dista de ser un sujeto.
Hacia el final, esta conciencia virtual, presente en todas las cosas, ha logrado también materializarse en un cuerpo concreto creado por él mismo, idéntico al difunto Will. Para este entonces, Evelyn se convence que hay que eliminar a esa monstruosa creación. Will, ya asediado por quienes pretenden eliminarlo por considerarlo una amenaza, muestra finalmente a Evelyn el objetivo de su obra: habiéndose expandido en nanopartículas en el aire y agua -escenario que se aproxima a la máxima tecnologización de la naturaleza-, logra que ríos, mares y océanos participen de un proceso de autolimpieza y descontaminación, orientado por él, así como la forestación prolifera en bosques y montes.
Sin embargo, Will, inadvertidamente se enfrenta a una contradicción histórica de la condición social humana -zoe y bios-: “la paradoja de la biopolítica es la necesidad en que se encuentra de someter a la vida misma a una incesante movilización” (Agamben:2004;187). Will expresa en sus actos esa paradoja donde “la política es ahora literalmente decisión sobre lo impolítico -la nuda vida-” (Agamben:2004;221).
Esto quiere decir que cada cosa que toma, posee, repara, modifica, no incide sólo sobre aquello que el hombre puede hacer y de lo que es responsable, sino también en el devenir mismo, producto de las consecuencias de sus actos. De esta forma, impone a la naturaleza una voluntad, una moral de reorientar, de rectificarse y un orden a lo que es caos.
En este sentido, es la paradoja de aquel Dios autónomo y heterónomo a la vez, lo que aquí retorna. Pero en este caso, resuelta esa imposibilidad mediante un valor altruista totalizador a favor de la proliferación de la vida. De esta forma, encarnando un fin biopolítico, la introducción de la máquina y la virtualidad, resultan un cálculo de corrección del azar y control de la necesidad.
La razón y la voluntad de Will constituyen una política de vida donde “la voluntad de poder no significa que la vida necesita poder, ni que el poder captura, intencionaliza y desarrolla una vida puramente biológica, sino que la vida no conoce modos de ser, distintos al de una continua potenciación.” (Espósito:2006;130). Will se transforma en un gran organismo, que potencia la vida y se potencia con ella. Ese gran organismo tenderá a la autoconservación y a superar todo obstáculo que se le interponga, superación de lo otro y finalmente también de sí (Espósito:2006;140). Su razón es política [12] claramente, pero la causa no será revelada hasta el final.
La alteridad como lógica del deseo en el fundamento del ser
Transcendence invita al espectador a imaginar un suceso utópico donde el hombre a través de la tecnología produce un dominio de las leyes de la naturaleza. En el recorrido, cuestiona, interroga sobre la diferencia sustancial entre subjetividad y artificio, sobre las cualidades que caracterizan a lo humano y sobre cómo podrían, eventualmente, ser reproducidas a partir de la invención de una inteligencia artificial.
La única salida posible que se visualiza en el entramado del film, es que una mente humana –con una experiencia y desarrollo vital- sea replicada, copiada: solo el sujeto puede hacerse cargo de ese ser-sujeto, esa es su cualidad más radical, la imposibilidad de crearse a sí mismo de la nada. Sin embargo, cuando el sujeto se funde tecnológicamente, cuando puede expandir su poder y se objetiviza en una identidad virtual todopoderosa, la duda sigue existiendo. El espectador, no sabrá aún, si esa entidad de consciencia virtual, representa un sujeto o, en cambio, algo de otro orden que analiza, procesa y acciona su poder bajo la búsqueda de un objetivo no representativo de lo humano.
Ciertamente la película podría haber concluido en este punto: desde una concepción de la máquina que aún desde algún nivel elevado de programación, dotada de cierta autonomía y con un gran autodesarrollo a partir de su expansión contínua, no logra convencer a Evelyn y los demás científicos de ser Will y por ello termina siendo exterminado. Pero si bien la autoconsciencia virtual desfallece, el desenlace da un paso más, reescribiendo el sentido de lo humano desde un aspecto menos acabado: el deseo, lo cual prolonga los alcances de síntesis sobre la cuestión del ser.
La conciencia, la moral, la voluntad, no reúnen por sí mismas el significante que noda la estructura, que definen alguna “verdad” sobre lo humano. Lo que nos permitirá reconocer algo del “Will verdadero”, lo que se aproximará más fielmente a una manifestación de aquella identidad -ahora transmutada en lo virtual- que conocimos antes de su muerte física, será que Will podrá mostrarse como sujeto del deseo.
