Resumen:
El film "The Square" (2017) de Ruben Östlund explora la complejidad de los vínculos sociales y la representación del arte contemporáneo a través de un curador, Christian, cuya vida en apariencia confortable se ve interpelada. Una de las obras artísticas que presenta, "El cuadrado" –que da nombre al film–, promueve la confianza y la solidaridad revelando el conflicto existente en la búsqueda de estas cualidades en un entorno marcado por el individualismo. Este trabajo indaga situaciones que atraviesa el protagonista que cuestionan su responsabilidad social para ubicar tres categorías que se suceden entre sí: la indiferencia, la indignación y la incomodidad, en tanto cada una expresa distintas formas de habitar las tensiones sociales. Si el efecto de la indiferencia es inexistente, es decir, no es susceptible de producir consecuencias, la indignación supone al menos un registro del otro. Sin embargo, sería necesario pasar a otra instancia: la incomodidad, para dar lugar a un movimiento, al mismo tiempo interno y externo, que tenga como correlato la vulnerabilidad, la espontaneidad, lo no calculado del encuentro con el otro.
Palabras clave: Responsabilidad | Indiferencia | Indignación | Incomodidad
Responsibility in question:
Indifference, indignation, discomfort
Abstract:
The film "The Square" (2017) by Ruben Östlund explores the complexity of social ties and the representation of contemporary art through a curator, Christian, whose seemingly comfortable life is challenged. One of the artistic works he presents, "The Square" - which gives its name to the film - promotes trust and solidarity, revealing the conflict that exists in the search for these qualities in an environment marked by individualism. This work investigates situations that the protagonist goes through that question his social responsibility to locate three categories that follow each other: indifference, indignation and discomfort, while each one expresses different ways of inhabiting social tensions. If the effect of indifference is non-existent, that is, it is not capable of producing consequences, indignation supposes at least a registration of the other. However, it would be necessary to move on to another instance: discomfort, to give rise to another movement, at the same time internal and external, which has as a correlate vulnerability, spontaneity, the uncalculated nature of the encounter with the other.
Keywords: Responsibility | Indifference | Indignation | Discomfort
How many times can a man turn his head
and pretend that he just doesn’t see?
Bob Dylan
Si aceptamos que los sistemas simbólicos son productos sociales que producen el mundo, que no se contentan con reflejar las relaciones sociales sino que también contribuyen a construirlas entonces debemos admitir forzosamente que es posible, dentro de ciertos límites, transformar el mundo transformando su representación
Bourdieu y Wacquant
El cuadrado de la confianza
“The Square” (2017), film sueco dirigido por Ruben Östlund, fue reconocido y premiado en festivales internacionales a la vez que generó polémica. Como en su film anterior “Fuerza Mayor” (2014), y fiel a su estilo, Östunld logra interpelar e incomodar al espectador al reflejar a través de la pantalla escenas cotidianas que ocurren en un museo de arte contemporáneo. A lo largo del film, y a través de los más diversos recursos, aparecen elementos que irrumpen, cuestionan y revelan las subjetividades que el propio capitalismo como sistema genera. La mayor parte de este recorrido se da bajo la mirada del personaje principal, Christian, en quien se va a centrar el presente escrito.
Interpretado por el actor danés Claes Bang, el protagonista es el curador del museo de arte contemporáneo en Suecia que tiene la tarea de presentar la intervención artística “El cuadrado”; una obra que fomenta valores como la solidaridad, la confianza y la igualdad social. Esta promueve el altruismo a través de la inscripción: “El cuadrado es un santuario de confianza y solidaridad. Dentro de sus límites todos tenemos los mismos derechos y obligaciones”. Desde la primera escena se advierte que esta afirmación está en jaque. Para colocar la placa deben desplazar una estatua que se fractura por los movimientos de la grúa y queda fragmentada, sin su cabeza. Esta exposición artística interpela al personaje en relación con sus propios límites y, a su vez, en relación con los límites del arte y de su rol en la sociedad. Lo expone a él viéndose desconcertado por las demandas de los otros, demandas ruidosas que lo llevan a inquietarse e interrogar su propia responsabilidad, tanto subjetiva como social, si es que estas pueden separarse.
“The Square” expresa así las paradojas existentes en la sociedad actual que postula, frente a la demanda explícita de ayuda de un sector marginado, ejercer la confianza y solidaridad como premisas de convivencia y por el contrario desarrolla miedos, desconfianza, violencia y agresión. El film toma la realidad europea donde los vulnerados son los “mendigos”, generalmente extranjeros, y donde la otredad, lo diferente, es vivida como una amenaza. Esta película cobra especial importancia en la coyuntura actual al evidenciar las desigualdades socio-económicas inertes al capitalismo siendo la población en situación de vulnerabilidad quien padece en mayor medida los efectos de sus políticas.
