Con la colaboración de Juan Jorge Michel Fariña
El jueves 28 de Octubre de 2010 se estrenó en Argentina The Social Network [1], el film de David Fincher que narra las vicisitudes de la creación de Facebook. Fincher había dirigido ya películas que se convirtieron en clásicos, como “Pecados capitales”, “El club de la pelea” y “El curioso caso de Benjamin Button”. Sabíamos por lo tanto que no asistiríamos a una mera crónica de acontecimientos, sino a una creación artística.
En la función que nos tocó ver en Buenos Aires, un corto proyectado antes del inicio de la película y sin relación alguna con ella, sirvió sin embargo para reflexionar sobre el film que veríamos luego. En éste aparecía Ricardo Darín, el premiado actor argentino, quien con su voz característica, leía un texto en off, mientras desfilaban imágenes en la pantalla:
(…) La segunda guerra mundial produjo un serio problema para la construcción. A raíz de la concentración en la producción bélica, y las dificultades del transporte marítimo, comenzó a escasear la provisión de barras de acero, elemento imprescindible para todo tipo de actividad industrial (…). Ante esta preocupación, el ingeniero Arturo Acevedo al frente de un grupo de industriales emprendedores, comenzó a buscar una salida al problema. (…) Fue necesario recurrir a una gran imaginación para suplir elementos sofisticados, no disponibles en nuestro país. Así se utilizaron repuestos de viejas locomotoras o tractores en desuso, y otras piezas que parecían imposibles de reemplazar a las originales. (…) El tren laminador fue traído desde Chile, atravesando penosamente la Cordillera de los Andes con los precarios medios disponibles en la época, en una réplica, un siglo después, de la gesta sanmartiniana (…)
Los espectadores no salíamos de nuestro asombro: el actor del Oscar de la academia contratado por la empresa Acindar para un corto publicitario. En la voz de Darín, la historia de la compañía se presentaba en tono épico, relatando la iniciativa pionera de Don Arturo Acevedo, la de sus dos hijos, y actualmente la de su nieto, quien continúa al frente de la compañía. Habían sido necesarias tres generaciones de argentinos para consolidar un imperio siderúrgico. [2]
Inadvertidamente, este corto proyectado entre las previas del film resulta sumamente instructivo para entender el fenómeno de Facebook. Se trata de la diferencia entre hardware y software. Como se sabe, la palabra hardware significa “fierros” y designa en Estados Unidos a los negocios que aquí conocemos con el nombre de “Ferretería”. La industria del acero es un claro ejemplo de hardware. Efectivamente, cuando se trata de “fierros”, de la producción de elementos tangibles, montar una empresa supone un capital considerable y un tiempo razonable para su desarrollo y consolidación. Las tres generaciones de la familia Acevedo al frente de la empresa Acindar evidencian esta modalidad de producción, propia de la era industrialista.
El «software» en cambio, es el conjunto de procedimientos algorítmicos que forman parte de las operaciones de un sistema de computación. Se trata de un término creado en 1957 y que incluye, entre otros elementos, los códigos (fuente, binario, ejecutable), es decir, abarca todo lo intangible, lo "no físico”. Sólo en este terreno es pensable una historia como la de Mark Zuckerberg: una fortuna de 4.000 millones de dólares cuya gestación llevo apenas semanas y no requirió prácticamente de inversión inicial.
Narciso Benbenaste da cuenta de este movimiento en los siguientes términos:
(…) La automatización de los procesos laborales es el componente principal de una de las tendencias contemporáneas: producir cada vez más con menos gente. El incremento de la ‘productividad’ es entonces solidario del menor trabajo presente.(Benbenaste, 1999)
Efectivamente, Acindar amasa su fortuna empleando para ello 300.000 operarios. Facebook lo hace con un equipo que no llega inicialmente a una docena de personas. Esta diferencia entre la lógica productiva de ambas empresas nos ubica en una primera discusión: la que separa al sector secundario (industria) del sector terciario (servicios), y a la vez la que separa la era industrial de la era digital.
Es el grado de determinación del software sobre el hardware lo que hace universal a la tecnología computacional, que por ello hoy se aplica a las distintas ramas de la producción y áreas de la vida social. En contraste, las máquinas precomputacionales, son tayloristas, se fabrican sólo para determinada actividad o área de trabajo. (…) En la computadora, la trama lógica no se halla plasmada de modo rígido, irreversible, sino que es modificable a través de cambios en el soft. (Benbenaste, 1992, pág. 180)
La creciente preeminencia del sector terciario sobre el primario y secundario, y dentro de ello la del software sobre el hardware, explican por lo tanto una dimensión del éxito de Mark Zuckerberg.
Pero lo anterior no es suficiente. Para comprender un fenómeno como el de Facebook se hace necesario introducir otra dimensión. La escena inicial del film nos pone sobre la pista. Mark, un talentoso estudiante de computación de la universidad de Harvard, tiene una fuerte discusión con su novia Erika. La pelea sube de tono hasta que finalmente Erika se retira ofendida del bar en el que se encontraban, poniendo fin a la relación. Mark, enojado, regresa a su cuarto y decide vengarse de ella aprovechando sus conocimientos de informática. Publica entonces en su blog de la universidad una serie de insultos y comentarios despectivos hacia Erika. Pero para resarcirse narcisísticamente y llamar la atención hace algo más. Desarrolla un programa de computación que vincula, de manera virtual, a los estudiantes de las distintas Facultades de Harvard. Lo hace reuniendo diversas bases de datos con fotografías de las alumnas. Así crea un juego interactivo decididamente machista y violentatorio de la intimidad de las personas involucradas, pero que logra una adhesión masiva en pocas horas, llegando a colapsar el sistema informático de la universidad. Corría el año 2003 y en esa noche de furor de blogging y programación, Mark Zuckerberg esboza lo que pronto se convertiría en la red social global que revolucionaría las comunicaciones humanas.