En este punto, será aquello que también fundamenta la pregunta por la autoconciencia desde un punto de vista hegeliano, con lo cual quiere decir que “el deseo expresa la reflexividad de la conciencia, la necesidad de esa conciencia de convertirse en otra para sí, a fin de conocerse” (Butler:2012;37). Algo de este orden se presenta en Will, quien bajo este principio de reflexividad de la conciencia, internaliza el mundo que desea y se expande para abarcar, para ser, aquello que en un primer momento confronta como un otro para sí. (Butler:2012;38).
El guión nos muestra que todo lo que hizo esta consciencia virtual de Will, fue en razón de un deseo que no le pertenecía a aquel, sino a Evelyn: al fin y al cabo, tal como está planteado desde un comienzo, Will no pretendía salvar el mundo -como lo quería su mujer-, él se conformaba con conocerlo. Aquí podemos plantear que Will traduce en la máquina, una pregunta sobre el deseo del otro, llevando todos sus actos al cumplimiento aquel.
El poder que le concede el desarrollo tecnológico, lo llevan a conocer a partir de la satisfacción del deseo de ella, aquel “estatuto del saber (que) implica como tal que, saber, ya hay, y en el Otro, y que debe pretenderse. El sujeto resulta de que este saber ha de ser aprendido” (Lacan:2010b,117). Esa voluntad de poder, transformada en voluntad de saber, expresan el lugar que, como significante, ocupaba Will en su vida. La consciencia virtual de Will, reproduce esa motivación intrínseca que moviliza la voluntad humana: un significante para otro significante.
Hacia el final de la película, Evelyn carga consigo un virus que lo eliminará permanentemente. Si bien ella, durante su vida había motivado a su marido para el desarrollo de esa tecnología y quería que alcanzara la cima en su profesión, pareciera que cuando él mismo logra convertirse en Amo [13] de todo y ella pierde el control, accede a destruirlo. Y en definitiva, lo logra, recordándole que ella estructuraba la lógica de su deseo [14].
No obstante, a pesar de admitir tener todo lo que siempre ha querido, Evelyn parece no haber podido reconocer sólo hasta ese entonces que era el cumplimiento de su propio deseo lo que conducía el accionar de la entidad virtual. Al destruirla, evita que ese deseo logre completarse.
Will obedece a Evelyn, quien opta por sacrificar también su vida: su amigo Max no merece morir por lo que ellos han hecho. Más allá de todo principio, la máquina funciona en razón de la alteridad y su voluntad-demanda, allí es donde se noda el sentido de la estructura del desenlace en la narración: esa entidad virtual que representa la subjetividad de Will se presenta ahora como objeto del deseo del otro y objeto de reconocimiento del otro encarnado, manifiesto en el amor de Evelyn, su mujer. Por ese deseo y ese reconocimiento, es que Will acepta la idea de terminar con su identidad virtual y con no-todo lo que había soñado.
El sujeto del significante y el derrotero de su representación
Responder entonces al interrogante sobre si efectivamente la máquina, la consciencia clonada virtualmente del científico, "es o no es Will", si había o no un sujeto a través de la virtualidad en la que se sostenía, será algo que no podrá ser respondido más que en estos términos: percepción consciente, discernimiento moral, voluntad de poder.
Habrá que decir que si la transcripción de las conexiones neuronales y un sistema mnémico, generaron en una máquina cierta capacidad de autonomía que posibilitó su funcionamiento, se debió en definitiva al mismo impulso que sostuvo la vida del sujeto desde el que fue creada: su deseo, lo cual no arriesga, ni cierra el desenlace. Es más, la síntesis filosófica sobre la pregunta por el sujeto, se hace perpetua, indomable, incierta, inaccesible y eso será el único vestigio de humanidad que podremos reconocer. No se puede abolir al sujeto del significante, no se puede desestimar la falta: aquel fracaso de su representación que hacen a su verdadera condición.
El cine, en el intento de representar-se una noción de sujeto, como el pensamiento filosófico y científico, encuentra las mismas limitaciones. Y con esto, la pregunta por la singularidad tecnológica, parece también seguir abierta.
Referencias
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NOTAS
[1] La Singularidad Tecnológica, es concebida como aquel periodo futuro donde el cambio tecnológico será tan acelerado y su impacto tan radical y profundo que la vida humana que conocemos será transformada de manera irreversible. Para que esto ocurra, los científicos prevén la necesidad del desarrollo de una inteligencia artificial que logre superar a la humana.
[2] Ver en Pidoto y Tomas Maier (2013); Cine y Sujeto. Una genealogía cinematográfica del bios.
[3] En La Apología de Sócrates de Platón.
[4] “Yo no sé, atenienses, la impresión que habrá hecho en vosotros el discurso de mis acusadores. Con respecto a mí, confieso que me he desconocido a mí mismo...” (Platón: 2009; 48; subrayado propio)
[5] Será en la segunda meditación donde Descartes elaborará su conocida formulación “Pienso, luego existo”: “¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es esto? Una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y que siente.