Retomando la obra que da nombre al film, “El cuadrado”, queda en claro el contraste entre las decisiones artísticas y las posibilidades reales: en un cuadrado se pueden trazar claramente los límites, ver sus delineaciones, dónde comienzan y dónde terminan. Esto no es tan claro en los vínculos humanos, en los roles y los espacios en que cada quien juega dentro de la sociedad. Es así que empiezan a deslizarse los primeros interrogantes: ¿Qué implica “involucrarse” ante un pedido de ayuda? ¿De qué protege conservar las “formas”? ¿Qué efectos conlleva esta supuesta protección? ¿Qué lugar hay para el lazo, la solidaridad y la confianza?
El objetivo del escrito es desarrollar lo expuesto desde las coordenadas y el recorrido de Christian, quien por momentos llega a enfrentarse con sus límites morales y pensarse en relación con su responsabilidad social, como un sujeto en contradicción: con su maquillaje social, y su interior salvaje.
Entre la indiferencia y la indignación
Desde una perspectiva triunfalista, Christian podría retratarse como una persona exitosa, segura de sí misma, que accede a los lujos de una vida económicamente holgada. Sin embargo, en la medida en que transcurre la trama, esta impresión se complejiza y hace posible pensar ciertos matices.
El film presenta al protagonista a partir de una entrevista que le hacen por su trabajo. La periodista le pregunta cuáles son los principales desafíos a los que se enfrenta y él responde que lo que más lo entusiasma tiene que ver con la financiación y la competencia en el mercado ya que “hay compradores y coleccionistas de todo el mundo con increíbles cantidades de dinero”. La mujer cambia de tema y pide si puede aclarar qué quiso decir en un texto que escribió acerca de lo exhibible y lo no exhibible del arte, él accede y después de algunas pausas ofrece una respuesta que no termina de convencer a su interlocutora. La escena transmite la tensión del discurso vacío, de la pura formalidad que roza el sinsentido. Lo interesante es que este sentimiento de molestia creciente en el espectador no se corresponde con la percepción de los personajes, que sostienen la situación a pesar de la inconsistencia de sus acciones.
Predomina la impostura de Christian ante el encuentro con los otros. Estos encuentros –especialmente los que transcurren en el museo– son pautados, calculados, con discursos ensayados y conversaciones predecibles. Esta forma de vincularse se explicita en lo que parece ser un acto de ayuda a una joven que se aproxima a Christian en la calle gritando que se encuentra en peligro, que alguien quiere lastimarla. El plano secuencia se abre con una mujer gritando repetidamente “¿quiere ayudar a salvar una vida humana?”. Él intenta desentenderse del asunto pero necesariamente se ve involucrado. Y cuando cree haber colaborado –en verdad no hizo mucho–, festeja su logro como si por fin le hubiera pasado algo real. Le dice al hombre que estaba a su lado que le late fuerte el corazón y que lo enorgullece haber estado presente en ese momento. Este hecho, que es lo más cercano a la realidad que le ocurre al protagonista… en verdad, fue una estafa. Pronto advierte que el suceso fue una maniobra de la joven para robarle sus pertenencias.
La película exhibe los diálogos forzados que mantiene Christian con sus empleados y compañeros de trabajo, lo artificial de la conquista amorosa, lo engañoso de su mundo imperturbable. Un mundo ¿que lo protege? al mismo tiempo que lo aísla y empobrece. Como si no le quedara otra opción más que hacerlo porque es lo que se espera de él, seduce a la periodista y se acuesta con ella. La escena se vuelve levemente aterradora, él la mira desconcertado como si estuviera viendo lo que sucede desde afuera. Muestra, una vez más, la clave de la trama: él no está afectado, nada lo afecta, ni siquiera un encuentro sexual. Parece advertirlo, pero esto tampoco lo perturba.
El director expone una y otra vez la indiferencia de quienes caminan por las calles sumergidos en las pantallas de sus celulares, ensimismados. La distancia, la extraña solemnidad de los discursos en el museo, la falta de solidaridad y de contacto: ¿Cómo perturbar esta indiferencia?, ¿cómo salir del cuadrado?
La indiferencia como “cualidad de no distinguir” rechaza lo diverso y despliega una mismidad que produce la proliferación de lo igual. Como plantea Han (2017), uno de los efectos de esta tendencia es la vivencia que conlleva que cada quien se quede siempre igual a sí mismo, adoctrinado con sus propias nociones. Indiferente, igual. Esta perpetuación de lo mismo nos aleja del encuentro con el otro, que solo observa lo que le gusta, aquello a lo que le da “me gusta” omitiendo toda diferencia (Han, 2017). Ahora bien, una forma de pensar la conmoción de la indiferencia podría ser provocando la indignación, presente en el film.
