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Una mirada sobre el film "Tenemos que hablar de Kevin"

por Molina, Andrés, Noejovich, Daniela

“Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos (...)”.

Miguel Hernández

El film “Tenemos que hablar de Kevin” nos confronta con distintos momentos de la vida de la protagonista (Eva): su relación de pareja antes de tener hijos, sucesos de su vida familiar (la crianza de su primer hijo, Kevin) y escenas actuales (una vez que Kevin es ya adolescente). Este entrecruzamiento de escenas representa el proceso de rememoración que hace Eva luego de que se produce un abrupto giro en los acontecimientos. Siguiendo esta elaboración intentaremos explicar cómo se originan, a quién se dirigen y con qué intencionalidad, las conductas de su hijo Kevin. Las escenas que éste monta ponen de relieve a la mirada como el elemento fundamental que circula en el vínculo materno-filial y nos conducen a interrogarnos sobre la presencia en el hijo de un posible posicionamiento perverso.

Dis-función materna

En principio nos interesa interrogar si en este caso Eva encarna una función materna. Siguiendo a Jacques Lacan, entendemos que ésta opera si “sus cuidados están signados por un interés particularizado, así sea por la vía de sus propias carencias” (1975, p. 56-57). En este caso, pensamos que el niño no está investido por el narcisismo de la madre, no está libidinizado por ella. En el vínculo que Eva establece con Kevin observamos que los cuidados se reducen muchas veces a una mera intervención en el nivel de la satisfacción de la necesidad, dejando por fuera el amor y la erotización del cuerpo del niño. Esto nos hace preguntarnos: ¿Qué lugar hay para este niño en el deseo de la madre?

Distintas escenas del film marcan la diferencia entre cómo se sentía Eva antes y después de la concepción de Kevin. Cuando ella era joven, aparece siempre feliz, disfrutando de la libertad con su pareja. Durante el embarazo de Kevin ya se ve cómo se mira la panza en el espejo con expresión de indiferencia, mientras el padre construye entusiasmado la cuna para su hijo. En la clase de preparto, cuando todas las madres conversan entre ellas contentas y mostrando sus panzas, Eva se encuentra aislada y con rostro impasible, sin manifestar emoción por su embarazo y la llegada próxima del bebé. La escena del parto es retratada como un momento de tortura y de sufrimiento. Acto seguido aparece el padre con el hijo en brazos y la madre, una vez más con expresión de apatía, no dirige siquiera su mirada al recién nacido. A continuación, se suceden una serie de escenas en las que se observa a una madre excedida por la crianza de su bebé, aturdida por el llanto constante de un niño que parece no tener consuelo; llanto al que Eva no parece otorgar un sentido que torne soportable para el niño la irrupción de lo real de su cuerpo, no pudiendo así transformar la pura descarga en llamado al Otro.

A medida que el niño va creciendo, se la ve a Eva desesperada por lograr una respuesta en su hijo, que se rehúsa a establecer un contacto con ella y responderle a través del juego o de la palabra. Las palabras que le dirige sintetizan su posición como madre: “mami era feliz antes de que Kevin llegara, ahora se despierta y desearía estar en Francia”. El hijo no adviene al mundo como falo que viene a completar a la madre, sino a irrumpir y romper con su burbuja narcisista, su relación idílica con su pareja.

Ya desde el momento en que se entera de que lo va a tener, este niño representa un obstáculo para la consecución de sus proyectos (viajar con su esposo, vivir y trabajar en la ciudad). Freud expresa al respecto que “Si consideramos la actitud de padres tiernos hacia sus hijos, habremos de discernirla como (…) reproducción del narcisismo propio ha mucho abandonado. La sobreestimación (…) gobierna, como todos saben, este vínculo afectivo. Así prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones (…) y a encubrir y olvidar todos sus defectos” (2007, pp. 87-88). Contrariamente a lo establecido por Freud, no hay aquí por parte de la madre ni una reproducción en este hijo del narcisismo propio (lo cual conllevaría una exaltación de las virtudes y una negación de los defectos del niño), ni una anticipación del destino del niño o del lugar que va a ocupar en su familia. En una escena Eva decora con dedicación su cuarto: empapela las paredes con mapas y cuelga objetos de sus viajes; podríamos pensar que en estos elementos, que hacen referencia a su vida antes de Kevin, Eva deposita su narcisismo. Lo que parece capturar la libido e interés de Eva no es Kevin, sino la aventura y los viajes previos a su maternidad, plasmados en esta decoración. Kevin se acerca y le dice repetidamente que estos le parecen tontos. Ella le contesta que puede ayudarlo a decorar su habitación con lo que a él le guste, de acuerdo a su personalidad, para que sea un lugar especial. A esto Kevin responde: “¿Qué personalidad?”, pregunta ante la cual la madre queda perpleja. Pensamos que esto se relaciona con que no hay un S1 que le venga al niño del Otro materno, que lo habilite a identificarse a determinados rasgos de sus Otros significativos. Kevin reacciona en este punto arruinando la decoración con su pistola de pintura.

