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Política y subjetividad en Si può fare

por Harguindey, María Alicia

A modo de resumen

La película "Si puó fare", inspirada en las experiencias de las cooperativas de trabajo nacidas a partir de la sanción de la "ley Basaglia" en Italia; contribuye a la reflexión acerca de la relación entre política y subjetividad. Esta ley nace de la lucha de la antipsiquiatría, movimiento que reclamó para el campo de la política el abordaje de la cuestión del sufrimiento mental, combatiendo el proceso que lo instaló en la sociedad como incumbencia del campo médico. El compromiso en tal sentido que asume el protagonista, a quien vemos desafiar el paradigma tradicional de tratamiento de la locura, encuentra en su propio discurso un punto de retorno, cuando revela aspectos de una subjetividad que se ajusta debidamente al orden social e histórico que rechaza. Se percibe así un discurso que respalda la renovación de los condicionamientos que atan al sujeto a nuevos controles sociales; en lugar de darle salida, según los ideales que sostiene. Esta paradoja nos invita a considerar otro problema, el de la presencia del conflicto social en la intimidad subjetiva, asunto sobre el cual solo mencionaremos que algunos autores proponen diferentes metodologías de corte individual como condición para una acción política colectiva transformadora (Cooper, Rozichner); mientras que otros entienden que esas propuestas, que combaten mistificaciones, corren el riesgo de producir otras en su reemplazo (Mannoni).

Introducción

En El psiquiatra, su loco y el psicoanálisis, la psicoanalista Maud Mannoni observa que “no son el psiquiatra ni la sociedad los que crean la locura, pero son responsables del modo en que ella se fija en el asilo” (p. 28). En este texto, de 1970, Mannoni entiende que “la antipsiquiatría ha nacido (…) como una protesta contra la medicalización de lo no-médico, como movimiento que se opone desde un primer momento y ante todo a cierta forma de monopolio del saber médico” (p. 9). Destaca también que se inscribe en un proyecto político, que elige defender al loco contra la sociedad y que “se empeña en crear lugares de recepción de la locura, lugares concebidos a la vez como refugio contra una sociedad opresiva y como desafío respecto de las estructuras médico-administrativas que desconocen la verdad y el poder de cuestionamiento que se desprende del discurso de la locura” (p. 159). Uno de esos refugios lo constituyeron las cooperativas de trabajo que florecieron en Italia bajo la ley 180, algunas de las cuales subsisten hasta hoy. La película Si puó fare, de 2008, está dedicada a las más de 2.500 cooperativas sociales existentes en Italia y a las 30.000 personas que trabajan en ellas. La ley fue la primera en reconocer derechos a personas con padecimientos mentales en Italia, se aprobó en 1978 y por ella se ordenaba la transformación de los hospitales psiquiátricos en centros de salud mental comunitarios. Fue conocida como “Ley Basaglia”, por el apellido de su principal impulsor, psiquiatra fundador del movimiento Psiquiatría Democrática. Por esta ley se inició en ese país un proceso de deshospitalización de los trastornos mentales, ya que al igual que nuestra Ley Nacional de Salud Mental 26.657 (sancionada en diciembre de 2010), prohibió la construcción de nuevos manicomios y previó su transformación paulatina por dispositivos de inclusión social (Basaglia, 2000, 15).

Tercermundismo, hipismo, feminismo, politización de los jóvenes, cuestionamientos sobre las desigualdades de género y de raza, manifestaciones contra la guerra; la década del 60 fue un escenario de múltiples luchas entre las que no faltó la reivindicación de derechos para los enfermos mentales. Como una forma más del segregacionismo político, se denunció a la psiquiatría por su poder policíaco, que reprimía formas de ser cuyo valor de interpelación del orden social resultaba negado.

