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Hasta el hueso

por Avila, Camila

Universidad de Buenos Aires

Resumen

Hasta el hueso, será la película que se tomará como punto de partida para dar cuenta desde un marco psicoanalítico y utilizando el método clínico-analítico de análisis de filmes, la cuestión de la oralidad y la corporalidad en la anorexia en la singularidad del caso. Ellen, la protagonista del film y sobre se apoya el escrito, padece trastornos en la conducta alimentaria, específicamente, anorexia.

El presente desarrollo tendrá como conceptos directrices el de la oralidad y la cuestión del cuerpo en la anorexia, así mismo serán atravesados por el concepto de infantilidad como un eje transversal que da cuenta del tinte prepuberal propio de la fase oral y de un cuerpo que insiste por quedar ligado a esa etapa ante una sexualidad que irrumpe. Se establecerá un interrogante que se plantea entre el film y el puente teórico: se propone que habría una regresión a la fase oral (por fijación) como refugio, como una vuelta a aquel primer encuentro con el objeto de amor y arcaico de los primeros cuidados y así mismo efectuar mediante esa regresión una salida de emergencia, apoyándose en el cuerpo producido por la anorexia, de protección ante la irrupción de un cuerpo imposible de simbolizar.

Palabras Clave: Anorexia | Oralidad | Corporalidad | Infantilidad

A modo de introducción…

Hasta el hueso (Marti Noxon, 2017) será la película que se tomará como punto de partida para dar cuenta desde un marco psicoanalítico y utilizando el método clínico-analítico de análisis de filmes, la cuestión de la oralidad y la corporalidad en la anorexia en la singularidad del caso.

Para contextualizar la patología, se utilizarán las características generales de la anorexia propuestas por Alicia Cibeira en su escrito “Consideraciones sobre la anorexia desde el psicoanálisis” (2008) que las enumera de la siguiente forma: “- búsqueda desenfrenada de pérdida de peso, - miedo al aumento del mismo, - distorsión de la imagen corporal, - amenorrea (presente en por lo menos tres períodos) - y negación del riesgo clínico que puede acarrear la malnutrición” (p. 3).

Ellen es una mujer de 20 años, artista, que padece trastornos en la conducta alimentaria, específicamente, anorexia. Luego de ser expulsada de la última clínica de rehabilitación por la que transcurrió, es internada en la clínica del Dr. Beckham, reconocida por tener un programa de tratamiento distinto y especial: por ejemplo, unos de los métodos que utilizan es no hablar de comida y respetar el deseo de cada paciente de elegir lo que quiera para comer, incluso si decide no hacerlo, a la hora realizar el almuerzo o la cena en la institución. La familia de Ellen está configurada de la siguiente manera: padres separados, por un lado el padre que aparece como un personaje en “off” siendo que siempre se está a la espera de su presencia pero por cuestiones laborales nunca figura en escena, son la madrastra y la hermanastra de la protagonista quienes se hacen cargo de llevar a cuestas la situación. Por otro lado está la madre, quien se encuentra en pareja con otra mujer, que dice no estar en condiciones de hacerse cargo de aquella hija con el padecimiento que presenta.

Transcurrido un tiempo en esta nueva clínica, Ellen decide externarse e irse a donde vive su madre con su actual pareja: fue luego de un encuentro en el consultorio de Dr. Beckam, que se detallará más adelante, que Ellen toma la decisión de partir.

La escena que ha sido disparadora de esta idea es cuando la madre en un intento de conectar con su hija enferma le pide si puede volver a alimentarla como cuando era un bebé, con una mamadera, como recomendación de una amiga terapeuta. Ellen, su hija, en principio se muestra dubitativa ante la petición, pero unos minutos más tardes accede a su propuesta y se da despliegue a la puesta en acto de la escena indicada.

Desde esta escena han surgido varios interrogantes en relación a: el cuerpo, como evidencia de la dificultad que tienen los sujetos que padecen este tipo de trastorno para asimilar la irrupción de un cuerpo adulto y con las significaciones sociales que esto implica. Como dice Alicia Cibeira (2008) se realiza una transformación en “ser mujer” dejando el cuerpo de la niña que fue. Si bien Ellen ha trascurrido el período de la pubertad, se puede pesquisar las complicaciones que tiene a la hora de poder asumir su cuerpo de mujer que se evidencia en dos factores: la anorexia en sí, siendo la extrema delgadez un método para invisibilizar ese cuerpo femenino propio de la adultez, eliminando las “curvas” y “formas” particulares de dicho cuerpo, y, por otro lado, la utilización de ropas anchas para esconderse y borrar las líneas de su cuerpo.