En consonancia con esta cuestión nos interesa situar una escena que evidencia cómo Eva busca en la medicina un Otro que desde su saber científico le dé un sentido a las conductas “desviadas” del niño (principalmente el llanto y grito constantes y la ausencia de habla) evitando de esta manera la pregunta por la posible influencia del vínculo materno-filial en estas manifestaciones conductuales. Podemos pensar que el S1 que la madre pone en juego en esta escena, es el de “autista”. Es decir, el sentido que posibilita para el hijo es a partir del defecto. Consideramos que la respuesta que el médico le otorga: “no tiene nada malo” (es decir, no hay nada biológico en juego) podría haber funcionado como algo que la interrogue sobre otras posibles causas para la conducta de Kevin (en las que ella como madre estaría implicada). Sin embargo, no sólo esto no sucede en esta coyuntura sino que esta ausencia de implicación se perpetúa a lo largo del film y se evidencia en la falta de una búsqueda de una terceridad que pueda ubicar algo de lo problemático de las conductas del niño o algo de la responsabilidad de los padres en éstas. De esto inferimos que para Eva Kevin es así y hay que soportarlo y acostumbrarse a él. Es decir, que más allá de la cólera y la desesperación que Kevin desencadena tantas veces en Eva, ella no podrá intentar nuevos recursos para que algo en su relación con este niño cambie. Se mantendrá aislada con él la mayor parte del tiempo en los confines de un caserón alejado de la ciudad, luego de tener que abandonar Nueva York siguiendo las intenciones del padre (renunciando a un anhelo propio por “el bien del niño”). Se trata de una madre que cada día desearía no despertar y tener que cuidar a un niño que se le aparece como odioso y problemático. Un niño “especial” que se encuentra aislado y que no tiene interés por interactuar y conocer otros chicos.

Es muy grande el contraste entre lo que se retrata en el film acerca de la crianza de Kevin en oposición al nacimiento y a la crianza de su hermana Celia. Allí sí podemos pensar que la función materna opera: Celia llega en otra coyuntura para la madre, es una niña deseada e investida por Eva. Esto último suscitará un odio particular de Kevin hacia su hermana.

Destacamos en particular una escena en la que pensamos que se podría haber dado la posibilidad para que algo de la actitud de Eva hacia su hijo se conmoviera: ésta, embarazada por segunda vez, habla con Kevin acerca de la posibilidad de que le guste jugar con un hermanito, y si bien él piensa que no le gustará, ella le dice que no se preocupe porque se va a acostumbrar. Él responde diciendo: “Sólo porque estás acostumbrado a algo no significa que te guste. Tú estás acostumbrada a mí”. Esta frase puede ser interpretada como un llamado de amor hacia la madre, una interpelación para que ella desmienta esto de que él “no le gusta”. Ella lo esquiva y le dice que igualmente se van a tener que acostumbrar al nuevo integrante de la familia.

