Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires
Resumen
The Half of It nos presenta a tres estudiantes que en su último año de secundaria hallarán distintos modos de entender el amor y su libertad. Ellie, Paul y Aster participarán de un extraño romance que le permitirá a cada uno descubrir en su acción cómo quieren ser; y finalmente manifestar con sus elecciones el compromiso existencial entre la libertad y la responsabilidad central en la filosofía de Jean-Paul Sartre. A partir de esto mostraremos, haciendo uso de los conceptos sartreanos, un movimiento en la trama de la película en la que los protagonistas se alejan de una disposición de mala fe y se reafirma la necesidad de la mirada ajena y el compromiso con el prójimo en la constitución de su identidad.
Palabras Clave: libertad | amor | mirada | mala-fe
The half of it: the relationships with the other and freedom from a sartrean perspective
Abstract
The Half of It presents three students in their last year of high school who will find different ways of understanding love and their freedom. Ellie, Paul and Aster will take part in a particular romance that will allow each other to discover in their actions how they want to be. Thus, they will show with their final choices the existential compromise between freedom and responsibility that is crucial in Jean-Paul Sartre’s philosophy. From this we will indicate, by using sartrean concepts, a movement in the plot of the film in which the protagonists will cease a disposition of bad faith and the necessity of the look of others will be reaffirmed in the constitution of their identity.
Keywords: freedom | love | look | bad-faith
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Introducción
The Half of It es una comedia romántica que trata la diversidad sexual y explora la angustia adolescente ante la incertidumbre del futuro y la construcción de la identidad. El tema que atraviesa toda la trama es el del amor: la joven y tímida Ellie Chu ayuda a un compañero de la escuela secundaria a escribir una carta de amor para una persona que ambos desean. La película comienza con una cita de Platón: “el amor es simplemente el nombre para el deseo y la persecución de la completitud” [1]. Esta cita surge del mito que narra el personaje Aristófanes en el diálogo platónico Banquete, según el cual los seres humanos en su origen eran una unidad redonda y perfecta, pero tras ofender a los dioses Zeus los castigó separándolos en mitades, y los dejó toda su vida a la deriva, en busca de su otra parte. De este mito surge la idea vox populi de “la media naranja”: el amor se vuelve equivalente a encontrar una pareja perfecta que me complete. Luego de la cita se nos muestra una breve animación que narra el mito aristofánico del amor, planteando como punto de partida una búsqueda incesante de un amor perfecto, feliz y duradero que, sin embargo como señala la voz en off, dista mucho de las relaciones actuales de los jóvenes en las que, como vemos en la escena siguiente, tan pronto como manifiestan su amor, se distraen en el mundo virtual de las redes sociales [2].
En esta ocasión, nos interesa analizar en el desarrollo del film la temática del amor y la libertad según aparece en la filosofía existencialista de Jean-Paul Sartre. Para esto recurriremos a la vez a algunas nociones auxiliares de Sartre que vinculan el concepto de libertad con la temática del prójimo, tales como la “vergüenza”, la “mirada” y la “mala fe”.
Repasemos un poco la película. Ellie Chu, tímida e introvertida, asiste a la escuela secundaria en el pequeño pueblo católico de Squahamish, donde consigue dinero extra escribiendo la tarea de sus compañeros. Ellie vive con su padre viudo, y trabaja frente a su casa señalizando los trenes que pasan por el pueblo. Por otra parte, Paul Munsky, un compañero que entrena en el equipo de fútbol de la escuela, acude a Ellie para que ella escriba su carta de amor para Aster Flores –otra chica de la escuela–. Ellie, que está secretamente enamorada de Aster, rechaza en un primer momento el pedido, pero termina aceptando al necesitar el dinero. En este momento de la película aparece la segunda cita a un pensador, en este caso Oscar Wilde, que sirve para dar comienzo a la intrincada historia de amor (y que empieza a distanciarse de la perfecta unidad platónica): “En el amor, uno siempre comienza engañándose a sí mismo, y termina engañando a los otros. Esto es lo que el mundo llama un romance”. [3] Aster responde positivamente a la primera carta abriendo, sin saberlo, el juego a un romance en el que Paul y Ellie comienzan engañándose a sí mismos para terminar engañándola a ella. Aster, hija del sacerdote de Squahamish y cantante en el coro de la escuela, es una joven muy “popular” entre sus compañeros y está saliendo con Trig, un muchacho de una familia muy adinerada, con quien sin embargo no tiene muchas cosas en común más que el interés de ambas familias porque estén juntos. Tras la primera respuesta de Aster a Ellie enmascarada en la firma de Paul, comienza una sentida relación por correspondencia y mensajes de textos. Ambas muchachas comparten sus intereses en arte y literatura, aunque Aster cree que está hablando con Paul [4]. Mientras tanto, Ellie desarrolla una amistad con Paul debido a sus frecuentes encuentros para investigar a Aster y preparar a Paul para las citas. En paralelo al romance, Ellie se debate respecto a su futuro. Se barajan dos alternativas: aplicar para la Universidad de Grinnell, siguiendo el consejo de su profesora de Lengua, o quedarse en Squahamish, argumentando que no quiere dejar solo a su padre.
El infierno son los otros
Hacia el comienzo de la película, en una escena que muestra una clase en la escuela, la profesora les pide a los alumnos un ensayo sobre Sartre, mientras subraya en el pizarrón “El infierno son los otros” [5], una cita proveniente de la obra de teatro A puerta cerrada del mismo filósofo. Esta frase quedará resonando en el desarrollo de la trama, y volverá a aparecer más cerca del final, sobre fondo negro (tal como lo hicieron antes las frases de Platón y Wilde), como separador de dos escenas claves. Más adelante indagaremos en el sentido filosófico, y a menudo mal interpretado, de la frase. Veamos ahora el lugar de esa frase en la obra de teatro antes de abordarla en The Half of It [6].