Situada como otra arista a analizar, aparece la cuestión de la oralidad, Freud en su obra “Tres ensayos de teoría sexual” (1905), definirá las fases del desarrollo sexual de la libido. La fase oral en la cual predomina el chupeteo, se apuntalará de manera primordial en la función nutricia a la cual se le agregará más tarde el placer y la posibilidad de separar aquella función para que pase luego a predominar la búsqueda de placer. Freud (1905) dirá que este chupeteo “(…) puede conservarse hasta la madurez o persistir toda la vida” (P. 163).

Podría decirse que existiría una relación entre la oralidad y la anorexia que padece la protagonista del film, siendo que, por ejemplo, en ella se puede evidenciar a lo largo de las escenas la serie complementaria entre purgación-comer nada- fumar-comer uñas-mamadera. .

El presente desarrollo tendrá como conceptos directrices el de la oralidad y la cuestión del cuerpo en la anorexia como ya ha sido esbozado, así mismo serán atravesados por el concepto de infantilidad como un eje transversal que da cuenta del tinte prepuberal propio de la fase oral y de un cuerpo que insiste por quedar ligado a esa etapa ante una sexualidad que irrumpe. A partir de esto, se dará cuenta del interrogante que se plantea entre el film y el puente teórico: se propone que habría una regresión a la fase oral (por fijación) como refugio, como una vuelta a aquel primer encuentro con el objeto de amor y arcaico de los primeros cuidados y así mismo efectuar mediante esa regresión una salida de emergencia, apoyándose en el cuerpo producido por la anorexia, de protección ante la irrupción de un cuerpo imposible de simbolizar. A medida que avance la lectura se intentará exponer que este objeto de amor al que nos referimos es el Otro materno de la anorexia desde el punto de vista de Massimo Recalcati.

Regresión a un tiempo mejor

Massimo Recalcati (2004) dirá que hay algo de la pulsión que puja, que no cesa, dará cuenta de que hay un goce recortado, se goza en el no comer. Cuando queremos dar cuenta sobre la regresión que existiría a la fase oral propuesta por Freud, nos referimos a eso, a que hay algo de esa zona erógena recortada que quedó fijada, tomando el concepto de zona erógena reproducido por Laplanche (1996) como aquella que se constituye junto con el desarrollo psicosexual y en un intercambio con el ambiente y que, por otro lado, solicita atención y cuidados por parte de la madre que llevan al despertar de las primeras excitaciones. El sujeto que porta el trastorno de alimentación no recurre por azar a consumir nada, a llenarse de nada, sino que es una zona investida, quedó un resto de investidura libidinal que no fue sublimado. Es un resto de pulsión autoerótica que insiste en regresar para ser satisfecha como lo fue la primera vez, solo que, esa primera vez, fue considerada mítica e irrepetible y esto hace que la insistencia sea cada vez con más fuerza, porque en ese decidir no comer de “la anoréxica”, sí está comiendo, está comiendo vacío, que nunca llena, que hace que la pulsión sólo se satisfaga de manera parcial, ya que esa satisfacción nunca más volverá a ser total.

La oralidad, a su vez, se ve plasmada como ya se indicó, en la serie complementaria que aparece a lo largo del film: en distintas escenas se puede observar a la protagonista en una cuestión repetitiva del consumo del tabaco así como también en el acto de “comerse las uñas”. Haciendo hincapié en la escena de la mamadera, como objeto que también forma parte de la serie complementaria nombrada, se puede dar cuenta de dos cosas: Ellen cede al pedido de su madre de alimentarla, pero en esta madre se puede ver reflejado lo que dice Recalcati (2004) en relación a que la madre de “la anoréxica” fue Otro que asistió y alimentó, pero solo fue eso, alimento a modo de relleno, alimento a modo de goce propio, sin ceder su propio deseo. En la escena, la madre goza de la repetición de alimentar esa bolsa que está vacía, de creer que entregándole alimento le está entregando su amor, cuando, en realidad, lo que necesita su hija, es que le entregue su deseo porque “la anoréxica no reclama al Otro de la demanda sino al Otro del deseo. No basta que el Otro rellene el vacío de la necesidad con el alimento” (Recalcati, 2004, p. 54). Entonces, se podría decir, que lo que se busca en esa regresión, es el deseo del Otro materno que nunca fue otorgado.