Laurent de Sutter (2020) sostiene que la indignación podría haberse convertido en la principal forma de constitución de las identidades contemporáneas y que su objetivo no es otro más que confirmarse a ella misma, es decir, demostrar que se tiene razón.
El que se escandaliza no se escandaliza sino porque su indignación es susceptible de darle la razón, es decir, de conferirle un lugar elevado en el interior del orden definido por los límites de la racionalidad; no se escandaliza sino porque cree que su indignación hará de él un miembro del campo ganador, cualquiera que fuese esa ganancia. (p. 26)
¿Qué efectos conlleva? La indignación no posibilita un movimiento, un lazo que implique pensamiento o reflexión. François Dubet (2020) plantea que, en la época actual, las iras, los resentimientos y las indignaciones encuentran su explicación en la modificación de las desigualdades. El hecho de que cada cual se vea enfrentado a desigualdades múltiples cambia profundamente la experiencia al respecto: “las desigualdades se viven como una experiencia singular, una prueba individual, una puesta en entredicho del valor propio, una expresión de desprecio y humillación” (p. 14). Así, se produce un deslizamiento de la desigualdad de clases a la desigualdad de los individuos que se asumen libres e iguales en derechos. Este hecho conlleva que las “pequeñas” desigualdades sean más notorias que las “grandes” suscitando la comparación y la tendencia de cada persona a evaluarse respecto a quienes están más cerca. Esta diversificación que desanima los lazos comunitarios “abre las puertas al resentimiento, las frustraciones, el odio a los demás, para evitar el desprecio de uno mismo” (pp.14-15). Si se propone que cada quien es responsable de no rendir lo suficiente, el otro no va a representar un par en quien confiar, sino un rival competidor.
Más allá de lo planteado, la indignación implica que las injusticias conciernen a quienes no se ven afectados personalmente. Por esto, no se trata de condenar la indignación como tal, sino interrogarse sobre su relación con la acción. ¿Es posible que la indignación se transforme en un programa de acción? Siguiendo a Weber, Dubet (2020) sugiere que habría que dar paso a una “ética de la responsabilidad” que supere a la “ética de la convicción” en tanto la primera concibe a la acción justa como aquella más eficaz, que provoca menos estragos, aunque no sea necesariamente la más pura. Aceptar actuar en las condiciones dadas.
¿Cómo salir del cuadrado? La irrupción de lo salvaje o la incomodidad del encuentro
Durante el film tiene lugar una escena que se desarrolla en otras coordenadas. Es una secuencia extraña, que hace patente lo que se pretendía evitar hasta el momento: lo incierto y opaco del encuentro con el otro. Esta escena transcurre en medio de una gala del museo, donde se realiza una performance ante la más alta clase de la sociedad sueca. Un hombre con el torso desnudo –que se exhibe a lo largo del film en las pantallas del museo, como parte de la muestra audiovisual– se desplaza en cuatro patas con unas muletas, sin hablar, pero reproduciendo gestos de un animal que aparenta ser un orangután.
El artista es representado por este animal salvaje y los invitados de etiqueta, con su máscara social, presencian el espectáculo sentados en sus mesas. Se les advierte que si se quedan quietos y no reaccionan, nada les va a suceder. Al comienzo, ante las reglas implícitas conocidas de una performance artística que generalmente trascienden a las reglas sociales, se observa una complicidad de los allí presentes, quienes entre risas, aprecian desde su impostura la performance. Pero a medida que el artista se corre de los límites esperables, se empieza a percibir la tensión creciente en el auditorio. Los espectadores que nos encontramos del otro lado de la pantalla, percibimos también esta incomodidad que lleva a replantearnos los límites del arte. Luego, se empiezan a vislumbrar gestos de inquietud en los rostros que podrían subtitularse con un pensamiento: que no me pase nada.
El hombre del torso desnudo se acerca y empieza a acariciarle el cabello a una de las invitadas, acrecentando la incomodidad y la sensación de incomprensión de la exhibición. Él termina por agredirla y los hombres del lugar se juntan como manada para atacarlo violentamente, ya que había vulnerado el contrato social: la garantía de comportarse, de estar quieto. La violencia de la reacción parece excesiva, como si la situación hubiera permitido que lo que estaba apretado en el traje de gala, en la apariencia, en lo privado, hubiera sido excusa para dar rienda suelta a su interior salvaje en la escena pública.
Ante esto, Christian queda estupefacto, siendo espectador y a la vez responsable de la performance, sin comprenderla y sin comprenderse.
Esta escena refleja entonces la incomodidad que hace visible lo superficial e impotente del lazo social actual. ¿Qué implica un encuentro? La incomodidad como sentimiento creciente se presenta también como posibilidad, como potencia de transformación. ¿Cómo recuperarla?
Si bien la posibilidad de expresarse en internet puede considerarse un progreso democrático que favorece la pluralidad de voces, la capacidad de manifestar públicamente las propias emociones “hace de cada uno de nosotros un militante de su propia causa, un cuasi movimiento social de uno solo, porque ya no es necesario asociarse a otros y organizarse para acceder al espacio público” (Dubet, 2020, p. 78). Permanece en la confirmación de la mismidad y la segregación de lo que pueda cuestionarla. Se desliza hacia la obsecuencia del hate como postura astuta frente a la diferencia. Por el contrario, la interacción cara a cara obliga a preservarse, a calmar la ira, a no dejarse llevar por los impulsos… y habitar el encuentro con los otros, con la incomodidad que conlleva no saber. No saber de antemano sobre el otro, qué opina sobre la coyuntura, qué le gusta y qué no.
La producción voluntaria de incomodidad, como una poética virulenta de diálogo con lo social, es una operación de desplazamiento, un modo concreto de intervenir (...) una invitación creativa que opera desde la negatividad afectiva en la gestión de incertidumbres, corrimientos de sentido, buscando formas de desestabilización de los aparatos de la incorporación, de la asimilación y la institucionalización liberal. (Castillo, 2014; 2015, p. 68).
Se propone pensar las posibilidades de la incomodidad. Una incomodidad que, como potencia sensible, permita el desfasaje, el desencaje, que posiciona a las subjetividades en un espacio fronterizo (Cuello, 2017). Espacio que pueda arrimarnos hacia el otro.
Conclusiones
Este escrito se propuso interrogar la forma actual del lazo social. Este tema es pasible de ser pensado desde las categorías propuestas: indiferencia, indignación, incomodidad, en tanto cada una expresa diversas formas de habitar las tensiones sociales. Si el efecto de la indiferencia es inexistente, es decir, no es susceptible de producir consecuencias, la indignación supone al menos un registro del otro. Sin embargo, como plantea Dubet (2020), los raptos de indignación, como experiencia subjetiva de las desigualdades, no se transforman en movimientos sociales o programas políticos sino en artefactos que devuelven al ciudadano resignado su valor y dignidad. La incomodidad supone otro movimiento, que es al mismo tiempo interno y externo, y tiene como correlato la vulnerabilidad, la espontaneidad, lo no calculado del encuentro con el otro.
La lucidez de Östlund está en producir una incomodidad creciente en los espectadores que lleva a pensar en la función del arte y del cine como metáfora. Stanley Cavell, un filósofo norteamericano recientemente fallecido, que fue uno de los primeros en introducir el pensamiento de Lacan para abordar el cine de los años 50 en los Estados Unidos. El libro fue traducido al español como ¿Puede el cine ayudarnos a ser mejores? Nosotros hemos propuesto una versión alternativa: “¿Puede el cine ayudarnos a convivir mejor con nuestro deseo?” ¿Por qué? Porque no se trata de moralizar los efectos del cine, sino de indagar en su capacidad de interpelarnos sobre puntos ciegos de nuestra existencia (Michel Fariña, 2021).
Una de las afirmaciones más estimulantes de Wajcman (2019) es que el arte moderno, que él localiza como un producto de la crisis de la representación que estalla en occidente a partir de la Shoah, tiene la potencia de hacer ver aquello ante lo que quisiéramos más bien cerrar los ojos (Michel Fariña, 2021). El arte se acercaría de ese modo a una función interpretativa, analítica: mostrar lo que nos negamos a ver. En este caso, “The Square” parece preguntarnos: ¿Cuánta deshumanidad es necesaria para acceder a nuestra humanidad?
Referencias:
Cuello, N. (2017). La política sensible de la incomodidad. Programa de estudios.
Acción colectiva y conflicto social. Boletín Onteakien, Nº 24.
De Sutter, L. (2020). Indignación total. Lo que nuestra adicción al escándalo
dice de nosotros. Adrogué: Ediciones La Cebra.
Dubet, F. (2020). La época de las pasiones tristes. De cómo este mundo desigual lleva a la frustración y el resentimiento, y desalienta la lucha por una sociedad mejor. Buenos Aires: Siglo XXI.
Garzón, B. (2018). Indignación activa. Una mirada personal para transformar la realidad. Barcelona: Planeta.
Han, B-C. (2017). La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder.
Michel Fariña, J. J. (2021). Cuarentena en 35 mm. Diálogo con fixiones. Entrevista
realizada por Pilar Molina. Recuperada de: https://fixiones.com.ar/cuarentena-en-35mm/
Östlund, R. (2017). The Square [película]. Teodora Film; Cirko Film; Hulu.
Wajcman, G. (2019). Las series, el mundo, la crisis, las mujeres. Buenos Aires:
UNSAM.
NOTAS
FORUM
Película:The Square
Título Original:The Square
Director: Ruben Östlund
Año: 2017
País: Suecia
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