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La posición del analista y el dispositivo de encierro manicomial

por Fernández, Agustín

Esta es mi nave de los locos
de la locura es el espejo.
Al mirar el retrato oscuro
todos se van reconociendo.
Y al contemplarse todos saben
que ni somos ni fuimos cuerdos,
y que no debemos tomarnos
por eso que nunca seremos.
No hay un hombre sin una grieta,
y nadie puede pretenderlo;
nadie está exento de locura,
nadie vive del todo cuerdo

(Brant, S. 1949)

Esa enconadísima dureza que nombran realidad los castellanos” (Borges, J. L. 1925. p. 68)

Introducción

En el presente artículo me propongo interrogar el discurso disciplinar psi, particularmente en el dispositivo de encierro manicomial, a partir de un episodio de la serie de TV Penny Dreadful. En primer lugar, dado que un importante elemento diagnóstico en relación a las variadas formas de locura y psicosis es el extrañamiento de la realidad, tanto en los manuales actuales (DSM, CIE) como en autores de psiquiatría clásica (Kraepelin, Bleuler, De Clerembault), esta serie de ficción nos aporta un elemento clave para generar interrogantes ya que la realidad compartida allí es cuestionada a partir de la pregunta “¿y si ocurriera que…?”. Con esto, se pierde la referencia a una realidad exterior supuestamente común y compartida de la que podríamos asirnos para separar la palabra del “enfermo” de la del experto que la trata imponiendo su realidad. Intentaremos entonces ubicar el lugar del analista a partir de cinco puntos: 1) no por imponer una realidad “más real”; 2) no por la asimetría de la posición; 3) no por su relación al saber; 4) no por intereses comunes; 5) por el lugar dado a la palabra en la disponibilidad de una escucha.

Penny Dreadful: “El horror de un penique”

El título de la serie hace referencia a un tipo de publicaciones económicas (un penique) de la Inglaterra victoriana. Se trata del relato gótico-fantástico que “nace en un momento cultural muy particular, caracterizado por (…) la llegada de nuevos métodos de escritura, publicación y circulación” (Sánchez-Verdejo Pérez, sin fecha. El recorte es mío). La serie, toma personajes conocidos de la ficción gótica: el hombre-lobo, el vampiro, el monstruo de Frankenstein, Dorian Gray, Dr. Jekyll-Mr. Hyde y otros, en una versión propia en la que las historias se mezclan entre escenas de acción y romances pasionales. Sin hacer una descripción ni análisis pormenorizado de la serie, quisiera resaltar algunas cuestiones del relato gótico en general.

Surge aproximadamente en el siglo XVIII y explora el universo de lo irracional, de la sombra que la Ilustración proyectaba. La estética del relato gótico acompasa un goce particular: “Sangre, lágrimas, vómito, excremento –todos los detritus del cuerpo son puestos fuera con terror y revulsión” (Russo, 1995. En Sánchez-Verdejo Pérez, sin fecha. La traducción es propia). Es un límite a la luz de la Ilustración.

Según la ensayista y novelista María Negroni (2009), los personajes del relato gótico son siempre seres marginados, huérfanos, que están fuera de la ley de la sociedad o que esta buscaba mantener a raya. Ubican “el dolor como parte integral del deseo” (Sánchez-Verdejo Pérez, sin fecha). Pero no se trata del dolor en general, sino de provocarlo-sufrirlo, enlazando al deseo con la crueldad. Sus personajes son, en última instancia, monstruos morales. Estos que entonces, la sociedad buscaba mantener a raya, dan pie a interrogar el lugar de esos otros “anormales”: el criminal y el loco, corregibles-incorregibles, como señala Foucault, o, en el extremo, monstruo humano, quien “en su existencia misma y su forma, no sólo es violación de las leyes de la sociedad, sino también de las leyes de la naturaleza” (Foucault, 1974-75, p. 61).

En el episodio que inspiró este trabajo, “A blade of glass” según el título en inglés, se observa la rememoración hipnótica del período de encierro en un dispositivo manicomial una de las protagonistas de la serie, Vanessa. Entramos así en un relato.

El tratamiento de la locura

Con un rostro desencajado, que no perderá nunca totalmente en la historia que nos compete, la protagonista atraviesa toda una serie de tratamientos tortuosos que van del aislamiento a eso que ocurre en el exterior del cuarto-celda, del que solamente tenemos algunos datos de las sesiones con el Dr. Banning, quien dirige la clínica: electroshock, chorros de agua helada, lobotomía, entre otras vejaciones.

