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V - Venganza, Verdad, Valor

por Di Paolo, Federico

Introducción

De la U de U.K a la P de Particular

En primer lugar, quisiera aclarar que, este escrito, se basará en la película "V de Venganza" ("V for Vendetta") por ajustarse mucho mejor a los requerimientos de este escrito que la historieta de Alan Moore y David Lloyd, en que se basa el film de los hermanos Wachowski.

La historia, (tanto de la película como la historieta), está ambientada en una Inglaterra gobernada por un partido de corte fascista, que, por ser el único existente, no tiene nombre, se lo llama, simplemente, "the Party". Este gobierno puede ser perfectamente descripto como un compilado de todas las tiranías de la historia y la literatura. Persecución a opositores políticos, minorías religiosas, ideológicas, raciales, étnicas y sexuales, censura a los medios de comunicación, limitación de las libertades individuales de transito, opinión y asociación, racionalizaciones caprichosas y tendenciosas de alimentos, son moneda común en este mundo y no faltan ni en el film, ni en la historieta, claras coincidencias (quizás intencionales) con "1984" de G. Orwell, así como alusiones a las ¨desapariciones¨ de personas del "Proceso de Reorganización Nacional" en la Argentina, el uso de sujetos humanos para experimentos biológicos en "Centros de Detención" al estilo N.A.Z.I, el lucro de ciertos sectores económicos con el miedo y la salud de la población, y el uso de ese mismo miedo como justificación del terrorismo de estado, el fanatismo religioso y guerras contra enemigos de existencia dudosa, pero que siempre exigen que el Canciller y líder del partido, Adam Sutler, permanezca como amo absoluto del país, y la nación en obediente y pasivo silencio y cooperación, todo enmarcado en una estética goebbeliana de marchas, estandartes y uniformes. Basta con remarcar el lema del partido: "Power Through Unity, Unity Through Faith". Poder en la unidad, unidad en la fe.

No es difícil concluir, que Adam Sutler y su Partido trabajan (y muy arduamente) para soldar el ¨universal¨ de la nación a su "particular" cosmovisión partidaria, y esta nación, ya se la quiera ver como perjudicada o beneficiada por ese movimiento, no es ajena a esta situación. Todo esto es de capital importancia para mi análisis de la película.

... and if you wrong us,
Shall we not revenge?

William Shakespeare

I

Acción y Reacción
V de Venganza

"V" no es un superhéroe como Superman, o el Hombre Araña. "V" es algo distinto. Uno podría decir que Superman, quizás el más popular de los Superhéroes, representa para el pueblo Estadounidense, lo que el mismo pueblo estadounidense quiere ser, quizás sea por eso que despierte tantas pasiones, pero, aún así, diremos, es un "justiciero". Así también, Edmont Dantes, el personaje de "El Conde de Montecristo" es un "Vengador". Ambos tienen una ¨misión¨ que cumplir y para ello harán uso de sus poderes. No es el caso de V. V no es un Vengador, V es la venganza misma. Y esto es planteado casi de manera literal, aún cuando todo en el argumento de la película parezca indicar lo contrario. "Puedes llamarme Venganza", sería el mejor resumen de su presentación ante Evey, (la histérica damisela en apuros de esta historia).

No se podrá pedir, entonces, que este personaje haga otra cosa que "realizarse". No oculta tras su máscara ningún rostro, ni sus acciones son guiadas por subjetividad alguna, es pura determinación.

Lo que me hicieron, me hizo – explicará V a Evey – es un principio básico del universo, toda acción generará una reacción igual y opuesta.

¿Es así como lo ves? – le responde Evey - ¿Como una ecuación?.

Lo que me hicieron fue monstruoso. – Se apura a afirmar, totalmente convencido, V.

… y creó un monstruo.- Remata Evey, igualmente convencida.

