Universidad de Buenos Aires
Resumen
Tristeza, miedo, frustración, ansiedad, estrés, culpa… son todas vivencias asociadas a la infertilidad que fueron vastamente revisadas por la literatura, no sólo al recibir el diagnóstico sino al transitar la misma, ya que se sucede en ciclos de esperanza y, muchas veces, fracaso cuando el tratamiento no es exitoso.
Si bien la infertilidad fue catalogada como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud, ¿es igual a cualquier otro padecimiento? Si no es así, ¿en qué se diferencia? ¿Tiene puntos de encuentro con las enfermedades terminales? ¿Cuáles podrían ser intervenciones adecuadas?
Para comenzar a esbozar respuestas, el presente escrito nos invita a reflexionar sobre estos interrogantes e intenta delinear un paralelismo entre infertilidad y enfermedades terminales, tomando como punto de partida la serie New Amsterdam.
Palabras Clave: Infertilidad | Enfermedades | Intervenciones | Psicología
From terminal diseases to infertility: convergences and disencounters from the “New amsterdam” series
Abstract
Sadness, fear, frustration, anxiety, stress, guilt… these are experiences associated with infertility, highly revisited in specialized literature, that take part not only when receiving the diagnosis, but when going through the disease itself, since it goes on in cycles of hope and failure when the treatment is not successful.
Even though infertility is catalogued as a disease by the World Health Organization, is it the same as any other ailment? If not, what are the differences between them? Does infertility and terminal illnesses have common points? What sorts of interventions would be appropriate?
In order to start outlining some answers to these questions, this document provides an opportunity to reflect upon these matters, and tries to find out a parallelism between infertility and life-threatening diseases, by taking the TV series ‘New Amsterdam’ as the starting point.
Keywords : Infertility | Illness | Interventions | Psychology
“Nadie dice que la vida sea justa”
Es la frase que reza en el escritorio de la Dra. Stauton, la oncóloga y nueva encargada de llevar adelante el tratamiento del director médico del hospital, el Dr. Max Goodwin, quien es diagnosticado con carcinoma de células escamosas, más conocido como cáncer de garganta.
El tratamiento del Dr. Goodwin es originariamente conducido por su amiga Helen Sharpe quien, tras ver que el novel paciente tiene conductas que podrían interferir con el éxito del procedimiento, decide derivarlo con la Dra. Stauton, una oncóloga un tanto diferente...
A lo largo de los capítulos se irá viendo que este es un cambio muy importante en el destino de la salud de Max, dado que su inconsistencia para seguir con su quimio y radioterapia pone en constante riesgo el triunfo de las mismas.
Ahora bien, ¿por qué decimos que el Dr. Goodwin es inconsistente? En la serie se observa cómo siempre tiene algo mejor que hacer: saldar la deuda del hospital, coordinar el día de trasplantes, entre otras actividades que siempre dejan en segundo plano su propia salud… ¿en pos de la salud de los demás? A continuación, veremos que esto no es tan así.
“Cuando pare de correr, el cáncer va a alcanzarme…”
Así es cómo explica el Dr. Goodwin sus inconsistencias respecto al tratamiento tras ser confrontado por su amiga, la Dra. Sharpe, quien intenta que éste tome las riendas de su propia salud.
En este punto se puede dilucidar cómo, a pesar de saber las devastadoras consecuencias que traería el incumplimiento del procedimiento recetado y de las cuales Max está en pleno conocimiento por su calidad de médico, decide hacer caso omiso y seguir adelante con sus actividades como si nada hubiera sucedido.
Sin embargo… algo sí sucedió. En el medio hubo un punto de quiebre, que es el diagnóstico de una enfermedad terminal. Frente a estas circunstancias: ¿qué puede hacer el ser humano? ¿Por qué, frente a un mismo suceso, hay tantas reacciones como personas en la faz de la Tierra?
Esto es lo que intenta conceptualizar Lazarus con la noción de ‘afrontamiento’, definiéndola como “aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo” (Bonet, 2013).