¿Por qué está ahí? No se especifica claramente. Quien haya ido siguiendo la serie, puede deducirlo fácilmente, pero mejor remitámonos al “texto” del relato que nos da este episodio puntual. Hasta donde se sabe, cometió algún pecado moral que revolucionó la estructura social y familiar. Se afirma que algo diabólico la poseyó. Es tomada por loca y encerrada.

Se va introduciendo lentamente un segundo personaje sin nombre: una suerte de enfermero que la asiste. Un hombre sencillo, que no habla mucho, pero está ahí y es su único lazo humano. En un principio, ella habla y pregunta y él no le responde: “son las reglas”. De a poco, en algunos gestos se va produciendo un intercambio que dará lugar a la palabra. Él parece comenzar a interesarse por lo que a ella le pasa.

El lugar del analista y la institución de Salud Mental

Propongo que algo de lo que se da en el vínculo entre ambos, nos puede servir para pensar la posición del analista en la institución de Salud Mental, diferenciándose del discurso disciplinar que propone el dispositivo manicomial. Lo veremos en cuatro instancias.

En primer lugar, no se trata de una realidad “más real”.

Dado que en las reglas de la ficción, está implícita la posibilidad de lo sobrenatural, o más bien lo que en nuestro sentido común interpretamos como la realidad compartida es puesta en cuestión, la posición del Dr. Banning queda entonces cuestionada. En cierto momento Vanessa lo dice así: “nada (de lo que le diga) parece ser suficiente”, “no sé qué quiere que le diga el doctor para que me considere curada”. En ciertos momentos el enfermero queda del lado del médico: “intentan curarla. [Entonces] no es tortura, es ciencia”, donde la diferencia quedaría marcada por la intención del método utilizado, pero podemos plantear a partir de lo que Vanessa dice que se trata de una posición de poder en el discurso: se trata de lo que el doctor quiere que le digan, ya que partimos de que la enfermedad en tanto extrañamiento de la realidad quedó puesta en duda.

En segundo lugar, la posición del analista no es por la asimetría.

Decía más arriba que en un principio ella le dirige preguntas y él dice no poder responder “porque son las reglas”. Pero, ¿reglas al servicio de qué? ¿De mantener una posición asimétrica: médico-paciente? En la escena en que transcurren estas conversaciones, se apunta a la condición humana de quien está encerrado por padecer una enfermedad mental: “acá no soy Vanessa, no soy nadie”, dirá. Desde el psicoanálisis podemos tomar esa diferencia que Lacan (1960-61) ubica en relación a la pretendida situación analítica entre asimetría y disparidad: en la primera hay un supuesto piso común respecto del cual se plantea la diferencia. En este caso, podemos ver la pregunta por el nombre, él no lo revela y ella sí tiene que hacerlo. Estamos a nivel del muro del lenguaje, suponiendo que el nombre dice quien es. También podría evocarse: “el que hace preguntas soy yo”. La disparidad no está en cambio en términos de una unidad en común, apunta a que no hay posibilidad de una unidad en común porque se trata de materia significante que, como tal, no significa nada.

Tercero. No se trata de intereses en común.

Así como apuntar al significante implica que no podrá haber unidad en común para plantear una asimetría posible, también podemos interrogar la cuestión de los intereses. ¿Será mejor analista, o tendrá más posibilidades de ocupar ese lugar, si comparte intereses con Vanessa? En los primeros intentos de establecer algún diálogo, cuando él se comienza a acercar, ella intenta sacar el tópico de la poesía: “Me gusta la poesía”, dirá, “crecí en un hogar donde gustaba la poesía”. “A mí no, no me gusta”, responde él bajando la mirada. En este punto el diálogo se corta, no se trata ni de la poesía ni de que le guste o no. En esa dirección, seguimos en el muro del lenguaje, buscando unidad en común. En todo caso, si hay posibilidad de diálogo analítico, se tratará de que le dice algo, a él, y la dirección apunta a que ella no sabe lo que dice. Él tampoco. El problema, como remarcara Lacan en más de una ocasión, es que él comprende demasiado pronto. “Comprende” que ella le está hablando de poesía, de esas formas de la palabra que riman, y que entonces de lo que se trata es de hablar de poesía.

Asimismo, se puede situar otra cuestión: ¿esta diferencia entre los gustos de su familia y los de él lo inhabilitan a ocupar un lugar en la transferencia? ¿Se produce un desengaño? Veremos más adelante que no. No se trata tampoco de intereses en común con las figuras parentales.

