La voz humana fue escrita en el año 1930 por Jean Cocteau, dramaturgo , escritor, pintor y poeta que pincela con palabras una pieza que luego será llevada al cine e interpretada por actrices como Ingrid Bergman y Sofía Loren.
Es un monólogo estremecedor que transcurre en una habitación gris, pequeña con un precario mobiliario.
Una mujer enamorada espera ansiosa la llamada telefónica de un hombre que la ha abandonado por una muchacha más joven.
Asistimos como espectadores a un dolor desgarrador, inferimos que recibe mentiras que la hieren pero prefiere a aquellas verdades que la matan.
Ingrid Bergman es alguien que teme, teme que suceda ese destino inevitable que decreta la inexorable pérdida. La mujer percibe que su historia amorosa jamás se sostendrá porque ella está más enamorada de la despedida y el abandono de su amante, que de él mismo.
Con ella pendiendo de un cable telefónico y de una interceptada conversación somos convocados a los murmullos del infierno, que bien pueden llamarnos a la puerta en el momento menos esperado y el más inoportuno.
Un teléfono que suena nos pone en conocimiento que nuestra protagonista quedará a partir de allí sostenida de una cuerda, de un hilo de voz, que se pierde, se corta, se liga, se va la voz y en todos esos modos se develarán las texturas de las que ella está hecha y por las cuales queda desarmada.
Veamos que sabemos del personaje, a medida que avanza la llamada se nos hace entender que estamos frente a una relación desde hace aproximadamente cinco años, y que los encuentros en donde estos amantes imprimen sus vivencias ocurren en la casa de ella. Casa, que sabe a pensión, o algún cuartucho de hotel, donde descansa su alma, para solo anhelar la próxima visita, ni bien el se despida y atraviese la puerta.
En cada encuentro se esconde una obligada despedida. Pero hoy él llama, no viene, su presencia es solo una voz y en esa conversación entorpecida y entrecortada sabemos que él, definitivamente no volverá, decidió casarse con otra mujer y terminar la relación con ella.
¿Ese resto de voz será suficiente para detener la sed de su alma por ser alojada?
Ingrid Bergman se dibuja como una mujer aferrada al pasado que no acepta el abandono y mendiga una esperanza, insiste en sostener su existencia de una ilusión aunque ella nunca se plasme en una escena posible.
Si en el juego de presencia-ausencia, se construye el tiempo, y por ende la espera, la falla en este juego provocará un presente continuo, una inscripción que traza pero no dibuja, y entonces gobierna el desconsuelo, la desolación atrapada en un laberinto sin salida.
Quizás el modo en que ella se siente alojada por el Otro, es en los bordes de la clandestinidad, casi como una pensionada de la vida. Y si eso ya no está será al menos ese poquito de voz, el que la sostenga por un rato más. Ella nos muestra que no escucha lo que el dice, no entiende, en realidad nunca lo escuchó, solo inventó con la voz de él, los ecos que repitieran sus propias voces. Cada vez que el intenta decir, algo, se corta, no se oye, se liga.
Pero ahora sí nosotros escuchemos su dolor. Solloza la protagonista
“¿Sabes? Alguna vez, cuando estábamos acostados y apoyaba mi cabeza en tu pecho, oía tu voz exactamente igual que esta vez en el teléfono”
“¿Oiga? Oigo música…, Digo que estoy oyendo música…Pues deberás dar golpes en la pared e impedir que tus vecinos pongan un tocadiscos a estas horas….Es inútil. Además, el médico de Marta volverá mañana… No te preocupes…Por supuesto, ella te dará noticias mías. ¿Qué? Oh sí, mil veces mejor! Si no hubieras llamado yo ya estaría muerta (….) Perdóname. Sé que esta escena es intolerable y que me tienes mucha paciencia, pero, entiéndeme, sufro, estoy muy mal. Este hilo es el último que nos sigue uniendo….¿Antes de ayer por la noche? Dormí, me dormí junto al teléfono… No, no. En mi cama… Sí, lo sé. Resulto ridícula, es cierto pero tenía el teléfono metido en la cama, a pesar de todo estamos unidos por él. Porque tú me hablas. Hace ya cinco años que vivo de ti, que eres el único aire que respiro, que paso mi vida esperándote, creyéndote muerto si llegas tarde, muriéndome por creerte muerto, volviendo a la vida cuando entras y estas aquí, muriéndome por miedo a que te marches….Ahora respiro porque me estás hablando”
Ella no quiere escuchar, solo decide escuchar con la melodía monocorde de sus escenas infantiles que la vuelven a dejar en el lugar de la abandonada.
En ese instante ella queda pensionada de por vida, es un instante atemporal en donde el futuro aparece como una previsión moral del pasado, excluyendo la posibilidad del azar, de lo nuevo.
Se le presenta, solo se le presenta puesto que no puede representarse.
Nos hace saber en lo que arma, que el modo en que fue amada pendió siempre de un hilo, de un hilo de voz, su trama es frágil, empobrecida.
¿Estará hecha de estas situaciones en la vida? Y así continuamos presenciado los retazos de sí, jirones que regresan, que le vuelven en cada fracaso amoroso.
“Lo mas duro es colgar el teléfono es volver a la oscuridad”
“Mi pobre querido a quien he hecho daño”
“Yo sabía, yo sabía esperaba lo que ha pasado”
“Porque las cosas que yo no imagino no existen”
“Mi pobre querido yo nunca he tenido que hacer nada más que tú”.
Único lugar posible para ella, el lugar de la humillada, único lugar desde donde relacionarse al otro. Posición en la cual queda borrada como sujeto, en posición de puro objeto y desde allí solo puede demandar, no desear. A condición de que le garanticen un lugar a medias, plausible de ser perdido: ella demanda ser amada, su condición de sentirse atraída por un hombre lleva la impronta de una amenaza a ese lugar.
Una estela, aquello que se dibuja solo a condición de ser efímera, de presentarse para ausentarse marcada por una inexorable finitud.
El fracaso amoroso le garantiza el reencuentro con una voz que la sostenga de un cable, que pueda devenir un arma que la asfixie la ahogue y termine con su dolor.
En el abandono hace consistir su existencia, no es la histérica que se sustrae del encuentro con el otro para proponerse como objeto causa de deseo de su partenaire, sino que consiste su ser, en la pérdida misma.
Su amante es todo para ella, no hay vida sin él, ni con él, porque solo se implicará en historias que tengan como rasgo de condición erótica la garantía de un amor suplente, en donde ella juegue el papel de la clandestina, la anónima, la ignorada.
Sin cable peligroso, sin esa arista en la relación amorosa no habría encuentro para esa mujer con aquello que le dio existencia.
Quizás su cuello se recorte como objeto cuando es estrangulado, su oído solo escuche cuando él le habla de despedidas, y solo se sienta a si misma respirar cuando la asfixia apremie.
Una pregunta flota en el aire con cierta viscosidad, ¿Y por qué no se mata? Hasta llevar al espectador al borde de una sensación de hartazgo isoportable.
¿Qué la sostiene del lado de la vida? ¿Qué no es un –Matate? Tal vez el odio y la venganza le permiten dibujar alguna subjetividad en donde consistir.
¿Y por qué no se mata? La pregunta no cesa y en su retorno nos anoticiaba de algo que allí no se contesta y por eso insiste. Es en este punto donde la transferencia al personaje nos pone de sobre aviso que tal vez era la pregunta que esa desesperada mujer/niña se haría respecto de su propia madre en aquellas escenas infantiles en que intentaba horadar en la madre una marca que le retorne nombrándola, mirándola, deseándola.
Dice Freud en Moisés y la religión monoteísta “…La influencia compulsiva más intensa proviene de aquellas impresiones infantiles que alcanzaron al niño en su época en que no podemos atribuir receptividad plena a su aparato psíquico. Del hecho mismo no cabe dudar, pero es tan asombroso que quizás la comparación con una imagen fotográfica, que puede ser desarrollada y mudada en una imagen luego de un intervalo cualquiera, nos facilite el entenderlo”
Tal vez una madre que amenazaba con matarse, llevando la escenas a un borde tan desesperante que dejaban a esa niña perpleja y sin salida, impregnadas estas como imágenes fotográficas en un edad en donde aún no había texto que pudiera leer esos restos de lo visto y oído.
Una niña que solo logró ser mirada de refilón en el recorrido de un vértigo materno que mostraba descarnadamente su desesperanza.
Una niña humillada como tal, en el punto en donde su presencia no era suficiente para detener las actuaciones de la madre, y entonces ésta, ofertaba obscenamente escenas trágicas que sumergían a la pequeña en un terror inusitado.
Ella no fue totalmente recortada por nadie en el mundo, nunca se sintió querida, nunca fue especial para nadie.
Podemos ubicar la diferencia entre la soledad y la desolación, entendiendo la soledad como resabio de quien estuvo acompañado y la desolación como señal de quien no lo estuvo.
El diario y la noticia de que otra mujer se iba a casar con su amante, la desasna respecto de que hay otra vida posible, que hay otras mujeres que pueden casarse, ser especiales para un hombre…. Pero que no es un territorio posible para ella, al menos por ahora.
Ella se vengará de su pasado sin saberlo, se volverá una experta en reproducir aquello que ha padecido, reeditará en cada historia amorosa las mismas coordenadas vividas, transfiriendo a su amante el peso de no saber qué hacer con una mujer al borde del suicidio si él se marcha, del mismo modo en que ella no sabía qué hacer con su madre para detenerla. Una madre que dirigió una agresión no calculada sobre su hija, denegándole una morada simbólica en la cual refugiarse.
Su partenaire será el encargado de experimentar el terror que le tocó padecer a ella en su infancia.
Aquello que simbólicamente no se terminó de inscribir produciendo un exceso, buscará incesantemente sus vías de tramitación, y marcará una danza monótona y repetitiva. Tal vez armará una vida dedicada solo a mostrar una escena con la ilusión fallida de que se resuelva de otro modo, pero la pulsión volverá una y otra vez a dibujar su circuito y sus puntos e detención provocando en ese recorrido una satisfacción masoquista.
Hay un lugar fálico que en nuestra protagonista no se constituyó totalmente, y de ahí las dificultades en elaborar un duelo sobre aquello que nunca se terminó de perder. La mujer no recuerda, sino que padece el recuerdo y así, se le va la vida.
Aparece una adicción al Otro, nuestra muchacha demanda que la ubiquen en un lugar a ser desechado, mendiga cariño. Con la limosna recibida algo se calma a la vez que se relanza de un modo bestial a repetir la escena que no cesa de enredarla cada vez más.
La culpa toma sus modos más feroces y castiga al yo implacablemente, si no fue alojada, si no fue amada, algo habrá hecho, algún daño causó para merecer el destierro.
La voz de su amante, encierra un reloj de arena, en donde la cuenta regresiva de cada grano que cae acerca su historia al final. Será en esta clave que se jugará cada repetición amorosa. Ese será su goce. Esa voz cual canto de sirena, la impulsará a ensordecerse de su propia voz y perderse en el Otro militando tenazmente por horadarlo, intentando esculpir fallidamente un lugar que no terminó de constituirse como tal. Nuestra protagonista quedará atrapada en ese laberinto buscando amores que lleven solapadamente la impronta de la despedida.
Referencias
Ariel, Alejandro: Seminario bianual 2008/09 "Los destinos del odio"
Freud, S.; Duelo y melancolía, en Obras Completas, Volumen XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 1998.
Freud, S.; El problema económico del masoquismo, en Obras Completas, Volumen XIX, Amorrortu, Buenos Aires, 1998
Freud, S.; Moisés y la religión monoteísta, en Obras Completas, Volumen XXIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1998
Sicorsky, Alejandro: Seminario bianual 2008/09 "Bipoline: borderline-Bipolar"
NOTAS
Película:La voz humana
Titulo Original:The human voice
Director: Ted Kotcheff
Año: 1966
Pais: Estados Unidos
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