Luego, Lazarus profundiza aún más y plantea dos tipos de afrontamiento: aquel dirigido al problema y otro dirigido a la emoción. El primero apunta a enfrentar la situación amenazante intentando modificarla, dado que uno considera que tiene las herramientas necesarias para hacerlo, y evalúa un posible éxito en la tarea, desencadenando emociones positivas como, por ejemplo, excitación. El segundo, en cambio, persigue la atenuación del estado emocional sin enfrentar el problema que lo generó, porque es considerado como amenazante e inmodificable, lo cual genera miedo y ansiedad (Bonet, 2013).
Entonces, ¿cuál sería la implicancia de un afrontamiento de tipo II? La salud mental. Ésta, desde el punto de vista emocional, consiste en que la persona adulta haya alcanzado un grado adecuado de regulación emocional, lo que significa que pueda comprender y nombrar adecuadamente sus estados emocionales, y que experimente la emoción que corresponde a la situación en forma plena y en la intensidad adecuada, sin intentar bloquearla, suprimirla o prolongarla de modo disfuncional (Keegan, 2012).
Es decir, si una persona no enfrenta las situaciones amenazantes de su vida intentando modificarlas y, por el contrario, se empeña en evitarlas y en bloquear las emociones asociadas a ellas, puede resultar en una desregulación emocional y un posible trastorno en la salud mental, sin mencionar todas las consecuencias negativas que tendría, en esta situación puntual, postergar el tratamiento contra el cáncer.
De esta manera, en el ámbito de las patologías crónicas y desde la perspectiva del afrontamiento, se puede pensar una situación vital estresante como propiciadora de un desajuste emocional o, por el contrario, de una oportunidad para el crecimiento personal. Esto dependerá, entre otras cosas, del apoyo social que se pueda recibir, de la accesibilidad a los tratamientos necesarios, y de las características de la personalidad de cada uno; dentro de éstas, el tipo de personalidad resistente tendrá menos probabilidades de experimentar estrés, y configurará una protección frente a éste, ya que promueve la percepción de control sobre los acontecimientos, brindando la motivación necesaria para afrontar los eventos estresantes y convertirlos en una posibilidad de aprendizaje (Jenaro Río, Moreno-Rosset, Antequera, & Flores Robaina, 2008)
En el caso de Max, se disfraza de carácter altruista un tipo de evitación que sirve a los fines de un afrontamiento disfuncional, para no asumir un rol activo frente a sus problemas sino, por el contrario, hacer como si ese diagnóstico nunca hubiera existido y nunca hubiera producido un punto de inflexión en su vida. El inconveniente de este accionar es que se pierde la sensación de control sobre los acontecimientos y sobre la propia vida, lo cual redunda en un incremento de los niveles de estrés, además de impedir verificar en la realidad, de forma fehaciente y empírica, que efectivamente se puede hacer frente al problema que se nos plantea. Tal es así que, en la serie, vemos cómo el Dr. Goodwin reprograma sus sesiones de quimio y radioterapia, no enfrentando la situación amenazante sino, por el contrario, evitándola y huyendo de ella, hasta que recibe un duro golpe de realidad por parte de la Dra. Stauton. El rol de esta oncóloga, y la dinámica que se genera entre ambos, va a ser fundamental para sacar a Max de su evitación con un método poco tradicional, más efectivo, para que finalmente pueda tomar las riendas de su salud. Ella le dice, entre otras cosas, que al posponer su radiación “elige morir” y que no sabe cuántas mañanas le puedan quedar si sigue tratando al cáncer de la forma en que lo hace. Luego le pregunta directamente si lo que quiere es morir y, antes de que él responda que no, es cuando se observa un cambio en el semblante de Max, como si la dureza de la médica hubiera surtido efecto.
