Introducción
Donna Haraway afirmó que: “La realidad de la vida moderna incluye una relación entre las personas y las tecnologías tan íntima que ya no es posible saber dónde terminamos nosotros y dónde las máquinas comienzan” (Case, 2013, 9) ¿Es nuestro actual vínculo con la tecnología [1] así? Sostener tal afirmación implica que se ha desdibujado aquello que nos distingue como seres humanos -una especie en la naturaleza única, sin duda alguna.
El presente artículo se propone agregar una reflexión más al corpus de meditaciones sobre lo que hace al ser humano único, tomando como sendero las diferencias estructurales del mismo con las máquinas. Serán utilizados conceptos propios del psicoanálisis, la psicología cognitiva y la computación.
Los pensadores que serán tenidos en cuenta son: Jerome Bruner, Lev Vigotsky, Howard Gardner, Narciso Bembenaste, Ignacio Lewkowicz y Amber Case.
El hecho de que las nuevas tecnologías estén, actualmente, más presentes en todas las esferas de nuestra vida hace imperativo distinguir dónde está lo propiamente humano en la simbiosis que se ha establecido con ellas. Por cada paso que las nuevas tecnologías dan en nuestra vida cotidiana, las reflexiones sobre los efectos que pueden ocasionar deben ir al mismo ritmo para evitar que se generen estragos sobre lo netamente humano.
La vida cotidiana está plagada de elementos tecnológicos que influyen en cómo se llevan a cabo diversas actividades, desde aquellas más simples hasta las más complejas. La realidad del hombre sin tecnología sería ya muy difícil de concebir dado que no son meros gadgets auxiliares sino que tienen el estatuto de elementos fundamentales sin los cuales muchas de estas tareas cotidianas serían imposibles de realizar, o bien demandarían una cantidad de esfuerzo y tiempo que ya nadie estaría dispuesto a invertir.
¿Son estas relaciones tan estrechas suficiente argumento para sostener que la diferencia entre las máquinas y el ser humano se ha desdibujado? Vigotsky (1934) sostenía que el desarrollo del ser humano desde su nacimiento está mediatizado por herramientas tanto físicas como simbólicas que hereda de la cultura en la cual está inmerso, potenciando su maduración cognitiva. Es decir, uno de los elementos principales que diferencia al hombre del resto de la naturaleza es el uso de herramientas. Si bien otros animales utilizan herramientas, sólo el humano se vale de ellas para potenciar su desarrollo.
Ahora bien, ¿los teléfonos celulares, las tablets o las computadoras personales están en la misma línea de, por ejemplo, el tenedor, la pala o los anteojos? Claramente, las nuevas tecnologías poseen cualidades que las diferencian cualitativamente de sus predecesoras. La capacidad de aprender a partir de la información que se les brinda plantea un nuevo horizonte sin precedentes para las herramientas tal como lo demuestran las investigaciones y los avances en el campo de la Inteligencia Artificial. Por lo tanto, para poder arrojar luz sobre la diferencia entre el hombre y la máquina es necesario comparar como aprende cada uno.
Parte uno: La lógica computacional
El rol que el lenguaje tiene en el aprendizaje es innegable ya que determina cómo los conocimientos son trasmitidos y cómo son almacenados en la memoria. Tal afirmación es válida tanto para el aprendizaje del ser humano como para el de las máquinas: por un lado, se puede afirmar que es a través del lenguaje que un alumno aprende una lección; por otro lado, si un programa no comparte un mismo lenguaje con una computadora, no sería posible instalarlo en ella.