A puerta cerrada nos presenta a Garcin, Inez y Estelle en el infierno, que resulta ser una gran sala de estar elegantemente ornamentada, sin espejos ni ventanas, en la que los tres están encerrados. Los personajes están a la espera de todo tipo de torturas dignas de un castigo infernal, pero pronto se dan cuenta que no hay verdugos, pinzas hirviendo, ni llamas que incendien sus almas eternamente; nada más que ellos tres en la habitación. No pasará mucho hasta que los tres desarrollen una especie de triángulo amoroso conflictivo, entre varias discusiones y reproches. En un punto Garcin y Estelle pretenden acercarse en la intimidad amorosa, pero Inez les remarca que ella los estará viendo, y esto los retiene. Entonces Garcin concluye que no hay otra tortura que aquella que ya estaban viviendo: el hecho de que los tres se encontraran atrapados en la mirada y el juicio de los otros. Garcin exclama:
Todos esos ojos posados sobre mí. Devorándome. ¿Solo dos? Hubiera creído que había más; muchos más. Así que esto es el infierno. Nunca lo hubiera imaginado. ¿Se acuerdan de todas las cosas que nos contaban sobre las cámaras de tortura, el azufre, el fuego, la hoguera? ¡Ah, qué broma! No hay necesidad de atizadores ardientes. ¡EL INFIERNO SON LOS OTROS! (Sartre, 1989: 45)
En esta conclusión podemos observar puesto en escena uno de los problemas que Sartre trata con un lenguaje más filosófico en El ser y la nada: la configuración del ser de uno mismo a partir de los otros. Como se ilustra, en esta sala infernal sin ventanas para ver el afuera ni espejos donde reflejarse, la mirada de los otros es lo único que nos permite ser algo, a la vez que es imposible escapar a esta mirada. En este punto es usual interpretar que nuestras relaciones con las personas son todas desastrosas e infernales, pero esta es solo una posibilidad. En realidad, lo que quiere decir Sartre con esto es que cuando nos pensamos a nosotros mismos usamos el conocimiento que surge de lo que las otras personas ven de nosotros. Cuando Estelle se da cuenta de que ha desaparecido el espejo de su bolso, comienza a ponerse nerviosa porque no puede verse: “Me siento tan rara. ¿Nunca les pasa? Cuando no me puedo ver a mí misma comienzo a preguntarme si verdaderamente existo.” (Sartre, 1989: 19). Entonces Inez le propone ser su espejo. Estelle se acerca. Se puede ver en los ojos de Inez pero muy pequeña. En cambio Inez asegura que ella sí puede verla, perfectamente, cada centímetro. Esto le da la oportunidad a Estelle de verse a sí misma, a través de la mirada de Inez.
Sartre nos ilustra con estas escenas el hecho de que nos juzgamos a nosotros mismos a través de los juicios que los otros hacen de nosotros. Estamos “atrapados” en la intersubjetividad: somos sujetos en la aprehensión de los otros. Y, como muestra la obra, la mirada del otro nos expone, nos vuelve frágiles, vulnerables, porque el otro tiene el poder de configurarnos con su juicio como algo que no somos. Es en este sentido en el que el otro puede ser un infierno; es decir el otro no es necesariamente el infierno, pero puede serlo. Esta es la dificultad de la coexistencia con otras personas: el hecho de que los otros, con su mirada, nos alienan y nos encierran en un particular tipo de ser. Aquí es donde entran en juego una moral de acción y cierto compromiso con el prójimo. Estas ideas resultarán claves para entender el desarrollo de la película a partir del prisma que hemos elegido para analizarla.
La mirada y la vergüenza
En The Half of It, Ellie Chu se oculta de la mirada de los otros. Ella guarda un secreto: está enamorada de Aster, pero ni ella ni Paul pueden saberlo, porque Ellie aún no tiene el valor de aceptarlo. Entonces, el problema de la mirada que señalábamos en la obra A puerta cerrada se ve aquí intrincado con otra noción clave que Sartre problematiza: la vergüenza. Mostraremos dos escenas en las que esto se vuelve manifiesto.
Ellie y Paul ya se han hecho amigos. Paul tuvo varias citas con Aster y ha comenzado un vínculo más amoroso con ella tras haberle declarado que no quería ser solo su amigo. Después de un partido de fútbol en que la escuela de Squahamish resulta victoriosa gracias al desempeño deportivo de Paul, este se encuentra con Ellie, y luego de una breve conversación intenta besarla. Ella se escandaliza y se aparta, y entonces descubre que Aster los estaba espiando. Ellie intenta explicarle pero Aster, decepcionada, se va sin decir nada. Ellie se siente avergonzada y triste. Entonces, Paul se da cuenta de los sentimientos que su amiga tiene por Aster. Él, sorprendido y confundido, no puede aceptarlo: “¿Te gusta Aster? ... Es un pecado. Te vas a ir al infierno”.
En esta escena podemos ver en juego las nociones sartreanas de vergüenza y mirada. En El ser y la nada Sartre describe la vergüenza como un “sentimiento de ser al fin lo que soy, pero en otra parte, allí, para otro” (SN 345), un reconocimiento por naturaleza intencional, pues se dirige hacia mí, aunque es estimulado por la presencia de un otro. Dice Sartre: “Tengo vergüenza de lo que soy. La vergüenza realiza, pues, una relación íntima mía conmigo mismo: he descubierto por la vergüenza un aspecto de mi ser” (SN 291). Para el descubrimiento de este aspecto de mi ser, es necesario el prójimo como mediador indispensable. En la presencia del otro que me ve reconozco que yo soy como el prójimo me ve. De esta manera, la relación con el otro se construye sobre el problema de la mirada, en tanto que el para-sí remite a un para-otro, necesario para captar las estructuras de mi ser. El otro, con su mirada, viene a organizar mi experiencia, permitiendo una remisión a mí mismo que de otro modo sería inviable. Así, la mirada ajena se convierte en “metamorfosis total del mundo” (SN 347). El prójimo es ante todo alguien que me mira, y en esa mirada se construye un juicio que me tiene a mí por objeto. Esto equivale a decir que yo me reconozco (en actitudes, comportamientos, capacidades, cualidades, etc.) solo cuando aparece la mirada ajena. Pero en esta mirada también me vuelvo indefenso e impotente, debido a que surge de una libertad que no es la mía. En este caso Paul no acepta que Ellie esté enamorada de Aster, y su juicio al respecto censura la posibilidad de amor entre las dos chicas. Ellie se siente compungida por la falta de comprensión de su amigo pero tal vez, sobre todo, porque se ha descubierto su secreto.
