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La tecnología y el duelo

por López, Giselle Andrea

Esperando allí nomás,
en el camino,
la bella señora está desencarnada
”.

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota

Introducción

En un futuro cercano, frente al dolor inacabable por la pérdida de su amado y joven esposo Ash, la tecnociencia ofrece un remedo para Martha: virtualidad que presentifica al sujeto ausente con el objetivo de calmar y consolar a quienes lo lloran. Tal es el escenario que nos presenta “Be right back” (Harris, O, 2013), el primer episodio de la segunda temporada de la serie televisiva “Black mirror” [1] (Charlie Brooker, Zeppotron, 2011-).

En el presente artículo, nuestro objetivo es analizar las posibilidades que ofrece el mundo tecno-científico actual así como su incidencia respecto de ciertos procesos psíquicos estructurantes para los sujetos humanos. A modo de ejemplo, y a partir de este episodio, analizaremos el caso del duelo mediante el método de análisis ético-clínico de filmes en articulación con los desarrollos de Sigmund Freud y del filósofo contemporáneo Jean Baudrillard. A partir de este recorrido intentaremos situar interrogantes desde una perspectiva ética acerca del impacto que la tecnología y la lógica mercantil producen en el campo de la subjetividad. No nos interesa aquí analizar la psicopatología de los personajes, sino, servirnos del escenario de ficción que se nos ofrece para formular preguntas ubicando en el horizonte del planteo el resguardo de lo propio de la condición humana.

Sobre el duelo hoy

La muerte es parte inherente a la vida, y sin embargo, cada vez que se hace presente nos convoca a experimentar la falta en una de sus dimensiones más descarnadas. Cuando un ser querido muere, el sentido de nuestra “realidad” se desvanece. Cuando esta muerte se produce de manera inesperada, abrupta, en una persona joven, de modo contrario al sentido de la vida, la desazón es aún mayor.

Recordemos sucintamente que para Freud (1915), tal como postula en su célebre artículo, el duelo es la “reacción frente a la pérdida de una persona amada”, que “trae consigo graves desviaciones de la conducta normal en la vida” pero que no constituye una patología, sino que se trata de un “afecto normal”.

Entre sus rasgos se cuentan: “una desazón profundamente dolida” en lo anímico, una “cancelación del interés por el mundo exterior”, “la pérdida de la capacidad de amar”, “la inhibición de toda productividad”. Es decir, el duelo conlleva una inhibición y un “angostamiento del Yo”, en virtud de que ahora “el mundo se ha hecho pobre y vacío”. Frente a la pérdida, el Yo deberá realizar un trabajo: se trata del trabajo que el duelo opera y que consiste en la aceptación de que el objeto amado ya no existe más y por tanto es necesario quitar toda libido de sus enlaces con dicho objeto. Lo que nos interesa destacar en este recorte es que, para lograr esto es fundamental, el tiempo. Freud destaca este aspecto varias veces en su texto:

esta orden que la realidad imparte “ no puede cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura, y entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico ” (p. 242, el destacado es nuestro).

se necesita tiempo para ejecutar detalle por detalle la orden que dimana del examen de realidad” (p. 250, el destacado es nuestro).

Podemos imaginar que esa desatadura se cumple tan lentamente y tan paso a paso que, al terminar el trabajo, también se ha disipado el gasto que requería” (p. 252, el destacado es nuestro).

la ejecución de ese quite de libido (…es un) proceso lento que avanza poco a poco ” (p. 252, el destacado es nuestro).

Ahora bien, por una parte, el mundo urbano y global contemporáneo posee, entre otras, una característica insoslayable: vivimos en un contexto que nos confronta permanentemente con el tiempo en su dimensión sincrónica: la inmediatez y la instantaneidad caracterizan a las formas de comunicarnos y de socializar, formas mediadas fuertemente por la tecnología y la virtualidad, que trascienden la categoría del espacio y promueven una nueva concepción del tiempo que se torna real. Evidentemente, esto nos obliga a interrogarnos sobre los procesos psíquicos que no se correlacionan con el instante, la simultaneidad y la sincronía, y que requieren de un despliegue temporal diferente para poder desarrollarse.

