Resumen:
A partir de una serie de recortes de la producción británica Sex Education (2019), se abordan desde el Psicoanálisis, los trabajos psíquicos de lo puberal y lo adolescente atenientes a la identidad, el cuerpo, el hallazgo de objeto y el posicionamiento generacional, que tienen lugar en el entretiempo de la sexuación. A la luz de ellos, se interrogan las condiciones que posibilitan que Otis, el protagonista, un adolescente de 16 años muy versado en la teoría pero inhibido sexualmente en la práctica, pueda hacer un movimiento hacia la exogamia. En esta línea, se sostiene que, mientras que la identificación paterna conjugada con los primeros significantes resulta para el muchacho una fuente de inhibición, será la identificación con el rol materno como terapeuta sexual de sus compañeros de escuela, la que dé lugar a las condiciones de posibilidad para que la salida de la endogamia tenga lugar.
Palabras Clave: pubertad | adolescencia | psiquismo | sexualidad
Adolescent Psychic Processes Through Sex Education
Abstract:
Based on a series of clips from the British production Sex Education (2019), from a Psychoanalytic perspective are addressed the psychic processes involved in puberty and adolescence in regard to identity, the body, the object finding and the generational positioning, that take place in the halftime of the sexual development. In light of them, are questioned the conditions that make it possible for the main character, Otis, a 16 year old adolescent who is very well versed in sexual theories but inhibited in practice, to make a move towards exogamy. In regard to this, it is argued that, while the parental identification together with his early meanings are source of inhibition to the boy, it is his identification with the maternal role as a sexual therapist of his schoolmates, what gives him the conditions of possibility to make a movement to exogamy.
Keywords: puberty | adolescence | psychism | sexuality
La magia del cine [y las series] radica, como sostienen Fariña y Tomas Maier (2016), en ser un arte que plasma una realidad de manera directa e inmediata sin que se confunda con la del espectador, a la vez que se vale de recursos especiales, para permitir experimentar situaciones, con el propósito de pensar un problema; puede decirse, de investigación. En este sentido, y a partir del método ético-clínico de lectura de películas y series, es posible realizar un abordaje que no dé por supuesto el dato a investigar, sino conjeturarlo a partir de indicios y detalles, que luego permitirán (de)mostrarlo (Fariña y Tomas Maier, 2016). Se trata, entonces, como refiere Badii (2018), de “considerar al cine como una vía de acceso conceptual a problemáticas complejas del campo de la subjetividad” (p.65), lo cual puede hacerse a partir de fragmentos de pocos minutos de duración.
A partir de estas premisas iniciales, se propone un acercamiento psicoanalítico a los trabajos psíquicos a los que el adolescente se ve obligado en lo que Grassi (2010) denomina el entretiempo de la sexuación, y que le permiten, a partir de la oleada pulsional que despierta la pubertad, una reorganización del cuerpo y de su subjetividad, la creación de nuevos sentidos propios y la elección del objeto sexual, todo lo cual lo conducirá hacia la exogamia. Para ello, se vale de la producción británica Sex Education (2019), que actualmente cuenta con tres temporadas en la plataforma de streaming Netflix. La misma, tiene como protagonista al personaje de Otis Milburn (Asa Butterfield), un adolescente de 16 años hijo de una terapeuta sexual (Gillian Anderson) y un psicoanalista (James Purefoy), en proceso de acomodarse a las sensaciones corporales sexuales que lo invaden. A su vez, el muchacho no puede evitar la atracción que siente por su amiga Maeve (Emma Mackey), con quien crea en la escuela a la que asisten, un negocio secreto de consultoría sexual, adoptando con ello, un rasgo de su propia madre. Es a partir de este nuevo rol y los vínculos que establece a partir de él, que Otis comienza a aventurarse en sus primeras exploraciones sexuales, a hacerse nuevas preguntas, buscar otros sentidos posibles, proyectarse un futuro y, en definitiva, hacerse un nombre propio que le permita ir corriéndose del lugar de hijo que había sido central en su vida hasta entonces.
A partir de lo antedicho, guía el presente trabajo, un interrogante: ¿De qué modo la identificación al rasgo materno, resulta para Otis, una condición de posibilidad para hacer un movimiento hacia la exogamia?
El Entretiempo De La Sexuación
En Tres ensayos de teoría sexual, Freud (1905) plantea la acometida en dos tiempos del desarrollo sexual, momentos ambos, entre los que media un período de latencia. Mientras que el primero de ellos, la sexualidad infantil, se caracteriza por el primado de las pulsiones parciales y el autoerotismo, el segundo, que tiene lugar a partir del advenimiento de la pubertad, implica transformaciones decisivas, que supondrán el primado de la sexualidad genital y el arribo a una sexualidad adulta “normal” (p.179).