En una escena previa, Paul y Ellie están charlando y ella le pregunta a Paul qué es lo que le gusta de Aster. Paul contesta que es linda, buena, y que huele bien. “¿Qué más podría gustarme de ella?” Entonces Ellie se pierde en sus pensamientos y contesta con mayor profundidad: “Cómo sus ojos se te quedan mirando; cómo juega con su cabello mientras lee, cómo su risa explota como si no pudiera evitarlo y entonces deja de ser tan perfecta por algunos instantes ... tiene al menos cinco voces diferentes …; cómo podrías vivir en un océano de sus pensamientos y sentir que ella sabe…”. Entonces Ellie vuelve de sus pensamientos y se da cuenta de que Paul había dejado de sonreír y la está mirando con seriedad. “Soy tan estúpido”, dice él. Ellie cree que Paul descubrió que le gusta Aster, y se siente avergonzada, e intenta rápidamente explicarse y excusarse. Se ve en ella, como describe Sartre, “un estremecimiento inmediato que [la] recorre de pies a cabeza sin ninguna preparación discursiva” (SN 292). Pero Paul solo escuchó una manera más profunda y poética de explicar “cómo se ama a alguien”, mucho mejor que la que él mismo había encontrado: “Soy un tonto. Eso es lo que se dice cuando amás a alguien”. Ellie, creyéndose descubierta, pretende negarlo, pero luego nota que Paul no ve aún más allá de sí mismo: “¡Sí, es así! Y a vos ni siquiera te importa. Soy yo el que la ama, y ni siquiera puedo…”. Con esta afirmación, Ellie se da cuenta que su secreto sigue a salvo y se siente aliviada en un suspiro que desvanece la vergüenza. Mientras nadie sepa de su amor por Aster, Ellie puede esconderse en sí misma y desentenderse de tener que enfrentar la situación a partir de acciones reales y concretas. Por eso podemos conjeturar que se siente destrozada cuando Paul finalmente se entera de su secreto. Más adelante convendrá analizar esto a partir de la noción de mala fe.
Como adelantábamos, la dificultad de la coexistencia con los otros radica en que estos, con su mirada, nos encierran en un particular tipo de ser o “arquetipo existencial” (Rubiano, 2015). Pero aquí es donde surge también la moral de la acción y de compromiso con el prójimo. El existencialismo sartreano parte de la subjetividad del individuo que tiene por fundamento una libertad radical que viene acompañada de una responsabilidad también radical. El punto es que en esa misma responsabilidad se encuentra ya el cuidado y la responsabilidad por el prójimo. En primer lugar, el otro resulta indispensable porque en cuanto nos captamos a nosotros mismos en tanto existentes hallamos un otro frente a nosotros como condición de la propia existencia. Es decir Ellie no puede ser nada (inteligente, introvertida, amigable, heterosexual u homosexual) si los otros no la reconocen como tal. Esto no significa que a Ellie le vaya a dejar de atraer Aster porque a Paul (o a la sociedad entera) le parezca un pecado. Como señala Rubiano (2015: 160) reflexionando sobre la homosexualidad, lo que ocurre es que al no ser reconocido como lo que soy me encontraré en un contexto que no permite la materialización de mis opciones, y en consecuencia, no podré ser como quiero. Para Sartre el sentido del ser surge en el actuar, y la vida no tiene ningún valor a priori del que nosotros le damos con nuestra existencia (EH 26); recordemos el leitmotiv existencialista: la existencia precede a la esencia. Los otros, en este sentido, son lo que hay de más importante en nosotros mismos, para el conocimiento de nosotros mismos. Tal como lo expresa Abello:
Cuando pensamos en nosotros, cuando ensayamos conocernos, en realidad utilizamos conocimientos que los otros tienen de nosotros, es decir, que juzgamos con los medios que los otros nos han dado para juzgarnos. (Abello, 2011: 192)
En estas condiciones, el descubrimiento de mi intimidad me descubre al mismo tiempo al otro, en un mundo que Sartre denomina “intersubjetividad”, en el que el individuo decide lo que es y lo que son los otros. Luego, Sartre entiende que al elegir cargamos de valor lo elegido. Para el filósofo al elegir elegimos el bien; es decir con esa misma acción estaríamos afirmando su valor moral. Así, y en este sentido es radical, “nuestra responsabilidad compromete a toda la humanidad” (EH 13), con lo cual estamos obligados a querer, al mismo tiempo que nuestra libertad, la libertad de los otros: no podemos tomar nuestra libertad como fin si no tomamos igualmente la de los otros como fin.
Paul no es responsable de los sentimientos de Ellie por Aster, pero sí es responsable de promover un contexto inclusivo que deje ser al prójimo como se quiere. El juicio que Paul hace de Ellie, “Es un pecado. Te vas a ir al infierno”, no reconoce su libertad. Reconocer al otro quiere decir dar cuenta de su libertad en mi juicio. Este es el principio moral que se deriva de la teoría de la acción existencialista. En este sentido lo que nos dice Sartre es que, lo que cada cual es, es responsabilidad de cada uno, pero a la vez nos compromete a todos, pues yo con mi juicio le permito o no al otro ser como se quiere. Si yo asumo mi libertad, entonces habré de luchar por la libertad del otro, y en consecuencia mis actos y juicios tratarán de promover la realización del otro tal y como el otro se quiera. El problema es que la libertad implica una responsabilidad y sin embargo pocas veces asumimos tal responsabilidad en nuestra vida. Aquí es donde entra la noción de mala fe.