Por otra parte, el mercado está siempre atento a las debilidades y necesidades de las personas y es allí donde puede ofrecer los objetos menos pensados y más tentadores para el consumidor actual. El caso del duelo frente a la pérdida de un ser querido no es la excepción.

Sin ser fatalistas respecto de los avances tecnológicos, nos interesa situar la pregunta acerca de las posibilidades que ofrece el mundo científico-tecnológico frente a situaciones que confrontan al ser humano con el límite y lo imposible, tal el caso de la muerte. Es frecuente que el discurso tecno-científico presente sus avances y nuevas posibilidades al modo de un universo de discurso, con la promesa de que a través de su uso la plenitud y la felicidad absoluta son posibles. Tal discurso es argumentado desde una estructura donde subyace la lógica de la completitud, sin fallas, pretendiendo constituir un todo-saber [2]. “Si la tecnología existe y está disponible, entonces hay que usarla”, este es el nuevo imperativo. Cualquier señalamiento o pregunta al respecto es leída como un atraso u obstáculo para el desarrollo del “progreso” humano.

El duelo constituye un ejemplo paradigmático de ciertas operaciones psíquicas estructurantes de lo humano que configuran procesos que requieren tiempo. Tales operaciones psíquicas, además, se organizan a partir de la lógica del no-todo, propia de la estructura del sujeto parlante.

El mundo contemporáneo y la realidad que no es ficción

Actualmente las aplicaciones web y redes sociales asiduamente nos ofrecen recuerdos de momentos pasados en imágenes, álbumes fotográficos con los mejores momentos de nuestro año, síntesis de nuestros viajes, entre muchos otros, recopilaciones y producciones no realizadas por nosotros sino por la inteligencia artificial de las aplicaciones. Por otra parte, la publicidad se desliza en la intimidad de nuestra PC o nuestros teléfonos portátiles, ofreciéndonos aquellos objetos y servicios nos interesarán, un marketing personalizado que sabe “leer” nuestros gustos y preferencias. En este mismo sentido y para citar otro ejemplo, desde 2013, un servicio llamado “That can be my next Tweet!” [3] ofrece analizar nuestro “twitter stream” e intentar crear un tweet que podríamos haber escrito nosotros mismos. Se trata de un algoritmo computacional que recopila todos los tweets del historial de la persona (también llamado en inglés “DNA tweet”) y esboza un comentario que debería ser similar a uno producido por la persona “real”.

En la actualidad un muy alto porcentaje de la población mundial participa activamente de las redes sociales y aplicaciones web, construyendo sus perfiles sociales en la Internet durante años y generando así un archivo personal digital característico de nuestra época. Esta construcción difiere del modo en que nuestros antepasados recopilaban sus recuerdos y producían objetos propios sobre su historia personal. Los archivos digitales actuales son vastos: de acuerdo con una serie de datos descriptos por el periodista Adam Ostrow [4] a mediados de julio de 2011, se estima que 48 horas de video son subidas a Youtube por minuto, 200 millones de Tweets son posteados cada día, y un usuario promedio de Facebook publica unas 90 piezas de contenido digital por mes. Es sabido que desde hace un tiempo han surgido los interrogantes [5] en las más usadas redes sociales respecto del destino de los contenidos digitales cuando una persona registrada fallece, la publicidad de su perfil y contenidos así como la posibilidad de darlos de baja. La nueva tecnología ha hecho necesario interrogarnos sobre los derechos, la privacidad y la confidencialidad de nuestra existencia virtual una vez que partimos del mundo “real”.