Es en este punto donde se aprecia el rol que muchas veces tienen nuestros pensamientos y emociones a la hora de tomar –o de no tomar– acción en nuestra vida, y donde se vuelve fundamental la psicoeducación que realiza la Dra. Stauton. Este concepto refiere al “proceso que permite brindar a los pacientes la posibilidad de desarrollar y fortalecer sus capacidades para afrontar las diversas situaciones de un modo más adaptativo” (Bulacio, Vieyra, Álvarez, & Benatuil, 2004). Su objetivo, entonces, es el de ampliar el conocimiento sobre el diagnóstico y lo que éste implica, como ser los procedimientos médicos, y está orientada a disminuir el estrés y recuperar la sensación de control sobre la propia vida, lo que les permite a las personas tener una participación más activa en la toma de decisiones, y expectativas más realistas. Y, si bien el Dr. Goodwin ya tenía noción de lo que enfrentan las personas con ese tipo de cáncer, probablemente era necesario que otra persona se lo dijera, para que se ubique cara a cara con ese conocimiento, en lugar de seguir dándole la espalda.
Relación con la infertilidad
Hasta aquí sabemos que el diagnóstico de una enfermedad crónica –y, muchas veces, terminal– genera un gran impacto emocional en quien la padece, sumado a los cambios que se registran en su cotidianeidad. Estas dos características son el punto donde se anudan y convergen afecciones tales como el cáncer y la infertilidad, clasificada como enfermedad crónica por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2010).
Sin embargo, ¿qué diferencia a una de otra? Antequera et al (2008) distinguen a la infertilidad del resto de padecimientos físicos en 3 puntos:
No afecta a la funcionalidad de ningún órgano y, por tanto, no impone limitaciones físicas a quienes la padecen; no hay sintomatología ni dolor asociado a la misma; no existe una amenaza real a la propia vida y las parejas pueden elegir libremente someterse o no a tratamiento ya que su evolución no supone peligro alguno para la supervivencia.
Además, otra diferencia entre la infertilidad y demás enfermedades crónicas es que, en la primera, la alternancia de emociones se reinicia con cada ciclo de tratamiento, lo cual genera un desgaste emocional específico en este grupo de personas (Antequera Jurado, Moreno-Rosset, Jenaro Río, & Ávila Espada, 2008).
Asimismo, entra en juego otro punto en el que la infertilidad se diferencia del resto de las afecciones: el apoyo social. Si bien la literatura especializada avala a la contención como un factor protector frente al estrés, ya que ésta minimizaría el impacto de la situación amenazante (Daneri, 2012), en la infertilidad, al no tratarse de una enfermedad terminal, al entorno le cuesta más comprender de qué se trata y cómo puede acompañar a la persona que la atraviesa, mientras que, cuando es una enfermedad terminal la que está en juego, hay una comprensión más vasta y acabada del tema (Dlabach, 2019).
Aun así, y a pesar de estas diferencias, los síntomas psicológicos asociados a la infertilidad pueden llegar a igualar a aquellos vinculados con otras condiciones médicas severas, tales como el cáncer e incluso el HIV (Domar, Zuttermeister, & Friedman, 1993). Esta coincidencia podría explicarse porque ambos grupos de enfermedades (infertilidad versus demás afecciones terminales) presentan la característica de no tener reversibilidad –al menos total–. Asimismo, por el hecho de saber que se someterán a un tratamiento generalmente invasivo, con las consecuencias que esto genera –dolor físico, cambios hormonales, limitaciones en la vida cotidiana, entre otras–.
