«A vida é arte do encontro»
Vinicius de Moraes
Todo circula entre el aparentar, la ideología, el idealismo, los anhelos, la confusión y, por último, el amor. Por último, decimos, aunque la primera escena de ‘Fresa y chocolate’ inicia con David, el protagonista, profiriendo una promesa ante la negativa de su compañera a mantener relaciones sexuales. Ella lo acusa de sólo estar interesado en el sexo, ante lo que él le promete que no la tocará hasta el matrimonio. Hasta aquí, primeros cuatro o cinco minutos de la historia, con los que podríamos pensar que nuestro neófito David se deschava en una concepción del amor como ser un amor completo, inmaculado, como un amor ideal. En el mismo sentido iremos articulando este comentario para pensar cuáles son los movimientos que soportan la trama de esta historia.
Resumamos quiénes son estos personajes. Tenemos en primer lugar a David y a Vivian quienes, como contamos recién, inauguran sobre qué tratará la película. David, un universitario cubano de comienzos de los 90, militante de la juventud comunista, aficionado a las artes. Brilla en su norte la idea de convertirse en escritor al servicio de la revolución. Con sus delicadas formas, Vivian muestra con timidez su incomodidad frente a David, quien tras desnudarse y acceder a las sucesivas invitaciones de un apresurado David, invitaciones que realzan un carácter de torpeza y arrebato, le devuelve un mensaje ambiguo entre la aceptación y el rechazo. Cuadro siguiente, asistimos al casamiento. Vivian de blanco da el sí convencida al mirarlo a David mirar la boda desde afuera. Vivian elige casarse con otro hombre que le garantizaría lo que ella buscaba: bienestar económico y estatus social. Es decir, los antiideales individualistas de la revolución. ¿Qué lugar posible allí para el amor?
Al comienzo los principios. Una ensalada de ideales que se cruzan. Prosigamos. Vemos a David, tras esta decepción, tomar un helado solo en una mesa de dos que se irá a llenar con un extraño. Diego, exageradamente homosexual, inicia su día de caza incomodando a David, jugándole una treta para convencerlo de que lo acompañe hasta su guarida. Casi como Vivian yendo hacia el hotelucho y desnudándose para no querer nada, David accede ante la tentación extorsiva de Diego para ir a su casa a buscar unas supuestas fotos que tiene para ofrecerle. ¿Qué es lo que va a buscar?
Ya en “la guarida” así como Diego llama a su casa-taller (artista plástico crítico frente a los binarismo del régimen), se empieza a tornar cada vez más claro el fin lascivo de Diego y con esto la incomodidad de David llega a un límite de lo soportable. Momento en el cual abandona furioso el lugar, no sin antes dejar sellada una nueva promesa: volver, aunque casi sin saberlo. Se olvida un libro. Un libro carnada que le había sido prestado por Diego que difícilmente lo libre del anzuelo mordido. Con esto podría decirse que empieza formalmente el argumento de la película, donde las idas y vueltas que mantienen la relación de David con Diego en la clandestinidad, lo confronta, poniéndolo entre la espada y la pared frente a los ideales de la revolución. Bajo el velo de libertad de expresión y la diversidad, Diego lo conduce hacia una sexualidad con la que David pareciera no saber qué hacer frente a su falta de experiencia.
Desde un amor como pura ideología, hacia el amor como creación.
No se trata de un camino teleológico en busca de la definición certera sobre lo que es el amor, descartando y superando las anteriores, sino hallar aquellos escabeles que se construyen para ir pisando, poco a poco, sobre la superficie novedosa que instaura el Amor como creación. Un acto que inaugura una nueva posición frente al propio deseo.
El resguardo estético que propone ‘Fresa y chocolate’, permite un movimiento que a nuestro entender le da al film su potencia argumentativa. Se propone trasmitir en acto el núcleo de su trama, dejando decantar por sí mismo los embrollos y las dicotomías que se ponen en juego en los relatos de los protagonistas, sin explicaciones innecesarias, sin sentidos agregados. Esto marca una gran diferencia entre contar una historia y que sea la historia misma la que se encargue de producirse a medida que esos personajes viven.