Las tecnologías avanzan exponencialmente en el sentido de poder descifrar, interpretar y manipular la información de manera cada vez más avezada, más “inteligente”, perfeccionándose cada vez más. Así, el drama relatado en “Be right back”, si bien en un tiempo futuro, no nos resulta demasiado lejano: Martha no encuentra consuelo frente a la inesperada muerte de su esposo Ash, quien muere en un accidente automovilístico el mismo día en que se mudarían a una nueva casa. En el velorio, su amiga Sarah le comenta sobre un nuevo servicio de dispositivo virtual experimental que permite a la gente comunicarse con sus seres queridos que han muerto, mediante el empleo de sus comunicaciones y contribuciones online. Un día Martha recibe un mensaje de Ash y se da cuenta que de su amiga la ha registrado en el servicio sin su consentimiento... Martha se enfada. Sin embargo, será en un momento muy particular cuando Martha recurra a la tecnología virtual y comience a usar el “servicio” disponible: ha confirmado que espera un hijo de su difunto esposo. En ese momento, la vemos vacilando hasta que finalmente recurre a su notebook y escribe un mensaje de texto a la persona virtual de Ash: “Solo escribo para contarte que estoy embarazada”.

A partir de allí, se inicia un recorrido en el que no hay vuelta atrás. En el proceso de duelo los sujetos pasan por diversas etapas. Es frecuente encontrar sueños, pero también fantaseos diurnos, donde las personas dialogan imaginariamente con quien ya no está físicamente, idealizando sus posibles comentarios, respuestas, reacciones. “¿Qué diría si él estuviera aquí?” La tecnociencia del escenario futurista le permite a Martha materializar estos diálogos y encontrar respuestas escritas (elaboradas a partir de todo el material escrito por Ash durante su vida, reproduciendo sus contenidos, pero también su estilo y modos de expresarse). Así, el texto virtual irá colmando la vida de Martha, “borrando” la falta de su objeto de amor. Primero serán mensajes de texto. Luego, cuando Martha manifieste que “desearía escuchar la voz” de Ash el servicio estará presto para ofrecerle avanzar hacia un nivel más, respondiendo literalmente a su demanda: poder dialogar con la persona virtual. De esta manera Martha comenzará a tener “charlas” con la persona virtual de Ash –mediante un sistema que recopila todo el material almacenado y disponible sobre su esposo y sintetiza la voz, el tono y los modismos de aquel-. Sabemos que la voz no es cualquier objeto, y –en nuestro mundo de ficción- el mercado ha tomado nota de esto, ofreciéndolo entre sus objetos.

Estas conversaciones comienzan a ocupar todos los momentos de la vida de Martha. Ella relata todo lo que siente y piensa a este dispositivo que ofrece una escucha atenta –ya que se retroalimenta permanentemente para alcanzar una mejor performance- y con dedicación exclusiva. Consecuentemente, Martha se irá alejando de sus lazos sociales reales, como vemos, por ejemplo, cuando en una ocasión prefiere continuar “hablando” con este servicio en vez de atender una llamada de su hermana. Deja de interactuar con otros, de compartir lo que le sucede, aislándose en una modalidad más bien autoerótica.

En un determinado momento, cuando en uno de sus diálogos Martha le dice a la persona virtual “eres muy frágil” (porque casi se rompe el teléfono portátil que le posibilita la comunicación), el dispositivo de inteligencia artificial la “seduce” comentándole sobre los beneficios de un nivel más avanzado, aún experimental y muy costoso: se trata de un androide de semejanza insospechada: toda la tecnología y el desarrollo científico puesto al servicio de generar un robot “a imagen y semejanza” de la persona perdida. Se trata del reemplazo perfecto, que puede incluso mejorar con el uso, satisfaciendo los pedidos y necesidades del consumidor.

El argumento, que inicialmente puede resultar verdaderamente siniestro, nos confronta con una situación extrema y ficticia, pero absolutamente verosímil. Más allá de los detalles, es bien cierto que –ya hoy en día- el mercado tecnocientífico está allí, agazapado, intentando obturar la falta y dispuesto a ofrecer los más variados objetos, verdaderos “gadgets” al decir de Lacan, para saciar nuestras necesidades, nuestros gustos, nuestro aburrimiento, nuestro “dolor de existir”... Más aún, la lógica mercantil produce necesidades para luego ofrecerse a colmarlas. Y los sujetos, por nuestra parte, preferimos ahorrarnos el pasaje por la angustia.