Considerando el lenguaje computacional, es imprescindible abordar el concepto de algoritmo y el de Sistema de Numeración Binario o BITS. Un algoritmo es entendido como “un conjunto prescrito de instrucciones o reglas bien definidas, ordenadas y finitas que permite realizar una actividad mediante pasos sucesivos que no generen dudas a quien deba realizar dicha actividad. Dados un estado inicial y una entrada, siguiendo los pasos sucesivos se llega a un estado final y se obtiene una solución” (Wikipedia, 2014). Es decir, que el lenguaje computacional se basa en la ejecución de una serie de pasos bien definidos para poder abordar todas las situaciones posibles. Dado un problema puntual, las máquinas buscarán aquellos algoritmos que puedan resolver dicha situación. Por lo tanto, mientras más complejos sean los algoritmos y la capacidad de cómputo, mayores van a ser las posibilidades de resolver problemas de dificultad creciente. Tal como sucedió en la partida de ajedrez entre Garry Kasparov y Deep Blue, muchas veces las nuevas tecnologías superan la capacidad de cálculo del hombre hasta lograr ser capaces de vencer a cualquiera en el ajedrez o en otros juegos que se basen en reglas definidas (Bembenaste, 2007) ¿Es suficiente esta capacidad creciente de cálculo para sostener que las máquinas han igualado o superado al hombre?
Retomando el lenguaje propiamente computacional, el sistema de numeración binaria se basa en dos dígitos o unidades mínimas de información: 0 y 1. Estas unidades llamadas bits son las herramientas básicas del lenguaje computacional ya que toda la información es expresada en diferentes combinaciones de ceros y unos. Es decir, el pensamiento computacional es binario: hay solo dos tipos de informaciones básicas posibles que pueden tomar diferentes condiciones: abierto/cerrado, apagado/prendido, blanco/negro. Las nuevas tecnologías operan a través de los bits y de los algoritmos. Por lo tanto, es posible plantear que el universo computacional se basa en una lógica binaria que puede ser expresada a través de un cuadro que Ignacio Lewkowicz propuso en una de sus clases –ver Referencias:
Si bien las capacidades de las nuevas tecnologías son, cuantitativamente, cada vez más potentes, la base de todo el razonamiento computacional sigue siendo la lógica binaria y los algoritmos. Todas las operaciones que las nuevas tecnologías llevan a cabo se basan en una serie de pasos finitos y estables: a partir de recibir una determinada información se activan una serie de algoritmos que concluirán en devolver una nueva información o poner en marchar un determinado comportamiento. Por lo tanto, si ingresa una información que no puede ser tramitada con los algoritmos disponibles, las computadoras nada pueden hacer con ella y por lo tanto la consideran un “error”.
Parte dos: Dilema y Paradoja
Es incuestionable que el ser humano desarrolla muchas de sus actividades de manera computacional: la rutina diaria es una serie de pasos en un determinado orden que se llevan a cabo de manera similar día tras día. Para poder desarrollar diferentes tareas, el hombre necesita primero aprender cuáles son los pasos necesarios a cumplir. Es decir, la manera de aprender y de llevar a cabo actividades diarias responde muy bien a la lógica computacional anteriormente descripta.
Esta manera lógica y secuencial del aprendizaje y realización de tareas es lo que llevó a muchos psicólogos a desarrollar modelos de pensamiento humano basados en la lógica computacional: “Muy pronto, la computación se trasformó en el modelo de la mente y en el lugar que ocupaba el concepto de significado se instaló el concepto de computabilidad. Los procesos cognitivos se equipararon a los programas que podían ejecutarse en un dispositivo computacional.” (Bruner, 1991, 13). En 1956 se lleva a cabo un simposio en la el Instituto de Tecnología de Massachusset (MIT) en donde se instaura en la comunidad científica el modelo computacional de la mente humana: “Los seres humanos, igual que las computadoras, albergan programas y era posible evocar el mismo lenguaje simbólico para describir los programas de ambas entidades” (Gardner, 1988, 37). La utilización de modelos computacionales para explicar la mente humana fue la base de las ciencias cognitivas.
Utilizando los conceptos planteados por Lewkowicz y Michel Fariña (1998), se entiende lo particular como aquel conjunto de elementos pertenecientes a un momento histórico y cultural determinado, comprende todos los patrones, leyes y conocimientos disponibles y compartidos que integran un universo. Toda nuestra rutina y comportamiento lógico se limitan estrictamente a lo particular. Los problemas que se le presentan al humano diariamente son posibles de ser abordados desde una lógica computacional en donde se plantee una manera ya establecida de pasos para poder arribar a una solución esperable; un buen ejemplo de eso son las recetas de cocina. En este sentido es posible sostener que el ser humano y la máquina comparten elementos en común. Llevar a cabo comparaciones entre uno y otro no es solo posible sino que hasta oportuno.