Mala Fe
Debemos recordar que ser libre es ser responsable. Es una verdad ontológica para Sartre que el ser humano es siempre responsable por lo que es. Sin embargo, cotidianamente no asumimos el compromiso existencial entre libertad y responsabilidad. De hecho, generalmente vivimos en una continua negación del compromiso. Hacemos lo que los demás hacen, leemos lo que los demás leen, decimos lo que los demás dicen. Esto da como resultado un transitar por la vida como por un camino que ya está predeterminado por el juicio que los otros imponen sobre el sujeto y que el sujeto acepta para no asumir su libertad. En el caso extremo, se ve a la vida sujeta a un destino divino, astrológico, social o histórico.
En este tipo de situaciones lo que hay es un abandono del propio juicio como resultado de la no asunción de la libertad. Cuando una persona se piensa determinada por su momento histórico o bien por el mandato divino o por la obediencia ciega ante los mandatos ajenos, su acción y pensamiento no desarrollan voz propia sino que se limitan a tomar como suyos el pensamiento y actuar de los otros (Rubiano, 2015: 153). Podemos observar en la película que Ellie, luego del primer intercambio de cartas en donde por usar una cita de una película para definir el amor es acusada amistosamente de “plagio” por Aster, confiesa que ella no sabe lo que es el amor, y por eso usa las palabras de otros: “Si lo supiera, me citaría a mí mismo” (recordemos que finge ser Paul); es decir, que solo cuando ella lo haya vivido va a poder expresarlo con sus propias palabras. Mientras uno no asuma su propia experiencia desde su libertad de acción, lo que termina ocurriendo es el surgimiento de estereotipos y situaciones en las que los sujetos se ocultan en excusas declarándose hijos de su época o víctimas de las circunstancias. Lo que se esconde tras este modo de reconocimiento del propio ser es la no asunción de la responsabilidad como resultado de la negación de la libertad. Esto es lo que Sartre llama mala fe:
Si hemos definido la situación del hombre como una elección libre, sin excusas y sin ayuda, todo hombre que se refugia detrás de la excusa de sus pasiones, todo hombre que inventa un determinismo es un hombre de mala fe. (EH 28)
Cuando Aster elige mantener su relación con Trig (y lo secunda en sus actividades: la “hora del taco”, una competencia de camionetas, la cena con los padres, etc.), cuando accede a vestirse como sus compañeras y formar parte del equipo de chicas populares de su escuela, cuando renuncia al arte, etc., se está refugiando en excusas, pero además está incurriendo en un error, en algún sentido se está equivocando, nos dice Sartre. La excusa, el dejarnos conducir por este “determinismo” inventado (hacer lo que mi familia espera de mí, lo que mi prometido espera de mí, lo que mi religión dicta, lo que hacen las otras chicas, etc.) es parte de la vida inauténtica que no asume el compromiso existencial. Ahora bien, ¿cómo es posible que una elección esté fundada en el error? Sartre explica que estos son los casos en los que el sujeto de la acción concibe erróneamente el fundamento de la misma. “No se está hablando aquí de la toma de malas elecciones (malas decisiones), sino del inadecuado reconocimiento de qué es lo que posibilita una elección.” (Rubiano, 2015: 154). No sabemos si las elecciones que hace Aster son malas o buenas, sino que las juzgamos porque asume erróneamente su fundamento. La correcta fundamentación es siempre la libertad. Esta es la consecuencia que saca Sartre de la muerte de Dios. Somos libres porque al no existir Dios, debemos aceptar que no hay ningún concepto que nos defina antes de nuestra existencia, de la cual somos responsables.
Por lo que sabemos Ellie es el único personaje que no cree en Dios. Nos encontramos en un entorno sumamente influenciado por la religión católica: Aster es la hija del sacerdote; Paul cree en Dios y en el pecado; la situación de misa se reitera en la película. Y si bien Ellie no cree en Dios, no será recién hasta el final de la película que asuma el verdadero fundamento de la acción: la libertad. Otro mandato pesa sobre Ellie: el cuidado de su padre, deprimido por la muerte de su esposa y el fracaso laboral. En toda la película, vemos solo a Ellie cumpliendo con la tarea de su padre; nunca lo vemos a él administrando las vías. Ellie se enfrenta a un dilema que no resuelve hasta el final. La cuestión se reduce a la pregunta que le hace Paul en una de sus guardias: “¿Por qué Squahamish?” Cuando Paul hace esta pregunta le recuerda la obra A puerta cerrada y utiliza a Squahamish como si fuera esa habitación de la que nadie sale, si bien la puerta en un momento se abre. [7] Paul le explica el dilema en el que él mismo se encuentra: quiere emprender su propio negocio, con su propia receta de salchichas, pero la receta y el negocio son tradición de la familia y si él la cambia le romperá el corazón a su madre; entonces es el corazón de ella o el suyo. Ellie está en una situación semejante, postergando la resolución del dilema: quedarse y cuidar a su padre o ir a estudiar a una universidad de mayor renombre. Ambos casos recuerdan al ejemplo que da Sartre en su conferencia El existencialismo es un humanismo. Un joven visita a Sartre para pedir consejo. Se encuentra en un dilema: alistarse en el ejército (imbuido de un fervor nacional y con deseo de vengar a su hermano) o renunciar al ejército y quedarse en casa cuidando a su madre (frágil y necesitada). Sartre no puede resolverle el dilema sugiriéndole la “mejor” opción; si lo hiciera y el joven siguiera ciegamente la recomendación de Sartre, aquel estaría actuando de mala fe. No hay criterio para decidir sino que hay que accionar asumiendo nuestra libertad y la consabida responsabilidad. Creer que se tiene un criterio para decidir estos dilemas es una conducta de mala fe, es decir, negaríamos la libertad radical. Sartre nos dice que ni siquiera el sentimiento es guía ya que este se constituye con la acción (y no viceversa): “el sentimiento se construye con actos que se realizan; no puedo pues consultarlo para guiarme por él” (EH 49). Y Sartre es aún más terminante, da un paso más atrás y asegura que el joven ya había tomado una decisión antes de consultarlo a él:
Por lo menos, dirán ustedes, ha ido a ver a un profesor para pedirle consejo. Pero si ustedes, por ejemplo, buscan el consejo de un sacerdote, han elegido ese sacerdote y saben más o menos ya, en el fondo, lo que él les va a aconsejar. En otras palabras, elegir el consejero es ya comprometerse. (...) Así, al venir a verme, sabía la respuesta que yo le daría y yo no tenía más que una respuesta que dar: usted es libre, elija, es decir, invente. Ninguna moral general puede indicar lo que hay que hacer; no hay signos en el mundo. (EH 49-50)
Esto es clave: no hay signos en el mundo. Es usual, por ejemplo, en las entrevistas a personas que han hecho una carrera, que se pregunte “¿qué te decidió para ser actor, bailarín, reportera o basquetbolista?” Una respuesta común es que la persona ubique un signo, una situación que la encaminó o marcó a tal desarrollo. Sin embargo, nada es un signo hasta que uno lo interpreta de ese modo, nos dice Sartre [8].