Ahora bien, nos interesa detenernos en un planteo que propone el filósofo contemporáneo Jean Baudrillard [6], quien ubica, al respecto de los avances tecnocientíficos y con claridad, una tesis fuerte: en la coyuntura contemporánea, “ la muerte, como evento fatal o simbólico, debe ser borrada ”. El autor propone que la humanidad, en la actualidad, está produciendo “la gran involución: su objetivo es, a través de la clonación y otras técnicas, liberarnos del sexo y de la muerte”(p. 7). Propone que, en el camino de la evolución, la revolución sexual, en el sentido del “advenimiento de la sexualidad en la evolución de las cosas vivas” es también la “revolución de la muerte”. Esto significa que es lo opuesto a la “infinita supervivencia de lo mismo”. Ahora bien, ¿qué sucedería si nuestra existencia virtual pudiera prolongarse indefinidamente? ¿Cuál sería el estatuto de la muerte? Baudrillard agrega que, en la coyuntura contemporánea, la muerte es incluida “sólo como realidad virtual” donde la perspectiva actual la considera una función inútil, al igual que al sexo y el pensamiento, entre otros.

¿No es cierto que –en la actualidad- la cultura nos empuja al “pare de sufrir” que refiere a no angustiarnos en ningún momento? No hay espera posible que permita la tramitación de ciertas operaciones, ya que esto es leído como una pérdida de tiempo, tiempo inútil. Época caracterizada por el imperativo a gozar, bien descrito ya por Jacques Lacan hacia los años ’70, donde el pseudo discurso capitalista empuja al goce ilimitado, a la consumición de objetos permanentemente, sin barrera ni límite alguno, invirtiendo así la relación sujeto – objeto, donde el consumido es el sujeto, encontrándonos a merced de una ley Otra, ¿la del mercado?

En la ficción que analizamos, la muerte de Ash queda completamente clausurada para su esposa. Martha establece una relación íntima con un dispositivo que es puramente virtual (evidentemente Martha ubica que esto no será bien tolerado frente al orden social y lo mantiene oculto). Asistimos a una abolición de todo lo que es “humano, demasiado humano en nosotros” (p. 17): y qué más humano que el trabajo de duelo frente a la muerte.

En este mismo sentido, nos resulta pertinente retomar un comentario del psicoanalista Héctor López en relación con el texto de Aldous Huxley “Un mundo feliz”, allí donde la tecnología y la lógica mercantil parecían haber borrado toda marca de lo “demasiado humano en nosotros”. En ese mundo “… todo el poder del estado global está al servicio de la construcción de una sociedad mansamente feliz. En el año 142 después de Ford (2050 de nuestro calendario) ya no hay familia, ni padres ni madres (…). No se conoce el incesto, ni el conflicto edípico, ni ningún deseo que enfrente a las generaciones. En ese mundo feliz, nadie quiere saber nada del deseo. ¿Sería ese no querer saber la inclinación “natural” del ser humano? Cuando Lacan nos dice en el seminario Aún que “el ser hablando goza y no quiere saber nada de nada¿nos estará advirtiendo de algo? La receta de la felicidad, ¿será el funcionamiento de lo simbólico sin sujeto, producto puro de la estupidez angélica del significante?” (López, 2006). Y en nuestro caso se trata precisamente de repensar el lugar del sujeto de lo que lo constituye como sujeto parlante. Y si bien Baudrillard describe magistralmente el movimiento actual dirigido a un pensamiento único, a la homogeneización de las diferencias, también es cierto que el episodio nos muestra el atractivo de los dispositivos hechos a medida: el mercado ha pesquisado la singularidad propia del sujeto que llevaba las marcas de un objeto irremplazable para quien solicita la tecnología, y hacia allí se dirige su perfección. Si bien la ciencia tiene sus límites –y es esto lo que le devuelve a Martha una y otra vez la pauta de que no se trata de su amado y perdido Ash- el horizonte apunta a la singularización y recreación cada vez más ajustada del robot de diseño.

