Universidad de Buenos Aires
Resumen
¿Qué nos enseñan las series televisivas sobre la adolescencia trans? ¿Puede una ficción médica servirnos de escenario clínico para reflexionar sobre la identidad de género y la sexuación? Este ensayo aborda la temática a través de uno de los episodios de la serie norteamericana “The Good Doctor” (2017-2020). Las “rarezas” de un médico autista y la riqueza narrativa del guion, permiten abrir interrogantes sobre la erótica humana y ensayar una lectura singular del caso. Como marco teórico, nos valdremos de los desarrollos lacanianos sobre la sexuación y de los aportes de los estudios culturales de género. Así, la lógica del notodo y el concepto de performatividad queer resultan recursos valiosos para analizar singularidades trans.
Palabras Clave: identidad de género | sexuación | diversidad erótica | pubertad
The Queer Doctor: Diversity and Sexuation
Abstract
What do TV series teach us about trans teens? Can a medical fiction serve as a clinical setting to reflect on gender identity and sexuation? This essay addresses the subject through one of the episodes of the North American series “The Good Doctor” (2017-2020). The “oddities/rarities” of an autistic doctor and the narrative richness of the script, allow us to open questions about human erotics and rehearse a singular reading of the case. As a theoretical framework, we will use the Lacanian developments on sexuation and the contributions of cultural gender studies. Thus, the logic of the notodo and the concept of queer performativity are valuable resources for analyzing trans singularities.
Keywords: gender identify | sexuation | erotic diversity | puberty
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Introducción
En el presente trabajo analizaremos uno de los episodios de la serie norteamericana The Good Doctor (David Shore y Daniel Dae Kim, 2017-2020). Como se sabe, la originalidad de la trama radica en que el protagonista, el Dr. Shaun Murphy, es un médico con diagnóstico de autismo y síndrome de savant, más conocido como síndrome de genio. Debido a esta doble condición tiene un gran talento para resolver casos muy complejos desde el punto de vista médico, y a la vez un muy escaso manejo de los vínculos tanto interpersonales como con sus colegas y pacientes. La serie permite reflexionar sobre múltiples aspectos dilemáticos del campo de la bioética, aportando una mirada novedosa de la clínica del autismo para la psicología (Cambra Badii y Baños, 2018). En este escrito, nos interesará abordar la temática transgénero, a partir del único capítulo que trata la cuestión. Se trata del episodio “Ella” de la primera temporada.
Quinn es una púber que sufre de un fuerte malestar estomacal, a partir del cual es llevada por su abuela a la guardia del hospital. El caso es asignado a la jefa de residentes, la Dra. Lim, y a los residentes de cirugía, el Dr. Murphy y el Dr. Kalu. En cuanto la Dra. Lim comienza a revisar a la paciente advierten que es una joven transgénero. Inmediatamente realizan algunos estudios y luego de considerar diferentes hipótesis diagnósticas arriban a la causa del malestar: padece de cáncer testicular y osteopenia –baja densidad ósea–. Descubren que esta enfermedad fue provocada por bloqueadores hormonales que ha estado tomando desde hace nueve meses para evitar desarrollarse de manera viril. Los médicos proponen que lo más conveniente es llevar a cabo una cirugía para extirpar el testículo canceroso e indican interrumpir el tratamiento hormonal. Ante esta decisión, Quinn manifiesta estar en desacuerdo y pregunta si no existe otra opción. El Dr. Murphy responde que podría realizarse una orquiectomía bilateral –extirpación de ambos testículos– y que entonces Quinn tendrá el nivel de testosterona de una chica. Ante esta posibilidad se entusiasma ya que, de todos modos, tiene decidido realizarse la cirugía de confirmación de género cuando sea mayor de edad. Es allí cuando se desata una discusión entre sus padres y su abuela, quien se opone a esta iniciativa. Hasta aquí la entrada situacional, que plantea un dilema clásico de bioética o ética médica: frente a dos intereses en pugna, la cuestión radica en cuál de ellos se debe privilegiar a la hora de una decisión.
Lecturas sobre lo trans
Pero el episodio introduce otras aristas que, como se verá, orientan hacia una lectura diferente y de mayor complejidad. Recordemos que Murphy es un médico autista. Sin entrar ahora en definir los alcances de ese rasgo, analicemos su primera reacción al descubrir la peculiar condición de Quinn. Él sostiene que “no es una chica; es un varón: los varones tienen pene”. Y refuerza tal distinción en función de los cromosomas; Quinn porta cromosomas XY, a diferencia de las mujeres, cuyos cromosomas son XX [1]. Por su parte, el Dr. Kalu explica que Quinn tiene “disforia de género”, que no se identifica con el género asignado al nacer, por lo cual está “desajustada” [mismatched]. Aunque de manera diferente, ambos médicos sostienen su posición desde el discurso de la ciencia. Volveremos luego sobre este punto.