Lejos de introducirnos en los pormenores de la relación entre estas dos personas y la (im)posibilidad, o no, de encontrar en el otro el objeto que busca, resaltamos las primeras escenas de la película como orientadoras respecto de los ejes por donde la narración nos conduce. Una lógica que a ojo liviano podría parecer que en su trama se embarcara en dirimir imperativos de elección, optar por una cosa u otra: La revolución o la dependencia; amor homo, amor hétero; lo bueno, lo malo; lo normal o lo peligroso, la fresa o el chocolate.
No se trata tampoco de poner en el paño un culebrón de estereotipos, sino que el film maneja con holgura las individualidades que participan de su trama, dando lugar a que todos los personajes de la historia, en mayor o en menor medida, tengan la posibilidad de pronunciarse, y tomar la palabra. Esto, quizá, promueva la naturalidad con la que aborda lo que cuenta, tanto desde su dimensión sociopolítica, cultural o filosófica, e incluso artística. Como dato agregado, esta pieza es propuesta con una riqueza estética destacable, que nos permite navegar entre los aromas, las costumbres, los colores y la música habanera. Y eso, no sólo es distinguible por su mera contemplación, sino que pone a jugar motu proprio lo esencial de su argumento: el amor como creación. ¡Cómo no oír resonar las palabras de Diotima expuestas en el baquete! En tanto el amor es una cosa intermedia, ocupando un lugar entre lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo mortal y lo inmortal. Es creador en tanto se realiza en acto y, qué mejor transmisión aquí que actuándolo. Notablemente para continuar con la referencia, los mismos comensales de El Banquete, al argumentar sus definiciones sobre el amor, transitan en derredor de la misma lógica que notamos en la narración de esta pieza. Donde planteamos que se parte de un amor como puro ideal, para pensar hacia el final las coordenadas que posibilitan que en el instante de un encuentro, se produzca el amor.
En el medio de la relación entre David y Diego aparece otra mujer: Nancy. Ella es presentada a David por Diego como la señora de vigilancia del edificio. Una especie de chusma atenta a defender los ideales de la revolución que, no obstante, luego descubriremos en verdad como una “jinetera” que comercializa productos prohibidos por el estado, insertando en las calles el virus del imperialismo en tinturas para el pelo y pantimedias.
Comenzamos a notar una cercanía entre Nancy y Vivian, ambas pirateando los estandartes de la revolución. Vivian eligiendo desposarse por interés “quiero vivir bien , tener una familia, vestirme, y quiero hacerlo ahora que soy joven, no cuando sea una vieja”. Nancy, una mujer madura y sola, traficando con productos del “enemigo”.
La película tiene un pasaje muy interesante, donde marca la diferencia que produce el Amor, a través de un camino por el cual, entre tanto mantener las apariencias, se abre un huequito donde brilla intermitente e inasible la intervención de lo bello.
La relación que cada personaje tiene con sus ropajes, los hacen recorrer lo sinuoso de un camino propio para vislumbrar algunas letras de su propio nombre, y este camino no es sino a costa de traicionarse a sí mismo, frente a sus ideales y frente a los ideales impuestos por los otros, los que a su vez muchas veces, asombrosamente, coinciden. El psicoanálisis en tanto se organiza como una lógica de discurso que subvierte lo que el significante porta en tanto tal, allí interpela lo que se sostiene como verdad, y apuntará a hacer caer lo que del lenguaje es dado, “…lo que produce como tal la falla, la discontinuidad. Nuestro recurso es, en lalengua, lo que la quiebra”. [1] A partir de este desfasaje, de esta ruptura en el mundo del pensamiento, interviene el discurso analítico. Lo que hay, dice Lacan, es subversión del conocimiento.
