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In loco parentis

por Sánchez Ayala, Belén

Martin Brest / Estados Unidos / 1992

Charlie Simms, un joven estudiante de New Hampshire se presenta a un empleo temporario, anunciado en la cartelera del exclusivo colegio al que concurre. En la entrevista, una mujer le informa que saldrá de viaje el fin de semana con su familia y necesita que cuiden de su tío ciego, el Teniente Coronel retirado Frank Slade. El primer encuentro entre Charlie y el Coronel no podría ser más desalentador. Este último se muestra hostil con el muchacho y termina expulsándolo de su casa. Pero ante la sorpresa del adolescente, el trabajo termina siendo suyo porque resulta ser el único candidato.

En otra escena, aparentemente sin conexión con la primera, esa noche Charlie y un compañero son ocasionales testigos de un plan para jugarle una broma pesada al director del colegio. A la mañana siguiente, después de sucedida la fechoría, el director convoca a ambos estudiantes y los amenaza con expulsarlos si no confiesan los nombres de los responsables.

Por la tarde, la sobrina del coronel Slade entrega a Charlie las instrucciones necesarias y parte con su familia. Pero ni bien se quedan solos, el coronel cambia los planes y ordena al muchacho que le ayude a preparar las valijas, ya que viajaran el fin de semana a Nueva York. Después de varias negativas, Charlie decide acompañarlo.

Ya en el avión, el coronel introduce su primer inventario de placeres; hablando de las piernas de las mujeres, dice: “...y lo que guardan es el pasaporte al cielo... Muy en segundo lugar está una Ferrari”, para finalizar con esta sentencia: "Tu educación ha comenzado".

Hospedados en el Waldorf Astoria salen a cenar al Oak Room, donde el coronel informa a Charlie las razones que lo llevaron a Nueva York: “Te traje para que me ayudes en el plan... es una gira de deleites: hospedarse en un hotel de lujo, comer en un buen restaurante con buen vino, visitar a mi hermano... -la familia es importante. Y luego hacer el amor con una mujer increíble... al final me acostaré en la cama y me volaré los sesos”. Charlie se ve conmocionado y a la vez paralizado por la revelación.

Al día siguiente van a cenar a casa del hermano de Frank y su familia. Pero son recibidos de una manera apenas cortés y nadie parece contento por la visita. Ya en la mesa y durante la cena de Acción de Gracias las cosas empeoraron. Los comentarios del coronel generan una obvia incomodidad, hasta que uno de sus sobrinos termina relatando el accidente en el que el coronel Slade quedó ciego mientras hacía malabarismos con granadas. Después de una violenta escena entre el coronel y su sobrino, los invitados deciden retirarse y Slade se despide con desazón de su hermano y de la vida: “Adiós, Willy. No sirvo para nada y nunca he servido.”

En el hotel, Charlie ve por primera vez al coronel con un arma calibre 45. Le exige que se la entregue, y ante la negativa de Slade, el joven amenaza con dejarlo solo. Pero el coronel le pide que se quede: “Necesito recorrer el campo de batalla un día más. Puedo recorrer NY solo pero necesito a alguien que me marque la dirección”. Por último, el coronel testimonia: “Tú entiendes por qué lo hago; ya no puedo dar batalla, nadie quiere sentarse a cenar conmigo”.

Comparten entonces un trago en un lujoso salón, donde el coronel invita a bailar tango a una hermosa joven, hallando la ocasión para un nuevo comentario: “En el tango uno puede equivocarse. No es como en la vida. Eso es lo maravilloso. Si uno se enreda o se equivoca, sigue bailando”.

Ante los ojos azorados de Charlie, los planes de Slade siguen adelante y éste termina el día contratando una prostituta y acostándose con ella. El coronel ciego afirma entonces: “es una bellísima mujer”.

Al mediodía siguiente, Charlie encuentra al coronel recostado en la cama y sumido en una profunda tristeza. Lo incentiva entonces a dar un paseo, ante lo cual Slade parece emocionarse, para finalmente preguntar ¿en qué?. Terminan entonces en una agencia de autos donde el coronel consigue con distintos artilugios sacar una magnífica cupé “para probarla”. Es así como termina manejando una Ferrari por las calles de un suburbio de Nueva York. A toda velocidad. Cuando finalmente los detiene un policía, el coronel termina engañándolo, ocultándole su condición de ciego. Pero después de la aparente hazaña, se pone muy triste y reconoce que ya no volverá a manejar nunca más. Al salir de la agencia intenta cruzar Park Avenue arriesgando su vida ante las frenadas y maniobras de los conductores. El improvisado lazarillo acude en su ayuda y lo encuentra totalmente desorientado, cayéndose y pidiendo orinar en ese mismo lugar.

Cuando regresan al hotel, se prepara el desenlace. El Coronel manda a Charlie a comprar aspirinas y cigarrillos. Pero el joven vuelve sobre sus pasos y se encuentra con una escena pavorosa: el coronel, vestido en su traje militar, con la pistola 45 en sus manos, preparado para el fin. Después de una violenta discusión, el coronel termina apuntando al joven, diciéndole: “te voy a matar a ti también ¿de qué te sirve la vida, si tu amigo va a cantar y después serás un mediocre hombre americano?”, en referencia a la decisión que deberá tomar Charlie respecto de su conflicto escolar. Continúan los forcejeos y es allí cuando el coronel le dice que no sabe si adoptarlo o dispararle.

Slade desiste entonces de su intención de suicidarse, y emprenden el largo regreso en limousine.