Desde la óptica con la que se trabaja este film, se pretende articular lo propuesto por el autor de “La última cena” y lo descripto previamente, en relación a que la madre de la protagonista, quien de pronto tiene que hacerse cargo de su hija que decide acudir a ella, opta como medio “terapéutico” el alimentar a su hija, aquí es que justificamos lo dicho de que la madre no puede dar otra cosa, que dentro de todas las opciones posibles para vincularse con su hija y su enfermedad, elije, justamente, administrarle el alimento.

Así mismo aparece también lo paradojal del apuntalamiento de esa zona en primer lugar a la función nutricia y que luego, como se plantea aquí, se volverá a ella para el consumo de nada. Es decir, hubo un momento donde se buscó ese alimento, pero quedó confundido con una demanda únicamente de necesidad por parte de quien se encargaba de brindárselo.

Cuerpo-refugio

En la anorexia se presenta un cuerpo desdibujado, recortado por pulsiones parciales, un cuerpo que, a modo de defensa, borra sus líneas con la extrema delgadez y se esconde en ropas holgadas para no asumir el carácter sexuado del mismo.

Aquí se intenta explicar la dificultad de simbolización que existe en la anorexia a la hora de reimprimir imaginariamente el nuevo cuerpo de la pubertad poniendo todas las pulsiones bajo la primacía de la genitalidad. En la anorexia se puede dar cuenta que hay un manejo de la alimentación como vía para controlar ese cuerpo que irrumpe (Cibeira, 2008).

Lo que busca “la anoréxica” es llevar su cuerpo al límite de lo invisible, al límite de borrar cada línea, dejando en evidencia el rechazo que tiene hacia el cuerpo sexuado, es un cuerpo vacío de significado.

Es un cuerpo vacío y punto, como una bolsa de huesos, que no se llena ni con nada, ni con aire, ni con comida, solo, se llenaría, y remitiendo al apartado anterior, con el deseo del Otro. Podríamos inferir sobre ese cuerpo como un escenario donde la escena que se monta es para un único espectador, el Otro. Se juega en ese cuerpo delgado un modo de llamado de atención, buscando generar angustia ante la mirada del Otro que no cedió y no cederá. Recalcati (2004) dirá sobre el cuerpo de “la anoréxica” que es asexuado como a modo de muestra al rechazo a la relación sexual y para “(…) no ser tomada por un Otro como como objeto de goce” (P. 222).

En el acto de alimentarla con la mamadera, la madre, vuelve a repetir una modalidad de vínculo en el cual Ellen, se retrotrae a un estado de indefensión – cabe aclarar que la protagonista se coloca encima de la madre a modo de “posición fetal”- en el cual la madre puede gozar dando lo único que tiene para darle: comida. Goza de no entregar su deseo, en el egoísmo de considerar que llenarla de alimento es llenarla de amor.

Este cuerpo-refugio del que se hace mención, es construido imaginariamente. Este cuerpo alcanzado mediante la modalidad misma del padecimiento (no ingiriendo alimento) podría dar cuenta que hay una ganancia secundaria de la enfermedad (Freud, 1925) – utilizando este concepto para establecer un paralelo entre el yo refugiándose en el síntoma para ahorrarse la perturbación propia del conflicto psíquico y el refugio de “la anoréxica” en su cuerpo infantil para ahorrarse la angustia propia de su “nuevo” cuerpo adulto-, ubicándola en el mecanismo de la utilización del cuerpo como una negación al desarrollo sexual y por otro lado como un llamado de atención, para captar la mirada del Otro. En varias ocasiones del film donde hay un reencuentro de madre e hija, la madre de Ellen hace referencia a lo flaca que está o a “cómo puede estar cada vez más delgada”.

Podemos inferir una fijación al cuerpo infantil, como una manera de evitar la angustia, de escapar a aquello que aparece en lo real porque no pudo ingresar al registro de lo simbólico, donde la diferenciación sexual no está determinada y con esto se sustrae del tener que asumir el cuerpo femenino, de que le aparezca la pregunta por la feminidad y así mismo el no tener que topar con la premisa de que “(…) no hay relación sexual(…)” (P.17) definida por Lacan en el Seminario 20, Ellen se choca con esta premisa cuando un compañero de la clínica, con el que tiene una gran afinidad, la besó y le dijo que estaba enamorado de ella, a lo cual ella responde empujándolo, enojándose y escapando de la escena sin darle una respuesta a la declaración de amor y poniendo en acto lo que no supo responder en palabras.

Madre-hija-anorexia

En la introducción se realizó un breve resumen se los sucesos más significativos y rectores en relación al film del presente trabajo de investigación.

Se retomará la escena del consultorio del Dr. Beckam para poder profundizar e inferir las consecuencias de lo sucedido allí.

