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Padecimiento corporal y subjetivo

por Ugolini, Florencia Andrea

El film “Children of a lesser god”, traducida al mercado hispano como “Hijos de un dios menor” es un título cargado de significación que logra en primera instancia conmover al espectador.

Esta exitosa obra escrita por Mark Medoff estuvo en las carteleras de Brodway entre 1980 y 1982; siendo adaptada a la versión cinematográfica en 1986 por el mismo autor, junto con Hesper Anderson y James Carrington. Fue filmada en Inglaterra bajo la dirección de Randa Heines.

James Leeds, un prestigioso profesor de dicción y elocución representado por el actor William Hurt, se presenta en un colegio de personas con diversas dificultades auditivas en busca de un puesto de trabajo. Es contratado inmediatamente debido a su vasta experiencia en la docencia destinada a poblaciones de dichas características. Allí conoce a varias personas, entre ellas a Sarah Norman, encarnada por la actriz sordomuda Marlee Matlin.

Sarah es una mujer de veinticinco años, ex alumna del instituto, quien ha encontrado hábilmente una manera de refugiarse del mundo exterior, dedicándose exclusivamente a la limpieza del colegio.

Frustrada por sus fracasados intentos de aprender a hablar, es decir, oralizarse; y por las burlas que recibía de sus amigos durante la infancia por hacerlo mal, Sarah optó por desistir en el desarrollo de su capacidad foniátrica. En consecuencia, solo lograba expresarse a través del lenguaje de señas. Al conocer esta decisión, el profesor Leeds se empecina en que Sarah incremente su capacidad de habla, y lo toma como desafío profesional propio, pero se sorprende frente a su implacable negativa.

La atracción que siente el Profesor Leeds por esta ex alumna desencadena en ella una gran desestabilidad emocional, generándose una relación ambigua de amor-odio entre ambos, la cual finalmente termina uniéndolos para siempre.

A lo largo del film puede observarse como subyace algo del orden de la imposibilidad, de la prohibición de este encuentro amoroso entre una persona sorda y otra oyente; una in-capacitada y otra capacitada. Randa Haines logra capturar el particular de la sociedad estadounidense en los años ochenta en cuanto a lo que a las diferencias respecta. Moral vigente aún en varias sociedades, quizás, por ser la discapacidad representativa de lo siniestro.

Según relata el padre de la protagonista al profesor Leeds en una de las escenas centrales, Sarah nació sorda y a los siete años se le ha adjudicado el lapidario diagnóstico de retraso mental. Sus padres decidieron internarla en esta institución educativa desde los cinco años de edad en pos de darle una buena educación, con el objetivo de lograr su completa autonomía en el futuro. Lejos de esto, Sarah endurece sus vínculos familiares y se muestra hostil a su entorno en general.

La actitud que ella demuestra al mundo es percibida por otros como agresiva, y estas miradas, que son portadoras del peso de la significación negativa, devuelven el sostén necesario de su propio imaginario: una mujer tonta e incapaz.

La directora nos invita a identificarnos con la protagonista en su padecimiento subjetivo, que se hace carne en su rechazo al mundo exterior, viviéndolo como hostil y amenazante. Nos invita a pensar que algo del orden imaginario, de la constitución corporal, se significa con una connotación negativa por aquello que falta: la audición.

Georg Friedrich Händel, en el aria “Déjame que llore” de la ópera Rinaldo, logra plasmar la esencia del padecimiento psíquico: “Déjame que llore mi cruel destino (…) y que el dolor desgarre la agonía de mis martirios”. Este extracto pareciera reflejar la posición subjetiva en la que se ubica la protagonista del film. Ella está en falta, posición que no se asume sin consecuencias y cuya no aceptación enferma.

El hecho de no sumergirse en la oralidad como apoyatura de su idioma madre, la lengua de señas, puede leerse como toda una decisión a consecuencia de las burlas de su entorno cada vez que lo intentaba durante su niñez y gran parte de su adolescencia. La introversión de Sarah podría explicarse por la seguridad que sentía en el refugio de su soledad. Es así que se ubica el evento de las burlas y la descalificación como un primer tiempo lógico del circuito de la responsabilidad, como realización de una acción determinada que siempre será en conformidad con el universo de discurso en que se halla inmerso el sujeto.

