Yo nena, yo princesa, de Federico Palazzo, basada en la historia real de Luana, la primera niña trans en conseguir su nueva identidad legal sin tramitación judicial, es una película imprescindible. [1] Imprescindible para comprender la infancia transgénero, comprender la vorágine subjetiva que implica el tránsito desde una edad muy temprana, de un género al otro. Imprescindible para pensar cómo el binarismo sexual condiciona, a veces irremediablemente, el devenir de una pareja, o de una familia. Imprescindible para sacudir e inquietar las miserias de tanto patriarcado que llevamos impregnado en el tejido social. Pero también imprescindible para pensar y poner en cuestión las posiciones éticas desde las cuales podemos intervenir los y las profesionales de la Salud Mental en estas temáticas.
El film muestra dos psicólogas trabajando con el caso. La primera, interpretada por María Onetto, a quien la vemos teniendo entrevistas con ambos padres, aunque no con Luana (por ese entonces en la trama, Manuel). La segunda, interpretada por Paola Barrientos, que encarna a una psicóloga de la CHA, Comunidad Homosexual Argentina, y que sí tiene entrevistas con Manuel/Luana, además de con sus padres. Veamos algunos diálogos de aquella primera consulta parental con una psicóloga infantil:
Psicóloga A (Maria Onetto): Es necesario aplicar un método correctivo, los niños necesitan límites, necesitan sentir la autoridad de los padres.
Madre: ¿Cómo sería eso?
Psicóloga A: Cada vez que Manuel diga que es una nena, le dicen firmemente que NO.
Hay que aplicar el NO.
Psicóloga A (dirigiéndose al padre): Guillermo, Ud. es el padre… ¿Ud. sabe que es la LEY del padre?
Madre: Discúlpeme Dra., ¿qué vendría a ser un método correctivo?
Psicóloga A: Le dicen todas las veces que sea necesario “Manuel, no corresponde que hagas esto, o esto otro, porque sos VARÓN, PORQUE SOS NENE” … El límite a Manuel hay que imponérselo con un método. Y el método correctivo se aplica con convicción. Si los padres fueran menos débiles con los caprichos de sus hijos habría menos delincuencia, menos droga y menos desviación sexual. ¡Sáquenle todo lo que tenga de nena a su alcance!
Padre (a la madre): ¿te quedó claro? Yo me voy a ocupar Dra. …
Psicologa A: No es Manuel quien decide si es nena o varón: nació varón, tiene pene, ES VARÓN. Es él el que está equivocado y Uds. como padres tienen la obligación de corregirlo.
La visión de un documental en la TV por parte de la madre, pondrá fin (no sin cierto maltrato por parte de la profesional) a esas consultas psicoterapéuticas.
En un segundo intento de ayuda profesional, ambos padres consultan a Valeria, una psicóloga de la CHA (Paola Barrientos). Esta les pide que les lleven los dibujos que Manuel haya hecho en el último año para la primera entrevista a padres. Al verlos, se intuye que la profesional se ha hecho con ellos una idea del deseo del niño/a. Luego de interrogarlos acerca de sus anhelos de paternidad/maternidad, les hace saber que lo que vendrá será un proceso, sobre el que deberán ponerse de acuerdo, ellos, y ella, con lo que les irá pasando. “Esto recién empieza”, les dice. Y agrega: “No digo que deban obedecerme, sino que acepten cambiar la mirada. Dejar de mirar con sus ojos y empezar a mirar con los ojos de Manuel. Hacer como papás todo lo que Manuel necesite para ser feliz”. La psicóloga percibe las resistencias mayores en el padre, y le dice “Yo no voy a juzgarte. Pero la verdad está junto a Uds. y se llama Manuel. Yo creo que hay muchas posibilidades que Manuel sea una niña transgénero”, explicándoles las diferencias entre transgénero y transexual, despejando toda incidencia de la genitalidad, y poniendo en primer plano la autopercepción de género. “Lo que uno sabe que es”, les dice. Ante la ansiedad de los padres por el “qué hacer con Manuel”, la psicóloga les dice “cuando una persona manifiesta quien es, hay un solo camino: dejarla ser”.
En la próxima sesión, Valeria recibirá a Manuel, quien lleva en un bolsa su vestido rosa y una peluca. Manuel se sorprende al constatar que la psicóloga tiene múltiples fibras de colores para dibujar… incluido el rosa, interdicto por su padre. Escuchamos a Manuel usar el femenino para referirse a sí mismo. La sesión continuará con una niña feliz, desplegando juegos y actitudes de nena, para finalizar con un regalo, un don que Valeria le ofrece: una muñeca rosa.
