Resumen:
El siguiente ensayo aborda la condición del hombre ante una sociedad basada cada vez más en la programación tecnológica. Esta se volvió un emblema del capitalismo, siendo uno de sus elementos más destacados el algoritmo, particularmente cuando se lo utiliza para ordenar los vínculos sociales. Una consecuencia de aspirar a lo controlable y medible de las relaciones con los otros es que se anula progresivamente el compromiso afectivo. Ante esto, solo el deseo y el amor ofrecen una posición distinta ante la situación actual que atraviesa el hombre.
Palabras clave: Algoritmo | deseo | vínculos | amor
When Love Infiltrates the Cracks of the Algorithm
Abstract:
The following essay addresses the condition of man in a society increasingly based on technological programming. This has become an emblem of capitalism, one of its most outstanding elements being the algorithm, particularly when it is used to order social bonds. One consequence of aspiring to controllable and measurable relationships with others is that affective commitment is progressively annulled. In the face of this, only desire and love offer a different position in the current situation that man is going through.
Key words: Algorithm | desire | bonds | love
El mundo está siendo sometido cada vez más a los imperativos del amo bajo el uso de la tecnología. Con la llegada de internet el tipo de relación del hombre con los otros y con las cosas fue virando. Desde el consumo hasta cómo desempeñarse en las relaciones sociales presentó modificaciones. El “buscador” funciona óptimamente para el sistema cuando se busca un producto, ya que selecciona el perfil del consumidor y se van guardando estos datos bajo registros algoritmos para ofrecerles distintas alternativas sobre lo específicamente averiguado o sobre otras temáticas vecinas. Todo cimentado sobre el horizonte de que hay que acumular la mayor cantidad de objetos para sentirse dichoso, lo que generalmente sumerge al sujeto en caídas al abismo del desconcierto.
Pero detengámonos en las aplicaciones que con sus algoritmos están cambiando notoriamente los vínculos entre las personas. Son una ilustración importante acerca de cómo se intentan dominar las interacciones. Estas pueden ser favorables desde el punto de vista de que ofrecen vincular a las personas en el contexto de un ritmo de vida que cada vez es más álgido y se posee menos tiempo para poder sostener relaciones sociales. El problema es su funcionamiento, su finalidad y, sobre todo, lo que dejan fuera. Además, los ideales de esas aplicaciones se pueden volver hiperexigentes, desplazando fácilmente la satisfacción hacia la angustia.
Esto lo vemos de manera elocuente en el capítulo “Hang the DJ” (Patten y Brooker, 2017) de la serie Black Mirror. En él existe una aplicación que predetermina las citas perfectas. Consiste en juntar a dos personas por un límite de tiempo. Si la aplicación manifiesta que la cita debe durar escasos minutos, se debe cumplir; pero si indica que se debe extender por varios años, los usuarios no pueden negarse. Ya el mecanismo de tal programa que delinea las acciones de los participantes nos presenta un interrogante: ¿estamos frente al amor en tiempos de redes o al amor enredado? Porque a medida que más “exactas” son las aplicaciones de citas, más angustia experimentan las personas ante la frustración de no “encajar” con el otro totalmente, o se detienen menos a conocerse a través de un diálogo que los implique subjetivamente. Las expectativas construyen ideales cada vez más desmesurados y el efecto sorpresa, lo incalculable del amor, se desecha.
La serie nos muestra que esta aplicación funciona con un sistema que acumula los datos de distintas personas y, con base en un algoritmo, les indica qué deben hacer. Se presenta como un Otro sin barradura que funciona de manera casi perfecta (ya que no está afectado por el deseo y la falta), sin equívocos, que supuestamente da garantía de la compatibilidad de los vínculos amorosos formados. Se suma de manera homogénea al estandarte que obliga a gozar en la sociedad posmoderna. Los protagonistas (Frank y Amy) saben de antemano cuánto va a durar su relación, lo que conlleva alterar los tiempos incalculables del conocerse. Está claro que, si se anticipa la fecha de vencimiento de un vínculo amoroso, este se vivirá de otra manera.
