“Nuestro inconciente es tan inaccesible a la representación de la muerte propia, tan ganoso de muerte contra el extraño, tan dividido (ambivalente) hacia la persona amada como el hombre de los tiempos primordiales. ¡Cuánto nos hemos distanciado de ese estado originario con la actitud cultural-convencional hacia la muerte! Fácil es señalar el modo en que la guerra se injerta en esta disarmonía. Nos extirpa las capas más tardías de la cultura y hace que en el interior de nosotros nuevamente salga a la luz el hombre primordial.” (Sigmund Freud) [1]
Presentación.
Una película, en tanto pieza de arte, puede conmover de manera intensa al tocar fibras íntimas y, luego de suscitar un silencio, también íntimo, producir efectos: el deseo de volver a verla, de recomendarla, de hablar de ella y, a veces, de movernos a escribir algunos comentarios. Mandarinas (2013), del director georgiano Zaza Urushadze, es una de ellas; y me ha convocado.
Para empezar, diré que su director plantea que probablemente el leitmotiv de su obra haya sido: “gente sin fronteras”. [2] No sólo por desdibujarse en un conflicto armado los límites conocidos, hasta ese momento, de los estados modernos; o por convivir diferentes religiones en un tiempo y espacio dados; sino por las transformaciones de los lazos entre los hombres en esa tierra belicosa: amigos pasan a ser enemigos y estos, en un momento particular, se transforman en los primeros.
El cineasta sostiene -lo que creo es su hipótesis fundamental-, que el film debería mostrar los rasgos, los valores de los hombres, ese algo en común que nos hace parecernos y constituye lo humano, incluso en tiempos de guerra. La guerra en particular a la que esta película se refiere es la de Absajia (1992-1993): una provincia de Georgia que quiere independizarse, una zona donde se localiza el centro del conflicto bélico -por los intereses de los gobiernos en ese momento-, y de la cual sus habitantes se ven obligados a partir. Pero en este caminar hacia otros lugares, para salvar la vida, no todos se van, al menos no al mismo tiempo. IVO, un hombre mayor, que vive solo en su casa, se queda para ayudar a su amigo, MARGUS, en la cosecha de mandarinas de su plantación, -a pesar de la guerra declarada.
Así las cosas, a pocos minutos de iniciado el film, el nudo trágico estalla: frente a su casa hay un tiroteo entre bandos enemigos, mueren varios hombres, menos dos que están heridos de gravedad. Ivo, que corrió para ver si su amigo estaba bien (lo cual confirma), los descubre y los socorre. Ayudado por Margus, con el riesgo que ello implica porque sabe que esos dos hombres pertenecen a bandos enemigos, los lleva a su propia casa, los cuida, alimenta, y los mantiene separados. Su voz firme impone condiciones para dicha ayuda: que mientras estén bajo su techo se respete un límite: el no matarás, como mandamiento principal.
Actualidad de un film y de un texto freudiano de hace un siglo.
Muchos comentarios son posibles sobre este film, desde varios puntos de vista; interpretaciones válidas desde cada campo disciplinario, con algunas variaciones según el contexto temporo-espacial, histórico, del que se parta. ¿Por qué? Podríamos afirmar que el tema de la guerra siempre nos toca, nos sacude, nos hace hablar -hoy de manera casi cotidiana-, y no se agota en una única lectura. Convoca, entre otras cosas, a preguntas que nos conducen al hallazgo de las oposiciones más elementales: guerra/paz; vida/muerte; amigos/enemigos; amor/odio. Pero, sobre todo, nos sigue interpelando con los ¿por qué? de la misma; con las pasiones que ella suscita en su marcha; con la dolorosa pérdida de los lazos comunitarios que produce y con la desilusión que nos trae por no conducirnos a una paz definitiva. Lo paradojal anida en ella, tanto hay expresiones de máxima destrucción como de intensa solidaridad.
La indagación freudiana, a partir de la experiencia clínica, sobre la constitución del sujeto: parlante y finito, no deja de mostrar que padecemos, sufrimos, por el hecho de estar insertos en lo que llamamos cultura, la que es en y por el lenguaje -lo simbólico. Por eso sus textos siguen teniendo algo que decirnos, dando testimonio de su praxis, sobre el goce más íntimo que nos habita y su paradojal forma de expresarse. Y las guerras, no escapan a ello. Pero… ¿por qué detenernos con esmero en una película?
