Al entablar cualquier tipo de discusión en torno a la figura del payaso de hospital, suele hacerse hincapié en los efectos de la intervención en el paciente; rara vez se focaliza la atención en el propio payaso . ¿Qué se transforma, en el otro y en sí mismo, cuando entra en escena con su arte de clown? ¿Cómo va modelando su formación el payaso de hospital?
Para entrar al mundo de la teatralidad, servirá de referencia aquella escena memorable en la que Patch Adams intentara conmover a su compañera de estudio -y vida-, para convencerla luego, de formar parte del equipo de payasos que intervenía en el hospital escuela. Así, Parche le muestra una “perilla de enemas” y cómo ésta puede devenir nariz roja. El primer ademán de la joven es rechazar la propuesta; sin embargo, con una pequeña apuesta, el futuro médico se asegura la partida: la reta a poder reírse de sí misma, si lo conseguía, ella debería acompañarlo. Así, Patch pone en juego su as bajo la manga, oponiendo al rostro de la bella mujer un espejo. Ante la sorpresa, irrumpe la risa; la chica toma con humor el aspecto de su cara con la devenida nariz roja…
¿Qué es lo que lleva a la joven a mostrar, en un primer momento, una actitud negativa con respecto a la propuesta de hacer reír a los pacientes? ¿Qué exigencias operan moldeando las decisiones de esta estudiante? ¿Hay modos instituidos de curar? ¿Qué implica la cura? ¿Cómo debe conducirse la dirección de la cura en una institución hospitalaria? Y dejando de lado el componente médico para adentrarnos en el actoral, ¿a qué exigencias está sometido un actor? ¿qué se espera de él? Más aún, ¿qué se espera de un payaso? ¿de qué modo está instituida la figura del payaso en la cultura? Al enumerar exigencias vinculadas tanto a lo institucional como a la historia personal -aunque una nunca es sin la otra- resulta inevitable traer a escena a la instancia psíquica del superyó, que es, justamente, la que nuclea la introyección de todas estas figuras. Quizás, tratándose de un artículo que habla del humor, resulte pertinente traer a colación un comentario que los exponentes del género Teatro Bestial –una de las tantas escuelas que han sistematizado las herramientas para componer al payaso, propuesta que resulta afín por hacer un cruce entre herramientas teatrales y los aportes filosóficos del esquizoanálisis- hacen en su libro Lo teatral: “…quien te dice, algún día podremos dejar de llamar superyó al superyó, después de todo, ¿es un héroe?, y nombrarlo cultura…” [1] Con este interrogante, se propone un debate en torno a las exigencias con las que debe convivir el payaso, en este caso, el payaso de hospital. Exigencias que, para la escuela de Teatro Bestial, provienen del Yo y no del payaso.
La conceptualización de la escuela de Teatro Bestial, propone que el Yo debe estar atento a cuestiones vinculadas con la realidad y el marco en donde se desarrolla la escena, por ejemplo, dónde termina el escenario –en nuestro caso bien podría ser reconocer dónde comienza y finaliza la cama del paciente, qué tan cerca de nosotros está el suero, etcétera-, para que el payaso pueda desplegar toda su potencia de improvisación. Pero es conveniente que el Yo aplaque y controle la ansiedad, para que la figura del payaso no desaparezca. Es decir, el teatrista no debe estar pensando qué resultado o efecto está teniendo la improvisación que está llevando a cabo. Generalmente, los modos instituidos indican que si el público se ríe, la escena fue un éxito, fue graciosa. En cambio, si la risa no aparece, el payaso es un fracaso. El hecho de estar en escena preocupado por estas cuestiones –lo mismo que acerca de cómo son los modos aceptados de abordar a un paciente desde la institución, como en el caso del film propuesto- traen como consecuencia que el payaso se esconda, desparezca. “El payaso está enérgico, mirando para todos lados, refugiándose detrás y delante de un tacho. El teatrista, no. El teatrista debe estar tranquilo; el Yo debe estar sereno. Las ansiedades deben saber irse a dormir en el punto justo en el cual el Yo se monta la máscara roja. El Yo debe estar muy tranquilo, independientemente de que el Paya esté corriendo de un lado para el otro (…) La ansiedad es nuestro mayor enemigo como payasos. Va a apurar al Yo. Va a suponer y va a anticiparse, liquidando de manera venenosa todos los núcleos de improvisación que pudieran haber surgido con el hecho de resolver y calmar esa ansiedad en la risa del público o el desaparecer de escena. Para poder ansiolisar al Yo, se recomienda ordenarse. Elaborar un cierto patrón que le permita al Yo no estar como un desaforado queriendo explicar por qué está allí, qué es lo que está haciendo y, encima, teniendo la desagradable señal de que si el público se ríe está bien y si no está mal.” [2]
Lograr ese necesario equilibrio entre el Yo y el payaso, es un gran desafío para el que se entrena en la formación teatral. Resulta necesario domeñar a esta instancia para poder jugar, “saltar al vacío”: Pavlovsky se refiere a este concepto: “Escena límite de todo proceso creativo. Miedo a la locura, miedo a la confusión, miedo al caos, a la propia creatividad desbordada. El miedo al vacío no se puede eludir. Ese es el proceso de la creación. El enfrentamiento con la falta. El creador sin momentos de caos y pánico es un impostor. El como sí de la creación, el como sí de la terapia…” [3] Es decir, el actor tiene que aprender a vérselas con la falta, a pisar escena cargado de incertidumbres, preparado para improvisar, sin guiones que garanticen la pretendida risa. Cuando el Yo deja de estar pendiente de estas cuestiones, el payaso invade la escena y propone el encuentro con el otro. De lo contrario, el Yo, como vasallo del superyó sádico, habrá triunfado.