Este desarrollo no es una querella contra la ciencia y la técnica, ya que en ellas encontramos soluciones fundamentales para la vida del hombre, tampoco a la implementación de los algoritmos, sino a las consecuencias que arrastran en la humanidad si no sabe enfrentar de manera adecuada lo que ponderan. Me refiero a las formas de estar esclavizados en un sistema, de forma permanente y desapercibida. Apunto sobre aquellas experiencias legitimadas y que no nos detenemos a interrogar, condiciones que en forma solapada y abstracta se vuelven un estilo de vida determinado por la tecnología globalizada. La mayor parte de esas estructuras tecnológicas están articuladas en algoritmos [1] que estandarizan una forma de existir; generando la ilusión de que todo, hasta lo más ínfimo, puede ser programado y calculado.
Sinceramente, es difícil sostener de forma certera si la ciencia y la técnica (como modalidades e instrumentos del capitalismo [2]), a pesar de estar en crisis, darán los esperados logros magnánimos como se les adjudica tantas veces. En todo caso, vemos que en su faceta tecnológica expandida se instalaron satélites artificiales de forma rutinaria en orbitas lejanas y a la fecha se conoce gran parte la estructura del cerebro del hombre. Se avanzó mucho en las últimas cinco décadas; pero el amor aún es una barrera infranqueable: y como la tecnociencia no lo pudo incorporar en sus mecanismos, debió expulsarlo.
Es que el amor no es tolerable para este paradigma de relaciones y de producción de materiales que solo acepta lo mensurable. Así lo desarrolla Jacques Lacan (1901-1981) cuando en su seminario El saber del psicoanalista (1971-1972) sostiene que el capitalismo expulsa aquello relacionado con el amor y la castración, para funcionar de manera óptima. En sus palabras:
Lo que distingue al discurso del capitalismo es esto: la Verwerfung, el rechazo, el rechazo fuera de todos los campos de lo Simbólico […] ¿El rechazo de qué? De la castración. Todo orden, todo discurso que se entronca en el capitalismo, deja de lado lo que llamaremos simplemente las cosas del amor (Lacan, s/f: 63). [3]
Cuando los protagonistas se vuelven a encontrar, luego de un intervalo determinado por el programa, pactan no mirar el tiempo que iban a durar juntos y esto los lleva a vivir el encuentro amoroso con plenitud; bajo una supuesta dicha, me atrevería a decir. El acuerdo se rompe cuando Frank mira la cantidad de tiempo que les quedaba, y eso lo condiciona en el vínculo con Amy. El giro de la historia se presenta cuando tienen que aceptar la separación por cumplir con el mandato de conocer a otro partenaire, el cual se les eligió con base en la información recabada. Al final de la historia, desafían al sistema y descubren la simulación, donde estaban insertos con cientos de variantes paralelas. Más allá de que los protagonistas son un simulacro de sí mismos, la revelación de que no están posicionados en su deseo, es el motivo para querer romper con las cadenas algorítmicas que los someten.
Entonces, encontramos que el camino de los protagonistas se direcciona desde la certeza del Otro sin falta, que es la aplicación, a la aceptación de la incompletud de la pareja y el abismo de lo no anticipable. Es que si el hombre busca amor, tiene que enfrentar frustraciones, duelos y aceptar que el otro no encajará exactamente con sus ideales, ya que la misma estructura simbólica que lo determina implica esa desproporción.
Si tales programas funcionan supuestamente para que los sujetos no enfrenten la angustia de las pérdidas, es porque generan la ilusión de no tener que asumir la castración por la falta del otro. Es decir, están cimentadas sobre el ideal de que no es necesario aceptar que una elección no tiene garantías, y es por eso que aspiran a normativizar los encuentros. Ya el creador del psicoanálisis lo describía en Duelo y melancolía (1917) cuando decía que el duelo es un camino con un tiempo lógico, no cronológico, y que se hace de a piezas, una por vez. Los tiempos actuales del sistema de consumo lo intentan evitar o acelerar, en consecuencia, el sujeto no aprende de la experiencia de la pérdida. Enfrentarse a la falta del Otro se vuelve necesario para interrogarse por las coordenadas imposibles del orden del amor. En su reverso, la castración expulsada por el capitalismo retorna en la angustia de la existencia.