¿Qué sucede cuando el ser humano se enfrenta a una situación para la cual no posee un protocolo o un algoritmo adecuado de resolución de la misma? Es sabido que la computadora frente a esta situación colapsa y no da respuesta alguna ya que lo considera como un “error”. ¿El ser humano tiene la posibilidad de responder diferente?
Para poder reflexionar sobre estos interrogantes es necesario distinguir los conceptos de opción y de decisión. El primero hace referencia a toda situación que puede ser abordada a partir del conocimiento disponible; son aquellos problemas que pueden ser resueltos con el conjunto particular de protocolos y pasos lógicos. La decisión, en cambio, está “ligada a la producción de una singularidad subjetiva, una variable que se inventa, una variable acorde a la singularidad en situación. (…) la decisión se encuentra ligada con cierta posición del sujeto en su enunciación misma” (Domínguez, 2013, 3). Entonces, la persona es convocada a responder a una situación dilemática que no puede ser abordada con el conocimiento disponible. Haciendo referencia al cuadro anteriormente citado, el dilema en cuestión no estaría dentro del subconjunto A ni dentro del subconjunto –A. En estas situaciones el universo particular se muestra insuficiente ya que aparece un elemento disruptivo, un tercero, que no puede encajar, pero del cual no se puede deshacer. Lewkowicz (2004) entendía dichas situaciones como una paradoja: “en la paradoja no hay nada que sea A o no A (-A), por tanto si un saber moral entra en paradoja, si entra en un tercero excluido, quiere decir que no es exhaustivo. El sujeto moral no puede existir porque constituido en la moral deja de existir cuando ésta colapsa”.
Es entonces en estas situaciones donde el ser humano debe responder por fuera de los límites algorítmicos poniendo en juego la dimensión singular propia de él.
La manera de responder ante un dilema o una paradoja es parte de los rasgos únicos que están más allá de los parámetros particulares en donde se agota la mayor parte de la existencia humana. Sólo cuando la persona es convocada a responder allí donde fallece la consistencia de su universo particular (a/-a) es cuando se abre una posibilidad de que dicho universo incluya al elemento disruptivo generando una reorganización y expansión de su particular previo.
Dicha posibilidad de expansión del universo particular a través de un acto singular solo acontece en el ser humano. Las máquinas, al estar basadas exclusivamente en la lógica algorítmica, no logran rozar siquiera esta capacidad. Esta limitación es posible de apreciar en su ausencia de creatividad: esta es imposible de ser anticipada, adecuada o calculable –ya que justamente es la dimensión de lo inesperado lo que la configura como tal.
Otro autores, desde otros marcos teóricos y puntos de vista, han vislumbrado también esta diferencia profunda entre el hombre y la máquina: Bembenaste (2007, 7) sostiene que: “el ser humano es un sistema abierto no formalizado ni formalizable” ya que la complejidad propia del ser humano y su constante interacción intersubjetiva hacen imposible su expresión en algún lenguaje formal. En este mismo sentido, Bruner (1999) al criticar el modelo computacional de la mente humana propio de la psicología cognitiva sostiene que la cultura es un elemento crucial para poder apropiarse de los múltiples significados que las palabras pueden tener; es decir, es el compartir con otras personas que se elaboran los “actos de significado” inexplicables desde el modelo computacional.
Parte Tres: El amante sustituto
El primer episodio de la segunda temporada de la serie británica Black Mirror (Charlie Brooker, 2011) lleva a un extremo la tensión entre la capacidad de las Nuevas Tecnologías de imitar al ser humano y la condición singular del Ser Hablante. El resumen del guión es el siguiente: tras la muerte sorpresiva de su pareja y al descubrir que está embarazada del reciente difunto, Martha decide interactuar con un programa de computadora que imita a su pareja por medio de un chat. Para ello, el programa se vale de toda la información pública –posteos, tweets y demás- que el difunto subió al ciberespacio. Esto le permite llevar adelante conversaciones tomando el papel del individuo de manera muy verosímil.