Podemos observar este punto en la siguiente escena de la película: la escapada de Ellie y Aster, el descanso en un pequeño lago a las afueras del pueblo. Uno de los únicos momentos en que ambos personajes dialogan solos, cara a cara. En la conversación, de tono íntimo, aparece la figura de Dios. Ellie dice no creer en su existencia, a lo que Aster replica que esa situación debe ser agradable. Aster es hija del párroco y experimenta las exigencias de la religión desde muy cerca; y quizás por ello encuentra que la situación de Ellie, atea, sea “agradable”. Ellie responde que no lo es, y no lo es porque “es solitario”. Vulgarmente se dice que el ser humano para el existencialismo es angustia. Merece aquí volver a Sartre y recordar el carácter absoluto (no solo individual) de la responsabilidad al punto que cada ser humano al actuar debe decirse “¿soy yo quien tiene el derecho a obrar de tal manera que la humanidad se rija según mis actos?” (EH 38). Sin esta interrogación, Sartre dice que se está enmascarando la angustia. Pero “no se trata aquí de una angustia que conduciría al quietismo, a la inacción. Se trata de una angustia simple, que conocen todos aquellos que han tenido responsabilidades” (EH 38-39). Esta angustia que conlleva la gran responsabilidad de estar arrojados a actuar libremente en el mundo se ve acompañada por el desamparo causado por la inexistencia de Dios. El sentimiento de “soledad” descripto por Ellie es explicado por Sartre como un desamparo y una incomodidad que nos provoca el hecho de que Dios no existe, porque con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible. En cambio, el ser humano se encuentra abandonado, sin excusas, sin posibilidad de referenciar una naturaleza humana dada, sin determinismo alguno, el ser humano es libre, es libertad, y está condenado a ello (EH, 16).
En la misma escena vemos cómo Aster busca convencerse de lo que debería hacer con su vida; el asunto de las cartas le ha presentado otras posibilidades. Afirma con seguridad: “Debería casarme con él [Trig].”, pero en seguida duda y agrega, buscando confirmación o guía en Ellie, “¿No?”. Se siente resguardada en la absoluta seguridad que tiene Trig como la que tiene su padre, no solo respecto a Dios sino a su futuro y al lugar que ella debería ocupar en él. La misma Aster confiesa que en su inseguridad estuvo esperando una señal, un signo, divino: “siempre le pido una señal a Dios y aparece la carta de Paul en mi casillero.”. La carta no es una señal divina a menos que nosotros queramos interpretarla así; la carta es solo una carta y cómo la interpretemos para luego accionar tiene por fundamento nuestra libertad (y por ende nuestra responsabilidad). Afirmar que la carta es una señal de Dios es una conducta de mala fe. Qué hago con la carta es una acción de la que soy responsable [9]. En la escena siguiente, Aster alcanza a Ellie a su casa y se despide diciendo: “Espero que encuentres algo en que creer.”. Aquello en que tenemos que creer para no actuar de mala fe es en nuestra libertad.
Amor y libertad
Hacia el final de la película podemos observar un movimiento en el accionar de los tres personajes principales hacia el compromiso existencial entre libertad y responsabilidad. En este movimiento encontramos un alejamiento de la disposición de mala fe y una reafirmación de la necesidad de la mirada ajena y el compromiso con el prójimo en la constitución de mi ser-como-me-quiero. El tema que recobra mayor sentido en este punto, si bien en la trama de la película nunca queda en segundo plano, es el del amor. A partir de este tema mostraremos a modo de conclusión que la película se aleja del amor sartreano proponiendo distintas perspectivas para entender el amor, las cuales no obstante reafirman y pueden leerse complementariamente con el vínculo existencialista entre la responsabilidad y la libertad.
El amor en Sartre es descripto en un contexto de conflicto. [10] Como hemos señalado a partir del problema de la mirada, la libertad ajena es fundamento de mi ser. El problema es que mi ser me aparece en forma de algo dado y contingente de lo que, sin embargo, soy responsable. Esta responsabilidad es la que me constituye como proyecto de recuperación de mi ser. Una de las maneras en que Sartre encuentra la realización de este proyecto, es mediante el amor en tanto que “reabsorción del otro”. Desde este lugar, el amor sartreano implica una relación posesiva, aunque una posesión particular, no del otro en tanto objeto cosificado, sino en tanto objeto organizador del mundo, con su propia libertad que reorganiza los demás objetos a la luz de su propio proyecto. El amante, dice Sartre, reclama un tipo especial de apropiación: quiere poseer una libertad para recuperar con esto el fundamento de su propio ser. En El ser y la nada leemos que el amante
Quiere ser amado por una libertad y reclama que esta libertad, como libertad, ya no sea libre. Quiere a la vez que la libertad del Otro se determine a sí misma a convertirse en amor –y ello no solo al comienzo de la aventura, sino en cada instante–, y, a la vez, que esa libertad sea cautivada por ella misma, que se vuelva sobre sí misma, como en la locura, como en los sueños, para querer su propio cautiverio. (SN 459)
El amor sartreano es, finalmente, como señala Vinolo, el apoderamiento de un sujeto por el otro, sostenido por un deseo de reapropiación del fundamento de su ser. El amado le da al amante la tranquilidad de una mirada que no dejará de ofrecerse, y que además le ofrecerá juicios positivos, porque el amante se ha constituido como el “valor absoluto” para su enamorado. El resultado de este amor es descrito por Sartre como la alegría por sentir que nuestra existencia es recobrada y querida en sus menores detalles por una libertad absoluta, a la que se la condiciona, sin embargo, a dirigirse a este proyecto de recuperación de mi ser.
