Inicio > Congresos Online > Congreso Online 2023 > Swallow > Lo apropiable del síntoma: La repetición en el cuerpo

Lo apropiable del síntoma: La repetición en el cuerpo

por Bronstein, Pablo, Gusman, Lucía

Universidad de Buenos Aires

Resumen:

El film Swallow (Mirabella-Darvis, 2019) introduce al personaje de Hunter, una joven cuya vida aparentemente perfecta da un giro inesperado cuando, a raíz de la noticia de su esperado embarazo, comienza a desarrollar un trastorno compulsivo que la lleva a ingerir elementos no comestibles. A partir de la aparición de este llamado síndrome de Pica, la protagonista asiste a un análisis donde las preguntas en torno a su origen salen a la luz. El siguiente escrito se propone articular las nociones psicoanalíticas de síntoma, cuerpo y repetición para elaborar la travesía que lleva a la construcción de un cuerpo a través de la insistencia del síntoma de la protagonista. A su vez, se expresan ciertos interrogantes a propósito de la relación entre el sujeto dividido por el deseo, las dimensiones del cuerpo y la elaboración de un relato sobre el origen en el análisis.

Palabras Clave: Síntoma | cuerpo | repetición | Pica

The Appropriability of the Symptom: Repetition in the Body

Abstract:

The film Swallow (Mirabella-Darvis, 2019) introduces the character of Hunter, a young woman whose apparently perfect life takes an unexpected turn when, following the news of her expected pregnancy, she begins to develop a compulsive disorder that leads her to ingest elements not edible. From the appearance of this so-called Pica syndrome, the protagonist attends an analysis where questions about her origin come to light. The following writing intends to articulate the psychoanalytic notions of symptom, body and repetition to elaborate a possible path that leads to the construction of a body through the insistence of the symptom in the psychic suffering of the protagonist. In turn, certain questions are expressed regarding the relationship between the subject divided by desire, the dimensions of the body and the construction of a story about the origin in the analysis.

Keywords: Symptom | body | repetition | Pica

Introducción

Qué es una gripe, qué es una bronquitis, qué es la arteriosclerosis
o el cáncer o la enfermedad que fuera. ¿Quién habla de eso?
La ciencia biológica, la ciencia médica. Decir que la ciencia habla
es decir que no hay un sujeto que diga. Es un decir impersonal en tanto,
como afirma Lacan, la Ciencia forcluye al sujeto. (Leibson, 2018, p.116-17)

Si la Psicología tiene la pretensión de construir un sujeto unificado, mediante las tensiones dualistas que entre cuerpo y mente configuran su campo, se entiende entonces la distancia que el Psicoanálisis toma de esto. La noción de inconsciente lo atestigua: anudada al cuerpo vía la pulsión, construye una noción de dimensión psíquica que no se ajusta a las condiciones de toda psicología sostenida en el monismo que fusiona mente y cuerpo. En “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” (1960) Lacan nos lega el siguiente comentario en esta línea:

"Su criterio es la unidad del sujeto, que se funda sobre presupuestos de esa clase de psicología, y debe incluso considerarse como sintomático el hecho de que su tema se aísle cada vez más enfáticamente, como si se tratase del retorno de cierto sujeto del conocimiento o como si lo psíquico tuviese que hacerse valer como revistiendo el organismo." (p. 757)

Si bien el fenómeno conocido como Pica no ha sido profundamente estudiado por la Psicología, la psiquiatría, a través del DSM V lo incluye dentro de los “Trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos” y lo define como un deseo compulsivo de comer sustancias no comestibles, no nutritivas, no alimentarias, e inapropiadas al grado de desarrollo del individuo, siendo una conducta alimentaria que no forma parte de una práctica culturalmente aceptada (APA, 2014).

¿Tiene el Psicoanálisis algo para decir sobre este fenómeno? Por supuesto que en sus formulaciones conceptuales y particulares no encontramos referencia a este trastorno de la alimentación. Por ello, alejándonos de toda pretensión universalista sobre el asunto, nos detendremos en los elementos que permitan una lectura singular del caso. No se trata entonces de orientar el sentido del escrito hacia la comprensión, e incluso la investigación, sobre este fenómeno, que sin lugar a dudas convoca nuestra atención clínica, sino de hallar allí al sujeto dividido, por el deseo.