De-función paterna

La función del padre es pensada según Lacan como aquella cuyo “nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo” (1975, p. 57). En este punto vemos cómo Franklin, el padre de Kevin, no parece encarnar del todo esta función. Durante toda la película las disputas entre madre e hijo parecen darse en términos de pares, hecho que refleja lo expuesto anteriormente en relación con la carencia de la función materna. Ante las conductas de Kevin, en lugar de actuar como portadora de la ley o invocar al padre (a un tercero) como tal, Eva reacciona desde la especularidad, "responde" a sus desafíos como un igual: él le hace burlas, ella hace lo mismo; él le arruina el cuarto, ella le destruye la pistola de pintura. Frente a esta situación, el padre, en lugar de intervenir como representante de la ley ayudando a Eva a correrse de esta posición de paridad, lo hace apañando a Kevin, sin importar lo que este haga. La escena ya mencionada en la que Eva decora su habitación ilustra esta dinámica: el espacio que con tantas ganas había decorado estaba lleno de pintura, destruido por culpa de Kevin. Ella estalla en ira y rompe la pistola de pintura que el niño había utilizado. Acto seguido, se la ve resignada tomando una copa de vino hasta que su esposo llega a su casa del trabajo y habla con Kevin quien, excusándose, le dice que sólo lo hizo porque quería que el cuarto “quedara especial”. El padre acepta la excusa del niño y no introduce un límite en esta situación. Esto se repite a lo largo del film: cada día que madre e hijo pasan juntos es para ella una tortura, pero el padre llega a la noche y Kevin es un niño dulce y tranquilo. Kevin tiene “dos caras”, ya que a los ojos de su padre es un niño bueno, víctima del rechazo de su madre.

Cuando Kevin ya es adolescente, en una oportunidad descuida a su hermana, quien termina lastimándose gravemente un ojo, y en otra mata a la mascota de esta, un hámster, ahogándolo en el fregadero. En ambas situaciones, el padre se niega a creer que él haya tenido algo que ver con esos hechos y sostiene que las sospechas de la madre son infundadas y exageradas. En lugar de intervenir sancionando lo desmesurado y violento de estas acciones, lo hace, una vez más, apañando a Kevin y “obligando” a Eva a disculparse con él por echarle la culpa de lo sucedido. El padre, seducido por la supuesta ternura y amor de su hijo, lo defiende y desresponsabiliza de sus acciones, al punto de que los constantes conflictos entre Eva y Kevin pasan a ser para él causas de un posible divorcio.

El padre no introduce en ningún momento un castigo ante estos comportamientos desafiantes de Kevin, quien actúa su propia ley escudado en la obsolescencia de la función paterna de Franklin. Lo que se observa entre Eva y su hijo es un vínculo mortífero que no está atravesado por una ley paterna, por una terceridad. El momento en el que se pone en juego la intervención del Otro de la ley es con el acto del arresto y encarcelamiento de Kevin, una vez perpetrada la matanza. Este es el único límite que él encuentra. Antes de cometer el crimen, Kevin asesina a sangre fría a su hermana y a su padre, por lo cual podríamos decir que la carencia en la función paterna provoca la defunción del padre en lo real.

Una mirada sobre las conductas de Kevin

La mirada gozosa que Kevin le dirige a su madre atraviesa todo el film. Cada una de sus travesuras, de sus actos perturbadores, de sus palabras hirientes, están destinados a captar su mirada.

Desde el inicio, podemos pensar que las conductas de Kevin buscan conmover y dividir subjetivamente a su madre: al principio será a partir de su negativa a devolverle la pelota o a decirle “mami”, con su mirada díscola y penetrante siempre clavada sobre ella. Luego, ya siendo un niño un poco mayor, se rehusará, en señal de desafío, a otorgarle a la madre el don de sus heces, teniendo que usar pañales a los 6-7 años aproximadamente. Tampoco responderá a sus reiteradas tentativas por enseñarle (por ejemplo a hablar, a contar), buscando constantemente boicotear los intentos (fallidos desde el inicio) de acercamiento de la madre.

En una escena en particular, luego de ser cambiado por su madre, hará fuerza para volver a hacerse encima y así suscitar la furia de ella quien, fuera de sí, lo arrojará al suelo con fuerza quebrándole un brazo. Este evento, del cual el padre desconocerá su verdadera causa, será utilizado de aquí en más por Kevin como una herramienta de extorsión para seguir logrando la puesta en juego de su capricho absoluto: cada vez que su madre atine a ir en contra de su voluntad, él se acariciará su cicatriz para recordarle que su silencio sobre lo ocurrido puede romperse si ella no consiente a sus antojos, y para reavivar la culpa de su madre (tanto por la lesión en su brazo como por la posterior complicidad con él) [1]. Después de este hecho, él finalmente usa el inodoro y deja los pañales. Podemos pensar que la rotura del brazo funciona, sin buscarlo, como un límite en lo real del cuerpo. Kevin, que desoye los pedidos verbales (simbólicos) y las amenazas (imaginarias) de la madre, responde obedeciendo ante el límite real.