Veremos ahora que en el caso de los personajes de The Half of It se va a plantear la posibilidad de otros tipos de amor, que distan de la apropiación de la libertad del otro para la recuperación del fundamento del propio ser, pero que sin embargo pueden seguir leyéndose bajo el análisis del resto de los conceptos sartreanos trabajados, sobre todo el vínculo existencialista entre la responsabilidad y la libertad.
Paul
En una de las últimas escenas, varias familias del pueblo se reúnen en la iglesia. Trig le propone matrimonio a Aster frente a todos y esta asiente silenciosamente. Pero entonces Paul y Ellie interrumpen la escena. En las palabras de Paul hallamos el logro de la asunción de la libertad del otro, cuando exclama: “El amor no es aparentar. Me doy cuenta lo feo que es tener que fingir toda tu vida ser alguien que no sos. Siempre pensé que solo había una manera de amar. Una sola correcta. Pero hay más. Muchas más de las que yo conocía. Y no quiero ser el que deja de amar a alguien por amar como ella quiere”. Nos encontramos en un momento de conclusión de las situaciones que se venían desarrollando. Paul había entablado una amistad con Ellie luego de todas las aventuras juntos tratando de conquistar a Aster. Después de la reacción negativa de Paul al descubrir el secreto de Ellie, el muchacho reflexiona (podemos verlo investigando en Internet sobre la sexualidad, yendo a la casa de Ellie para ver cómo se encuentra) y valora su amistad con Ellie, y la acepta tal como decide ser. Como leemos en la cita, Paul afirma un amor que se aleja del romance que describía Wilde en el que el amante se engaña a sí mismo y luego engaña al amado. Paul le confiesa a Aster que no había sido sincero, al tiempo que logra con esto empatizar con Ellie, dándose cuenta lo angustiante que es engañarse a sí mismo pretendiendo ser alguien que no sos. El amor, como empieza a descubrirse, se distancia también del encuentro de dos mitades a la manera de un “amor platónico” perfecto. Recoge sin embargo las posibilidades que Platón describe en el discurso de Aristófanes, cuando ve que no hay una sola manera de amar, ni una única correcta. Finalmente, cuando establece que no va a dejar de amar a alguien “por amar como ella quiere”, Paul está dando un paso en aceptar la libertad del prójimo, según describimos en la filosofía de Sartre. La nueva mirada de Paul hacia Ellie le ofrece un juicio positivo sobre la elección de su sexualidad, que la saca del infierno católico y del infierno sartreano al que antes la había condenado. Entonces su amistad se fortalece, como podemos ver en la emotiva escena final en la que Paul corre al tren en el que se va Ellie, imitando la escena de una película que habían visto juntos. Al admitir que no había sido sincero, además, Paul habilita una relación honesta con Aster, aunque esta implique la disolución del vínculo amoroso que estaban desarrollando. En este punto se ve particularmente el alejamiento con el amor sartreano, puesto que la libertad que Paul le ofrece a Aster con su honestidad no pretende que vuelva sobre sí, cautiva de su amor, sino que la deja verdaderamente libre. Todavía más, en esta escena Paul enfrenta al peso de la tradición familiar expresándole a su madre que tiene una nueva receta de salchichas que ha estado probando y quiere implementar. Con este breve comentario que puede pasar desapercibido, Paul manifiesta que ha tomado una decisión, y se ha hecho cargo de la responsabilidad que implica su libertad: ha elegido su corazón y su deseo por encima del de su madre, actuando en consecuencia.
Aster
Aster abandona la iglesia alejándose primero de Trig (con lo cual parece que declina la propuesta matrimonial), luego de Paul (a quien abofetea por su engaño) y finalmente de Ellie, tras descubrirse expresamente que ella había sido quien enviaba las cartas. Al final vemos que Aster ha decidido ocuparse de su carrera y vocación, y se prepara para ingresar a la facultad de Artes. En este sentido hallamos una importante asunción de responsabilidad de lo que ella quiere ser, que es puesta por encima de las imposiciones familiares por construir un futuro familiar con Trig. Sin embargo, en lo que respecta al amor, Aster se encuentra aún conflictuada; y podemos conjeturar que en su caso las determinaciones religiosas que se ha impuesto (sostenidas por las miradas de su familia y su alrededor) resultan más difíciles de superar. Es por esto que hacia el final de la película observamos otra vez la dificultad de poner la libertad como fundamento, escondida en una disposición de mala fe.
Aster se reencuentra con Ellie y afirma haber sospechado: “En el fondo, quizás sabía la verdad. No usaste suficientes emojis en sus mensajes.”. Ya antes, en la escena del diálogo íntimo con Ellie, Aster había manifestado cierta incomprensión sobre Paul: “Él es confuso. Cuando estoy con él, me siento segura. [...] Pero, luego, escribe cosas que parecen inseguras.”. Aster demora su acción esperando la llegada de la seguridad; pero de una seguridad que busca afuera: en su pareja, en Paul y en última (y primera) instancia en Dios. Así vemos que en el diálogo final con Ellie, luego de que Aster confesara sospechar la verdad, dice: “Si sirve de algo alguna vez pensé en eso. Ya sabes. Si todo fuera diferente. Y yo lo fuera.”. Ellie se mofa un poco de la continua inseguridad e indecisión de Aster y provocándola le lanza: “¿Qué opina Dios?”. Y otra vez Aster se despide de Ellie diciéndole que consiga algo en que creer. La respuesta de Ellie en ese momento es central.