El inquietante título Swallow, traducido al español como tragar, introduce el núcleo de lo que el film nos presenta en el orden del padecimiento subjetivo de su protagonista Hunter, una mujer que en determinado momento despierta una compulsión a tragar objetos duros, que van de piezas pequeñas a elementos punzantes, poniendo su vida severamente en riesgo.

A partir del film Swallow (Mirabella-Darvis, 2019) nos proponemos indagar las relaciones entre síntoma, cuerpo y repetición. Dicha articulación nos permite pensar el síntoma, en tanto compulsión a tragar, como una pregunta por lo propio, es decir, por aquello susceptible de ser apropiable ¿De qué estamos hechos? ¿De qué es posible hacerse un cuerpo?

El primer trago, la primera ingesta

El film da entrada al relato de un joven matrimonio, el de Hunter y su reciente marido Richie, nuevo Director de la fructífera Empresa fundada por su padre. Esta reciente vida familiar muestra, desde la perspectiva de Hunter, las grietas por donde se escapa la felicidad de la mujer. En la mansión de paredes vidriadas, bajo el imperativo de una vida feliz, Hunter habita una soledad, no sólo en relación a su marido, ausente gran parte del día, sino también a su familia, sus amistades e incluso a sí misma. Como espectadores asistimos a la desorientación de Hunter al recibir la noticia de su embarazo, como así a la primera aparición del síntoma: en una cena en homenaje a la feliz noticia, ella es ignorada y desoída cuando está relatando, ante su marido y suegros, una pequeña historia personal de su infancia; primera aparición en el film de algo que le es propio y al mismo tiempo rechazado. Allí se presenta por primera vez el síntoma: Hunter comienza a tragar hielo, inaugurando una serie de ingestas, que como veremos, se constituye como una forma de hacer propia una historia de padecimiento ligada a su origen.

La compulsión a tragar: las tres dimensiones del cuerpo

¿Es posible pensar la compulsión a la repetición como un síntoma? Sabemos que Freud conceptualiza en Más allá del principio del placer (1920) la noción de compulsión a la repetición como aquello que excede al principio del placer. Esta compulsión a repetir, dice Freud, “devuelve también vivencias pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser satisfacciones…” (p. 20), sino más bien su contrario, vuelve como algo displacentero. Lo no ligado retorna insistentemente pero se diferencia del retorno de lo reprimido. Si el síntoma es solución de compromiso, si es retorno de lo reprimido, entonces pensar esta compulsión como síntoma dependerá de los elementos que se pongan a trabajar para que lo no ligado, que insiste como repetición, entre en el juego significante, que no será sin un análisis mediante. Las preguntas que nos planteamos en este punto son ¿qué devuelve del pasado esta compulsión? ¿cómo queda involucrado el cuerpo en ella? ¿qué nos dice sobre su padecimiento?

Hunter lee en el libro de autoayuda que le regala su suegra “todos los días trata de hacer algo inesperado”; imperativo de la felicidad que arroja a la protagonista a una segunda ingesta, armando así una serie, en la que la repetición encuentra la vía para manifestarse. En la soledad de la transparente mansión, ella encuentra una bolita de vidrio que traga, hallando en lo inesperado una excusa para la satisfacción pulsional. Pero con esta segunda ingesta se completa el acto: Hunter hurga en el excremento para recuperar el objeto tragado y exhibirlo como trofeo en una bandeja espejada que apoya cuidadosamente en su mesita de noche ¿Qué es un trofeo sino el signo de un triunfo? Lo no ligado ha salido victorioso en su desamarre, y el objeto recuperado en sus heces da cuenta del retorno de un real que ha hecho una travesía por el interior de su cuerpo; un puro real como resto. Sabemos con Lacan (1962-63) que la esencia del sujeto tiene que ver con un resto de la operación de inscripción significante del Otro en el cuerpo, de aquel resto que se constituye como objeto caído, “objeto vacío y sin concepto” (Leibson, 2018, p. 105), que sólo podemos bordear a fuerza de metáfora. El acto compulsivo de Hunter, que va de la ingesta de objetos hasta la recuperación de los mismos por la vía excremental, nos permite pensar esa dimensión de caída, presencia real de los objetos oral y anal. En el Seminario XIV: La lógica del fantasma (1966-67), Lacan refiere a la relación entre el cuerpo y el objeto a:

“...pero, en fin, se constata que en esta entidad tan poco aprehendida del cuerpo, hay algo que se presta a esta operación de estructura lógica, que nos queda por determinar. Ustedes saben: el seno, el escíbalo, la mirada, la voz, estas piezas desprendibles y sin embargo enteramente unidas al cuerpo- es de eso que se trata en el objeto a minúscula” ( p.9).