Frente a esta discrepancia, la Dra. Lim les comunica a ambos que deberán realizar un informe llamado “Sistema de Decisión Compartida” (SDC), en el cual volcar los “pros” y los “contras” de tomar una decisión médica compleja. Esto es recibido por Kalu como un castigo, aunque el propósito de plantear los riesgos y beneficios es, según Lim, el de ayudar a la familia a entender mejor las opciones disponibles de tratamiento.
La sugerencia de Murphy desata otra discusión entre los padres de Quinn y su abuela materna. Mientras los padres acuerdan en que se lleve a cabo la cirugía bilateral, tal como desea Quinn, la abuela se opone e inicia una demanda contra ellos por maltrato infantil, entendiendo que avalar el tratamiento hormonal resulta violatorio de los derechos de su nieta. Alega que, hacerle pensar que ser trans está bien es una forma de abuso emocional y psíquico. Frente a la disputa familiar, el director del hospital, el Dr. Glassman, propone reunir a la familia y a los responsables del servicio de cirugía para repensar la situación, introduciendo así la dimensión de la palabra y la escucha. Allí se desplegarán los argumentos a favor y en contra de la iniciativa médica. Interesa especialmente este aspecto del guion, ya que cada uno de los protagonistas va a detenerse en aspectos fundamentales de la problemática trans desde el punto de vista médico, biopolítico, ético y de derechos humanos, principalmente.
La abuela afirma que los niños pasan por momentos difíciles, de confusión, y que los adultos son quienes deben tomar ciertas decisiones por ellos. Y expresa su voluntad de que tales decisiones no limiten su futuro, refiriéndose a la imposibilidad de que Quinn pueda, a futuro, tener hijos biológicos, si así lo quisiese. Y los padres, que se saben responsables de las decisiones médicas del tratamiento de su hija, expresan que desde los tres años de edad Quinn ya sabía quién era, manifestando sentirse una niña. A partir de entonces, la dejaron hacer lo que quisiese dentro de su casa, pero en público la obligaban a presentarse como un varón. A raíz de eso, comenzó a sentirse muy mal, a deprimirse y aislarse socialmente, al punto de haber intentado quitarse la vida un año atrás.
Por su parte, la Dra. Lim y el Dr. Andrews (jefe del servicio de cirugía), plantean los riesgos y beneficios de la operación. El Dr. Andrews expresa que el problema de la cirugía bilateral es que Quinn ya no podrá tener hijos biológicos. Y que, desde el punto de vista médico, no es necesaria la extirpación de ambos genitales. Finalmente, refiere que Quinn ha hecho la transición al género femenino de manera favorable, y basándose en la evidencia, no justifica el riesgo de la cirugía, ya que la estadística en menores trans no es favorable en cuanto a sus secuelas psicológicas. En cambio, la Dra. Lim enfatiza el derecho a la autonomía progresiva de la joven avalada por sus padres, quienes la consideran lo suficientemente madura para tomar la decisión subrayando, además, que la cirugía podría prevenir una nueva iniciativa de intento suicida.
Como vemos, el encuentro gravita principalmente en los aspectos particulares, morales de la discusión, necesarios para la toma de esta compleja decisión. Mientras tanto, en la sala de internación, Quinn y el Dr. Murphy mantendrán una conversación a solas, la cual nos permitirá suplementar el análisis de la situación, desbaratando el paradigma lógico (Barthes, 1977-1978) con el que es pensado el caso médico hasta el momento.
Lo queer más allá de la Teoría Queer
Como lo hemos mencionado, a causa del diagnóstico de autismo, el Dr. Murphy tiene dificultades en la comunicación interpersonal, lo cual afecta su relación con los pacientes. La literalidad en su discurso, así como la dificultad de metaforizar, son detalles muy característicos del personaje. Recordemos que ni bien los médicos advierten que Quinn tiene pene, Murphy no duda en tratarla como a un varón. Luego la interroga sobre sus elecciones, ya que no comprende por qué se considera una chica cuando, biológicamente, es un varón. Indaga cuestiones básicas como, por ejemplo, si usa vestidos, si juega a las muñecas, si le gusta la danza, si tiene preferencia por el color rosa, etc. Clichés que dan cuentan, tanto de su dificultad para comprender la complejidad de la sexualidad, como de los perjuicios sociales que giran en torno a la temática trans. En cambio, los demás médicos se dirigen a Quinn de manera comprensiva, haciendo uso de la terminología médica consensuada. Pero paradójicamente es Murphy quien se detiene a escucharla singularmente a “ella” (recordemos que el episodio se llama “She”), más allá de las posiciones a favor o en contra de la transformación de su cuerpo. Repasemos el siguiente diálogo que tienen a solas:
Dr. Murphy: La temperatura y presión sanguínea son normales.
Quinn: Normales. Lo que sea eso.
M: Típico. Usual. Esperado.
Q: Sí, no me siento como ninguna de esas cosas.
M: ¿Qué se siente siendo una chica? ¿Estás enfadada? ¿Fue una pregunta impertinente?
