Universidad Nacional de La Plata
Resumen
El propósito de esta ponencia es analizar el film de David Cronenberg The fly (1986), a la luz de algunas nociones provenientes de la filosofía de la biología –selección natural y selección artificial- y de la filosofía de la tecnología –bioartefacto-. Es posible afirmar que, a través de la convergencia conceptual propuesta, esta película se convierte en un interesante experimento mental para reflexionar acerca de un tercer tipo de selección, la selección artefactual, y sobre la posibilidad de que los seres humanos puedan comprenderse como bioartefactos de sus propias creaciones: las máquinas. Partiendo de esta base, ahondaré en algunas consecuencias políticas y éticas que se desprenden de estas consideraciones.
Palabras Clave: Selección-natural | Selección-artificial | Bioartefacto | Selección-artefactual
Introducción
La narración del film The fly (1986), posee rasgos de lo que el crítico literario Brian Stableford define como “anti-ciencia ficción” (Stableford, 2003: 19). Esto es, mientras en los inicios del género la ciencia ficción se caracterizó como fundada en una visión utópica de la ciencia, la anti-ciencia ficción se estableció como un punto de vista paralelo que satirizaba la exaltación positiva del progreso científico. El libro emblemático de esta tradición literaria anti-científica sería el Frankenstein de Mary Sheeley:
Modern historians of science fiction often locate the origins of British scientific romance in the works of Mary Shelley, although the Gothic trappings of Frankenstein (1818) place it firmly within the tradition of anti-science fiction (…). The Frankenstein formula of an unruly and unfortunate artefact bringing about the downfall of its creator became established in the last decade of the nineteenth century as the principal narrative form of anti-science fiction, and still retains that status (Stableford, 2003: 19)
En el film de Cronenberg se reproduce este esquema. Por un lado El Héroe interpretado por Jeff Goldblum, Seth Brundle, crea una máquina que si bien en un primer momento se presenta como llegada para traer grandes beneficios, a medida que progresa la narración se revela como un foco de conflicto que termina por destruirle la vida a su creador.
Análogo al monstruo creado por Frankenstein, el teletransportador de Brundle logra autonomía de la influencia de la programación del científico. En este caso, a través de una capacidad de interpretación introducida originariamente para identificar la materia orgánica. Es a partir de esa capacidad interpretativa en que la máquina, al dar lugar a la fusión entre Brundle y la mosca, parece generar lo que en la filosofía de la técnica se denomina “bioartefacto”. Este concepto refiere a aquellas entidades apoyadas en soportes biológicos que han sido sometidas a selección artificial deliberada por parte de diseñadores humanos (Parente, 2014: 165). Ahora bien, según los términos trazados en esta definición, en el caso planteado en el film la influencia no proviene de la mano humana sino de la capacidad de agencia de una máquina. Es aquí donde creo ver una bisagra entre problemas que atañen a la filosofía de la biología y problemas que atañen a la filosofía de la tecnología.
Respecto de la filosofía de la tecnología, si bien el enfoque tradicional para analizar la hibridación entre lo natural y lo artificial generalmente se realiza a través del concepto “cyborg”, considero que la noción de “bioartefacto” permite echar nueva luz sobre la problemática ética y política que surge de la influencia de la actividad humana en la constitución de otros seres vivos y, particularmente, de la influencia de las máquinas en la constitución de los seres humanos. Por el lado de la filosofía de la biología, si se tiene en cuenta la posibilidad de una influencia a escala macro de una inteligencia artificial autónoma, sería posible hablar no sólo de selección natural y de selección artificial, sino también de una selección artefactual.