Hay otro detalle que no se escapa a la mirada clínica: al mismo tiempo que la bolita de vidrio es apoyada sobre la bandeja espejada también ésta refleja una borrosa imagen de Hunter. El cuerpo imaginario se desdibuja poniéndose en tensión con un real que irrumpe. Mencionar entonces la diferencia entre un cuerpo que es real y uno que es imaginario introduce la complejidad que el concepto de cuerpo tiene para el Psicoanálisis. La formulación que Lacan ofrece sobre el objeto a da cuenta de esto:

“El objeto a, en tanto que pieza desprendible y profundamente ligada al cuerpo, situado en el campo del Otro, resulta sobre todo de una estructuración lógica: Esta´ lejos de estar emparentado con el dominio de lo imaginario, es más bien lo imaginario lo que en él se engancha” (1966-67, p.1)

Sin embargo, hay además un cuerpo simbólico, aquel que Freud descubrió en sus primeros casos de histeria, donde el cuerpo no se comporta como la anatomía esperaría. Para el Psicoanálisis el cuerpo es algo que se hace, se construye. La formulación lacaniana del Estadio del espejo (1949) plantea que el cuerpo se hace a partir de la imagen del semejante. El bebé se reconoce en el espejo mucho antes de que pueda tener un dominio sobre su propio cuerpo; la captación de esa imagen unificada a partir de la imagen del otro es la operación imaginaria para la constitución del yo, a la que Lacan agrega que es necesario el soporte simbólico sobre el que esta primera identificación imaginaria se posa; es decir que la constitución de esa imagen especular no es posible sin el lenguaje. La escena referida en la que la imagen de Hunter aparece borrosa en el espejo, nos muestra que hay algo de ese soporte simbólico que, por la vía de un real que irrumpe, ha retornado para abrir la posibilidad de reescribir el cuerpo, a través de un relato propio nunca escrito. Veremos más adelante que Hunter es el resultado de una violación.

Cuando ella traga la bolita de vidrio su expresión es de satisfacción. Este acto inesperado inyecta un goce que Hunter va a repetir compulsivamente; de algo padece, sólo que no lo sabe. En términos lacanianos, podemos pensar que no se trata de lo que ella sabe, sino de lo que no sabe e inconscientemente se sirve como material al análisis. El goce aparece aquí como ello que se satisface y en tanto es posible la pregunta sobre esa otra cosa, veremos en los efectos del análisis una nueva escritura en torno a sus síntomas.

El encuentro azaroso con un objeto pequeño pero punzante en la aspiradora que ella manipula frenéticamente –luego de una charla con su suegra a quien le dice dudosamente que se siente muy feliz– nos permite encontrar una pequeña diferencia con las dos anteriores ingestas: recién aquí la escena nos muestra con todos los recursos técnicos y estilísticos del cine, que Hunter va a librar una batalla con la compulsión a tragar objetos; ya no es el encuentro del hielo con la boca, ni el acto inesperado de tragar la bolita de vidrio, sino un destino que, de no cuestionarlo simbólicamente, va a amenazar con la propia vida. La satisfacción de Hunter nuevamente dibuja su rostro, pero esta tercera ingesta no es sin consecuencias: cuando expulsa por las heces el pequeño objeto punzante, vemos marcas de su sangre en el inodoro, se ha lastimado la carne en su interior. A partir de aquí, podemos ubicar algo que tiene que ver con un síntoma que empieza a molestar y hacer ruido:

