“Adán Buenosayres vuelve a cargar su pipa: llueve otra vez con fuerza detrás de su ventana. Quiere aferrarse aún a las imágenes que ha revivido y calentado en su memoria: Pero las imágenes huyen, se pierden en la lejanía, regresan a sus borrosos cementerios. Lo pasado es ya una rama seca, nada le anuncia lo presente, y lo porvenir no tiene color delante de sus ojos. Queda un Adán vacío frente a una ventana desierta”…
Fragmento de la novela Adan Buenosayres,
de Leopoldo Marechal
Jean Dominique Bauby era el carismático redactor jefe de la revista Elle en Francia. Pero no solo eso, sino también un playboy y un intelectual brillante avezado a la concurrencia de cócteles, fiestas y desfiles de moda. En el año 1995, a los 42 años, a causa de una accidente cerebrovascular, despertó de un coma 20 días más tarde, descubriendo que era víctima de su propio cuerpo, del “Síndrome del Encierro”.
Paralizado de pies a cabeza, con excepción de su ojo izquierdo, es que comienza su historia en “La Escafandra y la Mariposa”.
Esta realización de Julian Schnabel fue inspirada en la obra del propio protagonista de la película. “La Escafandra y la mariposa” es una autobiografía, una manera de (sobre) llevar una nueva existencia, de (sobre) vivir en un nuevo cuerpo y de encontrarse con un nuevo deseo.
Sin apelar al golpe bajo, con acertados e hilarantes comentarios del propio protagonista, un buen manejo del humor negro y sin desvincularse de la emotividad que un tema como “El síndrome del encierro” puede encerrar (valga la redundancia); esta película señala y nos hace pensar acerca del deseo y su relanzamiento, de su responsabilidad, de su ética, y de su (des)encuentro con otros deseos. También acerca de los principios de autonomía, beneficencia y responsabilidad, que atañen a profesionales y pacientes, y de las nuevas tecnologías en materia de bioética.
Así como el despertar metafísico del Adan Buenosayres de Marechal, el periplo de la nueva existencia de Jean Dominique se inicia en el momento en que despierta en la clínica, aunque esto todavía no signifique un verdadero despertar, sino la presentación de una nueva vida con la que tiene que lidiar. Es así que el neurólogo le comunica (después de la visita de varios médicos) que a raíz del accidente cerebro vascular ha quedado paralizado de pies a cabeza, “Síndrome del encierro” le llaman. Su cerebro funciona, pero su cuerpo no responde, a excepción de movimientos de su ojo izquierdo. Y es así como el cuerpo médico pretende que se comunique con el exterior de su escafandra, a través del parpadeo del ojo. Por esta circunstancia, se ve obligado a vivir gracias a las nuevas tecnologías de reanimación, (ya que inevitablemente de no haber sido por ellas, hubiese muerto) y tiene que transitar este purgatorio donde él implora por piedad, no por milagros. A medida que lo visitan sus conocidos y seres queridos, se produce un desfile de culpas corporizadas que hacen cuestionar a su protagonista la vida que llevaba y cómo trataba a esos otros que circulaban satelitalmente a su alrededor.
Planteada esta situación, en materia de Bioética cabe preguntarse si sería lícito obligar a una persona a vivir en estas condiciones. Entran en conflicto los principios de beneficencia y autonomía; el protagonista no puede tomar una decisión, ya que se encuentra entre la vida y la muerte. La decisión médica siempre toma como base que, ante todo, debe primar la vida por sobre la muerte. “La vida a cualquier precio” podría decirse: gran escudo con sustento legal que supone que lo más conveniente para el paciente sería vivir, aunque eso implique no contar con él. Eso es lo que ocurrió con Jean Dominique. La consecuencia de las nuevas tecnologías de resurrección lo llevaron al “Síndrome del encierro”, a que no pueda decidir sobre su nueva existencia, a ser una rareza médica, un objeto de estudio.