Como saciar la demanda es una meta semejante a la de llenar un pozo sin fondo, Martha le otorga más información al programa sobre la personalidad de su amado: le da acceso a sus videos, audios de voz y otros datos privados. Así, la capacidad de cálculo algorítmica del programa crece exponencialmente –cuantitativamente- logrando llevar adelante conversaciones telefónicas imitando satisfactoriamente la voz y la forma de hablar del difunto.
En el punto de mayor tensión –desesperada por un duelo taponado- Martha recurre a un nuevo nivel –upgrade- que el programa le ofrece: hacer una réplica físicamente igual a su amado. Ella no duda.
Es justamente en este punto donde comienza la solución del duelo a mostrar sus estrepitosos fallos. Como se había expuesto más arriba, el programa se basa en todo aquello que la persona ha subido alguna vez al ciberespacio tanto de manera pública como privada. Confiando en que los rasgos propios de un individuo pueden extraerse de a estos datos, el programa elabora complejos algoritmos que le permiten desenvolverse en cualquier situación tal cual lo hubiera hecho aquel que pretende sustituir. Teniendo en cuento esto, se podría plantear la estructura del Universo particular del sustituto en cuestión: donde A son todas las formas de actuar esperables del individuo –teniendo en cuenta toda su “postología”- y –A es todo aquello que no entraría en la lógica de su forma de ser y sería impropio de él.
No fue necesario mucho tiempo para que el sustituto comience a incurrir en sistemáticos desaciertos que demostraron su imposibilidad de imitar la personalidad del difunto:
Martha- Si vas a pretender dormir por lo menos respirá. (El sustituto no necesitaba respirar)
Sustituto- ¿Así? (inhala y exhala)
M- Es inútil. Puedo darme cuenta de que lo estás imitando.
S- ¿Estás bien? ¿Quieres que tenga sexo contigo?
M- Déjame. Solo vete.
S- Está bien.
M- No! Ash (el difunto) se hubiera opuesto. Él jamás hubiera dejado el cuarto porque yo se lo hubiera pedido.
S- Está bien (vuelve a sentarse en la cama.)
M- ¡Maldición! ¡Vete!
Es posible sostener que simplemente el programa carece de información suficiente y que, si se valiera de más datos biográficos, estos errores –o bugs- estarían resueltos. Como es sabido, pretender que un Universo pueda abarcar todos los casos es una ilusión a ser desterrada por una singularidad por fuera de ella.
Parte cuatro: Conclusiones
Si bien este artículo no es exhaustivo sobre todas las aristas del tema en cuestión –la diferencia entre el ser humano y la máquina- debido a su complejidad y profundidad, me he propuesto arribar a algunas reflexiones que permitan aclarar cuál debe ser siempre la dimensión ética del ser humano: el acto. No perder nunca la potencia del acto singular como expansor del universo particular es una guía que permitirá siempre dividir las aguas entre el ser humano cada vez más empobrecido por el consumo y el entretenimiento y la tecnología cada vez más potente y seductora.
Teniendo en cuenta estas reflexiones, es interesante meditar por qué el humano se afana tanto en crear máquinas capaces de imitarnos en todo. Es posible que cierta satisfacción narcisista esté en juego en dicha empresa ya que la posibilidad de crear con tecnología a un autómata comparable al hombre sería un acercamiento ilusorio a cierto estatuto de deidad capaz de crear a “su imagen y semejanza”.
Referencias
Algoritmo. (Nd). En Wikipedia. Consultado en Junio 4, 2014, recuperado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Algoritmo
Benbenaste, N. (1999) El empleo jugado al ajedrez. Revista Leonardo Da vince.U.N.L.Z
Bruner, J. (1998) Actos de significado (más allá de la revolución cognitiva).-alianza. Case, A. (2013) An Illustrated Dictionary of Cyborg Anthropology. EE.UU.