Tenemos entonces que el ideal de la revolución se sostiene a partir de la producción de sentidos en la misma línea de lo que el discurso analítico subvierte. El revolucionario lee a un autor determinado, practica tal deporte, sus gustos responden a los cánones de la revolución. El revolucionario no vacila. ¿Cómo un revolucionario tomaría helado de fresa habiendo de chocolate? Bajo el código del ser revolucionario su camarada del partido lo insta con una contundente afirmación respecto a Diego: “Tú crees que se puede confiar en un tipo que no defiende su propio sexo”. ¿Qué supone esta pregunta? ¿Defenderlo de qué? Como todo entramado imaginario donde se prestan las ornamentas, los brillos que cubren una relación del hablante al goce, identificaciones, diferentes nombres con los que alguien se ubica en su historia dando consistencia a un ser, debe responder a la exigencia de esos ideales. Nos es inevitable escuchar que lo convoca a defenderse de la irrupción del Otro sexo, de lo que no se puede saber de un goce que excede los límites de lo circunscripto por el gran normativizador que es el falo. Más allá del par masculino-femenino, defender el propio sexo. ¿A costa de qué?
Leemos esto también en los anhelos de Vivian con los que le explica a David el porqué de su elección. Qué otro trabajo más que el del lenguaje para hacer pasar por necesario aquello que se enuncia como demanda. ¿Acaso en sus consignas presenta algo que no pueda llevarlo adelante en su país? Nos conduce a pensarlo en la misma lógica con la que la estructura del lenguaje circula al girar por las vías de la lógica fálica, sin lograr alcanzar a cernir la lógica del Otro goce, el de lo femenino.
La lógica fálica no cesa de escribir la relación sexual que no hay, allí donde el otro goce se ubica como lo femenino. Que no haya complementariedad entre los sexos, motoriza al lenguaje a inscribir eso que no es pasible de inscribirse como tal, sino a partir de un entramado simbólico-imaginario donde ancla el ser. Sostener los estandartes de la ideología, sea revolucionaria o conservadora, va en esta misma vía.
A partir de esta escena, algo interpela a David en su posición frente a los ideales que lo nombran, y vemos que luego de eso intenta minimizar lo peligroso que es Diego para el régimen. Pero David, debe proseguir con su misión.
Entre que este sentido que lo nombraba cae y lo nuevo que se inaugura a partir del encuentro con Nancy hacia el final de la película, hay toda una serie de dilemas que ubican a David en posición de elegir si seguirá respondiendo sumiso a la ideología o si se abre un camino en prosecución de su deseo. Incluso hasta teniendo que soportar que lo acusen a él de maricón por defender a Diego de los agravios de su camarada.
A partir de un primer intento de suicidio de Nancy, donde David y Diego la socorren, la muerte aparece tejiéndose como un eslabón con la sexualidad. Allí nace un primer lazo entre Nancy y David. Éste le dona sangre para su recuperación y ello permite que empiecen a hablar por fuera de la presencia de Diego.
Casi en simultáneo con esto, vemos la despedida final con Vivian. Acto seguido David acongojado busca refugio en las bebidas prohibidas y en la confidencialidad de la “guarida” hasta quedar inconsciente por el alcohol. Llega Nancy preocupada por unas misivas que Diego envió al Estado enojado por los impedimentos para realizar una exposición de arte que está organizando. En su conversación con Nancy nos enteramos que le concedieron una entrevista con una embajada con miras a abandonar la isla. Allï mismo le cuenta que David es virgen y bromea dándole a entender que él sabe que a ella le gusta, pidiéndole que lo inicie sexualmente. Nancy, ofendida, se va dando un portazo.
A continuación vemos a Nancy intentando nuevamente suicidarse. Pero antes de dejarse caer con la soga al cuello, cae en la cuenta de que el “chiquito” le gusta. Se quita la soga y sale a buscarlo.
Nancy y David pasan un día juntos descubriéndose, llegando al punto en que David, ni lerdo ni perezoso pero sí inexperto, intenta pasar a la casa de Nancy. Ella pone una pausa: “nos vemos mañana”.
Al otro día, Diego organiza un banquete donde quedará marcada de por vida una cesión de amor. Comen y ríen hasta que éste anuncia su retiro no sin antes ofrendarles una botella de champagne “por si quieren seguir divirtiéndose”.
Ya solos, David la invita a bailar, se muestra suelto y confiado y decidido la lleva al cuarto. Caen los ropajes.
A partir de acá vemos cómo David puede estar cerca de Diego sin sentirse acosado, puede bromear respecto de la sexualidad de ambos, incluso mostrarse en público con él. Podemos pensar que lo desconocido del amor y la sexualidad mantenían a David atado a un imperativo que, al comenzar su tránsito por estos caminos, se permite desaferrarse de algunos de los imaginarios que portaba y que hacían de él quien era.
Es para remarcar que todo lo que David conoce sobre el amor es a través de Diego y de Nancy. Así como lo que Sócrates enuncia sobre el amor, corresponde a las palabras que le diera Diotima, quien en un mismo movimiento lo acorrala con su mayéutica para transmitirle de qué está hecho el amor.
David aparece disputado entre los dos amantes que, hacia el final de la historia y tras un verdadero acto de amor por parte de Diego, permiten un movimiento en su vida. Diego sacrifica el lugar de ser amado por David, recordando la vanagloriada acción de Pericles. Aquellos momentos en que ya nada podrá volver a ser como antes, indizan que algo nuevo se produjo. En la relación discípulo-alumno, que el eromenos mantenga en su horizonte su paso hacia el erastés, es uno de aquellos recorridos por el cual el amor deja sus marcas, y el Amo pasa a ser uno sobre sí mismo. Nada tan parecido al arte. Allí podrá encontrarse la poesía.
Por último, el amor. Porque el amor, al introducir lo nuevo, siempre vuelve a quedar al principio.
Bibliografia
“Fresa y chocolate”, film de Gutierrez Alea & Tabio, Cuba, 1994
Lacan J., (1960-1961) El seminario, libro 8 “La transferencia”. Ed Paidos, Buenos Aires, 2013.
Lacan J., (1972-73) El seminario, libro 20. “Aún”. Ed Paidos, Buenos Aires, 2010.
Platón, “El banquete”, en Obras Completas Tomo 5. Ed. Patricio de Azcárate, Madrid, 1871.
NOTAS
[1] Lacan, J. (1972-73) El seminario, libro 20. “Aún”, Ed Paidos, Buenos Aires, 2010. p 58.
El abordaje que se realiza en este análisis de "Fresa y chocolate" nos permite ver cómo se pueden articular los clásicos de la filosofía, las estéticas de las artes contemporáneas y las vicisitudes de la vida diaria. Lo cual hace de éste análisis una amplia e interesante visión de una obra de arte, en este caso, una filmografía.
Vuestro trabajo nos demuestra que el psicoanálisis y la antigüedad griega no sólo no son dos dimensiones distantes en el ámbito intelectual, sino que además demuestran vigencia a la hora de cuestionarnos los pormenores de la vida diaria amorosa, política y filosófica.
Mi enhorabuena a la autora y autores de éste análisis.
me parecio muy buen analisis vincularlo con la pelicula no habia pensado esta tematica relacionandolo con la pelicula, me parece que como futuros profesionales saber abordar las situaciones de la vida diaria, como lo mismo del analisis de una pelicula, nos forman y nos dan pie a que sepamos hacer nuestro trabajo de una manera mejor, nos permite aprender y vincularlo con los textos importantes que leemos como profesionales de la salud mental.
Película:Fresa y chocolate
Titulo Original:Fresa y chocolate
Director: Tomás Gutiérrez Alea, Juan Carlos Tabío
Año: 1994
Pais: Cuba, España
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