Entonces, encontramos que el amor es forcluido por este sistema y es lo que expresa elocuentemente “Hang the DJ”. En esta serie vemos que cuando la pareja se enamora busca escapar de los condicionamientos de la aplicación, que vaticinaba y prometía la unión perfecta. Esto nos esclarece que en el amor se trata de saltar al abismo de lo insondable del Otro, no de someterse a lo calculado. A su vez, evidencia que el capitalismo también evita que el sujeto se demore en conocer al otro, vía la implicación subjetiva y, aún más, busca evadir los procesos de duelo necesarios para aceptar al otro más allá de las exigencias del sistema socio cultural. Los discursos que no permiten al sujeto atravesar dicho proceso a veces pueden ser muy dañinos; induciendo al hombre a repetir los actos que no lo encaminan a su deseo. Sobre esto se posicionan muy bien las aplicaciones de citas y las redes sociales, ya que ofrecen al otro como un objeto que puede supuestamente ser usado para obturar la falta que nos habita. Si no nos enfrentamos a esa falta y la angustia que conlleva, será difícil hacer de nuestra existencia un lugar distinto en este mundo.
Ahora bien, es el deseo el que puede permitir salir de este atolladero que presenta la tecnología. Jacques Lacan, quien se apoya en la idea de conatus de Spinoza, sostiene que el deseo es la esencia del hombre. Así, nos dirá que “el deseo se define por una separación esencial con respecto a todo lo que corresponde pura y simplemente a la dirección imaginaria de la Necesidad” (Lacan, 2013a: 96). De forma acotada, se toma al deseo como aquello propio del hombre, fuera del campo del instinto. No se refiere a un objeto a alcanzar, sino la posición que se ocupará en los vínculos e intereses, producto del entrecruzamiento de lo simbólico, lo imaginario y lo real, en relación con un Otro primordial. Así, la crítica a la ética de Aristóteles por parte de Lacan apunta que el bien decir nunca señala dónde está el bien como objeto y, como sabemos, los algoritmos señalan permanentemente dónde está el objeto, por eso se puede sostener que es una ética del amo la que ponderan. Caso contrario es sostener que el sujeto ponga los bienes al servicio del deseo y que asuma la falta en el Ser y las consecuencias de sus modalidades de gozar.
También podemos encontrar un ejemplo patognomónico de la posición subjetiva ante el algoritmo en la película “Don’t Look Up” (Adam McKay, 2021). Se trata de una estudiante, Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), que cursa un doctorado de Astronomía y hace un descubrimiento espeluznante: un enorme cometa lleva un rumbo de colisión directa hacia la Tierra. Ante esto, recurre a su director, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) para constatar su hallazgo. Ambos, Kate y Randall asumen con responsabilidad la información que obtienen, buscando lograr que el gobierno asuma las medidas necesarias. Pero se encuentran con la negativa de la presidencia de Estados Unidos para concretar los preparativos requeridos que lleven a impedir que el meteorito llegue al planeta, por lo que ante la negativa de informar a la población por parte de los políticos, emprenden una gira mediática. El impedimento mayor pasa a ser la dificultad para enfrentar la manipulación de la información por los dueños de los medios, ya que el público sometido a las redes sociales (además de los otros medios de comunicación ya clásicos) descree de la información que otorgan estos científicos.