Q: Prefiero que la gente haga preguntas en vez de señalar y quedarse mirando. Cuando tenía aspecto de chico, me sentí... diferente. Los niños del colegio no me comprendían y se metían conmigo. He pasado mucho tiempo a solas. Cuando mis padres me dejaron ser yo, sentí... que ya no tenía que fingir más. Me sentí libre, como cuando estás en una piscina y tan solo te dejas flotar.
M: No soy un buen nadador. No sé lo que se siente siendo otro más que yo.
Q: Yo tampoco.
Decíamos que, es Murphy quien se interesa genuinamente en Quinn, pero no solo respecto del tipo de cirugía más conveniente, sino en relación a su padecimiento subjetivo. Con su falta, Quinn interroga la falta de Murphy: él también es “diferente”, pero no por la incongruencia entre su sexo biológico y su identidad de género, sino por su peculiar condición psíquica. Quienes conocen la serie sabrán que la infancia de Shaun no fue sencilla, también él fue –y sigue siendo– señalado por el semejante como “raro” [queer], también él ha sufrido maltratos por parte de adultos y de compañeros de colegio. Más aún, sus padres no pudieron acompañarlo en su padecer, como sí lo hacen los padres de Quinn.
La escena es rica en otros matices, no solo por las sutilezas del guion. En el inicio de la escena vemos a Quinn jugando con un rompecabezas, cuyo tema es el cuerpo humano. A diferencia del juego, en la vida, las piezas no “encajan”, el cuerpo humano está, por estructura “desajustado” [mismatched], para usar la expresión del médico residente Kalu al inicio del episodio. Interesa en este punto introducir algunos aportes de los estudios culturales de género. Especialmente aquellos emanados de la Queer Theory, cuya referente más destacada es la filósofa norteamericana Judith Butler.
Para la autora, el género no es ni un sustantivo ni un conjunto de atributos del sujeto, sino que el género es performativo. La performatividad –concepto que toma del filósofo británico John Austin– se entiende como aquella práctica discursiva que realiza o produce lo que nombra y que tiene lugar a partir de un proceso de iteración, de una repetición regularizada y obligada de normas. Siguiendo la noción butleriana de performatividad queer, el género es un constructo discursivo que resulta del modo en el que los sujetos se posicionan en el mundo y del efecto que los entornos sociales y culturales tienen sobre los cuerpos (Butler, 1993).
En lo que atañe al término “queer”, resulta interesante comenzar por sus definiciones negativas: los antónimos de queer son common, familiar, natural, normal, ordinar y, regular, usual…, todos cognados de clara acepción en español, y también straight, es decir “recto”, “derecho”. Es por esta vía que queer fue definido socialmente, por la negativa, como “anómalo” o “retorcido”. Pero el movimiento que encabezó Butler se ocupó de resignificar este término hasta otorgarle un signo contrario.
Inicialmente, el término queer operó como una práctica lingüística cuyo propósito fue avergonzar al sujeto que nombra, recortando –y produciendo a la vez– una sexualidad patologizada. La persona a quien se destinaba el epíteto queer se transformaba en depositaria de emblema y vehículo de la normalización, y el hecho de pronunciar esa palabra constituía la regulación discursiva de los límites de la legitimidad sexual. Así, la palabra queer, adquirió su fuerza inicial precisamente de la invocación repetida que terminó vinculándola con la acusación, la patologización y el insulto. (Butler, 1993).
Luego, hacia finales de los años ochenta el término queer fue cambiando su signo, transformándose, contrariamente, en el punto de reunión de lesbianas, gays, así como de heterosexuales y bisexuales para quienes el término expresaba una afiliación con la política antihomofóbica. Esta posibilidad de devenir un sitio discursivo de oposición política, cuyos usos no pueden delimitarse de antemano, fue lo que le dio justamente, el carácter performativo al término (Butler, 1993).
Ahora bien, al tratarse de un efecto de las prácticas discursivas, nos preguntamos si sería conveniente limitar el sentido del término queer a determinados grupos o colectivos, dejando fuera otras peculiaridades por advenir. Tal como advierte Butler:
Si el término “queer” ha de ser un sitio de oposición colectiva […] tendrá que continuar siendo lo que es en el presente: un término que nunca fue poseído plenamente, sino que siempre y únicamente se retoma, se tuerce, se “desvía” [queer] de un uso anterior y se orienta hacia propósitos políticos apremiantes y expansivos (Butler, 1993, p. 320).
Es cierto que el término queer, tal como lo conocemos en la actualidad, subvierte el sentido que tenía algunas décadas atrás. Pero cuando se lo reserva para las “rarezas” de la identidad, del deseo o del goce sexual, ¿no se corre el riesgo de limitar su alcance a la escena política? Si como plantea Butler, “queer es una categoría que nunca podrá describir plenamente a aquellos a quienes pretende representar” (Butler, 1993, p. 323), ¿por qué circunscribirla a determinados colectivos particulares? ¿No sería más provechoso “ratificar la contingencia del término [queer]” (Butler, 1993, p. 323), incluyendo en él cada una de las variantes de la erótica humana? ¿Lo queer podría tener un alcance clínico, que suplemente la mirada estratégica política inicial?