Domínguez, M. E. (2013).El acto de juzgar entre el dilema y el problema ético. En Salomone, G.Z. Discursos institucionales, lecturas clínicas. Dilemas éticos de la psicología en el ámbito jurídico y otros contextos institucionales, Buenos Aires, Dynamo, 2013. Disponible en lapágina web de la cátedra.http://www.eticayddhh.org/index.php/textos-y-articulos
Gardner, H. (1988) "La nueva ciencia de la mente. Historia de la revolución cognitiva". Ed. Paidós. Barcelona. España.
Lewkowicz, I. (1998). Particular, Universal, Singular. En Ética: un horizonte en quiebra. Cap. IV. Eudeba, Buenos Aires.
Lewkowicz, I. (2004) Paradoja, infinito y negación de la negación. Desgravación de clase teórica.
Michel Fariña, J. J. (1998). Qué es esa cosa llamada ética. (Cap. II); Lo universal-singular como horizonte de la ética. (Cap. III). El interés ético de la tragedia (Cap. V). Del acto ético (Cap. VI). En Ética: un horizonte en quiebra. Eudeba, Buenos Aires.
Vigotsky, L. (1991). Obras Escogidas. Madrid: Aprendizaje Visor.
NOTAS
[1] En el presente artículo se usarán indistintamente las palabras máquinas, computadoras y nuevas tecnologías para hacer referencia al conjunto de dispositivos tecnológicos que poseen un sistema operativo basado en la lógica computacional (tablets, celulares, computadoras, robots, etc.).
Como queda expuesto en el artículo, así como también nos lo muestra el capítulo de Black Mirror, evidentemente el modelo computacional utilizado por la Psicología Cognitiva no es, por lo menos, suficiente para dar cuenta del comportamiento humano y sus propias complejidades. Si existen en este último ciertas situaciones, momentos en los que el sujeto debe tomar una decisión, presentándose así una paradoja al revelarse el carácter no exhaustivo de lo que se entendía por el universo, y si dichas situaciones no podrían ser resueltas, siquiera abordadas, por la lógica computacional, necesitando precisamente de la emergencia de una singularidad en el acto mismo de la decisión, queda en evidencia la imposibilidad de comparar y estudiar al pensamiento propiamente humano en analogía a las computadoras.
Ahora bien, ¿qué es eso propiamente humano? Quizás lo encontremos en lo Simbólico, en el Orden de lo Simbólico, por ser precisamente el plano necesario (pero no suficiente) para la constitución del sujeto, entendiendo al representante de ello a ese Otro con mayúscula que reconoce al niño y le permite a él mismo reconocerse en su imagen, como lo plantea Lacan a partir del Estadio del Espejo. Y es en ese mismo plano que se inscribe el deseo. Debiéramos pensar entonces que lo que escapa a la lógica binaria (0 y 1 / A y –A / yo – imagen especular) propia del funcionamiento de las máquinas en las que los procesos se basan precisamente en esa división entre dos opciones que incluyen al total de las posibilidades, es el orden del deseo presente en el ser hablante, inscripto a partir de lo Simbólico. El funcionamiento computacional, la imagen de Ash recreada por el robot, no llega jamás a ser un verdadero sustituto, no llega a reproducir al sujeto en tanto tal, debido a que no logra tocar nada de la dimensión del deseo, deseo que es puesto en juego a través del acto y sólo a través de éste puede manifestarse algo de lo subjetivo.
Frente a la imposibilidad de simbolizar la muerte, frente a la falta de significante en lo Simbólico, lo cual no lleva a otra cosa que al encuentro con la propia falta, con la propia castración, ¿no deberíamos pensar que Martha opta por alejarse de ello, por evitar dicho encuentro, al recurrir a una máquina como un intento de reemplazar a Ash y, a su vez, de taponar la castración, imposibilitando el proceso del duelo?
A su vez, volviendo al deseo como condición de lo humano, ¿podría pensarse este afán de crear máquinas que nos imiten como un intento de anular justamente el deseo, como un intento de evitar el acto, siempre singular, y por ende quedar expuestos en el orden del deseo? ¿Como una forma de sustituirnos a nosotros mismos y así eludir la ejecución del acto y la puesta en juego de nuestra propia dimensión subjetiva?