“La idea habitual es que el cuerpo nos pertenece y nos responde. Es una idea bastante extraña, porque si hay algo que muchas veces no nos responde es el cuerpo. Si hay algo que va para donde quiere, eso es el cuerpo. El cuerpo suele aparecer como algo ajeno, como algo extraño, como algo impropio” (Leibson, 2018, p.74)

La serie de ingestas van en aumento, la bandeja espejada se llenó de objetos de lo más diversos. Pero una ecografía de su embarazo revela la situación de que no todo ha podido ser expulsado, hay objetos que han quedado en su interior: una pila, un broche, un alfiler de gancho. No es ocioso pensar entonces que el hijo que está gestando Hunter entra en serie con estos objetos: por un lado un hijo como objeto, por el otro, objetos que pueden ser parcialmente expulsados como más adelante, un hijo.

En el siguiente apartado daremos cuenta, por la vía de un relato conocido pero del que Hunter no se ha podido apropiar, de su compulsión a la repetición del lado de lo pulsional –la de tragar objetos– que nos remite a otra repetición del lado del significante: el hijo como objeto, como ella lo ha sido. Vale en este punto destacar los desarrollos que Lacan en el Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis (1964-65) establece entre Tyché y Automatón para pensar la diferencia entre la repetición del lado del retorno de lo reprimido, de la insistencia del significante en el inconsciente, y aquella otra del lado de la pulsión, de la resistencia del ello. Tyché será el encuentro con lo real, repetición que “no ha de confundirse con el retorno de los signos” (1964-65, p.62), porque la red de significantes va a quedar del lado del Automatón. Tyché, dice, se encuentra más allá del Automatón, de la insistencia de los signos que caen bajo el principio del placer. Lo que no cesa de no escribirse tiene entonces como fundamento esta relación entre Tyché y Automatón, en la medida en que lo real no puede ser capturado por el significante. En este sentido lo real no es lo que insiste sino lo que resiste a la significación. Por otro lado, también vincula la Tyché con lo real en tanto encuentro fallido que va a localizar como trauma, siempre del orden de la contingencia.

Trataremos de pensar en nuestra protagonista, de qué modo esa compulsión a tragar objetos va transformándose en un síntoma que, vía análisis, escribe un relato sobre su origen, pudiendo realizar hacia el final del film un acto acorde al deseo que la aleja, entonces, del insistente acting out que sin dudas hubiese terminado en un pasaje al acto suicida. La construcción de este relato va dando lugar a que aparezca lo íntimo, en cuanto historia singular, permitiendo el pasaje de un cuerpo comandado por la pulsión de muerte a un cuerpo afectado por el significante, como posibilidad de apropiarse de su historia y hacerse un cuerpo.

Las sesiones de análisis: la re-escritura del cuerpo

Hunter comienza sesiones psicoterapéuticas con una analista que insiste con preguntas para abrir la posibilidad de un lazo entre este cuerpo pulsional y la historia de su origen, de su mito individual, que permiten construir el sentido del síntoma. Vamos a referirnos en este apartado a las tres sesiones que Hunter tiene con su analista, siguiendo a la letra lo que allí sucede, para encontrar detalles ricos de sentido. La compulsión a la repetición va siendo interceptada por la palabra permitiendo una ligazón que va horadando así un registro simbólico del cuerpo. Sabemos que el Psicoanálisis precisamente hace hablar al cuerpo, construye una dimensión del cuerpo como parlante. Pero para que el cuerpo hable alguien tiene que escuchar.

Durante la primera sesión con su analista Hunter dice que lo único que quiere es sentirse bien para hacer feliz a su marido, que tuvo una infancia feliz, que su familia la quiso mucho. Pero la analista la desplaza del discurso yoico y le pregunta sobre las sensaciones al tragar, es decir, apunta a indagar sobre ese goce del cuerpo. Frente a esta pregunta Hunter expresa: “Me gustan las texturas en mi boca. Me gusta cómo se sienten en mi boca. Rellenos de colchón, hielo, metal frío especialmente, basura como esa”. Y entonces la analista lanza una segunda pregunta: “¿te molesta el dolor? Algunos de los objetos que tragaste son bastante afilados”. Hasta aquí la primer entrevista.