Cuarto. No se trata de su saber.

El enfermero no es el médico, claramente. El saber “científico” para curarla es puesto más de una vez del lado del Dr. Banning, él no lo tiene. Aparece más bien como una persona de muy poca formación académica e incluso podemos suponer que Vanessa lo supera en este punto ampliamente. Pero hay algo que se producirá en ese encuentro entre ambos que traerá un cambio (cabe preguntarse, en qué términos se dará tal cambio). En determinada escena, él está cada vez más preocupado por el destino de Vanessa. Ya ambos se preguntan qué es lo que tiene que decir para “estar curada” ante los ojos del Dr. Banning y salvarse de la lobotomía. “Deje que la ayude”, dice él finalmente. “No es enferma, así que ¿qué es?”. Ella le cuestiona entonces que pueda entenderla, ya que no cree en Dios ni en Satán. La respuesta que él le da nos servirá para ubicar algo fundamental de la posición analítica.

Quinto. Es por el lugar dado a la palabra

“Soy un hombre estúpido. Soy muy malo en caligrafía y con las cifras, no tengo don para las palabras. Pero estoy acá y la escucho”. Es decir, la presencia y la disponibilidad a escuchar como lo elemental de la posición del analista. Le pregunta entonces “¿por qué el diablo estaría interesada en usted?”. A partir de este punto, algo cambia: él es el diablo y luego es el hermano carnal del diablo, el vampiro, y hay un diálogo entre los tres. Son recuperadas para Vanessa y para el espectador ciertas verdades míticas del origen del conflicto. La Otra escena es lo que pasa, no en una trastienda semi oculta o en el subsuelo del personaje de Dostoyevski, sino “con” el analista que se deja tomar por la lógica del lugar en que el analizante lo ubica. Cuando el relato acaba, el enfermero vuelve a ser esa persona que trabaja como tal. No hay un ser-analista de una vez y para siempre.

Algo ocurrió y no porque el enfermero intentó una cierta psicoterapia. De hecho, el saber técnico, decía más arriba, siempre fue puesto del lado del médico Dr. Banning, él se presentó más bien como no sabiendo demasiadas cosas, sino como aquel que está y que está disponible para escuchar.

No propongo aquí una apología del hacer sin saber. Se trata más bien de que el saber no garantiza la posición del analista, no va por esa vía. He intentado ubicar esa posición que puede ser ocupada por un médico u otro agente de salud. Al contrario, podemos concluir que haberse formado en la teoría de una psicoterapia de orientación psicoanalítica no garantizará ocupar ese lugar. Lo que planteo es que se trata del lugar otorgado a la palabra de quien sufre.

Recordemos entonces que el objetivo inicial de la rememoración hipnótica fue recuperar cierta verdad olvidada, mítica de los orígenes del conflicto que afecta a quien habla. Podemos concluir entonces que el efecto de la posición ocupada por el enfermero fue la de la puesta en escena y recuperación efectiva de esa verdad. ¿Por qué la quiere el diablo?

A modo de conclusión

El relato que nos presenta este episodio se enmarca dentro de la estética de los personajes góticos, algo aggiornados. Sus personajes son monstruos morales que desafían las leyes tanto naturales como sociales. En ese sentido, la protagonista, quien relata la acción, es ella misma un monstruo que cometió algún crimen cuyas razones se las atribuyó al diablo. Se mezclan así el loco y el criminal en la figura del criminal loco. Pero el cuestionamiento de la realidad que introduce el relato fantástico y que conocemos de antemano nos permite interrogar el extrañamiento de la realidad que se utiliza como signo-diagnóstico en los manuales. Entonces podemos generar interrogantes acerca del lugar que se le puede dar a la palabra si dejamos de lado la referencia externa a la realidad objetivable. Aparece así, un lugar posible para el analista. Este lugar, no depende de los saberes técnicos, sino de poder ubicar la función del analista, en relación a una cura, como diferente de una lógica disciplinar, diferencia marcada justamente por el lugar que se le da a la palabra en una u otra lógica.

En la actualidad, cabría preguntarse por las prácticas que ya no buscan determinar la peligrosidad de un individuo sino, por ejemplo, determinar el riesgo, cierto e inminente. ¿Qué diferencias traen, para la posición del analista, la nueva legalidad que rige la posibilidad de encierro?