Más allá de que el final nos muestra que el poder y el dinero de mucho no le servían a los dueños de los medios de producción y de divulgación de la información ante una situación extrema, mostrando cómo queda cada uno ubicado (por ejemplo la multimillonaria Brie Evantee (Cate Blanchett) en una escena grotesca donde está bebiendo desde la botella de alcohol en un bar sin nadie que la quiera), lo que interesa es reflexionar sobre cuál es el mensaje de no mirar para arriba a nivel metafórico. Porque la película trabaja explícitamente la manipulación de la información por los medios, particularmente a través de las redes sociales que somete la opinión pública a la conveniencia de los que detentan el poder. Pero el no mirar hacia arriba no cuestiona sólo la incredulidad instalada sobre la llegada de un meteorito, sino la imposibilidad de ubicarse ante un ente ordenador, un padre que desde lo simbólico habilite la libertad de elegir y pensar sin someterse al algoritmo. Es ese arriba del Bien platónico, aquel que permite acceder al verdadero conocimiento que brinda el mejor actuar. En cambio, si nos basamos en la alegoría más famosa de la historia, el hombre prefiere por lo general estar sometido a la oscuridad de la caverna con sus imágenes prometedoras de felicidad. Queda encadenado por el algoritmo a los ideales que ofrece el discurso capitalista, sometido a los condicionamientos propios del sistema y su tecnología.
En la película, el representante de la tecnología de punta es Peter Isherwell (Mark Rylance), millonario, fundador y CEO de la compañía tecnológica Bash (quién ofrecía mejorar la calidad de vida permanentemente con sus productos). Este les vaticinó al Doctor Randall y a la presidenta de Estados Unidos Orlean (Meryl Streep) destinos diversos de acuerdo a lo promulgado por el algoritmo que recolectaba la información de cada persona durante toda su vida. Y esto se pone en juego cuando sobre el final de la historia se nos muestra que deben elegir si aceptan subirse a la nave espacial que los llevará a otro planeta junto a un grupo selecto. La codiciosa política Orlean se sube a la misma olvidando a su hijo, huyendo y cumpliendo el destino vaticinado por el algoritmo, muriendo en otro planeta de manera insólita e irrisoria. Es que nunca asumió otra posición ante el discurso capitalista, eligiendo someterse hasta el final a sus improntas. En cambio, el Doctor Randall Mindy opta por el camino que lo acerca a sus afectos, retornando a su hogar para encontrarse con su esposa e hijos (y otros invitados), rechazando la oferta de subirse a la nave. En la mesa, cuando todos se disponen a comer, el mismo científico propone rezar. Convocan al Padre Todopoderoso en la plegaria para el amor los serene ante lo inminente. Así, todos se toman de la mano y agradecen a Dios. Posteriormente, Randall sostiene una frase segundos antes de que llegue la onda expansiva que resulta de la fragmentación y colisión del cuerpo del meteorito en el planeta Tierra: “La cosa es que en verdad…al final lo teníamos todo, no lo creen?”. Este tenerlo todo no tiene nada que ver con la acumulación de bienes, ni con el poder, aspectos que representan distintos personajes en el filme. El “tenerlo todo” del científico es la contracara del sometimiento a un tipo de discurso que intenta calcular y acumular sin límites. Si Orlean y Peter Isherwell huyen es porque no tiene opción, ya están condenados por una posición subjetiva que pretende ubicar a los otros como objetos de consumo personal. En cambio, si el Doctor Randall renuncia a su vacante y elige quedarse junto a sus seres queridos es porque todo ya está ahí, en los afectos, no en el dinero y poder que buscan los otros, porque eso no termina nunca, en cambio, el tiempo y la existencia de los seres queridos sí. Entonces, su acto ético pudo romper el designio del algoritmo que le expresó Isherwell acerca de que iba a morir sólo. Es que a partir de que pudo hacerse cargo de un deseo y sostener el lazo amoroso, logró rectificar el destino que le vaticinaba ese programa producto del discurso capitalista.
Como se mencionó líneas arriba, el amor no está dentro de lo calculable, ya que no se pueden anticipar las repercusiones de ese afecto. Quizás esto imposible de calcular sea más claro al considerar las definiciones del amor que ofrece Jacques Lacan (2013c: 155), siendo una de las más célebres la de su Seminario VIII: “como la fórmula del amor, que es precisamente dar lo que no se tiene”. Amar es invitar al otro a que nos acepte como sujetos del deseo, dando al otro lo que nos falta, reconociéndonos incompletos, ya que por la estructura simbólica siempre nos falta algo. Esto hay que entenderlo desde la aceptación de que somos personas que estamos atravesados por la castración, de allí que nos definamos como sujetos deseantes, en tanto seres que buscamos, de manera imposible, alcanzar aquello que nos complete. Y esto mismo es lo imposible de calcular por el capitalismo también, ya que al no ser medible optó por rechazarlo.