Estimado Guillermo,
Muchas gracias por tu aporte. Como decís, esta serie nunca nos deja tranquilos y la complejidad y profundidad con que aborda las problemáticas de nuestro vínculo con los "espejos negros" siempre nos deja incomodos convocándonos a reflexionar.
Leyendo tu comentario pensé que esta posibilidad de taponar el duelo con un objeto del mercado que asegure satisfacción también genera que el sujeto no se encuentre con su propia falta o castración que, justamente, es lo que lo hace sujeto. Entonces, al consumir este producto (el robot sustituto) es , a su vez, el propio ser humano que también se vuelve robot. Sin embargo, ésto no es sin consecuencias.
Este artículo intenta precisar qué es lo estrictamente humano, qué es lo que nos separa de las máquinas. Coincido con el autor en que es algo de la dimensión subjetiva, aquella singularidad que se sustrae de los universos particulares, lo que nos lleva a lo únicamente humano.
Creo que lo que nos diferencia de las máquinas, su lenguaje binario y sus algoritmos es que el humano es un ser hablante, y en tanto tal, convive desde siempre con el "ERROR", lo imposible de decir, el imposible lógico: el ser hablante es falta en ser.
Pero ocurre lo siguiente, el ser hablante denominado “normal” no quiere saber nada respecto de esa falta, no quiere hacerse preguntas, no quiera saber nada respecto de la castración: esto es el discurso capitalista. La ciencia moderna va en esta línea; las comparaciones entre el hombre y la máquina tienen una larga tradición. La ciencia busca incesantemente tapar esa falta con conocimientos, otorgando respuestas, diciendo quienes somos. Hoy en día eso aparece con mayor crudeza; somos todos consumidores. La ley del mercado parece gobernar como una instancia superyoica que nos empuja hacia un goce desmedido.
Volviendo al capítulo en cuestión, este me hizo pensar en dos aspectos del texto freudiano de 1915, “Duelo y melancolía”, a saber, el duelo implica un dolor inevitable por un lado, y por otro implica gasto de tiempo y energía en el desasimiento libidinal pieza por pieza ¡Pero esto se encuentra totalmente pasado de moda en la cultura de hoy! Para nuestra “suerte” es que en tanto consumidores tenemos a nuestra disposición objetos mercancías. De esta forma Martha no tiene por qué pasar por el dolor que implica la muerte de su marido Ash. Hay una nueva mercancía para mitigar ese dolor y la protagonista va por ella: un sustituto tecnológico a imagen y semejanza de su difunta pareja… que incluso habla como Ash! Este mismo objeto evita el dolor, el costoso gasto de tiempo y energía del trabajo de duelo, aleja de la soledad e incluso por el mismo precio proporciona un placer sexual difícilmente alcanzado con el sustituido de carne y hueso. Satisfacción garantizada. Ella le dice “te amo” en el momento del climax imaginario al humanoide. Pero ¿a quién ama Martha?
Según Lacan, “amar es dar lo que no se tiene”, significa que se está en el terreno de la falta, del deseo. Se trata de poder ubicar esa falta en el otro, dar lo que no se tiene es poder asumir la castración y dar esa nada ¿se puede alojar algo, aunque sea una falta en un otro completo, una máquina? el problema es que el humanoide no desea nada ya que no le falta nada. El sustituto de Ash simplemente está en la casa, no hace nada, no quiere nada. Nada de lo que haga o diga Martha será puesto en cuestión. Ni siquiera se puede pelear con este programa. Está ahí para ella. La frase “no me voy a ningún lado” que le fue proferida a la protagonista por la voz/programa de Ash y que anteriormente supo calmar la angustia ante la pérdida, ahora parecen retornarle como un presagio de algo que comienza a tornarse espeluznante. En este punto el sustituto tecnológico se vuelve insoportable. La ilusión no tarda en romperse. Algo no deja de colarse entre lo conocido, lo familiar en la relación con este tecno-Ash; por momentos la imagen cae y aparece extrañeza en Martha, algo del orden de lo ominoso, lo siniestro se contempla con horror. El objeto se hace presente desde otra dimensión. Donde antes había una mujer buscando captar la mirada de su pareja, ahora hay una mirada vacía e incesante sobre ella.