Bibliografia

AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (APA). (2002). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-IV-TR. Barcelona: Masson.

CIE-10 (1992). Trastornos mentales y del comportamiento. Madrid: Meditor.

Flanders, J. (sin fecha): Penny dreadfuls. En Discovering Literature: Romantics and Victorians.

Foucault, M. (1974-75): Los anormales. Clase del 22 de enero de 1975. Ed. Fondo de Cultura Económica.

Lacan, J. (1960-61): Seminario 8. Buenos Aires-Barcelona-México: Ed. Paidós.

Negroni, M. (2009): Entrevista en Revista Axxon. http://axxon.com.ar/rev/2009/12/maria-negroni-el-gotico-es-una-grieta-en-el-mundo-de-la-luz-y-la-razon-por-alejandro-alonso/

Sánchez-Verdejo Pérez, F. J. (sin fecha): Lo Gótico: semiótica, género, (est)ética. Universidad Nacional de Educación a Distancia. https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/11847/58394_2.pdf?sequence=1



NOTAS





COMENTARIOS

Mensaje de Agustin Fernandez  » 17 de agosto de 2016 » agustin.fernandez83@gmail.com 

Muchas gracias Sergio por tu comentario y los datos que aportás. Particularmente en relación a la dinámica de los "penny readings" y a Dickens.

Saludos!



Mensaje de Sergio Otaño  » 14 de agosto de 2016 » otanosergio@gmail.com 

Muy interesante el artículo, la serie y este capítulo en particular. Además, muy apropiado para los psicólogos, los estudiantes y cualquier agente de salud que trabaje con pacientes.
El título de la serie es definitivamente británico, como la localización de las tramas. Penny Dreadful, significa literalmente "novelita", una ficción británica orientada a las clases populares con contenidos escabrosos, obscenos y sensacionalistas. El penique es la moneda de menor denominación y alude a "barato". Sin embargo, así como los británicos tenían las "novelettes" y los "penny dreadfull" también contaban con los "penny readings" que consistían en sesiones de lectura de obras importantes de literatura, poesía, filosofía, etc. En ocasiones leídas por los mismos autores, Charles Dickens, el gran novelista de la era victoriana con frecuencia ofrecía estas lecturas en las que podía participar cualquiera –eran intencionalmente para todos y todas- pues solo costaban un penique.
Cierta atmósfera lúgubre plagaba Londres en la primera mitad del siglo XIX, el hollín, el humo de las chimeneas de las fábricas que inundaban la ciudad en medio de la revolución industrial –cuya fuerza motriz era obtenida a través del vapor y el componente principal para generar la fuerza era la quema del carbón. Efectivamente, como señala el artículo, el modelo disciplinario imponía el ritmo a la vida de los habitantes. Las principales víctimas eran los marginales, los excluidos del sistemas. La jornadas laborales eran extensas (12-16hs) y los niños formaban parte de la mano de obra. Los asilos para "lunáticos" eran sitios de horror,
Durante la era victoriana hay un giro importante en la producción literaria respecto de la temática ficcional gótica que sufre un desplazamiento hacia el horror intersectado por ciertas nociones científicas. De ese modo se hace parte de la cultura el señalamiento del lugar del saber que constituye también otro poder. En la cultura, la impronta del modelo explicativo científico deja su marca, por ejemplo el espiritualismo trata de montar pruebas "materiales" a través de la puesta en escena de mediums que emanaban "ectoplasma" -una especie de luminiscencia que supuestamente consistía en una cierta energía que correspondía al alma de un difunto. La ciencia incluso penetra áreas oscuras de la vida como la investigación policial como lo muestra el Sherlock Holmes de Conan Doyle –que era médico-. Muchos científicos habían sucumbido a las puestas en escenas teatrales, como Galvani -antecesor de la era victoriana- y los experimentos con la estimulación eléctrica de los nervios de una rana primero y luego de cadáveres. Mary Shelley con su Frankenstein, tomó su inspiración en esos experimentos y muestra la trama de la fantasía que rodea el saber (poder) científico. Hacia fines de esta era, aparecen desarrollos importantes en la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis. Incluso Freud comentaba el apecto "teatral" que revestían las presentaciones de pacientes de Charcot y cómo "las pacientes" tenían bastante claro que se esperaba de ellas.




Película:Penny Dreadful

Titulo Original:Penny Dreadful

Director: John Logan

Año: 2014/2016

Pais: Estados Unidos / Reino Unido