Universidad de Buenos Aires
Resumen
La serie “The Walking Dead” presenta un marco narrativo propicio para explorar e interrogar el comportamiento del ser humano y sus sociedades en contextos de crisis, de debilitamiento o de plano colapso de los ideales e instituciones que mantienen y regulan los vínculos sociales en la cultura. En función de esto, el presente escrito buscará, desde la perspectiva freudiana, indagar: ¿Cómo reaccionaría la sociedad y sus integrantes si fuesen confrontados con un escenario “apocalíptico”? ¿Serían las personas capaces de actuar en convivencia y mutua cooperación, o reinaría el caos y la supremacía del más fuerte? ¿Qué puede enseñar la serie en cuestión sobre el modo en que los sujetos de una sociedad conviven, cooperan y se relacionan entre sí?
Palabras Clave: Colapso-social | Psicoanálisis | Freud | The-Walking-Dead
We are the dead walkers: About society and its collapse in "The Walking Dead"
Abstract
The series "The Walking Dead" provides a narrative framework suitable for exploring and questioning the behavior of human beings and their societies in contexts of crisis, of weakening or collapse of the ideals and institutions that maintain and regulate social ties in culture. Based on this, the following essay will seek, from the Freudian perspective, to inquire: How would society and its members react if they were confronted with an "apocalyptic" scenario? Would people be able to act in coexistence and mutual cooperation, or would chaos and the supremacy of the strongest reign instead? What can the series in question, and psychoanalysis, teach us about the way in which the subjects of a society coexist, cooperate and relate to each other?
Keywords: Societal-collapse | Psychoanalysis | Freud | The-Walking-Dead
Introducción
En el siguiente trabajo se busca indagar respecto a los efectos sobre la cultura y la convivencia social de los contextos de crisis y el debilitamiento de los ideales que regulan los vínculos sociales, desde el punto de vista de la serie The Walking Dead (AMC, 2010). La serie transcurre en un escenario distópico post-apocalíptico, en el que la gran mayoría de la humanidad ha sucumbido a una plaga que convierte a los cadáveres en muertos ambulantes, “caminantes”, que persiguen, devoran y unen a su séquito al puñado de supervivientes que luchan por mantenerse con vida día a día en una sociedad colapsada en la que todas las entidades gubernamentales han dejado de existir. El marco narrativo de la serie permite imaginar y vislumbrar una modalidad de vida en sociedad alejada de la experiencia cotidiana, una en la que las instituciones, normas y leyes que regulan a la misma van dejando de existir, y permite de ese modo abrir interrogantes sobre nuestra propia sociedad, sobre aquello que sostiene la vida en comunidad y qué pasaría si esos sostenes fallan, ¿Cómo reaccionaría la sociedad a un evento de esas características?¿Qué puede enseñar la serie en cuestión sobre el modo en que los sujetos de una sociedad conviven, cooperan y se relacionan entre sí?
Marco Teórico
Como principal referente para el propuesto análisis se recurre a los conceptos psicoanalíticos planteados por Sigmund Freud en “El Malestar en la Cultura” (1930) respecto a la renuncia pulsional como base para la formación de la vida en civilización.
En este texto, Freud plantea tres fuentes de sufrimiento para el ser humano: la caducidad del propio cuerpo, la insuficiencia de los métodos de regulación de las relaciones interpersonales, y las fuerzas implacables de la naturaleza. Respecto de esta última, propone, como medio para protegerse, el sometimiento de la propia naturaleza a la voluntad del hombre, lo que sólo puede logarse hasta cierto punto y en tanto se actúe como miembro de una sociedad, trabajando entre todos en pos del bienestar en común:
El hombre primitivo, después de haber descubierto que estaba literalmente en sus manos mejorar su destino en la Tierra por medio del trabajo, ya no pudo considerar con indiferencia el hecho de que el prójimo trabajara con él o contra él. sus semejantes adquirieron entonces, a sus ojos, la significación de colaboradores con quienes resultaba útil vivir en comunidad (Freud, 1930, p. 97).
Por otro lado, el intento de regulación de las relaciones de los hombres entre sí implica también un elemento cultural, en tanto de no existir esa tentativa “tales vínculos quedarían sometidos a la arbitrariedad del individuo, vale decir, el de mayor fuerza física los resolvería en el sentido de sus intereses y mociones pulsionales (Freud, 1930, p. 93)”. Es decir, aquellos individuos que por diferentes factores tengan la capacidad de dominar a otros en un contexto dado, impondrían su voluntad sobre sus semejantes en pos de su propia satisfacción en detrimento del resto. La vida en comunidad, necesaria para proteger a los humanos, individualmente vulnerables, de las fuerzas de la naturaleza, sólo es posible cuando una mayoría más poderosa que los individuos aislados se mantienen unidos ante las imposiciones de estos últimos, enfrentándose a las mismas en función del Derecho:
Esta sustitución de poderío individual por el de la comunidad representa el paso decisivo hacia la cultura. Su carácter esencial reside en que los miembros de la comunidad se limitan en sus posibilidades de satisfacción, mientras que el individuo aislado no reconocía tal limitación. Así pues, el primer requisito cultural es el de la justicia, es decir, la seguridad de que el orden jurídico, una vez establecido, ya no será violado a favor de un individuo (Freud, 1930, p. 94).
