Universidad de Buenos Aires
Resumen:
En el siguiente trabajo se propone realizar un análisis en torno al personaje de June Osborne en la serie The Handmaid’s Tale (Miller, 2017- ) inspirada en la ficción distópica de Margaret Atwood. Ésta narra la historia de la sociedad de Gilead donde algunas mujeres son obligadas a convertirse en criadas para solucionar el problema de despoblación e infertilidad de la especie humana en el mundo. Una sociedad en el que las definiciones y roles de “ser mujer” están instituidos por el pensamiento patriarcal, religioso y totalitario que atropellan los derechos de las mujeres reduciéndolas a un cuerpo gestante, a un objeto pasivo de actos forzados con el único fin de procrear. Así, en este espacio y tiempo hostil, los cuerpos dominados de las criadas representan un instrumento de orden y control social pero June Osborne trata de resistir y reivindicarse a través de la reapropiación del lenguaje y de su propio cuerpo. Para abordar esta problemática, se reflexionará sobre las representaciones sociales, el poder, los cuerpos y del método clínico-analítico de lectura de films y series televisivas.
Palabras Clave: Género | Cuerpos | Poder | Patriarcado
Bodies That Fight And Resist In The Handmaid’s Tale
Abstract:
The following work proposes an analysis around the character of June Osborne in the TV series The Handmaid’s Tale (Miller, 2017- ), inspired on the dystopian fiction by Margaret Atwood. It narrates the story of Gilead´s society, where some women are forced to become handmaids to solve the problem of depopulation and infertility of the human species in the world. In this society, the definitions and roles of "being a woman" are instituted by patriarchal, religious, and totalitarian thinking that trample on women’s rights, reducing them to gestational bodies, passive objects of forced acts with the sole purpose of procreation. Thus, in this hostile space and time, the dominated bodies of the handmaids represent an instrument of social order and control, but June Osborne tries to resist and reclaim herself through the reappropriation of language and her own body. To address this issue, we will reflect on social representations, power, bodies, and the clinical-analytical method of reading films and television series.
Keywords: Gender | Bodies | Power | Patriarchy
Introducción
La serie televisiva The Handmaid’s Tale (Miller, 2017- ) propone un escenario distópico que transcurre en Gilead, un país ficticio que se formó en una parte del territorio de Estados Unidos debido a la infertilidad de las mujeres como consecuencia de la contaminación ambiental y las enfermedades de transmisión sexual.
En la República de Gilead, la sociedad está oprimida por un régimen totalitario en el que a las mujeres les arrebataron todos sus derechos y los hombres, que son quienes ejercen el poder, las clasifican según las funciones que cumplen y son valorizadas en función de su capacidad biológica reproductora (ser fértil o infértil), su estatus social y su grado de obediencia o aceptación de las normas. Dentro de este sistema riguroso de clasificación, June Osborne, protagonista de esta serie, forma parte del grupo de criadas que son mujeres fértiles que tienen la función de gestar y parir a bebés para dárselos a las familias de alto rango. Las criadas son violadas sistemáticamente durante sus períodos fértiles por el comandante de la familia, en un ritual religioso que denominan “la ceremonia”, del que también participa la esposa del comandante y tienen como único fin la reproducción. A partir del golpe de Estado, June es capturada y separada de su familia y es asignada como criada a la casa de la familia Waterford compuesta por un comandante de alto rango llamado Frederick y su esposa Serena Joy. Desde un principio June responde a las exigencias de la familia y la sociedad, tolerando diversas situaciones de violencia física y psicológica por parte de Fred y Serena, las cuales vivencia internamente con enojo y angustia.
En este trabajo se realizará un contrapunto entre dos capítulos de la serie que muestran un cambio sustancial en la relación entre June, protagonista y “criada” según su rol en esta sociedad utópica y, Serena la esposa del comandante Waterford dentro y fuera de Gilead. En relación al episodio de la primera temporada en Gilead, Serena se encuentra preparando la habitación del futuro bebé que piensa que June lleva en su vientre luego de la “ceremonia”. Frente a esto, June entre lágrimas le expresa que no está embarazada rompiendo con la ilusión de Serena y generando un enorme enojo que lleva a encerrar violentamente a June en su cuarto por varias semanas. En contraposición, se analizará una escena de la última temporada en la que June, que logró escapar de Gilead logra un encuentro con Serena dentro de la cárcel donde la esposa del comandante se encuentra detenida para ser juzgada por los crímenes cometidos. En ese momento, June logra expresar a Serena su enojo y culparla por arruinar su vida, su familia y un país entero.
Así, estas escenas permiten pensar en los siguientes interrogantes: ¿Qué lugar de poder ocupan June y Serena en cada escena a lo largo de la serie? ¿De qué manera se pone en juego el poder en la relación entre Serena y June a lo largo de las temporadas? ¿Cómo influye el poder en el cuerpo de June a lo largo de la serie?
Para analizar las escenas de la serie The Handmaid’s Tale (Miller, 2017 - ) se tomarán los aportes del método clínico-analítico de lectura de films y series televisivas (Michel Fariña, 2014), considerando la potencia y singularidad de las narrativas audiovisuales que permiten prestar especial atención a la dimensión subjetiva y al mismo tiempo, introduce a cada sujeto y espectador en ciertas situaciones dilemáticas.
Ser mujer en Gilead
Para empezar, se tomarán las ideas de Castoriadis (1988) que explica que el sujeto sólo existe en la sociedad y por la sociedad. Parafraseando al autor, toda sociedad es un sistema de interpretación de la realidad y a la vez, los sujetos son productos de un proceso de socialización y su existencia presupone la existencia de una sociedad instituida. De esta manera, Castoriadis (1988) propone el concepto de imaginario radical, es decir la capacidad que tienen todos los sujetos de imaginar, crear y atribuir sentidos, representaciones, significaciones a lo real creando un flujo constante de representaciones, afectos, deseos y situaciones que cuando dicha atribución de sentidos se colectiviza, se instituyen las significaciones, que en lo histórico-social se denomina imaginario social. Las significaciones imaginarias sociales orientan, dirigen y animan la vida de la sociedad y de sus individuos y además, determinan tanto las maneras de sentir y desear como las maneras de pensar. Por otro lado, Castoriadis (1988) propone cierta dialéctica entre lo instituido y lo instituyente ya que no sólo la sociedad produce el tipo de sujeto que se ajuste a ella y la reproduzca, sino que también los sujetos crean y transforman la sociedad. Lo instituido es lo relacionado a la reproducción social, lo naturalizado, lo que no se cuestiona, lo que forma la identidad social y determina lo que queda incluido o excluido según esa identidad. Por otro lado, lo instituyente se relaciona con la transformación, con cuestionar lo instituido para que puedan surgir nuevas significaciones. A partir de esta idea, se puede pensar en los proyectos de autonomía, es decir cuando se cuestionan su propia institución para crear un nuevo tipo de ser histórico, un individuo autónomo, con miras a una acción política que establezca una nueva institución de la sociedad.
Asimismo, Reid (2019) explica que existe un modelo tradicional de subjetivación femenina caracterizado por el sostenimiento de la división sexual del trabajo, la supremacía de los valores de la conyugalidad y de la maternidad y el espacio privado como lugar donde se desarrolla la vida de todas las mujeres. Así, el ser mujer se reduce a ser buena esposa, ama de casa y madre. Desde estas ideas, The Handmaid’s Tale recrea una configuración tradicional de una sociedad que ha instituido el “ser mujer” al margen de las decisiones político-sociales de su época y al mismo tiempo instala un imaginario colectivo que sienta sus bases en una religión cristiana dogmática, dejando a los hombres la ejecución de poder a partir del ejercicio de violencia sobre las mujeres. Al mismo tiempo, las relaciones de poder presentes desde el primer capítulo construyen un género femenino dentro de esa sociedad utópica caracterizado principalmente por la sumisión, la obediencia y el sometimiento, junto con la relegación de los deseos personales para ser funcional al rol social asignado. Las mujeres son clasificadas en distintos grupos de acuerdo a su “capacidad de gestar”, su estatus social y su grado de obediencia o aceptación a las normas. Dentro de este sistema riguroso de clasificación, el grupo de “criadas” está conformado por mujeres fértiles que fueron reclutadas y tienen la función de gestar y parir para dar a las familias de alto rango aquello que expresan como lo más preciado, los niños. Las “criadas” como June Osborne, representan una minoría que es capaz de reproducir la vida, por lo que son adoradas por las familias que las poseen otorgándoles buena alimentación y al mismo tiempo, humilladas ya que son forzadas a llevar en su vientre los hijos de los Comandantes, considerados el “futuro” de la humanidad. Esto se puede observar en el capítulo 3 de la primera temporada cuando Serena se muestra muy amable y expresa que June es su “milagro”. Este buen trato se expresa hasta que la “criada” le comunica que finalmente no está embarazada por lo que Serena la lleva violentamente a su cuarto y la encierra por semanas. Desde un principio, las criadas responden a las exigencias de la familia y la sociedad patriarcales, tolerando diversas situaciones de violencia física y psicológica. Por otra parte, las mujeres de los Comandante como Serena Joy deben cumplir con su rol de esposa sumisa y obediente acompañando y escuchando a los hombres, planeando su maternidad, cultivando plantas y tejiendo. Asimismo, deben permanecer en el hogar sin posibilidad de ejercer ninguna función en la esfera pública, lo cual determina la imposibilidad de una subjetividad femenina de carácter deseante más allá de la maternidad y del ámbito privado.
Por otra parte, Burin (1996) afirma que existe una construcción histórica y política de una forma de subjetividad propia de las mujeres caracterizada por un posicionamiento de “ser de otro” que vuelve posible su fragilización a través de diversas formas de tutelajes objetivos y subjetivos. Asimismo, Burin (1996) explica que “los cuerpos de hombres y mujeres no sólo sostienen sus diferencias sexuales, sino que también soportan y sostienen en ellas los fantasmas sociales que desde lo imaginario social se constituyen a este respecto, dando viabilidad a sus respectivos y variados discursos ideológicos” (p.172). En relación a esto, en la serie se presenta un efecto de despersonalización sobre las mujeres en las que se las despoja de sus nombres y son llamadas con el nombre de su “dueño”, el comandante de la casa, antepuesto por el prefijo “Of/De”, sólo durante el tiempo en que permanecen en esa familia. En relación a June, su nombre es cambiado por “Offred/Defred” ya que su comandante se llamaba Fred. Al comienzo de la serie, ella narra la historia en primera persona, presentándose como “Offred”. Esto evidencia una posición de identificación y sumisión con el rol de criada que cumple con los imaginarios que se le establecen en esta nueva sociedad.
Siguiendo estas ideas, Butler (2017) explica que las normas sociales se nos imponen en términos psicosociales y como imaginarios sociales, se nos inculcan pero al mismo tiempo, nos producen dando forma a modos de vida corporeizados que adquirimos a lo largo del tiempo que muchas veces pueden llegar a convertirse en una forma de expresar rechazo hacia esas mismas normas y hasta romper con ellas (p.36). En relación a esto, Butler (2012) define al género como performativo es decir, como una “práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra” (p.28). En este sentido es que el acto discursivo constituye un ejemplo de poder y la subjetividad es un efecto de esos discursos. Esta matriz mediante la cual se forman los sujetos requiere pues la producción simultánea de, en palabras de la autora, seres abyectos, que aquellos que no son “sujetos” pero que forman el exterior constitutivo del campo de los sujetos (Butler, 2012). Así, Butler (2012) define lo abyecto como aquellas zonas “invivibles”, “inhabitables” de la vida social que, sin embargo, están densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de los sujetos, pero cuya condición de vivir bajo el signo de lo “invivible” es necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos” (p. 20) En relación a estas ideas, Butler (2017) analiza el término “precaridad” como una condición impuesta políticamente que maximiza la vulnerabilidad a la cual ciertos grupos de la población sufren la quiebra de las redes sociales y económicas de apoyo y en consecuencia, están más expuestos a los daños, violencia y muerte. En el caso de Gilead, June como “criada” posee la condición de precaridad propuesta por Butler (2017) encontrándose en una situación “inhabitable” de máxima vulnerabilidad caracterizada por el avasallamiento de sus propios derechos pero también, con la falta de redes sociales, económicas e institucionales de apoyo.
Asimismo, Bourdieu (1996) plantea que el género como institución ha estado inscripto durante miles de años en la objetividad de las estructuras sociales que se expresan por un lado, en la organización social del espacio y el tiempo y la división sexual de trabajo, y por el otro, en la subjetividad de las estructuras cognitivas inscritas en los cuerpos y en las mentes. Así, la violencia simbólica es condición de la constitución de cualquier campo, es decir que es solidaria con otras maneras de concebir las relaciones sociales y además, su carácter simbólico se refiere a la condición de no ser física. Como nacimos en un mundo social, aceptamos distintos postulados en relación a cómo ser una mujer que los tomamos como “naturalizados”, que no requieren ser inculcados ni tampoco de una fabricación activa de lxs sujetos. Bourdieu (1996) explica que la dominación masculina es un ejemplo de violencia simbólica que es estructurante de un modo de percibir y actuar de todos los agentes. A la vez, para que esa violencia simbólica opere existe un acto de conocimiento y a la vez de desconocimiento que yace más allá de los controles de conciencia y de voluntad y que también son producto y productores de género, de cierta forma de ser mujer que crea y sostiene un conjunto de normas y prácticas dentro de los campos. En la serie, la violencia a la que son sometidas las criadas se da por la imposición, construcción social y regímenes de disciplinamiento sobre el género femenino, en la que son obligadas a ser “vasijas” humanas por el hecho de ser mujeres fértiles, lo que condiciona su existencia a una labor específicamente reproductiva, que se castiga si este rol no es cumplido.
De esta manera, es necesario recurrir a la definición de patriarcado que explica Puleo (2005) como una “organización metaestable”, es decir, que mientras siempre se preserva de alguna manera una distribución del poder que ubica a la mujer en una posición de inferioridad, sus formas se van adaptando a las distintas configuraciones históricas de organización social y económica. Asimismo, el patriarcado es innegablemente un sistema de dominación y las ideologías que subyacen construyen diferencias sustanciales entre mujeres y varones, de manera que la inequidad en las mujeres es entendida como biológicamente inherente o natural. En Gilead, la mayor forma de poder es ejercida por los hombres, comandantes, médicos y soldados que ponen en una situación de inferioridad y vulnerabilidad a todas las mujeres de la sociedad despojándolas de sus derechos. Al mismo tiempo, todas aquellas mujeres que no cumplen con estas normas diferenciales establecidas son penalizadas, según la gravedad de la transgresión, con un castigo físico, su marginalización o la muerte.
El mito de la maternidad
Teniendo presente el concepto de imaginario social, Fernández (1993) explica que en la sociedad existe una “producción y reproducción de un universo de significaciones imaginarias constitutivas de lo femenino y lo masculino moderno que forman parte no sólo de los valores de la sociedad sino también de la subjetividad de hombres y mujeres” (p.162). En otras palabras, lo imaginario social organiza el orden de lo ilusorio para cada sexo, instituyendo los géneros femenino y masculino. De esta manera, existe cierta ideología implícita que jerarquiza unos valores en detrimento de otros, establece lo permitido y lo prohibido, parafraseando a Fernández (1993) mitos como cuestiones del orden de lo no-consciente, que funcionan a nivel de las significaciones imaginarias y que al mismo tiempo, sustentan deseos e ilusiones. Así, los mitos son cristalizaciones de significación que operan como organizadores de sentido en el accionar, pensar y sentir de los sujetos que conforman la sociedad, sustentando la orientación y legitimidad de sus instituciones. Ahora bien, uno de los mitos que está presente en la sociedad y especialmente en Gilead es el de Mujer = madre. Como bien explica Fernández (1993) estos mitos son individuales en la medida que dan los parámetros de significación individual de dicha función. La autora propone pensar a partir de “la ilusión de naturalidad” en el que habitualmente se considera “natural” que la mujer sea madre porque posee un aparato reproductor y un instinto materno que la guiará en la crianza de los hijos (Fernández, 1993 p. 168). Este mito “opera por violencia simbólica, ya que a través de su mecanismo de totalización se apropia, invisibilizando, negando enunciación a las diversidades de sentido que diferentes mujeres tienen en relación con la maternidad” (Fernández, 1993, p.181) Este conjunto de significaciones obtura la posibilidad de cada mujer singular de acceder a la singularidad de su posible deseo o no deseo de hijo frente a cada situación puntual. Frente a esto, aparecen ciertas líneas de fuga frente a ciertos violentamientos de las subjetividades, a la perturbación de las prácticas de sí que invisten síntomas y malestares diversos. Por otro lado, Reid (2019) afirma que cuando la maternidad se concibe como mandato o destino “natural” se está ejerciendo violencia simbólica sobre la mujer, negando su autonomía, enajenando el poder de decisión sobre la propia vida, el poder de auto-legislar sobre ella.
Desde esta mirada, en la serie aparece de manera explícita el mandato social de la maternidad sobre todas las mujeres de la sociedad, tanto “criadas” como esposas de comandantes. La República de Gilead es creada con la necesidad de instaurar un régimen que garantice la reproducción como el fin último de la especie humana a través de la utilización de mujeres gestantes en consecuencia de la infertilidad de muchas mujeres por la contaminación ambiental y las enfermedades de transmisión sexual. Así, las mujeres fértiles, es decir las “criadas” como June, tienen el deber biológico e incluso divino de traer hijos al mundo para perpetuar la especie. Esta idea vislumbra el carácter desubjetivante de las mujeres ya que no son consideradas madres de esos niños/as por nacer, ni se espera de ellas su posterior crianza, son totalmente invisibilizadas y cosificadas, reducidas a su órgano sexual reproductivo y con un mandato social que cumplir por el sólo hecho de ser mujer.
Cuerpos y poder
Ahora bien, ¿qué es el poder? Parafraseando a Foucault (1988), es una estructura total de acciones que alimentan otras acciones, es una forma de actuar sobre un sujeto o sujetos en virtud de sus actuaciones o de su capacidad de actuación. En palabras de Foucault (1981), el poder está presente en todas partes, nos categoriza como sujetos, marca nuestra propia individualidad y nos une a cierta identidad. No hay un poder, sino poderes heterogéneos, una multiplicidad de relaciones de fuerza que cobran existencia en diferentes formas y a la vez tienen una especificidad histórica y geográfica (Foucault, 1981). Por otra parte, el poder opera en la constitución de la materialidad misma del sujeto por lo que los cuerpos son concebidos como elemento de control y sujeción por las relaciones de poder que lo invierten, lo marcan, lo entrenan, lo torturan, lo fuerzan a realizar tareas. Cuerpos que son objetos de operaciones externas que le son impuestas y que acepta pasivamente este sometimiento. Para ejemplificar esta idea, se puede recurrir a la escena de la primera temporada en la que June es encerrada en su cuarto por Serena por no quedar embarazada y se muestra un control total de su cuerpo por parte de su “dueña” manteniendo una postura y mirada hacia el suelo que demuestra cierta sumisión y obediencia. El lenguaje corporal de June en esta temporada se encuentra constantemente condicionado a la mirada externa de sus superiores como Serena y Fred que representan un lugar de poder y dominación sobre el cuerpo de June. Asimismo, el cuerpo es violentado en el suelo expresando derrota e inmovilidad. Por otro lado, en esta temporada June viste una túnica roja que cubre todo su cuerpo y una cofia blanca que oculta su rostro y su mirada, este vestuario la caracteriza y ubica en el rol de “criada”, como cuerpo sumiso y dominado. En contraposición, en el comienzo de la serie Serena Joy connota autoridad, rigidez y ostenta cierta forma de poder en ausencia de su esposo Fred.
En relación a estas ideas, Fernández (1993) sostiene que los dispositivos de poder exigen como condición del funcionamiento y la reproducción del poder discursos del orden pero también prácticas extra discursivas es decir, emblemas, rituales y soportes mitológicos que disciplinen los cuerpos. Siguiendo estos aportes, Lagarde (1996) afirma que el cuerpo no es solamente producto biológico, sino que es un espacio definido por la sociedad para satisfacer ciertos objetivos según su requerimiento. De esta manera, desde una dimensión política, el cuerpo se constituye como un espacio sobre el cual se pueden ejercer distintas formas de poder. En palabras de Lagarde (1996), los cuerpos sexuados desarrollan capacidades físicas y subjetivas que se internalizan de acuerdo al género a partir de instituciones sociales que crean regímenes de disciplinamiento que enseñan los deberes, límites, obligaciones y hasta deseos sobre los propios cuerpos (p. 65). Ahora bien, no son solamente las instituciones quienes regulan el estatuto del cuerpo, si no que para que llegue a ser aceptado como tal debe existir un mandato social, en palabras de la autora se “crean sistemas culturales explicativos sobre la naturalidad del mundo” (Lagarde, 1996 p. 57) Entonces, este consenso adquiere un rasgo de mandato, de órdenes inquebrantables e irrenunciables que determinan cómo cada sujeto tiene que ser porque es algo inherente e innato a él o a ella. Esto se puede observar en la pérdida de autonomía del cuerpo de June, en la que es reducida a ser objeto de instrumentalización mediante el control de su cuerpo, legitimando la violencia de género a través de la instauración de un nuevo orden y exhibiendo el conflicto que conlleva resistir a estas prácticas violentas. El cuerpo de June, al igual que el de todas las “criadas”, es cubierto por una túnica roja que indica y lo ubica como objeto de reproducción, “un útero con patas” expresa June en la serie.
Por su parte, Butler (2012) explica que la gubernamentalidad implica, además de la producción de individuos socialmente legibles y de condiciones de vida para la población, la construcción de un orden normativo de lo humano que produce vidas residuales, cuerpos despojados de humanidad y de toda protección jurídica y política. En otras palabras, reduce a distintas minorías sociales a la condición de residuos, vidas precarizadas y desechables convertidas en blanco de violencia, persecución y eliminación. Un poder que toma por objeto la vida controlando las diferencia y produciendo y organizando socialmente las imágenes y deseos que se identifican con lo humano invistiendo determinados rasgos y por otro, los mecanismos con los cuales ciertos grupos son despojados de su humanidad sin lugar en el orden económico y social. En Gilead, los cuerpos que importan son los de las “criadas” que se embarazan y llevan a término el embarazo, el resto de los cuerpos infértiles se convierten en residuos y son obligados a trabajar en condiciones inhumanas. Para ejemplificar esta idea, se puede recurrir a la escena de la primera temporada en la que Serena establece un diálogo amable y afectuoso con June mostrándole la habitación del bebé y confesándole que era un “milagro” para ella y su marido hasta cierto momento en que la “criada” le confiesa no estar embarazada. Este diálogo ilustra claramente que el cuerpo de June sólo importa al momento de estar embarazada, de poder lograr con el objetivo de la familia. Cuando éste cuerpo no cumple con las expectativas de los que tienen el poder, deja de ser cuidado y protegido y se convierte en blanco de violencia sistemática.
Resistir a través del cuerpo
Butler (1990) explica que las categorías que subordinan al sujeto a su vez propician espacios de resistencia que permiten su re-formación y genera espacios de transgresión. Hay resistencia dondequiera que haya poder, pues siempre queda un resto que no puede ser plenamente apropiado y aprovechado por el mismo. De esta manera, la resistencia a las relaciones de poder establecidas sólo sería posible desde el interior de las mismas por ejemplo a través de actos verbales del habla o en gestos del cuerpo que indican rechazo, silencio, movimiento e inmovilidad deliberada en aquella por medio de la cual hacen un llamamiento a la adopción de un nuevo modo de vida que sea más radicalmente democrático y más interdependiente. En relación a esto, podemos analizar el capítulo siete de la temporada cuatro en la que June logra escapar de Gilead con un grupo de “criadas” después de muchos intentos de resistencia y lucha para liberarse de la opresión de esa sociedad. Además, luego de planificados intentos con su grupo de compañeras logra la encarcelación de Serena para ser juzgada en Canadá por los crímenes cometidos durante todos estos años dentro de Gilead. A lo largo de las temporadas, la protagonista se resiste a esta sociedad patriarcal y logra reapropiarse del lenguaje y de su cuerpo. Comienza a dejar atrás el nombre de “Offred” y empieza a nombrarse como “June” tomando progresivamente cierta distancia de dicho rol a nivel simbólico y dejando atrás aquella posición de “ser de otro” tomada en un primer momento. Al mismo tiempo, en el capítulo de la anteúltima temporada se produce el encuentro entre June y Serena dentro de la cárcel donde Serena le intenta pedir perdón por todo lo que la hizo sufrir como “criada”. Frente a esto y dejando atrás el rol de “criada”, June logra, después de tantos años, culpar a Serena por toda la opresión y violencia ejercida contra ella. Además, ambas están despojadas del vestuario que las caracterizaba en la primera temporada, hablándose de igual a igual, donde no hay una relación de poder de “criada” y “mujer del comandante”, sino un cuerpo que demuestra lucha y resistencia frente a su opresor. En relación a esta idea, es posible encontrar algunas coincidencias o similitudes entre ambas escenas analizadas en este trabajo. En primer lugar, es posible pensar que en ambas escenas los personajes son sujetos vulnerables, June y Serena son mujeres en una sociedad patriarcal en condiciones de inferioridad pero con roles bien distintos donde “esposa de comandante” ejerce poder y violencia sobre su “criada”. En el capítulo de la temporada cuatro, ellas continúan siendo vulnerables por el hecho de ser mujer ya que June sigue resistiendo y luchando para que se haga justicia por toda la violencia física y psicológica que vivió y Serena se encuentra encarcelada para ser juzgada. Por otra parte, en las dos escenas se puede escuchar repetir una y otra vez la frase “Do you understand me?” por parte de Serena en el comienzo de la serie y por parte de June en la cuarta temporada que invita a pensar en la forma en la que se invierte el poder en la relación entre estos dos personajes a lo largo de los capítulos. June a lo largo de la serie logra resistir a las relaciones de poder establecidas dentro de esa sociedad y logra escapar de Gilead. Esto le permite reapropiarse de su propio lenguaje y de su cuerpo para que en una posición más igualitaria y sin roles establecidos es June quien culpa a Serena de todo lo sucedido y le pregunta a gritos esa frase que le quedó resonando cuando no podía defenderse, cuando su cuerpo no importaba ni resistía.