Ellie
Nos encontramos con un movimiento clave hacia el reconocimiento de la verdad fundamental del existencialismo: Ellie, luego de dar unos pasos de retirada, vuelve corriendo y besa, descaradamente, a Aster. El ser según la filosofía de Sartre es constituido por la acción y la acción tiene por base la libertad. En la acción nos descubrimos, o mejor dicho, inventamos y nos constituimos. Ellie ya no necesita esperar o buscar una seguridad (en Dios o en otra parte) sino que se constituye en su accionar en el que se afirma como quiere ser; en este caso reivindicando un tipo de elección afectiva. En la escena de la iglesia, Ellie había expresado su propia reflexión sobre el amor, después de la de Paul, diciendo: “El amor es desordenado, y horrible, y egoísta ... y audaz. No es encontrar tu perfecta mitad. Es intentar, alcanzar, fracasar. El amor es estar dispuesto a arruinar tu pintura por la posibilidad de una mejor”. Cuando Ellie besa a Aster manifiesta esta audacia con la cual logra finalmente poner la libertad como fundamento de su acción en lo que respecta a sus sentimientos por Aster.
Podemos concluir que, al mismo tiempo en que Ellie se vuelve ella misma responsable de su propia libertad con sus acciones, este desenlace se ve acompañado por un contexto en el que la mirada de los otros ha contribuido a que Ellie se pueda hallar tal como ella quiere ser. El amor que planteó Paul libera al otro a que sea como quiere ser, desde donde puede encontrarse verdaderamente con Ellie desde el amor que construyeron en forma de amistad. Él mismo, en su entendimiento de la necesidad de dejar al otro ser libremente tal como quiere ser, y en su preocupación particular por su amiga, va a hablar con el padre de Ellie, momento en el que vemos en juego una vez más el problema de la mirada y la responsabilidad intersubjetiva.
Después de descubrir que Ellie está enamorada de Aster, Paul visita al padre de Ellie, quien ve a su hija triste y, sin entender por qué, le pregunta a Paul si ellos se habían separado. Paul le explica que ellos no eran más que amigos, y le dice: “Vos no la ves. No ves quién es ella. Quién podría ser”. Aquí podemos notar la falta de la mirada del padre que le permite a Ellie configurarse como enamorada de Aster. Para él, su hija estaba teniendo una relación amorosa con Paul, porque veía que pasaban tiempo juntos. Pero ahora comprende y, reflexionando sobre cuánto ama y le importa la felicidad de su hija, expande su mirada dándole la libertad de ser como quiera ser: “¿Alguna vez amaste a alguien tanto que no querés cambiarle ni una sola cosa?”. A partir de este momento, el padre de Ellie asume la responsabilidad de su hija en tanto un otro que ahora es reconocido por su juicio, y en ese reconocimiento es también cuidado. Como señala Rubiano (2015: 163), cuidar de alguien es potenciar su libertad con mis acciones, es promover la instauración de condiciones materiales ideales para la efectiva realización de la libertad del otro. En otras palabras, cuidar del prójimo es cuidar su libertad con acciones que promuevan un contexto de apertura para la subjetivación de la existencia. El padre de Ellie no solo acepta que su hija ame a quien quiera, sino que también se da cuenta de que el futuro de Ellie podría ser mucho mejor si ella tuviera la oportunidad de estudiar fuera del pequeño pueblo de Squahamish. Entonces la alienta a ir a estudiar a la Universidad de Grinnell, donde su inteligencia y aptitudes podrán ser estimuladas y desarrolladas. Ellie, tras haber besado a Aster y haberse despedido de ella hasta su regreso, se despide también emotivamente de su amigo Paul, y parte en uno de esos trenes que antes señalizaba, ahora en su propio viaje, hacia la universidad.
Finalmente, los tres personajes principales logran soltar toda invención determinista y poner, en cierta medida, la libertad como fundamento de sus acciones. Desde allí se hacen cargo de sus vidas y habilitan la posibilidad de que los otros también lo hagan. La historia no termina con una conclusión romántica en la que dos personajes terminan quedándose juntos (de hecho ninguno lo hace), sino que más bien abre las posibilidades amorosas manifestando esta apertura también en la conclusión de la trama, en la cual sí todos los personajes logran usar el escenario de intersubjetividad, la mirada del otro, para verse a sí mismos, reconocerse, aceptarse, y, finalmente, poner la libertad como fundamento respecto de algunas acciones cabales para sus futuras vidas.
Referencias
ABELLO, I. (2011). Las relaciones conmigo y con los otros a partir de Sartre. Bogotá: Uniandes.
RUBIANO, C. (2015). “Sartre: El reconocimiento y cuidado del prójimo como principio de la acción responsable”, en Revista Filosofía UIS. 15 (2). pp. 141-165.
SARTRE, J.P. (1989). No Exit and Three Other Plays. Nueva York: Vintage International.
— (2009). El existencialismo es un humanismo. Barcelona: Ed. Edhasa. (=EH).
— (1993). El ser y la nada. Ensayo de ontología fenomenológica. Buenos Aires: Ed. Losada. (=SN).
VINOLO, S. (2018). “El Sujeto Amoroso En Sartre: Un Puente Entre La Metafísica Y La Postmetafísica”, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía Vol. 45, pp. 323-341.
NOTAS
[1] Platón, Banquete 192e.
[2] Es interesante destacar que este mito es, sin embargo, uno de los testimonios filosóficos más antiguos acerca de la homosexualidad. En el relato, Aristófanes cuenta que en el origen había tres géneros de seres humanos: el femenino, el masculino y el andrógino. Debido a esto, cuando Zeus los dividió en dos, se daba el caso de los hombres que buscaban su otra mitad mujer o viceversa, pero también de varones que buscaban unirse a varones, y mujeres que buscaban su complemento femenino. Esto abre la posibilidad de distintas formas de amor que la película retomará de manera central en su argumento.
