Facultad de psicología - Universidad Nacional de Córdoba
Resumen
El trabajo comprende una lectura de la miniserie Así nos ven a partir de los constructos teóricos de la bioética y biopolítica. El objetivo es trazar paralelismos con el concepto Foucaultiano de suplicio y exponer los fenómenos segregativos que sufren ciertas minorías, bajo la operatoria del biopoder, dando cuenta de las diversas estrategias que se llevan a cabo en el mundo y que apuntan a la eliminación de ciertos cuerpos. La metodología utilizada es de carácter cualitativo y el método, descriptivo. Entre las principales conclusiones se observa un fondo supliciante en los mecanismos de funcionamiento de la sociedad, colocando al cuerpo como objeto sujetado en un campo político regido por relaciones de poder, a partir de las cuales tiene un valor de mercado. Hoy, y pese a la existencia de tratados, declaraciones y pactos internacionales sobre derechos humanos, los suplicios siguen vigentes, hecho que torna central y necesaria la reflexión bioética en pos de una sociedad que bregue por los principios de dignidad, derechos humanos, igualdad, justicia y equidad, no discriminación y no estigmatización.
Palabras Clave: Bioética | biopolítica | suplicio | segregación
Líneas introductorias
El arte cinematográfico, es un recurso invalorable sobre todo cuando sus narraciones presentifican aconteceres y vivencias subjetivas de otros tiempos. Este revivir sucesos que han quedado fuertemente enclavados en la historia de la humanidad, no solo permite dar a conocer a nuevas generaciones aquellos acontecimientos traumáticos y dilemáticos, sino que nos invita a reflexionar exhaustivamente sobre ese pasado, que se repite a veces sistemática y silenciosamente en nuestro presente.
“Todos los hombres negros que estuvieron anoche en el parque son sospechosos, los quiero a todos”…
Así nos ven… “¿Por qué nos hacen esto?”
Todas y cada una de las palabras que anteceden, resuenan con el peso del sufrimiento, de la discriminación y la segregación de guetos minoritarios. La primera frase, de la fiscal Linda Fairstein, la segunda, de uno de los pequeños acusados.
“Así nos ven”, (When They See Us, Estados Unidos, 2019), es una magnífica miniserie producida por Netflix, que narra meticulosamente una historia verdadera que conmociono al mundo entero. Se trata del popular caso de cinco adolescentes de Harlem, conocidos como “los Cinco del Central Park”, a quienes condenaron por una violación que no cometieron. El foco está puesto de manera comprometida en la visibilización del corrupto engranaje judicial de los Estados Unidos, en la impericia de las investigaciones policiales que de forma deliberada y apresurada se llevaron a cabo, dejando expuesta la opresión funcional que sufren las minorías y la vulnerabilidad de estas, que no disponen de las herramientas para defenderse ante un sistema que los estigmatiza y los condena.
Esta miniserie, ilustra muchas cosas, algunas de ellas que serán exploradas en las sucesivas líneas son: la advertencia sobre las diversas estrategias que se vienen llevando a cabo en el mundo que apuntan a la eliminación de los cuerpos o su segregación, muestra cómo el poder se vale de ciertos mecanismos que toman como objeto a la vida controlando desigualdades a partir de las cuales determinados grupos se convierten en meros residuos, es decir en cuerpos superfluos (Giorgi & Rodríguez, 2009), ilustra el fondo supliciante en los mecanismos de funcionamiento de la sociedad “un fondo, que no está por completo dominado, sino que se halla disfrazado, cada vez más ampliamente por una penalidad de lo no corporal” (Foucault, 2014: p.25), y nos demarca un reto, el de la reflexión y construcción bioética de una sociedad que bregue por los principios de dignidad, derechos humanos, igualdad, justicia y equidad, no discriminación y no estigmatización.
No creo que debamos admitir algo que no hicimos…
Los adolescentes Kevin Richardson, Antron McCray, Yusef Salaam, Korey Wise y Raymond Santana estuvieron el 19 de abril de 1989 en un sector del Central Park de Nueva York; parque en el que Trisha Meili, una banquera que había salido a correr, era brutalmente atacada y abusada sexualmente, quedando en coma y con secuelas irreversibles. La historia abarca 25 años de injusticia, sufrimiento, 25 años de cuerpos supliciados.