En este sentido, el término queer no solo reivindica las “rarezas” del género, sino que por su potencia semántica y política también podría –a riesgo de producir un forzamiento conceptual del término– representar otras “rarezas” de la erótica humana. A saber, la erótica del cuerpo (gozante) en el autismo; cuerpo “poco usual”, “anormal”, “atípico” o “no esperado” por el semejante. En este punto, lo inesperado del cuerpo de Quinn interpela a Murphy, y es desde allí que puede escucharla en su singularidad, suplementando sus propias concepciones iniciales.
¿Disforia de género o discordancia sexual?
Retomemos el diagnóstico de “disforia de género” propuesto inicialmente por el médico Kalu. El término disforia es el opuesto de euforia, cuyo origen griego es euphoría, que significa “sensación de bienestar”. Disforia designa entonces el malestar, el desajuste o disgusto. La disforia de género [2] es por tanto el disgusto, desajuste o malestar con el sexo biológico asignado al momento de nacer.
A partir del año 2013, la Asociación Americana de Psiquiatría suprimió de la quinta edición de su Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mental (DSM-V) la clasificación “Trastorno de Identidad de Género”, luego de que la Organización Mundial de la Salud dejara de considerarlo un desorden o enfermedad mental. Esta última edición del Manual añadió la clasificación “Disforia de Género”, la cual se refiere “[…] al malestar que puede acompañar a la incongruencia entre el género experimentado o expresado por un sujeto y el género asignado.” (2013, p. 451) [3].
Ahora bien, detengámonos en el término “incongruencia”. No es lo mismo la incongruencia –una de sus acepciones remite a la conducta o expresión que contradice a otra, o que no guarda con ella una relación lógica–, el trastorno o el (des)orden –en el sentido de la psicopatología–, que la discordancia entre los sexos. Este último término es el que utiliza Jacques Lacan cuando se refiere a la diferencia sexual de los seres hablantes. La no complementariedad de los sexos señala la diferencia, la disarmonía, la discordancia entre lo masculino y lo femenino. Nos estamos refiriendo a los desarrollos conceptuales de Lacan acerca de la sexuación que comienza a gestar a mediados de los años sesenta en relación a sus conocidos axiomas LA mujer no existe y No hay relación sexual, los cuales encuentran su formalización en las fórmulas de la sexuación del Seminario Aun (1972-1973).
A partir de estos desarrollos, Lacan propone una lógica que viene a subvertir el esquema binario de clasificación de los sexos. En el Seminario … O peor (1972-1973) las confirma como “las fórmulas en torno a las cuales intenté hacer girar lo tocante a la pretendida relación sexual” (Lacan, 1972-1972, p. 198). A partir de allí, divide a los seres hablantes en el “lado hombre” y el “lado mujer”, pero dejando de lado tanto las referencias al sexo en cuanto a determinaciones anatómicas, como al género en tanto construcción cultural. Para Lacan, la distinción entre los sexos no es ni simbólica ni imaginaria. Tampoco se somete a la constatación empírica de los órganos reproductivos y copulatorios heredados genéticamente, ni a las identificaciones imaginarias que ofrece la cultura. De ser así, la identidad sexual se modificaría ilimitadamente por las significaciones que el Otro de la familia o el Otro de la cultura otorgan a ese sujeto. La diferencia sexual, dirá Lacan es real (Amigo, 2014).
Y sostendrá hasta el final de su enseñanza que el ser hablante elige estar de un lado o del otro; la posición sexuada del sujeto depende de una elección. A propósito de esta formulación, la psicoanalista Rithée Cevasco (2013) destaca que:
No se trata de una elección de libre albedrío. No obstante, los seres humanos pueden elegir en materia de posición sexuada hasta tal punto que Lacan afirma, en 1974 en el seminario Les non-dupes errent, que cada uno se autoriza de sí mismo como ser sexuado, incluso que es una elección necesaria. Esta elección inconsciente es la base sobre la cual Lacan funda la distinción, la diferencia, la discordancia entre los sexos (Cevasco, 2013, pp. 69-70) (el subrayado es nuestro).
Elección que prescinde de las garantías por parte del Otro, aunque no es sin Otros. El Otro familiar que aporta sus marcas significantes es condición sine qua non en la construcción de la identidad. Esto reviste gran importancia para pensar las coordenadas en las que Quinn –que se encuentra atravesando su pubertad– puede autopercibirse, y en el modo en que es “hablada” por sus Otros primordiales. Se trata de la identidad en términos simbólico-imaginario, quedando aún vacante la cuestión de lo real de la diferencia sexual.