Conclusiones
El escenario distópico de Gilead de la serie The Handmaid’s Tale (Miller, 2017- ) permite analizar distintas problemáticas contemporáneas complejas y desafiantes a través de la exposición de situaciones que muestran de una manera muy clara y cruda el sistema patriarcal llevado al extremo. En este trabajo, se propuso analizar el personaje de June Osborne a partir de un contrapunto de dos escenas que muestran un cambio subjetivo y sustancial de la protagonista de la serie The Handmaid’s Tale donde por un lado, en la primera temporada se muestra un cuerpo dominado de “criada” como un instrumento de orden y control social y por otro, hacia el final de la serie un cuerpo que resiste y lucha para escaparse de un sistema patriarcal, violento y autoritario. De esta manera, se han articulado distintos estudios de género con teorías sobre el poder que permite complejizar la mirada sobre las representaciones sociales, los discursos de poder, los cuerpos y el rol de la mujer en las sociedades.
Así, el análisis a partir de algunas escenas de la serie, permite abrir ciertos interrogantes en relación a nuestra sociedad actual, cuestionando no sólo a los imaginarios sociales que se entraman en torno a los roles de género y relaciones de poder, sino también los discursos hegemónicos relacionados con los cuerpos de las mujeres y el mito de la maternidad como mandato social. Por otra parte, frente a este contexto de discursos heteronormativos y patriarcales, las relaciones de poder producen modos de subjetivación que al mismo tiempo producen rechazo y resistencia de muchos grupos sociales que continúan luchando para que se reconozca la igualdad de género y el reconocimiento de sus derechos.
Para terminar, es fundamental seguir desnaturalizando los discursos de poder y la violencia simbólica que se ejerce en la actualidad para cuestionar y de alguna manera, modificar los imaginarios sociales instituidos y a la vez poder transformar y construir nuevas representaciones que permitan formar una nueva mirada sobre cuestiones de género.
Referencias:
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Bourdieu, P. y Wacquant, L. (1996): “La violencia simbólica” en “Respuestas por una antropología reflexiva” (pp. 63 a 127) México; Grijalbo.
Burin, M. (1996). Género y psicoanálisis: subjetividades femeninas vulnerables. En M. Burin y E. Dio Bleichmar (Comp.), Género, psicoanálisis, subjetividad. Buenos Aires: Paidós.
Butler, J., & Pérez, M. J. V. (2017). Cuerpos aliados y lucha política (pp. 25-45). Ediciones Paidós.
Butler, J. (2012). Cuerpos que importan–sobre los limites materiales y discursivos del “sexo”.
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Fernández, A. M. (1993). Madres en más, mujeres en menos: los mitos sociales de la maternidad. La mujer de la ilusión.
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Michel Fariña, J. J. (2014). Ética y cine: el método clínico-analítico de lectura de películas y sus aportes a la psicología. Tesis de Doctorado en Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina, Inédita.
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Puleo, A. (2005). El patriarcado: una organización social superada. Temas para el debate, 133, 39-42.
Reid, G. (2019). Maternidades en tiempos de des(e)obediencias. Buenos Aires. Editorial Noveduc.
NOTAS
FORUM
El escrito “Cuerpos que luchan y resisten” por Lara Camila nos ofrece un análisis complejo y crítico que no solo nos permite reflexionar acerca de las estructuras de poder, la maternidad y género presentes en el escenario distópico que se propone en la serie "The Handmaid’s Tale", sino que también nos habilita a repensar las realidades y desigualdades de género en el mundo contemporáneo.
En Gilead las mujeres de clases bajas/medias son obligadas a tomar el rol de "criadas", mujeres a cargo de parir niñxs para las familias ricas, reduciéndolas violentamente a su capacidad reproductiva. Al igual que el capitalismo deshumaniza a los individuos, considerándolos simples recursos, en este caso ignorando la diversidad de experiencias y deseos de las mujeres, aplastando su subjetividad.
Podemos pensar, en una actualidad donde la sociedad se ve cada vez más impaciente y violenta, cómo los avances tecnológicos y las redes sociales se presentan como oportunidades, sirviendo para la visibilización de cuestiones de género, pero también como amenazas en la lucha por los derechos de las mujeres, como herramientas utilizadas para controlar y ejercer violencia hacia un otro, reforzados por los discursos de poder que se reproducen y naturalizan tal como plantea la autora.
El artículo de Camila Lara colabora con la comprensión de una serie que muestra un futuro distópico más cerca de nuestro recuerdo de lo que nos gustaría, sobre todo en relación a las cuestiones sobre el poder, y sobre el cuerpo y el lugar de la mujer en la sociedad. Encontrar fundamentos sobre aquello que nos espanta es una posibilidad tanto de prestar atención como de enterpelación sobre cuestiones que muchas veces ingenuamente pensamos resueltas.
En relación al escrito “Cuerpos que luchan y resisten” por Lara Camila, me resulta muy interesante el análisis de ese "modelo tradicional de subjetivación femenina" a partir de teorías psicoanalíticas, sociológicas y de género, y la interpretación de como eso, en términos de istituido, constituye un cuerpo. Un cuerpo femenino, en primer lugar, habitado por lógicas cristianas dogmáticas y reducido a objeto en términos de reproducción de la especie.
Si bien la ficción tiene lugar en un escenario distópico, las lógicas de poder allí ilustradas pueden reflejar el lugar de los cuerpos gestantes a lo largo de la história y, por qué no, en la actualidad. El arco narrativo del personaje, como cuenta la autora, nos permite leer un movimiento subjetivo de la protagonista a lo largo de la serie, a través del uso de su cuerpo, y también de su lenguaje. Al ser leido en terminos psicoanalíticos, es interesante poder pensar al lenguaje como recurso psíquico que, también, permite la posibilidad de crear otro sentido, de hacer otra cosa con eso que se padece.
A modo de conclusión, disfrute mucho la lectura del ensayo y la articulación teórica del mismo. Gracias Lara por compartirnos tu producción.
"Cuerpos que luchan y resisten" The Handmaid’s Tale
Una de las historias mas impactantes de los ultimos años, inspirada en la obra de Margaret Atwood, de mismo nombre.
La historia trata sobre una sociedad distópica llevada al extremo, sumergida en un magma de significaciones sociales propias del campo del catolisismo más ortodoxo. Un golpe de estado que dejó en el poder a un ente desesperado por brindar una salvación al problema de la infertilidad, a costa de todo, el control social, por sobre cualquier ética y moral. No importan los cuerpos ni los derechos, importsn las causas. "Blessed be the fruit" (bendito sea el fruto), pero no quien lo carga, quien lo carga es desechable. Cierva involuntaria de una causa descabellada, sirvienta de una pareja extorsiva y víctima, victima del milagro de ser fértil y por último Offred. June, madre, esposa, editora, ya no existe, ahora es un objeto perteneciente a Fred
Es interesante no solo el uso de la fuerza física represiva, (armas, bombas, golpes), sino también la imposición de un imaginario radical que cambia hasta la forma en las cuales se comunican las personas. "May the Lord open". (Aunque quizá el lenguaje y el discurso forman parte de una de las áreas mas importantes que se imponen en una dictadura)
Mujer fertil: sirvienta y maquina de parir
Mujer infertil: sirvienta y maquina de consentir.
Serena, a pesar de formar parte del "circulo privilegiado" y poder permitirse el gusto de no ser una maquina de parir, no se salva de su condición de mujer. Sin voz en las decisiones políticas, violentada por su esposo. The handmaid’s tale nos muestra la delgada y ambigua línea, el milagro de ser fértil, el milagro de ser infertil.
Gilead y el Goce desregulado, el dictor de la ley y el Padre castrador. Me hace pensar en un 11avo mandamiento, No Gozarás de tu propio cuerpo ni disfrutaras placer a traves del mismo. El castigo, la extirpación del clitoris a Ofglen son muestras de este poder castrador de Gilead.
A pesar de todo, June (Offred) representa aquella voz instituyente dentro de Gilead, y será su voz y su cuerpo quien dará a las criadas una última esperanza de salirse de este maléfico campo, instaurado a la fuerza.
Una serie llena de detalles, los vestidos de las criadas rojos y con sus gorros, mirando hacia el suelo. Mujeres infertiles vestidas de gris, sirvientas, esclavas. Hombres poderosos de saco y corbata miran desde arriba
Me parece interesente el recorrido que se realiza durante el articulo y los diferentes autores que se van tomando para poder comprender mas a fondo eso que se ve plasmado en la pantalla. La serie es muy fuerte y tiene un contenido claro pero con respaldo de un marco teorico se puede esclarecer todo el transfondo de la sociedad machista, el tipo de representaciones sociales que hay, el lugar de la mujer y la maternidad. Mas alla de elegir este articulo para leer porque cuando vi la serie me impacto mucho, me dejo reflexionando y me hizo resignificar ciertas escenas que habia pasado por alto.
La perspectiva de análisis introducida por Lara en su artículo “Cuerpos que luchan y resisten” articula una dimensión desde lo singular y el psicoanálisis con una visión sociológica y política que permite interrogarnos por nuestra época y el sentido de esta distopía en un mundo plagado de violencias. A través de la lectura del artículo y en el relacionamiento de la psicología y las escenas crudas que nos plantea la serie “El cuento de la criada”, me surgió la pregunta ¿Pueden ser madres y padres los personajes crueles de esta dictadura distópica? Es una pregunta que el psicoanálisis en nuestro país respondió hace tiempo y lamentablemente no en el análisis filmográfico sino de la apropiación de bebés en la última dictadura militar. La respuesta es NO. La serie refleja bien esta imposibilidad. Ante la pregunta ¿Qué es ser padre o madre? Es ante todo un significante que representa una función. Implica el reconocimiento de una subjetividad, no una mera posesión de un objeto. La serie refleja la degradación de una sociedad donde la subjetividad humana ha sido reducida a la posesión de un bien. La agudeza de los realizadores en su montaje no podría haber sido más pertinente y punzante en el necesario debate sobre la ética política ante fenómenos ideológicos globales que llamativamente vuelven a presentarse en nuestro país, reivindicación de la dictadura mediante.
La presentación “Cuerpos que luchan y resisten” escrita por Lara Camila, nos invita a reflexionar acerca de la maternidad. La serie propone una sociedad donde la maternidad será ejercida solo por aquellas mujeres consideradas dignas por su clase y estatus social, pero sobre todo por su matrimonio. De esta manera la maternidad es pensada en tanto función mas allá de quien sea la persona gestante. De hecho las mujeres gestantes no son consideradas capaces de ejercer la crianza y son valoradas solo como incubadoras vivas. Su única función es gestar y dar a luz a aquellos niños que son la esperanza de una sociedad inmersa en una crisis de natalidad.
En otro orden de las cosas también convoca a reflexionar acerca del lugar de la mujer que ya sea como criada o como esposa queda relegada a un lugar de cuidado y doméstico, relegada de todo derecho a opinión, estudios, o toma de decisiones. Propiciando así la conformación de una sociedad patriarcal, donde los hombres son los únicos que pueden acceder a la educación, el trabajo y los caros políticos.
Cabe preguntarse acerca del lugar al que llegan los niños, que lugar ocupan en el deseo de aquellos que los reciben, y como se puede pensar la transmisión de la ley cuando la misma no esta encarnada.
Partiendo de la interpretación y el análisis que realiza la autora, resulta relevante reflexionar acerca de la forma en que está narrada la serie. The Handmaid’s Tale es una ficción que relata un pasado profundamente actual, un pasado que sigue presente en nuestra sociedad donde los feminismos y las religiones adquieren un gran protagonismo.
Esta serie refleja un síntoma social: la sociedad patriarcal y el imaginario de lo que significa "ser mujer" perpetuado por este sistema. El feminismo, en tanto movimiento social, cuestiona aquellas representaciones y significados asociados a lo femenino. Un ejemplo en nuestro paías fue el debate generado en torno al Proyecto de Ley de IVE, donde un gran movimiento de mujeres irrumpieron en la escena púbica con un fuerte impacto producto de una historia de reclamos, lucha por conseguir la igualdad.
Se puede pensar que tanto June como el movimiento feminista desafían el orden instituido, abriendo camino a una nueva subjetividad femenina que resiste, que es autónoma y responsable de su propio deseo. Ese proceso de resistencia y de cuestionamiento de lo establecido es fundamental para resignificar el "ser mujer". Invita a pensar sobre aquellas representaciones patriarcales que reducen a las mujeres alienadas a sus cuerpos como máquinas reproductivas y cuerpos-objetos al servicio de un Otro que ejerce poder, sin un deseo propio, para pensar en nuevas representaciones que respeten la singularidad femenina y el deseo de cada sujeto.
En relación al escrito “Cuerpos que luchan y resisten” por Lara Camila, es interesante que la serie narra la historia de una sociedad, donde algunas mujeres son obligadas a convertirse en criadas para solucionar el problema de infertilidad. Como la autora explica, existe un modelo tradicional de subjetivación femenina caracterizado por el sostenimiento de la división sexual del trabajo. Entonces el ser mujer significa ser buena madre, esposa, y quedar aislada a toda decisión política, que queda destinada al hombre de la casa. La autora también menciona sobre los mitos que están presentes en la sociedad, como por ejemplo la ecuación que iguala a la mujer como madre. En la serie, las criadas representan una minoría que puede reproducir vida, y entregar estos bebés recién nacidos a las familias de más alto rango.
Esta serie nos convoca a la pregunta de si alguna vez nos podría pasar, si la violencia podría ser tan grande como para convertirnos en personas sumisas y obedientes al nivel que lo muestra la serie. La autora comenta la despersonalización de las mujeres a las que se les quitan sus nombres y se los reemplazan por otros que aluden a la familia a la cual pertenecen.
Tomando como punto de partida el interesante análisis que realiza la autora, propongo reflexionar sobre cómo estos imaginarios sociales instituidos siguen presentes de manera visible en nuestra sociedad. No existe Gilead, pero sí existe Instagram y otras redes sociales que viralizan un modelo femenino impregnado de incomodidades, sacrificios y exigencias imposibles de sostener. Incluso, estos “modelos” han llegado a las infancias, donde, desde muy temprana edad, la idea de la mujer maquillada, operada, con cuerpos definidos, senos grandes, fajas asfixiantes, etc., se impone sin escrúpulos y es aceptada de manera natural. La sumisión de la esposa, de la criada, hoy sigue existiendo, pero en otras formas; tal vez hoy la mujer no sea una esposa sumisa, pero vive presa de todas las exigencias que implica su género. Y pese a las miles de agrupaciones y colectivos que propician la visibilización de estos estándares crueles, aún hay mucho por hacer.
Asimismo, e introduciendo la idea romántica o mito de la maternidad, existe otra violencia que es instituida y avalada por el sistema de salud, denominada violencia obstétrica. Este tipo de violencia se presenta de distintas formas, y habitualmente aquellas personas que son violentadas no lo perciben. Existe una idea de parto asociada al sufrimiento, al dolor y al: "¡No preguntes, no te quejes! ¡Parir duele, así es como debe ser!". Aprobadas por un modelo médico hegemónico, las prácticas violentas en las salas de parto y quirófanos se expresan en comentarios objetivadores, desinformación sobre los métodos que se llevarán a cabo, la imposibilidad de un plan de parto, y el destrato que ubica a esa persona gestante, en palabras de Fernando Ulloa, en una "encerrona trágica", generando confusión, culpa y sometimiento a un momento que debería ser elegido, acompañado y cuidado.
Película:El cuento de la criada
Título Original:The Handmaid's Tale
Director: Bruce Miller
Año: 2017
País: Estados Unidos
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