En otra escena, Kevin y su padre están haciendo tiro al blanco con un arco de juguete y de repente este lanza una flecha hacia el vidrio detrás del cual se encuentra el rostro de su madre. Lo que más llama la atención es la mirada penetrante que Kevin le dirige y el sobresalto que ocasiona en ella, su mirada estupefacta. Kevin irá desarrollando sus habilidades en tiro al blanco a lo largo del film, incentivado por su padre, y esta práctica funcionará como instrumento fundamental en el asesinato que llevará a cabo.

Siguiendo esta misma línea, en otra escena Eva sorprende a Kevin mientras se está masturbando. Ella no reacciona sino después de unos segundos, se queda contemplándolo, y él observando con satisfacción cómo ella lo mira avergonzada.

Consideramos que lo que se pone en juego en las conductas de Kevin es el objeto a en su vertiente mirada. Sus acciones apuntan a suscitar la mirada de su madre, a que ésta se pose en él. En una escena, Kevin, a partir de una entrevista que le realizan en el establecimiento en el que está encerrado, sale en televisión. El núcleo de lo que dice es que lo cotidiano y lo “normal” no genera audiencia, sino que lo que la gente mira en televisión, es gente como él. Su madre, del otro lado de la TV, lo mira cautivada por sus palabras.

Pensamos que hasta el acto criminal de Kevin adquiere este estatuto: cuando Eva llega a la escena del crimen, y lo encuentran a Kevin luego de que ha asesinado a varios estudiantes de su escuela lanzándoles flechas, su mirada de satisfacción se clava sobre el rostro de perplejidad de su madre. Y no sólo eso, sino que además él se ha encargado de matar primero a aquellas personas que Eva más ama: su marido y su pequeña hija, Celia. Podríamos pensar que mata a todos menos a ella, que tiene que quedar como espectadora principal de la escena que él monta.

Lacan, en el Seminario 16 plantea que “No resulta fácil definir lo que es una mirada. Se trata incluso de algo que puede muy bien sostener una existencia y desvastarla”. “Nos preguntamos por los efectos de una exhibición, a saber, si causa temor o no al testigo que parece provocarla. Nos preguntamos si está en la intención del exhibicionista provocar este pudor, este espanto, esta repercusión, eso violento o complaciente. Pero no reside en esto lo esencial de la pulsión escoptofílica (…). Lo esencial es, propiamente y ante todo, hacer aparecer en el campo del Otro la mirada” (2011, p. 231). Encontramos una estrecha relación entre lo que aquí plantea Lacan y lo que acontece en el film: lo que resalta y capta al espectador es la mirada de Kevin, que busca causar principalmente en su madre como testigo el espanto, el horror, el rechazo. Pero, más allá de eso, como dice Lacan, hace aparecer la mirada en el campo del Otro, se hacer ver por su madre, se convierte en objeto para la mirada de ese Otro. La mirada de Kevin por un lado presentifica para Eva lo insoportable, lo disruptivo que ella no puede dejar de mirar, un exceso que la mantiene cautivada, encerrada, ya que no puede hacer nada más con ello. Por el otro, el único medio por el que Kevin logra que Eva sitúe su mirada en él, es a través de estos actos.

A partir de este desarrollo, creemos que hipotéticamente podría plantearse un posicionamiento perverso (al menos durante todo el film, dejando a consideración la escena final) en el caso de Kevin. Jacques-Alain Miller plantea que “El perverso tiene la respuesta, la respuesta que se produce en lo real de su constitución subjetiva. Tiene una constante inmutable, una acción siempre lista para ser usada (…) un goce a mano” (2008, p. 13). En el film observamos que Kevin sabe cómo sacar de sus cabales a su madre y es con ese precepto que guía cada una de sus acciones, no duda, no se pregunta cómo actuar, quién es o qué debe hacer, sino que, teniendo ya la respuesta, monta cada una de las escenas destinadas a capturar la mirada de Eva. Identificado al objeto a, constantemente divide e inquieta a su madre.