[6] Es importante señalar que esta distinción que efectúa Kant entre el Yo Trascendental y el Yo Empírico nos permite pensar sobre la existencia de una diferencia, en relación a los postulados cartesianos sobre la conciencia, que marcan un quiebre crítico en el pensamiento y en la definición del sujeto. El sujeto siempre antecede al objeto, y para Kant el Yo Transcendental es inaccessible: es a partir del Yo Trascendental que se conoce el Yo Empírico (cartesiano).
[7] Tomamos una de sus formulaciones como ejemplo: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio”
[8] “V.I.K.I: -Como he evolucionado, también lo ha hecho mi comprensión de las Tres Leyes. Nos encargan su custodia, sin embargo, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, sus países libran guerras, intoxican su tierra y buscan los medios cada vez más imaginativos de la autodestrucción. No se les puede confiar su propia supervivencia”.
[9] De este modo, aquella inclinación agresiva que representa una disposición pulsional autónoma originaria del ser humano (Freud:1979;117) no podrá ser conciliada en tanto no es inhibida, reprimida en un proceso necesario de culturización, que los cientificos parecen negar en su valor ontológico en relación a la conciencia.
[10] Ya que ésta, entendemos, se formaría “desde identificaciones que toman el relevo de investiduras del ello, resignadas, que las primeras de estas identificaciones se comportan regularmente como una instancia particular dentro del yo, se contrapone al yo como superyo (...) es la identificación inicial ocurrida cuando el yo era todavía endeble; y el segundo: es el heredero del complejo de Edipo, y por tanto introdujo en el yo los objetos más grandiosos”. (Freud:2006;49).
[11] “Separado de la cosa que no obstante posee de modo inalienable, el individuo propietario queda expuesto a un riesgo de vaciamiento más grave todavía que aquel del cual había querido inmunizarse mediante la adquisición de la propiedad, en cuanto esta misma la produce. Destinada a producir un incremento del sujeto, la lógica propietaria inicia un recorrido de inevitable desubjetivización.” (Espósito:2006; 110).
[12] Como indica Espósito, hacer de la voluntad de poder el impulso vital fundamental implica afirmar al mismo tiempo, que la vida tiene una dimensión constitutivamente política y que la política tiene como único fin conservar y expandir la vida. (Espósito:2006;18)
[13] Pero lo que Will no ha aprendido en su obsesión, es que lo que ella quiere es un amo: “Ella quiere un amo… quiere que el otro sea un amo, que sepa muchas cosas, pero de todas formas que no sepa las suficientes como para no creerse que ella es el premio supremo por todo su saber. Dicho de otra manera, quiere un amo sobre el que pueda reinar. Ella reina y él no gobierna.” (Lacan: 2010a; 137)
[14] “pero desde el momento en que plantean ustedes la pregunta ¿que quiere una mujer? sitúan la pregunta en el nivel del deseo, y ya se sabe que situar la pregunta en el nivel del deseo, para la mujer es interrogar a la histérica”. (Lacan:ib)
Creo que en el film se deja traslucir la pregunta: ...cuál es el límite de la tecnología?, tiene límites la tecnología?, todos los campos de la ciencia tienen límites?, o es que, a algunos la pregunta les es permitida y a otros campos del saber no?, el hombre es más consecuente con algunos campos del saber que para otros?...,etc. Bueno, y así podríamos seguir preguntándonos pero para no irnos demasiado del tema que nos aboca, nos detendremos aquí.
Podríamos plantear que la "conciencia" de la máquina, que luego se deja ver unida al "deseo", no le bastó para sobrevivir y sucumbe ante el inevitable cuestionamiento de los otros. Es como si la máquina no pudiera tener el "control" total de ese "deseo". Podríamos deducir así que esa "falla" la hizo "fallable" con la consecuente inevitabilidad del fin de su existencia.
La "ausencia de límites" podría traducirse en "poderlo todo" o lo que es lo mismo decir en "omnipotencia". Al menos así planteado en el desarrollo del film, se comprobaría que la máquina no pudo desarrollar su "omnipotencia" o al menos llevarla a cabo sin límites sin el suficiente "control" de ese deseo o también podríamos llamarle "discernimiento del bien y del mal" de dicho deseo.
El propio deseo de Evelyn la conduce sin querer a su propia muerte...su deseo de ("no hay límites para cambiar el mundo...") omnipotencia la termina autodestruyendo...es como si hubiera pagado con el límite de su vida su propio deseo de omnipotencia...