Charlie llega justo a tiempo para la asamblea en la que se dirimirá su destino académico. Iniciada la sesión, y para sorpresa del joven, el coronel hace su ingreso a la sala, sentándose a su lado.

Charlie se debate en una encrucijada: puede delatar a sus compañeros y obtener fácilmente un ingreso a la universidad, o protegerlos y ser expulsado del colegio. Opta por seguir sus principios, poniendo así en peligro su futuro. Es entonces cuando el encendido y oportuno discurso del coronel Slade inclina la asamblea a favor del joven, permitiendo que se haga justicia.

A la salida, se ha transformado en un referente y una profesora se acerca para saludarlo y declararle su admiración.

Cuando Charlie devuelve al coronel a su casa, éste se encuentra con sus sobrinitos a los que ahora trata con una dulzura desconocida.

El acto y la responsabilidad

Un acto singular supone un antes y un después en la historia de un sujeto. El advenimiento de la existencia allí donde sólo había lugar para una mera subsistencia.

El via crucis del coronel Frank Slade resulta un excelente ejemplo de este movimiento. El acto ético no consiste en algo que se da de una vez y para siempre, sino en un desafío que permanece siempre abierto. A lo largo de la historia pueden reconocerse pequeños acontecimientos que ilustran esta dimensión del sujeto.

En el inicio, el coronel aparece como un hombre altamente agresivo. Si bien su sobrina lo presenta como alguien que en el fondo es una dulzura, ello no resulta muy convincente.

Y efectivamente, el desarrollo de los hechos lo muestra como fuertemente pragmático: sólo es amable con las personas de quienes desea obtener algo, recurriendo más de una vez a sobornos con dinero o propinas muy generosas. Su agresividad aparece ligada al autoritarismo de su personalidad militar, apelando más de una vez a su rango de coronel para infundir respeto o temor.

Esta dimensión moral de Slade resulta contrapuesta con la de Charlie, un joven educado, amable, tímido, y con fuertes convicciones humanistas.

El plan de suicidarse es otra evidencia del egoísmo del coronel. Pero Charlie termina convenciéndolo de no hacerlo. Una lectura literal del film podría agotarse en la historia de dos morales en pugna, en la que una termina imponiéndose sobre la otra. Pero el Coronel podría haber engañado a Charlie y suicidarse de todos modos. Sin embargo no lo hace. Sostendremos que no se trata de un convencimiento moral.

Tampoco estamos ante un mero hedonismo. Bailar tango, acostarse con una hermosa mujer y manejar una Ferrari, son sin duda placeres vitales. Pero ¿fue esta gira de placeres lo que verdaderamente lo sustrajo del suicidio?

Conjeturaremos que la Ferrari, el sexo y el tango resultan pretextos para iniciar una relación con Charlie. Es el vínculo con el joven lo que abre un nuevo horizonte en la vida del coronel Slade. Por eso cuando desiste de su intento de suicidio le dice: “Charlie, ¿cómo vas a sobrevivir sin mí en este mundo?”

También la escena de la asamblea podría ser leída en términos de valores en pugna. La lucha entre la moral del director de la institución y la que enuncia el coronel en su discurso. Pero se trataría nuevamente de una lectura limitada.

La responsabilidad del coronel Slade se juega en una dimensión completamente diferente. Más allá de toda moral.

En un primer tiempo tenemos al coronel y su plan inicial: hospedarse en un hotel de lujo, comer en un buen restaurante, con buen vino, hacer el amor con una mujer increíble y luego volarse los sesos.

Un segundo tiempo en el que Slade recibe los primeros indicios de que algo no estaba saliendo de acuerdo a sus intenciones iniciales. Especialmente durante el intento de suicidio, que finaliza con una pregunta conmovedora y crucial del coronel “Ahora qué hago, Charlie?” Hay lágrimas en los ojos de ambos y es el propio Slade quién guarda la pistola, ya que un oficial jamás entrega su arma.

Destino y azar se ven conmovidos frente al curso de los acontecimientos. El sujeto se va abriendo paso entre ellos. La demanda al otro es permanente: “Charlie, hijo, quédate un día mas”; “Charlie, ayúdame con...”; “Charlie, muchacho, escúchame...”. Pero la redundancia nos conduce a otra escena: la del deseo no sabido del coronel Slade. My son, my boy, kid nos ponen sobre la pista de la paternidad.

En el plano legal se habla de padres o tutores. No se trata del padre biológico sino de su representación. Cuando en la asamblea final el coronel anuncia que viene en representación de los padres de Charlie, in loco parentis, anuncia un deseo que sin duda lo trasciende.

Por eso, en un tercer tiempo, emerge un sujeto diferente al que inauguró el film.

Cuando sale de la Asamblea, puede escuchar por primera vez la voz de una mujer que se interesa en él más allá del dinero y la compasión. Y el coronel que nada ve, tiene de pronto sus ojos abiertos a un porvenir diferente.

Un hijo, una mujer, ya hacen una familia. Este hombre, que solo podía vincularse con sus parientes desde el odio o la compasión, encuentra la ocasión de hacer algo con su fantasma familiar. Cuando regresa a casa y va dejando de ser un ogro para sus propios sobrinos, el sujeto ha ido más allá de su horizonte moral. Se trata del perfume de mujer, de la fragancia inédita del deseo.



NOTAS

Película:Perfume de mujer

Titulo Original:Scent of a woman

Director: Martin Brest

Año: 1992

Pais: Estados Unidos

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