Durante el segundo encuentro la analista indaga sobre la elección de esos objetos: una pila, un alfiler de gancho, una piedra. Hunter responde que la hace sentir que tiene el control, pero lo importante es que, hacia el final de la sesión, ella ofrece un comentario que será la punta del ovillo para desentramar el síntoma: hay alguna historia en relación a su madre, comentario que hacia la tercer entrevista la analista retomará bajo la consigna “En la última sesión insinuaste algún tipo de problema con tu madre”. Hunter responde, para la sorpresa de su analista “supongo que quieres que te cuente todo el asunto de la violación. Sí te digo tienes que prometer que no harás ningún escándalo por ello”. Interesante posición frente a un hecho central que va a entrar con toda su potencia en la trama sintomática, ya que deja del lado de la analista la causa del deseo: es la analista la que quiere saber sobre esta historia de la violación, indicando de esta manera una fuerte resistencia a saber. Sin advertirlo, Hunter relata que esta historia sobre su madre es la historia sobre su origen, ofreciendo los significantes que la han esperado al llegar al mundo, produciendo un punto de inflexión en su padecimiento gozoso:

Hunter: Mi padre no es realmente mi padre. Mi madre fue violada en los años noventa por un sujeto cualquiera y yo fui el resultado ¿sabes?
Analista: ¿Alguna vez atraparon al sujeto?
Hunter: Sí, cumplió su condena. William Erwin era su nombre… ese es su nombre ¿Quieres ver una foto suya?
Analista: No, en realidad no

Pero Hunter le muestra un recorte del diario con la foto del violador de su madre que lleva en su cartera. El gesto de la analista es de sorpresa:

Analista: ¿Llevas eso contigo?
Hunter: Sí, ya me he ocupado de ello
Analista: ¿Cómo lo has afrontado?
Hunter: He pensado mucho en eso

Nuevamente Hunter no advierte la posición enunciativa de su decir: Ella se ha ocupado del asunto pensando mucho en eso, más bien perdida en sus pensamientos. El recorte del diario con el rostro del violador de su madre resiste, en su cartera, a toda simbolización, y no hay pensamiento sobre el asunto que alcance a subjetivar semejante historia. La sesión continúa de manera contundente ya que las intervenciones de la analista ofrecen las hipótesis clínicas necesarias para desarmar un nudo, y veremos que Hunter hacia el final podrá armar otro:

Analista: ¿Alguna vez tu madre consideró la posibilidad de interrumpir el embarazo?
Hunter: Mi mamá es una fanática religiosa de derecha. Es muy dulce. Mi familia no cree en el aborto incluso en casos de incesto o violación, así que, aquí estoy. Pero mi padrastro fue muy amable conmigo. Y mi madre nunca estuvo resentida ni nada de eso. Mis hermanas me aman.
Analista: ¿Cómo sucedió?
Hunter: Ella fue a un bar y él le compró un trago. Mi mamá se retiró y él la siguió hasta la casa y entró a la fuerza. Es todo lo que sé. ¿Podemos cambiar de tema?
Analista: Creo que esto es importante en realidad. Creo que esto tiene mucho que ver con tu compulsión.

Allí donde Hunter quiere cambiar de tema, su analista le ofrece las determinaciones inconscientes de su compulsión, es decir, lo no ligado empieza a tender puentes con el campo de lo significante. Hacia el final de esta última sesión Hunter abraza a su analista quien no duda de alojarla en sus brazos. La historia violenta sobre su origen la deja en una posición de absoluto desamparo, porque el lugar que la esperó en el mundo dista mucho de ser un lugar en el deseo del Otro. Hunter es hija del delito sexual. Alojar ese abrazo se constituye como una intervención que toca el cuerpo y por la vía transferencial comienza a escribirse como relato. Hunter traga objetos para no saber sobre las determinaciones singulares de una historia imposible de tragar.

A partir de aquí los hechos se desencadenan intensamente. Las ingestas de Hunter ponen su vida en riesgo y su marido la obliga a internarse en un Neuropsiquiátrico hasta que el bebé nazca, pero Hunter logra escapar. Su furtiva huida provoca una salida que ya no será un pasaje al acto sino un acto que inscriba una diferencia: la del deseo y una apuesta por vivir.