El resto de la película narra el progreso vertiginoso de Facebook y los diversos conflictos que este crecimiento trae aparejado a su creador. Demandas judiciales por parte de dos hermanos que se adjudican la originalidad de la idea y una querella iniciada también ante la justicia por su hasta entonces socio y único amigo, quien se siente traicionado por Mark. No nos ocuparemos aquí de esta trama legal-comercial, sino apenas para constatar el contraste entre prestigiosos y experimentados bufetes de abogados, que negocian decenas de millones de dólares ante clientes… que no llegan a los veinticinco años.
Para la lectura que proponemos aquí, la película se juega en otro escenario. En rigor, en los cinco minutos iniciales y en los cinco finales. El film comienza con esa ruptura sentimental entre Mark y Erika, y luego de más de cien minutos de proyección, nos lleva nuevamente al escenario del comienzo. Mark Zuckerberg ya es el billonario más joven de la historia. Está solo frente a su computadora y escribe en el buscador de Facebook el nombre de Erika. Cuando lo encuentra, le envía la clásica solicitud de amistad. El pedido se procesa y vemos a Mark actualizando incesantemente la página, esperando una respuesta que no llega. Esa imagen del genio de las computadoras preso en su propio laberinto es la clave que organizará, retroactivamente, todo el film.
Así como The Social Network es un estreno reciente, Citizen Kane (“El ciudadano”, Orson Welles, 1941) es una de las mejores películas de la historia del cine. Narra la historia de un millonario que al cabo de una vida de amasar fortunas incalculables muere con un nombre entre los labios. “Rosebud” es ese significante enigmático, que motiva una investigación periodística de años en busca de una respuesta imposible. Se trata de un objeto que el sujeto ha perdido y que no puede ser recuperado a través de todo el dinero del que dispone. El final del film revelará el misterio, que nos remonta a la escena inicial de la película.
Del mismo modo, la clave de la ansiedad de Mark frente a la pantalla de Facebook habrá que buscarla en aquellos inicios de su relación con Erika. En el caso del ciudadano Kane, Carlos Gutiérrez lo sugiere en estos términos:
En esa escena que abre el film, se agota todo lo que luego el flashback reconstruye: Kane mira –admira, habría que decir- un objeto que sólo recién muerto deja caer; un objeto del que, sólo una vez que su cuerpo se ha quedado sin vida, puede desprenderse. En ese momento –inaugural y cumbre del film- en el que la pantalla entrega la imagen de la intimidad de un hombre consigo mismo en la agonía (…) (Gutiérrez, 2001, pág. 36)
Una red social destinada a interconectar miles de millones de personas, deja en la mayor de las soledades a su creador. La metáfora es clara: en la era digital podemos estar más interconectados que nunca, pero también infinitamente más solos. Porque justamente la abundancia de “contactos” refuerza la sensación de pérdida y aislamiento.
(…) En su lujoso desierto, el ciudadano del desamparo y de todas las soledades, sigue acompañado por ese cuadro. Si algo no lo abandonó jamás es precisamente esa escena: luego de atravesar toda una vida hasta donde el hilo se interrumpe, Kane sigue aferrado a esa imagen como abrazado a un rencor. (Gutiérrez, op. cit.)
El mismo rencor que motorizó la pasión creadora de aquella noche y que generó un imperio de las comunicaciones, pero no logró recubrir al objeto amado y perdido. ¿Qué de las palabras de Mark frente a Erika retorna en esa búsqueda imposible?
Bibliografía
Benbenaste, N. (1992). Tecnología computacional. En Sujeto= política x Tecnología / MERCADO. Buenos Aires: Lenguaje.
Benbenaste, N. (1999). El empleo jugado al ajedrez. Revista Leonardo Da Vinci. U.N.L.Z.
Gutiérrez, C. (2001). Rosebud, lo que el fuego se llevó. En Michel Fariña, J.J. & Gutiérrez, C. (2001), Ética y cine (2da ed. Ampliada). Buenos Aires: Eudeba
NOTAS
[1] La autora agradece la colaboración de Carlos Neri y Gabriel Guralnik, docentes de la cátedra de Informática, Educación y Sociedad, en el marco de la cual fue presentada una versión preliminar de este escrito, y a Juan Jorge Michel Fariña, quien revisó el texto final y aportó valiosas ideas.
[2] Por cierto la crónica no hace mención alguna a las complicidades de la empresa con los distintos poderes de turno. Entre ellas la que se estableció con la dictadura militar 1976-1983, que costó la desaparición y muerte de muchos trabajadores de la planta de Acindar en Villa Constitución.
Película:Red Social
Titulo Original:The Social Network
Director: David Fincher
Año: 2010
Pais: Estados Unidos
PDF: Red Social
Otros comentarios del mismo autor:
• Festín diabólico