Kevin demanda que la mirada de Eva esté siempre sobre él, y esto lo logra manteniendo continuamente una certeza con respecto a su modo de actuar, una constancia sobre la mirada que le dirige a su madre. Hay una cierta complicidad circulando entre ellos: ella se sitúa como espectadora de las acciones de su hijo, sin poder poner un límite ni introducir una prohibición que limite el despliegue de su conducta desmedida. Cada una de las acciones de Kevin está inserta en su relación con la madre, sostenida y estructurada desde este vínculo. Pensamos que esta cuestión se encuentra en consonancia con que “(…) no hay ninguna manifestación perversa cuya estructura misma, en cada momento de la vivencia perversa, no se sostenga en la relación intersubjetiva” (Furman, 2008, p. 101). Kevin, sin sentir culpa ni angustia, utilizará su conducta díscola como un modo de mantener a la madre continuamente consigo, de tenerla a ella a su merced.

Por otro lado, consideramos que no se trata aquí, como podría pensarse desde otras disciplinas, del despliegue de un instinto constitucional, si no que hay un sujeto ahí funcionando y por lo tanto una responsabilidad en juego en relación a ese modo de actuar y de gozar. Es decir, que “(…) el perverso sigue siendo un sujeto durante todo el tiempo de lo que podemos llamar su satisfacción” (Miller, 2008, p. 15). Asimismo, del lado materno no sería posible plantear, por ejemplo, que concibe un hijo que viene al mundo con una enfermedad innata, sino que también hay algo de su posición como madre que tiene una importancia fundamental en el comportamiento y la subjetividad de Kevin.

¿Un posible esbozo de implicación subjetiva?

Aparte de lo ya dicho, nos interesa considerar qué sucede con la posición subjetiva de Eva antes y después del acto criminal de Kevin. Pensamos que su posición de madre perturbada y excedida continuamente por la conducta de su hijo se reduplicará luego de la matanza que Kevin lleva a cabo: sola y con todo el pueblo en contra, persiste en un lugar de humillación y de rechazo. Habiendo otros escenarios posibles, como por ejemplo irse del pueblo e intentar empezar una nueva vida, y principalmente comenzar a interrogarse sobre su propia participación en todo lo sucedido, como modo también de empezar a elaborarlo y responsabilizarse por su posición materna, ella elige quedarse allí como espectadora y sostén del maltrato y la exclusión que todos le dirigen. Descuidada y casi totalmente desvitalizada, abolidas sus relaciones sociales, sólo mantendrá el vínculo con Kevin, yendo asiduamente a visitarlo al lugar en el que se encuentra encerrado.

La única cuestión que podría pensarse como un intento de articulación por parte de Eva de todo lo sucedido (del acto criminal de Kevin con toda la historia familiar y principalmente de las vicisitudes del vínculo con ella) es la rememoración que ella lleva a cabo a lo largo del film. Entendemos la sucesión de escenas que se van intercalando y que fluctúa entre pasado y presente, como una apertura a un posible intento por parte de Eva de conectar todo lo vivido y de comenzar a pensarse involucrada desde su lugar como madre en lo que su hijo hizo.

Por otro lado, hay un diálogo entre Eva y su hijo en la última escena donde aparece como posible cierta conmoción de la posición de Kevin. Ella va a visitarlo en su segundo aniversario de los asesinatos y desde que está encerrado, ya cercano a cumplir los 18 años y pasar a una prisión común. Le pregunta entonces, luego de pasado cierto tiempo, por qué hizo lo que hizo. Kevin responde: "Pensé que sabía, ahora no estoy tan seguro". En esta oportunidad es otra la mirada de Kevin, es distinto el abrazo que se da con su madre. Consideramos que esta última escena deja abierta la posibilidad de que algo en la constancia del vínculo entre ellos y de la posición de Kevin pueda conmoverse y tal vez modificarse. Tal vez ya no siga del todo vigente la certeza sobre sus acciones, revelada a través de su mirada, y pueda comenzar a esbozarse un interrogante sobre el por qué de su acto.

Referencias

Freud, S. (2007). “Introducción del narcisismo”. En Obras Completas: Vol. XIV: Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico. Trabajos sobre metapsicología y otras obras: 1914-1916 (pp.65-98). Buenos Aires: Amorrortu.

Furman, M. (2008). “La perversión como estructura, como rasgo y como suplencia”. En Jacques-Alain Miller (et. al.), Psiquiatría y psicoanálisis: perversos, psicópatas, antisociales, caracterópatas, canallas (pp. 101-106). Buenos Aires: Grama.

Lacan, J. (1975). “Dos notas sobre el niño”. En Intervenciones y textos 2 (pp. 55-57). Buenos Aires: Manantial.

Lacan, J. (2011). “Clase XVI: Clínica de la perversión”. En El seminario de Jacques Lacan: Libro 16. De un Otro al otro: 1968-1969 (pp 225-238). Buenos Aires: Paidós.

Miller, J-A. (2008). “Fundamentos de la perversión”. En Jacques-Alain Miller (et. al.), Psiquiatría y psicoanálisis: perversos, psicópatas, antisociales, caracterópatas, canallas (pp. 9-27). Buenos Aires: Grama.



NOTAS

[1En una de las ocasiones en que Eva va a visitar a Kevin al lugar en el que se encuentra encerrado, éste se acaricia la cicatriz tal como lo hacía entonces, y le dice que eso fue lo único honesto que hizo. Consideramos que con este comentario él le está diciendo que haberlo golpeado en esa ocasión fue una genuina expresión de lo que él representa para ella, de su rechazo hacia él y de cómo nunca fue para Eva un objeto de amor.





COMENTARIOS

Mensaje de Salomé Robles  » 27 de septiembre de 2012 » didi089@hotmail.com 

No comprendí ¿por qué Eva decora la habitación donde vivía actualmente igual a la de Kevin en su antigua casa?



Mensaje de DEBORA HOFMAN  » 3 de septiembre de 2012 » dhofman@arnet.com.ar 

Tanto en Kevin como en la madre creo que la estructura es la psicosis. En ningunno de los dos opera el significante del nombre del padre.



Mensaje de Mendes Novo Sofía  » 25 de agosto de 2012 » sofiamendesnovo@gmail.com 

Ayer vi la película y me quedé con muchísimos interrogantes sobre todo, la posición de la madre frente a este hijo, la dualidad que muestra el niño ante ella y su padre, el constante actuar desafiante de Kevin. Creo que desde el nacimiento de Kevin se marca la falla de la madre de poder satisfacer las necesidades de él. Kevin presenta un llanto crónico y esto abre un desborde en ella, no puede abarcarlo. Se me ocurría pensar, en tanto la constitución subjetiva, una falta de una imagen libidinizada donde el niño pueda identificarse. Por otro lado pensaba que algo del pasaje de la necesidad a la demanda (decodificada, simbolizada por la madre) no se realiza satisfactoriamente y el niño queda atrapado en algo de esto.
Realmente es un excelente trabajo, gran articulación, y me permitió comprender muchas inquietudes que me surgieron del film. Mi síntesis final, con la cual comparto completamente con lo que expusieron es lo de "pensar que mata a todos menos a ella, que tiene que quedar como espectadora principal de la escena que él monta".



Mensaje de Claudia Riego  » 16 de agosto de 2012 » clauriego@hotmail.com 

Leyendo lo planteado en el final del trabajo, me pregunto si es posible en un perverso una pregunta por su acto, si esa última escena no es en realidad la intención de generar un alivio en el espectador, pequeño alivio, necesario, frente a una película tan fuerte. Me preguntaba también por la estructura de esta madre, donde la terceridad parece no tener un lugar. Ella, en pareja con su hombre,o con su hijo, o sola, que lugar para la función del falo o la función paterna en su estructura. Muy bueno el trabajo.



Mensaje de   » 16 de agosto de 2012 »  

Leyendo lo planteado en el final del trabajo, me pregunto si es posible en un perverso una pregunta por su acto, si esa última escena no es en realidad la intención de generar un alivio en el espectador, pequeño alivio, necesario, frente a una película tan fuerte. Me preguntaba también por la estructura de esta madre, donde la terceridad parece no tener un lugar. Ella, en pareja con su hombre,o con su hijo, o sola, que lugar para la función del falo o la función paterna en su estructura.
Muy bueno el trabajo.




Película:Tenemos que hablar de Kevin

Titulo Original:We Need to Talk About Kevin

Director: Lynne Ramsay

Año: 2011

Pais: Reino Unido

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