Para pensar entonces el impacto de la tecnología en el campo de la subjetividad, retomamos el dispositivo ético desarrollado por Armando Kletnicki (2000). Allí el autor establece un modo que permite introducir un debate a partir de poder establecer cuándo un avance científico-tecnológico representa una mediación instrumental para restaurar o reparar una función y cuándo “arriesga ubicar al sujeto en un irremediable déficit” (Michel Fariña, 2012). Es decir, los avances pueden transformar lo simbólico, y frente a ello deberemos reflexionar y producir pensamiento al respecto, pero tales transformaciones no implican un riesgo para la condición humana. En cambio, hay otros usos de los avances científico-tecnológicos que ponen “en jaque” lo propio de nuestra “especie”, sentando las condiciones de posibilidad para producir una afectación del núcleo real, aquello que atañe a lo propiamente humano.

En la escena final, la expresión adormecida, casi inanimada de Martha, ubica la paradoja de no poder deshacerse de este objeto gadget que ha venido a suplir la falta del objeto irremplazable, pero a la vez, quedar petrificada en la vida, imposibilitada de realizar el trabajo de duelo [7]. Consecuencia de un objeto que ha obturado la falta, se ha producido, entonces, cierto efecto de “anestesiamiento” respecto del deseo, el “goce de la nada” [8], no hay lugar para el deseo.

Conclusiones

Es en el cruce de los discursos de la ciencia y la tecnología, la subjetividad y el mercado, donde hemos intentado introducir algunos interrogantes desde una posición ética, es decir, en pos del resguardo de lo propio de la “especie” humana. La advertencia, tal como sostiene Baudrillard, es en relación con “considerar la posibilidad de que el verdadero “progreso” de la ciencia no sigue en realidad una línea recta, sino una curva: (…) que se dirige a una verdadera involución”. Para ello, detenernos e interrogar el uso de estos avances, así como poder hacer lugar a la dimensión del tiempo, se torna necesario. ¿Qué sucedería si la tecnología virtual pudiera ofrecernos un objeto reemplazo del objeto perdido? ¿Muere “realmente” quien muere? ¿Qué implicancias tendría este tipo de dispositivos en el ser parlante? ¿Qué posibilidades de inscribir la pérdida? ¿Cuál pasaría el ser el estatuto de la muerte? ¿Qué concepción de sujeto subyace en la posibilidad de que alguien pueda prolongar su existencia a partir de sus contribuciones en la Internet y archivos virtuales construidos a lo largo de su vida? Hacia allí seguiremos pensando.

Bibliografía

FREUD, S. (1917 [1915]). “Duelo y melancolía”. En Obras Completas, Amorrortu Editores, Volumen 14, Buenos Aires, 2006, pp 235-255.

BAUDRILLARD, J. (2000). La solución final: la clonación más allá de lo humano e inhumano. En La ilusión vital, Siglo XXI, España, 2010.

KLETNICKI, A. (2000). Un deseo que no sea anónimo. Tecnologías reproductivas: transformación de lo simbólico y afectación del núcleo real. En La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y restitución de niños, Lumen/Humanitas, Buenos Aires, 2000.

LÓPEZ, H. (2006). “El goce de nada en un mundo feliz”, en Revista Imago-Agenda Nº 102, Agosto de 2006, Letra Viva, Buenos Aires.

MICHEL FARIÑA, J. J. (2012). “Almodóvar con Sofocles: De humani corpori fabrica”. En (Bio)ética y cine. Tragedia griega y acontecimiento del cuerpo, Letra Viva, Buenos Aires, 2012.



NOTAS

[1Esta serie, dirigida por Charlie Brooker y lanzada en 2011 presenta una línea argumental en relación con la articulación de los avances tecnocientíficos y los impactos en el campo de la subjetividad, con una mirada perspicaz y sutil que confronta al espectador a los más inquietantes interrogantes éticos sobre el futuro de la humanidad.