Profundizando un poco más en lo hasta aquí expuesto, es posible ubicar un punto de encuentro entre el concepto de Payayo –propuesto, una vez más, por la Escuela de Teatro Bestial- y los lineamientos que el mismo Freud estableciera en su artículo sobre el humor, allá por 1927. Para empezar, la caracterización del Payayo: “habrá momentos en los cuales el Yo está muy Yo en nuestra vida cotidiana; y Lo paya, sin máscara ni escenario, se acerca con una mirada de juego. Este Yo, afectado por Lo paya en lo cotidiano del trabajo, la casa, la oficina, la mesa familiar, la discusión, el amor, es lo que hemos llamado Payayo, y se trata de un nuevo horizonte en vías de una revolución molecular.” [4] Este concepto hace referencia a los devenires payasos en la vida cotidiana, a la emergencia del payaso en momentos en que el punto rojo no viste la cara…La aparición del humor en el encuentro espontáneo con el otro, en el entre, que puede surgir a cualquier hora del día…Este concepto refiere al humor como forma de vida, al humor como resistencia a los aparatos de captura, el humor como microrevolución, como salvataje del Yo atrapado por las exigencias culturales. Más aún, “¿Que la fórmula ética de la felicidad consiste en devenir Payaso en la vida cotidiana para posibilitar mayores agenciamientos alegres con los aspectos positivos de los otros y aumentar la potencia mutua en cada encuentro? Puede ser.” [5]
Freud, en su artículo de 1927 sobre el humor, postula que el Yo, posee en su núcleo al superyó, y que, muchas veces, las distintas instancias no son tan fácilmente identificables, excepto –claro- cuando éste “mantiene al Yo en un severo vasallaje, y de hecho lo sigue tratando como antaño trataron a los progenitores.” [6] La originalidad en este escrito radica en que Freud, establecería una novedosa y diferente función para el superyó: lejos de torturar con exigencias al Yo, actuaría –nuevamente- como una instancia parental, pero en su función de consolar al Yo y ponerlo a salvo del sufrimiento. Es decir, con el humor, se sustraería del Yo la investidura para desplazarla al superyó. En consecuencia, con esta nueva distribución energética, el Yo quedaría pequeñito, por lo que al superyó le resultaría fácil sofocar las posibilidades de reacción del Yo. Entonces, en palabras del propio Freud: “En todo lo demás tenemos noticias del superyó como de un amo severo. Se dirá que armoniza mal con este carácter el hecho de que consienta en posibilitar al Yo una pequeña ganancia de placer (…) si es de hecho el superyó quien en el humor habla de manera tan cariñosa y consoladora al yo amedrentado (…) si mediante el humor el superyó quiere consolar al Yo y ponerlo a salvo del sufrimiento, no contradice con ello su descendencia de la instancia parental.” [7]
Para concluir, resulta pertinente señalar el encuentro entre el concepto de Payayo que pregona los devenires payasos en lo cotidiano como un símbolo de salud mental, y el papel que Freud le otorga al humor, como único momento en que se logra moldear las exigencias del superyó, en pro de alivianar la carga del Yo. En este punto, conviene interrogarse también, si el humor no constituye una herramienta de promoción de la salud mental de los integrantes de los equipos médicos, sometidos a diario a tantas exigencias. Una muestra de esto, es, también, el film propuesto, en donde se exponen los modos en que Patch y su rival llevan, respectivamente, su ejercicio profesional. Muchas veces, su histórico oponente, se ha visto desbordado hasta el punto de pedirle ayuda a Parche. Este último tópico merece –por su complejidad- un debate más profundo que sólo ha sido mencionado aquí, como otra posible línea de investigación para seguir profundizando en el ejercicio y la formación tanto del payaso de hospital, como del resto de los integrantes del equipo de salud.