A lo largo de su obra, Sigmund Freud manifestó en sus textos haber abrevado en los mitos, la literatura, el teatro, la pintura…, además de los campos de variadas disciplinas de su horizonte cultural. Sus articulaciones a partir del campo nuevo por él fundado (fechable), el inconciente, dieron respuestas novedosas a interrogantes de siglos, construyendo de este modo puentes entre el espíritu del hombre moderno y el antiguo. El arte fue su aliado indiscutido, legado que retomó Jacques Lacan, pero puntualizando, entre otras cosas, que: “Interpretar el arte es lo que Freud siempre descartó, siempre repudió; lo que llaman psicoanálisis del arte es todavía más descartable que la famosa psicología del arte, que es una noción delirante.”// “Lo que para nosotros atestigua la experiencia analítica es que nos hallamos frente a lo que yo diría verdades indomables de las que debemos testimoniar,…” [3]
En la “Nota introductoria” de James Strachey al texto freudiano "De guerra y muerte. Temas de actualidad.", de 1915, se nos dice –entre otros datos de interés-, que los dos ensayos contenidos en el mismo se escribieron unos meses después de iniciarse la Primera Guerra Mundial, y que hacia el final del mismo año escribió otro sobre un tema análogo: "La transitoriedad"; para volver a abordarlo muchos años después, en 1933, en su carta (abierta) a Einstein: "¿Por qué la guerra?" Este texto retoma el de 1915, pero acentuando el peso de la pulsión de destrucción -siendo escrito luego de 1920, ya con su segunda tópica a partir del "Más allá del principio del placer", usa el término pulsión de muerte.
Si algo muestra como modelo este film, Mandarinas, es la dimensión de lo pulsional: la que nos habita en lo más íntimo a todos los hombres. Luego de releer los primeros textos freudianos sobre la guerra, -en especial el citado en primer lugar, reconfirmado por el de 1933-, film y texto, texto y film, se anudan en una renovada actualidad a pesar del siglo que los separa. Cito uno de los párrafos de 1915 que creo es de lo más contundente: “En realidad, no hay ´desarraigo´ alguno de la maldad. La investigación psicológica -en sentido más estricto, la psicoanalítica- muestra más bien que la esencia más profunda del hombre consiste en mociones pulsionales; de naturaleza elemental, ellas son del mismo tipo en todos los hombres y tienen por meta la satisfacción de ciertas necesidades originarias. En sí, estas mociones pulsionales no son ni buenas ni malas. Las clasificamos así, a ellas y a sus exteriorizaciones, de acuerdo con la relación que mantengan con las necesidades y las exigencias de la comunidad humana.” [4]
El film muestra, con singular estética, que en el territorio en guerra las exigencias de la comunidad para restringir las expresiones crueles de las pulsiones se han desvanecido, -si bien se justifican tales acciones entre los bandos enfrentados por los ideales que los agrupan, ideales a defender. Es sólo bajo el techo de Ivo que se mantiene y se impone una restricción firme a las mociones egoístas, crueles, destructivas, y ello es en reclamo a una exterioridad que pone límite, -representada en el personaje de Ivo-, que dice alto al goce pulsional destructivo. Y lo dice tanto a AHMED (checheno, mercenario que lucha en el bando anti-georgiano para ganar dinero para su flia., sintiéndose autorizado a hacerlo como el buen proveedor que se ocupa de los suyos), como a NIKO (georgiano que lucha por ideales, también sostenidos como nobles por ser patrióticos).
La casa de Ivo es un territorio donde la ley, en tanto función límite, se sostiene. La impone una voz, una voz paterna; la que firme y serena al mismo tiempo, restringe con amenazas las expresiones de la agresividad contenida entre los dos hombres, pero sin crueldad. En un gesto que habla de su valor y ética, Ivo ha salvado la vida a dos hombres que son enemigos entre sí; vida valorada como sagrada por ambos salvados, los que dan su palabra, valorada en ese hogar (se les cree). A partir de allí, ambos están en deuda.
Enigmática cuestión la del amor, insertada en el interior mismo de una guerra que presenta las más desnudas expresiones pulsionales. Ese Eros que une, que liga en el solidario plato de comida, en el brazo que da apoyo para caminar…; y que se suma a la aparición de algo en común entre los presentes en esa casa: esos rasgos que sólo surgen luego de hablar, otorgando lugares posibles de identificación. Ivo quiere saber los nombres de los heridos, pregunta; y los mueve a su vez con preguntas a que él les diga el suyo. ¡Las escenas que lo muestran tienen una economía de palabras y gestos…! que realza aún más cómo se articulan demanda del Otro y demanda al Otro; así como demanda y deseo… deseo de saber.
Hay un ahora, en tanto tiempo inaugural, para otro sendero posible; un ahora a partir del cual cada hombre queda singularizado, nombrado, llamado por una renovada demanda: a hablarse, a conocerse un poco y así a reconocerse -por ejemplo, ambos tienen religiones monoteístas y respetan sus credos. Es en y por el lenguaje que se acuerda a respetar la vida del otro, más o menos semejante, más o menos conocido, más o menos enemigo… ¿Qué implica dicha alianza dicha? Sostenerse en una renuncia inestable y posible: la renuncia a lo pulsional egoísta.
No deja de haber tensión, conflicto, bajo ese techo; pero cada vez se aprecia más separación, más barreras que modulan -en la deriva pulsional- las expresiones del más primordial de los conflictos: Eros / Thanatos. Lo desvanecido fuera, en territorio de guerra, pasa a confirmarse en ese tiempo y espacio particulares, como un desvanecimiento transitorio. En este lugar-hogar, que linda con lo bélico, los dos hombres enemigos llegan a conversar cual hermanos; a veces con fuertes disputas ante una figura paterna que, al tiempo que amenaza, impone el poder de restricción de satisfacciones inmediatas –ejemplo: se los separa con la mano, la mirada y el cambio de tono de voz, cuando la violencia se mueve directa contra los cuerpos. Así, en varias vueltas, Ivo los cuida de lo peor que los habita a ambos, y promueve el diálogo una y otra vez. Un tiempo y espacio de conflictos pero sin matanzas (en paz), es posible… Lo erótico gana cada vez más terreno: “La reforma de las pulsiones “malas” es obra de dos factores, uno interno y el otro externo, que operan en el mismo sentido. El factor interno consiste en la influencia ejercida sobre las pulsiones malas –digamos: egoístas- por el erotismo, la necesidad humana de amar en el sentido más lato. Por la injerencia de los componentes eróticos, las pulsiones egoístas se trasmudan en pulsiones sociales. Se aprende a apreciar al ser-amado como una ventaja a cambio de la cual se puede renunciar a otras. (…) La cultura se adquiere por renuncia a la satisfacción pulsional, y a cada recién venido le exige esa misma renuncia. (…) En definitiva, es lícito suponer que todas las compulsiones internas que adquirieron vigencia en el desarrollo del hombre fueron en el origen, vale decir, en la historia de la humanidad, sólo compulsiones externas.” [5]
La ley fundamental. El asesinato primordial. El deseo primordial
¿Qué ley fundamental es la que funciona bajo el techo de Ivo que da valor a la palabra, al acuerdo en y por la palabra, porque se cree en ella? ¿Qué ley modula las pasiones de amor y odio, imponiendo la renuncia a las tendencias asesinas primordiales que siempre están ahí, indestructibles? Tendencias desatadas más fácil en tiempos de guerra; la que se inserta sin dificultad sobre la disarmonía de las mismas. ¿Qué ley es la que da origen a la imposición moral que obliga a defender al otro, semejante, a pesar de la ambivalencia amor-odio? ¿Cuál es esa ley que permite el dolor por la muerte del amigo, otrora enemigo? Esa ley es la que Freud ubica en el nacimiento de la cultura, en su mito (moderno) Tótem y Tabú (1912-1913): la ley fundamental, la ley de interdicción del incesto. Al respecto, Lacan en su seminario "La Ética del Psicoanálisis" (1959-1960), aborda de lleno el tema: “Esto es lo que hay que tener firmemente en mano -Freud designa en la interdicción del incesto el principio de la ley primordial, todos los demás desarrollos culturales sólo son sus consecuencias y sus ramales- y al mismo tiempo identifica el incesto con el deseo más fundamental.” [6]
Las tensiones, nacidas desde lo más primordial a partir de la ley primordial que nos deja en lo paradojal del deseo -deseo que no es sin ley, pero anudado al goce interdicto-, se muestran en esta película en varias de sus escenas: las ambivalencias amor-odio, las dudas, los decires hirientes, la ardua contención ante los impulsos que sacuden los cuerpos. Presencia del deseo, que siempre es sexual. Deseo hacia una mujer bella, abordado por las miradas de los dos jóvenes hombres que encuentran la foto de la nieta de Ivo, deseo capturado en el instante en que la mirada y la voz paternal los sorprende -deseo, por otro lado, desviado de su meta, pero leído por este abuelo. Deseo, también, de estos hombres cuando compiten ante el anciano por su aprobación, por su amor. Deseantes parlantes que se descubren como tales al hablar, sin saberlo antes, e identificados en algunos pocos rasgos, -que son también los de Ivo. Pero la ley no es encarnada por Ivo, la representa y la transmite, como puede; ya que a él mismo le alcanza, y lo somete a las ambivalencias…
Esa muestra en el film, tan conmovedora, cuando dice que le gusta su tierra pero al mismo tiempo la odia. Sólo al final del film se sabe que en esa tierra está enterrado su hijo, muerto en esa misma contienda muy probablemente por un georgiano, un enemigo, uno del bando de Niko. Sin embargo, el enigma del amor -paradoja si las hay-, que perdona aunque no justifica, permite que entierre a Niko al lado de su hijo. Es que Niko murió luchando -como el hijo de Ivo-, cuando la guerra, fuera de las puertas de la casa de Ivo, se presentifica otra vez. Niko muere, es cierto, pero antes salió a defender al checheno, Ahmed, su otrora enemigo; como así también la vida de los que lo ayudaron y la propia. El fuego último de otro -renovado enemigo-, a punto de morir él también, lo alcanza fatalmente. Fuego cruzado donde Ivo pierde a su amigo Margus y Ahmed a su reciente amigo Niko.
Lo común... Incognoscible.
Si hay algo común, algo que tenemos de parecido los hombres, y que se muestra en este film, la hipótesis freudiana de las pulsiones lo testimonia: lo pulsional, ni bueno ni malo, no hay dudas de que nos es común, porque está presente en todos los hombres. Mas siendo lo más íntimo es al mismo tiempo lo más desconocido en cada uno y en los otros, es inaccesible; sólo alcanzamos algo de ello por sus efectos presentes en lo cotidiano del vivir. Las dimensiones de bueno y malo surgen a partir de las prohibiciones (ley) a lo pulsional. Pulsiones cuya confluencia en los fenómenos de la vida está presente en variables combinaciones. Ahí yace el aspecto de humanidad, el que no es sin relación a lo simbólico.
Con respecto a lo propuesto por el director sobre lo común a todos los hombres, lo que nos hace humanos, creo que va por el camino que Freud ubica como las formas posibles de oposición a la guerra: Eros e identificaciones. Y tan así lo muestra el film, que parecen plasmarse en las escenas del celuloide, y a la letra, las propuestas-respuestas freudianas de la carta de 1932 dirigida a Einstein, donde propone dos clases de ligazones de sentimientos entre los hombres: “En primer lugar, vínculos como los que se tienen con un objeto de amor, aunque sin metas sexuales. (…) La otra clase de ligazón de sentimiento es la que se produce por identificación. Todo lo que establezca sustantivas relaciones de comunidad entre los hombres provocará esos sentimientos comunes, esas identificaciones. Sobre ellas descansa en buena parte el edificio de la sociedad humana.” [7]
Este film, tan rico por la complejidad de lo que muestra en su aparente simpleza, puede seguir desgranando preguntas; pero siempre nos llevará a lo paradojal de la condición humana; y, como dijo Lacan, a esas verdades indomables… La escena del brindis de Ivo, una de las más fuertes: “¡brindo por la muerte!”, es otro ejemplo de ello. Quiero brindarla para ir dejando por ahora esta serie de comentarios. Y la quiero poner en el mismo estatuto de la última frase de Freud presente en su texto "De guerra y muerte…", escrita un siglo antes de este film. Enunciado freudiano que sigue luego de confrontarnos con el tema de la inaccesibilidad de la representación de la muerte, la que sólo nos llega como muerte de los otros. Freud, al ir afrontando las desilusiones, y declarándose un hombre pacifista -como el personaje de Ivo-, nos exhorta a tener un espacio mayor para la veracidad: “Y soportar la vida sigue siendo el primer deber de todo ser vivo. La ilusión pierde todo valor cuando nos estorba hacerlo. Recordemos el viejo apotegma: ´Si vis pacem, para bellum´: Si quieres conservar la paz, ármate para la guerra. Sería tiempo de modificarlo: ´Si vis vitam, para mortem´: Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte.” [8]
Bibliografía
Jacques Lacan, "El seminario de Jacques Lacan. Libro 7. La Ética del Psicoanálisis. 1959-1960". 1ª ed. 9ª reimp. Buenos Aires: Paidós, 2005.
Jacques Lacan, “´Les Non-Dupes Errent´” (Los No Incautos Yerran) ó ´Les Noms Du Père´ (Los Nombres del Padre)". Seminario 21. 1973-1974.
Sigmund Freud, "Apéndice. Carta al doctor Frederik van Eeden. (1915 [1914])". En: "Sigmund Freud. Obras completas." Vol. 14. Argentina: Amorrortu editores, 1989.
Sigmund Freud, "De guerra y muerte. Temas de actualidad. (1915)". En: "Sigmund Freud. Obras completas." Vol. 14. Argentina: Amorrortu editores, 1989.
Sigmund Freud, "La transitoriedad. (1916 [1915])". En: "Sigmund Freud. Obras completas." Vol. 14. Argentina: Amorrortu editores, 1989.
Sigmund Freud, "¿Por qué la guerra? (Einstein y Freud) (1933 [1932])". En: "Sigmund Freud. Obras completas." Vol. 22. Buenos Aires: Amorrortu, 2006.
Sigmund Freud, "Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos. (1913 [1912-13])". En: "Sigmund Freud. Obras completas." Vol. 13. 1ª ed. 1ª reed. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1986.
NOTAS
[1] Sigmund Freud, "II. Nuestra actitud hacia la muerte"; pág. 300; segundo ensayo del texto: "De guerra y muerte. Temas de actualidad. (1915)". En: "Sigmund Freud. Obras completas." Vol. 14. Argentina: Amorrortu editores, 1989.
[3] Jacques Lacan, clase del 9 de abril de 1974; pág. 135. En: "Seminario 21: Los No Incautos Yerran ó Los Nombres del Padre." (1973-1974)
[4] Sigmund Freud, "I. La desilusión provocada por la guerra"; págs. 282/283; primer ensayo de: "De guerra y muerte. Temas de actualidad. (1915)". En: "Sigmund Freud. Obras completas." Vol. 14. Argentina: Amorrortu editores, 1989.
[5] Ibíd. (Pág. 284)
[6] Jacques Lacan, clase del 16 de diciembre de 1959; pág. 84. En: "Seminario 7: La Ética del Psicoanálisis." Buenos Aires: Paidós, 2005.
[7] Sigmund Freud, "¿Por qué la guerra? (Einstein y Freud) (1933 [1932]"); pág. 195. En: "Sigmund Freud. Obras completas." Vol. 22. Buenos Aires: Amorrortu, 2006.
[8] Sigmund Freud, "II. Nuestra actitud hacia la muerte"; pág. 301; segundo ensayo de: "De guerra y muerte. Temas de actualidad. (1915)". En: "Sigmund Freud. Obras completas." Vol. 14. Argentina: Amorrortu editores, 1989.
Película:Mandarinas
Titulo Original:Mandariinid (Tangerines)
Director: Zaza Urushadze
Año: 2013
Pais: Estonia
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