Este segundo tiempo del que habla Freud, explica Córdova (2013), se juega en lo que Adrián Grassi da a llamar el entretiempo de la sexuación, caracterizado por un proceso de confluencia de la sexualidad infantil y la genital. Es decir, como describe este autor (2010), una cierta estación de recambio en la que se juegan procesos psíquicos correspondientes a los tiempos lógicos de lo puberal y lo adolescente, que suponen un recambio de la identidad infantil, de des-orden del cuerpo, del objeto familiar y un reposicionamiento generacional. Así:
“Entre re-edición y repetición, lo puberal adolescente tiene urgencia de transformar y crear. Urgencia por la inscripción de un cuerpo que conlleve una identidad diferenciada de lo infantil, de lo conocido y parental, con rasgos originarios y que contenga el deseo genital ligado a un objeto no-familiar. Entre repetición de lo viejo e inscripción de lo nuevo, lo puberal adolescente demanda un proceso identificatorio que se debate entre principio de permanencia y principio de cambio”. (Grassi, 2010, p.33)
Lo Corporal Puberal-Adolescente
Tal como refiere Scalozub (2007), en la adolescencia cobra protagonismo el cuerpo. Pero, no se trata propiamente de un cuerpo anatómico, sino de otro, vinculado a la sensorialidad, al placer, al dolor, a la sexualidad y a lo enigmático de su significado. Por ello, el cuerpo para el Psicoanálisis, no es un dado. Por el contrario, el ser corporal debe constituirse por medio del investimento libidinal que sobre él ejercen, en un primer momento, los objetos primarios y, posteriormente, el propio Yo, en tanto que poseedor de éste. Así, con el advenimiento de la adolescencia, y conforme hayan sido sus experiencias infantiles, el adolescente se enfrenta a la tarea de procesar lo que su cuerpo le plantea en ese particular momento de su vida. Es decir, “lo pulsional, con la particular fuerza del empuje puberal, le exigirá poner en marcha una actividad simbólica frente al devenir de cambios en las formas y rasgos corporales vinculados al sexo, femenino o masculino y, con ello, la asunción identitaria” (p.378). Se trata de transitar un duelo por el cuerpo infantil y una apropiación de su nueva forma adolescente, mediante un proceso de simbolización que le permita habitar su nuevo cuerpo cambiado y cambiante. No obstante ello, “el extrañamiento promovido por los cambios puede hacer vivir al púber, por la eclosión sexual y sus efectos, una sensación de cuerpo como un ajeno para su psiquismo” (p.378).
Es precisamente este punto, el que aparece en primer plano ya desde el inicio del piloto de Sex Education, cuando en una conversación casual camino al primer día de escuela tras las vacaciones, Otis le confiesa a Eric (Ncuti Gatwa), su mejor amigo de toda la vida, que masturbarse le resulta “demasiado” y que, pese a tener erecciones, sencillamente espera a que éstas se pasen, porque “no [le] gusta cómo se siente”. En consecuencia, si la pulsión es para el Psicoanálisis un concepto límite entre lo psíquico y lo somático (Freud, 2015), puede inferirse ya aquí una hiancia, entre esa creciente tensión sexual corporal que emerge por el empuje de lo puberal, y el trabajo psíquico que supone su inscripción; aspecto éste, que el mismo Eric denota cuando le enfatiza a Otis el enorme desarrollo corporal que sus compañeros han tenido durante el verano y apunta: “Es una nueva frontera, amigo sexualmente reprimido. Nuestra chance de subir en la cadena alimenticia social. Nos transformaremos”, en alusión al mundo de posibilidades que se abre ante ellos, si todo marcha bien. A lo cual Otis replica con pesar: “¿Debemos hacerlo?” (Nunn, 2019).
Se evidencia, entonces, que no por ofrecer un abanico de oportunidades, el desarrollo puberal-adolescente será un acontecimiento del orden de lo inmediato. Supone para el joven, como afirma Waserman (2011) y Otis anticipa implícitamente en ese “deber hacer”, una exigencia de poner en movimiento el cuerpo y la mente, para conquistar su cuerpo como si se tratara de un territorio desconocido. En este sentido, el espectador halla, una y otra vez, al protagonista invadido por ese cuerpo puberal que late con inusitada frecuencia (Córdova, 2010), incluso ante el más mínimo estímulo, como revela, por ejemplo, la coincidencia de Otis y Maeve en un piscina, y que despierta una erección en el muchacho cuando ella le acomoda el bello de las cejas, y ensayando intentos de masturbarse, para abrirse paso hacia el orgasmo. Sin embargo, una y otra vez, lo ve claudicar en el intento, cuando la repugnancia lo invade, tal como revelan tanto su rostro y el gritito ahogado que lanza, como la música de fondo, en la que (I can’t get no) satisfaction, se desfigura en un chirrido metálico (Nunn, 2019).
Se pone de este modo de relieve, como explica Córdova (2010), que con la dimensión real biológica de las transformaciones de la pubertad, el cuerpo deviene parcialmente soma, territorio inexplorado, imponiendo al psiquismo trabajos de inscripción del cuerpo genital en un proceso de integración psicosomática. En tal sentido, aporta Grassi (2010), la maduración biológica per se, no resulta suficiente para que la integración psicosomática se produzca. Se precisa encontrar nuevos ordenamientos, re-ordenar y des-ordenar lo existente. “La simbolización del crecimiento del cuerpo erógeno, con su naciente genitalidad, implica trabajos psíquicos en relación con el estadio del espejo y del complejo de Edipo, que comprometen toda la estructura del aparato psíquico” (p.31).
Así, para adueñarse activamente del cuerpo genital, el adolescente deberá crearlo y crear-se como tal, en un trabajo de apropiación subjetiva que resulta propiciado por el encuentro intersubjetivo con el otro no familiar. Metafóricamente, la tarea adolescente supondrá “crear-se los ropajes imaginarios y simbólicos para investir con ellos, ese real genital en estado de desnudez” (Córdova, 2010, p.55). Este disfraz, este pretender saber hacer con el cuerpo, es el que Otis, incentivado por Maeve y gracias a los conocimientos teóricos que posee, viste al adoptar entre sus pares, el rol de terapeuta sexual. Pero, conforme asiste a otros en las peripecias de sus encuentros íntimos y vínculos románticos, irá encontrando también, sus propios sentidos, en una escucha que le retorna invertida. En esta línea, por ejemplo, se observa una escena en el episodio piloto, en la que Otis sugiere a Adam, a quien casualmente encuentra oculto en un baño, con una erección especialmente significativa y dolorosa: “Necesitas apropiarte de tu propia narrativa. No dejar que te controle (…) Siéntete orgulloso de tu pene y de tu herencia. Trabaja con lo que tienes” (Nunn, 2019).