[3] Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray.
[4] Sin embargo, como se hará evidente más adelante, la misma Aster confesará haber sospechado que la identidad detrás de las cartas no era la de Paul.
[5] En inglés, Hell is other people. Todas las traducciones de la película son nuestras.
[6] De hecho, Ellie se encarga de contarle el argumento de A puerta cerrada a Paul.
[7] En cierto punto en la obra A puerta cerrada Garcin logra abrir la puerta, pero ante este sorpresivo hecho, los tres personajes no logran tomar la decisión de salir. “Pero, ¡qué situación!... parece que somos ¡inseparables!, grita Inez, y mientras siguen discutiendo entre los tres Garcin cierra la puerta como si la posibilidad nunca hubiera surgido (pp. 41-42).
[8] Sartre (2009: 95) pone un ejemplo ilustrativo, la historia de un jesuita que conoció cuando estuvieron prisioneros en la guerra. Este hombre había fracasado en todo lo que había intentado, hasta que vio en sus fracasos el signo divino de que tenía que llevar otro tipo de vida, una vinculada con la fe, y se hizo jesuita. Esta conducta, creer que hay signos que nos revelan qué tenemos que hacer, es claramente una figura de las conductas de mala fe. Es la renuncia a asumir la verdadera fundamentación de la acción: la libertad.
[9] Por ejemplo, al final de esa misma escena, Ellie y Aster coinciden en que la canción que suena tiene una mejor parte y justo es la que está sonando. La canción dice: “A love like ours is love that’s hard to find / How could we let it slip away? / We’ve come too far to leave it all behind”. ¿Por qué no interpretar esto como un signo? La canción no es un signo, será un signo si nosotros (los personajes) queremos que lo sea y lo interpretamos.
[10] Cf. SN 455-472.
Luego de haber visto la película “The Half of it” con el comentario redactado por Feijóo, Juan Cruz, Sain, Abril Sofía, concuerdo con lo expresado por los mismos.
Ellie, la protagonista de este film, era quien mantenía en secreto su enamoramiento hacia Aster, respondiendo así desde una posición moral, o desde el “deber ser” que la hacía aceptable ante la mirada de los otros. Se puede observar en ella, que con su accionar pueden dilucidarse como acto ético tanto lo asumido en su declaración de amor, como toma de posición subjetiva de su identidad sexual hacia Aster, como así también, lo es la elección de estudiar en la Universidad. Acto que conlleva, libertad y con este último la responsabilidad, como nos expresa Sartre. Le dará libertad desde un acto de responsabilidad, en cuanto a la elección de quien quiere ser, siguiendo su deseo y de allí, a su compromiso existencial en este mundo.
El film trata de la diversidad sexual y a su vez de como una adolescente explora la angustia ante la incertidumbre del futuro y la construcción de la identidad. Una identidad que se construye en base del discurso y de la mirada ajena del otro que nos hace ser y que construye subjetividades. Las interpelaciones de Paul hacia Ellie, en cuanto de fingir alguien que no es toda su vida, como así también preguntarle si está enamorada de Aster, hace que Ellie de-construya su identidad sexual que la sostenía hasta ese momento. Dicha interpelación en ella, posibilita el movimiento dialectico de construcción, desconstrucción y reconstrucción de la identidad, creando así una nueva posibilidad en el “ser”. Entonces, el ser condice con el deseo, con la responsabilidad y con la libertad, dejando de presentarse como una tabula rasa, en la que se inscriben subjetividades impuestas por los otros, y que determinan la reproducción de formas discursivas de pensar, sentir y por lo tanto accionar, haciendo funcionar a las personas como “entes”. Pero lo que vale es el “ser”, ya que posibilita lo infinito dando una nueva posibilidad de generar un cambio subjetivo.
Ser a partir de la mirada de los otros. Descubrir y atravesar la vergüenza para ser...
Algo de este tránsito ocurre en la película, en un juego de miradas- espejos se van construyendo subjetividades. Los personajes van descubriéndose y van siendo a partir de la mirada de los otros. El tema de la mirada ajena (Paul) interpela el amor entre las dos chicas. Los tres personajes transitan por una serie de movimientos que van mostrando cómo el amor se distancia del concepto de “encuentro de dos mitades”.
En la escena que Ellie besa a Aster actúa su libertad, afirmándose en su deseo. Del mismo modo lo hace cuando toma el tren que la aleja de Aster y su padre y la conduce hacia su deseo de estudiar en la universidad.
Su padre la deja ir, también Paul y Aster. Cuidar del prójimo es poder y saber cuidar su libertad.
Luego de leer el articulo, habiendo visto previamente el film, me gustaría focalizar mi comentario en el personaje de Ellie. Primero resaltar dos aspectos que son , el azar y la necesidad.
El azar lo ubico en el amor de Paul y Ellie por la misma chica, ya que esto no se puede explicar por otras razones. Luego ubico la necesidad en el pedido de confección de la carta, debido a que Ellie aceptó este trabajo por necesitar el dinero.
Ahora bien , entre el azar y la necesidad se encuentra la responsabilidad. Ellie actúa siguiendo a los autores del articulo, a partir de la mirada del otro, ella se construye con esa mirada.
Pero es esa misma mirada la que mas adelante, en la trama, la interpela. La mirada del otro y la pregunta : ¿ estas enamorada de Aster?.
Es la mirada del otro que la interpela, y esto necesita una respuesta... Es aquí donde se quiebra el horizonte de la ética, ya que Ellie al responder cambia de posición y responde en acto conforme al deseo que la habita. Y para concluir me gustaría dejar estas palabras de los autores:
"Debemos recordar que ser libre es ser responsable. Es una verdad ontológica para Sartre que el ser humano es siempre responsable por lo que es" (Feijóo, Juan Cruz, Sain, Abril Sofía).
Película:Si supieras
Titulo Original:The Half of It
Director: Alice Wu
Año: 2020
Pais: USA
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