Es Jean Dominique quien despierta el deseo del cuerpo médico, deseo que podría decirse no es compatible con el suyo. Se presenta como un desafío para la medicina. Ellos son quienes desean que vuelva a caminar, a hablar, a decidir que es lo más conveniente para él, sin contar justamente con su opinión y sin primar su autonomía, lo que pone de relieve el principio de beneficencia que el cuerpo médico cree más conveniente. Esto se pone en evidencia cuando su logopeda, quien va a ayudarlo a comunicarse con el mundo a través de un nuevo abecedario que él va a nombrar con el solo parpadear del ojo, le dice “Estoy decidida a triunfar”. Es un deseo que Jean Dominique no comparte, que Jean Dominique quiebra y desestabiliza porque su primera frase es “Yo me quiero morir”. Ese es su deseo en ese momento, un (sin) deseo de muerte. De aquí se desprendería la pregunta por la dimensión ética del deseo. El Superyo sería para Freud la conciencia moral, la ley del bien. Según Lacan, el fundamento de la ética no sería el Superyo, ya que el superyo no se puede contentar, es una instancia voraz. El comportamiento ético de la logopeda sería que este hombre viva, porque esto es lo que dice la ley, el gran superyo y hacia allí va su deseo, que es un deseo de triunfar, de que el protagonista vuelva a hablar, en detrimento de su voluntad.
Esta tragedia natural en la vida de Jean Dominique lo obliga a repensar su vida, a sentir culpa por no haber tratado bien a la madre de sus hijos, a sentir culpa por no haberse preocupado por un conocido a quien le cambió el asiento en un avión que fue secuestrado. Estas personas por la que él se lamenta, son las primeras en visitarlo. Su ex - mujer, Céline, la madre de sus hijos (para él) es quien aparece primero en escena. La primera pregunta que le hace es si “Ella” vino, en virtud del estado en que se encuentra (paralizado). “Ella”, la mujer que Jean Do quiere, la mujer que ella querría ser. Su deseo está puesto allí, en ser la mujer de ese hombre que no la quiere como mujer sino solo como la madre de sus hijos, y este accidente acaecido en el cuerpo de Jean Do es el estado más conveniente para que Celine pueda ser Esa Mujer. No solo porque ya este playboy no podría corretear a cuanta mujer quiera; sino porque esto le permite presentarse en el hospital como La Mujer, aquella que realiza sus cuidados, que le lleva a sus hijos para que lo visiten en un deber ser aunque Jean Do no quiera. Porque eso es lo que tiene que hacer una mujer, eso es lo que se requiere para ser mujer en su estructura, aunque Jean Do desee a Inés, a la Otra, a la que nunca vino, a esa mujer que ella no es.
Su segunda visita es la de Pierre, aquella persona que alguna vez conoció, aquella a la que le cedió su asiento en un avión que fue secuestrado y que lo llevó a un destino de encierro, que paradójicamente terminó siendo el del propio Jean Do. Es este personaje que le dice que tiene que aferrarse a lo mas humano en su interior, mientras Jean Do solo piensa en por qué nunca lo llamó.
Es así como el protagonista es obligado a vivir en esta escafandra, en este purgatorio, viendo desfilar lo peor de él, culpas que nunca había tenido y ahora es obligado a tener.
Con una escenificación de un glaciar derrumbándose y con un Concerto para Piano de J.S. Bach funcionando de manera empática, es que se expresa la representación del pensamiento de Jean Do, en donde asienta que es esta desgracia que tuvo como destino su cuerpo, la que lo hizo ver su verdadera naturaleza.
Como el viaje de la oscuridad hacia la luz planteado por Marechal en el Adan Buenosayres, que se inicia con el despertar metafísico, el despertar de Jean Do se inaugura con una decisión, que es la de no compadecerse mas. Hay dos cosas que no están paralizadas: su memoria y su imaginación, mariposas que escapan a ser encerradas en la escafandra. Él elige ser esta nueva persona por una necesidad, por un hecho del azar que paradójicamente el destino eligió para él. Él necesita ser alguien, necesita no compadecerse, necesita Ser y relanzar su deseo.
Esta nueva realidad lo interpela: lo hace replantear e interrogarse sobre todo aquello que no se había interrogado en su vida. Se presenta un nuevo advenimiento subjetivo, él responde a la interpelación responsabilizándose. Es por esto que surgen las culpas, los recuerdos, comienza a resignificarse. Ese joven de sus recuerdos ya no es él. Él es alguien nuevo, con un nuevo deseo; está en la misma situación que su padre (encerrado en un departamento), su confesor, a quien él cuidaba antes de tener el accidente.
Así entonces es que decide escribir un libro acerca de este nuevo Jean Do. Troca su anhelo de reescribir la novela de Dumas “El conde de Montecristo” en una versión de venganza femenina, por una novela de su nueva vida, de sus nuevos intereses, de su nuevo yo. Jean Do relanza su deseo, sin la altanería y la pretensión de reescribir a un clásico, es un Jean Do ya no obsesionado por lo enigmático de lo femenino, un universo que él vivió siendo un playboy y como director de la revista Elle.