En el afán de resolver el caso con rapidez para tranquilizar a una ciudad cuyo índice de criminalidad era alarmante, la fiscal Linda Fairstein presiona a su equipo para que interrogue a todos los jóvenes que estuvieron en el lugar de los hechos, directiva brindada con un mensaje subyacente: apuntar a los afroamericanos, violar los protocolos y fabricar evidencia en su contra. Se puede ver cómo en los primeros episodios la manipulación al grupo de jóvenes es brutal y escandalosa. De esta forma, quienes luego pasarían a ser denominados “los cinco del Central Park” fueron hostigados, golpeados, sometidos a un interrogatorio inaudito, sin adultos presentes, alejados de sus familias y forzados a brindar testimonios falsos bajo amenaza, lo que culminó con su detención (La Nación, 2019).
¿Qué es todo esto sino un entramado de prácticas supliciantes y segregativas que se vinculan con el fenómeno de la biopolítica, ampliamente descripto por Michel Foucault (2012)?
Los suplicios corporales, no son un fenómeno nuevo, se remontan a épocas de la historia antigua y han sido trabajados por Foucault, en su obra Vigilar y castigar (2014), en la cual retoma a Jaucourt, para comenzar a definirlo como: “pena corporal, dolorosa, más o menos atroz” (Jaucourt en Foucault, 2014, p. 17). Este es el puntapié inicial para relatar los tipos y formas de castigos en los que el cuerpo de los condenados era descuartizado, amputado, marcado simbólicamente en el rosto o en el hombro, expuesto vivo o muerto, ofrecido en espectáculo. Si bien Foucault expone en un primer esbozo la idea de la desaparición del mismo, (fines del siglo XVIII y principios del XIX), posteriormente concluye que:
la reducción del suplicio es una tendencia arraigada en la gran transformación de los años 1760-1840, pero no está terminada, y puede decirse que la práctica del suplicio ha obsesionado durante mucho tiempo nuestro sistema penal y aún está presente en él (Foucault, 2014, p. 24).
Es este fondo supliciante que aún no ha desaparecido, el que permite desentramar diversas lecturas sobre los modos en que se dan ciertos castigos y penas, sobre todo hacia guetos minoritarios, pero además es el que nos advierte sobre nuevas modalidades de suplicios que conciernen a lo no corporal. Escribe Bassols en (Delgado & Fridman, 2017):
no hay, de hecho, segregación mas radical que la que se funda en la negación de la palabra del sujeto. Cuando a alguien se le niega el derecho a la palabra, se le niega lo mas fundamental el reconocimiento simbólico de su ser en relación a los otros” (Bassols en Delgado & Fridman, 2017, p.7)
Cuando Foucault refiere primeramente a la desaparición del suplicio en tanto desaparición del cuerpo como blanco mayor de la represión penal, lo hace pensando en dos dimensiones: el espectáculo que se borra y el relajamiento de la acción sobre el cuerpo del delincuente (Foucault, 2014). En cuanto al primero, dirá que el gran espectáculo punitivo constituido por la visualización de las penas físicas en el marco de una serie de ceremonias y ritos que acompañaban aquellos castigos y que concluían con la muerte del criminal, dejó de formar parte del aparato teatral al que se exponía ese sufrimiento, es decir el cuerpo supliciado comenzó a ser disimulado e invisibilizado.
Traspolando los aportes de este autor al análisis de la serie, podemos pensar en la operatoria de visibilizar-ocultar que allí se narra. Se visibiliza a los “culpables”, –espectáculo teatral del sufrimiento– se los expone para que la sociedad vea quienes son –condena social–, y posteriormente se los borra, se los invisibiliza, se los desaparece, elemento constitutivo del escenario moderno. Pues la “persona peligrosa”, en la serie “los negros” primero deben quedar marcados como lo malo, lo degradante, para posteriormente quedar encerrados, ocultos, permanecer en las sombras, privados de la mirada de otro.
Foucault, hablará también sobre el rol del pueblo en tanto actor protagonista y requisito esencial para la consecución del suplicio. Aquí podemos tender un puente con la sociedad actual, en la cual existe una responsabilidad compartida en “ver o no ver” bajo ciertas circunstancias al Otro considerado disminuido y diferente.
Desde el psicoanálisis, Freud enunciaba que es imposible amar al otro, siempre estará la agresión inconsciente que termina siendo eficaz, el racismo, la segregación, la xenofobia son expresiones de ello. Para Freud, la pulsión agresiva es el motivo principal de los conflictos (Freud, 1929 [1995]). En este sentido, en reiteradas oportunidades, somos testigos del aval a ciertos métodos de castigo y encierro permaneciendo indiferentes bajo el atravesamiento de discursos característicos de un ethos epocal como: “los negros son sospechosos”, “los extranjeros usan los recursos del Estado”, “a los inmigrantes los tiene que mantener el Estado”, etc.
Pues la miniserie “Así nos ven”, permite cartografiar ciertas prácticas discursivas resonantes que dan cuenta de lo antes dicho: “Algunos gays indigentes que vieron algo…”, “estaban loqueando…”, “estos animales…”, “ellos no son niños, violaron a una joven…” (Así nos ven, 2019).
Siguiendo la línea de elucidación, específicamente en lo que al relajamiento de la acción sobre el cuerpo del delincuente refiere, Foucault lo escribe desde la pesquisa de la desaparición del cuerpo como blanco mayor de la represión penal, argumentando que, aunque la prisión, la reclusión, los trabajos forzados, la deportación entre otras, son penas “físicas” y recaen sobre el cuerpo, la relación de éste con el castigo no es la misma que la que se daba en los suplicios. Sin embargo, concluye diciendo que: “[…] castigos como los trabajos forzados o incluso la prisión no han funcionado jamás sin cierto suplemento punitivo que concierne realmente al cuerpo mismo: racionamiento alimentario, privación sexual, golpes, celda […]” (Foucault, 2014, p. 20-25).
Decanta de todo lo escrito que los cuerpos son los grandes protagonistas, las marcas (y con ellas refiero no solo a las marcas físicas, sino también psíquicas), pueden verificarse y con ellas, todo un aparato que pone en juego permanentemente relaciones de poder y dominación. Pienso que aquí y desde mi perspectiva, no solo tienen relevancia las operaciones degradantes realizadas a los cuerpos, en tanto materialidades, sino también la anulación subjetiva que se da, se los coarta por la sencilla condición de ser Otros. Su mutilación es total.
Si bien Foucault (2014) relata que ya no hay suplicios en los que al condenado se le abra el vientre para arrancarle las entrañas o se le divida su cuerpo en cuartos, podemos pensar en nuevas modalidades de suplicios que conservan el mismo objetivo: la degradación del sujeto y su exposición para que sea la sociedad, la que avale esos procedimientos. Sobre todo, si esos sujetos integran grupos minoritarios, es decir, principales destinatarios de prácticas y modos de operar segregativos.
Ejemplo de ello es Korey Wise, el único acusado mayor de edad quien, al ser trasladado a una prisión para adultos y no a un centro de detención juvenil como el resto de sus amigos, es tratado de manera infrahumana, estando al borde de la muerte en varias ocasiones. Para poder seguir con vida, debe solicitar una celda de aislamiento, de máxima seguridad; la vida nuevamente tiene posibilidad en la oscuridad y la soledad.
Entonces, ¿no son estos, suplicios visibles y al mismo tiempo invisibilizados? Claro que sí, y afectan a todos los cuerpos que están sumergidos en los diferentes procedimientos que instaura un modelo capitalista restrictivo de derechos.
La anulación, aquello que Foucault retomaba como el último vestigio de los grandes suplicios, donde los paños eran puestos sobre los cuerpos para ocultarlos, recobra sentido en la serie. Pues anular, ese imposibilitar al otro a pedir ayuda, a llamar a sus padres, a decir la verdad, termina siendo un rasgo constitutivo del sistema. “¿Ha venido mi madre?” pregunta el pequeño Antron McCray, “no hice lo que dicen que hice” solloza Raymond Santana.
Aquí, la manipulación es uno de los ejes centrales en los que vemos cómo la justicia y los medios despojan a los acusados de identidad para ser tratados como una manada salvaje para la que Donald Trump pedía por entonces la pena de muerte.
Se trata pues de controlar al sujeto y neutralizar su estado de “presunta peligrosidad”, lo que deriva en una situación de exclusión, confinamiento, vigilancia y encierro: en definitiva, muertes simbólicas.
Todo esto responde como mencioné con anterioridad a un tipo de lógica dada por la biopolítica, fenómeno del cual los cuerpos no son ajenos, sino constitutivos.
Michel Foucault manifiesta primeramente en Historia de la Sexualidad I. La voluntad del saber, que habría que hablar de biopolítica para designar: “lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de transformación de la vida humana” (Foucault, 2014, p.135). Posteriormente, en “El nacimiento de la Biopolítica” designará con esa noción a, “la manera como se ha procurado desde el siglo XVIII, racionalizar los problemas planteados a la práctica gubernamental por los fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población: salud, higiene, natalidad, longevidad, razas […]” (Foucault, 2012, p. 359).
De la biopolítica, deriva el biopoder; es decir, la explosión de técnicas diversas y numerosas para obtener la sujeción de los cuerpos y el control de las poblaciones es lo que dará inicio a la era de un biopoder (Foucault, 2014).
En otras palabras, el biopoder sería entonces un nuevo tipo de tecnología del poder que surge del Estado con el fin de asegurar en la población aspectos como: salud, seguridad y productividad colectiva: “es una forma de poder ejercida en el cuerpo y tiene aspectos específicamente anatómicos y biológicos” (Guiraldo Díaz, 2006, p.103). El biopoder constituiría una de las condiciones de producción del capitalismo, teniendo como principal consecuencia la creciente importancia adquirida por el juego de la norma a expensas del sistema jurídico de la ley (Foucault, 2014). Ese biopoder, es el encargado de cualificar, medir, apreciar y jerarquizar, realizando distribuciones en torno a la norma; esto hace que se hable de sociedad normalizadora como efecto histórico del biopoder. Para lograr este cometido, se vale de ciertos mecanismos continuos, reguladores correctivos y de sujeción como los de individualización, identificación y normalización que pueden presentarse a través de la identidad y la pertenencia (Giorgi & Rodríguez, 2009).
Ese biopoder opera conforme a determinados cánones de lo que se considera por ejemplo seguridad, ¿Quiénes son peligrosos?, ¿sobre qué cuerpos se debe vigilar y oprimir?, en la serie, los negros del Harlem encarnan esa figura y en consecuencia todos los mecanismos se disponen al servicio de validación de dicha afirmación.
A esta altura, creo pertinente sumar a la reflexión la dimensión bioética. Pero una biótica crítica, analítica, alejada de aquella principialista –anglosajona–, dada su mirada reduccionista de los dilemas que se presentan en los aconteceres sociales.
En este sentido, retomo la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos aprobada en el año 2005 por parte de la UNESCO, en la cual se establece que: “por el hecho de inscribir la bioética en los derechos humanos internacionales y de garantizar el respeto por la vida, la Declaración reconoce la interrelación entre la ética y los derechos humanos en el terreno concreto de la bioética” (UNESCO, 2005, p. 2).
La importancia que ha dejado plasmada esta declaración se sustenta en el foco puesto al tratamiento de las cuestiones éticas relacionadas con la medicina, las ciencias de la vida y las tecnologías conexas aplicadas a los seres humanos, teniendo en cuenta sus dimensiones sociales, jurídicas y ambientales. Pero además, su relevancia decanta en el marco universal de principios y procedimientos que ha propiciado y que sirven de guía a los Estados en la formulación de legislaciones, políticas u otros instrumentos en el ámbito de la bioética (UNESCO, 2005).
Pues, a partir de aquellos principios, se establecen entre otras cuestiones que se habrán de respetar plenamente la dignidad humana, los derechos humanos y las libertades fundamentales; es decir, la igualdad fundamental de todos los seres humanos en dignidad y derechos, de tal modo que sean tratados con justicia y equidad. Ningún individuo o grupo debería ser sometido por ningún motivo, en violación de la dignidad humana, los derechos humanos y las libertades fundamentales, a discriminación o estigmatización alguna (UNESCO, 2005).
Este marco de principios, orientados fundamentalmente al respeto de los derechos humanos, permite pensar en las diferencias que se inscriben en las sociedades, diferencias planeadas y funcionales al sistema que recaen sobre guetos minoritarios, desechándolos, culpabilizándolos y estigmatizándolos. A fin de cuentas, la advertencia es colectiva, en tanto vale la pena finalizar estas líneas con algunos interrogantes disparadores: ¿Cómo procedemos cada uno de nosotros ante los fenómenos segregativos? ¿Somos funcionales a ese sistema?, o ¿nos rasgamos las vestiduras de los derechos humanos y la igualdad, pero actuamos cotidianamente segregando bajo la excusa de “la seguridad”, “la privacidad”, etc.?
Colofón
En palabras de Foucault:
[…] el cuerpo está también directamente inmerso en un campo político. Las relaciones de poder lo convierten en una presa inmediata: lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicios, lo fuerzan a trabajos, lo obligan a ceremonias, exigen de él signos. Este cerco político del cuerpo va unido, en función de relaciones complejas y reciprocas, a la utilización económica del cuerpo […] el cuerpo solo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido […] (Foucault, 2014, p. 35).
¿Cómo no volver a este pensador, una y otra vez? No sólo desde los castigos y procedimientos supliciantes sobre los cuales trazamos un paralelismo, ya que hoy, y pese a haber tratados, declaraciones y pactos internaciones para su desaparición siguen vigentes, sino también desde la comprensión del cuerpo como objeto sujetado en un campo político regido por relaciones de poder, a partir de las cuales tiene un valor de mercado.
Ya no es el descuartizamiento, el suplicio se reinventa operando en la “solución” de problemas sociales, monstruosidades que deben ser extirpadas de la sociedad.
Violar, golpear, segregar, la lista podría continuar; ¿no son estos suplicios? ¿No son estas pues muertes simbólicas? ¿Qué podemos decir desde nuestra posición sobre estas prácticas restrictivas y denigrantes? ¿Cómo desactivar las practicas hegemónicas estigmatizantes?
La historia se repite, una y otra vez, los suplicios se reconvierten, cambian sus modos, pero ahí están, esto merece no solo un reflexión bioética en pos de una sociedad que bregue por los principios de dignidad, derechos humanos, igualdad, justicia y equidad, no discriminación y no estigmatización, sino también un compromiso activo, ético, en las diferentes practicas que llevamos a cabo, nos solo como profesionales sino como ciudadanos y pares.
Quisiera concluir estas líneas con dos fragmentos discursivos sumamente significativos que extraje de la serie propuesta y que ameritan su transcripción: “cuando la policía quiere lo que quiere, hace lo que quiere…”, “¿Por qué nos tratan así?, ¿De qué otra forma nos han tratado?...”
Referencias
De Niro, R., DuVernay, A., King, J., Skoll, J., Rosenthal, J., Welsh, B. & Winfrey, O. (Productores). Ava DuVernay (Directora). (2019) Así nos ven [cinta cinematográfica]. EE.UU: Participant Media, Harpo Films, Tribeca Productions & Forward Movement.
Delgado, O. & Fridman, P. (2017). Indagaciones psicoanalíticas sobre la segregación. Buenos Aires: Grama.
Freud, S. (1929 [1995]). El malestar en la cultura. Obras completas Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu.
Foucault, M. (2012). Nacimiento de la Biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica
— (2014). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
— (2014). Historia de la sexualidad I: la voluntad de saber. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Giorgi, G. & Rodríguez, F. (2009). Ensayos sobre Biopolítica. Excesos de vida: Gilles Deleuze, Michel Foucault, Antonio Negri, Slavoj Žižek, Giorgio Agamben. Buenos Aires: Paidós.
Guiraldo Díaz, R. (2006). Poder y Resistencia en Michel Foucault. Tabula Rasa, 4, 103-122.
La Nación (2019). Así nos ven: una escalofriante miniserie sobre un caso real que conmociono a Estados Unidos. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/series-de-tv/asi-nos-ven-escalofriante-miniserie-caso-real-nid2255368
NOTAS
Luego de esta lectura siento pertinente traer una frase del texto "20 años son nada", el cual refiere a las torturas durante la dictadura militar sufrida en nuestro país: "No existe código exterior que pueda determinar los límites singulares de cada cuerpo", pero aquí es clara la intervención estatal, en este caso, sobre estos jóvenes, desde su transformación en enemigos de la sociedad, "justificando su desaparición como beneficioso para su especie" (Bleichmar, 2009), manipulando "la ley", judicializando el color de piel, la pobreza o cualquier origen que el status quo entienda como amenaza o "pre-delincuentes" como solía decirse en EE.UU durante la Doctrina de la situación irregular. También es claro que esto continúa sucediendo a la sombra de la Convención de los derechos del niño, Convención Americana sobre Derechos Humanos, etc. Basta con viajar en colectivo y toparse con un "control policial", en el que por "procedimiento" obligan a descender a ciertos/as pasajeros/as, requisar su cuerpo y todo aquello que tengan en ese momento. Frente a ello, no hay palabra, sólo hay límite singular, con el fin, (en palabras de la autora de éste análisis): "de controlar al sujeto y neutralizar su estado de “presunta peligrosidad”, lo que deriva en una situación de exclusión, confinamiento, vigilancia y encierro: en definitiva, muertes simbólicas."
Me pareció un excelente análisis.
Cuando ocurrió el hecho en el Central Park, la ciudad de Nueva York se encontraba bajo unos niveles de violencia altísimos, casi 2000 asesinatos se registraron solo en el año 1989. A esto hay que sumarle la amplificación que los medios daban a cada caso, buscando generar la indignación en una población que se veía impotente ante hechos como los descritos en la serie. "When they see us" (titulo original de la serie) lleva a pensar que "cuando nos ven" (en su traducción literal), nos ven como el enemigo, como una otredad culpable que debe ser aniquilada. Los discursos moralistas que aparecen en situaciones así (como el de Donald Trump, pidiendo la pena de muerte) provocan lo que podría ser pensado como una pulsión "social" de muerte, donde la misma sociedad dividida entre "buenos" y "malos" busca la destrucción del otro "bando" por verlo culpable de todos los males. Y tanto penetran estos discursos que hasta los propios familiares de las victimas en algún momento llegan a pensar que sus hijos pueden ser culpables. Una vez que los sujetos ya son reconocidos como culpables, es el biopoder el que se encarga de llevar a cabo los suplicios que padecieron estos 5 jóvenes.
Resulta bastante increíble (viéndolo hoy, 30 años después) como nadie desde la fuerza del estado (policías, fiscales, jueces, etc.) se cuestiona la culpabilidad de estos chicos, todos se comportan como un engranaje de una maquina decidida a castigar donde nadie se ve como culpable de un(os) delito(s), sino que se piensan a ellos mismos como los que velan y actúan por la seguridad de los "buenos". Solo a estos se les respetan sus DDHH, quedando suspendidos para todo el resto. Creo importante que como sociedad deberíamos estar mas instruidos en cuestiones de ética y bioetica, lo que nos permitiría tener herramientas para poder desarticular discursos moralistas, sobre todo en tiempos de crisis, cuando actuar se vuelve mas importante que pensar y donde se ponen en peligro la dignidad y subjetividad humana en pos de la "seguridad".
Sobre las nuevas modalidades de suplicio que cita este artículo en referencia a la serie, debo decir que este fue un punto que realmente me impacto a medida que miraba lo capítulos.
Si bien conozco algunas ideas de Foucault y había leído el libro “Vigilar y castigar”, este autor no vino a mi mente sino hasta leer este artículo, en donde quedan articuladas ciertas ideas con el guion de manera muy acertada. Las formas de manipulación subjetiva a través del tratamiento corporal que mencionaba como impactantes a mi persona fueron en primer lugar las largas horas a las que los cuerpos de los acusados fueron expuestas a interrogatorio, en algunos casos sin comer ni beber absolutamente nada, sin dormir, en aislamiento de figuras cercanas a ellos que sirvan de contención.
Un cuerpo aislado, con hambre, sueño, cansancio, miedo y el stress entre los factores principales manipulados por el Biopoder. Parecen ser los condimentos perfectos para lograr de manera efectiva un estado de quiebre emocional e intelectual que propicie un escenario perfecto para ejercer el poder y mediante él (y otras maniobras) manipular el sistema judicial.
Otra forma de manipulación subjetiva mediante el Biopoder que llamó mi atención es lograda a través de la mentira. A los acusados se les dice que si confiesan (lo ponen en esos términos, pero en realidad les están pidiendo que digan algo que no es verdad) podrán “irse a casa”. Desde mi posición orientada a la perspectiva de considerar al sujeto en una total integridad mente-cuerpo, utilizar el recurso de la mentira es una manipulación corporal, ya que además esto no es sin consecuencias para incrementar la situación de stress que vivieron los acusados.
Película:Así nos ven
Titulo Original:When They See Us
Director: Ava DuVernay
Año: 2019
Pais: USA
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