En este contexto, hacia 1967, aparece el libro de David Cooper Psiquiatría y Antipsiquiatría. El psiquiatra denuncia allí las teorías y prácticas fundamentales de la psiquiatría convencional y sostiene que “la psiquiatría del último siglo está excesivamente al servicio de las necesidades alienadas de la sociedad” (p.8). Cooper llega a la conclusión de que la psiquiatría es la forma más notable de violencia, y considera que con mucha frecuencia “no hace más que representar a la sociedad contra estos pacientes” (p. 11), transformándose en una técnica de invalidación social basada en hipótesis falsas. Cooper, como otros autores de la antipsiquiatría, no encuentra razones biológicas, químicas o anatómicas que expliquen los trastornos psíquicos; y postula, en cambio, que se debe ver como “un fracaso demostrable en un campo microsocial” en la que la experiencia de una persona es invalidada por otros, “en virtud de razones culturales y microculturales” (p.15). Refiere Cooper la cercanía entre los procesos de invalidación y de supresión, es decir, entre la invalidación que pasa por el menosprecio y la exclusión hasta “el asesinato y el exterminio en masa” (ídem). Es Ronald Laing, psiquiatra cuyas teorías abonaron a la antipsiquiatría, quien retoma el concepto marxista de mistificación y lo subraya como técnica de invalidación común en las familias de esquizofrénicos, caracterizada por ““confundir, ofuscar, ocultar, enmascarar lo que está ocurriendo”, y porque “induce confusión en el sentido de que no se logra ver qué se está experimentando realmente, qué se está haciendo o qué está ocurriendo” (p. 398).

Trabajo, subjetividad e ideología

La trama de esta película italiana se ubica en Milán, en 1983. Un médico psiquiatra, el Dr. Del Vecchio, declara la impotencia de las leyes frente a la locura. Urgido por dar una solución al problema derivado de la desmanicomialización funda la Cooperativa 180:

-“Nos llamamos cooperativa 180, en honor de la Ley Basaglia, que como usted sabe, cerró los manicomios y dejó libre a los locos”.

Allí llega Nello Treddi, sindicalista de izquierda que toma a su cargo la dirección de la cooperativa. Del Vecchio le explica así la situación:
-“… si las familias los llevan de vuelta, se vuelven locas ellas también… y si no se los llevan. ¿entonces qué hacen?”
-“No lo sé”, responde Nello.
-“Exacto, nadie lo sabe. Fundé la Cooperativa para hacerme cargo de algunos, pero no tengo tiempo para estarle detrás. El manicomio tiene otros 150, a quien nadie quiere de vuelta”.
-“Pero ¿qué produce la cooperativa?”
-“¿qué quiere que produzca? Limosnas. Para el municipio, pegan sellos. Para los supermercados, ponen precios a las aceitunas. Una semana con carozos, y otra sin carozos, sino se confunden”.

Las cosas cambiarán con la dirección de Nello, que está convencido de que la dignidad del trabajo es herramienta de liberación de la alienación social. Aunque para Del Vecchio “la enfermedad mental lo aísla a uno del mundo”, y considera que hasta hablar puede ser cansador para los enfermos; Nello no coincide en que los pacientes sean incapaces para tomar las responsabilidades de un trabajo. Su posición queda resumida en esta frase: “yo no soy médico, no soy un director de un hospital, estoy acá para dirigir una cooperativa de trabajo, y ya que estoy aquí los trato como trabajadores”. A la mirada invalidante del psiquiatra, opone un trato igualitario. Nello ha traído nuevos nombres para todos, los llamará -con gran asombro para ellos-: “señores”, “cooperativistas”, “socios” y “trabajadores”. Está convencido de que el trabajo iguala a las personas, e incluir a los miembros de la cooperativa con sus habilidades en el mundo del mercado parece requisito para una ampliación de sus posibilidades de inserción que intentará más adelante. Así avanza sobre su ideal de salud e inserción social, proponiendo dejar el trabajo asistencial y desprendiendo la cooperativa de la tutela del centro psiquiátrico y de Del Vecchio. Los miembros se instalan en una nueva sede, donde son los “inquilinos” (ya no internos) y otro psiquiatra controla la disminución de la medicación al 50 %. Los socios se comprometen en asamblea a vivir exclusivamente de “satisfacer al mercado con el propio trabajo, su propio sacrificio y su propia capacidad”.