Cabe aclarar que, a pesar de que en la infertilidad el no seguir un tratamiento no pondría en juego la supervivencia del paciente, sí pone en riesgo el cumplimiento de un proyecto de vida, lo cual tiene marcada influencia en el estado anímico de las personas, ya que al verse amenazado puede desembocar en una verdadera crisis vital, que tomará diversos cursos de acuerdo a las capacidades de afrontamiento de cada individuo, como ya fue mencionado previamente. Llavona Uribelarrea (2008) plantea que constatación del fracaso en tener un hijo no sólo ha de provocar una frustración por el no cumplimiento del deseo y las expectativas de paternidad y/o maternidad, sino que también supone una alteración, al menos temporal, del plan de vida que se tenía trazado, y de alguna manera trae consigo a un desafío de ese proyecto, ya sea porque se había programado la paternidad-maternidad en la juventud o como término de una etapa del desarrollo personal; en cualquiera de los dos casos, se vuelve vital un nuevo factor: el tiempo. Esto se debe a que será una variable que puede poner en mayor riesgo el cumplimiento de los objetivos establecidos, ya que, como suele decirse, “el reloj biológico corre”. Este es otro punto de encuentro con las enfermedades terminales como la del Dr. Goodwin, en las que cada minuto cuenta para tomar acción y reducir al máximo las consecuencias desfavorables para la salud y, en este caso, para la vida.
Recapitulando, las personas con infertilidad no sólo se ven envueltas en incertidumbre y confusión, sino además se ven involucradas en la presión del tiempo. La falta de certezas es uno de los factores que más inciden y propician los niveles de estrés y, lamentablemente, en el campo de la fertilidad hay más incertidumbre que convicción. De este modo, las parejas muchas veces deberán replantearse los planes de vida, los valores y las decisiones, como pueden ser recibir ayuda de la medicina reproductiva, vivir sin hijos, etcétera.
Intervenciones posibles
En base a lo desarrollado, se arriba a la conclusión de que en ambos casos –enfermedades terminales e infertilidad– se podría plantear una equivalencia en las intervenciones, principalmente las psicoeducativas, para que el paciente pueda adquirir un rol más activo en la toma de decisiones que conciernen a su salud, y así sentirse en un mayor control de su propia vida, lo cual a su vez redundaría en un estilo de afrontamiento más adaptativo y una mayor adherencia al tratamiento (Veiga, Puccio, & Tamburelli, 2013) (Peralta & Carbajal, 2008).
Por otra parte, teniendo en cuenta que debido a los notables avances médicos se genera una ilusión en los pacientes que los lleva a sobreestimar la eficacia de las técnicas de reproducción asistida (Antequera Jurado, Moreno-Rosset, Jenaro Río, & Ávila Espada, 2008), se vuelve fundamental trabajar en la construcción de expectativas realistas, que no sean ni demasiado positivas ni –especialmente– demasiado negativas.
Además, se vuelve fundamental considerar el rol de acompañamiento que tiene el profesional en estos casos, dado que las enfermedades mencionadas afectan la cotidianeidad del paciente, están en constante permanencia y de pronto la vida y todas las decisiones del día a día comienzan a girar en torno a las mismas. Es por esto que, como los tratamientos para combatir o intentar contrarrestar estas afecciones son generalmente prolongados, es importante que se vele por la calidad de vida la persona, brindándole herramientas que la ayuden a lidiar con estas situaciones.
Dichas intervenciones pueden ser aplicadas por un profesional de la psicología, pero también por todo el personal vinculado al proceso: médicos, enfermeros, personal administrativo, dado que el tratamiento empieza mucho antes de ingresar al consultorio propiamente dicho.
Conclusiones
En el presente escrito, la serie New Amsterdam y la enfermedad de su protagonista sirven como disparador para pensar puntos de convergencia y divergencia respecto de la infertilidad en contrapunto con otras enfermedades crónicas.
Por lo expuesto, se encontraron muchas similitudes, tales como el nivel de estrés que se experimenta, la cronicidad y falta de reversibilidad total, los cambios en diversas esferas de la vida cotidiana, el sometimiento a tratamientos que muchas veces resultan invasivos, la importancia del correr del tiempo, y el tipo de intervenciones que podrían implementarse, entre otras.
Por otro lado, las diferencias entre ambas esferas de enfermedades radican principalmente en la alternancia versus una mayor estabilidad en las emociones, el grado de comprensión y apoyo social que suscitan en el otro, si afectan o no algún órgano en particular, si existe sintomatología asociada y si pone en riesgo la vida misma o, por el contrario, un proyecto de vital importancia.
En conclusión, si bien cada afección tendrá su especificidad y deberá ser abordada de manera acorde, se vuelve necesario seguir aportando y adquiriendo conocimiento acerca de la infertilidad, enfermedad silenciosa que sólo entra en juego cuando se decide tener un hijo, para poder brindar un mejor acompañamiento a las personas que atraviesan dicho padecer, independientemente del rol que ocupemos: psicólogos, amigos, pareja, familia… todos cumplen un papel importante, y la posición que tomen y las acciones que lleven a cabo podrán cambiar el transcurrir por la enfermedad e incluso, incidir en el destino de la misma.
Referencias
Antequera Jurado, R., Moreno-Rosset, C., Jenaro Río, C., y Ávila Espada, A. (2008). Principales Trastornos Psicológicos Asociados a la Infertilidad. Papeles del Psicólogo, 29(2), 167-175.
Bonet, J. (2013). Psiconeuroinmunoendocrinología. Cuerpo, cerebro y emociones, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Ediciones B.
Bulacio, J. M., Vieyra, M. C., Álvarez, C., & Benatuil, D. (2004). Uso de la psicoeducación como estrategia terapéutica. Fundación de Investigación en Ciencias Cognitivas Aplicadas (ICCAp).
Daneri, M. F. (2012). Psicobiología del Estrés. [Diapositivas de Power Point]. Recuperado de: http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/electivas/090_comportamiento/material/tp_estres.pdf
Dlabach, Sofía (2019). La incidencia de los factores psicológicos en la infertilidad (Tesis de Licenciatura, Universidad de Buenos Aires). Repositorio Institucional – Universidad de Buenos Aires.
Domar, AD., Zuttermeister, PC. y Friedman, R. (1993). The psychological impact of infertility: a comparison with patients with other medical conditions. Journal of Psychosomatic Obstetric and Gynaecology, 14, 45-52.
Jenaro Río, C., Moreno-Rosset, C., Antequera Jurado, R., y Flores Robaina, N. (2008). La evaluación psicológica en infertilidad: el “DERA”, una prueba creada en España. Papeles del psicólogo, 29(2), 176-185.
Keegan, E. (2012). La salud mental en la perspectiva cognitivo-conductual. Vertex. Revista Argentina de Psiquiatría, 23, 52-56.
Llavona Uribelarrea, L. M. (2008). El impacto psicológico de la infertilidad. Papeles del Psicólogo, 29(2), 158-166.
Peralta, M. L., & Carbajal, P. (2008). Adherencia al tratamiento. Rev Cent Dermatol Pascua, 17(3), 84-8.
Veiga, M., Puccio, M., y Tamburelli, V. (2013). ¿Qué relación existe entre estrés, ansiedad e infertilidad? Reproducción, 28(3), 79-89.
NOTAS
Buen análisis de la seria "New Amsterdam", el protagonista médico, que será nombrado director, sufre una enfermedad oncológica, que no asume, y como médico no se comporta como un buen paciente que cumpla con su tratamiento, sino que evade la responsabilidad subjetiva que lo angustia. A partir de que se comienza a relacionar con otros pacientes oncológicos y forma un grupo, puede comenzar a transitar su enfermedad, hacer frente a la quimioterapia y acceder a un tratamiento de esta patología. Se vive el vértigo, la urgencia en la guardia, con casos graves y la celeridad con que los profesionales deben diagnosticar y tratar a los pacientes que ingresan a la institución médica. Se percibe el compromiso y las vivencias de los médicos compartiendo experiencias con sus compañeros. Una visita por las urgencias médicas y subjetivas, ante las cuales la atención sanitaria es vital.
Película:New Amsterdam
Titulo Original:New Amsterdam
Director: David Schulner
Año: 2018
Pais: Estados Unidos
Otros comentarios del mismo autor: