Inicio > Congresos Online > Congreso Online 2017 > La nana > ¿Una mujer de cuidados?

¿Una mujer de cuidados?

por Domínguez, María Elena

Resumen

Raquel representa la realidad de muchas cuidadoras en muchos hogares. Pero si miramos más de cerca, no es sólo eso un problema diario y su solución. Raquel encarna, en el modo de hacer su tarea, toda una problemática invisibilizada: la de la mujer que se abandona como tal por el cuidado de otro a cambio de dinero para vivir, pero paga un precio muy alto por ello. Allí, en esa elección dual pierde la posibilidad de decidir de tener una vida.

Palabras Clave: cuidados | mujer | deseo | otro

1. Introducción: El cine y el Otro

Planteemos en un sentido fuerte que el cine es escritura y que de lo que se trata allí es de leer más allá de la fascinación por la imagen. Claro está, entonces, que la ruptura aparece –ante nuestros ojos- en el juego entre identificación, fascinación y singularidad. Apareciendo velada y re-velándose incansablemente a lo largo de la proyección “sólo si existe el trabajo subjetivo de lectura, producción y nominación [1], que ensayaremos en el próximo apartado.

Proponemos, a su vez, que el cine fascina porque se trata del trompe-l’oeil [2], un atrapa ojos, “éxtasis del objeto real en su forma inmanente, (…) encanto formal de la pintura el encanto espiritual del señuelo, de la ilusión, del engaño de las formas [3]. No se trata únicamente del objeto proyectado y la identificación que ahí, en la sala, acontece sino que lo que se pone en juego es la experiencia del inconciente que procura tender lazos, armarlos entre los objetos disonantes y que nos conduce, muchas veces, si nos quedamos en la versión dada a ver por el director, a dormir en los signos del otro. Y hacia allí nos dejamos conducir por él y su proyección: ese es el señuelo, el atrapa ojos (trompe-l’oeil), ahí dispuesto a taponar esa brecha ese agujero que se ha abierto ¿posibilidad de emergencia singular? Se verá caso, por caso, pues eso que nos es dado a ver, nos fascina y he allí el trabajo singular de despertar o no. Y es que nos dejamos fascinar por ese modo dado ha ver, de hacer-con lo real, una vez que el atrapa ojos el señuelo puesto en pantalla grande ha empezado a rodar. Así, el discurso del amo nos conduce a ese sueñito, a dormirnos en los signos del Otro, aun cuando estemos rodeados de otros espectadores en la sala, cada uno ante esa experiencia está solo.

Pero hay otras posibilidades, otras batallas producidas en y por el cine de la que somos participes: de allí –tal vez- alguna de sus diferencias con otras artes además de cuestiones puramente técnicas. Quizás esa sea su estrategia y no fatal parafraseando a Jean Baudrillard. El cine logra victorias aún en el peor de los mundos. O simplemente quizás como sostiene Georgio Agamben el cine sea “la recuperación del gesto que la sociedad realiza” una recuperación que aporte más allá del señuelo la posibilidad de trazar un camino singular. Una batalla que se libra cada vez que la luz de la pantalla ilumina la escena. Y a esa batalla somos convocados, cada vez, que ingresamos a una sala de cine. El asunto es ¿aceptaremos?.

2. Raquel una mujer de ¿cuidados? [4]

Raquel es la nana de la familia Valdés ¡hace 23 años!. Ella es una fiel representante de los cuidados familiares en aquellas organizaciones –que poseen recursos económicos suficientes- en las que ambos padres trabajan, y dónde hay varios niños, que quedan a su cargo, es decir de otra mujer: una nana.

Pero esa otra mujer no es cualquiera, es la depositaria del cuidado de ese hogar en el que ella misma vive, aunque como empleada, constituyéndose para ellos en “casi” su familia. De allí que Raquel, personaje oscuro, se tome algunos pequeños atributos como deshacerse del gato y manifieste de manera tajante su negativa de tener una ayudante que pudiera venir a ocupar su lugar y desplazarla. Ese lugar, aunque no el mejor, no porque sea maltratada, sino porque no le permite tener una vida, ni un desarrollo personal, lo defienda con uñas y dientes, pues es el único que conoce y le provee un lugar de pertenencia y de identidad: la nana. De este modo, el otro – un extraño para ella- puede acercarse y hacerlo tambalear y así, se le transforma en un extraño, peligroso que podría desalojarla del lugar que ella se ha ganado con su hacer, su saber hacer, día a día, año a año.

Dos cuestiones pueden destacarse en este film, que no obstante se hallan interrelacionados: la cuestión de la alteridad, ilustrada a partir de la relación de Raquel con las diversas nanas que vienen en su ayuda ya sea Mercedes, Sonia y finalmente Lucy. Quien le proveerá otra versión de la vida y será la que la mire de otro modo introduciéndola en el mundo de su propio cuidado, de manera diferente. La otra, es la crisis de los cuidados, representada por la precariedad en el interés de la familia por la salud de Raquel quien vive tomando pastillas, para su dolor de cabeza, a fin de seguir ocupando su lugar lo cual no es visualizado por la familia hasta su segundo desmayo en que se desploma en la habitación matrimonial. Cuestión que da lugar a la llegada de Lucy.

Hasta entonces hay toda una dimensión de la vida de Raquel que aparece intangible para la familia “los afectos, las relaciones sociales, la libertad, la autonomía personal, la identificación cultural, el disfrute del cuerpo y la sexualidad y que (…) permanecen en el limbo de lo invisible [5]. Los Valdés siguen con su cotidianeidad sin reparar en ella como sujeto, como mujer, como un sujeto autónomo y con otros derechos más que los laborales.

De este modo “la precariedad será, por tanto, multidimensional y afectará de forma combinada a elementos materiales e inmateriales [6]. Nos referimos a la precariedad de la vida de Raquel que es fruto de la precariedad del empleo, aun cuando la familia no la someta a malos tratos. Ellos sólo pueden ver que se trata de un trabajo que apunta a que Raquel tenga ingresos, pero nada se habla allí de las necesidades de Raquel como persona y mucho menos de su deseo.

Es recién a partir de la llegada de Lucy, que la precariedad se revela descarnadamente, y empiezan a aparecer frente a los ojos de Raquel los derechos de los que podría gozar ella y de los que no ha podido gozar durante su vida, ni siquiera ha sabido que existían y mucho menos ha fantaseado con ellos. En especial, nos referimos al disfrute del cuerpo propio y el encuentro con el cuerpo del otro.

Hasta ese momento –el de la llegada de Lucy- Raquel era una trabajadora de cuidados, como comúnmente se llama: servicio doméstico y su trabajo era mecánico, limpiar la casa, hacer la compra, la comida, lavar la ropa, planchar, cuidar de los niños. Su auto-cuidado era dejado de lado por ella y por la familia Valdés que sólo pensaba que Raquel era así: tosca. La única que tiene un trato especial hacia ella es la señora de la casa, ¿culpa por no hacer ella el trabajo que hace Raquel, es decir, ser ella el ama de casa?, ¿necesidad de que Raquel perdure en su puesto?, ¿identificación con su posición dado que ve en ella una mujer?, eso no lo sabemos. Quizás sólo se trate de que “el pensamiento feminista occidental ha construido a la mujer de tercer mundo como «el otro»; como un objeto pasivo, victimizado, homogeneizado más bien que el sujeto de agencia, en contraste con la mujer moderna, culta, liberada y occidental [7]. Un objeto gadget del que se obtiene un beneficio, pero se le paga por ello!

No obstante, vemos que por las noches varias veces, la señora de la casa, ayuda a Raquel en el aseo de los platos luego de la cena, es decir, cumple alguna de sus funciones de ama de casa a la vuelta del trabajo. Allí el hogar y los cuidados se le hace presente y necesario a la Señora del Hogar: lo visibiliza.

Los quehaceres de Raquel requieren de largas jornadas diarias y por largos períodos de tiempo. Es Lucy quien le dice que no trabajará de eso toda su vida y le muestra otro modo de vivir debiendo primero acercarse a ella, a sus sentimientos diciéndole ¿qué le pasó?, ¿qué le hicieron Dios mío? Ella no se refiere al maltrato de los Valdés sino a la precariedad a la que fue sumergida por 23 años en esa casa y con ese trabajo. Ahí, se revela que el cuerpo del otro que no sea de la familia al que ella e cuida es sucio y desconocido hasta el punto que ella debe limpiar con cloro puro su baño luego de que es usado por su eventual ayudante.

Allí Raquel se quiebra, pues Lucy le muestra otro modo de vivir la vida, pero por sobre todo le pregunta por ella, la escucha a ella en su síntoma, no supone que lo que hace es un rasgo de carácter como los Valdés. Primer paso para que éste sea abordable por los oídos. Entonces, la invita a su casa a pasar la Navidad con ella, vemos que su cara cambia, ya no es la cara de susto que sostiene durante la mayoría del film. Ella ahora se ríe, incluso conoce un hombre, el tío de Lucy y tiene sexo con él, algo impensado para la antigua Raquel. Ella empieza a conocer su cuerpo, el del otro, pero sobre todo sus derechos, alguien se los ha enseñado. Lucy le muestra “la idea de que el derecho a cuidar es tan importante como el derecho a no cuidar [8], en especial en el momento en que ella debe ser la cuidada por el problema de salud que la aqueja. He allí que se cruzan los fenómenos de precariedad y crisis de los cuidados, en la idea de la precarización de los cuidados, o mejor dicho, de la precarización de la autonomía de las cuidadoras y la “ausencia de la provisión de bienestar [9] en su vida personal.

En suma, la tarea puede ser digna, la familia muy agradable y no propiciar malos tratos, pero la cuidadora debe ser concebida como un sujeto con deseos, con autonomía, con cuerpo y necesidades propias. Así, la vemos al final del film a Raquel que desorienta a los pequeños yendo a trotar tal como lo hacía Lucy. Ese es su tiempo, su espacio, su disfrute. Una pequeña conquista en su mundo: hacerse visible para el otro.

Breves conclusiones: ¿mujer, madre, ser de cuidados?

Al ser proveedora de cuidados de una familia que no es propia Raquel pierde la posibilidad de desarrollar su maternidad, el cuidado es de los hijos ajenos y, si lo hubiera, pierde también la posibilidad de tener pareja. Éstas cuidadoras se ven afectadas de manera emocional, afectiva y moral por el trabajo que desempeñan es decir, ellas rompen con las costumbres de su país y este nuevo proceso social que se da requiere reflexionar sobre las relaciones de género y sexo pues “la organización social del cuidado deja en evidencia profundas desigualdades entre hombres y mujeres, pero también, enormes brechas entre mujeres [10]. Así se mercantiliza el cuidado y ellas mismas se transforman en un objeto de consumo de familias adineradas que pueden pagar por sus cuidados. Y que en definitiva organizan su vida y la confinan a ese lugar.

En suma, si bien la política migratoria de cuidados provee trabajo a muchas mujeres el costo que ello conlleva entraña un no avance o mejor dicho un retroceso en el bienestar familiar, de ellas mismas, pero como vemos aquí también en el seno de la familia Valdés. Es por ello, que es necesario políticas migratorias que contemplen la posibilidad de que las cuidadoras no sólo sean un objeto que sostiene necesidades a otros, sino que puedan también tener una vida, un amor, algún deseo tal como lo refleja el film “La Nana”. Tenemos, de este modo, toda una población de mujeres cuidadoras emigradas que se encuentran en condiciones laborales precarias y sin leyes que las protejan y manteniendo a distancia sus vínculos con el país de origen. Son ellas las encargadas de mantener el contacto con su familia (cuidarlos) a través de visitas, envío de regalos y/o dinero, llamadas, etc. Estas condiciones han llevado a que se acuñara el término “care drain” fuga de cuidados para definir a éstas mujeres y su quehacer. Lo llamativo es que parecen fugarse de los cuidados a los que su familia de origen la condenaría, para pasar a cuidar de a unos extraños en otro país en busca ¿de un futuro para ellas? Pero ¿qué pasa con la desigualdad? Pues “la «globalización» de los cuidados y las familias trasnacionales no sólo constituyen una nueva fuente de desigualdad; también actualizan viejas jerarquías de clase y género en las sociedades de origen y contribuyen a redefinir concepciones naturalizadas sobre la familia [11]. De allí las dificultades para organizar una vida en dos países y en dos hogares. La reunificación familiar es un deseo que difícilmente puedan cumplir y esto crea en ellas el sentimiento de culpa por la separación de sus familias y la desintegración de los vínculos familiares que ello conlleva. Nos preguntamos ¿puede existir un régimen de cuidados justo que no las obligue a renunciar a una buena vida? No lo sabemos. O, por lo menos, podemos adelantar que con el resguardo de derechos laborales ello no alcanza al sujeto que a nosotros nos interesa resguardar. Será necesario una nueva categoría que se produzca y nomine para dar lugar a la singularidad aún en este supuesto colectivo: las cuidadoras. Es por ello que nosotros nos centramos en nuestro análisis en una de ellas, la nana, una nana. No para sacar conclusiones universales sobre ello, sino para leer allí la producción de una singularidad, aún en esas condiciones. Allí donde Lucy encarna un modo de salida a esa dualidad introduciendo en Raquel una pregunta y el quiebre de una respuesta anticipada.

El cine de este modo, nos da a ver “el esto que la sociedad realiza” y con ello, la posibilidad de cambiar la realidad. Al mostrarnos crudamente el mundo en que vivimos y hacernos reflexionar sobre nuestros gestos frente al otro, en este caso frente a las cuidadoras.

Bibliografía

BADIOU, A. (2004): “El cine como experimentación filosófica”. En Pensar el cine 1, Manantial, Buenos Aires, 2004.

BAUDRILLARD, J. (1984): Las estrategias fatales, Anagrama, Barcelona, 1984.

BAUDRILLARD, J. (2004):“El cine como experimentación filosófica”. En Pensar el cine 1, Manantial, Buenos Aires, 2004.

DEL RÍO, S. y PÉREZ OROZCO, A. (2004): Una visión feminista de la precariedad desde los cuidados. IX Jornadas de Economía Crítica, UCM, 25 y 27 de marzo. www.ucm.es/info/economía/jec9/index.htm, Abril, 12, 2014

HERRERA. G. (2011): “Cuidados globalizados y desigualdad social”. En Nueva Sociedad, Nº 233, pp. 87-97. http://nuso.org/articulo/cuidados-globalizados-y-desigualdad-social-reflexiones-sobre-la-feminizacion-de-la-poblacion-andina/

LEWKOWICZ, I. (1998): Particular, Universal, Singular. En Ética: un horizonte en quiebra, Cap. III, Eudeba, Buenos Aires, 1998.

PETERSON, E. (2007): “The invisible carers: Framing domestic work(ers) in gender equality policies in Spain”, European Journal of Women’s Studies, 14 (3): 265–280. http://xenero.webs.uvigo.es/profesorado/sonia_parella/elinpeterson.pdf



NOTAS

[1Lewkowicz, I.: (1998), pág. 64.

[2Baudrillard, J.: (2006), pág. 16.

[3Ibid.

[4En este apartado nos basaremos directamente en el film La nana (2009) de Sebastián Silva.

[5Del Río, S y Pérez Orozco, A. (2004), p. 2

[6Ibid.

[7Peterson, E. (2007), p. 2.

[8Del Río, S y Pérez Orozco, A. (2004), p. 7.

[9Peterson, E. (2007), p. 1.

[10Herrera G. ( 011) p.89

[11Herrera G. (2011) p.87