Nello descubre casualmente que algunos pacientes tienen una habilidad especial de diseñar figuras simétricas, y que estas figuras pueden transformarse en un plus para el emprendimiento de colocación de pisos de parqué. Mientras que para el psiquiatra la producción de estas imágenes tenían un valor mecánico, compensatorio del desorden interno, Nello hará que se muestren como exclusivos diseños artísticos para vender. El giro que observamos se da entre el reconocimiento de los diseños como habilidades, instancia de subjetivación donde se da lugar y valor a una producción singular liberada de las exigencias normativizadoras ; y el tiempo en el cual esta creatividad se transforma en mano de obra y mercancía requerida, cuando Nello sale a buscar pacientes con esas características, que presenten esta inclinación hacia las formas simétricas. Allí su objetivo es el de cubrir la demanda generada, ya no está guiado por el anhelo de conquistar espacios sociales como forma de resistir la opresión masificadora, sino que busca entre las diferencias, habilidades específicas para ofrecer al consumo. Al tiempo que sostiene ideales revolucionarios y una práctica antisegregacionista, para defender ese proyecto se mueve como un operador del mercado, explorando las subjetividades de los posibles nuevos miembros a fin de seleccionar al que mejor se adapte a las necesidades del nuevo nicho. La subjetividad mercantil lo arrastra y se impone sobre su ideología, tergiversando el valor del sujeto al transformarlo en mano de obra, y de su producto, al transformarlo en mercancía. Así, una ideología que se procura no producir represión en los modos de ser acaba proponiendo un nuevo ideal y una nueva invalidación, al hacer participar al hombre del delirio colectivo del mercado.

Mannoni advierte los riesgos que surgen de algunas premisas de los antipsiquiatras, que suponen que la cuestión de la locura podría reducirse a un problema de derechos y de libertades. Ella sostiene que estas posiciones no están al abrigo de todas las formas de mistificación, y que pertenecen a una ideología de la felicidad que privilegia el orden de lo imaginario (p. 47). Señala así los riesgos de los abordajes ideológicos o políticos de la subjetividad, abordajes que podemos ubicar requeridos tanto por autores de la antipsiquiatría (como Cooper) como en autores freudomarxistas como León Rozichner, en cuyos textos hallamos una demanda hacia el psicoanálisis para que se aplique como instrumento de liberación.

En Freud y los límites del individualismo burgués, texto de 1972, Rozichner propone que el psicoanálisis debe entender que la liberación individual tiene su fundamento en la recuperación de un poder colectivo, sin lo cual el “aparato psíquico” freudiano, será “en cada uno de nosotros, una máquina infernal montada por el enemigo en lo más propio” (p. 16). Plantea entonces que hasta que las curas psicoanalíticas no encuentren la necesidad de dirigir la violencia “que el normal y el enfermo ejercen contra sí mismos contra el sistema represor (…) la teoría psicoanalítica será solo una ideología que se detiene, temerosa, en el umbral de su descubrimiento más fecundo: el descubrimiento de la lucha de clases incluida en la subjetividad del hombre como núcleo de su existencia más individual, y que, por la forma que le impuso el individualismo burgués, ignora de sí mismo” (ídem). Por su parte, Cooper sospecha que la terapia, si se diera en escala suficientemente amplia, “se convertiría en peligrosa para el estado burgués y sumamente subversiva, debido a que señala nuevas formas radicales de vida social” (1972, 32).

Tanto el psicoanálisis que propone Rozichner y la terapia de la que habla Cooper, serían herramientas eficaces para abordar el conflicto que anida en la subjetividad entre los intereses del orden político, histórico y social, y los del sujeto, que aún naciendo como efecto de ese orden lo resiste, a veces con la forma del padecimiento. Cooper afirma que “en cierto sentido, todo lo que debemos hacer en primer lugar en nuestro contexto de primer mundo es liberarnos a nosotros mismos con una revolución de la locura” (p. 125), entendiendo que conviene diferenciar la locura de la “irracionalidad genocida y suicida del modo capitalista de gobernar”, de la locura como “tentativa individual” para convertirse en ingobernable e ingobernado, que recorre las fases de “desestructuración, descondicionamiento, deseducación y desfamiliarización” (ídem).

Conclusiones

La narración que nos refiere esta película incluye un giro en el que puede subrayarse el riesgo de la mistificación señalado por la crítica de Maud Mannoni a la antipsiquiatría. El vuelco se produce cuando el protagonista, representante del desplazamiento de la medicalización y del abordaje de la enfermedad mental desde un enfoque político y social según las premisas antipsiquiátricas, pasa de ocupar una función ligada a un ideal de salud y sostenida como intervención subjetivante, a desempeñar una función de reproducción de condicionamientos contraria a ese ideal de salud y a la subjetivación, y asociada a los intereses de orden dominante.

Bibliografía

Basaglia, F. (2000). La condena de ser poble y loco: Alternativas al manicomio. Buenos Aires, Topia, 2008.

Cooper, D. (1967). Psiquiatría y antipsiquiatría. Buenos Aires, Locus Hypocampus, 1976.

Cooper, D. (1972). La muerte de la familia. México, Planeta –De Agostini, 1986.

Laing, R. (1965). “Mistificación, confusión y conflicto”, en Boszormenyi-Nagy, I y Framo, J. Terapia Familiar Intensiva. México, Trillas, 1976.

Mannoni, M. (1970). El psiquiatra, su loco y el psicoanálisis. México, Siglo XXI, 1998.

Rozitchner, L. (1972). Freud y los límites del individualismo burgués. México, Siglo XXI, 1979.



NOTAS





COMENTARIOS

Mensaje de Estrella   » 21 de septiembre de 2019 » estrellacastroclemente@gmail.com 

Me parece genial la película, es una manera de concienciar a la gente, que todos los casos psiquiátricos, no deben ser encerrados, si no tratados en su justa medida.



Mensaje de Harguindey, María Alicia  » 1ro de noviembre de 2015 » lisharguindey@yahoo.com.ar 

Muchas gracias por sus comentarios!



Mensaje de Carlos Fraiman  » 1ro de noviembre de 2015 » cfraiman@fibertel.com.ar 

Buenísimo artículo y buenísima película. Es necesario articular el concepto de sujeto y Salud Mental. La actividad es esencial en relación a la subjetividad. Promover un proyecto, posible y realizable para el conjunto de los miembros contenidos en la ley, es esencial para su sujeción mediante el lazo social. Fin de análisis, poder trabajar y amar en libertad, dijo Freud.



Mensaje de Mariana Pacheco   » 28 de septiembre de 2015 » marian.pache@gmail.com  

El interés del artículo reside en dejar planteados los desafíos a pensar en el cambio de paradigma que implica la Ley Nacional de Salud Mental y Adicciones: la formación de profesionales, los dispositivos alternativos a los hospitales psiquiátricos, la inclusión en la comunidad a través del trabajo, los equipos interdisciplinarios. Todos temas muy actuales en nuestro campo.
Hablar de desafíos es también sopesar los riesgos: ¿cómo pensar en el derecho a un trabajo digno, en el sistema capitalista? ¿cómo pensar en la producción, que es lo que hace marchar a una cooperativa de trabajo como a una empresa capitalista? Los locos no "producen", dice el Dr. "Viejo". Rozitchner, es un pensador que no teme sacudir la teoría psicoanalítica, para plantear la dificultad en el par psique-sociedad. En la Argentina existen experiencias de empresas sociales en salud mental, y de cooperativas de trabajo cuyos socios son usuarios del servicio público de salud mental, como es el caso de La Huella que este año se conformó en cooperativa, siendo la primera en adquirir esta forma legal.




Película:Si può fare

Titulo Original:Si può fare

Director: Giulio Manfredonia

Año: 2008

Pais: Italia

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