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El estallido. Las huellas del elefante

por Zarich, Marcela Araceli

Siendo de nuestro interés el tema de la violencia en relación a los niños, niñas y jóvenes, abordaremos la película Elephant de Gus Van Sant porque pensamos que su realización la torna especialmente sugestiva y rica para pensar la temática elegida. Creemos que mantiene aún vigencia a 12 años de su estreno; acercándonos a una problemática que, además, no nos es ajena.

Elephant tal como fue concebida recobra la leyenda hindú acerca del elefante, en la que un Maestro venda los ojos de los sabios y acerca sus manos a un elefante, al que ninguno, por partes, puede reconocer. Van Sant exhibe incontables indicios de otras tantas hebras simbólicas de una densa trama; hebras que intentaremos seguir a la manera en que el héroe griego lo hizo con el de Ariadna.

Teseo

Desde el comienzo mismo de la película nos vemos instalados en una larga y semidesierta avenida, amplia, tranquila y bellamente próspera, prolija armonía que se arruina por la torpeza etílica de un conductor irresponsable, el padre de John Mc Farland. Preludio de otros tantos meandros y pasillos escolares, encerados, despejados, por donde caminan estudiantes, iluminados por el sol con el que se espera entren la vida y la alegría, y en los que sin embargo palpita sorda la más cruda violencia. Laberinto taurino del que John, advertido por el propio asesino, podrá convertirse en héroe salvador de otras vidas. Transformándose en héroe como su abuelo -para su padre-, de la Segunda Guerra, en la isla -no de Creta- sino de Nueva Guinea, en la zona del largo sendero, el de Kokoda Track, de casi cien kilómetros de recorrido en fila, uno detrás del otro, en medio del inhóspito territorio. Destino que acerca nieto y abuelo en las extensas y solitarias caminatas. Isla bella, cuidada, hermosos parques, atildado colegio… Ó la isla de Maui, en Hawai, con playas de ensueño que -también en la Gran Guerra-, se transformó en pesadilla: cien mil marines entrenando en la cálida y blanca arena, cuya atractiva foto cuelga en la Secretaría de la mansa escuela y llama la atención del rubio protagonista. Islas que aíslan en un encierro violento; bello archipiélago, dédalo mortal.

Salgamos de caza! Salgamos con el arma de guerra que usó tu abuelo! Encadenamiento familiar a través de una herramienta para hacer la muerte. Difícil intento del Sr. Mc Farland, ebrio transmisor de un violento sinsentido, complicado artilugio armar un lazo ahí donde hay fractura, ruptura de sentido, a partir del escenario traumático de la guerra. Si el enlace generacional se procura a través de la repetición del puro emblema imaginario, éste embiste contra la ligazón simbólica, y la intervención paterna queda, por lo menos, burlada. Abuelo-soldado, padre-ebrio seguramente desempleado, hombres-padres des-armados como tal por la violenta lógica de individualismo capitalista, por el des-enlace resultante.

Edificio educativo, encierro y flâneur posmoderno en pasillos interminables y desiertos, donde son depositados como en un sacrificial abandono muchos jóvenes que saciarán el apetito de un nuevo Minotauro. Bella y paradisíaca trampa de encierro, opresión y violencia, a pleno sol, guitarra y armonía.

Autoridades

Ante la llegada fuera de hora de John -a causa de su padre-, el director de la institución lo llama a su despacho, y sin dar lugar a ningún diálogo, genera un silencio aplastante e incómodo, casi perverso silencio, ante el que surge un agobiante ¿qué quiere? Y después, ¿de qué castigo habla el director?

En la Secretaría, puede verse otro alumno notablemente angustiado, hablando solo, que no despierta gesto ni acción alguna en las autoridades presentes, ocupadas como están organizando una comida, inmersas en otras preocupaciones, como la nueva promoción de un automóvil 0 Km.