En la escena aparece la protagonista junto al director de la clínica en un encuadre terapéutico, es allí donde él la interpela en relación al avance de su enfermedad ya que fue advertido de que estaban a un día de tener que intubarla, lo que implica la incorporación de alimento por medio de una sonda a causa de no ingerirlo de manera voluntaria, y el empeoramiento de su imagen que se encuentra reflejado por su marcada delgadez, sus ojeras pronunciadas y su estado de angustia: durante toda la charla se la observa al límite del llanto. Cuando el director le plantea que si sigue bajando de peso no podrá quedarse en la clínica, es ella quien lo interroga sobre su posición de analista, sobre su posición de saber respecto de los pacientes señalándole que él sabe todo de ella pero ella no sabe nada de él. Aquí aparece en transferencia algo en relación a la repetición con respecto al deseo del Otro: “la anoréxica” en cuestión quiere saber sobre el deseo del Otro, vuelve a la búsqueda del deseo que no le fue entregado por ese Otro materno pero en la figura del analista.

En esa misma escena Ellen hace referencia a que “No le ve el sentido”, y es la respuesta del Doctor, “No hay sentido”, la que atraviesa y determina a la protagonista. Se inferiría que Ellen asistió a esa sesión como un último grito de ayuda, en búsqueda de respuestas, de que alguien le responda sobre el deseo, surgen sus interrogantes pero las devoluciones a ellos no son los que ella esperaba, esas respuestas no eran concretas, fue a encontrarse con una ruta que la encamine, que la direccione pero la respuesta de ese Otro fue que es ella quien debe encontrar los caminos, quien debe dar lugar a su propio deseo mediante la utilización de herramientas simbólicas construidas a lo largo del tratamiento. “Deja de esperar que alguien te salve” son las palabras que utiliza Beckam y sobre las que nos apoyaremos para reafirmar lo dicho previamente.

“Váyase a la mierda” es la respuesta que le da Eli (como decide autonombrarse) ante la no respuesta esperada del terapeuta, ocasionando una reacción de huida del consultorio y consecuentemente abandono de la cínica.

En el peor momento de su enfermedad, Ellen opta por llamar a su madre, no a su madrastra como solía hacer. Esta madre que alude no poder manejar la enfermedad de su hija, quien dice no poder hacerse cargo. Lo que se intenta captar aquí es la conexión entre la vuelta a la casa materna y el avance tiránico de la enfermedad.

Hay una cuestión de captar la mirada del Otro, de ser reconocido y deseado por ese Otro (Recalcati, 2004, P. 63), un llamado de atención, un pedido de ayuda. Ellen no le consultó a su madre si podía ir, le avisó que iría, sin importar si aquella madre podía hacerse cargo o no.

Alimentar a su hija, como se describió en la introducción, podríamos pensarlo, como una manera de tapar su propia angustia, de apaciguar las culpas, pero, nuevamente, esa madre cree que es a partir del alimento, de darle de comer como si fuera a penas una niña pequeña, que va a “llenar” de amor a su hija.

En la singularidad del personaje se quiere dar cuenta de que existiría una relación madre-hija-enfermedad. Como un círculo que se fue alimentando, con la paradoja que implica esa palabra en el contexto, como una modalidad de vínculo que se mantiene hasta la adultez de Ellen, donde hay una madre que no puede entregar otra cosa más que alimento pero porque no puede entregar su deseo, reemplazando por vía sublimatoria alimento por deseo, donde hay una hija que quiere angustiarla a través de la imagen, busca captar su mirada dejado vía libre y sin restricciones al avance de su enfermedad, a modo de suicidio crónico, ya que ese avance por inanición encuentra a la muerte en su horizonte.

Nos planteamos a qué extremo puede llegar este sujeto para captar a un Otro que no sabe responder, Ellen busca respuestas, en su madre, en su médico. La frase “No le encuentro el sentido” es el motor de esa búsqueda, es que, creemos que ese sentido del que habla, es la búsqueda de su deseo, está buscando que se haga lugar a su propio deseo.

La acción que ejecuta su madre de alimentarla con una mamadera, reconduciendo a un modo de alimentación infantil, es la manera que tiene ese Otro materno de responder a las preguntas de su hija, con comida, una madre que cree que la solución es llenarla de comida, Ellen, que rechaza esa opción de respuesta, hace todo lo contrario, no come, como advirtiendo que no es ese el camino de esa búsqueda, y lo manifiesta por la negativa.

A modo de cierre…

Para ir concluyendo con lo desarrollado hasta ahora en cada apartado, se retomará sobre la escena elegida como central en este escrito. Como ya se especificó, la propuesta de la madre de alimentarla le fue indicada por una amiga terapeuta como modo de reconexión con su hija, de sanación. La modalidad terapéutica que trae la madre no respondería a la perspectiva adoptada en lo que se fue desarrollando. Sin ir más lejos se ha intentado, a partir de las articulaciones, indicar que por el contrario esa modalidad no tendría efectos positivos para el bienestar y el mejoramiento de Ellen ya que, consecuentemente, apuntaríamos a pensar que alimentarla, más aún con una mamadera, podría metaforizarse como la colocación de un tapón, para callar, no permitiendo la simbolización, ni la exposición de los pensamientos, emociones, miedos y angustias.

Esta tentativa de descripción de lo que sucede en el vínculo madre e hija puede materializarse en el hecho de que es la madre misma la que le ha expresado a su hija que no puede hacerse cargo de ella, siendo esto, de acuerdo a nuestro parecer, una manera de desmentir la enfermedad de su hija, de alejarse de aquello que le sucede para no tener que enfrentar la realidad de lo que padece su hija.

Por otro lado, la regresión a un tiempo primario y primitivo de la fase oral en la singularidad de este caso se la puede enlazar al hecho de que para Ellen es un espacio conocido. Una madre que acepta como método el alimentar a su hija anoréxica de 20 años con una mamadera da cuenta de que es una manera con la que se encuentra cómoda y familiarizada, no se horroriza ante la propuesta, sino que se la ofrece a su hija y ve en ella una posibilidad de cura. En el otro lado, se encuentra la hija, quien tampoco produce una reacción negativa ante la propuesta lo que nos permitiría acercarnos a preguntarnos sobre la familiaridad con la resolución, propuesta por su madre, por parte de Ellen, como si fuera una manera de vincularse con la que se siente a gusto, como si fuera un modelo de relacionarse con su madre que se repitió a lo largo de su vida.

Desde la posición aquí planteada se sostiene que sería interesante la apertura de una conversación madre e hija más que una situación arcaica de alimentación, que la madre le haga lugar al decir de su hija, que le permita poner en palabras su padecer, su sufrimiento, porque es en lógica del lenguaje donde aparece la posibilidad de que esa madre que confundió la demanda de deseo con demanda de alimento, pueda de a poco dar paso a su propio deseo para que sea alojado en su hija y dialécticamente pueda construir el suyo.

Bibliografia

Cibeira, A., 2008. Consideraciones sobre la anorexia desde el psicoanálisis. Recuperado de: http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/obligatorias/055_adolescencia1/material/archivo/consideraciones_anorexia.pdf

Freud, S. 1905. Tres ensayos de teoría sexual. Obras completas. Amorrortu editores.

Freud, S. 1925. Inhibición, síntoma y angustia. Obras completas. Amorrortu editores.

Lacan, J., 1992. Aún, Seminario 20. Buenos Aires, Argentina: Paidós.

Laplanche, J., 1996, Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina: Paidós.

Recalcati, M., 2004. La última cena: anorexia y bulimia. Buenos Aires, Argentina: Ediciones el cifrado.


NOTAS




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COMENTARIOS

Mensaje de Domínguez, María Elena  » 15 de octubre de 2018 » menadomin@gmail.com 

El Hueso
Llama la atención del film la propuesta de la mamadera como método de alimentación, como si se tratara de un volver a la escena "originaria" de incorporación del alimento y tratar de corregirla. Ahora bien yo me pregunto ¿la madre pretende eso? ¿el tratamiento es reintroducirla en la desviación de la norma del comer de la que se ha desviado?
Parece ser que Ellen nos muestra que no que aún así sigue comiendo nada. No hay deseo que se transmita allí. Podrá engordársela de diversos modos a fin de evitar que fallezca, lo cuál no es poco, pero el síntoma sigue engordándose de sentido sin salir del circuito binario: alimento si- alimento no. ¿Y la transmisión del deseo? ¿y la voz paterna? Nada de eso sabemos. Se llega hasta ver los huesos de Ellen pero no hasta el hueso del análisis.



Mensaje de Rocío Magalí Legarralde  » 2 de octubre de 2018 » magali.legarralde@hotmail.com 

Me interesa particularmente destacar la posición del analista de este film, que lejos de adoptar una postura paternal o educativa (propuestas claramente fallidas en el largo repertorio de internaciones de la protagonista), abre paso al deseo del sujeto, en este caso Ellen.
Ya desde el inicio, este film plantea una vertiente interesante acerca de la postura adoptada por la institución: no se trata de imponer un modo de vivir, tampoco de reeducar o de enseñar nuevos hábitos alimentarios, sino que el sujeto mismo pueda ser quien se enfrente a los avatares fantasmáticos, atravesándolos, contando con la presencia tanto de sus compañeros y compañeras como de los profesionales de la salud que allí trabajan. En este sentido, cabe destacar que éstos últimos dan lugar a la palabra, ofreciendo un dispositivo donde quienes están internados por transtornos alimentarios tengan la posibilidad de simbolizar algo de ese real que irrumpe incesantemente, lejos de adoptar una postura asfixiante como la que puede pensarse a partir de la noción que plantea Lacan acerca de la madre de la anoréxica.
Es así como resulta pertinente destacar la importancia de los dos pilares fundamentales de la clínica psicoanalítica, planteados por Freud: la neutralidad y la abstinencia. Allí donde Ellen se inquieta por no saber nada de su analista, donde el Dr. Beckam se rehusa a la trampa de erigirse como consejero o amigo en la terapia, se ve un cambio de posición por parte de la sujeto donde decide volver al hogar materno donde podrá bucear por las aguas de su deseo y tomar una decisión que finalmente orientará la cura al decidir volver a internarse a la clínica.
Sólo en la medida en la que el analista se corre del lugar de padre y de educador, de la tentadora posición moral, despierta el deseo de Elli no sólo de hacerse un nombre en terapia, sino de decidir tomar las riendas de su propia vida, asumiendo la responsabilidad que vivir conlleva.



Mensaje de María paz Ozan  » 1ro de octubre de 2018 » mariapazozan@gmail.com 

Es interesante como queda desarrollado en el artículo la articulación entre la oralidad y el cuerpo en el caso de anorexia que plantea la película. Por otro lado, resulta crucial los singular del caso y de la relación, también singular, entre esa madre y esa hija. En relación a esto último aparece, cómo se sostiene en el artículo, una madre como un Otro que alimentó pero que nada dice sobre el deseo. Frente a la aparición de su hija en un estado grave, luego de abandonar la clínica y estando a punto de ser intubada para ser alimentada, aparece una madre que encuentra una salida taponando la angustia: propone alimentarla como un bebé. Se marca aqui una repetición de una escena infantil donde la alimenta con una mamadera. Aparece Ellen accediendo a ser alimentada asi, en una suerte de regresión pero demandando allí otra cosa, una demanda de deseo.
Otro punto importante en relación a esto, podría pensarse en relación al analista y la posición que toma frente a la demanda de Ellen. Era el analista de la clínica que proponía "un tratamiento distinto" pero que frente a la demanda de Ellen en esa sesión, podría decirse que respondió en la serie de lo que a ella le venía sucediendo. Cuando en ella aparecía recurrentemente el interrogante por el deseo del Otro, demandó algo de este orden al analista pero no obtuvo la respuesta que esperaba quedando expulsada del dispositivo en ese momento. Se podría abrir la pregunta en relación al lugar del analista frente a esa demanda.



Mensaje de sabrinamarin83  » 30 de septiembre de 2018 » sabrinamarin@hotmail.com 

Además de una madre que sólo puede responder con demanda, creando una escena en la que sólo se pone en juego lo imaginario: Alimentar a Ellen como si fuera un bebé para re.conectar, para volver a vincularse, es importante destacar que el terapeuta tampoco responde adecuadamente: En este caso no se trata de una figura que dice no saber cómo responder y que se aleja, como la madre, sino todo lo contrario: Se trata de un personaje que asume el papel de sujeto supuesto saber en tanto cree que tiene el saber sobre lo que sucede con Ellen, no permitiendo que sea el paciente realice un trabajo desde lo simbólico, buscando la causa, reconstruyéndola, etc. También se proponen soluciones desde lo imaginario, como realizar un paseo entre todos los pacientes para hacerles entender: "lo precioso y valioso que es estar vivo" o en sesión, con frases como "Cosas malas van a pasar en la vida, no es negociable", no permitiendo que el propio paciente se enfrente con su propia castración. Ante las érroneas intervenciones del terapeuta, Ellen responde con un acting out: Deja el tratamiento. Es muy común encontrarnos con estos tipos de terapias que intentan reforzar, solidificar el yo en las películas norteamericanas, en tanto la psicología del yo sigue ha dejado una fuerte impronta en dicho país.



Mensaje de johanna  » 30 de septiembre de 2018 » joha.spada@gmail.com 

Hola! Me encanto el articulo, muchas gracias por el aporte!
Me gustaría reflexionar desde mi carácter de estudiante la cuestión de la muerte y el deseo, que aparece repetidamente en la película y en la anorexia como una especie de objetivo, de fin, de limite. Ese límite que lleva a lo inanimado, a la muerte, ese límite que Ellen misma no puede ponerse, el límite al goce, el ceder a su deseo. Tanto su terapeuta como su compañero, que manifiesta estar enamorado de ella, una y otra vez intentan conmoverla y hacer aparecer algo de su deseo, de encontrar un camino diferente a la muerte. Como indica Lacan (1991) “ No haber arreglado las cuentas con el deseo tiene las consecuencias de una condena a una segunda muerte que es previa a la biológica, la muerte en vida al deseo que nos habita, con la condena al infierno de la inhibición, síntoma y angustia” . (La ética del psicoanálisis: seminario 1959-1960.)
Esta muerte en vida que se refleja muy gráficamente en su cuerpo y esa insistencia por ser cada vez más parecida a un esqueleto que a un ser humano.
Hay una escena muy fuerte de una de las compañeras de Ellen, que pierde a su bebé como consecuencia de la anorexia, un bebé que aparentaba ser un motor para esta futura madre, como una guía que la ayudaria a salir adelante. Ella lo plantea como una posible salida a la anorexia, pensar en el otro, hacerlo por los otros. ¿ Pero no sería ese planteo otra forma de evitar al deseo?
En la búsqueda del encauzamiento Ellen llega al límite de la muerte, hay una escena que creo que marco un antes y un después en su vida. Es la escena del sueño donde ella pudo verse en un futuro, encontrar una causa, con una relación amorosa y sin la anorexia. Donde vuelve a aparecer la cuestión de la muerta en la imagen que ella ve de si misma, ella parece reconocerse por primer vez, una imagen impactante de ella desnuda y muerta. Es allí donde decide volver al tratamiento, donde de alguna manera puede encontrar algo de su deseo.
Muchas gracias!



Mensaje de Alba Noemí Novoa  » 29 de septiembre de 2018 » noemi.novoa@hotmail.com 

Muy interesante trabajo sobre la anorexia y la relación madre-hija.
Importante destacar la enfermedad en la madre, no tan elocuente como en la hija. La imposibilidad de dar a esa hija otra cosa mas que no sea comida y el hecho de evadirse al alejarse para no enfrentar la realidad.
Asimismo encuentro destacable la posibilidad de mantener un vínculo, aunque no sea el mejor o mas adecuado en el intento de curación con la propuesta de alimentarla con mamadera como cuando era un bebé. A mi juicio esto resalta un hallazgo de posibilidad de cambio. Una luz.
Agradezco mucho la posibilidad de participar.



Mensaje de Ana Faingerch  » 25 de septiembre de 2018 » anafaingerch@yahoo.com.ar 

Como está explicado en el artículo el vínculo de la anorexia se presenta como un síntoma donde el sujeto se posiciona en relación con el deseo y el goce. Me interesa destacar que entendiendo al deseo como motor de vida, en la anorexia hay algo que va en contra de esa vida porque va en contra de ese deseo; y es el goce pulsional. Según Freud el bebé que ya ha sido alimentado quiere seguir succionando del pecho de la madre por un plus de satisfacción succionando la “nada”. Ese goce pulsional puede estorbar las necesidades fisiológicas pervirtiéndolas; por lo tanto si queda ligada a una parte del cuerpo, esa manera de gozar puede atentar contra la vida. Lacan le da mucha importancia al objeto nada en la anorexia ya que “se quiere nada y se come nada”. El llanto de un bebé marca la dependencia simbólica en relación al Otro primordial (la madre en función), un Otro simbólico que lo entienda y le dé sentido de demanda. Pero ese requerimiento de la necesidad no calma toda la demanda del bebé, ya que sigue succionando, es decir que hay un resto de insatisfacción que hará que el bebé esté insatisfecho y demande otra cosa: amor; como forma de restablecer su pérdida en ser. Según Lacan amar es dar lo que no se tiene entonces demanda nada, un vacío.
En este caso hay una madre que confunde la necesidad con el amor y cuando quiere darle el alimento en mamadera a su hija ya entrada a la edad adulta, está tratando de taponar ese vacío estructural con el objeto alimento. Encubriendo así la falta con el alimento y sin dejar lugar alguno a la demanda de amor, a la demanda de nada que en su momento no supo dar. En este punto, el rechazo al alimento, por parte de la protagonista, se puede entender como la tentativa de acceder a esa demanda de vacío, a esa demanda de nada. De ahí que la anorexia, en su rechazo, quiere nada, para así preservar el deseo, un deseo garante de la falta estructural. Por eso, la anoréxica no es que no coma; es que, en realidad, «come nada» como intento de preservar el deseo y de garantizarse como un sujeto en falta.



Mensaje de Carolina Arce  » 25 de septiembre de 2018 » caroarce@live.com.ar 

Me resultó muy interesante leer este trabajo ya que justamente estoy trabajando con el film para una pasantía que estoy realizando sobre trastornos de alimentación. Este trabajo me aporta mucho a lo que estoy trabajando y me resultó muy interesante la lectura que hacés del film.
Creo que es una película que muestra una mirada sobre los trastornos de alimentación que va más allá de una moda, diferenciando además la anorexia de un síntoma histérico como a veces suele confundirse.
Estoy trabajando el film principalmente desde el texto "Porciones de nada" de Schejtman y otros autores que hace referencia al exceso de goce en la anorexia y al retorno de lo real sobre lo imaginario afectando la imagen del cuerpo.
Sobre la escena de la madre "alimentando" a su hija, aparece algo del deseo materno confundiendo el registro del amor con el de la necesidad, a decir de Lacan el sujeto queda atrapado en la boca del cocodrilo.
Gracias por el aporte!



Mensaje de Marien  » 31 de agosto de 2018 » marienhye@gmail.com 

Esta producción hilvana las diversas cuestiones que hacen a la imagen de la anorexia que transmite la película "To the bone", Estando de cuerdo con la producción, me gustaría destacar dos cuestiones, siendo la primera la cuestión de lo no otorgado y la segunda la cuestión del nombre.
En relación a lo no otorgado, como bien se dijo en el trabajo, aparece el deseo del Otro y desearía destacar, ante la escena en la que la madre alimenta a Eli, la imposibilidad de dar en ese momento lo que no pudo darse en otro. Lo que faltó por parte de la madre en el momento en el que se hubiera querido darlo ya no puede ser inscripto, otorgado en la actualidad. Por ello el alimentar a su hija sólo posee un efecto en ella. En todo caso, es el modo de vínculo que puede encontrar en ese momento para hacer lazo con ella.
Por otro lado, es destacable la cuestión del nombre que aparece en en film. Ante la intervención del psicólogo que ofrece la posibilidad de cambiar el suyo a Eli, aparece algo de lo simbólico ayudando a dicha adolescente a sentirse identificada, si no con su cuerpo, con su nombre: uno que eligió ella. El "hacerse un nombre" logra estabilizar algo en la protagonista, quien lo luce orgullosa posteriormente. Su nombre otorga cierta estabilidad.
Estas son las cuestiones que deseaba destacar. Gracias por el espacio.
Saludos!



Mensaje de Camila  » 30 de agosto de 2018 » avilacamilaa@gmail.com 

¡Hola Naty!

Gracias por haber dejado tu comentario y por haber leido mi trabajo.

Respecto de la vuelta de la protagonista a la clínica que planteas me surgen las siguientes cuestiones:

La vuelta de Ellen a la clínica puede indicar que allí hay algo de poder dar paso a su deseo como siguiendo el eje temático que se plantea. La modalidad de que los pacientes sean quienes decidan respecto al manejo de los alimentos es justamente no poner a la comida en ese lugar de tapón, una vía totalmente diferente a la que -como se trabajó- utiliza esa madre que da comida en lugar de amor. Esto me lleva a pensar que esa modalidad de tratamiento podría llegar a funcionar en una persona como Elli y el hecho de que ella haya decidido volver a la clínica hablaría de que quizás ella encuentra ahí una posible elaboración.

El psicólogo la conmueve, toca un punto angustiante que la lleva a generar ese acting out de irse. Quizás, a modo de hipótesis, es el terapeuta quién la empuja al encuentro con su madre, a que vaya en búsqueda de sus propias respuestas y creo también que para Ellen las respuestas están en esa relación con su madre, una madre que nunca dio respuestas porque entendió que tenía que dar alimento. La cuestión acá seria el de la repetición de buscar respuestas donde no hay, poder cortar con la cadena repetitiva incesante de búsqueda-repuesta-comida y que Ellen pueda encontrar en su madre una forma distinta de interrogarla para así dar lugar a la iluminación de nuevas respuestas.

Espero haber sido clara!

Nos mantenemos en contacto!

Saludos



Película:Hasta el hueso

Titulo Original:To the Bone

Director: Marti Noxon

Año: 2017

Pais: USA

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