Irónicamente el destino lo hace vivir en su actualidad en medio de bellas mujeres (su logopeda, su fisioterapeuta, su ex mujer y su nueva secretaria) sin poder hacer nada. El nuevo Jean Do está impotente, no puede si quiera tocarlas, pero su deseo parece renovado.
Ellas hacen lo que quieren con él: su logopeda insiste en que se comunique, su fisioterapeuta lo obliga a fomentarse un deseo de fe que él no tiene llevándolo en contra de su voluntad a una iglesia, la madre de sus hijos le hace de su mujer, aunque él así no lo quiera y su nueva secretaria, aquella a quien va a dictarle el libro, lo usa como su nuevo confesor, como una mariposa en su escafandra y, por que no también, cae rendida a sus pies, ya que Jean Do aún no pierde sus dotes de playboy.
Es así que mientras él imagina, ya que la imaginación no está paralizada y es al único lugar donde ellas no pueden llegar. Se imagina comiendo, viajando y amando a bellas mujeres.
En el transcurso de su estadía en la clínica de rehabilitación comienza a realizar progresos, emite sonidos, canta. Sigue siempre rodeado de sus eternos acompañantes…sus terapeutas, su secretaria, también un amigo que siempre lo acompañó con constantes lecturas.
Puede ahora ver que su vida es allí, y su futuro una eterna repetición. Excepto que esta nueva existencia sea interrumpida por otro evento, lo que ocurrirá cuando contraiga una neumonía. Así es que mientras lo llevan a terapia intensiva y viendo su vida terminar (justo cuando empezaba a tener ciertas certezas sobre ella) es que piensa: “como un marinero que ve desaparecer la costa, veo esfumarse mi pasado, reducido a las cenizas de mi memoria”
Como se diluyen los recuerdos de Adán, al cual un destino mortal ineluctable lo aguardaba, es que Jean Do ve como se escapan sus recuerdos, su vida y su futuro.
Jean Dominique Bauby era un redactor, un playboy, un intelectual brillante al cual el azar paradójicamente lo eligió para atravesar semejante periplo, ya que como su médico mismo lo dice: no hay razones para que él haya enfermado. Simplemente ocurrió.
Esta pieza de arte, está basada en otra, en un libro que escribió su propio protagonista. Pero el cine, hizo que esta historia particular, devenga universal, ya que citando a Julio Cabrera: “El cine es universal no en el sentido del “Ocurre necesariamente a todos”, sino en el de “Podría ocurrirle a cualquiera”.
Bibliografia
Bioética: Wikipedia, Enciclopedia Virtual
Cabrera Julio: Cine, 100 años de filosofía. Barcelona, Editorial Gedisa, 1999.
Lacan, J: Kant con Sade en Escritos 1. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2005.
Lacan, J: Intervención sobre la Transferencia en Escritos 1. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2005.
Marechal, L. “Adán Buenosayres”. Buenos Aires, Seix Barral, 2010.
Mosca, J.C. (1998) Responsabilidad. Otro nombre del sujeto. En Ética: un horizonte en quiebra. Buenos Aires, Eudeba, 2007.
Página 12-Suplemento Radar. 17 de Agosto de 2008.
NOTAS
Agradezco sus comentarios. Son muy útiles para poder repensar muchas de las cuestiones que fueron planteándose en el presente trabajo.
Muy buena elección y muy interesante análisis. También a mí como a Moises Torres Lopez me recuerda a "Johnny cogió su fusil", efectivamente más imposibilitado Jean Dominique, pero con la lucidez suficiente como para poder organizar y reestructurarse en esa nueva realidad en la que ha cambiado absolutamente todo vínculo con su cuerpo y con el medio, quedando, en este caso, en una soledad absoluta en relación al otro, pero en la que aún así, las hebras simbólicas con las que cuenta entretejen la nueva subjetividad, se reorganiza libidinalmente con la riqueza simbólica con la que aún cuenta.
En cuanto a Jean Dominique pienso que armó un dispositivo, que montado en el deseo médico, en una especie de apoyatura (en el sentido freudiano), logra reavivar el suyo propio. Agradezco el análisis del autor y los comentarios, muy enriquedores!
Me parece muy interesante el trabajo-análisis escrito en torno a la "La escafandra y la mariposa" lo cual en diversos momentos me hace recordar la película "Johnny tomó su fusil" (1957) historia muy similar aunque con sus distintas vertientes en donde un joven soldado en medio de la guerra sufre la perdida de piernas, brazos, en una explosión.