Bibliografia
Bruno, L. y Bertuzzi M. Hacer máquina y ser máquina. En Lo teatral. Lo paya y la vida se llevan muy bien. Editorial Lumen, Buenos Aires, 2015.
Bruno, L. y Bertuzzi M. Máquina ecléctica. En Lo teatral. Lo paya y la vida se llevan muy bien. Editorial Lumen, Buenos Aires, 2015.
Bruno, L. y Bertuzzi M. Territorializar para desterritorializar. En Lo teatral. Lo paya y la vida se llevan muy bien. Editorial Lumen, Buenos Aires, 2015.
Freud, S. El humor (1927). En Obras Completas, tomo XXI. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2012.
Pavlovsky, E. Creatividad en los grupos terapéuticos. En Lo grupal 4. Ediciones búsqueda, Buenos Aires, 1987.
NOTAS
[1] Bruno, L. y Bertuzzi M. Hacer máquina y ser máquina. En Lo teatral. Lo paya y la vida se llevan muy bien. Editorial Lumen, Buenos Aires, 2015.
[2] Bruno, L. y Bertuzzi M. Territorializar para desterritorializar. En Lo teatral. Lo paya y la vida se llevan muy bien. Editorial Lumen, Buenos Aires, 2015.
[3] Pavlovsky, E. Creatividad en los grupos terapéuticos. En Lo grupal 4. Ediciones búsqueda, Buenos Aires, 1987.
[4] Bruno, L. y Bertuzzi M. Territorializar para desterritorializar. En Lo teatral. Lo paya y la vida se llevan muy bien. Editorial Lumen, Buenos Aires, 2015.
[5] Bruno, L. y Bertuzzi M. Máquina ecléctica. En Lo teatral. Lo paya y la vida se llevan muy bien. Editorial Lumen, Buenos Aires, 2015.
[6] Freud, S. El humor (1927). Obras Completas, tomo XXI. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2012.
[7] Freud, S. El humor (1927). Obras Completas, tomo XXI. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2012.
Leimos este articulo junto a colega de Hospital, ya que esta surgiendo (y sugiriendose) la posibilidad de este dispositivo para acompañamiento de pacientes oncológicos -entre otros -. Valioso y desde nuestro pensar, imprescindible. La charla decantó en lo que se observa no solo en los vínculo que se crean entre pacientes que padecen cuadros similares, gente que ha sufrido un ACV y se encuentra en rehabilitación, por ejemplo. Pero tambien en los vínculos afectivos entre profesionales inmersos en escenas de sufrimiento de pacientes y familiares. Prfesionales de la salud mental que realizan disciación instrumental a fin de no perder objetividad en sus intervenciones (no solo pensando en salud mental, sino tambien en un cirujano a la hora de intervenir). Chistes, comentarios, que pensamos son herramientas para no implicarse en algo tan relevante como la vida de un sujeto. El humor como herramienta de liberar tensión psíquica. Tambien pensabamos en los vinculos afectivos, muchas veces espontaneos y unicos entre personal del hospital... y donde quizas en un sitio donde existe tanta pulsion de muerte, es la pulsión de vida la que viene a intentar una homeoestasis que permita sobrellevar horas y guardias.
Gracias por lo leido.
La risa como posición terapéutica.
La risa como lugar posible para alojar lo inédito.
La risa como dispositivo que cura.
La risa como estallido de incertidumbres que en su fuga pueden propiciar un cambio.
La risa como intervención que desbarata fronteras en el pensar.
La risa que discurre entre cuerpos sensibles a lo que hace síntoma.
Muy buen trabajo.
Saludos,
Marcelo.