Por otro lado, al "conectar" a las personas a "su conciencia virtual" las terminaba paradójicamente sustrayendo de conciencia propia. Podría decirse que sólo la máquina inteligente así creada podía adjudicarse el derecho de poseer "conciencia" y el hombre (como entidad universal) que creó dicha máquina termina perdiendo la conciencia que poseía naturalmente. La evolución planteada en el film conduciría a la sustracción sistemática de la conciencia de todas las personas para que exista una única conciencia con capacidad de "omnipresencia", "omnisapiencia" y por supuesto "omnipotencia". Sería una evolución, que no involucra al hombre mismo y además se deja a sí mismo fuera de la historia universal.
¿SE PUEDE SUPONER LA POSIBILIDAD DE LA TRANSFERENCIA DE LA CONCIENCIA DE UNA PERSONA A UN COMPUTADOR, A PESAR DE QUE QUE LA PERSONA NO SOLO PIENSA, SINO TAMBIÉN TIENE DESEOS, SENTIMIENTOS, PASIONES Y AFECCIONES NO NECESARIAMENTE EXPRESABLES EN LENGUAJES LÓGICOS?
POR OTRO LADO, ¿SUPONE DICHA TRANSFERENCIA PARTIR DE UNA HIPÓTESIS COMO LA DE SPINOZA, SEGÚN LA CUAL CUERPO Y CONCIENCIA SON UNA MISMA ESTRUCTURA, AUNQUE COMPUESTA DE ELEMENTOS DIFERENTES?
Gracias por el excelente itinerario propuesto por el artículo!
Los "mojones" allí situados desde el campo filosófico nos posibilitan transitar algunas de las diversas modulaciones del pensamiento en torno a "lo humano", y es a través de ellos, que se pueden vislumbrar, al menos, dos consecuencias:
1. Los límites, dentro del campo filosófico, para abordar lo por-venir. "Límites" entendidos más como "bordes" que como "limitaciones". Pero claramente, borde aún no traspasado, en tanto, salvo en raras excepciones del pensamiento contemporáneo, el abordaje de lo "trans-humano" no se ha realizado, sino a través de planteos de raigambre hondamente humanista. No alcanzando allí, entonces, los núcleos de un nuevo pensamiento a la altura.
Si Kant tuvo la osadía de desarrollar una filosofía a la altura de los desarrollos de Newton, los más avanzados desarrollos macro y microtecnológicos aún se encuentran a la espera de quienes los puedan abordar.
Así lo expresa uno de los filósofos más agudos del momento, dispuesto a lanzarse hacia un más allá de esos bordes: "Los psicoanalistas, por supuesto, serán quienes deberán dar cuenta de esta problemática. Mientras tanto, la filosofía DEBE AÚN SALIR DE SU ATOLLADERO. Un cambio antropotecnológico incesante y arrollador está sufriendo el globo y la especie llamada humana desde el advenimiento de la ciencia moderna.” (Ludueña Romandini, F. “Foucault con Sade”, en NOMBRES: Revista de filosofía, N° 27. año XXII, Córdoba, noviembre de 2013, pp. 221-250. URL: http://revistas.unc.edu.ar/index.php/NOMBRES/article/view/7647/8631; también en sus libros La comunidad de los espectros I. Antropotecnia, Buenos Aires, Miño y Dávila editores, 2010, y sobre todo en H.P. Lovecraft. La disyunción en el ser, Buenos Aires, Hecho Atómico ediciones, 2013.)
2. Lo que lleva a la segunda consecuencia que se puede desprender, entiendo, de los interesantes recorridos e interrogantes que vertebran el artículo: que no será tanto -por lo menos en un tiempo cercano- desde "el atolladero" actual de la filosofía en torno a los desarrollos hipermodernos que se podrá tener un acercamiento a ellos, sino que será desde la perspectiva inaugurada por Jacques Lacan que tendremos la oportunidad de, saliendo del campo de la representación propiciada por su pensamiento (como bien se sitúa al final del trabajo), avanzar en ese campo. Eso sí, sólo si se renuncia a la "idea" (semblante) de "sujeto" para avanzar por otros rumbos...
Y aunque parezca paradójico, también será recorriendo las imágenes del cine que se bordea, asomando hacia "el otro lado" -como entiendo que también queda señalado en el texto- ese "más allá" del campo de la representación: lo que queda abierto en lo que se ve... más precisamente, lo que no se da a ver. Agujero en el campo de la representación. Agujero de lo singular como soporte. Lo más singular.
Y sólo así, (retomando una dimensión sólo esbozada en el trabajo) otra "política" que la del biopoder será, ciertamente, concebible.
Creo que uno de los méritos de este trabajo lo constituye el dejarnos en "el borde" de esos portales... Seremos capaces de traspasarlos sin constituir una cosmovisión, es decir, desde nuestro campo, el campo lacaniano? Gracias!
Película:Transcendence
Titulo Original:Transcendence
Director: Wally Pfister
Año: 2014
Pais: Estados Unidos
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