[2Tal la caracterización propuesta por Jacques Lacan acerca del “amo moderno” en su Seminario XVII.

[4En julio de 2011 Adam Ostrow dio una conferencia TED titulada “After your final status update”, que puede ser traducida como “Después de su actualización de estado final”.

[5El sitio web www.Ifidie.net ofrece elaborar un texto que será mostrado póstumamente en las redes sociales. A continuación, el spot publicitario: https://youtu.be/sdzCELofGgE

[6Jean Baudrillard, filósofo y sociólogo francés que nació en 1929 y falleció en 2007. Su trabajo se relaciona con el análisis de la posmodernidad y la filosofía del posestructuralismo.

[7Si bien excede el marco del presente trabajo, señalamos que queda la pregunta delineada en el horizonte acerca de qué ha podido Martha transmitir a su hija sobre el padre.

[8López, Op. Cit.





COMENTARIOS

Mensaje de Jimena Palmisano  » 29 de octubre de 2016 » Palmisanoji@hotmail.com 

Hola, Giselle. Me parecen interesantes los interrogantes que desplegas en relación a cómo repercuten en la subjetividad estos avances que sin duda van de la mano de cómo se posiciona el Discurso cientifico en la época actual. Retomando al Lacan de "Psicoanalisis y Medicina" (1966), podemos pensar que estos progresos suponen "meros reales" que nada saben de la dimension de goce del cuerpo, de qué quiere un cuerpo, que es lo que se ve cuando Martha comienza a convivir con este segundo Ash. O en términos de los redondos, para seguir el hilo de tu cita inicial, avances que no pueden darnos más que "un par de promesas". Saludos!



Mensaje de Agustin Fernandez  » 4 de octubre de 2016 » agustin.fernandez83@gmail.com 

Muy interesante el artículo y los interrogantes desplegados. Posiblemente hoy, a 5 años del informe sobre redes sociales que se cita en el artículo, los datos circulando en internet sean muchísimos más. Me quedo con esto ¿qué efectos para el intercambio, de las nuevas tecnologías? Me recuerda una escena de una de las últimas películas de Godard (Adiós al lenguaje), en el recuadro solo se ven las manos: dos personas intercambian un celular y escriben o interactúan con él indistintamente y una tercera persona lee un libro y pasa las páginas. Saludos!!



Mensaje de Mariana Túnica  » 25 de septiembre de 2016 » mariana@etniascasting.com.ar 

Los niños pequeños, cuando se les pierde un objeto muy querido, no aceptan reemplazarlo por otro insisten en recuperar su objeto original.
También así el ser humano adulto muestra gran renuencia a abandonar sus objetos de amor, objetos que cubren agujeros, que llenan espacios difíciles de suplantar. Imposibilidad de ser reemplazados. La
aceptación de la muerte, en una tarea muy difícil ya que no tenemos registro de nuestra propia muerte en el inconsciente, y cada uno de nosotros, esta convencido de su inmortalidad. Solemos tratar a la muerte como algo contingente, no como natural.
El duelo según Freud y como dice Gisela Lopez en su texto “ no puede cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura, y entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico ” (p. 242, el destacado es nuestro).“se necesita tiempo...
¿Pero que pasa cuando ese proceso de duelo queda suspendido?
En el mundo de la inmediatez en el que vivimos, con la premisa “todos a gozar y a gozar ya”, surge en el mercado el “sustituto” paliativo del dolor. Reemplazar el objeto amado y hasta clonarlo de ser posible,negando su ausencia.
Que pasa si se nos quita la posibilidad de reescribir la perdida como tal? La importancia de tramitar ese acontecimiento, y dejar nuestra huella inscripta en el tiempo.
Quedaremos atrapados en ese tiempo eterno, sin la posibilidad de avanzar, como le sucede a Martha al no poder deshacerse de su objeto gadget de amor



Mensaje de Juan Manuel Rosales  » 15 de septiembre de 2016 » jmrosales@microsules.com.ar 