La frase que Lacan (2013d: 89) recoge del artista Pablo Picasso: [4] “Yo no busco, encuentro” se inscribe allí donde lo no calculado irrumpe y muestra algo novedoso. Esto nos lo evidencia el inconsciente con sus formaciones: los actos fallidos, los síntomas y los sueños, por ejemplo, para señalar un camino y encontrar una verdad reprimida allí dónde sólo había huellas de algo oculto. Si el hombre se arriesga a vivir sin calcular las repercusiones de sus actos, de acuerdo a las coordenadas que el sistema espera, podrá construir vínculos y sostenerlos a pesar de la adversidad y la angustia que puedan presentar. Esta advertencia se debe a que la sociedad que habitamos enarbola, a partir del ideal de la ciencia y la técnica, la aspiración de que cualquier goce se pueda alcanzar. En cambio,
la fórmula lacaniana para superar una imposibilidad […] no es “todo es posible”, sino “lo imposible sucede”. Lo real/imposible lacaniano no es una limitación a priori que debería ser tomada en cuenta, sino el dominio del acto, de las intervenciones que pueden cambiar las coordenadas de ese acto mismo (Laso y Michel Fariña, 2017: 40).
Dicho de otro modo, un acto modifica las condiciones desde lo posible y genera, retroactivamente, los medios para que acontezca. Por esa razón no pueden anticiparse los efectos del amor ni de ofrecerse al otro: son experiencias no medibles que llevan a resultados de valor inesperado. Pero hay que estar abiertos a esos sucesos, tolerar la angustia de lo imprevisible dentro de la vida en comunidad. Así, lo imposible es un enunciado ético situacional. Responder por aquello que falla supone restablecer los parámetros que permiten que irrumpa algo diverso. Si se está atento a la modalidad de los vínculos que se quieren construir, se podrá asumir una distancia favorable para obtener una posición que privilegie el afecto y la singularidad. Esa es la dinámica que favorece la emergencia de experiencias novedosas dentro de la monotonía que oferta la tecnología.
Como se desarrolló líneas arriba, encontramos que lo rechazado por el capitalismo no es intrascendente. Como todo lo expulsado (en lo real o en lo simbólico), el amor también vuelve en forma enmascarada por la vía de las inhibiciones, las angustias y los síntomas de los sujetos. Así, cuando Lacan (1992: 121) se refiere a las agrupaciones contemporáneas, dice que “Simplemente, en la sociedad […], todo lo que existe se basa en la segregación, y la fraternidad lo primero. Incluso no hay fraternidad que pueda concebirse si no es por estar separados juntos, separados del resto”. En la época actual, el individuo se asume como parte de una muchedumbre, donde la segregación, basada en la estadística (que se sostiene en la racionalidad y la eficiencia), empuja a aglomerarse para que el tipo de lazo de consumo funcione sin cuestionamientos. Esto aminora las posibilidades de establecer relaciones afectivas idóneas. De ahí que las agrupaciones tengan que ver más con acceder a los objetos de goce que con dinámicas de vinculación sostenidas en la solidaridad. Ante este panorama, el desafío es sostener la singularidad en un mundo globalizado, hiperconectado, donde ser auténtico y diferente es signo de fragilidad y debilidad.
Una posibilidad para salir de este atolladero de nuestra sociedad actual sea poner el deseo en acto y enfrentarse a la angustia de lo no pronosticable, ya que no hay ejercicio del deseo sin un mínimo de insatisfacción. Delegar al Otro (sistema, algoritmo, programas) la responsabilidad de los encuentros genera la idea de una vida más confortable, placentera y, sobre todo, sin riesgos, al evitar el miedo a la frustración. Pero estos últimos son necesarios para vivenciar dicha en esta sociedad, porque además la felicidad absoluta no es alcanzable, ya que se sostiene en la ilusión de encontrarse con un Otro sin falta, sin castración. Sin el riesgo de la apuesta por el deseo es imposible que lo diferente irrumpa y genere espacios de satisfacción que trasciendan la agonía de la comodidad.
