Tipos de gentilezas: crímenes de obediencia

Las películas de Yorgos Lanthimos siempre abordan temas de nuestra época, temas que resultan difíciles de enfrentar y para los cuales el cine resulta un valioso recurso. El director griego tiene una habilidad extraordinaria para mostrarnos lo insoportable a través del sarcasmo y el humor negro, explorando lo más oscuro de la condición humana.

Al ver su trabajo en Tipos de gentilezas (Kinds of Kindness, 2024), uno de los libros que me vino a la mente es Crímenes de obediencia: Los límites de la autoridad y la responsabilidad (1990), escrito por los psicólogos sociales Herbert Kelman y V. Lee Hamilton. En él, los autores analizan la masacre de civiles en Vietnam por parte de las tropas estadounidenses, bajo órdenes criminales de sus superiores. El libro explora cómo los perpetradores de crímenes de lesa humanidad nunca sintieron culpa por sus acciones, debido a la obediencia ciega. Este concepto de obediencia, tan venerado en contextos militares, no es ajeno a nosotros en Argentina.

Durante nuestras clases de psicología, cuando abordamos temas como el experimento de Stanley Milgram (1961 y sus réplicas posteriores), nos enfrentamos a la incómoda verdad: no sólo los criminales, sino también la gente común, tiende a obedecer ciegamente. Las investigaciones muestran que un 65% de las personas son propensas a seguir órdenes, incluso cuando estas conllevan actos reñidos con sus valores morales. Se trata no de meras opiniones, sino de estudios rigurosos de psicología social.

Lanthimos explora este lado oscuro de la humanidad a través de un exasperante surrealismo onírico. Su película, dividida en tres episodios, utiliza a los mismos actores para contar historias diferentes, cada una centrada en personajes que obedecen ciegamente, sacando a la luz lo peor de sí mismos.

En el primer episodio, un empleado es capaz de traicionar sus valores para complacer a su jefe. En el segundo, una mujer se mutila por amor a su marido, llevando su sumisión al extremo de lo insoportable. El tercer episodio trata la obediencia de una secta que obliga a todos sus seguidores a mantener relaciones sexuales exclusivamente dentro del grupo.

Cada historia es más delirante que la anterior, pero todas tocan un mismo punto: la obediencia ciega puede llevarnos a perder nuestra humanidad. Lanthimos nos recuerda que en este mundo resulta sencillo venderle el alma al diablo, siempre bajo el manto de la obediencia, con su reverso de la culpa desplazada a los demás. [1]

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