Pero el film no tarda en develar el resquebrajamiento de este mundo hermético. El espectador podría verse tentado a suponer que lo que interpela a Sarah es la obstinación del profesor Leeds para que alcance la oralidad pertinente a una mujer adulta, ya que varias personas anteriormente habrían insistido en ello. Sin embargo, aquello que produce grieta es el lugar que ella percibe ocupar en el deseo de un hombre. Esto la llama a responder ya no como alumna o como persona a ser oralizada tal como lo requiere el mandato social, sino como mujer.

Durante toda su adolescencia, Sarah solía colocarse en posición de objeto sexual para con los amigos de su hermana, ya que de esta manera el peso de la estigmatización se aliviaba. Tal como lo expresa Sarah, en su actividad sexual podría llegar a ser igual o hasta mejor que el resto de las jóvenes de su edad; aunque esto era siempre momentáneo porque a ninguno de sus partenaires le importaba demasiado lo que ella quisiera o sintiera, al punto de ni siquiera esforzarse por conquistarla. Ubicada en esta posición, fantaseaba ser una chica normal, aunque sea por un instante. Simplemente, ella estaba siempre disponible para ocupar ese lugar de objeto que le daba la posibilidad de tapar la falta al lograr un pseudo plus: ser catalogada como “la mejor” en el rol de partenaire sexual; adviniendo luego la angustia consecuente.

El ocupar un lugar en el deseo de un hombre, a pesar de su diferencia con el resto, a pesar de su discapacidad, es lo que considero que la interpela y le permite resinificar los angustiosos recuerdos de su infancia.

Ahondando en la historización de la vida de Sarah, es probable que una vez conocido el diagnóstico de sordera y el falso diagnóstico de retraso mental por su familia, el modo vincular para con ella haya cambiado, así como la dinámica familiar general por el primer impacto de los mismos.

Lo recientemente explicitado puede estar justificado por el proceso de duelo al que suelen someterse los padres de niños con discapacidad. Se trata del duelo del niño esperado que no fue, lugar de hijo que queda vacante en la cadena filiatoria aún con un niño allí presente que deberá ganárselo, aunque encarnando el estigma de ser otro, nunca el esperado.

Se ubica rápidamente a un padre que no aceptaba su falla orgánica por vivirla como una sangrante herida narcisista. Una madre que manifestaba constantemente sentimientos de ambivalencia hacia ella y la culpaba por no poder recibir afecto por parte de su padre. Una hermana que la entregaba a sus amigos para que tengan relaciones sexuales con ella, subyaciendo en este accionar la certeza de que no iba a poder valerse por sí misma para vivir tal experiencia y que atravesarla garantizaría su entrada a los parámetros de normalización social. Motivos suficientes para que Sarah decida alejarse doblemente de ese mundo hostil: en primer lugar, expresándose solo mediante la lengua de señas, lo cual implica que su interlocutor cuente con el conocimiento para dominarla. En segundo lugar, de todas las personas que no conoce, ya que en su particular se sostiene la ideación de que todo el mundo (o todos en su reducido mundo) creen que es una persona tonta.

Se observa como Sarah desarrolla actitudes que podrían considerarse defensivas, logrando ser percibida por su entorno como una mujer pesada, antipática y poco amable. Cabe preguntarse si su falta de relación con el medio en el que se encuentra se debe exclusivamente al hecho de que no sepa hablar o con un deseo de no comunicación. El film nos muestra que la lengua de señas es su canal privilegiado de comunicación, y aun así, la protagonista presenta dificultades para establecer lazos sociales estables.

Primeramente, frente a la situación que la interpela, Sarah presenta respuestas que actúan taponando la dimensión ética como ser la negación de los beneficios que puede brindarle aprender a hablar, tener otra herramienta para comunicarse con aquellas personas que no dominen la lengua de señas y generar logros propios; y la proyección de su sentimiento de incapacidad para ser independiente plasmada en la creencia de que todos piensan que es una persona tonta, incluyendo al profesor Leeds.

Dicha situación los conduce a un distanciamiento que se produce a partir de la discusión en que Sarah le plantea a James que está cansada de ser determinada y hablada por los demás, inclusive por él. A partir de este momento es que pareciera emerger un incipiente cambio de posición subjetiva en ella. Sarah responde a sus circunstancias ya no desde la moral, sino desde la dimensión ética.

El haber conseguido un nuevo empleo en un salón de belleza, fuera de la escuela que la alojo desde pequeña, que requiere estar permanentemente en contacto con otros comunicándose como pueda; el hecho de decidir ingresar a la universidad; y, por último, el haber vuelto a la casa donde se crió a reencontrarse con su madre para establecer un nuevo vínculo con ella; nos darían la pauta de que algo diferente es factible de ser vivido y de que comienza a ser posible para la protagonista vivir. En dicho encuentro, Sarah repregunta a su madre cuestiones del pasado que remiten a momentos dolorosos y de gran padecimiento psíquico, pero que comienza a resignificar, dando continuidad a este presuntivo cambio de posición subjetiva. Motorizar todos estos cambios no es sin la emergencia de un sujeto dividido, el cuál aprende a convivir con algo de su falta que, en este caso, se encarna parcialmente en la disfuncionalidad corporal, haciéndose más evidente.

Teniendo en cuenta lo expuesto, podrían ubicarse en el plano particular las creencias colectivas acerca de la discapacidad, las cuales se resumen en la idea de que una persona con una discapacidad se encuentra incapacitada totalmente para ser sujeto de derecho y sujeto del inconsciente.

Es importante tener presente la diferencia entre la definición de sujeto autónomo para la justicia y la de sujeto responsable subjetivamente; adhiriendo firmemente a la idea de que el sujeto es responsable tanto de sus actos conscientes como inconscientes. Así también, a la definición planteada por Jinkis de que responsable es aquel que es culpable de lo que hace y dice.

Un claro ejemplo de esto es el estatuto jurídico de la inimputabilidad que rige para personas con retraso mental, entre otros. ¿A caso un hombre con una discapacidad intelectual que comete un delito no puede desear y gozar con su acto? ¿Por qué no llamarlo “sujeto responsable”, que debe responder y responderse por sus actos?

Realizar una historización del imaginario social del “discapacitado” excede al análisis del film. Sin embargo, tomando los términos acuñados por los sociólogos positivistas Peter Berger y Thomas Luckmann, podría pensarse que en el imaginario social predominante en los años ´80 no había lugar a pensar que una persona con algún déficit orgánico o mental pudiera construir sus propias herramientas para lograr apropiarse de su socialización secundaria, ergo, de lograr un rol activo en la construcción de lazos sociales con el mundo. Era en el seno de la familia, es decir, de la socialización primaria, donde la persona (in)discapacitada debía permanecer, siendo un eterno niño. Este entramado social dificultaba el advenimiento subjetivo en ese ente-cosa.

Arrojar luz sobre los discursos imperantes de una época, cuyos resabios encontramos en la actualidad, nos permite la emergencia de interrogantes en relación a las distintas configuraciones que van adquiriendo las creencias y costumbres en un momento histórico dado y sus posibles efectos en la subjetividad. Las posibilidades que se le presenten al sujeto para cuestionar estas cristalizaciones de sentido permitirán que las mismas se sostengan o que se modifiquen. Entendiendo que la responsabilidad se sitúa en la grieta que se abre entre el azar y la necesidad, será lo que el sujeto decida hacer con aquello que le tocó vivir.

El final de este film contiene cierta riqueza, dado que no muestran a una mujer que se somete a los códigos sociales que le exigen que sepa hablar; que se normativice. Por el contrario, muestran a un personaje menos resentido y con ganas de posicionarse frente a sus circunstancias de manera diferente, con el apoyo de Leeds, quien también ha comprendido que nada puede ser impuesto en pos de lo que, según su criterio, es una mejor calidad de vida.

Sería pertinente leer en el accionar del profesor Leeds una deconstrucción de su universo anterior, ya que parece haber comprendido que la incomunicación de Sarah poco tenía que ver con su falta de capacidad en la expresión oral, sino más bien con el lugar que ella estaba ocupando en el mundo. Es en esta comprensión y entendimiento mutuo, en esa apertura de sentido, en la aceptación de las diferencias, que podrían unirse. Ésta es una posible respuesta a la pregunta que se abre en la escena final del film “¿Crees que exista un lugar intermedio en el que podamos encontrarnos, entre el ruido y el silencio?”.

Referencias

Berger, Peter L.; Luckmann, Thomas (1986). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu. 2001.

D’Amore, O.: Responsabilidad y culpa. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos. Buenos Aires. Letra Viva. 2006.

Lewkowicz, I. Particular, Universal, Singular. En Ética: un horizonte en quiebra. Buenos Aires. Eudeba. 1998.

Michel Fariña, J.J. Del acto ético. En Ética: un horizonte en quiebra. Buenos Aires. Eudeba. 1998.

Michel Fariña, J.J. Lascia ch’io pianga, en www.eticaycine.org

Núñez, Blanca: Familia y discapacidad: de la vida cotidiana a la teoría. Buenos Aires. Lugar Editorial. 2008.

Rella, Franca. Psicología preventiva y sordera. Buenos Aires. Lugar Editorial. 2001.

Salomone, G. Z.: El sujeto autónomo y la responsabilidad. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos. Buenos Aires. Letra Viva. 2006.

Salomone, G. Z.: El sujeto dividido y la responsabilidad. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos. Buenos Aires, Letra Viva. 2006.

Schorn, M.: La capacidad en la discapacidad: Sordera, discapacidad intelectual, sexualidad y autismo. Buenos Aires. Lugar Editorial. 2009.



NOTAS





COMENTARIOS

Mensaje de M Carmen Icart  » 3 de octubre de 2013 » cicart@ub.edu 

Muy buen comentario el de Hijos de un Dios Menor. Otro elemento a considerar es el hecho de que Sarah es una discapacitada mujer, ¿qué ocurriría si fuera un hombre? Le veríamos como alguien a quien dar ayuda por su minusvalía? Parece que el ser mujer añade un plus de necesaria compasión; al ser mujer siempre aparece un hombre dispuesto a salvar...Por otra parte, considero que es una película de gran interés en los talleres sobre cine que se realizan precisamente con alumnos que presentan limitación en su capacidad de comunicación.



Mensaje de Florencia Ugolini  » 23 de septiembre de 2013 » florenciaaug@gmail. com 

Mariana, gracias por tu comentario tan enriquecedor para mi. Me resultó interesante abordar este film en el marco del presente congreso porque el personaje principal evidencia las dos caras de la moneda: un ser sujetado a aquello que a la luz de la mirada social debiera discapacitalo; para luego posicionarse de manera diferente frente a sus circunstancias, respondiendo a su deseo.
Tal como lo planteas, el tema de la educación especial en la Argentina es todo un capítulo aparte. Trabajando en el ámbito educacional, suelo preguntarme, por ejemplo, por qué las personas con sordera no estan en las universidades. Este vacio responde a una limitación individual, subjetiva; a una limitación del sistema educativo para generar una inclusión real o a otros tantos entrecruzamiento de variables?. Un debate que nos debemos como comunidad toda.



Mensaje de Mariana Sorolla  » 12 de septiembre de 2013 » marianasorolla@gmail.com 

Esta película es muy usada como recurso didáctico en los profesorados de lenguaje de señas. ¿Porqué?. Por lo mismo que vos nos contás en tu impecable reseña. Para romper como bien citas "con las creencias colectivas acerca de la discapacidad, las cuales se resumen en la idea de que una persona con una discapacidad se encuentra incapacitada totalmente para ser sujeto de derecho y sujeto del inconsciente.". Pero también es el mismo sujeto que padece una discapacidad, quien debe romper con sus propios prejuicios y los de su familia misma. Para que logren hacer puente entre lo social y su propios límites. La historia abordada en esta película, evidencia un tema de actualidad bastante polémico en el ámbito de la educación, al referirse con un aspecto relacionado con las características de las personas en situación de discapacidad auditiva: la singularidad de un lenguaje y el hostigamiento social hacia una normalización y la oralización. Aquí en Argentina también se la denominó "te amaré en silencio", lo cual le da tal vez a mi entender una posible respuesta a esa pregunta del final, el encuentro está en la aceptación y el amor. Gracias por tu reseña, muy buena.




Película:Hijos de un Dios Menor

Titulo Original:Children of a Lesser God

Director: Randa Haines

Año: 1986

Pais: Estados Unidos

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