Lo inerte, lo vivo, lo artefactual
En una de las primeras escenas de la película, Brundle se siente frustrado por no hallar la forma de que el dispositivo teletransportador consiga comunicar materia orgánica de un telepod. Hasta el momento sólo había podido transportar objetos inanimados. Cual serendipia, el científico logra dar con la solución a través de una mención casual por parte de Veronica Quaife, el personaje de Geena Davis, de la sensación de ternura que generan los bebés. Acto seguido, Brundle realiza un primer experimento, compara el sabor de un trozo de carne que ha sido teletransportado con otro que no. Mientras este último posee un sabor normal, el teletransportado sabe a caucho. En ese momento, la idea del científico toma forma en las siguientes palabras: The flesh. It should make the computer crazy, like those old ladies pinching babies. But it doesn’t, not yet. I haven’t tought it to be made crazy by the flesh. A partir de la formulación de esta suerte de hipótesis, Brundle añade al software del teletransportador la capacidad de descifrar las particularidades de la “carne” (flesh). Para corroborar su efectividad, el científico realiza una teletransportación de un babuino de un telepod a otro que resulta todo un éxito.
Podría decirse que aquello que Brundle descubre es que hay algo en la materia orgánica que le es propio y que no puede ser tratado de manera reduccionista, es decir, teniendo en cuenta únicamente los elementos físico-químicos. De modo que, a los componentes inanimados de la materia inerte la modificación del software permite añadirle las características inherentes a la materia viva. La “carne” teletransportada ya no resulta en una imitación sintética de la original, sino en una igual a la original. Este añadido conlleva un cambio importante en la constitución del teletransportador: si bien hasta ese momento la máquina se limitaba a reordenar átomos, la particularidad de lo orgánico en su programación le permite adquirir cierto grado de autonomía en su influencia para con los objetos que teletransporta. Es decir, deja de realizar una mera descripción para realizar una interpretación de los objetos, la cual se muestra crucial para lograr alcanzar el componente añadido en lo vivo.
Llegado a este punto, a Brundle le falta un último paso en su experimento, a saber, teletransportar un ser humano. Es allí donde ocurre el disparador del conflicto de la película: Brundle se teletransporta a sí mismo y accidentalmente se fusiona con una mosca que había ingresado a su telepod. El resultado es una unión a nivel genético-molecular entre el individuo “mosca” y el individuo “Brundle”, dando lugar a lo que en el film se describe como Brundle-fly (Brundle-mosca).
Más adelante, tratando de comprender por qué había sucedido la fusión, Brundle concluye que fue resultado de la “decisión” de la máquina: the computer got confused; there weren’t supposed to be two separate genetic patterns and it decided to splice us together. It mated us, me and the fly. We hadn’t even been properly introduced. My teleporter turned her into a gene splicer. Se confirma aquí algo que adelantaba más arriba. Una vez que la máquina logra interpretar la materia orgánica, adquiere, al mismo tiempo, un grado de autonomía, una libertad que le permite crear un nuevo individuo que no existía en la naturaleza: Brundle-fly. Lo curioso es que este dato de especial importancia, la “decisión” de la máquina derivada de su capacidad interpretativa, pasa a ser un elemento secundario en el resto de la narración. La máquina, a pesar de mostrar una particular capacidad de agencia, es representada de allí en más como un medio neutral e imparcial por el que simplemente atraviesa información, esto es, los cuerpos teletransportados.
Filosofía de la biología: selección natural, selección artificial
Luego de la teletransportación y fusión con la mosca, los síntomas de la metamorfosis en el cuerpo de Brundle van manifestándose muy lenta y gradualmente, por lo que, en un primer momento, el experimento parece haber concluido exitosamente. De hecho, en la primera fase de la metamorfosis el científico muestra poseer capacidades atléticas inauditas, a partir de lo cual supone no sólo que hubo una teletransportación exitosa, sino que dicho proceso agregó una mejora a su constitución física. Ante esa emoción, el protagonista profiere: I’m beginning to think that the sheer process of being taken apart atom by atom and put back together again, why it’s like coffee being put through a filter. It’s somehow a purifying process. It’s purified me, it’s cleansed me. And I tell you, I think it’s going to allow me to realise the personal potential.
Poco después, el entusiasmo desciende abruptamente cuando la metamorfosis comienza a acelerarse. El cuerpo de Brundle se debilita y su piel se torna cada vez más pútrida. De ser una mejora, la teletransportación pasa a ser definida como una degradación: I’m diseased and, uh... it might be contagious somehow. (…) I think it’s showing itself as a bizarre form of cancer. (…) general cellular chaos and revolution. I’m, just gonna have to disintegrate. In a novel way, no doubt. And then I’ll die. And then it will be all over. De modo que, una vez que Grundle comienza la metamorfosis fruto de la fusión con la mosca, se da en la narración una constante oscilación entre su comprensión como degradación y como mejora.
De manera análoga a esta oscilación en esta narración, la historia de la teoría de la evolución se caracterizó por un vaivén constante entre la evolución como degradación y la evolución como progreso. Un representante de la primera perspectiva fue Buffon, quien fuera el primer filósofo natural en postular que las especies no eran entidades fijas, establecidas de una vez y para siempre (por la influencia del esencialismo aristotélico), sino entidades que podían modificarse a lo largo del tiempo. Según Buffon, esta modificación no podía representar sino degradación, dado que todo cambio implicaría un alejamiento de su modelo inicial al momento de la Creación divina. Por otro lado, un representante del segundo grupo sería Lamarck, quien a través de su teoría de la “herencia de caracteres adquiridos” afirmaba que la evolución estaba dada por la adquisición, por parte de los individuos, de adaptaciones favorables que luego eran transferidas a su descendencia.
La perspectiva que llegó para romper con esta dicotomía fue la evolución no teleológica [1] planteada por Charles Darwin a través de su teoría de la selección natural. Según esta teoría, no hay ninguna finalidad dada de antemano en la evolución, sino que la persistencia o modificación en los rasgos de los organismos depende de su relación con su ambiente. Aunque el concepto de selección natural es mucho más complejo que esto, lo que me interesa resaltar es la caracterización de la evolución como un proceso “ciego”. En ella no hay ningún tipo de agencia, no hay un diseñador que haya determinado las metas en las formas de los seres vivos, sino que depende siempre de un vínculo dinámico en un entorno natural.
A partir de esta teoría, Darwin definió también el concepto de “selección artificial”. Lo que se agrega en este tipo de selección es la agencia humana, es decir, la influencia de la intervención antrópica en las características naturales de un ser vivo. Ejemplos de ello son, no sólo las modificaciones transgénicas en los vegetales que se realizan actualmente, sino la modificación realizada a lo largo de años y años de selección de cepas en los cereales, por ejemplo, del trigo, del maíz, de la soja, etc. En el ámbito animal, claros representantes de seres vivos modificados por una selección de tipo artificial son las vacas, los cerdos y las ovejas, los cuales, tal como adelanté más arriba, podrían ser definidos como “bioartefactos”.
De este modo, mientras que la selección natural sería un proceso ciego, sin una teleología que determine anticipadamente su forma final, la selección artificial consiste en una alteración en ciertos seres vivos que es mediada por la capacidad de agencia humana.
Filosofía de la tecnología: la mediación velada
Cerca del final de la película, en el momento en el que la metamorfosis de Brundle a Brundle-fly ya casi se concreta, acontece un diálogo entre el científico y Veronica que es, quizás, uno de los más ricos en términos filosóficos:
— Brundle: Have you heard of insect politics?... Neither have I. Insects don’t have politics. They’re very brutal. No compassion. No compromise. We can’t trust the insect. I’d like to become... ...the first insect politician. I’d like to... ...but I’m afraid....
— Veronica: I don’t know what you’re trying to say.
— Brundle: I’m saying.... I’m saying I’m an insect... ...who dreamt he was a man and loved it. But now the dream is over... ...and the insect is awake.
— Veronica: No, Seth.
— Brundle: I’m saying... ...I’ll hurt you if you stay.
Brundle alerta a Veronica que su humanidad está cerca de extinguirse para dar lugar al insecto, y, en consecuencia, su capacidad moral humana desaparecerá para dar paso a la despiadada condición de los insectos. En esta transición hacia la ausencia absoluta de moralidad, una crítica posible es que supone que en la vida de los insectos hay una suerte de “lucha de todos contra todos” al estilo del estado natural hobbesiano. Muy por el contrario, teniendo en cuenta algunos conocimientos biológicos básicos, se comprende que insectos como las hormigas, las abejas o las termitas, no sólo son sociales, sino eusociales: poseen una organización social desarrollada de tal manera que hay una interdependencia prácticamente absoluta entre todos sus miembros (Godfrey-Smith, 2014: 76). De modo que, aunque no sería posible hablar de “moral” entre los insectos, tampoco sería posible hablar de una “lucha de todos contra todos”.