El encuentro con su progenitor: la construcción de una verdad sobre su origen

Cuando Hunter logra escapar de su marido que amenaza con “cazarla” si no regresa con su “hijo”, queda sin recursos sociales, incluso el de su propia madre. En un llamado telefónico le pide quedarse en su casa unos días, pero su madre simplemente le indica que no hay lugar en la casa para ella, un no lugar en el que Hunter ha sido constituida como sujeto, porque un no lugar es un no cuerpo. Pero encontrarse nuevamente con el rechazo de su madre y su propio desamparo la llevan a tomar una decisión que será crucial para hacerse un lugar: enfrentar al hombre que violó a su madre ya no será el encuentro con un recorte del pasado, sino de ese otro que ha cometido un crimen que produjo su origen. Con su acto Hunter dejará de ser el resto de una violación. Se trata de una escena sumamente conmovedora e impactante. En pocas líneas se condensa el acto que le ofrece a Hunter la posibilidad de armar otro relato, y por ende, otro cuerpo:

Hunter: ¿Por qué lo hiciste?
Erwin: No puedo explicarlo, estaba delirando, quiero decir no hay manera de explicar eso. Me hizo sentir especial, un secreto te hace fuerte ¿sabes? Todos pensaban que era un sujeto normal, pero por dentro me sentía importante, era jodidamente poderoso. Era Dios y luego fui a la cárcel y me metieron en una bolsa de mierda de cárcel, sí, me golpearon tanto que tuve que usar una bolsa de colostomía y luego me di cuenta de quién era. No era Dios, era una mierda.
Hunter: ¿Te avergüenzas de mí?
Erwin: No, pero lo que hice, me avergüenzo de eso
Hunter: ¿Soy como tú?
Erwin: No lo sé, ¿lo eres?
Hunter: No, pero necesito oírte decirlo
Erwin: No lo eres. Tú no hiciste nada malo. No es tu culpa

Se trata de un pequeño diálogo de una potencia clínica de enorme envergadura. Hunter necesita de su palabra para desarmar un nudo y construir otro más amable para vivir. Si la culpa como respuesta yoica es siempre masoquista, es entonces la palabra de Erwin que la libera, no de la responsabilidad por su síntoma, sino de una culpa que no le pertenece. Hunter necesitó escuchar de su progenitor una palabra que la separa de ser criminal como él, la del crimen contra sí misma.

A partir de aquí Hunter puede tener otra libertad en sus elecciones. Sobre el final del film, ella ha podido tomar la decisión de interrumpir su embarazo y cortar de esta manera con una repetición que traza un destino despojado de deseo. Negarse a elegir un no lugar para su descendencia implica también la posibilidad de construir uno para ella. Luego de esto su semblante es otro: serenidad. En el espejo del baño donde espera que la pastilla para interrumpir el embarazo haga efecto, ella se mira encontrando una imagen más amable de sí misma, la de un cuerpo que no es sólo imaginario. Esta apertura del deseo, no ser madre, deja caer un reflejo de sí misma como aquel objeto, ser hija, y da cuenta del soporte simbólico que sirve de investidura para el nuevo reflejo.

Palabras finales: la costura de un cuerpo

El acceso al saber no sabido implica una valentía del sujeto, en el sentido más concreto de su significado: valiente es aquel que tiene determinación para enfrentarse con situaciones difíciles. La travesía de Hunter le permite acceder, vía análisis, a esa función de costura que Lacan en el Seminario XXIII, a propósito del nudo, escribe como “hacer costura entre su síntoma y lo real parásito del goce (...) encontrar un sentido implica encontrar cuál es el nudo y coserlo bien gracias a un artificio” (1976, p.12). La analista ha abierto, vía interrogación, la posibilidad de armar otro tejido con la contingencia que a Hunter le ha tocado vivir. Antes del encuentro con su progenitor, vemos a Hunter comer tierra con la mirada perdida. Ese gesto nos permite pensar en la posibilidad de un saber hacer con el síntoma. A esta altura, la compulsión a tragar, un poco más conocida por ella, se manifiesta en la ingesta de un material que ya no es perjudicial para su salud y que, a su vez, de un modo poético inaugura el momento de la pregunta por su existencia. La tierra se puede utilizar para pensar en esta nueva materialidad del síntoma que aquí se desenvuelve y da, al cuerpo, una nueva consistencia.