Una referencia más. A cada lado de las fórmulas gobierna una lógica distinta, cuyo operador es la negación, así lo presenta Lacan en la primera sesión de …O peor (1971-1972). En la lógica masculina, donde la particular fundante sostiene que existe un x tal que dice no a la función fálica [4], opera el ne [5] forclusivo. De ello resulta que “todo x se inscribe en la función fálica” [6]. A diferencia del lado femenino, donde opera el ne discordancial, “ese que no es ni no ni sí o es un no y sí a la vez, no contradictorios, que marca la presencia del inconsciente” (Rabinovich, 1999, p.169). La universal negativa “no hay un sólo elemento del conjunto que esté no concernido por la función fálica” [7], ignora la excepción, y se sitúa junto a la particular negativa “no-todo x se inscribe en la función fálica”, no totalmente [8]. Esta lógica se sostiene en la dualidad, en la discordia, en el desacuerdo. E implica una negación que es diferente de la negación de la excepción que se ubica del lado masculino, porque es independiente de la excepción. En otras palabras, como menciona el psicoanalista francés, Guy Le Gaufey (2007), “[lo discordancial] es una manera no tanto de negar (que sería el trabajo de lo forclusivo), como de marcar una diferencia” (Le Gaufey, 2007, p. 92). Y concluye, citando a Lacan: “Nuestro notodo es la discordancia” (Lacan, 1971, p. 22).
En síntesis, el notodo femenino de Lacan suplementa el todo masculino, y es por eso que no hay relación/proporción ni complementariedad entre los sexos, sino discordia, desacuerdo, malentendido o atolondradicho.
Ni rosa ni celeste, púrpura
Quinn sufre una nueva descompensación ocasionada por una torsión testicular y urge realizar la cirugía. Ya no hay tiempo para seguir ponderando riesgos y beneficios, lo cual obliga a sus padres a tomar una decisión. La abuela sostiene: “Si quieren que viva la vida que ella desea, no limiten ahora su futuro”. Los padres acuerdan en que Quinn aún no puede dimensionar las consecuencias de la extirpación de ambos testículos, y deciden que se haga lo “medicamente necesario”. Esta decisión introduce la cuestión del tiempo lógico. Entre el instante de la mirada y el momento de concluir, está el tiempo para comprender (Lacan, 1966). El instante de la mirada es particularmente engañoso. El tema moviliza las pasiones promoviendo juicios precipitados. Pero el desenlace del episodio permite justamente dar lugar a un segundo momento lógico, el tiempo para comprender.
Por supuesto, luego de la operación la joven se muestra disconforme con la decisión tomada por sus padres, y especialmente enojada con el argumento de la fertilidad. Menciona que los “cis” [9] están siempre preocupados por tener hijos biológicos, en cambio ella piensa que podría adoptar, si algún día quisiera ser madre. Y reafirma su deseo de cambiar de sexo biológico cuando tenga la edad para intervenir quirúrgicamente su cuerpo. Pero el tiempo de la espera ya ha sido instalado, y más allá de la reacción de Quinn, la decisión (médica y familiar) introduce una pausa necesaria.
Para concluir, y a manera de epilogo, señalemos el valor clínico de un par de detalles del guion. Si bien no es el foco del presente escrito, recordemos que cada episodio introduce casos clínicos paralelos y problemáticas de la vida personal de los protagonistas, los cuales arrojan luz sobre el caso principal. En esta circunstancia vale la pena recuperar estas otras líneas narrativas del capítulo.
Por un lado, nos encontramos con el caso de un paciente adulto que sufre un cuadro infeccioso agudo el cual lo obliga a estar internado en el hospital. Afronta en soledad la crianza de sus hijas pequeñas, luego del fallecimiento de su esposa un año atrás. Desde entonces no se ha separado ni un día de ellas, haciendo lo imposible por sostener la monoparentalidad masculina surgida a partir de la pérdida de su esposa. Para poder hacerlo se ha estado automedicando (al igual que Quinn) por distintas afecciones, provocándose una grave infección, y al mismo tiempo, una fuerte resistencia a los antibióticos que pudieran curarlo.
Y, por otro lado, el episodio aborda la delicada situación del Dr. Andrews y su esposa, quienes desde hace tiempo intentan concebir un hijo. Se recriminan mutuamente haberse dedicado exclusivamente a sus profesiones postergando lo familiar, mientras realizan consultas en un centro de fertilidad para detectar la causa de tal imposibilidad.
Vale la pena recuperar estas otras historias que ponen en cuestión la división tajante entre el mundo “cisgénero” y el “transgénero”. Historias todas estas que dan cuenta del desencuentro radical entre los seres hablantes, más allá de la distinción de género. Así, la trama invita al espectador a reflexionar justamente sobre la alteridad con lo diferente, con lo Otro del sujeto en tanto sexuado. La dualidad hombre / mujer, así como la discusión cisgénero / transgénero, resultan insuficientes para dar cuenta de la sexuación humana. Por último, recuperamos un guiño fabuloso del guion sobre el final del episodio; se trata de la elección de Quinn leída por Murphy: ni rosa ni celeste, púrpura.