Este establecimiento del derecho requiere, necesariamente, de la imposición de ciertas restricciones a la libertad individual, es decir, que los individuos que componen la sociedad conformada contribuyan con el sacrificio y limitación de sus pulsiones. De este modo, desde la perspectiva de Freud, el hombre primitivo en su estado natural, fuera de la vida en sociedad, obedece a una concepción hobbesiana de la naturaleza del hombre, donde de no actuar las barreras que la cultura impone a las tendencias agresivas y narcisistas, por medio de la identificación con el semejante y el establecimiento de vínculos libidinales entre los miembros de la comunidad, se existiría en un estado de “Homo Homini lupus (el hombre es el lobo del hombre)”:
La verdad oculta tras todo esto, que negaríamos de buen grado, es la de que el hombre no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. «Homo homini lupus»: ¿Quién, en vista de las experiencias de la vida y de la historia, osaría poner en entredicho tal apotegma? (Freud, 1930, p. 108)
Desde esta perspectiva la cultura implica “una lucha constante entre Eros y Muerte, pulsión de vida y pulsión de destrucción (Freud, 1930, p. 118)”, entre investiduras libidinales que ligan y cohesionan a los miembros de la comunidad entre sí, y las pulsiones agresivas naturales del ser humano.
Mientras que Freud describe el proceso de constitución de la cultura desde un estado primitivo regido por la ley de la supervivencia del más fuerte hasta una civilización estable y gobernada por los lazos en comunidad que restringen las mociones pulsionales individuales, el proceso a analizar que se da en la serie opera en la dirección contraria: partiendo desde la civilización contemporánea y su colapso en circunstancias apocalípticas, se acompaña a los personajes en el viaje desde un estado de mutua cooperación comunitaria hasta el caos primitivo del hombre contra el hombre, donde la única ley es devorar o ser devorado.
Desarrollo
Contexto narrativo y constitución de la cultura
Mientras viajan hacia Fort Benning, el grupo protagónico de supervivientes, liderado por un sheriff llamado Rick, se ven obligados a esconderse entre varios vehículos abandonados cuando pasa una horda de caminantes. Sophia, una niña del grupo, es perseguida hacia el bosque por un pequeño grupo de ellos, y acaba perdiéndose. Mientras buscan a Sophia, Carl, el hijo de Rick, recibe un disparo accidental de un cazador, que ayuda a Rick a llevarlo hasta una granja, propiedad del veterinario Herschel Greene, quien estabiliza a Carl. El grupo se instala en la granja, pero Herschell les advierte que una vez que Carl esté lo suficientemente bien, deberán marcharse. Rick sin embargo lo convence de que les permita quedarse siempre y cuando sigan sus reglas. El grupo mientras tanto continúa buscando a Sophia, a pesar de que surgen tensiones, principalmente entre Rick y su compañero Shane, sobre si tiene sentido teniendo en cuenta que la niña probablemente ya esté muerta a esas alturas. Shane considera que seguir buscándola es una pérdida de tiempo y recursos y un riesgo innecesario, mientras que Rick considera que buscarla es lo correcto, y es simplemente lo que se debe hacer.
Vemos entonces cómo el grupo, en tanto logre conservar su estadía en la granja, goza de refugio, comida, armas y herramientas para protegerse de la amenaza de los caminantes, que acechan en el exterior y que causaron estragos en el grupo mientras sobrevivían en la intemperie. Esto, sin embargo, no es sin un precio: tal como explica Freud (1930) para mantener la convivencia social los miembros de la comunidad deben imponer limitaciones individuales a sus impulsos libidinales, de modo que el poder de la comunidad se contraponga como Derecho sobre el poder del individuo. En este caso, la endeble institucionalidad jurídica de esta micro-sociedad, azotada por las secuelas del colapso de la macro-sociedad, se sostiene en ciertas máximas que delimitan el libre accionar de los personajes, aun cuando lo consideren contraproducente:
“Su casa, sus reglas”, ley del Otro, de obediencia a la autoridad, encarnada en la figura de Herschell, que aporta su granja para el hospedaje del grupo.
“Cuando una niña se pierde, la vas a buscar, así son las cosas.” Máxima de carácter tautológico que remite al modo en que la sociedad simplemente funciona, apelando a una preservación de códigos morales de una sociedad que se percibe como en peligro de desaparecer.
Y una tercera regla, que aún no se pone en juego pero que resulta fundamental, y es probablemente la más importante para el grupo: “No matamos a los vivos”, norma reguladora del vínculo con el semejante, encarnada principalmente en Rick, el protagonista, y Dale, personaje que desea por sobre todo preservar la moral y los valores de la vieja sociedad, y actúa como brújula moral. Norma que al mismo tiempo excluye implícitamente a los caminantes, diferenciados de “los vivos”, de la jurisdicción de la Ley, abriendo la justificación moral para matarlos.
Estas normas mantienen al grupo unido y en convivencia armoniosa, pero a lo largo de la temporada son puestas a prueba por circunstancias que llevan a los personajes a ponderar entre la seguridad y la conveniencia individual, por un lado, y sus valores morales y la integridad, por otra.
Civilización de carne oscura o barbarie de carne blanca
La primera regla en ser cuestionada es la autoridad de Herschell sobre su granja, y esto genera un conflicto que a su vez hace trastabillar el resto de las convicciones morales del grupo: gracias al aislamiento de la granja y la auto sustentabilidad que esta les provee, Herschell y su familia han permanecido relativamente ajenos a la crisis que sacudió al resto de la sociedad, y por tanto aún conservan cierto grado de empatía hacia los caminantes: los consideran personas enfermas que eventualmente pueden ser curadas, de modo que cuando se topan con uno, en lugar de matarlo, lo ponen a salvo en un granero, e incluso se aseguran de alimentarlos. Cuando el grupo se entera de que hay un grupo de caminantes en el granero, despiertas ansiedades por la seguridad ante la posibilidad de que los mismos escapen y ataquen la granja, lo que lleva a que Rick decida confrontar a Herschell, argumentando que “ya no son personas” y que “son peligrosos”. Herschell responde que “un esquizofrénico paranoico también lo es, pero no se lo mata”.
El “caminante” constituye un ¿sujeto? considerablemente fácil de deshumanizar, de ser enmarcado como exogrupo en una lógica de “nosotros” contra “ellos”. El zombi carece de autonomía y singularidad, de deseo o cualquier otro atributo que haga posible atribuirle una subjetividad diferenciada de la mindless horde que conforma con otros zombis. Como otrora humano resulta familiar, pero al mismo tiempo completamente ajeno. Los personajes, para no lidiar con conflictos morales ante las constantes matanzas que llevan a cabo contra este grupo, no necesitan saber otra cosa que “están muertos, salvo por algo en el cerebro”. Lo cierto es que los caminantes sin embargo demuestran tener cierto grado de actividad cognitiva que como mínimo abriría ciertos interrogantes sobre las implicaciones éticas del trato hacia ellos: son capaces de responder a estímulos sensoriales como el olfato, la visión y la audición, y al menos en las primeras temporadas demuestran ser capaces de realizar acciones relativamente complejas y que manifiestan un reflejo de su antiguo yo: una niña caminante recoge un osito de peluche del suelo, otra intenta abrir la puerta de la que en vida fue su casa, otros logran subir escaleras y hasta emplear una roca como medio para un fin. ¿Dónde radica entonces la diferencia fundamental entre “la carne oscura y la carne blanca, nosotros y los muertos (TWD, episodio 1x02)”?
En “Psicología de las Masas y análisis del yo”, Freud (1921) sostiene que los sentimientos de repulsión y aversión hacia la diferencia es la expresión de mociones libidinales narcisistas, las cuales son restringidas gracias al enlace libidinal forjado en la comunidad. De este modo los miembros de una sociedad pueden actuar como un todo homogéneo a pesar de la diversidad de sus integrantes en tanto el vínculo comunitario se sostenga. Por otro lado, puede inferirse que, si este lazo se debilita ante circunstancias que acarreen un debilitamiento social, comenzarían a manifestarse actitudes de intolerancia hacia grupos cada vez más abarcativos de “otros” diferentes, excluidos, a medida que dichas mociones narcisistas escapan de la represión debilitada. Puede plantearse entonces que el grupo protagónico ya ha entrado en un proceso de declinamiento de los diques represivos que la sociedad solía imponer, y mociones agresivas han comenzado a filtrarse invistiendo al exogrupo más claramente diferenciable, fácilmente clasificable como Otro no-humano, disponible en el momento. La preocupación por la seguridad ante la amenaza parece una pobre racionalización, en tanto el granero está fuertemente resguardado por cadenas y candados mientras que el resto de la granja está básicamente desprotegida y (como sucede eventualmente) vulnerable a la llegada de caminantes por cualquier flanco, sin que esto genere mayores preocupaciones. Bajo la excusa moral de la supervivencia y la necesidad se escuda la liberación de la agresividad, reprimida por la sociedad. Son habituales las escenas de los protagonistas arremetiendo en un frenesí de violencia sobre caminantes mucho tiempo después de que dejaran de suponer una amenaza.
La justificación última para matar a los caminantes radica entonces, para los protagonistas, en una lógica de “cazar o ser cazado”, de “son ellos o nosotros”, en esta peligrosidad atribuida que con el avance de la serie va demostrando no ser tal, en tanto son de hecho una molestia relativamente insignificante y fácilmente contenible si pudiera regir cierto grado de cooperación social entre los vivos el tiempo suficiente, la violencia se vuelve justificable en nombre de la autopreservación contra enemigos deshumanizados clasificados como peligrosos, que no requieren consideración ética en cuanto a su aniquilación. Se produce un efecto naturalizador y banalizante de esta violencia racionalizada en los personajes, que se van acostumbrando a la nueva normalidad y preparándose para el siguiente paso en el que decidan que los vivos de grupos externos también suponen una amenaza a erradicar. Los caminantes, al principio poseedores de relativa humanidad y ominosa familiaridad, se van volviendo más descerebrados y torpes, más desfigurados y decrépitos, más irreconocibles como otro semejante, a medida que la serie evoluciona. Su degradación acompaña en cierta forma el declinamiento de los propios fundamentos morales de los protagonistas.
“No hay esperanza para nadie”
Pese a que su grupo no comparte la simpatía por los caminantes de Herschell, Rick se somete a su autoridad adhiriendo a la primera máxima (“su casa, sus reglas”), y el grupo, a su vez, adhiere a la autoridad de Rick como líder. El granero sin embargo se mantiene como fuente de inseguridad, tensiones y conflicto dentro del grupo, entre quienes consideran necesario respetar los deseos de su huésped y quienes consideran que se deben tomar “decisiones difíciles” en pos de la seguridad, hasta que eventualmente Shane impone su voluntad sobre el consenso grupal y desata una masacre sobre los caminantes del granero, con nefastas consecuencias: Herschell, desolado, expulsa a todos de sus tierras y escapa hacia un bar, y el grupo descubre que Sophia, la niña perdida, estaba dentro del granero todo ese tiempo, convertida en un caminante. Dos de los diques de contención pulsional del grupo se pierden, y ahora corren riesgo de ser exiliados a la naturaleza de la cual sus fallidas renuncias pulsionales los protegían. Cuando Rick vuelve a encontrar a Herschell para hacerlo entrar en razón, este declara:
“Yo no quería creerte. Me dijiste que no había cura, que esa gente estaba muerta, no enferma, y yo no quise creerte. Pero cuando Shane le disparó a Anette en el pecho, y ella siguió caminando, me di cuenta de lo estúpido que había sido. Que mi esposa estaba muerta desde hace tiempo, y yo estaba conservando un cadáver. Allí fue cuando supe que no había esperanza. Y cuando esa niña salió del granero, vi la expresión en tu cara, y supe que tú pensabas lo mismo. Que no hay esperanza, y ahora los dos lo sabemos. No hay esperanza para nadie.”
TWD, Episodio 2x08
En El Malestar en la Cultura, Freud (1930) sostiene que la vida, tal como se presenta, resulta una excesiva carga para el sujeto, en tanto “nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles (p. 75)”. Para lidiar con ella, el hombre apela a ciertos lenitivos, entre los que incluye las satisfacciones sustitutivas, ilusiones con las que el sujeto busca reducir la miseria intentando dar respuesta al interrogante por el objeto de la vida humana. La esperanza implica en este sentido una ilusión de esta índole: “Esperanza” proviene etimológicamente del latín “sperare”, esperar, es decir, “creer que ha de suceder alguna cosa” o “detener el movimiento o la acción hasta la llegada u ocurrencia de algo, hacer tiempo” (RAE, 2001). Se trata pues de la expectativa, ante la frustración de la satisfacción inmediata, de que dicha satisfacción pueda alcanzarse a futuro. La búsqueda de Sofía y los caminantes en el granero esperando a ser curados representaban entonces la esperanza, una aspiración a un bien mayor a ser alcanzado por la actuación conjunta (el hallazgo de la niña y el desarrollo de una cura respectivamente), que justificaba la adhesión a ciertos valores dentro del grupo: cuando una niña se pierde se la busca, y no se mata a los caminantes por peligrosos que sean. Valores que ahora se esfuman en tanto las aspiraciones que los justificaban desde el punto de vista de los personajes fueron derrumbadas: no hay cura para los caminantes porque ya están muertos, y Sophia estaba muerta también, no había razón para mantener a los peligrosos caminantes con vida ni de salir a buscar a la niña, lo mismo valía haber velado por los propios intereses en lugar de correr riesgos que se mostraron innecesarios.
Si la convivencia social requiere de una renuncia pulsional de los individuos para alcanzar un bien mayor en común (Freud,1930), necesita entonces de la capacidad de soportar la frustración pulsional el tiempo necesario para alcanzar dicho beneficio, e implica, en este sentido, que el Principio de Realidad rija en el sujeto por sobre el Principio de Placer: que el sujeto sea capaz de suspender la búsqueda de una satisfacción instantánea y momentánea, realizando un rodeo que le permita actuar en la realidad y alcanzar otra satisfacción, mayor y segura, alcanzada en la posterioridad (Freud,1911). Pero, ¿Cómo lograr este efecto cuando ese bien mayor posterior no está ni remotamente cerca de estar garantizado? ¿Cómo rehusar la satisfacción inmediata cuando no existe perspectiva de que las cosas vayan a mejorar, cuando ni siquiera hay certidumbre sobre la propia supervivencia a corto plazo?
– Dios, Glenn, ¿En qué estabas pensando?
– Pensaba en que… tal vez muera mañana”
(TWD, Episodio 2x05)
¿Quiénes son los Muertos Caminantes?
– ¿De verdad quieres debatir sobre salvar a un tipo que llevará a sus amigos hasta nuestra puerta?
– Eso es lo que hace una sociedad civilizada.
– ¿Quién dice que seguimos siendo civilizados? (TWD, Episodio 2x11)
Mientras Rick y Herschell se encuentran en el bar, son atacados por otro grupo de supervivientes, a los que se ven obligados a dar muerte para defenderse. Uno de ellos, Randall, se hiere de gravedad intentando escapar y es abandonado por su gente, de modo que los protagonistas deciden rescatarlo y llevarlo con ellos. Esto desata un nuevo conflicto moral en el grupo: la mayoría de los integrantes consideran que dejarlo ir con vida es arriesgado, en tanto podría volver con los suyos y delatar la localización de la granja, provocando que los ataquen para robar el refugio y las provisiones. En este punto resulta curioso el hecho de que Herschel, anteriormente de un rígido sistema moral, ahora decide no saber nada del asunto: afirma que aceptará la decisión que tome Rick y no desea enterarse de cuál sea. Es llamativo además que esta actitud se acompaña con la decisión de dejar que el grupo se hospede dentro de su casa como iguales junto a sus familiares en lugar de en el patio, en tanto que antes guardaba las distancias y era firme en su postura de que el hospedaje era sólo temporal, sin mencionar que había decidido expulsarlos de sus tierras por sus trasgresiones. Queda claro que Herschell ha caído de su posición como autoridad, y con él la Ley de la que era garante.
Pero uno de los miembros del grupo, Dale, considera que matar al joven, que se haya cautivo e indefenso, es inhumano, y que hacerlo implicaría un punto de inflexión respecto de la condición humana de los integrantes del grupo: “Si hacemos esto, ¿En qué somos mejores que esas cosas a las que les tenemos tanto miedo? (TWD, Episodio 2x11)”. El grupo ya ha decidido que los caminantes constituyen un Otro por fuera de la jurisdicción de la Ley. Si toman la decisión de que los vivos pueden matar a los vivos, implica entonces que ya no rige ningún tipo de regulación de los vínculos entre los semejantes: tal como sostiene Freud (1930), dichos vínculos quedarían al arbitrio del individuo y fijándose a conveniencia del más fuerte en ese momento: si el grupo protagónico puede ejecutar a Randall en beneficio propio por su percibida peligrosidad, nada impide moralmente al grupo enemigo al grupo rival, al que Randall pertenece, de atacar y saquear la granja en pos de su propia supervivencia y beneficio, y simplemente imponerse por el mero hecho de su superioridad numérica. La distinción entre el endogrupo protegido por la Ley y el exogrupo excluido es cada vez más borrosa y arbitraria.
Dale sostiene que tomar esa decisión convierte a los sujetos en iguales con los caminantes: miembros de una multitud que más que una comunidad o sociedad recuerdan en cambio a los rasgos de la “masa” descriptos por Freud (1921): una multitud primitiva, impulsiva, anestesiada, guiada casi exclusivamente por lo inconsciente e incapaz de tolerar aplazamiento alguno entre el deseo y la realización del mismo. En esencia, seres carentes de subjetividad y de reparo por el otro, sin que haya Derecho o renuncia pulsional que resguarde a ninguno de los miembros, movidos por mera reacción sensitiva desde una fuente de estímulo y sustento a la otra, proveyéndose de satisfacción inmediata sin importar el costo para ellos mismos o aquello que los rodea, sin posibilidad de plantear proyectos a futuro.
El grupo decide en última instancia seguir adelante con la ejecución, y ante ello Dale sentencia la muerte de la cultura: esto ya no es un grupo.
En el último momento, Rick se arrepiente y no puede llevar a cabo la ejecución: cuando está a punto de disparar, su hijo Carl llega a mirar y lo insta a hacerlo. En ese punto la Ley de Dale, su mandato superyoico, logra ser internalizado por Rick: ¿Es este el mensaje que quieres darle a tu hijo? De este modo la cultura sobrevive un día más, pero a estas alturas es sólo cuestión de tiempo para que caiga. Dale, decepcionado, se ha alejado del grupo y camina hacia las afueras de la granja, donde es atacado por un caminante y herido de muerte. Caminante que en escenas anteriores había sido atraído a la granja por el propio Carl, en un intento por actuar del modo que la nueva sociedad esperaba de él, como asesino a sangre fría. Ya es tarde para procurar que sea la antigua Ley, la Ley del límite y la prohibición, del Derecho y la cultura, la que sea trasmitida a la siguiente generación del linaje: la Ley de Dale muere junto con él, ya no hay lugar para ellos en el nuevo mundo, en su lugar regirá eventualmente la Ley del Hombre como lobo del Hombre.
“Esto ya no es una democracia”: la muerte de la cultura
– Aquí es donde perteneces, Shane.
– ¿Cómo es eso, Dale?
– Este mundo, lo que es ahora, aquí es donde perteneces. Y puede que yo no tenga lo necesario para durar mucho tiempo, pero está bien. Porque al menos puedo decir que cuando el mundo se fue a la mierda, yo no dejé que me arrastrara con él.
– De acuerdo
(TWD, episodio 2x07)
Shane actúa como el principal antagonista de la temporada, en tanto su filosofía contrasta con los códigos morales que sostienen al grupo: Considera que es una pérdida de tiempo y un riesgo innecesario continuar buscando a una niña que seguramente ya esté muerta, entra en conflicto con la autoridad de Herschell, desobedeciendo sus órdenes, y en ningún momento tiene intención de dejar al prisionero con vida. Su razonamiento es que los demás se aferran a una ingenua nostalgia por la vieja sociedad, que Rick “no está hecho para este mundo”, y que alguien debe tomar las decisiones difíciles pero necesarias para mantener al grupo unido y a salvo. Plantea de ese modo a sus actos y decisiones como imperativos morales ante circunstancias que lo ameritan, y a sí mismo como un agente de las circunstancias, que no podría actuar de otra manera si quisiera, movido por su preocupación hacia Lorie, la esposa de Rick, con quien había tenido un romance, y hacia Carl. Sin embargo, sus decisiones “difíciles pero necesarias” no hacen sino poner en constante peligro la cohesión e integridad del grupo, creando cismas entre sus miembros y arriesgándolos a la expulsión con sus constantes imposiciones y trasgresiones impulsivas.
No se trata pues de una imperiosa necesidad lo que motiva al personaje, sino mociones pulsionales hostiles y agresivas de celos dirigidas hacia Rick, un deseo por derrocarlo y ocupar su lugar como esposo de Lorie y padre de Carl, mociones que probablemente se hallaban sofocadas en el “viejo mundo” y ahora, con la caída de la sociedad, encuentran el entorno propicio para ser liberadas. Shane en efecto “pertenece a este mundo”, habiendo abandonado con aparente facilidad la consideración por los otros y velando por sus propios intereses en pos de la satisfacción de sus pulsiones. Las tensiones entre él y Rick escalan hasta el punto en que Shane elabora un plan para asesinarlo, matando a Randall por su cuenta y en contra de la disposición final del grupo, haciéndoles creer que éste había escapado para poder ir a buscarlo y estar a solas con Rick. Este se ve finalmente ¿obligado? a acabar con su vida. En un primer momento, tal como hiciera Shane, Rick intenta vedar la respuesta por su deseo, apelando al imperio de la necesidad:
¡Maldito seas por obligarme a hacer esto, Shane! ¡Este fuiste tú, no yo! ¡Tú nos hiciste esto! ¡Este fuiste tú! ¡No yo! ¡No yo! ¡No yo!... (TWD, episodio 2x12).
Cuando finalmente asume su responsabilidad, respondiendo por su acto, queda claro que de hecho la verdadera motivación inconsciente era la misma que en el caso de Shane: mociones de hostilidad ante un potencial rival amenazante, del que deseaba deshacerse:
Le di todas las oportunidades ... Y siguió llevándome más lejos. Me empujó, y lo dejé. Y después de un tiempo, yo supe ... supe lo que estaba haciendo, lo que estaba planeando. Y seguí adelante. No me detuve. Podría haberlo hecho, pero... solo quería que terminara. Me presionaba en cada oportunidad, actuando como si te hubiera robado a ti y a Carl, como ... como si yo estuviera en el camino. Solo quería que terminara. Lo quería muerto. Lo maté. (TWD, episodio 2x13)
Y con este acto la sociedad oficialmente muere, tal y como Dale predijo. La ley fundamental fue trasgredida, un hermano de la tribu dio muerte al otro. Los vivos mataron a los vivos, el Hombre se convirtió en el lobo del Hombre. De forma prácticamente inmediata, una horda abrasadora de caminantes invade la granja. Las fuerzas de la naturaleza, omnipotentes e implacables, arrasan con la masa disgregada de individuos, vulnerables y aislados, que solían conformar una sociedad. Todos los integrantes huyen y se dispersan, y el grupo que se constituye una vez que se da el reencuentro ya no es lo que solía ser: donde antes estaban dispuestos a dedicar días a la búsqueda de un miembro extraviado del grupo, ahora no titubean en dejar a los rezagados detrás y darlos por muertos. Los integrantes desconfían los unos de los otros, susurran y conspiran en pequeñas agrupaciones, la confianza en su líder está dañada y se someten ultimadamente a él ya no por el relegamiento democrático de una autoridad ejercida bajo el consenso implícito grupal, sino que impone su voluntad autoritariamente por medio de amenazas y coerción.
A partir de este punto, el desarrollo de la serie entra en un círculo vicioso de repetición, en el que el grupo logra establecer una breve y efímera paz, que es inevitablemente aniquilada cuando se desatan conflictos entre diferentes facciones de seres humanos, y sus refugios son consecuentemente aniquilados por caminantes, que en tanto amenaza del mundo exterior pasan a suponer un peligro trivial en comparación con el peligro que supone el encuentro de un ser humano con otro.
Conclusión
A lo largo de este trabajo se exploró el modo en que una sociedad puede sucumbir a la desintegración cuando fallan los vínculos que regulan la relación entre los individuos que la componen, y que permiten que los mismos se vean entre sí como semejantes y colaboradores en la búsqueda de un bien mayor y estable, en lugar de competidores y rivales hostiles que implican, el uno para el otro, una amenaza a eliminar.
El paralelismo entre el mundo de la serie y el de la realidad concreta puede permitir vislumbrar y apreciar la importancia de los lazos que se forjan en nuestras comunidades sociales y la necesidad de velar por los intereses comunes de sus integrantes, respetando y valorando las singularidades. Ser humano implica y requiere de la vida en sociedad, ser capaz de hallar la compasión y la empatía para asistir al otro, reconociéndolo como sujeto de derecho en igualdad de condiciones y actuando en conjunto en miras del bien común, en lugar de como individuos aislados velando por el propio beneficio.
Referencias
Darabount, F. (Productor ejecutivo). (2010) The Walking Dead [Serie de televisión]. Georgia, Estados Unidos. AMC
Freud, S (1911). Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico. En Sigmund Freud: Obras completas. Buenos Aires, Argentina: Ed Amorrortu. Vol XII
Freud, S (1921): Psicología de las Masas y Análisis del Yo. En Sigmund Freud: Obras completas. Buenos Aires, Argentina: Ed. Amorrortu. Vol. XVIII.
Freud, S (1930): El Malestar en la Cultura. En Sigmund Freud: Obras completas. Buenos Aires, Argentina: Ed. Amorrortu. Vol. XXI.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Madrid, España
NOTAS
Me parece interesante el trabajo, el cual entiendo como un análisis sobre los (re)posicionamientos éticos que experimentan personajes, no sin la complejidad que suscita el entrecruzamiento de intereses e interpretaciones singulares en el marco de la transición hacia un nuevo ordenamiento social (post-apocalíptico). Retomo la posición de Dale respecto de la decisión de ejecutar al joven, quien representara una amenaza para el grupo, para repensar un aspecto ético y moral. Ante el veredicto, Dale acusa “esto ya no es un grupo”. Asumo una posición universalista de Dale, quien opera como un reducto de la posición moral que resiste a los reposicionamientos éticos que devienen grupalmente ante el avance de un nuevo ordenamiento. En efecto, incluso cuando Dale afirma que el grupo se degrada a causa del dictamen, este último había sido dirimido democráticamente, y en este punto es interesante que el propio Dale no resigna su posición universalista al respecto de lo que para él es (moralmente) correcto, y en consecuencia no se entrega a la regulación de los vínculos entre los semejantes, siendo este uno de los requisitos del lazo cultural, tal como sostiene Freud en “El malestar en la cultura” (1930).
Al poco tiempo, luego que Rick asistiera a la moral de Dale arrepintiéndose de llevar a cabo la ejecución, Dale es mordido por un caminante y perece al poco tiempo, y con él, consecuentemente, el último reducto de moral que operaba como resistencia a las nuevas éticas que se conformaban, precisamente, en un nuevo orden grupal y social ante la contingencia del apocalipsis. Cabería preguntarnos, entonces, si es que a partir de ahora se inaugura un nuevo lazo, una nueva cultura, y en qué medida se cristalizaría una nueva moral como efecto dialéctico ante estas nuevas éticas que surgen incipientemente.
Buenas: muy interesante el artículo, de actualidad por lo que atravesamos aunque sea obviamente en escala menor, pero que puso el algún momento ciertos valores en juego (compra desaforada en supermercados de objetos sólo para proveerse individualmente sin tener registro de las necesidades del otro). Considero que la fantasía que sostiene a algunos de los protagonistas sobre que en algún otro lugar hay una sociedad que pudo sobrevivir o que se conservaba sin daños del virus es lo que empuja a sobrevivir. En otros casos, está también presente la posibilidad de forjar una nueva sociedad, cuestión que se ve amenazada por los peligros exteriores (otros grupos con intereses de dominio) e interiores (personas que quieren tomar el liderazgo o sacar ventajas sobre otros). Encontramos que la pulsión de dominio en muchos casos no tiene ningún tipo de dique moral para poder encontrar un freno, buscando avasallar cualquier posibilidad de instalación de orden democrático. Es que la “renuncia pulsional” necesaria para la vida en comunidad es desplazada por los goces en juego. Creo que el peligro que muestra la serie es la pérdida de humanización y el mensaje de justificación (claro que implícito) sobre la necesidad de la violencia legitimada para sostener el orden, como mecanismo imprescindible para poder lograr la organización social. Si hasta al protagonista Rick Grimes (Andrew Lincoln), quien fuera antes del desastre el sheriff del pueblo y que viene a representar el superyó del grupo (con sus instancias ideales), puede llegar a tambalear y asesinar a quien fuera su ex compañero de la policía y amigo, el mensaje de la serie puede ser la falta de regulación de la agresividad latente que puede existir en una sociedad cuando el malestar no se limita por la represión, llegando a generalizarse (ya sea por contagios, invasiones, etc).
Hasta puedo atreverme a jugar con el simbolismo geográfico y sostener que el granero de la granja de Herschell representa los impulsos hostiles reprimidos que, proyectados allí están contenidos, pero son una amenaza permanente por la fragilidad y disonancia que representan para el grupo dos de los referentes principales a nivel ordenador como recursos del Yo grupal (Rick y Shane). De ahí que la forma de defenderse sea pensar en aniquilar al otro. En más, luego de la masacre desatada por Shane donde asesinan a los “caminantes” y la pérdida de esperanza de Herschell encontramos que el granero como ello (dónde entre otras, encontramos las pulsiones agresivas) en cuanto instancia tópica avanza sobre la casa (instancia moral), denotando cómo la falta de autoridad puede llevar a un resultado irreversible: el aniquilamiento de los vivos por los propios vivos (como cuándo debaten qué hacer con Randall –ya prisionero-). Posteriormente, como bien señala el artículo, con la muerte de Shane la ley que regulaba la sociedad se termina de caer y la horda de caminantes que invade la granja figura claramente como las pulsiones hostiles invaden sin freno al grupo.
Si como decía Freud acerca de que lo siniestro está concentrado en el mismo objeto y por ende será íntimo, familiar y extraño a la vez, en la serie podemos ver reflejado eso en el mayor enemigo del hombre: sus propios impulsos no gobernados que en casos de amenaza extrema la aniquilación ya no es sólo del extranjero (de los otros hombres al decir de Thomas Hobbes), sino de la especie misma.
Respecto al artículo del congreso 2021 escrito por Apioli, resulta sumamente rica la lectura sobre el orden del contrato social (o sea, el orden simbólico). Puede articularse con lo dicho de Shane, quien pareciera proponerse como aquel padre de la horda primitiva del mito freudiano. La serie abunda de estos prototipos (podemos pensar en los villanos de las temporadas siguientes: Negan, el Gobernador, por nombrar algunos).
Parece propicio agregar al análisis del autor -quién trabaja la serie con la lógica del malestar en la cultura- una problematización sobre el complejo edípico también presente: Si el superyó es heredero del atravesamiento del Edipo, significa que -con sus castraciones- el sujeto se halla atravesado por el orden de la ley. Hablo de problematización porque en un mundo en el que vale la pena preguntarse si merece ser la vida vivida, el grupo social, la comunidad, insiste para sobrevivir en la renuncia pulsional, el levantamiento de muros, y cárceles son el mejor reflejo de dicho compromiso.
¿Qué sostiene las sociedades frente al colapso, si no es acaso el compromiso? Queda claro además la forma sintomática que adquiere. Si lo relacionamos con el texto de Fariña sobre Casablanca -quien a su vez alude a la dimensión moral del texto de Casas- podemos pensar y las formas en las que el poder delata, en lugar de corromper. Por una notoria casualidad, ambos héroes comparten nombre; ser Rick en un tiempo atroz implica la posición cabal de hacer lo justo en un movimiento de consciencia subjetiva, con la renuncia que eso implica.
The Walking Dead. Sobre la sociedad y su colapso
Plantearía un interrogante que permita ver a un posible ser humano despojado de la cultura tal cual hoy la conocemos en su amplia acepción abarcadora, y me refiero con ello, a la idea que ya desde un acervo acaso inspirado sobre un modo Freudiano, podría uno imaginarse al respecto de una primitiva violencia del ser humano, quien librado del posible malestar provisto por la cultura en su afán de combatir la hostilidad, ha revisado en la historia cual testigo, los nexos que acercan a la raza humana a un canal de conexión con la revelación aguerrida de violencia . Podría uno más inspirado por el contexto de la pandemia, crear un paralelismo frente a la reflexión derivada de pensar cómo se dan los accesos a la salud mental desde un espacio interdisciplinario, o que tan regidos están por los modelos que imperan en la medicina y la economía, cuan de fácil acceso son para todo el entorno social en las diversas regiones, y como ello conectado con el “aislamiento” toma la forma de segregación, y aun siendo parte de la “supervivencia” parecerían reflejar las variables de una escala de aptitudes frente a las diferencias de acceso a la salud que pronuncian la desigualdad, y a la vez de manera irónica igualarían a todos en el contexto que exige el aislarse, perdiéndose las libertades y los lazos sociales, retrayéndose de la cercanía con otros, lo cual promovería el estar atrapados frente a la angustiante pregunta proporcionada por un encuentro con Tánatos.
Para intentar sumar algo en la dirección de lo mencionado acerca de la aparición de unos “otros” sobre los cuales el grupo protagonista ha comenzado a actuar, evidenciando un “declinamiento en los diques represivos” que luego recaerá sobre unos otros humanos: Tal como se mencionó, en determinado momento la plaga de los no-muertos pasa a papel secundario para formar parte de una nueva naturaleza, mucho más hostil, en la que a los terremotos y sequías se suman cadáveres caminantes con instinto asesino. Pronto esta nueva humanidad aprenderá a lidiar con ellos, tal como se las ingenió para sobrevivir en el pasado con otros males terrenales. Y en ese momento es que en la serie la verdadera amenaza vuelve a ser el otro humano. Pero esto está planteado de manera tal que aquel otro que acecha poco a poco va reagrupándose como si luego del avance zombi hubiese habido un juicio final que discriminara justos y pecadores. El grupo del espectador, claro, es el primero. Se asiste desde el lugar de quien intenta sobrevivir con todos los dilemas que Freud plantea en El Malestar en la Cultura, mientras que aquellos otros, recortados y carentes de ley y, por lo tanto, liberados en la búsqueda de sus placeres y necesidades, pasan a ser parte de esa naturaleza hiperpotente que configura una fuente de displacer para el individuo. Y esto irá haciéndose más fuerte a medida que la serie avance, donde cada nuevo grupo rival se presentará más despiadado e inhumano, facilitando al público el cómodo lugar de pertenecer por derecho propio al bando de quienes, escapando a una posición responsable, se saben moralmente superiores.
Película:The Walking Dead
Titulo Original:The Walking Dead
Director: Robert Kirkman, Frank Darabont
Año: 2010
Pais: Estados Unidos
Otros comentarios del mismo autor:
• Avatar: The Last Airbender