Si en el origen hay un mito, en el de Hunter hay una verdad vinculada a la violencia, la culpa y el delito; significantes que no sirven para habitar una vida. Poder escuchar a su progenitor le permite a nuestra protagonista encadenar lo no ligado, articular la pregunta por su existencia y, tal vez, por primera vez ya no tragar objetos, sino ingerir la pastilla para interrumpir un embarazo que repetiría su propia historia trágicamente. De este modo, hacer ese borde en el que se construye un cuerpo como una singular posibilidad de una apuesta por el deseo, y por ende, por la vida. Pasar por la palabra le permite a Hunter que ese cuerpo afectado por el goce sintomático, cuerpo tomado y marcado por la culpa del Otro, caiga para dar lugar a una posición que le permite disponer de su cuerpo y tejer actos más próximos al deseo.

Referencias:

Asociación Americana de Psiquiatría, Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM 5.

Arlington, VA, Asociación Americana de Psiquiatría, 2013.

Freud, S. (1920-22) Más allá del principio de placer. En Obras completas XVIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.

Lacan, J. (1962-63). El seminario. Libro 10: La angustia. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1964-65). El seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1966-67). El seminario. Libro 14: La lógica del fantasma. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1975-76). El seminario. Libro 23: El sinthome. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1966/2000). El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. En Escritos 1. Siglo XXI, 2008. (Ed. Revisada).

Lacan, J. (1966/2000). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. En Escritos 2. Siglo XXI, 2008. (Ed. Revisada).

Leibson, L. (2022) La máquina imperfecta. Ensayos del cuerpo en psicoanálisis. Buenos Aires: Letra Viva.



NOTAS




FORUM




COMMENTS

Message from Florencia Arnoletto  » 27 de agosto de 2023 » florenciaarnoletto@gmail.com 

La protagonista de este film lleva el nombre Hunter, y esto resulta para nada casual. En inglés significa “cazador/a”; el cazador caza presas para su ingesta y la cacería transforma un cuerpo en un objeto comestible. Vemos en el film que Hunter adopta una posición cosificada de presa respecto de su familia política; ella es el deseo del Otro y está ahí para ser perfecta como una muñeca, para seguir órdenes, servirle a su marido, para portar su bebé.
Con el advenimiento del embarazo, Hunter se encuentra con lo Real que irrumpe. Que no remite a otro significante y es exactamente eso; comer objetos punzantes no comestibles se le impone y, metaforizando un triunfo, guarda las piezas como trofeo, como lo hace un cazador expone las cabezas de los animales cazados. Comer objetos es para ella un intento de fagocitar, de incorporar el Real que le ha quedado por fuera del cuerpo; de completarse, de ser fálica. En su sometimiento, Hunter se “traga” cosas todo el tiempo y eso la lastima; por ende, hace un pasaje al acto tragándose objetos dañinos. Cuando la piezas piezas que traga comienzan a peoducirle dolores y sangrados el síntoma hace ruido y, amenazando con su propia vida, el goce abraza su cara paradójica en su satisfacción insatisfactoria y acentúa la falta, el agujero. Hunter se vuelve contra sí misma e intenta ‘cazarse’ a sí misma en su pasaje al acto cuasi suicida. Dada su posición de presa, su vulnerabilidad, ella vivió su embarazo como una intrusión, una transgresión en su cuerpo. Entonces, de algún modo, su síntoma es un reclamo por el control de su propio cuerpo. Hunter estaba repitiendo inconscientemente la violacion de su madre que dio a luz a su existencia como fruto ilegítimo. Hunter tragaba porque la car-comía la culpa. Con su aborto al final del film, en algún punto rompió con ese destino repetitivo de traer un hijo no deseado al mundo y, en ese mismo acto, deja ella de ser objeto del otro para constituir su singularidad, encontrar su deseo y apostar por la vida al abrir una pregunta por su existencia. Como su nombre nos habría anticipado, HunteD adopta una posición activa respecto de su existencia y se convierte en HunteR.



Película:Swallow

Título Original:Swallow

Director: Carlo Mirabella-Davis

Año: 2019

País: Estados Unidos

Otros comentarios del Autor: