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No hay Oleanna

por Laso, Eduardo

Cátedra de Psicología, Ética y Derechos Humanos, Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires

Resumen

Oleanna, de David Mamet pone en escena el conflicto entre una alumna y un profesor, que irá escalando en un conflicto en torno del saber y del poder. Ha sido interpretada bajo los ejes de la violencia de género, el empoderamiento de la mujer en un mundo falocéntrico, la impostura de las instituciones educativas, el abuso sexual, o las inconsistencias del discurso pedagógico progresista. Proponemos una lectura diferente, tomando la formalización de los cuatro discursos en Jacques Lacan, para pensar los personajes como encarnación de dos discursos en pugna: el discurso universitario y su envés, el discurso de la histérica.

Palabras Clave: Universidad | Saber | Poder | Histeria

Abstract

David Mamet´s Oleanna stages the conflict between a student girl and a professor that will turn into a conflict arround knowledge and power. The play has been interpreted in the terms of gender violence, the empowerment of women in a falocentric world, the imposture of educational institutions, the sexual abuse, or the inconsistencies of the progressive pedagogical discourse. We propose a different approach, taking Jacques Lacan´s formalization of his four discourses, so as to take the characters as the encarnation of two discourses in conflict: the university discouse an it´s underside, the hysteric discourse.

Keywords: University | Knowledge | Power | Hysteria

 

No hay Oleanna [1]

¡Oh, estar en Oleanna!

Cuando la obra de teatro Oleanna se estrenó en Massachusetts en 1992, coincidió por azar con un escándalo mediático de ese momento: la denuncia por acoso sexual de una profesora universitaria a un juez candidato al Tribunal Supremo de los Estados Unidos. En un ejemplo más de que la vida imita al arte, a la salida de la sala teatral se producían peleas acaloradas entre los espectadores, e incluso entre parejas. Al poco tiempo Harold Pinter estrenó la obra en Londres, y las discusiones acaloradas se repitieron. Por su parte, los colectivos feministas norteamericanos acusaron al autor de oportunista, misógino y machista, reproduciendo así los lugares de los personajes de la obra.

Escrita en 1990, la controversial obra teatral de David Mamet ofrece un primer enigma desde su título, dado que en ella no hay ningún personaje con ese nombre. Oleanna es una canción folclórica noruega que se volvió popular en su versión al inglés interpretada por Pete Seeger. La letra original fue escrita en 1853 por Ditmar Meidell, editor de una revista noruega, para satirizar la visión idílica de la sociedad norteamericana que se hacía su célebre compatriota, el compositor y virtuoso violinista Ole Bull. Considerado el primer artista noruego de fama internacional, Bull visitó Estados Unidos en varias ocasiones para dar conciertos. En 1852 compró tierras en Pennsylvania para fundar una colonia que llamó Nueva Noruega, también conocida como Colonia Ole Bull. Allí se conformaron cuatro comunidades de inmigrantes noruegos: Nueva Bergen, Nueva Noruega, Valhalla y Oleana, está última llamada así por una combinación de su nombre propio y el de su madre. Al poco tiempo, Bull abandonó las colonias debido a la falta de tierras para labrar, y volvió a las giras de conciertos. La canción de Meidell ironiza acerca de las bondades de las tierras de Pennsylvania en las que Bull creía. [2]

De modo que “Oleanna” cifra la ilusión de una comunidad perfecta, un paraíso utópico, una meta o lugar en el que alcanzaríamos finalmente la felicidad. En el contexto de la obra de Mamet, se trata de la promesa de tener una vida asegurada a través del saber: sea con un título universitario para el caso de Carol, sea con el nombramiento en el cargo de profesor para el caso de John. Cabe recordar sobre la felicidad, que Freud decía que no hay nada preparado en el macrocosmos ni en el microcosmos para que el hombre pueda alcanzarla… lo cual incluye la vía académica como promesa de un futuro mejor.

Oleanna en la obra de Mamet nombra también la ilusión de una comunicación intersubjetiva sin malos entendidos, la reciprocidad de yo a yo en una comprensión mutua. Como en determinado momento el profesor le recuerda a su alumna pretendiendo bajar el tono de la discusión entre ambos: “somos seres humanos”. Dice Mamet sobre su obra teatral: “Escribo sobre aquello de lo que, en mi opinión, nuestra sociedad carece, que es básicamente la imposibilidad que tienen las personas para comunicarse en lo relativo a cuestiones básicas”. Una de las tesis de Lacan, en contra del sentido común y la psicología académica, es que no hay intersubjetividad. Lo plantea, por ejemplo, cuando comenta el film El joven Torless, de Volker Schlondorff, otra historia de alumnos y profesores. [3]

Hablar de alumnos y profesores implica abordar una relación de imparidad estructural, que es ajena a la intención o voluntad de los que ocupen dichos lugares. Planteada la relación en términos del discurso universitario de Lacan, suponer que puede haber una comunicación de igual a igual entre alumno y profesor es caer en una impostura, que es lo que justamente Mamet nos revela en su obra. A lo que agrega el malentendido comunicacional, presto a ser significado desde los fantasmas respectivos de los dos personajes, atrapados en un agonístico debate.

Los dos personajes de la pieza están construidos de modo que cada uno defienda su punto de vista con igual firmeza y persuasión ante el espectador. Pero al mismo tiempo, Mamet insinúa cierta ambigüedad en sus intenciones, poniendo al espectador en situación de vacilar respecto de la autenticidad o no de lo que dicen y hacen, y abriendo una pregunta por sus motivaciones subyacentes. ¿En verdad Carol demanda a John una ayuda para aprender? ¿O se trata de una estrategia para vengarse porque la reprobó? ¿John se interesa por los problemas de aprendizaje de Carol? ¿O emplea su benevolencia con fines de seducción? Oleanna concluye dejando al espectador que decida sobre la interpretación que ha de dársele. Dice Mamet: “En la obra hay dos personajes. Hay un hombre y una mujer, y los dos defienden puntos de vista muy sólidos, en los que creo por igual… Muchos creían que el hombre tenía razón y la mujer estaba equivocada y que yo lo había presentado así tendenciosamente, y muchos creían justo lo contrario (…) Mi función consiste en mostrar las interacciones humanas de tal manera que la síntesis que asimile el público promueva una actitud más humana, una mayor comprensión de las motivaciones humanas”. [4]

La obra transcurre en tres actos en el curso de los cuales habrá una permutación de los lugares de saber y poder por parte de los protagonistas: si al comienzo Carol es una alumna la que no entiende y demanda explicaciones, al final será el profesor quien le demande a ella. Y si en el inicio el lugar de poder es detentado por el profesor, al final lo tendrá Carol.

Oleanna se presta a una puesta en escena tanto machista como feminista. Desde una versión machista, Carol recurre a la posición de víctima para imputar falsamente a un profesor bienintencionado, y así desquitarse por haber sido reprobada. De paso, logra empoderarse ante él y la institución. Desde una versión feminista, Carol no es una alumna malvada sino una rigurosa intérprete de las aparentemente inocentes palabras y actitudes del profesor. Y emplea las armas que le brinda el sistema educativo para atacar su posición machista y paternalista, devolviéndole su propio mensaje en forma invertida. De este modo revela su posición de autocomplacencia e impostura, y su consiguiente abuso de poder para quien está ubicado en calidad de alumno.

Mamet ha rechazado ambas alternativas cuando plasmó su obra en el cine. [5] Para lo cual eligió a William H. Macy para encarnar al profesor, un actor especializado en personajes frágiles, patéticos, contradictorios, pusilánimes, pero también sensibles y ocasionalmente heroicos. La obra no tendría el mismo sentido si el personaje fuera interpretado por un actor apuesto y seductor. Carol, interpretada por Debra Eisenstadt, encarna a una joven estudiante de belleza contenida y aparente fragilidad. La diferencia de sexos resulta también determinante: no sería la misma obra si los que debatieran fueran del mismo sexo.

Proponemos no leer a Oleanna desde la confrontación imaginaria -con los consiguientes lugares previsibles de la cuestión de la violencia de género, el empoderamiento de la mujer en un mundo falocéntrico, la impostura de las instituciones educativas, el abuso sexual, o las inconsistencias del discurso pedagógico progresista-. Se tratará de pensarla tomando como eje la formalización de los discursos en Jacques Lacan, para entender a los personajes como representativos de dos discursos en pugna: el discurso universitario y su envés, el discurso de la histérica. Se trata de leer la obra en términos de dos lógicas discursivas en conflicto, para salir del campo imaginario que la aplana en la alternativa de quién tiene razón y quién no. Cuestión que para el autor es ajena a sus intenciones, ya que ha querido plasmar un problema de incomunicación y los efectos destructivos que produce.

Los discursos de Lacan

En el seminario El reverso del psicoanálisis, [6] Lacan introduce la escritura formalizada de cuatro discursos para dar cuenta de los modos de relación del sujeto al otro y la imposibilidad de que haya un discurso totalizador. La represión funda al sujeto como dividido, produciendo una pérdida de goce. Los cuatro discursos escriben los modos de hacer con esa falta, en un esfuerzo por recuperar el goce perdido por estructura, como plus de goce. Lacan formaliza cuatro modos de lazo social, cuatro modos diferentes de hacer con la falta de goce en el esfuerzo de recuperarlo en el vínculo con el otro.

Lacan plantea que el psicótico está en el lenguaje pero fuera de discurso. Esto significa que no cualquiera está dentro del discurso: sólo aquellos parlêtres que han inscripto la falta del Otro. Vale decir, la castración. La forclusión de la castración deja al parlêtre fuera de discurso. Ingresar al orden del discurso implica que éste quede como sujeto dividido y representado por un significante S1 para otro significante S2, produciendo así una falta no recubrible por el lenguaje, que opera como causa de deseo y plus de goce: el objeto a. Falta estructurante, que opera como causa de la dinámica pulsional y de los discursos.

Para escribir los cuatro discursos, Lacan propone cuatro letras en un orden fijo de sucesión (S1, S2, a, $) ubicables en cuatro lugares.

Lugares:

Las letras pueden permutar su ubicación en un cuarto de vuelta, produciendo así cuatro discursos.