Johnny al igual que Jean son víctimas de los devenires de la vida, y ambos están cautivos de sus cuerpos. El caso de Johnny es más "dramático" dado que debido a la perdida de mayor extensión de cuerpo, se ve más "incomunicado" no obstante, en el caso de ambos se observa la forma en que la mente, la consciencia, el aparato psiquico, el cerebro etc, reorganizan de la manera más efectiva posible la nueva subjetividad en estas personas, es decir; sigue existiendo un cuerpo, sigue existiendo un discurso y por lo tanto un dominio de lo que se desea con la propia vida.
Ambos personajes, pero más Johhny, se encuentran contenido, (im)posibilitado por el discurso médico que les dice "tenemos que estudiarlos, tenemos que curarlos" no obstante me parece el punto nodal en este trabajo y como bien describe la autora, tiene que ver con la decisión de la continuación de la vida o no, lo cual por supuesto es tema a debate de acuerdo a distintas posturas teóricas en temas de bioética, sin embargo el psicoanálisis ha postulado la ética del actuar sobre uno mismo y sobre su cuerpo.
Felicidades por su análisis del deseo y su relanzamiento. Su trabajo y el visionado de la película ponen de manifiesto que en el film, en diversas ocasiones el personal sanitario da muestras de no respetar el principio de autonomía cuestionando el deseo del protagonista de preferir la muerte a ese tipo de vida o llevándole a la iglesia en contra de su voluntad, y actuando por tanto, desde una posición personal más que de escucha activa o empatía. También se vulnera este principio cuando no se pide consentimiento informado para realizar la sutura ocular y valorar de forma conjunta con el afectado la pertinencia de esta acción actuando de forma paternalista, a pesar de defender, sin cuestión a dudas, la beneficiencia del paciente. Por otra parte, el principio de justicia creo que debe cuestionarse ya que no todos los pacientes son beneficiarios de unas curas tan exquisitas como Jean Do desde el punto de vista de los recursos disponibles. Muchas gracias por su excelente trabajo.
No es la limitación física la que anida los épicos logros del humano, es cada humano quien logra imponer las facultades máximas al hecho mismo de vivir, sin embrego, el limite se abre camino en las rutinas del escenario social donde cada nuevo día parece el mismo si aplicamos un dosis mínima o "normal" de esfuerzo físico.
Los impulsos maravillosos del protagonista por crear una forma adecuada, según las nuevas condiciones, para comunicarse y seguir en la sociedad como uno mas, son la respuesta propia de la limitación en ambos sentido, la social y la física; una como imaginario y la otra como trémulo de la rutina.
La escafandra y la mariposa es una película que nos convoca a pensar una serie de cuestiones, los procesos de salud y enfermedad, el modelo medico hegemónico, lo procesos de transferencia y contratransferencia, el duelo por el cuerpo perdido, el deseo imposible, el desamor, la vejez, el encierro entre muchos otros temas que seguramente se me escapan. No obstante lo cual quisiera centrarme sobre la cuestión de la resiliencia en Jean Do. Como bien se plateo en el trabajo de referencia el protagonista se enfrenta al encierro, a la pérdida de su control corporal, se enfrenta a la imagen tétrica de una cara deformada que devuelven lo espejos, un rostro que no es el suyo. Se enfrenta a la pasividad extrema, como un barco sin motor ni vela a merced de la marea. En ese momento cuando el sujeto se enfrenta a su propia destrucción, a alcanzar un estado previo a la vida (pulsión de muerte), Jean Do comienza a reconectarse con el mundo desde un lugar nuevo. La resiliencia es entendida por la ingeniería como la capacidad para recuperar la forma de un cuerpo perdida frente a un impacto o golpe evitando su destrucción . Jean nos muestra que en psicología, la resiliencia es una capacidad que implica un desarrollo, un trabajo, imperfecto, espiralado, que a veces avanza y a veces retrocede pero que en ningún caso lleva al sujeto al estado cero. Jean Do a través de su tramitación del duelo, de su lucha por conectarse se reconstruye así mismo y mira al mundo desde un nuevo ojo.
Mis felicitaciones por tu trabajo. Es una película documental que nos interpela sobre las pérdidas sobre todo la referida a la capacidad de seguir viviendo como un prisionero en la cárcel del propio cuerpo. Creo que a pesar de los toques de humor es un largometraje que genera cierta rabia ante un sistema que obliga a vivir. Demasiado dolor queda diluido en la idea de la mariposa (la libertad) cuando en realidad prima la prisión que supone el capullo (la escafandra). Te reitero mis felicitaciones.
Película:La escafandra y la mariposa
Titulo Original:Le scaphandre et le papillon
Director: Julian Schnabel
Año: 2007
Pais: Francia
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