Sobre este aspecto, Córdova (2010) apunta que, con la llegada de la pubertad, la familia debe ceder su supremacía y dar lugar a la creación de otros grupos y otros espejos, cobrando el espejo generacional, una importancia decisiva para que se vaya configurando una imagen re-unificada del cuerpo mediante contactos corporales, miradas, gestos, modismos verbales, musicalidades, modas y rituales. Coincide en este punto Grassi (2012) quien, a partir de los aportes de Nasio, sostiene que, con la eclosión de la pubertad, hay una revisita al estadio del espejo, porque tiene lugar una re-fundación de la imagen corporal. Sin embargo, si bien como en la infancia, este estadio del espejo tiene lugar con el otro, ya no será el Otro materno, sino el otro/a en tanto que compañero/a sexual, en los intercambios y exploraciones corporales.
Es ilustrativa al respecto, la subtrama de Sex Education (2019), en la que Otis y su compañera de escuela, Lily (Tanya Reynods), deciden tener juntos su primera experiencia sexual. Y si bien el intento resulta frustrado y concluye con el muchacho en un ataque de pánico, se produce entre ellos un estar frente a frente que les permite acompañarse en la incomodidad, en el no saber qué hacer, en los torpes movimientos del cuerpo que ensayan y se copian mutuamente, buscando verse seductores. Se pone de relieve, entonces, que “la exploración adolescente es una experiencia personal e intransferible que se hace acompañado” (Waserman, 2011, p.42). Así, agrega Córdova (2010), los encuentros significantes con los otros van permitiendo trazar un circuito pulsional intersubjetivo que favorece la operación de des-investir genitalmente el cuerpo incestuoso parental. A la vez, mediante las inscripciones e identificaciones resultantes de los encuentros con el “otro cuerpo” (p.59), es decir, el cuerpo propio que arriba como otro, y el cuerpo de los otros, el adolescente irá creando su propia corporalidad genital, en una dialéctica constitutiva del sí mismo y la alteridad.
No obstante, en ese trabajo de integración psicosomática que supone la subjetividad (Grassi, 2012), muy a menudo, como advierte Córdova (2010), el adolescente no encuentra en el adulto, una escucha que le otorgue legitimidad y sentido a esos estados corporales, para poder figurarlos y ligarlos. En consecuencia, el recurso a la acción es frecuente, cuando el adolescente no puede poner en palabras o expresar con el cuerpo. En este sentido, una vez más la serie Sex Education (2019) permite abordar estas cuestiones atenientes al entretiempo de la sexuación. En el ya aludido capítulo piloto, y a poco de sonar el despertador en la mañana del primer día de escuela, se lo ve a Otis, orquestando una suerte de montaje: toma de la mesita de luz una revista pornográfica antigua, que más tarde el espectador toma noticia pertenece a la colección que su madre utiliza con sus pacientes, y la acomoda sugerentemente abierta sobre la cama, al tiempo que abolla un puñado de pañuelos de papel embadurnados en crema, sugiriendo una escena de masturbación, que él mismo no consigue concretar. De allí, que más tarde, ese escenario sea el promotor de una conversación entre madre e hijo, acerca del tema. Puede interpretarse, entonces, que se trata de la actuación como un intento de poner el cuerpo donde faltan la palabra y la escucha precisas; como un intento de inscripción subjetivante y puesta en escena dirigida al Otro parental (Córdova, 2010). Algo dice Otis con aquella escenificación y, si bien le reprocha a su madre analizar todo lo que él hace, la réplica de ella, parece dar esta vez, en la tecla: “Lo haré cuando dejes de armar escenarios que claramente deseas que vea” (Nunn, 2019).
Hacia El Hallazgo De Objeto
Como establece Freud (1916), la primera elección de objeto es, por lo general, incestuosa, dirigiéndose en el varón, a la madre y a las hermanas. En consecuencia, en la época de la pubertad, cuando la pulsión sexual plantea sus exigencias, los viejos objetos familiares e incestuosos resultan nuevamente investidos libidinalmente. Pero, introyectada ya la barrera del incesto, no solo resulta preciso mantener dicha elección alejada de la conciencia, sino que la tarea consistirá precisamente, en desasir a la madre de estos deseos, para poder emplearlos en una elección de objeto ajeno y real.
No obstante, en esta tarea que conduce a la caída de los objetos de la infancia, pueden delimitarse, como plantea Grassi (2010), dos procesos opuestos entre sí, aunque psíquicamente se producen de modo entremezclado. El primero de ellos, el de lo puberal, pulsa por la continuidad, empuja al autoerotismo, al narcisismo, a los objetos incestuosos y lo familiar. En esta clave, entonces, interesa retomar la ya aludida escena del “montaje de la masturbación”, cuya continuación puede brindar ciertas coordenadas de lectura. Es precisamente mientras Otis examina el escenario que ha armado sobre la cama, que irrumpe en su dormitorio el amante de turno de su madre, un hombre notoriamente joven, que viste tan solo la bata de cama de ella. En la secuencia siguiente, es el propio Otis quien brinda la fórmula para leer retroactivamente su montaje: señala que el amante es muy joven y lo interroga respecto de un posible complejo de Edipo. Y, si bien Jean alega que es normal que un hombre se sienta atraído por una mujer mayor con experiencia, es éste mismo quien confirma la suposición del protagonista con un acto fallido: al despedirse, la llama “mamá” (Nunn, 2019). Así, si se interpreta el fragmento en su conjunto, ¿qué está diciendo inconscientemente Otis, con ese “montaje de la masturbación”? Tal vez, en la clave del estadio genital del desarrollo pulsional que se encuentra atravesando, le ofrece a su madre muestras de potencia, dando cuenta de que él podría ser el hombre junto a ella.