En las notas de voz post-sesión que hará Valeria, subrayará muchas virtudes de Manuel (aunque diga su nombre en masculino, se referirá siempre a la niña en femenino) y resaltará su autopercepción como niña. Los elogios se los transmitirá a la madre, alentándola a que no la reten, y que “la dejen ser”.
El procedimiento terapéutico de la Psicóloga A puede parecer inverosímil. Sin embargo, hay constancias que en la realidad tuvo ese sesgo, e independientemente de ello, el film nos muestra una posición ética de la praxis psicológica que históricamente puso el acento en la conducta de las personas, en los “comportamientos negativos”, que en tanto tales, podían ser modificados, al igual que los pensamientos y las emociones asociados a ellos. Esos enfoques presuponen una “norma”, que puede sostenerse como un universal encarnado por un particular, a saber, el profesional tratante, y que se organiza alrededor de presupuestos dados de antemano. Esos presupuestos pueden organizarse con variados materiales simbólicos: morales, de clase, de género, de ideología… o de biología: “si tiene pene, es varón", dice el personaje de Onetto. Lo peligroso no es tanto elevar una visión particular al estatuto de norma, sino el establecimiento de un procedimiento de imposición, sostenido en un lugar de poder, como lo es el de un/a terapeuta. La aplicación de “un método correctivo”, como lo enuncia la psicóloga en cuestión, remeda una pedagogía decimonónica, por no asociar con procedimientos autoritarios ligados a las épocas más oscuras de nuestro país. No casualmente la profesional, dirigiéndose a Guillermo, padre de la niña trans, convoca a la “ley del padre”, aunque en verdad, está convocando a la “père-versión”, una versión del padre, sádica, con la que Guillermo, en su binarismo estructurante se puede identificar con mayor facilidad. Esta profesional va a confundir Ley con Goce, y Límite (la esencia de su “método”) con Desubjetivación.
Muy por el contrario, Valeria, la psicóloga de la CHA, permite alojar a Manuel y su subjetividad en tránsito hacia Luana, prometiendo no otra cosa que su acompañamiento en ese viaje. Ofrecimiento que extenderá a los padres, a los fines que puedan ellos ahijar a quien, de ambos mellizos, no cumplió con sus fantasías parentales. Sólo la madre aceptará ese viaje, y el padre se bajará del mismo antes de la próxima sesión. En la emocionante sesión que comparten Valeria y Manuel, la psicóloga le ofrenda una muñeca rosa (propiedad de la Luana real). Postularemos que en la extimidad que presupone ese obsequio, en ese exterior/interior del objeto, lo que se ofrenda desde el Otro que encarna ahí Valeria (y la propia madre), no es sino la Luana que irá a producirse subjetivamente de allí en más. Autoriza a Manuel continuar aquel viaje que inició a sus dos años, cuando susurró su Yo nena, yo princesa, para espanto de sus padres, que no pudieron escucharlo. Pero a continuar el viaje, ahora sí, alojado en su diferencia y escuchado en su singularidad.
Alojar al sujeto, “dejarlo ser”, es una posición ética que se ubica en las antípodas de los métodos correctivos que, en forma manifiesta –como en el film– u ocultos bajo los disfraces de tanta psicoterapia, se ofrecen a la angustia parental que en forma de consultas en serie –médicos, psiquiatras, psicólogos– se va desplegando ante el sin fin de interrogantes que la sexualidad de sus hijos/as les suscitan.
En este sentido, Yo nena, yo princesa es también un film imprescindible para profesionales de la Salud Mental, huérfanos como a veces estamos de teorías que abarquen la multiplicidad de situaciones que promueve la clínica contemporánea. La madre de Luana le pregunta a Valeria si ha visto muchos casos así, y ella le responde que no, que de esa edad, es el primero. Eso no le impidió retroceder con su deseo de alojar subjetivamente a la Luana por venir. Y acaso ser artífice, junto a la madre de Luana y la familia, de un logro social hasta entonces inédito. Gabriela Mansilla, la madre de la Luana real, en un reportaje periodístico que le realizaron luego del estreno del film, dirige a los espectadores un inquietante convite en forma de interrogante: ¿Y ahora, qué van a hacer? Es una pregunta ética que el colectivo profesional de la Salud Mental en intervenciones con enfoque de género, tampoco puede eludir.
NOTAS
[1] En setiembre 2022 Luana celebró su cumpleaños de 15 con una fiesta que tuvo un valor singular y al mismo tiempo social. La escritura de este artículo se suma como tributo a ese acontecimiento.
Película:Yo nena, yo princesa
Titulo Original:Yo nena, yo princesa
Director: Federico Palazzo
Año: 2021
Pais: Argentina
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