¿Tenemos derecho a morir?

La pregunta que abre este comentario, deliberadamente provocativa, la formula el médico bioeticista Sergio Graf ante un auditorio universitario en el inicio del film El pa(de)ciente. Busca con ello interpelar a sus estudiantes, respecto de la espinosa cuestión de la eutanasia y el suicidio asistido. Graf es oftalmólogo, pero se ha especializado en temas relativos al fin de vida y muerte digna. La entrada situacional lo presenta como un racionalista a ultranza: ante un paciente que se queja del destrato y falta de sensibilidad que recibe de su médico, Graf le responde impávido: la empatía es enemiga de la eficiencia, al menos en medicina.

Pero todo el film está allí para destituir ese principio. Para poner a prueba esa supuesta verdad. No por la vía de una argumentación moral, sino en acto, en este caso personal y cinematográfico.

Gracias a la excelente actuación de Héctor Noguera, en el complejo papel del Dr. Graf, y de un elenco que lo acompaña en asombrosa sintonía, nos sentimos desde el inicio parte de esta historia. Una historia que nos interpela, un vía crucis de visionado imprescindible tanto para pacientes como para profesionales de la salud.

Porque ocurre que Sergio Graf termina estando en ambos lugares. Y en su imprevista doble condición, nos recuerda a otro académico eminente, el Dr. Jacques Lacan, quien consultó en septiembre de 1980 a un especialista porque temía padecer un cáncer de colon. El médico lo examinó cuidadosamente y al cabo de la exploración aseguró no haber encontrado nada. "Es un idiota, dijo Lacan, yo sé lo que tengo”. A su edad y en el estadio que se encontraba la enfermedad, no había riesgo de muerte. El tumor estaba localizado y no era invasivo, y si la ablación se hubiera realizado en ese momento, hubiera llevado a una curación. Pero Lacan se negaba obstinadamente a operarse. Había manifestado siempre una fobia respecto de la cirugía y las enfermedades físicas en general, y no soportaba ningún atentado a su integridad corporal.

Finalmente, y a instancias de su yerno Jacques-Alain Miller, terminó cediendo y aceptó someterse a una intervención. Según su biógrafa, Lacan refunfuñó contra las inyecciones y manifestó una gran irritabilidad frente las enfermeras. Después pareció estar de maravillas durante unos días. Pero bruscamente la sutura mecánica se rompió, provocando una peritonitis seguida de septicemia. El dolor era atroz. Como Max Schur a la cabecera de Freud, el médico tomó la decisión de administrarle la droga necesaria para una muerte suave. En el último instante, Lacan lo fusiló con la mirada. Murió el miércoles 9 de septiembre de 1981 a las 23:45 hs. Tuvo tiempo de pronunciar estas pocas palabras: “Soy obstinado (...) Desaparezco” [1]

En el caso del film El pa(de)ciente, al Dr. Graf también le llega un diagnóstico implacable: el síndrome Guillain-Barré, con la consiguiente prognosis de deterioro degenerativo. ¿Qué hacer frente a ese horizonte de certeza médica? ¿Cómo lidiar con lo inapelable del destino y su fantasma de muerte?

La película se acaba de estrenar en el marco del BAFICI y naturalmente no adelantaremos aquí el desenlace de la trama. Además de recomendar su urgente visionado, cerramos con una breve reflexión. Dijimos que el Dr. Graf dicta conferencias sobre el tema de fin de vida y es consultado como experto en programas televisivos. Él mismo encarna el lugar de las certezas con las que luego debe batallar desde la cama de un hospital. Todo el film puede leerse entonces como un tránsito, como un pasaje de lo real de la enfermedad al deseo de hacer algo con ella. Pero ya no en el guion tantas veces repetido sobre la vida y la muerte, sino en la responsabilidad, siempre singular, sobre el cuerpo que nos toca habitar.

La película de Constanza Fernández Bertrand nos ofrece esa mirada lúcida para leer, en los soliloquios del protagonista, la clave que nos abisme al enigma del ser.

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