Sin embargo, como advierte Grassi (2010), la elección de objeto no es sin el segundo proceso aludido, el de lo adolescente, que ya acatada la prohibición del incesto, es trabajo de simbolización, de elaboración de la pubertad, de creatividad y hallazgo de objeto por fuera del propio cuerpo familiar. Pero, para terminar de constituirse como tal (exterior, ajeno y extraño), el objeto requiere de tiempos y espacios donde hacerlo, de ensayos y exploraciones. En consecuencia:
“La caída de los objetos de la infancia no se produce sin un pasaje por lo corporal, porque las identificaciones con los objetos parciales son también inscripciones corporales. Estas caídas de los objetos inscriptos en el cuerpo son procesos de inscripciones, reinscripciones, transcripciones de lo corporal por la complementariedad zona-objeto”. (Grassi, 2010, p.42)
Así, agrega el autor, por el trabajo de lo puberal, la pulsión busca el objeto complementario inscripto en el propio cuerpo. Pero, su elaboración psíquica, trabaja el autoerotismo produciendo su excorporación. Es decir, el objeto parcial-complementario se ordena hacia el objeto exterior, deviniendo de este modo lo pre-genital, en para-genital. En este sentido, es condición para el hallazgo de objeto, la creación de una espacialidad exterior al propio cuerpo, que transforme el autoerotismo y el narcisismo, a la vez que produce un espacio extrafamiliar donde encontrarlo.
En esta línea, se puede recortar a partir del episodio final de la primera temporada, un doble movimiento en Otis. Por un lado, se va produciendo un desinvestimento de ese objeto materno incestuoso infantil. Como él mismo consigue poner en palabras en medio de una discusión con Jean: “Traspasas todos los límites personales. Es como si quisieras devorarme como una araña que se come a su cría (…) Como si yo fuera parte de ti (…) No lo soy”, la increpa (Nunn, 2019). Pero, al mismo tiempo, se evidencia en él, el aludido proceso de excorporación del objeto cuando, tras besarse con Ola (Patricia Allison), otra adolescente por la que se siente atraído, y presentar una erección en consecuencia, corre a su habitación y consigue finalmente masturbarse, a partir de las imágenes que le afloran de ambas bocas y lenguas tocándose. Es decir, habría en ello, una suerte de autoerotismo ampliado, donde Ola no queda aún configurada como objeto total extrafamiliar, sino que funcionaría para la fantasía del muchacho, como una referencia al objeto parcial-complementario, aunque ya sí, en un más allá del propio cuerpo.
En este punto, cabe señalar que, si bien se trata éste de un paso fundamental hacia el hallazgo de objeto, otra de las condiciones para ello, supondrá hacer de lo extrafamiliar, lo heterofamiliar, estableciéndose con ello, una compleja relación entre hallazgo de objeto e historia familiar, identificaciones y genealogía (Grassi, 2010). En ese sentido, sostiene Grassi (2010): “El hallazgo de objeto transcurre en un desfiladero entre re-petición, re-vuelta y de-construcción de la historia infantil. El hallazgo de objeto no es sin el pasado historizado, sin la reinterpretación de la historia infantil” (p.43). Pero, conforme se desenvuelvan las operaciones de ligadura entre hallazgo de objeto y transformación de la historia temprana, se desplegará en la adolescencia, un abanico de posibilidades entre la salud y la psicopatología, incluyendo entre ellas, transitorias inhibiciones.
La Historización Adolescente
Como sostiene Bleichmar (2005), la adolescencia es un tiempo abierto a la resignificación y a la producción de dos tipos de procesos de recomposición psíquica. Por un lado, como se ha desarrollado hasta aquí, se destacan aquellos que determinan las tareas vinculadas a la sexualidad. Éstos, sin embargo, no son sin aquellas recomposiciones psíquicas que remiten a la deconstrucción de las propuestas originarias y la reformulación de ideales, que luego encontrarán destino en la juventud temprana y la adultez. Esta tarea reorganizadora supone, en términos de Aulagnier (1991), poner en memoria y poner en historia, en tanto que operación que posibilita que el tiempo pasado perdido, pueda tener continuidad en una organización psíquica en constante devenir, que se da en una autobiografía que es obra del Yo. Es decir, el Yo sólo puede ser y devenir, prosiguiendo un interminable trabajo de historiador. Empero, en esa tarea, todos los capítulos anteriores concluidos, pueden estar sujetos a modificaciones parciales, en un trabajo continuo de construcción y reconstrucción. Se trata, como puede conceptualizarse desde los aportes de Lewkowicz (1997), de una concepción de la historia según la cual, una marca sólo puede historizar a otra anterior, si se inscribe después de ella y, a su vez, la altera. En otras palabras, no la repite ni la elimina, sino que la modifica.
Ahora bien, en este proceso de reescritura permanente, advierte Aulagnier (1991), todo sujeto precisa para sostenerse, de un fondo de memoria, en tanto que un conjunto mínimo de anclajes estables, permanente y fiable, que se trasmite de capítulo en capítulo en ese proceso de historización personal, y que garantiza la coherencia y el sentido del relato que se escribe. En consecuencia, es preciso que, en el tiempo de la infancia, el niño seleccione y se apropie de aquellos elementos que constituirán ese trasfondo estable, que hará de soporte de sus composiciones biográficas. En palabras de la autora:
El fondo de memoria juega un rol determinante en la relación abierta que el sujeto podrá o no mantener con su propio pasado, y más especialmente, con ese tiempo de la infancia marcado por la presencia y el impacto de estas primeras representaciones sobre las cuales el sujeto ha operado ese largo trabajo de elaboración, de transformación, de represión, cuyo resultado le hace ser el que es y aquel en el que deviene. Pero, por importante que sea ese trabajo, por oculto, olvidado, reprimido que sea su punto de partida, es porque ha existido y porque continúa marcando sus puestas en escena y su dramaturgia psíquica por una vía que conoce mal, que puede reconocerlos como su obra y no como una pieza escrita por un autor que le impone su rol y sus réplicas (Aulagnier, 1991, p.443).
De este modo, refiere la autora, el fondo de memoria garantiza su mismidad, al Yo condenado al movimiento y al cambio. Por un lado, le confiere puntos de certidumbre en el registro de las identificaciones, que permiten al sujeto adoptar su lugar en el sistema de parentesco y en el orden generacional. Por otro, le asegura la disposición de un capital fantasmático capaz de orientarlo ante aquellas investiduras que se corresponden, o no, a su deseo.
A partir de lo antedicho, respecto del proceso identificatorio, puede distinguirse, como explica Córdova (s.f.) a partir de Aulagnier, una identificación simbólica, que instaura los puntos de certeza estables e inmutables, y una identificación del registro imaginario, que da lugar a identificaciones permutables, con investiduras móviles, para sostener el proyecto y el deseo del Yo. Así, el proceso identificatorio se basa en la estabilidad que la identificación simbólica le confiere a lo cambiante de las identificaciones imaginarias.
Pero, como advierte Lewkowicz (1997), si entre la niñez y la adultez, la adolescencia puede plantearse como un momento de pasaje que requiere de historización, es que aquellas primeras marcas socialmente instituidas que estructuran la vida psíquica, no son suficientes para estructurar y significar el segundo momento. Se trata, entonces, de una historia no lineal, en la cual intervienen los hechos, pero también la fantasmatización y las interpretaciones (Rother de Hornstein, 2003). En este sentido, si puede pensarse la subjetividad como las marcas que estructuran una vida psíquica (Lewkowicz, 1997), como refiere Grunin (s.f.), el trabajo de historización implica una actividad subjetivante que conjuga pasado y presente de forma singular: el sujeto adolescente deberá poder resituarse alrededor de nuevas formas de interpretar su pasado, como condición de posibilidad para proyectar(se) autónomamente, a un espacio-tiempo futuro. Se trata éste de un trabajo psíquico activo y singular, “que promueve la producción subjetiva de nuevos sentidos respecto de las representaciones ligadas al tiempo vivido, como también respecto a las conflictivas históricas no enlazadas psíquicamente” (p.2).
Nuevamente, Sex Education permite dar cuenta de este aspecto, la historización, en relación a la subjetividad adolescente. Si bien desde el inicio se puede anticipar en Otis, cierta conflictiva relativa a estas cuestiones, en tanto ha quedado al cuidado de su madre desde que, a partir de un intempestivo divorcio, su padre migró a los Estados Unidos donde conformó otra familia, es recién en el episodio seis, que el espectador puede comprender cabalmente, la complejidad de este vínculo y las huellas psíquicas que dicho acontecer familiar, ha dejado en el muchacho, llegando incluso a influir tanto su actitud frente a la sexualidad, como el modo en que se proyecta a futuro. El capítulo inicia con un recuerdo infantil de Otis: ve por una rendija en la puerta, a su padre psicoanalista, teniendo sexo con una paciente contra el escritorio del consultorio. Más tarde ese mismo día, mientras lee un cuento con su madre, el niño le pregunta por el significado de esa escena. Se desarrolla a partir de ello, un intercambio entre madre e hijo:
— ¿Sabes qué es el sexo? [El niño niega con la cabeza] El sexo es cuando un hombre pone su pene dentro de la vagina de una mujer.
— ¿Duele?, repregunta el niño.
— Puede doler. El coito puede ser maravilloso, pero también puede causar mucho dolor. Y si no eres cuidadoso, el sexo puede destruir vidas. (Nunn, 2019)
Ya de vuelta en la temporalidad presente del episodio, Otis tiene una llamada de video con su padre, quien lo incentiva a tener su primer encuentro sexual: “La primera vez que lo hagas seguro será malo. Lo bueno viene después”, le asegura al tiempo que lo invita a “dar el salto” y “quitar de una vez la curita” (Nunn, 2019).
Con estos antecedentes, es que tiene lugar la ya referida escena entre Otis y Lily, quienes intentan compartir su primer encuentro sexual, que acaba con el muchacho sumergido en un ataque de pánico. Es preciso en este punto, hacer referencia a aquello que precipita esta pérdida de control: cuando su compañera coloca la mano sobre su pene, Otis es invadido por flashes del encuentro sexual del que ha sido testigo en la infancia. En consecuencia, ya tendido en el suelo, comienza a pedir por su madre, al tiempo que recuerda una discusión a los gritos entre sus padres, con posterioridad a que él la hubiera consultado respecto de aquella escena íntima. Finalmente, más tarde ese mismo día [el del encuentro con Lily], y a raíz de cómo se desenvolvieron los hechos, sentado una vez más en el sillón junto a su madre, Otis le pregunta si él, le recuerda a su padre. Ella responde afirmativamente, aunque con la salvedad de que tan sólo lo hace, en las cosas buenas.
En conjunto, entonces, puede hipotetizarse una doble vertiente en la conflictiva del protagonista. Por un lado, aquellos significantes maternos (“si no eres cuidadoso, el sexo puede destruir vidas”) parecen haberse fijado en Otis, condenándolo a un excesivo cuidado respecto de su propia exploración sexual. A fin de cuentas, su propia experiencia así lo corrobora: su padre se dejó llevar, y la familia quedó en ruinas. Pero, a su vez, e influido sin dudas por el registro de lo simbólico, la identificación imaginaria con el progenitor de su propio sexo y el lugar que él mismo como hombre puede llegar a ocupar, lo condujeron, puede suponerse, a una inhibición transitoria respecto de su sexualidad, como ya se había adelantado teóricamente con Grassi (2010), en el apartado anterior de este trabajo. Pese a ello, no todo está perdido para Otis. Conforme avanza la serie, se va desplegando para el personaje, la posibilidad de re-significar esas vivencias y marcas.
En esta línea, Grunin (s.f.) señala que el yo construye una versión histórica de sus orígenes, de su propio pasado, produciendo un saber sobre esa realidad vivida. No obstante, en la adolescencia, la actividad historizante supone trabajos específicos, en los que aquellas significaciones identitarias heredadas e instituidas por los enunciados anticipatorios de los otros primordiales, son reelaborados singularmente, dando lugar a otras formas posibles de representarse a través del tiempo. Es decir, el adolescente produce una resignificación de su pasado.
Paralelamente, el reacomodamiento corporal, que da lugar a “las posibilidades de fecundación y procreación, impone al psiquismo un trabajo de simbolización de un nuevo emplazamiento generacional” (Grassi, 2010, pp. 34-35). En consecuencia, la adolescencia es, además, el tiempo en que el sujeto debe investir su proyecto identificatorio que lo proyecta en el lugar de padre potencial (Córdova, s.f.). Punto conflictivo éste para el protagonista de Sex Education, como viene a reconfirmar el diálogo que, en el episodio ocho de la segunda temporada, se da entre Otis y Ola, luego de que, producto de una borrachera, el muchacho acabara ofendiéndolas verbalmente, a ella y a Maeve:
— ¿Por qué siempre hago enojar a todos?, le pregunta Otis.
— Creo que siempre te esfuerzas por ser un tipo bueno, y terminas no siéndolo. Es como si temieras convertirte en tu papá o algo así.
— Creo que tienes razón, gracias (Nunn, 2019)
Es a raíz de esta conversación con su compañera, que Otis puede al fin, asumir su conflictiva respecto del rechazo que le produce su identificación paterna y su deseo de crecer para ser un hombre diferente a él. Se produce, entonces, un diálogo decisivo entre padre e hijo, en el que el muchacho le cuestiona enfadado, por qué lo dejó cuando niño, y lo increpa a reconocer que migró persiguiendo su propio deseo, y no a causa de compromisos laborales, como hasta entonces había justificado la familia. Oportunamente, conforme se desenvuelve la escena, el muchacho puede poner en palabras su malestar: “Estoy enojado todo el tiempo. Intento averiguar qué tipo de hombre quiero ser, pero es muy difícil, cuando mi papá estuvo ausente casi toda mi vida. ¿No te agradaba tanto como creías?” (Nunn, 2019), lo presiona. Finalmente, resignado su padre le ofrece ¿la clave? para no llegar a convertirse en un “idiota”, como él: “Intenta permanecer honesto, porque cuando empiezas a mentir, es muy difícil parar. Cuando eres joven, crees que todos te entienden, cuando en realidad, solo un puñado lo hace (…) Si te dejas ir, nunca volverás. Así que, cuando conozcas a esas personas, aférrate a ellas” (Nunn, 2019).
A partir de ello, Otis no solo se permite (como alguna vez le aconsejara él mismo a Adam) apropiarse de su narrativa y proyectarse como un hombre distinto a su padre, sino también, reconocer su propio deseo. Da lugar, entonces, a su amor por Maeve, y tiende un puente hacia ella: “Qué dijeras que tenías sentimientos por mí, era lo único que quería escuchar. Y estaba tan concentrado en hacer lo correcto, que olvidé lo que quería. Eres tú. Siempre has sido tú. Te amo”, le confiesa telefónicamente. Así, a diferencia de Ola, quien había funcionado para él en tanto que sumatoria de objetos parciales complementarios excorporeos, o Ruby (Mimi Keene), la chica popular de la escuela con quien sale luego, pero que lo obliga a adoptar una imagen especular que no termina de representarlo, Maeve resulta para el muchacho, ahora sí, un genuino objeto de deseo heterofamiliar.