El capítulo me resultó más que perturbador, sobre todo por la cercanía que tiene con el presente. Hoy la vida útil es una cadena de barras que van desapareciendo a medida que pasa el tiempo. El corazón de una persona podría estar conectado a un smart phone, pieza central que hace que todo lo demás funcione. Un smart phone automáticamente realiza todos los lazos a las infinitas redes sociales del portador (Facebook, Instagram, Twitter, Tinder y tantas otras) en base a sus contactos, contiene la música que le gusta, los libros que lee y realiza propuestas en base a sus gustos. Incluso puede encender un automóvil. Que a uno le roben el teléfono móvil es que le roben la identidad, todo lo que uno representa, lo más íntimo. Que un padre le revise el celular a su hijo o una persona a su pareja es una violación inaudita a la intimidad de la persona.

La confrontación con la falta del tiempo necesario para el proceso duelo debido a un mercado lleno de productos vertiginosos, la necesidad de obturar la falta por medio de miles de gadgets para todos los gustos que desarrolla el artículo parece relacionarse fuertemente con la relación de las personas con estos aparatos, objetos externos que contienen lo más íntimo de los sujetos. Lacan introduce el objeto a, refugio del goce y componente de la estructura significante sin ser un significante, plus de gozar, haciendo uso del concepto de extimidad; algo íntimo en el Otro significante y exterior como lugar del significante. Estos dispositivos que contienen toda la información del sujeto, que hasta permitirían “clonarlo” usando sus recuerdos y vivencias más representativas, resultan algo totalmente exterior que contiene toda su intimidad, algo éxtimo que funciona como vacío donde depositar todo su goce.



Mensaje de Florencia Davidovitch  » 10 de septiembre de 2016 » florencia_4@hotmail.com 

Frente a este nuevo escenario posibilitado por la tecnología, es interesante la postura mercantil que se plantea, donde el dinero puede comprarlo todo e incluso revivir a los muertos. Podemos preguntarnos entonces, qué sucede cuando los límites entre lo real y lo virtual se desdibujan. Si lo virtual se ha vuelto físico y la copia no se diferencia del original, ¿es realmente una copia?

Otra mirada interesante también sería pensar la detención del duelo y el estado de Martha, quien vive en una indefinida melancolía -donde la sombra (o el eco) del objeto ha caído sobre ella- pero haciendo foco en los efectos que produce en su hija. ¿Qué sucede con esa niña? La madre, al no renunciar a su amor por Ash, está abandonando a su hija, no dejando vacante alguna para que un padre pueda ir a ocupar ese lugar que ha sido rellenado. Un relleno, que como bien se presenta en el trabajo, tapona la falta y no permite que se constituya un sujeto barrado. Ash-máquina ocupa en esa realidad virtual un lugar físico – he aquí lo siniestro- no dejando lugar para que un padre simbólico se pueda asumir en la función de padre. ¿Qué figuras identificatorias van a operar como modelos para esa niña? ¿Qué modos de vincularse se le pueden transmitir? Ash nunca fue padre, y una maquina no puede copiar lo que un sujeto no fue. Lo que puede imitar es a un Ash detenido en su devenir en el momento de la muerte, no pudiendo la máquina desempeñarse en un lugar del cual no hay antecedentes. Pero entonces, ¿cómo se construye el mito del origen para esta niña? En el mito se construye una verdad subjetiva, sostenida en una trama ilusoria pero real, donde su carácter verdadero queda del lado de la eficacia simbólica de una realidad fantasmática. En esta historia, el relato gira en torno a una farsa que evita a toda costa la verdad y se sostiene en una trama de ocultamiento permanente: un eco de padre ocultado en el ático. Los silencios, las ausencias, el ocultamiento, son elementos propios de lo siniestro y van a configurar una trama psíquica acorde a eso, con fallas y baches. ¿Podrá entonces esa niña constituirse como sujeto de deseo? Realmente lo dudo.




Película:Black Mirror

Titulo Original:Black Mirror

Director: Owen Harris

Año: 2013

Pais: Reino Unido