Esta serie nunca nos deja tranquilos. El final es bastante siniestro, muestra como mucho tiempo después el duelo no se llevó a cabo nunca. Solo se resolvió algo de esa presencia molesta del humanoide, pero de Ash, el padre de su hija, Martha nunca se pudo despedir.
Hola Ailen,
Muchas gracias por tu enriquecedor aporte. Sin duda, el rol que tiene en la constitución del sujeto los registros es fundamental y, tal como venimos hablando, es imposible que una máquina pueda igualarlo. Ahora bien, tu aporte me hizo también reflexionar sobre algo propio del sujeto que se funda en el momento mítico en el que el ser viviente es atravesado por el lenguaje: el deseo. El deseo en tanto aquello que el lenguaje nunca va a poder abarcar desde el orden de la demanda. Es justamente ese punto en el que se juega la singularidad del sujeto. Teniendo en cuenta la lógica binaria de las máquinas, jamás éstas van a poder siquiera rozar esta condición subjetiva.
Con respecto a las preguntas que enuncias al final de tu comentario, sin duda la no elaboración del duelo por Ash haya colaborado en su imposibilidad de deshacerse definitivamente del particular sustituto.
Black mirror es una serie que pone en cuestión la relación del ser humano con las pantallas, aquellos "espejos negros" en los cuales nos reflejamos (o no) en nuestra vida cotidiana. En el primer capítulo de la segunda temporada, se pone en tensión el alcance de lo imaginario, es decir: ¿puede una imagen, un sustituto, ocupar el lugar de aquel sujeto singular que formó parte de la vida de Martha? No sólo demuestra la imposibilidad de esto, sino, en mi opinión, un duelo que no fue llevado a cabo, una pérdida que nunca va a duelar.
El sistema binario de la lógica computacional, hace referencia al registro imaginario descrito por Jacques Lacan, donde hay una dialéctica de a dos, una dualidad. Sin embargo, retomando el estadio del espejo, la imagen no es suficiente (pero necesaria) para que el yo se constituya, sino que hace falta una terceridad, un Otro que pueda afirmar la existencia y pertenencia de esa imagen especular con ese cuerpo fragmentado.
El capítulo da cuenta de la insuficiencia de la imagen, de la imposibilidad de que el sustituto de Ash pueda llegar a tener sus respuestas singulares y su modo de ser. Es decir, de tener su historia, ya que nunca ese orden simbólico le va a pertenecer. En palabras de Martha: "Sólo eres unas pocas cosas de ti, no tienes su historia. Solo eres una interpretación de cosas que él hizo sin pensar y no es suficiente". La diferencia entre el ser humano y una máquina, es que a pesar de que esta última pueda igualar el lenguaje de una persona y su forma de ser, es pura imitación: no hay una terceridad que marque su existencia (por más que exista, no cumple ese papel), no hay una vivencia singular de esa vida, en ese momento, esa situación. Por más que dos personas vivan al mismo tiempo las cosas, para cada una será distinta; este rasgo del ser humano, el orden simbólico que nos determina, y lo real como aquello que queda por fuera de este último, es algo que la tecnología no podrá alcanzar, sino copiar.
Por último, Martha en todo el capítulo trata de reemplazar a Ash, ya sea su voz o su imagen, su cuerpo, y en cada intento se topa con que ello no es posible. Pero, ¿por qué, al final del capítulo, aún está el sustituto en el altillo? Su hija lo llama "Ash", por lo cual no sabemos que es lo que le contó la madre. ¿Será que no lo puede perder porque nunca lo perdió? Al morir Ash, otro "Ash" vino en su lugar. ¿O será que ella sigue como un mandato, aquella canción que cantaban juntos al principio del capítulo: "Si no estoy contigo, no quiero estar con nadie más"?
Película:Black Mirror 2x01
Titulo Original:Black Mirror
Director: Charlie Brooker
Año: 2011
Pais: Reino Unido
Otros comentarios del mismo autor:
• Friends
• Breaking Bad
• Be Right Back / Vuelvo enseguida
• El amor en los tiempos de las App
• Black Mirror | Nosedive
• Ad Astra: Hacia las estrellas