Consideraciones Finales
A partir de lo hasta aquí desarrollado, y mediante la aplicación del método ético-clínico de lectura de películas y series, que posibilitó emplear a Sex Education como una vía de acceso conceptual a problemáticas complejas, en este caso, de la subjetividad adolescente, se pone en evidencia que la adolescencia se encuentra lejos de ser una mera etapa intermedia entre la infancia y la adultez. Se trata, propiamente, de un juego de identificaciones-desidentificaciones que, guiado por el interrogante ¿Quién soy?, “transcurre en lúdica adquisición de nuevas identificaciones y cancelaciones de otras caducas, obsoletas” (Grassi, 2010, p.20). Esto, sin embargo, no es sin un trabajo sobre el propio cuerpo que, a su vez, requiere del encuentro intersubjetivo con el otro no familiar y una puesta en movimiento de aquellas primeras marcas sobre las que se asientan la historia e identidad personales. Tiene lugar de este modo, un trabajo de producción de subjetividad, en tanto que acción de dar sentido personal, de significar y poner una firma de origen que dé lugar a un “made in my way” o “in my way” (Grassi, 2010, p.20). En este sentido, para Otis, vestir los ropajes del “terapeuta sexual” de la escuela, en una clara identificación al rol social de su madre, no se trata sólo, como le propone Eric al comienzo de la serie, de ascender en la cadena alimenticia social, sino de hacerse un nombre propio, bajo cuya firma, dar lugar a su cuerpo adulto, a su deseo, a nuevas identificaciones y, en definitiva, a dejar sus propias huellas en aquella historia genealógica de la que será, sí, un eslabón más, pero con infinitas posibilidades creativas.
Referencias:
Aulagner, P. (1991) Construir(se) un pasado. Psicoanálisis. Revista de APdeBA 13(3), 441-468
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NOTAS
Me parece muy interesante el eje del trabajo, y muy innovadora la lectura que realiza la autora del “montaje de la masturbación” de Otis, que justo es visto e interceptado por su madre. Como bien destaca la autora en este articulo, creo que el personaje de Otis es claramente una fiel demostración de todo lo que debe transitar lx adolescente. Éste debe comenzar a ligar y poner en palabras esta irrupción genital que lo atraviesa de manera abrupta, luego del período de latencia (Freud, 1905), debe transitar un duelo por el cuerpo infantil ante ese monto de tensión de estímulo que, en palabras de Moreira (2020), hasta que no pueda ligarlo a representaciones y genere una nueva representación corporal, no podrá ser susceptible de descarga, más que solo mecánica con mera masturbación mecánica, sin objetos fantaseados, y desprenderá displacer (Moreira, 2020), irrupción que puede verse en las acciones de Otis.
Asimismo, me parece también pertinente destacar como se puede ver expresado en este personaje, lo que para Freud (1905) es una de las metamorfosis que ocurre en la pubertad, el hallazgo de objeto. El encontrar objetos sexuales exogámicos, en donde puedan confluir tanto la corriente tierna como la corriente sensual, en contraposición con los endogámicos incestuosos infantiles. Es decir, el hecho de adoptar una posición sexuada exogámica en la adolescencia, puede verse transversalmente en esta serie en todos los personajes, y así como destaca la autora en el encuentro entre Otis y Lily.
Es interesante el desarrollo de la autora ante la inhibición del protagonista. Desde la configuración de su modo singular de responder ante la escena del padre y la frase de la madre, que no encuentran otro modo de respuesta en la adolescencia. Cuando lo puberal interpela a Otis, pareciera quedar fijado a un modo infantil de hacer. Un modo de goce que no le permite armar vínculos, no le permite estar con el otro. Pero además le impide disfrutar de la autosatisfacción, una y otra vez dice la autora, intenta masturbarse hasta el orgasmo, pero abandona invadido por la repugnancia.
La autora parte de Grassi para plantear la elección de objeto. El pasaje del objeto materno a uno ex corpóreo y exogámico. Se puede pensar que Otis, en el tiempo que queda detenido, que tal pasaje no se produce, coincide con lo que Lacan afirma en el seminario X: en el paso de la inhibición al síntoma en su dimensión de dificultad, el impedimento se produce por quedar atrapado en la propia imagen especular. Otis, al dirigirse hacia el goce, se encuentra con la fractura de la imagen especular por haber caído en la trampa de la captura narcisista. Puede pensarse que Otis en este movimiento que más allá del propio cuerpo, hace caer el síntoma cuando al final de la temporada logra masturbarse, anulando el impedimento en que lo arrojaba la trampa narcisista.
Hola! Me encantó tu artículo, me pareció muy claro el recorrido del análisis y muy adecuadas las escenas tomadas para reflejar los trabajos psíquicos de lo puberal y lo adolescente. Particularmente me gustaría resaltar la articulación del entretiempo de la sexuación con el capítulo piloto donde Otis conversa con Eric sobre la masturbación, confesándole que “le parece demasiado” y que “no le gusta como se siente” ya que aquí se refleja claramente este cuerpo adolescente, genital que se siente ajeno y desafiante, a su vez, con la representación de los intentos de Otis a lo largo de la serie de masturbarse, se observa que el desarrollo puberal - adolescente no es un acontecimiento del orden de lo inmediato sino que se requieren trabajos psíquicos para la reinscripción del cuerpo, lo cual conlleva en simultáneo a un recambio de la identidad diferente de la conocida, infantil, parental. Esto último me pareció muy fielmente presentado en la historización de Otis, el cual al comienzo toma el rol de terapeuta sexual (como su madre) en el colegio, objeto primario en el que se identifica debido al miedo a ser como su padre, sin embargo luego puede comenzar a apropiarse de su propia narrativa y reconocer su propio deseo.
En la serie Sex Education, tal como se hace mención en el escrito, se observa esa invasión ejercida por el cuerpo puberal, en ese entretiempo que podría pensarse como un intervalo donde el placer, el dolor, la sexualidad, se ponen en juego y se vive de un modo invasivo y violento. Se deja atrás ese cuerpo infantil para transformar y así crear algo nuevo. En el análisis se habla sobre sobre la inscripción simbólica en este proceso del poder adueñarse activamente de ese cuerpo genital en un trabajo de apropiación subjetiva que será propiciado por el encuentro con el otro no familiar, y es, en este punto en el que me parece interesante introducir lo que plantea Lacan “no hay relación sexual”. Podemos ver a lo largo de la serie como los personajes logran capitulo tras capitulo apropiarse de esa subjetividad propiciada por el encuentro con sus otros semejantes, pero no es sin el malentendido mediante. Decepciones, encuentros, desencuentros, la no complementariedad entre los sexos invaden los vínculos de la serie, que, nos propone pensar el malentendido fundamental.
“Cuando digo que no hay relación sexual propongo muy precisamente esta verdad de que el sexo no define ninguna relación en el ser hablante” (Lacan 1971-1972). El cómo hacer, en las relaciones de todos los personajes de la serie ubica de inmediato la diferencia en los modos de amar y muestra también lo difícil de tener que enfrentarse con una falta inminente que se produce en los encuentros y desencuentros entre los sexos. En este escenario habrá que ver como cada uno encuentra sus modos de gozar y amar. En el seminario 20 Lacan plantea la inexistencia de la relación sexual y propone al amor como suplencia de eso que no existe. Se entiende entonces que hay cuerpos, inconscientes, fantasías y goces en todos los personajes de la serie, que atraviesan además un momento de transformación, creación, búsqueda propia… es en medio de todo esto que logran vislumbrar de a poco, y “a los golpes” que esos cuerpos, fantasías, etc no se complementan, no encajan, no se unen… se encuentran con un vacío. El sujeto sufre y el psicoanálisis, como marco teórico de lo expuesto tomará ese sufrimiento para hacerlo hablar. Es lo que hace el personaje de Otis con la clínica sexual, hace hablar, ofrece un lugar que habilita la escucha, que como dice en el escrito, el adolescente no encuentra en el adulto una escucha que le otorgue legitimidad. Encuentran en Otis y en sus preguntas algo que ordena ese caos adolescente, pareciera permitir un trabajo de producción de subjetividad y también poder simbolizar de alguna manera la alteridad, las diferencias, los encuentros y desencuentros que comienzan a vivir en ese nuevo cuerpo que los avasalla.
Disfruté la lectura de la presentación, tanto por el agrado por la serie elegida como por el interés en pensar la subjetividad adolescente, las adolescencias y sus tiempos lógicos, no lineales, considerando al adolescente como “aquel que está creciendo”, tal como lo plantea Adrián Grassi (2013).
El crecimiento en la adolescencia es producción de subjetividad, no sin desvíos ni desbordes, con progresos y retrocesos, bajo fluidez, mixtura y movilidad. Aspectos que, sin dudas, encontramos desplegados en la serie y en el abordaje realizado por la autora del escrito leído.
Retomando a Piera Auglanier (1991), el trabajo de historización es un proceso psíquico llevado a cabo por la instancia yoica desde la infancia y a lo largo de la vida. En los procesos de historización de la adolescencia el yo lleva a cabo tareas de reorganización subjetiva, es decir, inviste un pasado para poder construir futuro. Plantea que en la infancia es un yo identificado que mediante transmisión psíquica recibe enunciados identificatorios del otro parental, y en la adolescencia es un yo identificante, agente y productor de sus enunciados identificatorios, lo que implica una posición desiderativa en el psiquismo, con un pasaje de firma como trabajo psíquico acontecial, y el adolescente, así, comienza el armado de su proyecto identificatorio sintiéndose parte de una genealogía, lo permanente desde donde partir hacia lo nuevo e imprevisto.
Construir futuro no implica romper con la pre-historia y genealogía que antecede, sino conocer, mirar con nuevos ojos aquello que fue donado por los otros desde su propia historia, dotarlo de nuevos sentidos y significados para crear la propia obra.
En esta reseña podemos pensar como el protagonista se encuentra transitando una crisis, una situación problemática subjetiva, donde aquellas respuestas que fueron satisfactorias hasta determinado momento, dejaron de serlo por lo que debe construir nuevos modos de responder lo que lo lleva a reelaborar nuevos recursos subjetivos. En la adolescencia las problemáticas se encuentran vinculadas a múltiples procesos uno de los cuales es el descubrimiento de la genialidad lo que representa un cambio radical, tal como le ocurre a Otis al momento de comprender lo que le ocurre a su cuerpo y su dificultad ante la masturbación.
Saavedra (2019) dirá que es en la adolescencia donde se suscita una exigencia en la elaboración psíquica que requiere la segunda cometida sexual acontecida por la pubertad, y es ante esto que Otis deberá poner a prueba sus recursos subjetivos ante su nuevo cuerpo.
Por otro lado, podemos ver como el protagonista va modificando sus identificaciones (identificación fantasmatica con el rol materno como terapeuta sexual), y eso como consecuencia del movimiento que se produce en el que se van abandonando las identificaciones que han conformado al Yo infantil y se conforman nuevos espejos identificatorios. El Yo vacila y pone en duda la imagen unificada, Otis se encuentra frente a un nuevo cuerpo que le resulta extraño (comenta a su amigo que tiene erecciones en momentos o lugares poco adecuados tal como le ocurrió cuando Maeve le acomoda su pelo en la pileta).
Ese cuerpo extraño lo empuja a pasar por lo que Lacan nombra como estadio del espejo dado a que,tal como plantea Lauru (2005), se produjeron fenómenos de despersonalización a modo de una "psicosis transitoria".
Película:Sex Education
Titulo Original:Sex Education
Director: Laurie Nunn
Año: 2019
Pais: Reino Unido
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