Bestiario

Van Sant plaga de animales su filmación. Ralenta la cámara cuando el chico de la remera amarilla y figura de toro (bull de donde vendrá bullying) juega con el perro, sobre el fondo del encuentro con los cazadores de personas.

Un tigre atrapado en el buzo de la loser femenina, enjaulado en la enorme W del uniforme escolar; celda y atavío obligatorios que tiene también apresada a Michelle, entre la burla y la muerte.

Elefantes. Alex sentado al piano. Recorriendo en redondo la cámara el encierro de aquel sótano transformado en cuarto, donde aparecen dibujos de elefantes. Elephant in the room, “problema o riesgo gigante del que nadie quiere hablar, haciéndolo pasar por desapercibido”, encontramos en la Web, que propone también Skeleton in the cupboard, “un muerto en el placard”. Cuarto donde organiza su proyecto; Alex, con su remera estampada con el famoso monumento napoleónico y la palabra: Triomphe, que adelanta el éxito de su plan. Monumento ubicado en el mismo sitio en que, en el año 1758, un arquitecto francés intentó, sin éxito, montar una gigantesca obra: “El elefante triunfal [1]. Otro elefante, elefante-manta aplasta los sueños de Alex, hasta meterse en ellos.

En su última aparición en la película, el Estratega descubre al Salvavidas y su novia escondidos en el refrigerador donde se guardan las reses, las vacas muertas para el almuerzo. Morgue en la cocina, cuerpos de animales muertos para ser comidos; carne animal de carnicería humana; carne humana de carnicería bestial. Cuerpos tiritando de frío y terror, helados de miedo, esperando ser comidos por el tremendo Minotauro. Mamushka mortal, dentro de la escuela, el gélido cuarto, en cuyo interior, exquisitos cadáveres, esterilizan el vientre glacial.

Animales, homosexuales, negros, subversivos, pobres, comunistas, locos, mujeres, niños, estudiantes, lista negra de aquellos que pueden servir de alimento a la voracidad del poder, a lo largo del tiempo, a lo ancho de la enorme boca de la picadora de carne.

El fotógrafo y la loser

Atravesando un bucólico parque, un joven con nombre de profeta, reloj cadena colgando de su bolsillo y cámara fotográfica al cuello, camina hacia el encuentro de una joven pareja a los que tomará de modelo para su trabajo, reeditando la bíblica escena en el Edén, pasan a discutir acerca de la desnudez. Nuevamente, El que Ve, dice, No! organizándose así toda una moral de la exposición del cuerpo.

Qué hace un chico, en la era de la foto digital, con una cámara analógica? Quizá como afirma Bernard Stiegler (1998:184), en la foto analógica hay un eso ha sido que en la foto digital puede que no haya sido.

La “perdedora” como la llaman sus compañeras, corre cuando él fotografía, ella que no quiere mostrar ni sus piernas. Huye del disparo de su cámara, pero no logra salvarse de los otros disparos. Ni él. En el encuentro de ambos con Alex, Michelle ordena libros en el sector de No ficción, cuando es alcanzada por un tiro.

Elías retrata a su captor. Cazador de fotografías. Cazador-cazado por su presa-predadora a la que captura con su cámara en el momento en que ésta lo asesina. Doble disparo. Elías, como el profeta, tiene la misión de comunicar sus revelaciones. En su cámara se conserva el rostro del dios de la vida y de la muerte… Lo que acontece es un ha sido, pertenece a la No ficción.

Salvavidas

El Salvavidas, atractivo joven hacia quien se dirigen las miradas femeninas – y hasta por quien llegan a luchar entre sí-, asciende una escalera de madera, la cámara detrás de él lo toma desde abajo, sólo se ve su cabeza y su torso con la cruz blanca impresa sobre el buzo bermellón, en un contraluz frente a una ventana invadida por el sol; voces de un coro eclesiástico y unas lejanas campanas, confundidas con el famoso Soneto de Beethoven, transforman la escena en clerical ascenso, y al joven en Obispal figura adentrándose a un oscuro pasillo. Nueva aparición de la moral católica irrumpiendo instantes antes de que la novia del Cardenal le comunique su decisión respecto de un embarazo. Respuesta espectacular del prestigioso varón -y a manera de aliento-, lo importante es la diversión.

Brittany, Jordan y Nicole

Peleas entre mujeres, cuerpo a cuerpo, por un hombre. Madres metidas en los cuartos y camas de sus hijas. Amigas-materno-castradoras que reclaman más tiempo para ellas. Interesante apunte para pensar el severo trastorno alimentario que padecen, vinculado con el modelo primordial de vínculo de amor, el amamantamiento. Las chicas se llegan al baño llevadas por el cálculo bulímico de las calorías de los aderezos.

(En oportuno corte del realizador, Alex bebe de un enorme botellón de leche. El día de la masacre, la madre de Alex –de quien sólo se oye su voz, así como la aparición del padre, hablando de deportes- ante una queja del hijo por el desayuno, le contesta que si no le gusta se busque otro lugar donde comer. Luego, se va sin dejar de recomendar el cierre de las puertas de la casa. Preocupación materna por los bienes materiales)

Propiedad privada, consumo. Adolescentes ilusionadas en comprar un auto, e ir de compras al Shopping. Actividades consumistas, autos, prendas, alcohol, o drogas, enlazadas por el recorrido de una cámara desde ellas a un empleado de cocina que invita a otro a fumar un cigarrillo de marihuana. Y de ahí, otra vez a las chicas. Cierto es que de una adicción fácilmente se pasa a otra, y a otra. Llegadas al baño por la urgencia del mortal síntoma, efectivamente encuentran la muerte, pero a manos del Soldado, en plena satisfacción thanática.

Eric

Eric es el partenaire del creador del Plan. Llega a la casa de Alex, y en la Notebook del anfitrión, juega al GerryCount, videojuego que con cámara subjetiva y un arma de guerra, el jugador busca víctimas a las que matará, en un “cuanto más mejor” ya que no parece haber otros motivos, las víctimas no están vestidas de soldados, ni de ladrones, ni de terroristas, ni armados, ni hay escenografía que dé cuenta de un por qué; solo un espacioso campo vacío, en estética minimalista, donde se ven personas caminando, a los que se mata, en general, por la espalda, replicando la propia cámara de la película y, en una directa referencia intertextual a Gerry, la película que antecede a Elephant, del mismo director. Adolescentes extraviados en un desierto desolador. Vacío fértil de muerte.

Más tarde, por la noche, Eric se queda dormido leyendo un libro de su amigo, TM 31-201-1, Incendiaries. Unconventional Warfare Devices and Techniques Incendiaries [2], que según la publicidad de su sitio en la Web, es un manual en el que se puede encontrar todo lo necesario acerca de los sistemas incendiarios para su uso en la guerra. A la mañana siguiente, desayuna en familia, en la casa de Alex, y se mete desnudo junto a su compañero mientras se baña, propiciando una desafectada escena homosexual.

Después, en medio de la matanza organizada por el Pianista, y de acuerdo al Plan, advertirá al director de la escuela que debe escuchar los reclamos de los estudiantes cuando son burlados y agredidos, ya que no él, pero otros, podrían matarlo. Finalmente, y luego de dejarlo en libertad, lo derriba con cuatro tiros por la espalda. A su vez, él encontrará su muerte en el comedor, en medio del relato de lo sucedido, en manos de su amigo.

Supongo que es el fin, moriremos hoy.

Y yo ni siquiera he besado a nadie.

¿Y tú?-

pregunta Eric a Alex.

Alex

Alex no es el nombre de ninguno de los dos hacedores de la masacre escolar. Alex, en cambio, es el nombre del protagonista de La naranja mecánica, quien también ama a Beethoven y toma leche.

Alex, entonces, es quien idea el Plan, como lo llama. Toca el piano, dibuja, creativo y curioso ¿joven promesa?; vive en una casa muy confortable, aunque su cuarto es más parecido a una prisión o un hospicio. Es quien realiza la compra de un arma de guerra por Internet, a través de GunsUSA. Seguramente se trata de un buen alumno; maltratado y burlado por algunos de sus compañeros, sin que los profesores se percaten de ello, o por lo menos, sin que intervengan en su favor, tal como le sucede a Michelle, una de sus primeras víctimas en la Biblioteca de la escuela.

Podremos matarlos uno a uno.

Tendremos un día de diversión desenfrenada.

Tenemos suficientes explosivos para todo un día-

explica Alex.

Corriendo como un soldado, mata a todo aquello que se mueva sin conmoverse por ello, como en las series de TV. Tampoco parece estar muy divertido; de hecho, califica de “horriblemente justo” al día que está viviendo, que sabe que será el último de su vida. Y simplemente mata. De todos modos, al planear la matanza, el entretenimiento es mencionado como el motor, en interesante coincidencia con Nathan, el Salvavidas; ambos con igual actitud ante la muerte de otro: lo más importante es la diversión. La lógica espectacular atraviesa a todos.

El tremendo relato del film obviamente no resulta divertido para el espectador, pero además, y luego de haber seguido detrás de cada estudiante por los pasillos, en larguísimas caminatas que nos someten a un ritmo casi hipnótico, atravesando puertas, escaleras y más pasillos, logra también desafectarnos. El sinsentido de la matanza llega hasta nosotros, de modo que no se genera una intensidad emotiva, sino más bien desconcierto, incomprensión, estupor frente a lo que sucedido. Las distintas presentaciones de idénticas escenas, desde cada uno de los participantes de la misma, no agregan demasiado, pero suman repetición de soledad y de vacío en cada nuevo recorrido, en ritmo naturalizante.

Eeny, meeny, miny, moe.Catch a tiger by the toe.

If he hollers let him go, Eeny, meeny, miny, moe-

cuenta Alex para elegir a quién mata primero. [3]

No hay objetivos, no hay intereses en juego, no es el odio, ni la solidaridad, no es por amor o por convicción. En el refrigerador, junto a las reses, parece expresarse la imposibilidad de simbolización de esos cuerpos, son un puro real, como esos cuerpos trozados. El chico con el arma en la mano, cuenta a quién le toca la muerte, dejando al azar que lo decida. En ese instante, Alex cuenta para ver quién sale del juego primero.

La cría humana

Múltiples hebras hacen de sostén a un niño; Otro lo sostiene al nacer; cae y grita, un grito que explota en el vacío del despojo insoportable, en el que cae; grito que viene a llenarlo y que es oído por su madre como una llamada; pequeño malentendido inaugural que transformará el grito en demanda. Nido y soporte, entretejido borromeo, condición de que alguien pueda surgir allí. Matriz posibilitadora a desplegar las alas de la subjetividad. En los humanos, advertía Freud, no hay instinto materno. No hay objeto ni meta de pulsión predeterminada; el malentendido materno convierte el grito de urgencia, que se despega de la visión aún ciega, en demanda, y así, pasaje al lenguaje. Luego, la mirada materna contorneará el cuerpo del infante taponando las fisuras del universo auditivo. Sus cuidados y objetos ofrecidos harán de respuesta a la demanda. La repetición convertirá al suceso en experiencia, si lo simbólico la atraviesa; sin él, desde lo real, la repetición surge autómata reiterando horadando la rajadura traumática, y amenazando siempre con reaparecer.

Presencia, atención, contacto físico, mirada, voz, acciones primeras de la madre, a las que también apunta la lógica del Mercado, promoviendo allí subjetividades apropiadas a la segmentación y homogenización de la demanda: niños-consumidores-autónomos y adultos-consumidores-proveedores de objetos. Miríadas de productos para la infancia, tomada a su vez como mercancía. Las mujeres-madres reabsorbidas laboralmente por esta libertad obtenida que, como a los hombres-padres, las aleja del tiempo vivido, y de sus hijos, a quienes dejan con sustitutos, circuitos del consumo, continuando la serie de objetos que irán a parar al vacío de aquella ausencia. Entre ellos la Escuela: escuelas depósitos, escuelas islas, soleadas, imponentes, enormes extensiones de arbolados parques donde los niños podrán escuchar su música preferida en sus i-pod, comunicarse con otros a través de sus i-phone, y hasta jugar con otros a través del ciberespacio. Escuela control. “I-pod, I-pad, I-phone, I-kill” como dice Roger Waters en su obra The Wall. “Sociedad de control” como dice Foucault.

Si sólo montada entre cuerpo y psiquis, la erogenización del cuerpo del hijo por la madre, va distinguiendo funciones específicas, a través de su voz, de sus manos, su mirada; cuando allí faltan sus caricias dibujando los caminos libidinales del hijo, y en su lugar queda una pantalla encendida, un micrófono ó una cámara; si donde estaban los cuerpos del drama universal, hay sustitución con aparatología tecnológica, donde Ello era, ¿qué habrá de advenir?

Los segundos momentos recobran retroactivamente a los primeros. La repetición requiere tiempo, tiempo de carretel, de juego. El estilo y la organización del tiempo es uno de reflejos de la sociedad. Una nueva temporalidad se presenta en el paradigma informacional. Cultura de lo eterno y de lo efímero. El tiempo cultural atrapado por la temporalidad tecnológica. De tiempo es vida, hemos pasado a Time is money. El dinero como meta del tiempo en las actividades remuneradas lo convierten al último en una experiencia plana y pobre: ¿cuánto se gana en ese tiempo? ¿Cuánto se pierde? Y el tiempo ocioso se llena de actividades de interés monetario: cine, Shopping, casino, cable, en espacios atemporales y globales. Lógica neoliberal del capitalismo que modifica el sentido del tiempo y del espacio, y las relaciones humanas, en tanto eslabón necesario a esta cadena de montaje, trabajar para ganar dinero, con el cual obtener objetos, lugares y hasta escenas, para las que no se dispone de tiempo. Las chicas aburridas deciden ir de Shopping. Los adultos aburridos, también.

La sociedad es posible en tanto se produzca la segregación, separación, desprendimiento del goce de cada uno -en tanto goce absoluto-, por el bien común. El estar juntos de la sociedad requiere de estar separados del resto, la fraternidad de cada miembro de un grupo consiste en la identificación de cada uno con el otro, de cada uno con el ideal común, y de su separación con el resto, e implica una pérdida. Pero no sólo la sociedad, también la constitución de otros lazos. De su fracaso brutal, Elephant nos expone patentes consecuencias.

La palabra lazo apunta a varios significados. […] De esta manera, al subrayar lo familiar desde los lazos intentamos poner en evidencia el doble mecanismo de enlace y separación, de atadura y corte, de identidad y diferencia que funda lo familiar en tanto proceso y a partir del cual se puede leer el orden político, social y cultural de la Argentina contemporánea.” (Amado, Ana y Domínguez, Nora, 2004:14)

Elefante

Fallando los primeros lazos, lo real del cuerpo irrumpe sin simbolizar. Si no es posible un encuentro con el otro en tanto otro, hay estallido en mil ningunos. Sin lazo, ni Ley, sin otro, es difícil simbolizar el cuerpo, generar deseo. Surgen como volúmenes ciegos movidos por una loca metonimia: comida, consumo, más alcohol, más cigarrillo, más. En las sociedad del control se propicia y estimula la generación de cuerpos-objetos, descartables, contables, objetos para la carrera de quién tiene más, quién puede más.

Si sálvese quien pueda del sólo se vive una vez, si la cuestión es tener o no tener ¿qué soy para el otro?, o mejor, ¿qué otro? Lógica de lo que se tiene, obtiene, descarta. Lógica de consumo arrasando todo sentido, dificultando, imposibilitando la armazón simbólica.

Entre la indiferencia ante el ajeno y la violenta agresión del más cercano rival, el vínculo amoroso subsiste en el hueco de la pregunta: ¿Qué soy para ti? ¿Qué quieres de mí? Alex tampoco sabría qué contestar. Alex es pisoteado por el elefante prepotente. Sin el sentido que el otro puede otorgar, sin otro al que dirigir la pregunta, no hay vínculo posible, de hecho, se produce un des-vínculo, imposibilidad de generar lazo con el otro que podrá aparecer, entonces, como un blanco contra el que disparar, un puntaje, un obstáculo, o un número más. Los estudiantes de la Preparatoria ¿hacia dónde van?, ¿buscan algo? No parecen perdidos. Casi no hablan entre sí, y lo poco que se dice contiene una sorda violencia que no hace más que reproducir aquella de la que son víctimas.

Falta de palabras que impactan en el espectador dejándonos también sin habla; no es sólo el shock emotivo, es corte, interrupción simbólica. La violencia en el acto del estallido inesperado no parece tener objetivo, ni interés, ni estar movido por el odio o la venganza, ni pertenece al conjunto de acciones llevadas a cabo en pos de un ideal. Más bien se trata de un acto sin control, sin mediación simbólica, una pura destrucción, la irrupción de una fuerza muda.

[En el tardocapitalismo] La violencia sociopolítica […] opera sobre la cohesión. La violencia desune, desenlaza, desvincula, dispersa. La figura que se nos representa de la violencia en nuestra época es el estallido.” (Alejandro Kaufman, 2010:325)

Masacre en la Preparatoria. En USA o en Carmen de Patagones. En el sistema de educación formal, de cada vez más horas, desde más temprano -para un mejor destino laboral y económico de la madre, quien no puede dejar de trabajar, con abuelas sin disposición a cuidar nietos, o teniendo que trabajar también fuera del hogar-, los niños se encuentran con docentes del nivel inicial que tienen prohibido, “tocar” a los niños, ni para higienizarlos ni para la atención de primeros auxilios, aún en caso de accidentes bajo riesgo de ser acusadas de abuso. Niños que no podrán correr en los patios, ni en la calles, pero que deberán jugar con otros niños desconocidos, en las coloridas celdas de los restaurantes o en los Shopping, para evitar que se aburran y molesten la práctica del consumo de los adultos.

Los encierros son moldes, módulos distintos, pero los controles son modulaciones….” (Deleuze, 2002:196/197)

¿Quién es Alex? Siguiendo la inversión de nombres que hace el director, Alex puede ser cualquiera.

Los personajes de Elephant están en nuestras calles, en nuestros hogares, somos también nosotros; contra un compañero de escuela o un motochorro; en el film, su director nos abofetea con el universo en el que se encuentran, es el nuestro. Montones de señales, indicios, estímulos apuntando todos a la vez y a través de montones de dispositivos diseminados ininterrumpidamente generando a su vez igual proliferación de procesos de subjetivación acorde. Los protagonistas se van sucediendo en los “15 minutos de fama” de Warhol. No nos cuentan “su” historia, ni la del grupo, ni siquiera la génesis del acontecimiento que sucederá al final, por otra parte, ¿a quién podría importarle? ¿Acaso escuchamos sus voces cuando delinquen? Parecen personajes secundarios. ¿Respecto de qué primario personaje?

El capitalismo es celebración de un culto sans trêve et sans merci (sin tregua ni piedad).” Walter Benjamin, 1921.

Dios eléctrico y posmoderno cuya tremenda ira, como la tormenta del film, puede inaugurar y cerrar la tragedia. Nada ni nadie queda fuera de su lógica paquidérmica, con dispositivos que montados en un deseo de felicidad, según Deleuze, constituyendo su potencia. Quizá el estilo inequívocamente provocador de Van Sant intenta sacarnos del sopor casi farmacológico en el que cómodamente podemos instalarnos en una ciega tranquilidad, hasta un próximo estallido.