Así como Superman existe en tanto héroe porque hay un villano que pretende conquistar el mundo, V existe porque una nación se ha entregado al fanatismo. En un extremo, hay un Canciller que justifica su incuestionabilidad en el poder con una perpetua amenaza terrorista extrangera, y en el otro extremo esta V, el terrorista, surgido del propio pueblo, ambos destinados a destruirse mutuamente. V no tiene rostro, no tiene ojos, no tiene memoria [1] y se niega, en todo momento, a sacarse la máscara. Eso que le hicieron en el centro de detención, quemó su piel por completo, a la vez que brindó al Canciller Sutler, el virus para simular un ataque bioterrorista que acabó con miles de vidas, enriqueció "obsenamente" a los accionistas del Partido y justificó la dictadura ante el pueblo. Mi opinión es que, si V tuviera un rostro, si se quitara la máscara, o fuese a vencer al gobierno para imponer él mismo su revolución, se produciría otro particularismo, porque uno podría decir que la Venganza, la oposición al fanatismo, es rubia, o negra, o lleva barba, o no, y, en última instancia un tirano violento, reemplazaría a otro. En este sentido es muy ilustrativa la última escena de la película, en la que los londinenses salen a las calles disfrazados de V, para avalar "su revolución", y, ante la explosión del edificio del Parlamento, se quitan las máscaras, descubriendo los rostros de todos los personajes de la película. Tanto los vivos, como los muertos.

¿Quién era él? – le pregunta el detective Finch a Evey.

Era Edmont Dantes – contesta ella – él era mi padre, y mi madre … mi hermano, mi amigo. Él era usted, y yo … él era todos nosotros.

A diferencia de Superman, quién tiene un rostro muy humano (ese torpe y defectuoso Clark Kent) V es puro símbolo. Y, al igual que Edmont Dantes, enfrenta a un mal y a un enemigo muy puntual, ambos regresan del "olvido" para vengar un agravio, pero, mientras Edmont Dantes encontrará algo más que venganza, V, por su naturaleza misma, no podrá jamás sobrevivir al mal que combate. La venganza se acaba cuando se consuma.

¿Por qué no te mueres? – lo increpa, desesperado, uno de sus últimos enemigos mientras le dispara una y otra vez.

Detrás de esta máscara – responde V, moribundo, mientras lo estrangula – hay más que carne, detrás de esta mascara hay una idea.

Retomaré algo de esto en un comentario final.

II
Evey
V de Verdad

Una y otra vez Evey ha quebrantado la ley, en pequeñas faltas, histérica e insistentemente. Y tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe. Después de salir de su casa violando el toque de queda, es salvada por V de tres "Fingermen", y luego acepta acompañarlo al "concierto" en que V hace estallar el Palacio de Justicia. A la mañana siguiente, en un acto deliberado, e inexplicable, sobre todo (quizás exclusivamente) para ella, salva la vida del terrorista número uno de Londres. Así, acusada de ser cómplice de V, despierta en La Galería de las Sombras (la guarida de V), confundida por sus propios actos.

¿Qué he hecho? … – se pregunta, incrédula, como si no hubiese sido ella quién atacara al policía tan solo unas horas antes.

Hiciste lo que considerabas correcto. – Responde V.

¡Oh no! … no debí hacer eso … debí estar fuera de quicio …

¿Eso crees, o es lo que quieren que creas? – la interroga V.

Aquí concluye el primer tiempo del circuito de responsabilidad. Una serie de hechos azarosos (la coincidencia de los Fingermen, V e Evey en un mismo punto, la noche en que V planeaba volar el Palacio de Justicia, previa al día en que iba a atacar el Canal de T.V en que Evey trabajaba) acaban por interpelarla [2]. Asimismo, hay que destacar el hecho de que no es un solo acto, sino, por lo menos, tres, los que llevan a Evey a la Galería de las Sombras. Primero desoye el toque de queda, después acepta acompañar a V, y finalmente lo salva de ser apresado.

Evey ha hecho algo, y no sabe por qué lo hizo, y eso ha cambiado su lugar en el mundo. Por más buena ciudadana que creyera haber sido, ahora, para el gobierno, es cómplice de un terrorista.

Hermana de una víctima de St. Marys (el bio-atentado terrorista), hija de activistas "desaparecidos", retenida en un centro del "Programa de Recuperación de la Juventud" durante cinco años, su pasado no constituye un buen antecedente, aunque ella misma parecía pretender vivir como si nada de eso le hubiese sucedido. "Pretendía". Y, pretendiendo volver a su antiguo lugar en el seno del "A", pretendiendo "pedir perdón" por un acto del que ella no se veía responsable, pretendió ayudar a V en su siguiente golpe. Y, llegado, el momento, intentó advertirle a la víctima, que estaba a punto de ser asesinada, inutilmente, pues V cumple con su cometido de todos modos.

Aún así, Evey logra escapar donde Gordon Dietrich, su jefe y amigo, homosexual y coleccionista de objetos prohibidos. Otro "Infractor Serial", distinto, y a la vez similar, a V y a Evey.

Al igual que en su niñez, Evey debió ver a un ser querido "desaparecer en la bolsa negra del gobierno", y en el intento de huir, es capturada también, y llevada a un centro de detención.

Aquí el paralelismo con "El Muro" de Sartre es notable. Las opciones son las mismas: hablar o morir. Si Evey habla, si les dice "algo, cualquier cosa" salvará su vida, y cesarán las torturas. Será un mensaje oculto en la celda lo que dará a Evey su inspiación, su sostén emocional. En vez de reflexionar toda una noche, como Ibbietta, Evey lee ese último y desesperado grito de resistencia subjetiva de otra prisionera, que le permite hacer su elección, es decir, sopesar los prós y los contras de hablar o callar, no por proteger a V, o retornar a su lugar en el A total, sino porque, justamente, ya no puede hacerlo. Ha atravesado un umbral, del que jamás podrá regresar. El paso que está a punto de dar la adentrará en un lugar desconocido, es un paso en soledad, pues el A ya no la acompaña. No se trata de callar por rebeldía, o hablar por obediencia. No hay, para ella (y esto es lo importante, que es para ella, Evey, para quién no hay) referencia en el A para dar cuenta de ¨eso¨ que está a punto de hacer. O sea, Evey tiene que tomar una decisión, realizar un acto, que no puede estar guiado por un A. Aquí es donde yo ubico el tiempo dos del ciclo de responsabilidad, porque Evey ya no puede, ni intenta, volver al punto previo al primer tiempo. No es la misma Evey, ni sus antiguos compañeros de trabajo la reconocerían en la calle.

Finalmente, uno de sus captores, antes de llevarla al lugar de su ejecución, le da una última oportunidad. En un tono casi amistoso, casi comprensivo, la anima a "hablar", a decirles algo, insinuándole que ni siquiera tiene por qué decir la verdad.

En este punto es donde Ibbietta, sintiéndose más allá de la situación, hace su jugarreta, pero, Evey, muy seriamente, pero con mucha calma, prefiere morir antes que ceder su dignidad [3], esa "pequeña y frágil pulgada de uno, que es lo único que vale la pena tener … y nunca debemos permitir que nos quiten".

Muchas gracias – dice, meditabunda Evey – pero prefiero morir …" - decisión esta que hace efectiva su elección.

Entonces ya no tienes miedo … – contesta su captor – eres totalmente libre – agrega, antes de salir de la celda, dejando la puerta abierta, con total naturalidad.

Al salir de la celda, y del pasillo, Evey, se encuentra, otra vez, en la "Galería de las Sombras". Todo ese tiempo, su captor había sido el mismo V. Pero esto no debe confundirnos.

Tu propio padre decía que los artistas usan mentiras para decir la verdad – le recuerda V, a Evey. – Sí, yo creé una mentira, y porque te la creíste descubriste algo de tu propia verdad. Lo que era cierto en esa celda, es cierto ahora … no huyas de ello, has estado huyendo toda tu vida … te quitaron a tus padres, te quitaron a tu hermano, te pusieron en una celda y te quitaron todo excepto tu vida, y creíste que era todo lo que había en ti, pero no lo era ¿verdad? … encontraste algo más, algo que importaba más que tu vida, porque cuando te pidieron que lo entregues, les dijiste que preferías morir.

"Eso" es el deseo mismo, a mi modo de ver. Y, después de encontrar "eso", Evey no es la misma. Aquí se ubica el tercer tiempo, en que un Sujeto ($), más allá de los significantes que la marcaban, sostuvo sus actos, y la "verdad" de ese deseo, que, como todo deseo, no puede ser formulado, pero emerge de todos modos. La Singularidad de Evey se despliega para fisurar un eje particular y una moral a la que no mucho tiempo atrás se aferraba celosamente.

Evey debía responder subjetivamente por su "amnesia" (respecto de sus padres), su ceguera (respecto de todo cuanto sucedía a su alrededor), y, finalmente, su silencio como posición subjetiva, frente a un "a" que busca ser "A", un particularismo avasallador. Evey debía responder por ese deseo inefable que la acompañó desde siempre, y, al hacerlo se gana su derecho a la "V de Verdad".

Entre los significantes que la marcaron desde su niñez (ese A de sus padres, y el A totalitario de la "moral jurídica") que la empujaron a una "nescesaria" repetición, (del desafío a la ley, y luego la pasividad frente a la represalia), y el puro azar de aquella concatenación de hechos que la llevaron a la Galeria de las Sombras, ha surgido un nuevo sujeto, que no actúa ni por pura obediencia a las normas, ni por pura rebelión, ni se desentiende de cuanto sucede a su alrededor. Que, en otras palabras, no es pura reacción a una acción, en obediencia a un principio básico del universo, y por eso, irá más allá de la venganza.

En un cuarto tiempo, en que, Evey, habiendo completado su circuito de responsabilidad, tomará en sus manos la decisión de llevar adelante la "revolución" de V. Ya no se trata de para ella de la mera venganza, sino la "destrucción positiva" del edificio del Parlamento, avalado por todo un pueblo que "se puso la careta, y salió a las calles para sacársela".

Los edificios son símbolos – decía V – y también lo son los actos de destruirlos. Los símbolos reciben su poder de las personas … sólo, un símbolo no tiene significado, pero con suficientes personas, destruir un edificio puede cambiar el mundo.

… cada vez que he visto cambiar al mundo ha sido para peor … - respondía Evey, al comienzo de sus periplos, lo cual puede entenderse como "es mejor no cambiar nada, es mejor dejar al eje particular como está".

Hacia el final de la película, Evey, desafiando una vez más a la autoridad, pero desde un lugar radicalmente distinto, activará el mecanismo que haría estallar el Parlamento.

Lejos del primer tiempo, en que el quiebre de las leyes era irresponsablemente "histérico", en el cuarto tiempo, después de que la singularidad de Evey ha causado una ¨hecatombe¨ en el eje particular (tercer tiempo), su eje particular se ha reacomodado. Por decirlo de algún modo, al final, Evey responde a una nueva moral, de cuya invención no deja de ser responsable.

A mi modo de ver, se puede conjeturar que, en este punto, si Evey hubiese cedido ante la ley, si no hubiese atravesado el circuito de responsabilidad, y se hubiese abstenido de activar el mecanismo explosivo, hubiese cedido en su deseo, y, consecuentemente, se hubiese visto abrumada por la culpa. Culpa que solo puede ser de haber renunciado a ese deseo.

Se hace patente, entonces, la magnitud del cambio de posición subjetiva al que se asiste en la película. Donde reinaba un Yo observador de una moral que lo lleva a obedecer ciegamente una ley jurídica, y quebrantarla "irresponsablemente" (pues no se asumía como autora de ese ¨delito ético¨), advino un sujeto "sujeto de la ética", sujeto de una "nueva moral", que puede quebrantar esa ley jurídica, y aprés coup, hacerse responsable de aquel "acto" de salvar a V, por algo más que "llevarle la contra al gobierno, casualmente".

III
Finch
V de Valor

El detective Finch no es un mero Londinense, es detective de la Policía, y parte de la cúpula de poder que secunda al Canciller Sutler.

Un buen día, al Detective Finch le piden que investigue a la chica que acompañaba al terrorista que voló el Palacio de Justicia. Entonces empezaron sus problemas (éticos).

Este hecho azaroso para él, una persecución como podría ser cualquiera, lo lleva a investigar el pasado, el origen y el nacimiento del Estado y los Líderes a los que sirvió toda su vida, y aún serviría hasta el final de la acción. Totalmente alienado a su función en el estado, conserva, a pesar de todo, su espíritud crítico. Coexisten en en su alma, una implacable lealtad al Partido, y una vaga consciencia de las consecuencias de sus actos.

El terrorista es sumamente astuto, ataca una y otra vez, pero la policía no puede hacer nada para evitarlo, ni logra la más mínima pista de quién es.

Este terrorista – dice, Creedy, otro alto funcionario del Partido, a cargo del equivalente de la Gestapo o los "Grupos de Tareas", del gobierno de Sutler - parece conocer bastante bien nuestro sistema, el Canciller sospecha, que puede haber un informante.

¿Me está diciendo que me están vigilando, Sr Creedy? – Se asombra, Finch.

En estas circunstancias, - continúa Creedy, con suave tono amenazante - sería prudente de su parte abandonar toda investigación de sucesos acaecidos mucho tiempo atrás, y concentrarse en los asuntos concernientes a nuestro presente.

¿Se refiere a Larkhill?

El Mayor Wilson es amigo del Canciller, su lealtad no está en cuestión.

¿Y la mía sí lo está?

Su madre era Irlandesa ¿verdad? …

He sido un miembro del Partido por veintisiete años … - declara, conteniendo su indignación, Finch.

Si yo fuese usted, encontraría a ese terrorista, y lo encontraría pronto.

Una y otra vez, a partir de entonces, y como práctica nada inesperada, Finch es denigrado, al tiempo que se le exige realizar tareas, diría, psicóticamente contradictorias, y resultados concretos y rápidos. Y, a pesar de ser, quizás el único agente del Gobierno actuando de manera efectiva y correcta en aras de encontrar al Terrorista, sus opiniones y acciones, son despreciadas y minimizadas. Se le exige que investigue algo que el Estado ignora, y, a la vez, que dé con la respuesta que el Gobierno quiere oír. Se le exige que llegue a un lugar, pero que no dé ni un solo paso en esa dirección.

… el contenido de este documento es asunto de Seguridad Nacional, – le afirma con mecánica y absoluta certeza, el Canciller Sutler – constituyendo un ataque a las personas de varios importantes miembros del Partido, así como una flagrante violación a los Artículos de Lealtad, pero puesto que la autenticidad del documento no puede ser verificada, podría ser una elaborada falsificación creada por el Terrorista, o bien, las fantasías delirantes de un ex-miembro del Partido que haya renunciado por razones psicológicas. Cualquier discusión sobre este documento o su contenido, será visto, como mínimo, como un acto de sedición, si no como un deliberado acto de traición. ¿Queda entendido, Sr. Finch? … Hará usted bien, inspector, en sacárselo de la mente.

El "documento" en cuestión, era, nada menos, que el diario de una de las profesionales que se desempeñaban en el centro de detención de Larkhill, una de las encargadas de desarrollar el arma biológica, que el mismo Canciller ordenó utilizar para aterrorizar a la población.

Aún así, Finch "desobedece las órdenes del Canciller, por el bien de Canciller mismo". Continúa su investigación, siguiendo sus corazonadas y deducciones (las mismas que los Miembros del Partido desoían) hasta dar con Evey, el cuerpo de V, y el Tren Cargado de explosivos (que solo él esperaba encontrar) listo para volar el Parlamento desde los cimientos.

Pero lo más importante, es que Finch no actúa sin culpa. "Algo le hace ruido", no puede ignorar lo que sus investigaciones le han mostrado.

Quiero hacerte una pregunta – le dirá, confidencial y extraoficialmente a su subalterno - … qué tal si el más horrendo ataque biológico en la historia de este país, no fuera el trabajo de extremistas religiosos.

Pero no entiendo, sabemos que eso es lo que sucedió. – Responde el subalterno de confianza, extrañado - Los atrapamos, y ellos confesaron …

Y los ejecutamos … lo sé, y puede ser que así haya sucedido, pero viendo esta cadena de hechos, estas "coincidencias", me pregunto si no fue así, si en realidad fue alguien más quién liberó ese virus, ¿qué tal si fue otro quién mató a todas esas personas?, ¿quisieras saber quién fue?

Seguro. – Afirma el subalterno.

… ¿aún si fuese alguien trabajando para este gobierno? … esa es mi pregunta … si nuestro propio gobierno fuese responsable por lo sucedido en St. Marys y Three Waters, si nuestro propio gobierno fuese responsable por la muerte de casi cien mil personas ¿realmente querrías saberlo?.

El detective Finch, es un hombre valiente, leal, y astuto, pero también responsable. Intuye, sabe que el gobierno oculta algo, y que ese "algo" ha estado gestando "un mounstruo", una "reacción". Finch prevee el caos, prevee la estupidez que provocaría una escalada de atrocidades por parte del gobierno, y prevee el fin. No tiene miedo de saberlo, carga con el peso de saber que él mismo no es más que un engranaje de esa maquinaria, y se siente culpable porque, a partir de que ha empezado a develar que "puede haber otra historia" además de la historia oficial, ya no se siente identificado con su rol en esa maquinaria, algo de su subjetividad escapa, no condice con sus actos, y por eso se siente "culpable". Pero eso no lo detiene. Implacable, e íntegro, continuará actuando de acuerdo al ideal del Partido, más allá de las órdenes puntuales, las quejas y demandas contradictorias de sus superiores, hasta esa última escena, en que tiene, finalmente, la posibilidad de detener a Evey, y a la Revolución de V.

¿Por qué estás haciendo esto? – pregunta Finch.

Porque él tenía razón – le explica Evey, con la mano en la palanca que pondría el tren en movimiento.

¿Sobre qué?

Este país necesita más que un edificio ahora, necesita esperanza.

Y, entonces, el único hombre capaz de evitar el fin de la tiranía opresiva de Sutler, desiste. Más allá de su lealtad al Gobierno, más allá de su opocisión al terrorismo, da lugar, una vez más, a un acto guiado por sus convicciones. Así como antes obrara, voluntaria y responsablemente, guiado por la moral del Partido, incluso desobedeciendo sus órdenes, en aras de desempeñar su función de la forma más efectiva y eficiente posible, ahora baja el arma, convencido de que el país necesita esperanza más de lo que necesita al Edificio Parlamento.

IV
Mi nombre es Venganza
La Venganza Subjetiva y el Sujeto de la Venganza

Después de su "pasión [4]", en el centro de detención clandestino, Evey es conducida, a pedido, a un espacio abierto, donde vuelve a ver el cielo, y, como en un bautismo, recibe a la lluvia con un gesto liberador. Recuerda, entonces las palabras de la abuela de aquella prisionera: "Dios vive en la lluvia".

Se trata de una subjetividad nueva, en todo caso, en una pocisión novedosa, pero, de ninguna manera, desligada de su historia, y las marcas que la constituyen.

A sus espaldas, V, la observa, detrás del único y perpetuo gesto de su máscara. Él también renació un día, del fuego químico que borró su identidad toda, de tal modo que, en lugar de palabras de una abuela (de un pasado), solo quedan quemaduras, marcas reales, que no pueden recombinarse para explicar quién es, ni quién fue. Como si uno emergiera del Infierno humanamente artificial, y la otra cayera de un Cielo inmaculado, se encuentran a medio camino, en virtud de lo que tienen en común: Ambos son víctimas directas del terrorismo de estado.

Supongamos ahora que ambos son personas (recordemos que hasta aquí, yo había propuesto que V era la Venganza misma, y no una persona habitada por un sujeto), y recapitulemos. V fue capturado y llevado a un centro de detención clandestino, donde fue hecho "sujeto de experimentación", y, en ese proceso, perdió su identidad. Perdió su nombre, su rostro, su piel, sus recuerdos, para existir como una mera "reacción" a una "acción previa".

Ahora bien, él no tiene ninguna intención de salir de esa posición. Ser la Venganza, ser "desaparecido", la máscara que vela su falta de identidad, la causa que suplanta al nombre, lo sostienen en el mundo. Cualquier construcción de un pasado, o de un nombre propio, lo privarían de su condición de ser "un mero efecto del A", para tener que ser un sujeto responsable de una posición subjetiva frente a ese A, y de sus efectos. Como persona, el que lo moviliza, es un "deseo anónimo". Se trata para él de una venganza, pero cabe preguntarse ¿Quién se venga y de qué?, ¿A quién se venga? … a todos, a nadie, a la "libertad", a la "democracia" … ¿cómo saber que V no fue un asesino serial antes de ser llevado al centro de detención?, ¿cómo saber que no fue él mismo quién eligió ser sujeto de experimentación, en vez de ser ejecutado?. Cualquier intento de historizar ese deseo, es otorgarle un origen, es finalizar su anonimato, y V no está dispuesto a eso.

Evey, por otra parte, también fue víctima directa del "Partido". Sus padres "desaparecieron", y ella fue puesta al amparo del "Juvenile Reclamation Program" para ser "pasteurizada", "exorcizada", "purgada" de cualquier influencia de sus padres, que pudiera llevarla a oponerse al Canciller Sutler de algún modo. Y aún así, para la policia, el hecho de ser hija de militantes opositores al gobierno, por más temprano que se la haya separado de ellos, constituye un "antecedente" de importancia, a la hora de explicar su relación con V y el atentado al Palacio de Justicia. De algún modo, nada puede borrar el hecho de que Evey es hija de quién es, y nada puede detenerla en su empeño de ir más allá de ello. Por más que ella misma intentó durante un largo tiempo desligarse del deseo que la alojó y del deseo que la habita, en pos de una vida tranquila como ciudadana habituada a la opresión del gobierno, algo de ese Inconsciente insiste, algo de ese deseo, de ese sujeto, puja por desplegarse en el mundo. Lo reprimido, más aún que lo forcluído, no es sin retorno.

Sólo cuando Evey se enfrenta a la incompatibilidad entre ese deseo que puja y su idiosincrasia ciudadana, (yóica, y particular) es que comienza la reconstrucción de su identidad, empezando por recordar a sus padres. Más adelante, se encontrará con las marcas que la determinan, y las consecuencias de su posición subjetiva, y, finalmente, irá más allá de la barradura del A, para encontrar su propio deseo, y restituirle su nombre, en una nueva posición en ese A, que le permite desplegar su subjetividad. Solo entonces accede a la venganza y a la verdad.

El deseo, "causa y motor" de la vida, es tal, en tanto que no puede ser formulado. Evey no desea derrocar al Canciller Sutler, pero su deseo la lleva en esa dirección. Para ella hay algo más en esa dirección, más allá de la venganza. Para ella, esa es solo una opción subjetiva, entre muchas otras posibles. Para V, en cambio, la venganza es todo. Es causa de vivir, de morir, de matar, suple un nombre, una identidad y un deseo. Al ponerle un nombre a su razón de ser (deseo), "Venganza", el sujeto se condena a si mismo a morir cuando se realiza ese deseo, o a renunciar a él, y con él a la vida misma. Y, en última instancia, quedarse en la venganza, conlleva un riesgo, quizás demasiado grande, porque implica una cierta legitimación del agravio a vengar. O sea, continuar la misma lógica de la agresión. Reemplazar una tiranía por otra tiranía, en el intento de poner fin a un gobierno opresivo.

Me parece muy importante destacar el hecho de que Evey, siendo adulta, busca su identidad interpelada por sus propios actos. No hay terceros, ni "Abuelas", ni "Madres", "Hijos", organizaciones, o paladines de los derechos humanos, que busquen restablecer un "orden natural" del deseo, y/o la subjetividad, que haya sido tergiversado. Tampoco podría haberlo. Es ella y solo ella, quien puede dar esos pasos hacia la restitución de su propia identidad. Nadie puede hacerlo por ella, y nadie puede prohibírselo, porque no hay A sin falta. No hay A que brinde todas las respuestas. Solo es posible hacer semblante de saber todo sobre el sujeto, y corresponde a cada sujeto (uno por uno) creer o no esas respuestas, y sostener ese "A omnisciente".

IV
Un Comentario como Conclusión
M de Memoria

Quisiera terminar mi trabajo con un comentario final acerca de la Venganza como respuesta a la opresión. Como decía al inicio de este trabajo, el personaje V, es, desde mi punto de vista un símbolo en si mismo, y no pretende "simbolizar" nada. Se plantea como un producto de su contexto, un efecto del gobierno opresivo al que pretende derrocar, la "antítesis formal" del tirano Adam Sutler. Así, la misma sociedad que avala su propia opresión, generará el movimiento que la derroque, porque ningún particularismo puede durar eternamente. Aún cuando una situación demande la renuncia a ciertos privilegios en aras de la sobrevivencia, si esa renuncia no cumple su cometido, o brinda un sustituto, se tornará fútil, y difícilmente tolerable.

Las revoluciones no suelen ser efectivas sin el apoyo de ciertas masas, y tampoco lo son las dictaduras. Ghandi solía decir que veinte mil ingleses no podían gobernar a trescientos millones de indios, a menos que esos indios cooperasen, y en eso basaba su resistencia pacífica. V propone algo similar al exigir que la nación se reúna en torno al Parlamento para que su explosión tenga un verdadero valor simbólico. En esta historia, el pueblo inglés elige "Vengarse" en respuesta a su propia represión, Pero la "revolución" no puede terminar allí.

En la República Argentina son muchas las agrupaciones que trabajan en esta dirección, buscando hacer "Memoria" de lo acaecido durante el Proceso de Reorganización Nacional. Si la pluma es más filosa que la espada, y si la historia es escrita por los vencedores, quizás ningún triunfo esté completo antes escribir lo sucedido. Tan importante como "estallar" los viejos símbolos, es sentarse construir símbolos nuevos. Pero mientras haya más de una miradas subjetiva habrá más de una forma de entender esos símbolos, y de ordenar los significantes, siempre habrá más de una versión de la historia. La victoria, no podría consistir en la "venganza" únicamente, la historia debe ser escrita, además, porque la Memoria se interpone, hace un corte, entre el pasado y el futuro, y evita que se encuentren, y se confundan. Esto, quizás, sea más importante que lo anterior.

V
Bibliografía

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Domínguez, Maria Elena: La Transmisión de la Ética, Clínica y Deontología, Ed. Letra Viva, Buenos Aires, Argentina, 2006. ¨Los Carriles de la Responsabilidad: El Circuito de Un Análisis¨.

Fariña, Michel y Gutierrez, C: ¨Veinte años no son nada¨ Causas y Azares, Nro 3, Buenos Aires. 1996.

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Sartre, Jean Paul: Le Mur, Ed. Folio, Paris, Francia, 2004, ¨Le Mur¨.



NOTAS

[1No tiene identidad, diremos.

[2Es digno de ser explicitado que, a la luz de lo expuesto anteriormente, esta concatenación de hechos solo son azarosos para Evey. V actúa por ¨necesidad¨, o sea, respondiendo mecánicamente, desde una absoluta determinación significante.

[3"Dignidad" dice el texto de la prisionera, en la película, pero podemos pensar que se trata del deseo.

[4Me atrevo a usar el término, apelando a su acepción prístina.

Película:V de venganza

Titulo Original:V for Vendetta

Director: James McTeigue

Año: 2005

Pais: Estados Unidos

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