En consonancia, se puede retomar el lema de la posición lacaniana del Seminario La ética del psicoanálisis: “Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita?” (Lacan, 2013b: 384). Pensar el amor y el duelo por fuera de la responsabilidad subjetiva, que se acompaña de la angustia, implica extraviarse de lo más humano que tiene el hombre: encontrar satisfacción en el ejercicio del deseo. Entonces, más que apostar al algoritmo, se debería apostar al deseo y el amor.
Las dos películas muestran de distinta manera las relaciones sociales y el lugar del amor. Debemos tener en cuenta que solo podemos hablar de amor donde existe una relación simbólica. Como dice Lacan (2015: 401): “Aprendan a distinguir ahora el amor como pasión imaginaria del don activo que constituye en el plano simbólico […] el amor de quien desea ser amado, es esencialmente una tentativa de capturar al otro en sí mismo, de capturarlo en sí mismo como objeto”. El algoritmo pondera ese amor de tipo pasional, el amor narcisista donde el otro queda ligado al ideal del sujeto. En cambio, el amor simbólico es un don activo que trasciende al otro como objeto para considerarlo en su ser.
El capitalismo tiende a evitar el desarrollo del amor simbólico; porque no pondera al otro como un objeto que puede completar el narcisismo del sujeto. Entonces, “El amor […] como don activo apunta siempre más allá del cautiverio imaginario, al ser del sujeto amado, a su particularidad […]. Sin la palabra, en tanto ella afirma al ser, solo hay Verliebtheit, fascinación imaginaria, pero no amor” (Lacan, 2015: 403). Por eso, no hay asunción más plena de la castración que el ejercicio del amor simbólico, aquel que encuentra al otro, no desde la fascinación de la imagen, de la certeza o los ideales del individuo; sino aquel que puede entrar a través de la palabra y el enigma.
Para finalizar, el rechazo del amor transforma a los sujetos en mercancías, lo que encastra muy bien con los algoritmos que dirigen la vida de los hombres. Estos programas, quizás, no tengan fallas prácticamente en el nivel del cálculo, pero sí consecuencias en la subjetividad, donde se manifiesta el deseo. Es que no hay saber que otorgue certeza de los resultados de los encuentros. Ante esto, el deseo será una brújula hacia la grieta del algoritmo que nos permitirá localizar allí lo que falla, lo que queda de más humano ante la tecnología. La posibilidad de interrogarse por esas fisuras ofrece el camino a la castración simbólica, único lugar dónde puede crecer una flor como gesto de amor, aquella misma que nos defienda del goce mortífero del pantano al que empuja el algoritmo.
Referencias:
Brooker, C. (escritor) y Patten, T. (director) (2017). “Hang the DJ” [Capítulo de serie televisiva]. Temporada 4, capítulo 4, 29 de diciembre, en A. Jones y C. Brooker (productores), Black Mirror, House of Tomorrow.
Freud, S. (2009). Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu.
Lacan, J. (s/f). Seminario 19. El Saber del Psicoanalista (charlasen Ste. Anne) (1971-1972). [En línea] recuperado de https://www.bibliopsi.org/docs/lacan/23%20Seminario%2019bis.pdf
Lacan, J. (2013a). Seminario V. Las formaciones del inconsciente (1957-1058). Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (2013b). Seminario VII. La ética del psicoanálisis (1959-1960). Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (2013c). Seminario VIII. La transferencia (1960-1961). Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (2013d). El seminario, libro XXIII. El sinthome (1975-1976). Barcelona: Paidós.
Lacan, J. (2015). El seminario. Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires: Paidós.
Laso, E. y J. Michel (2017). El seminario de la ética a través del cine. Buenos Aires: Letra Viva.
McKay, A. (Guión y Dirección). (2021). Don’t Look Up. Productora: Hyperobject Industries, Bluegrass Films. Distribuidora: Netflix.
NOTAS
[1] Definiré al algoritmo como una serie de instrucciones secuenciales que permiten ejecutar acciones o programas. Este es fundamental para el estudio y desarrollo de la inteligencia artificial.
[2] Jacques Lacan (1992) articuló en su obra los tipos de discursos que enlazan a los sujetos (en principio serían: el histérico, el universitario, el del amo y el analítico). Nombra al discurso capitalista como una máscara del discurso del amo (aquel que Hegel relacionó con el dominio). Este sería un pseudodiscurso, ya que se presenta delineado por la ausencia de imposibilidad.
[3] Jacques Lacan ofreció diversos seminarios, este fue dictado el 6 de enero de1972 y fue publicado de manera independiente.
[4] Pablo Ruiz Picasso fue un pintor y escultor español (1881-1973).
“Black Mirror” es de las (muy) pocas series que vi. En “Hang de DJ” encuentro especialmente interesante la delimitación temporal preestablecida de los vínculos entre las personas, así como la estandarización de cómo se llega al encuentro -y como se sale. El autor del ensayo escribe que esta app genera “la ilusión de no tener que asumir la castración por la falta del otro”, me pregunto: ¿Puede esta propuesta tecnológica combatir eficientemente el ghosting? A decir verdad, creo que no estaría tan mal que unxs avatares decidieran por nosotrxs acerca de despedidas y reencuentros. Si ellxs ensayaran buena cantidad de desencuentros, quedarían para nosotrxs las certezas y los buenos matches. Sabemos, sin embargo -y el psicoanálisis más de una vez lo advierte- acerca de las incompatibilidades, equívocos y sinsentidos que son inherentes a la vida humana. Frente a la situación actual de intento tecnológico de moldear las relaciones amorosas entre las personas, veo dos alternativas. Las dos son muy radicales. Porque ignorar el algoritmo está ya fuera de las posibilidades. La primera y más viable seria perfeccionar este mecanismo hasta el último detalle, de manera que incluya lo incalculable en su justa medida, sorprendiendo así al usuario. Me comentaba un amigx muy cercanx que lo maravilloso de TikTok es que te muestra lo que querés ver, pero te también sorprende con algo nuevo que no conocías y tampoco esperabas, pero que infaliblemente te termina gustando. Como si estuviera un paso más adelante. La otra opción que se me ocurre es enloquecer silenciosamente al algoritmo, sin mostrarle lo que queremos ver. En vez de darle pistas, lo confundimos hasta que podamos disfrutar de lo random.
Un mundo en el cual existe la aplicación para los encuentros perfectos, donde se establece el tiempo exacto que debe durar el conocer y estar con una persona, determinado por un algoritmo que se supone un Otro, sin fallas, donde todo está predeterminado y los humanos le otorgan el poder absoluto sobre sus vidas, en el cual deben abandonar a la persona que acaban de conocer sólo porque la tecnología estableció que debían conocerse por treinta minutos.
En la relación de Frank y Amy, podemos ver cómo se vuelve un hecho importante la fecha de caducidad de la relación amorosa. El pacto que hacen para no enterarse de cuánto duraría, el hecho de que Frank se haya fijado unilateralmente, y eso consecuentemente aminorado de manera excesiva el tiempo que iban a llevar juntos, muestra la imposibilidad del ser humano a llevar encuentros conociendo la fecha donde todo terminará. La gente que los mira discutir parecen inmersos en un mundo intocable, donde está todo tan calculado que escuchar la pelea irrumpe en su mundo ideal. Están todos tan subsumidos en la aplicación que no pueden pensar en salirse de la misma, incluso podemos pensar como un tóxico a la plataforma que les promete una vida perfecta, con la pareja ideal para ellos. Promete un todo, sin falta, un otro que encaje a la perfección y construya una relación sin agujero alguno, la cual, sin ir más lejos, no funcionaría ya que no existiría el deseo.
Película:Black Mirror: Hang the DJ | No miren arriba
Titulo Original:Black Mirror: Hang the DJ | Don't Look Up
Director: Timothy Van Patten | Adam McKay
Año: 2017 | 2021
Pais: Reino Unido | Estados Unidos
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