Si es verdad la risa ayuda a aceptar tratamientos largos y penosos inclusive a aceptar la muerte, trabaje en Cuidados
Paliativos y los pacientes que sabía que su muerte estaba por ocurrir solian divertirse con peliculas comicas inclusive repetian aquellos dialogos que los habíanb hecho reir a sus amigos y/ o familiares
me gusto mucho este anlisis porque si bien la risa es un mecanismo de satisfaccion, es recomendable a mi criterio que se practique mas la risoterapia, ya que ha marcado un cambio significativo en los pacientes con enfermedades terminales, ya que les sube el animo y les da fuerza para salir adelante. Hasta podria ser una nueva cura para algunas personas con ciertas tendencias depresivas si junto con una terapia medica acorde, mas un trabajo en grupo que haga sobresalir al enfermo dandole fuerza, aniño y alegria; estas son herramientas que se podrian utilizar y ser muy eficaz a la hora de un tratamiento medico.
Trabajé varios años como enfermero de personas con enfermedad oncológica en estadíos avanzados, también como acompañante a familias y enfermos. El humor muchas veces fue algo que produjo un paréntesis en la realidad, un extrañamiento de la misma, hablo de los propios enfermos, de sus propias expresiones: "fue como si todo esto no pasara", "me olvidé hasta de lo que tengo", "Ja ja, cocinamos la papa (así llamaban al cáncer hace varios años)". Hablo tanto de momentos de humor espontáneo como intencionados, momentos que en mi trabajo muchas veces intenté sostener y producir por el efecto en los pacientes, pero sin pensarlos en mí mismo. Me encantó el análisis y en algún punto también lo agradezco.
Pensaba en el ropaje y utilización del humor en los payamédicos como forma de disocián instrumental con los pacientes como agentes de salud mental.
Y también en la idea del humor como una cosa "seria" con una función de pregunta más que de abrochar sentido.
Me gusto mucho el analisis ya que analiza los conceptos de humor y super yo desde Freud que no hubiera pensado, el tema del arte o del payamedico lo veia mas del lado de la sublimacion, o como una forma de crear una realidad nueva por medio de la fantasia, pero es muy interesante ver aca el concepto de super yo como funcion parental que contiene y no desde el lado de la moral mortificante.
Me resultó una mirada muy interesante, en primer lugar, el entrecruzamiento que realiza la autora de dos disciplinas como son el teatro y el psicoanálisis y el establecimiento de relaciones entre ambas a partir de una película como Patch Adams. Por otra parte,el poder pensar el lugar del humor en nuestro ejercicio profesional, aún mas a partir de su funcionalidad para regular las exigencias del superyo.
Humor que habilitaría a cuestionar nuestro quehacer, a romper con la fijeza de sentido y no responder a cierto discurso Amo, que se filtran en muchas instituciones donde trabajamos, no solo las hospitalarias. Por el contrario, el humor posibilitaría cierta apertura de sentido. Se puede constituir en una intervención posible frente a lo que se nos demanda tanto como analistas como en cualquier otro rol que se nos convoque como profesionales, sobre todo frente a cierta fijeza que puede llegar a imponer lo instituido.
Creo que las personas que pueden hacer humor cuentan con una relación lo suficientemente sana con la castración, puesto que logran jugar con la falta (o al menos, habría una manera de hacer humor que se trataría de esto como creo que ilustra el humor de Patch Adams en la película por ejemplo, en la escena donde se gradua con su particular atuendo mitad sí y mitad no).
A su vez, este jugar con la propia falta implica un segundo efecto que creo es el de agrietar posibilidades (en el sentido de abrir nuevos rumbos hacia) hacia la construcción de otros mundos o versiones posibles de diferentes cuestiones lo que es imprescindible de propiciar en un proceso analítico.
Por otro lado, me parece que la posición que ocupa el profesional que hace humor (entre otras cuestiones), se relaciona con la cuestión del poder, ya que desde esta modalidad (así como desde otras)se logra no ocupar el lugar del saber convencional tan cuestionado y contraproducente posibilitando así, en el lazo con el otro, que el curso de la falta se encuentre con cierta plasticidad siempre tendiente a la apertura de sentidos.
Gracias por el trabajo y por esta instancia on line de participación.
Muy buen punto de vista respecto del humor, de la risa vinculado del lado de Freud de como repercute las instancias del yo y el superyo en la terapia con pacientes, me gusto la manera de vincular el yo con el humor como se da en la película. Posicionando así al terapeuta desde un modo activo como en una obra teatral que interfiera tratando de generar intriga y humor como es el caso de los payasos.
Muy buen posicionamiento no lo había pensado desde el lado de Freud, por lo cual parece interesante el análisis que se realizo.
Película:Patch Adams
Titulo Original:Patch Adams
Director: Tom Shadyac
Año: 1998
Pais: Estados Unidos
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