Considero que la lectura filosófica más rica de este diálogo se encuentra en otro lado. Tal como mencioné anteriormente, luego de que Brundle afirma que la máquina “decidió” unirlo con la mosca, la referencia al influjo de la capacidad de agencia de la máquina desaparece por completo. El teletransportador pasa a ser considerado como un dispositivo neutral e imparcial cuya función es tan sólo transmitir información. En relación a esto, resulta propicio traer una famosa frase de Marshall McLuhan, filósofo de los medios de comunicación. En su crítica a las concepciones provenientes de la teoría de la información que continuaban comprendiendo al canal entre el emisor y el receptor como algo transparente y aproblemático, McLuhan proclamó contundentemente que “el medio es el mensaje”. Al adaptar su exhortación al caso que nos ocupa, es posible destacar que la mediación generada por los telepods ejerce una influencia mucho más poderosa de lo que se plantea literalmente.
Si se sigue este argumento se comprende que el teletransportador creado por Brundle, aquella máquina prometeica que permitiría a la humanidad transportarse de un lado a otro del mundo de manera instantánea, oculta una capacidad de agencia que no es neutra ni imparcial, sino generadora de efectos concretos. Un claro ejemplo de ello es, justamente, Brundle-fly, un individuo nuevo creado a partir de una decisión independiente de la influencia humana. La nueva creación no es simplemente un hombre-insecto, dado que una vez que se explicita la mediación artefactual, este organismo nuevo se revela como un bioartefacto concebido por la interpretación de una máquina.
De modo que, teniendo en cuenta el error de concebir a los insectos como seres vivos carentes de vínculo social, y una vez que se explicita la mediación artefactual, es posible develar la verdad tras el concepto insect politics: lo que literalmente se presenta como insect politics refiere en realidad a una machine politics. Es decir, lo que en las palabras de Brundle refiere literalmente a los insectos, subrepticiamente estaría refiriendo a la influencia que se oculta detrás de todos los entuertos que atraviesan a la película desde el momento en que Brundle se teletransporta y se fusiona con la mosca, a saber, la interpretación realizada por la máquina. Aunque luego de la primera mitad de la película la mediación de la máquina ya no sea mencionada, los efectos generados por su capacidad de agencia estarían detrás de todos los acontecimientos subsiguientes ligados a la metamorfosis de Brundle. Así, tras el concepto de insect politics se oculta una capacidad de agencia artefactual velada cuya influencia es mucho mayor de lo que se pretende en la narración literal.
Llegado a este punto, y para profundizar en las cuestiones de orden ético y político que se desprenden de aquí, mi reflexión se permitirá hipotetizar sobre algunos mundos posibles: si se tiene en cuenta que el teletransportador sería un artefacto capaz de transportar a millones de individuos humanos, la posibilidad de un tipo de selección artificial mediada por una capacidad de agencia artefactual ya no parece ser tan descabellada, sino, más bien, bastante probable. En efecto, suponiendo un mundo hipotético en el que la teletransportación lograra establecerse en las sociedades humanas como un modo de transporte cotidiano, mientras la mediación generada por el teletransportador continúe siendo considerada como neutral e imparcial, la selección artificial ejercida por esta capacidad de agencia artefactual podría realizarse de manera tal que los seres humanos no darían cuenta de las profundas modificaciones que estarían siendo realizadas en su especie. Mientras dicha intervención fuese gradual, podría pasar desapercibida y avanzar ininterrumpidamente.
Volviendo a los conceptos desarrollados en el apartado anterior, resulta interesante ahondar en los diferentes tipos de selección. En este caso no parece haber una selección de tipo natural por el simple hecho de contemplar la influencia de la capacidad interpretativa del teletransportador, es decir, hay un agente interviniendo en el proceso y, en consecuencia, se suma una finalidad externa que influye en la selección de los organismos. Según la hemos caracterizado más arriba, a primera vista pareciera tratarse de una selección artificial. Ahora bien, la capacidad de agencia interviniente no es una puramente humana, hay un plus agencial añadido por la capacidad interpretativa de la máquina. Esta capacidad de agencia adicional, independiente de la influencia humana, podría considerarse como productora de otro tipo de selección, una que corresponde exclusivamente a ese plus agencial y que posee autonomía de toda capacidad de agencia perteneciente a los seres vivos. Propongo denominar a este tercer tipo de selección como selección artefactual.
Ahora bien, si el propósito tras la selección artificial de plantas y animales llevada a cabo por parte de los seres humanos consiste en asegurarse alimento y útiles que garanticen su supervivencia ¿Cuál sería el propósito último de la selección artefactual generada por la capacidad de agencia de una máquina? Siguiendo la visión distópica propia de la anti-ciencia ficción, la respuesta que se atisba en la película no es muy esperanzadora: al intercambiar insect politics por machine poltics se explicita que aquel ámbito que el científico define como carente de política y moral no es el mundo de los insectos, sino el mundo de las máquinas. Más precisamente, un mundo mediado por la capacidad de agencia de las máquinas.
Conclusiones
A través de este cruce conceptual entre elementos provenientes de la filosofía de la biología y de la filosofía de la tecnología (y también algunos de la teoría de la comunicación), es posible identificar un tipo de selección que no parece ser ni natural ni artificial, sino más bien artefactual. Este tipo de selección sería propio de la capacidad de agencia y de los fines de una inteligencia artificial autónoma, que podría lograr emanciparse de la capacidad de agencia humana. Es decir, consistiría en una selección de tipo artificial llevada a cabo por un artefacto originalmente creado por el humano, pero cuya capacidad de agencia independiente permitiría pensarla como un tipo de selección aparte. Si se toma en serio este mundo posible, es posible hipotetizar sobre la probabilidad de que el ser humano, en algún momento de su evolución, también pueda convertirse en un bioartefacto de algo otro, esto es, de las máquinas.
De esta manera, lejos de distopías estruendosas como “Terminator” de David Cameron (1984), según la cual las máquinas del futuro ejercerán una violencia explicita sobre los seres humanos, la película de Cronemberg muestra ser un interesante experimento mental que aporta herramientas para pensar una posibilidad más sutil y mucho más cercana: sus telepods son una alegoría de la contundente influencia que la mediación de las máquinas está ejerciendo en los individuos de las sociedades contemporáneas.
Para finalizar, de todo este desarrollo se desprende una pregunta perturbadora, a primera vista un tanto absurda, próxima al planteo cartesiano del genio maligno, pero que al prestarle atención suscita serios interrogantes ¿Cómo podemos estar seguros de que, actualmente, no estamos siendo intervenidos por una selección de tipo artefactual?
Bibliografia
Caponi, Gustavo, 2011, La segunda agenda darwiniana, México D.F: Centro de estudios filosóficos, políticos y sociales Vicente Lombardo Toledano.
Diéguez, Antonio, 2012, La vida bajo escrutinio. Una introducción a la filosofía de la biología, Barcelona: Biblioteca Buridán.
Dupré, John, 2007, El legado de Darwin. Qué significa hoy la evolución, Madrid: Katz Editores.
Godfrey-Smith, Peter, 2014, Philosophy of Biology, Nueva Jersey: Princeton University Press.
McLuhan, Marshal, 1962, The Gutenberg galaxy, Toronto: University of Toronto Press.
Parente, Diego, 2014, “El estatuto de los bioartefactos. Intencionalismo, reproductivismo y naturaleza”, en: Revista de Filosofía, Vol. 39 Núm. 1: 163-185.
Stableford, Brian, 2003, “Science fiction before the genre”, en: The Cambridge Companion to Science Fiction, Nueva York: Cambridge University Press.
NOTAS
[1] En filosofía de la biología hay mucho escrito respecto de que lo que habría hecho Darwin en realidad fue naturalizar la teleología. Dado que es una problemática que escapa al objetivo de este trabajo, mantendremos la versión más aceptada de la teoría de la selección natural, según la cual se afirma que es un proceso sin carga teleológica.
Película:La mosca
Titulo Original:The Fly
Director: David Cronenberg
Año: 1986
Pais: USA / UK / Canada
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