Referencias
Alfageme, A. (4 de diciembre de 2012). Los transexuales ya no son enfermos mentales. Diario El país. https://elpais.com/sociedad/2012/12/04/actualidad/1354628518_847308.html#:~:text=El%20DSM%2D5%2C%20acr%C3%B3nimo%20en,su%20sexo%20masculino%20o%20femenino.
Amigo, S. (2014). El sexo: ni obra de la naturaleza ni constructo discursivo. En La autorización de sexo y otros ensayos. Buenos Aires, Argentina: Letra Viva.
Asociación Americana de Psiquiatría (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) 5° Ed. Madrid, España: Editorial Médica Panamericana, 2014.
Barthes, R. (1977-1978). Lo Neutro. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editorial, 2004.
Butler, J. (1990). El género en disputa. Buenos Aires, Argentina: Paidós, 2001.
Butler, J. (1993). Cuerpos que importan. Buenos Aires, Argentina: Paidós, 2002.
Cambra Badii, I. y Baños, J-E. (2018). ¿Un médico con autismo en la televisión? Enseñanzas de The Good Doctor. En Revista de medicina y Cine, 14 (4), pp. 273-283. España: Universidad de Salamanca. https://revistas.usal.es/index.php/medicina_y_cine/article/view/19575
Cevasco, R. (2013). Ser-para-el-sexo y la partición de los sexos. En Ser-para-el-sexo. Diálogo entre filosofía y psicoanálisis (pp. 69-99). Barcelona, España: Ediciones del centro de investigación Psicoanálisis & Sociedad.
Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras completas, VII. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores, 2008.
Lacan, J. (1966). El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma. En Escritos 1 (pp. 193-208). Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI, 2011.
Lacan, J. (1971). El Seminario. Libro 18. De un discurso que no sea del semblante. Buenos Aires, Argentina: Paidós, 2014.
Lacan, J. (1971-1972). El Seminario. Libro 19. …O peor. Buenos Aires, Argentina: Paidós, 2014.
Lacan, J. (1972-1973). El Seminario. Libro 20. Aún. Buenos Aires, Argentina: Paidós, 2011.
Le Gaufey, G. (2007). El notodo de Lacan. Consistencia lógica, consecuencias clínicas. Buenos Aires, Argentina: El cuenco del Plata.
Preciado, B. (2000). Manifiesto contra-sexual. Barcelona, España: Anagrama.
Preciado, B. (9 de marzo de 2013). ¿La muerte de la clínica? Conferencia llevada a cabo en el Museo Reina Sofía. Recuperado de: http://www.youtube.com/watch?v=4aRrZZbFmBs
Shore, D. y Dae Kim, D. (Productores ejecutivos). 2017-2020. The Good Doctor [Serie de Televisión]. EnterMedia Content; Shore Z Productions; ABC Studios; Sony Pictures Television.
NOTAS
[1] Tal como describe irónicamente Beatriz P. Preciado, a propósito de la teoría desarrollada por el psicólogo John Money: “XX: genéticamente femenino. Según la medicina actual, un cuerpo se considera como genéticamente femenino si tiene una combinación cromosómica que posee dos cromosomas X, sin cromosomas Y, XY: genéticamente masculino. Según la medicina actual, un cuerpo se considera como genéticamente masculino si tiene una combinación cromosómica que posee al menos un cromosoma”. (Preciado, 2000, p. 108).
[2] Este concepto fue introducido por el psicólogo y pediatra neozelandés, John William Money, quien luego de la segunda guerra mundial desarrolló la teoría de la asignación de sexo en bebés intersexuales y su reconstrucción sexual. En 1955 llegó a la conclusión de que la identidad sexual y el género son modificables hasta los dieciocho meses de edad. Su teoría no suscitó fuertes críticas en el seno de la comunidad científica, sino hasta fines de los años setenta por algunos estudios feministas y por movimientos intersexuales americanos posteriores, cuando las consecuencias de sus experimentaciones se difundieron (Preciado, 2000, 2013). Sin embargo, como ha señalado Preciado, los actuales protocolos de gestión de los niños intersexuales reposan sobre la teoría desarrollada por Money.
[3] Más adelante en el Manual figura “sexo” en lugar de género, utilizando ambos términos de manera indistinta: “Los sujetos con disforia de género tienen una incongruencia marcada entre el sexo que les ha sido asignado (normalmente en el nacimiento, lo que se refiere como sexo natal) y el sexo que sienten o expresan. Esta discrepancia es el componente central del diagnóstico. El sexo que se experimenta puede incluir identidades alternativas de sexo más allá de los estereotipos binarios. En consecuencia, el malestar no se limita a un deseo de ser simplemente del otro sexo, sino que puede incluir el deseo de ser de un sexo alternativo, siempre y cuando difiera del sexo que le ha sido asignado al sujeto” (2013, p. 453).
[4]
[5] Partícula que forma parte de la negación en la gramática francesa y que se antepone al verbo. La negación se completa con otra partícula “pas” después del verbo. (Le Gaufey, 2007).
[6]
[7]
[8]
[9] El término cisexual (o cisgénero) es relativamente actual. El prefijo latino “cis” significa “de este lado”, mientras que el prefijo “trans” significa “del otro lado”. Se denomina cisexual o cisgénero a las personas cuya identidad de género coincide con el fenotipo sexual. Y se denomina transexual o transgénero, a las personas que en algún momento modificaron su sexo anatómico, su imagen o su nombre, por no coincidir con su identidad de género. Se trata de experiencias distintas de construcción del género.
El Buen Doctor
Por Jorge Santoro
FICHA TÉCNICA
Título original The Good Doctor
Director Mike Listo Michael Patrick Jann David Straiton
Duración 41 min
Actores Freddie Highmore Nicholas Gonzalez Antonia Thomas Chuku Modu Beau Garrett
Año de producción 2017 – Presente.
Por qué ‘The Good Doctor’ es una de las series dramáticas más vistas en los Estados Unidos.
The Good Doctor: Freddie Highmore es el protagonista de la serie (Bates Motel).
El Dr. Shaun Murphy es una muy buena persona y tiene sentimientos y está en las antípodas del otro Dr. (Dr. House), que si miramos su parte profesional era tan eficiente en sus diagnósticos como el primero, pero su carácter irascible, irónico y cínico; ante sus colegas médicos y pacientes; que era debido a un problema físico que el padecía, los hace diferenciar en la personalidad pero no en su asertividad profesional.
The Good Doctor está basada en una serie surcoreana cuyo protagonista también es un joven médico con síndrome de Savant, que le permite dominar una disciplina concreta. Sin embargo, Shaun Murphy (su nombre en ficción) es autista, debido a su patología, le cuesta mucho socializar, y comprender si alguien habla con sarcasmo. Su trabajo diario en el hospital en el que trabaja como cirujano pediátrico, Shaun va aprendiendo y al interactuar con el otro como es el comportamiento humano, sobre todo en su trato con los pacientes. Y todo ello se muestra en la serie con honestidad y sin cinismo. Nuestro protagonista no es un antihéroe es transparente y a veces de acuerdo a la circunstancias de la trama se enfrenta a sus propios demonios que lo torturan en su mente como la muerte de su hermano en su infancia, además de lidiar con su autismo. Generalmente lo que tienen ese síndrome son gentes muy hábiles, y les cuesta insertarse en la sociedad, por no comprender la conducta humana en diferentes circunstancias. Comienza el día, y luego de horas de trabajo arduo y dominar su especialidad vuelve a tropezar con la misma piedra, ese contacto personal que lo perturba, pero a su vez le crea un desafío para ser mejor médico e insertarse en un mundo a que él quiere pertenecer y pareciera que no lo puede lograr fácilmente.
David Shore, es el responsable de la serie, ya había creado a un personaje similar y diferente en House y aquí quería diferenciarse de su anterior producto. A veces sus propios compañeros de trabajo lo subestiman por su condición pero al demostrar su calidad profesional se gana la confianza de propios y ajenos.
Freddie Highmore interpreta con maestría ese personaje, y el éxito se debe a que varias/varios televidentes quisieran ayudarlo y ser parte de su vida. para que sea feliz, lo logrará.
Un tema difícil de llevar sin caer en estereotipos y en esta ocasión esta serie dramática va por muy buen camino.
Estimada Mariana:
Agradezco tu lectura atenta. Se trató de un error de tipeo, pero sin dudas aporta tu propuesta. Algunos prejuicios conllevan perjuicios, y sin dudas que en la problemática tratada ellos emergen.
Interesante el planteo sobre la mirada adultocéntrica, aunque la decisión a la que arriban los padres de Quinn en el episodio contempla el derecho a la autonomía progresiva de lxs adolescentes. Eso por el lado del campo particular de los derechos. Y desde el punto de vista de la singularidad en situación, entiendo que la decisión que toman supone instalar una pausa para que Quinn decida (no solo desde el discurso manifiesto del yo) qué hacer con su cuerpo, una vez atravesada la adolescencia.
Estimada Nancy:
Muchas gracias por los comentarios. Aprovecho la observación para ampliar algunos datos que me resultaron significativos y que por cuestiones de espacio no incluí.
Como mencionas, el caso más famoso de Money fue el de David Ramer, un bebé intersexual operado en 1966. El tratamiento comprobó que su teoría fue un rotundo fracaso, aunque Money sostuviera por muchos años lo contrario. Por eso comentaba que su teoría no suscitó fuertes críticas, sino recién hasta fines de los años setenta, cuando algunos estudios feministas y movimientos intersexuales americanos se manifestaron.
La referencia a Money la incluí no a modo de ejemplo de una práctica ética sino como referencia que invita a revisar las concepciones actuales en materia de identidad de género. Por ejemplo, que el término “disforia de género” que figura hoy en el DSMV es el que introdujo Money años atrás. O que los protocolos de gestión de los niños intersexuales actuales reposen sobre la teoría desarrollada por Money, o que los cromosomas definan el género de un sujeto, tal como propuso Beatriz Preciado (hoy Paul B. Preciado) en su libro Manifiesto contra-sexual (2000).
muy buen análisis muchas gracias por este informe es grato poder leerlo y pensar desde esa mirada psicológica la pelicula y su relación.
Me pareció muy interesante el capítulo y sin duda el análisis realizado. Posiciones intransigenes (a favor o en contra) ponen el "problema presentado" en el eje, y no a la persona. Que como ser único e irrepetible, con su propia historia, características y sobre todo vivencias transitará estas decisiones de muy diversa manera. Ver a la persona más allá del diagnóstico permite un ejercicio empático para poder ver con sus ojos su realidad.
Como nota quizá John Money no sea el ejemplo a mostrar, pues desde la ética profesional, la exposición que hizo de su paciente terminó trágicamente para éste. Priorizó su experimento a David, persona, quien al saberse expuesto públicamente se suicidó.
Gracias Florencia por toda esta articulación! Me gustaría destacar principalmente una palabra que noté y no supe si era la destinada a escribirse, o fue un error que encajó perfectamente. Me refiero al apartado "Lo queer más allá de la Teoría queer", en donde, luego de comentar algunas preguntas que realiza el Dr. Murphy, leemos: "Clichés que dan cuentan, tanto de su dificultad para comprender la complejidad de la sexualidad, como de los *perjuicios* sociales que giran en torno a la temática trans."
La palabra que me llama la atención es perjuicios. En la voracidad de la lectura esperaba encontrar, en cambio, que la línea continúe con "prejuicios sociales", pero sin embargo esta distinción me tomó por sorpresa y me pareció igual o más acertada. Los perjuicios refieren al acto o a los resultados de perjudicar, en este caso, al colectivo trans o queer, dejando como consecuencia un sufrimiento, un daño, una negación de la identidad, como podemos captar en referencia a esta temática. También esto podría relacionarse con la dura infancia y vida en general del Dr. Murphy, quien casi de igual modo podemos considerar víctima de una sociedad aplacadora de diversidades.
A lo largo del episodio vemos la intención de Shaun de comprender, a pesar de la dificultad que esto conlleva y de la mirada médica-hegemónica que ha aprendido a través de su inserción social y formación académica. Y creo que esto es lo que le permite trabajar para captar la singularidad de la situación que se le presenta: Quinn está decidida, sabe cómo se siente y por lo que tuvo que pasar para poder expresar su identidad de género, y lejos de las miradas normalizadoras (como ella bien responde, "normal, lo que sea eso") invita a la reflexión de todo el equipo a cargo de su tratamiento. Para ello, es necesario adentrarse en la situación y evaluar qué será lo apropiado para actuar de acuerdo a las cuestiones en juego.
También me gustaría destacar la mirada adultocéntrica que prevalece: tanto lxs padres de Quinn como los médicos a cargo, alegan comprender las razones y sentimientos de la niña, pero a la hora de decidir ¿tienen en cuenta su decisión manifiesta, o siguen eligiendo de acuerdo a sus propias estructuras de pensamiento, excusándose en un posible futuro arrepentimiento?
Podemos ver un lazo invisible que úne las diversidades, desde dos perspectivas: la primera, Quinn y el Dr. Murphy, ambxs tildados de "diferentes, desviadxs", cargan con la tarea -injusta- de enfrentar los prejuicios y los perjuicios que la sociedad impone día a día a todo lo que no se acerca o adapta perfectamente a la norma. La segunda, nos permite ver cómo, al mismo tiempo, ambas personas ponen en jaque una universalidad restringida.
No he tenido oportunidad de ver este capítulo, cuestión a resolver a corto plazo.
Me ha parecido muy interesante el artículo en relación al aspecto de la escucha de la persona en su singularidad. Este punto es de particular importancia en las personas trans, que se les pueda escuchar acerca de quiénes son más allá de un genital, o un documento nacional de identidad, o de un rótulo profesional. Como me han dicho algunas pacientes "ser considerada como una más en el barrio", no como un bicho raro que no se sabe qué es. Y ese es el punto, no se trata de QUÉ es, sino de QUIÉN es. Aunque, se puede decir que tampoco se trata de SER, sino de SENTIR, singularidad expresada en "me siento mujer" o "me siento hombre". Podría pensarse que el "ser" viene a ocupar un lugar de imposición externa a la persona, mientras que el "sentir" haría referencia a la posición interna de ser en este mundo, un mundo dividido en dos, donde no pareciera haber lugar para más. Es aquí que la singularidad subjetiva viene a ampliar el universo del ser hombre o ser mujer, básicamente la de ser una persona sexuada y que nos posibilitaría conectarnos como personas y así desarrollarnos más libremente, disfrutando de cada color que la vida nos propone.
Película:The Good Doctor
Titulo Original:The Good Doctor
Director: David Shore
Año: 2017 -
Pais: Estados Unidos
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