La afirmación lacaniana de que no hay universo de discurso supone que cada discurso no puede decirlo todo, que es parcial, y que el sentido de un discurso sólo puede venir de otro, por lo cual se requiere de la interdiscursividad. Tal necesidad se pone en juego en los giros de un discurso a otro. Cada vez que hay un giro de discurso, hay emergencia del discurso del analista, dado que el giro implica que se ha alcanzado el límite del discurso, que se ha tocado algo del orden de la falta, que es justamente con lo que el discurso del analista opera al ubicar la falta en el lugar de agente. Por el contrario, si no se pone en juego la parcialidad y el límite del discurso, se produce entonces una lucha agonística entre dos discursos en disputa. Es el caso plasmado en Oleanna entre el discurso universitario y su envés, el discurso de la histérica.

El reverso o envés implica un giro completo de un discurso en otro. Cada discurso tiene su reverso. El envés es una operación por la cual un discurso agujerea al discurso del cual es el reverso (así, por ejemplo, el discurso del analista es el reverso del discurso del amo). Oleanna muestra dramáticamente hasta qué punto el discurso de la histérica es el reverso del discurso del universitario al que horada.

El lugar de agente, lugar de dominancia, ordena el discurso y consagra un determinado modo de leer la realidad. Ofrece una apariencia de la causa del discurso (dado que la causa es la falta estructural), pero no se confunde con aquel que viene a ocupar ese sitio. Éste sólo hace de semblante de esa posición, que ocupa por encargo. Estar en ese lugar no depende del deseo o voluntad de quien lo ocupa. Así por ejemplo, puede suceder que se le atribuya a un sujeto el lugar de amo, de saber, o de causa de deseo, muy a su pesar.

Discurso universitario:

Lacan plantea al discurso del universitario como versión moderna del discurso del amo, a consecuencia de un cuarto de giro de este discurso producido a partir de la modernidad. En el discurso del universitario, el agente es el S2, el saber en tanto saber totalizador cerrado. Como tal, es anónimo (a diferencia del discurso del amo), aunque es ocupado por un agente (por ejemplo, el maestro, el profesor, o el burócrata).

Desde el lugar de saber, el maestro se constituye como amo en la tarea de educar al otro al que se dirige para dictar lecciones, controlar su comportamiento, o tomar exámenes. El otro no es ubicado como sujeto sino como objeto a. Lacan emplea el neologismo astudado para hablar del estudiante tomado como objeto al que se le demanda que produzca algo: “cuando se sigue la línea de la Universidad, lo que se produce es una tesis”. [7] Se trata para Lacan de la pretensión insensata producir un sujeto que piensa. [8] En el lugar del producto Lacan ubica al sujeto dividido $. Y en el lugar de la verdad, ubica el S1, significante amo que opera como mandato anónimo de saber. La verdad reprimida del saber S2, es que se trata de un saber totalizador soportado desde un significante amo S1.

Cada discurso presenta un imposible en el nivel superior, velado por una impotencia en el nivel inferior. En el discurso universitario, es imposible cubrir con saber la falta del sujeto: el saber no puede saturar el núcleo real de la subjetividad, su falta. Hay una impostura en el discurso pedagógico en tanto pretende rellenar la falta del otro con un saber totalizador. Pero esta imposibilidad es encubierta con la impotencia en el nivel inferior: el sujeto dividido es impotente para alcanzar la verdad, donde se ubica el significante amo S1.

Discurso de la histérica:

El envés del discurso universitario es el discurso de la histérica, donde el lugar de agente es ocupado por $, el síntoma.

Aquel que ocupa el lugar de agente soporta un síntoma que lo interroga, y orientado por el deseo de saber (de la causa de su división, de su malestar, de la no relación sexual) se dirige al otro. La histérica le da la palabra al Otro en calidad de portador del significante amo S1, ubicándolo como Sujeto supuesto Saber. Pero a diferencia del esclavo, la histérica no trabaja para el amo. Y revela la relación del amo con el goce al hacerlo desear. “A su manera, ella hace una especie de huelga. No entrega su saber. Sin embargo, aún manteniéndose solidaria con la función del amo, la desenmascara, poniendo de relieve lo que hay de amo en el Uno con U mayúscula, sustituyéndose como objeto de su deseo”. [9]

Situándose como objeto para ser deseada, la histérica desenmascara el goce del amo, a quien se dirige para demandarle que produzca un saber sobre su propia división. Dice Lacan en Radiofonía: “El histérico es el sujeto dividido, dicho de otra manera, es el inconsciente en ejercicio, que pone al amo al pie del muro de producir un saber”. [10] Saber que se revela impotente para alcanzar la verdad que causa la división del sujeto, a saber, el objeto a en tanto falta de objeto.

¿Qué significan las palabras?

Oleanna puede ser pensada como un contrapunto entre discurso universitario e histérico. No es casual que el inicio del debate entre alumna y profesor gire en torno del sentido de las palabras. Carol, que oyó a John hablando por teléfono, le pregunta qué quiere decir “término de oficio”. Hace tiempo que Carol no entiende lo que dice el profesor ni lo que escribe en su libro, por lo que se dirige a él para quejarse por haber sido reprobada en un trabajo monográfico y para demandar explicaciones. Hasta el final de la obra, la confrontación entre ambos será acerca del sentido de palabras y gestos, de la diferencia entre sentido y significación, de cómo cambia el sentido de lo que se diga o haga según el discurso. Así por ejemplo, reprobar un trabajo es significado por John y por Carol de modos diferentes. Pero lo mismo un abrazo, un chiste, o un comentario al pasar. También se pone en juego la cuestión de quién es el que define el sentido de lo que se dice. Que, al fin y al cabo, no depende del emisor sino del receptor, ubicado en el lugar del Otro, desde donde el emisor recibe su propio mensaje en forma invertida. Esto está planteado en el inicio de la enseñanza de Lacan, cuando ubica el lugar del Otro en tanto receptor como teniendo el poder arbitrario de decidir sobre el sentido del mensaje del emisor. A partir del seminario El envés del psicoanálisis, con la introducción de los cuatro discursos, Lacan agrega además la complejidad de que el sentido también depende de en qué discurso nos encontramos en la relación con el otro.

Que haya en escena una alumna y un profesor, implica una relación de disparidad donde el segundo ocupa un lugar de poder y de saber para la alumna. Pero desde el momento en que ella consigue hacerlo hablar (de la educación, de sus problemas familiares, de su futura promoción, de sus opiniones sobre la educación, etc.) y ella se ubica en lugar de escucha anotando lo que dice, el lugar de poder en verdad lo ocupa ella. Es lo que al final le explica al profesor: no depende de él dar sentido a lo que dice o hace, sino de aquel que ocupa el lugar del Otro.

Carol está angustiada por haber reprobado una monografía. Por lo que se dirige al profesor para demandarle aquello que se espera de ese agente: que la eduque. La demanda de Carol se transita ambiguamente entre el deseo de saber y la demanda de no ser reprobada. Y se desliza subrepticiamente al reproche dirigido al profesor por el lenguaje que emplea, que le resulta inentendible. Carol le imputa indirectamente a John que ha reprobado por no ser claro en su transmisión.

John se muestra al principio fastidiado. Se le ve venir la queja de una alumna por haberla desaprobado. Cuando le dice que su trabajo no está para aprobar, ella se desespera y alega que ha cumplido con su lugar de alumna, como buena astudada. Le dice que cumplió con todo lo que le dijo: compró su libro, lo leyó, y asistió a las clases. Sólo que no entiende el lenguaje que emplea. La demanda de Carol es ambigua. ¿Quiere entender lo que él dice? ¿O quiere saber por qué no lo entiende, al punto de estar angustiada? ¿Se trata de la impotencia de ella, o de un problema del profesor? ¿Es ella la estúpida o el otro es incomprensible? El problema de la dificultad bascula entre el saber y la causa de la división de Carol.

John desecha su planteo diciéndole que en verdad está enojada porque reprobó. Con lo cual Carol insiste desde una posición de víctima argumentando que viene de una clase social más baja, con dificultades para ascender socialmente y el título se lo permitiría, y que no puede ir a su casa a decir que reprobó. Ella le demanda explicaciones, con la ambigüedad de si demanda saber, o que John admita su responsabilidad, perjudicando sus chances de progreso estudiantil. Un cuestionamiento a este todo-saber que se presenta como cerrado e inaccesible para ella.

El profesor conduce el debate a lo escrito por la estudiante en su monografía, leyendo un párrafo confuso como prueba de que el examen está mal escrito, y argumenta que hay reglas institucionales para aprobar exámenes. Le contesta desde el lugar de agente de un saber burocrático, que confirma al sujeto en su impotencia para alcanzar la verdad. Las normas institucionales que rigen el sistema educativo del que ambos participan enmarca la legalidad de los lugares de ambos y de las decisiones que se toman.

Desesperada, Carol le ruega que no la desapruebe. Entonces John le dice “no soy tu padre”, interpretación salvaje que tendrá consecuencias para los lugares que ocupen en la discusión posterior. Porque a partir de ahí, él se pondrá en el lugar de un padre comprensivo que se dirige a una hija para consolarla, siendo que Carol no ubica a él en ese lugar. [11] John irá ganándose el odio de esta alumna, que hará de esta pretensión de hacerse el papá sensible la ocasión para hacerlo hablar y luego destruirlo.

Carol le dice que la trató de estúpida. Y se victimiza diciendo que ella no es nada, que nadie la quiere, y que tiene razón en llamarla estúpida y desaprobarla. Pero el significante “estúpida” conmueve a John, al punto de sacarlo de su posición de S2 para pasar al lugar de sujeto dividido $, debido a que él mismo padeció ese significante de niño. Se produce así un giro en el discurso. Para consolar a Carol, John va a ofrecerle su división, haciéndose el soporte del significante “estúpido”. Va a hacerle saber que no es cierto que no sea nada, sino alguien, por lo menos para él. Que él mismo es como ella. Y que a él ella le importa. Va a confesarle sus fallas, lo que vuelve la escena inquietante para Carol, ya que para ella no ha cambiado el lugar del discurso: sigue tratándose de un profesor que ocupa el lugar de saber.

Es que el cambio de discurso no depende de la voluntad del agente. Por más que John intente ubicarse en el mismo plano que su alumna en una comunicación entre iguales, seres humanos que hablan desde el corazón, sujetos divididos con problemas y angustias, para Carol sigue siendo el profesor que encarna el lugar de S2. John va a intentar ponerse en un lugar de paridad que, visto desde Carol, es una impostura: no hay intersubjetividad ni paridad en las relaciones profesor-alumna, aunque John se pretenda un par. Sigue ocupando el lugar simbólico de agente del saber, pretender ubicarse como par es visto como un amo que juega a hacerse el esclavo. Lugar patético del que Carol toma nota.

Si John se histeriza ante Carol, ella no lo acompaña en este giro de discurso. Desde este cambio de posición, John va a empezar a relativizar el saber S2 del que es agente en tanto profesor, volviéndose así inconsistente para espanto de Carol, que demanda un amo que sepa. John le dice “es sólo un curso, sólo un libro”, a lo que ella replica: “No. Hay gente ahí; gente que vino a aprender algo que no sabía. Que vinieron aquí a recibir ayuda. A que alguien les ayudase a ser algo, a aprender algo, a obtener... ¿Cómo se dice? a lidiar con el mundo... ¿Cómo podría hacer eso si no apruebo?”.

Sorpresivamente, el profesor dice que si Carol no entiende nada, la culpa es suya como docente. John pasa de rechazar que el problema sea su manera de hablar, a culparse por ello y desresponsabilizar a Carol por su fracaso. Pretende salir de su lugar de agente de saber para ubicarse como otro alumno igual a ella. Alguien que alguna vez fue llamado “estúpido”. Sólo que al hacer esto, se vuelve estúpido para Carol. John está haciendo una estupidez en el campo de la transmisión: creyendo que la ayuda, produce un discurso vano de terapia de apoyo que ella no demanda y que sería impotente para resolver su división subjetiva. De manera torpe, le da una clase de reprogramación neurolingüística: ambos han recibido mensajes negativos en los que creyeron ser idiotas, pero se trata de dejar de creer en esa idea y salir adelante. En otras palabras, John no deja de estar ubicado en el discurso universitario y dirigirse a Carol en el lugar de un objeto a quien educar. Escéptica, Carol le pregunta si piensa que eso es lo que a ella le pasa. John responde: “Bueno... No sé si diría eso. Te estoy hablando como le hablaría a mi hijo, porque quiero que él tenga eso que yo nunca tuve. Te estoy hablando del modo en que querría que alguien me hubiese hablado. No sabría cómo hacerlo sin que se transformara en algo personal, pero...”.

Carol, que lo escucha atentamente, le pregunta por qué quiere hacerlo personal. Ella se interroga por el deseo de John. ¿Qué lo motiva a dedicarle tiempo, a postergar su salida del colegio, a hablarle personalmente? ¿Es ella la causa del deseo del profesor? Carol quiere saber, pero ahora su búsqueda es por el deseo de John y qué lugar ocupa en él. Así que lo incita a que hable de sus problemas. Ante la pregunta de cuáles son sus problemas, él decide dejar de lado la rigidez entre profesor y estudiante y dice: “¿Por qué mis problemas tienen que ser más desconocidos que los tuyos?”. Y entonces pasa a confesarse ante Carol mientras le sirve el té. Es la consecuencia del “trato más personal”, desconociendo a quien le habla y del lugar que ocupa para ella: el profesor que la desaprobó y no la deja progresar.

Le cuenta que odiaba la escuela, los maestros y toda persona en posición de jefe. Llega a decir: “Los exámenes, esos que encuentras en la escuela, en la universidad, en la vida, fueron diseñados en su mayor parte por idiotas para idiotas. No hay necesidad de aprobarlos; no son un examen de tu vida, sino de tu habilidad para retener y reproducir desinformación. Claro, aquellos que aprueban son idiotas”. Enuncia un discurso crítico y des idealizado sobre la enseñanza y los exámenes que enfurece a Carol, quien está allí justamente porque él la reprobó.

Discurso que es inconsistente con su propia posición como profesor. En vez de hacer inconsistente el significante “idiota” para Carol, lo proyecta en los exámenes, los evaluadores o los que los aprueban. Se pavonea así en un discurso progresista antisistema, mientras su lugar de enunciación sigue siendo el de un agente del mismo para su alumna. Él le enseña que la educación es un prejuicio, una creencia irracional. Sólo que esto que dice debe ser aprendido, en una paradoja contradictoria. La inconsistencia entre lo que dice y hace como docente, lejos de aliviar a Carol, la enfurece. Ella está ante un agente de la ley que promueve su transgresión al mismo tiempo que la hace valer. Termina transmitiendo la impostura e hipocresía de su posición: si los exámenes son idiotas y destinados a idiotas, ¿es él mismo un idiota? ¿O es un hipócrita que está gozando a los alumnos al someterlos a exámenes? ¿La está gozando a ella al examinarla y reprobarla?

Para colmo, al hablar del Comité Docente del que depende para su inminente promoción laboral, dice que desearía vomitar sus defectos sobre ellos, y que si encontraran un oscuro secreto suyo perdería el nombramiento y la compra de su nueva casa. Encima agrega tener derecho a su casa, su familia y su felicidad ante una alumna que no cuenta con nada de eso. Con lo que le ofrece a Carol las armas para que lo destruya.

Harta de escucharlo, ella lo corta diciendo que quiere saber qué calificación obtuvo por su trabajo. Para su estupor, John le dice que está aprobada, que van a empezar de nuevo el curso ellos dos, que no importan las reglas institucionales.

John.- Digamos que esto es el principio.
Carol.- ¿El principio de qué?
John.- Del curso.
Carol.- No podemos recomenzar.
John.- Yo digo que sí.
Carol.- Pero yo no lo creo.
John.- Lo sé, pero es verdad. ¿Qué es la clase sino tú y yo?
Carol.- Existen reglas.
John.- Bueno... Las violaremos.
Carol.- ¿Cómo?
John.- No se lo diremos a nadie.
Carol.- ¿Está bien eso?
John.- Yo digo que sí.
Carol.- ¿Por qué haría eso por mí?
John.- Me agradas. ¿Es tan difícil que entiendas eso? No hay nadie aquí, sólo nosotros dos.

Se supone que el deseo de un profesor es deseo de educar. Pero John propone una relación pedagógica por fuera de todo marco normativo, la terceridad legal que ordenaba sus respectivos lugares. Al estallar caprichosamente ese marco regulador, se le abre a Carol la pregunta por sus intenciones. Una vez que John se ubica no sólo fuera del marco de legalidad institucional, sino proponiéndose como siendo la ley misma, Carol entra en pánico: “¿Qué me quiere este Otro?”. “Dice que quiere educarme, pero ¿qué desea?”. Pregunta por el deseo del Otro que convoca a una respuesta desde su fantasma: soy la causa del deseo del profesor. Sus dichos son leídos desde el discurso histérico. Lo cual despierta una respuesta paranoica ante este profesor que se vuelve crecientemente amenazante.

Carol concluye que las intenciones del profesor son otras que las pedagógicas, no importa que éste vuelva a ubicarse en enseñante. Hay una vacilación por parte de él en el instante en que se acerca a ella diciendo que le agrada, que sella el sentido de lo que sucede para Carol. Cosa que John ignora. Es que desde su posición en S2, hay represión de los S1, significantes que cifran su deseo inconsciente. Esos significantes que Carol escucha y anota. Solo que ella no es una analista, sino una histérica.

John cree que educar es provocar y cuestionar. En verdad él goza provocando (encubierto bajo la excusa educativa), lo que pone en acto en el intento de hacerse el gracioso con el chiste de que los ricos copulan menos que los pobres pero al hacerlo se quitan más ropa. El acento del chiste no debe ser puesto tanto en el contenido sexual –que Carol posteriormente explotará– sino en el tema de la diferencia de clase que ambos personajes encarnan, y que se expresa como goce complacido del profesor, que se pavonea ante la alumna astudada, ubicada como objeto a, mientras no se ahorra de hablar de la compra de su casa y su posición acomodada, alimentando así el resentimiento de ella.

Es para salir de esta posición de objeto que Carol va a devolverle a John su propio mensaje en forma invertida, barrándolo. Cuando le cuestiona por qué si piensa todo lo que dijo de la educación decidió ser profesor, la respuesta es cínica: porque goza de la actividad (dice que “ama su profesión”) y por el dinero que se gana dando clases. Carol entra en estado de angustia y confusión. Dice no entender nada. Sólo que ahora su no entender tiene menos que ver con el tema de la materia que con la posición de este profesor. No entiende cuál es su deseo. Por eso agrega que no sabe por qué está ahí. Ante su angustia, él intenta calmarla con un abrazo paternal que ella rechaza espantada.

Antes de retirarse, Carol confiesa algo enigmático: le dice “soy mala”. Una anticipación de lo que seguirá. Ella amaga una confesión que nunca se producirá porque son interrumpidos por el teléfono, que remite a John a su Oleanna: la casa nueva, la promoción laboral, que contrastan con la situación de Carol. Si ella estaba a punto de revelarle algo de su intimidad, cuando lo escucha hablando de la nueva casa se endurece y vuelve a cerrarse ante él. [12]

John le comenta que están organizándole una fiesta sorpresa por la nueva casa y su promoción. Agrega:

John.- Algunos dirían que es una forma de agresión.
Carol.- ¿Qué cosa?
John.- La sorpresa...

El contraste entre la celebración anticipada del profesor y la situación en que ella se encuentra, la decide a denunciarlo. Ella le dará una sorpresa, devolviéndole su propio mensaje en forma invertida. Modo de salir del lugar de objeto y producirse como sujeto agente del saber legal. Se trata de un viraje al discurso universitario como modo de salir de su división y a su vez producir a John como sujeto dividido.

El segundo acto transcurre días después del primer encuentro. John ha sido notificado que Carol lo denunció ante el Consejo. Asombrado de que la conversación previa haya sido interpretada de un modo tan ofensivo, se encuentra en la oficina con Carol para saber por qué lo acusó y, en el fondo, pedirle que desista de la denuncia por amenazar su cargo y la compra de su casa. Quiere contarle que reflexionó sobre su posición inconsistente de la última vez. Pero de a poco se irá deslizando de “qué hice mal” a “que mal te hice”.

La denuncia de Carol describe una serie de dichos y situaciones ocurridas en la escena anterior, sólo que ahora cobran un sentido diferente, que John rechaza. Carol no miente en el relato de lo que denuncia. Sólo que ella le da un sentido que John no admite. Carol escucha más allá del sentido aparente de John, para apuntar al deseo inconsciente puesto en juego en sus dichos y gestos. Sentido inconsciente para el propio profesor, que no puede reconocerse en ellos. Sólo que no se trata aquí de una sesión de análisis, ni Carol es una analista, sino una histérica que hará de la escucha un arma contra John.

En determinado momento, John cita a los estoicos: “Los filósofos estoicos dicen que si borras la frase he sido herido, borrás la herida”. Parece resonar en esta frase el planteo lacaniano de que no hay otra realidad que no sea de discurso. Sólo que tomada al revés: no es que una herida desaparece si se elimina del discurso: persiste como herida no significada. Como un real que no ingresa al campo de la significación. John demanda de Carol que reprima, que no haga pasar al campo de la palabra aquella herida que ella ha padecido, para que así no exista.

Carol le responde señalando el carácter de impostura de la posición de Saber que encarna en el discurso universitario y del lugar de objeto en que queda el estudiante. Y denuncia la verdad oculta en ese discurso: el goce del amo escondido detrás del saber. Sólo que leído desde el discurso histérico, que apuesta al lugar de que haya un Amo S1 que produzca un saber que resuelva su malestar. Y el contraste entre ese amo anhelado y John la enfurece. Porque lee en esa inadecuación a un impostor que goza a los alumnos: “Usted ama el poder de desviar, inventar, transgredir cualquier norma establecida para nosotros y cree encantador explorar ese gusto suyo por burlarse y por destruir, pero ¿y las aspiraciones de sus estudiantes? De esos estudiantes que se sacrifican para venir aquí. Usted no tiene idea de lo que me cuesta venir a esta escuela. Se burla de nosotros. Llama a la educación molestia y desde su asiento protegido y elitista ve nuestra confusión como una joda”. Carol ataca a John porque quiso provocarla y desilusionarla, cuando lo que esperaba era que le sostuvieran la ilusión de que por vía del saber se llega… a Oleanna. Y en vez de encontrar un amo, o de reconocer a un sujeto dividido, ve a un gozador que se abusa de su cargo.

Cada uno va a significar al otro desde su propio fantasma. El será un impostor vil, deshonesto y explotador para Carol, y para John ella terminará siendo una joven abandonada de sexualidad dudosa, que quiere venganza y poder. En ese malentendido, él terminará perdiendo y ella ganando. Pero el punto no es tanto quien gane sino el porqué del malentendido.

Llegados a esta encerrona, John hace un último esfuerzo por entenderse con ella. La sorprende diciendo “lindo día, ¿no?”, para señalarle que la esencia de la comunicación no se basa en el contenido de lo que se diga sino en el hecho de querer comunicar, y que eso tiene por condición la aceptación del otro como semejante, como humano. John logra así desestabilizar la imagen que Carol se hace de él como “inminencia intolerable de goce”. [13] Y le señala la diferencia entre el lugar de agente de saber y él mismo dentro del discurso universitario. Dice: “no sé si puedo enseñarte, pero sé que puedo decirte lo que pienso sobre ella, y entonces puedes decidir sin pelear conmigo. No soy la materia. Y si estoy equivocado, puede que no sea tu trabajo corregirme. Yo no quiero corregirte”. La pelea de ella es con lo que dice, no con él. Pero lo que dice es sólo un punto de vista sujeto a debate. Y su tarea docente llega hasta allí, teniendo ella la libertad de aceptar, debatir o rechazar dicho punto de vista. John apunta a separarse del lugar de amo del saber que se le atribuye, para descomprimir la hostilidad de Carol. De ese modo consigue que ella vacile y empiece a hablarle de su posición. Se trata de la segunda vez que está por confesarse, pero nuevamente interrumpe un llamado telefónico y John va a atender, cerrando por segunda y última vez la posibilidad de alcanzar algún acuerdo. Porque lo que dice por teléfono da a entender que ya ha logrado convencerla de que desista de la denuncia y que va a conseguir su casa y su cargo. Semejante torpeza ante Carol sólo logra que ella vuelva sobre la posición anterior y se cierre, para remitir todo al Comité. Desesperado, John intenta retenerla, pero la situación se desborda: Carol se quiere ir, él la agarra a la fuerza, y ella empieza a dar gritos pidiendo ayuda.

El tercer acto transcurre tres días después de la última discusión. John no ha conseguido su ascenso y corre riesgo de despido. Ha estado sin volver a su casa, encerrado en una habitación de hotel y pensando en cómo defender su caso ante las autoridades. Llama a Carol para una nueva charla. Pero ella ocupa ahora el lugar de saber y poder que era de John. Y desde esa posición acude para darle una lección. En determinado momento le dice: “Me citó aquí para explicarme algo que yo no entendí. Pero yo vine a explicarle algo a usted. ¡Usted no es Dios! Me pregunto para qué vine. Y me respondo que vine a enseñarle”. En esta inversión, ella es la que ahora ubica a John en el lugar de astudado desde el lugar de saber burocrático al que ella apela contra John. Y hace un discurso sobre el lugar de los alumnos como víctimas del capricho arbitrario de los profesores. John dice que no entiende las acusaciones y ella le responde:

Carol.- Mis acusaciones no son triviales. Lo son por la rapidez con que fueron aceptadas. Un chiste que hizo con tonos sexuales, el lenguaje que usa, una caricia, verbal o física... Sí, lo sé, dice que eso es trivial. Entiendo, pero tiene que ver con usted, por poner la mano en el hombro de alguien.
John.- ¡No tenía sentido sexual!
Carol.- Puede ser. ¿No empieza a entender que no es a usted a quien le corresponde decidirlo?
John.- Voy entendiendo. Creo que en lo que estás diciendo, hay algo de verdad.

Efectivamente, ella ha aprendido la lección de que la salida del no saber el sentido de las palabras del Otro es ubicarse en el lugar del Otro del saber. Es a ella, y no al profesor, que corresponde significar el valor erótico o no de una caricia verbal o física. Pero al ocupar este lugar, Carol empieza a sufrir los efectos el goce que reporta tomar al otro como objeto desde la identificación al lugar de agente del saber. Por ejemplo, afirma que fue para explicarle a él (cual si fuera profesora), y que no acudió a verlo para regodearse en su desgracia, pero ya no es tan claro que no sea así. De hecho, se muestra despectiva y agresiva, llega a insultarlo como si ya nada de lo que John haga o diga pudiera tocarla. Y le sugiere que se podría retractar si acepta que sea retirado el libro de su autoría de los planes de estudios. Aquel libro que ella no entendía y por el que había reprobado. Se trata de un golpe humillante que a John le hace de límite. Porque no va a aceptar semejante acuerdo, al punto de preferir perder el puesto de trabajo. Además de una inconsistencia del lugar de enunciación de Carol: si se trata de la defensa de la libertad, ¿a qué viene la censura?

Bajo los efectos de goce en este lugar de saber, ella hará dos cosas: una es acusar a John de intento de violación. John se entera por un llamado, y para su estupor, que fue denunciado por ella penalmente. Carol le dice: “Yo salía de esta oficina y usted presionó su cuerpo contra el mío. Se lanzó físicamente sobre mi cuerpo. De acuerdo a la ley, se trata de abuso sexual e intento de violación”. Desde este lenguaje burocrático implacable, ha pasado a funcionar al modo de un superyó para John: lee el deseo inconsciente en cada gesto o dicho que hace. Y desde allí martiriza a John, quien no se reconoce en lo que ella le imputa.

La gota que derrama el vaso es el señalamiento a John, antes de retirarse, que no le diga “nena” a su esposa. El nombre íntimo que John comparte con su mujer es leído por Carol en términos machistas, así que no se ahorra de aleccionarlo sobre el trato no degradante hacia las mujeres. Sólo que para John ella no ocupa el lugar de S2 del saber, sino de una histérica que lo está gozando mediante imputaciones falsas. Y responde con un pasaje al acto en el que actúa el lugar fantasmático de padre golpeador y abusador que se le imputa. John queda finalmente producido como $, alienado a los significantes que ella le ha otorgado.

La comunicación es, en el fondo, una transferencia de significantes estructurados en lógicas discursivas, y enmarcados en fantasmas.

Referencias

Alvarez, A.; La teoría de los discursos en Jacques Lacan, Buenos Aires, Letra Viva, 2006.

Vegh, I; Los discursos y la cura, Buenos Aires, Acme Agalma, 1999.

Lacan, J.: Psicoanálisis, radiofonía y televisión, Barcelona, Anagrama, 1983

Lacan, J.: Seminario XVI De un Otro al otro, Buenos Aires, Paidós, 2008.

Lacan, J.: Seminario XVII El reverso del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1992.



NOTAS

[1Mamet, D.; Oleanna, 1994, EE.UU., 89´.

[2Oleanna
¡Oh, estar en Oleanna!
Ahí es donde me gustaría estar
en vez de estar obligado en Noruega
Y arrastrar las cadenas de la esclavitud
Ole, Oleanna, Ole, Oleanna
Ole, Oleanna, Ole, Oleanna
Ole, Ole, Ole, Ole, Ole, Oleanna
Ole, Ole, Ole, Ole, Ole, Oleanna

En Oleanna la tierra es gratis
El trigo y el maíz se plantan solos
Luego crecen unos cuatro pies al día
Mientras estás en tu cama descansando
Cerveza tan dulce como Muchener
Salta del suelo y fluye lejos.
A todas las vacas les gusta ordeñarse
Y las gallinas ponen huevos diez veces al día.
Cerditos asados
Solo apúrate por las calles de la ciudad
investigando cortésmente
la loncha de jamón que te gustaría comer.
Sí, si comenzaras a vivir,
A Oleanna debes ir.
El desgraciado más pobre de Noruega
Se convierte en duque en aproximadamente un año.

[3Lacan, J.; Seminario XIV, La lógica del fantasma, clase 9, 1967, inédito.

[4Lo cual, inevitablemente, arroja al espectador a que responda desde su propio fantasma.

[5Por ejemplo, la puesta de Hugo Urquijo en el año 2000 en el teatro San Martin, con Gerardo Romano y Carolina Fal, sale de la ambigüedad -y así arruina las intenciones de Mamet- cuando en determinado momento el profesor intenta apretarse a la alumna.

[6Lacan, J.; El seminario: Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1992.

[7Lacan, J.; ob. Cit. pág. 206.

[8"Como sujeto en su producción, no puede nunca percibirse como amo del saber. Es una pretensión insensata producir un sujeto que piensa". Lacan, J.; ob. cit. pág. 109.

[9Lacan, J.: Seminario XVII El reverso del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1992, pág. 98.

[10Lacan, J.: Psicoanálisis, radiofonía y televisión, Barcelona, Anagrama, 1983, pág. 57.

[11Ni sabemos lo que para Carol significa ese lugar en su fantasma: ¿es un padre idealizado, u detestado? Por los efectos, sabremos que se aproxima a lo segundo.

[12Como conjetura, propongo interpretar el “soy mala” como una advertencia al profesor: “Cuando me joden, soy implacable y sin medida”.

[13Es la definición de prójimo que propone Lacan en el seminario De un Otro al otro.