Bibliografia

Amado, Ana:-(2004) y Nora Domínguez, “Figuras y políticas de lo familiar. Una introducción”, en Lazos de familia. Herencia, cuerpos, ficciones. Paidós, Buenos Aires, 2004. Pág. 14.

Benjamin, Walter:- (1921). “El capitalismo como religión”. http://catigaras.blogspot.com.ar/2008/05/el-capitalismo-como-religin-walter.html

Deleuze, Gilles:- (1995) “Control y devenir” y “Post-scriptum sobre las sociedades de control”, en Conversaciones. Editora Nacional Madrid, Madrid, 2002.

Kaufman, Alejandro:-(2012) “La crítica de la violencia como inquietud por la responsabilidad” en La pregunta por lo acontecido, La cebra, Buenos Aires, 2012. Pág. 325.

Stiegler, Bernard:- (1998) “La imagen discreta”, en Derrida, Jacques, Ecografías de la televisión, EUDEBA, Buenos Aires, 1998. Pág. 184.



NOTAS

[3Eenie, meenie, miney, moe, /Catch a tiger by the toe. /If he hollers, let him go. /My mother said to pick /The very best one /And you are not it. (Versión completa). Equivalente al Ta-te-ti nuestro.





COMENTARIOS

Mensaje de Marcela Araceli Zarich  » 11 de octubre de 2015 » maraceliz@gmail.com 

Muchas gracias por los comentarios!

Efectivamente, Mariana Pacheco, la clínica nos muestra muchos de los pliegues y repliegues de las subjetividades que aparecen en la película; en un ida y vuelta del que tenemos tanto para aprender.

En cuanto a la pregunta que hacés, Alejandra Jang, pienso que sería más enriquecedor conjeturar sobre las dos atractivas posibilidades que ofrecés, que decidirse por una de ellas.

Sigamos pensando.



Mensaje de Mariana Pacheco   » 30 de septiembre de 2015 » marian.pache@gmail.com  

El artículo logra extraer ese elemento en común en este tiempo, y que atraviesa de manera global, distintas latitudes: subjetividades atravesadas por la lógica del mercado sin tregua ni piedad.
Nos lleva a deternernos en la fotografía analógica y en la digital, pero no para dar cuenta del avance tecnológico nada más, sino para recordar los efectos subjetivos del mismo. Si todo es diversión, pero solo pantalla mediante, ¿qué corte es posible? La clínica con adolescentes, nos enseña sobre esto...



Mensaje de Alejandra Jang  » 1ro de septiembre de 2015 » alejandrajang@gmail.com 

Hola! Primero que nada excelente trabajo en relación a la película.
Y como comentario me gustaría retomar la primer escena del chico rubio (John Mc Farland) donde se inaugura la película. Escena tan cotidiana de un padre llevando a su hijo al colegio, pero que debido al estado de ebriedad, el hijo toma responsabilidad y se hace cargo de él. Parecería suceder una inversión de roles o funciones, no sólo desde lo simbólico sino en lo real, en el acto mismo, ya que el hijo es el que termina manejando y haciéndose cargo de él a pesar de que eso implicaría un castigo o sanción por parte de las autoridades de la escuela. Y también sucede esto casi al final de la película cuando el chico rubio sale en búsqueda de su padre cuando se percata de que algo malo estaba ocurriendo. Se podría pensar que nuevamente se invirtió el rol ya que es el hijo quien se hace cargo del padre en una situación tan violenta o temeraria. También, se podría pensar que se confirma esta idea ya que al encontrarse con él, el padre es quien le pide perdón al hijo. ¿Será por sentimiento de culpa o porque realmente logró simbolizar algo de esa función paterna que nunca se logró plasmar?

En fin, excelente reflexiones.

Saludos
Alejandra




Película:Elephant

Titulo Original:Elephant

Director: Gus Van Sant

Año: 2003

Pais: Estados Unidos

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