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Sobre la urgencia de una psicología de la popularidad

por Genovecio Lucía, Nicolás

Universidad de Morón

Resumen:

En este artículo se exploran los conceptos y descubrimientos principales del estudio científico de la popularidad. La preocupación por ser aceptado y la búsqueda de reputación son fenómenos inherentes a la humanidad. Su naturalización ha llevado a que su estudio parezca banal y no haya encontrado un lugar en la academia. Sin embargo, recientes investigaciones han demostrado el rol que la búsqueda de popularidad ocupa en la adquisición y profundización de conductas de riesgo, así como las consecuencias negativas en la salud física, social y psicológica de la población. La psicología de la popularidad es una rama emergente de nuestro campo de estudio, en constante evolución debido a los rápidos cambios sociales, como la irrupción de las redes sociales. La bibliografía en español sobre esta temática es escasa, así como su difusión en nuestras latitudes. A través del análisis del film Octavo grado (Eight Grade) de Bo Burnham, se pretende dar a conocer estos descubrimientos y reflexionar sobre la importancia de su estudio.

Palabras Clave: Popularidad | Rechazo | Adolescencia

Eight Grade: The Urgent Need for a Psychology of Popularity

Abstract:

This article explores the main concepts and findings of the scientific study of popularity. The concern for being accepted and pursuing a reputation are phenomena inherent to humanity. Their naturalization has made their study seem trivial and has not found a place in academia. However, recent research has demonstrated the role that the pursuit of popularity plays in the acquisition and deepening of risky behaviours and the negative consequences on the population’s physical, social, and psychological health. The psychology of popularity is an emerging branch of our field of study, constantly evolving due to rapid social changes, such as the rise of social networks. The literature in Spanish on this topic and its dissemination is scarce in our regions. Through the analysis of Bo Burnham’s film "Eighth Grade", this article aims to present these findings and reflect on the importance of their study.

Keywords: Popularity | Rejection | Adolescence

Para el presente trabajo elegí la película Octavo grado (Eight grade) de Bo Burnham. La cantidad de series y películas posibles para escribir sobre la psicología de la popularidad es abrumadora, es un tema revisitado y explotado por Hollywood. La gran mayoría comparte un núcleo de temáticas comunes con pequeñas diferencias contextuales. Los gestálticos podrían decir que la figura es la historia de un adolescente, o un grupo de ellos, con rasgos distintivos, protagonista de la cinta en cuestión, pero el fondo es común a todas estas películas. Un fondo que implica ciertos personajes (populares, nerds, bravucones, deportistas), escenarios (el salón de clases, los pasillos de la escuela, el patio, la cafetería en la que se reúnen los estudiantes los fines de semana, la plaza de la ciudad) y situaciones (un estudiante nuevo, una broma pesada que salió mal, una fiesta a la que no todos fueron invitados, la elección vocacional y la búsqueda de universidad).

Existe una denominación para este género de películas: coming of age. Este término no tiene una traducción literal al español, pero implica historias que muestran el desarrollo de sus personajes a lo largo de un período específico de su vida, denotando cambios físicos, psicológicos, emocionales, morales. Suelen centrarse en un momento bisagra entre dos etapas evolutivas. El paso de la infancia a la adolescencia y de la juventud a la adultez suelen ser los más representados.

Ambrosetti (s.f.) considera que históricamente se ha denigrado a este género como menor, señalándolo de banal y juvenil, lo cual descree al plantear que el desarrollo de estas historias puede apelar a públicos de todas las edades. El autor señala que el viaje del protagonista no es uno físico, suele empezar y terminar en el mismo lugar, sino uno filosófico, que culmina con una fuerte transformación. Este cambio suele implicar la pérdida de cierta inocencia, cierta ingenuidad, la adaptación de su identidad a un mundo con expectativas renovadas sobre su persona. Estos cambios pueden ser vistos linealmente como un paso de la infancia a la adolescencia o como arquetipos aplicables a cualquier etapa de la vida. Kierkegaard decía que la vida debe ser vivida hacia delante, pero solo puede ser comprendida en retrospectiva. La complejidad trasmitida por las películas coming of age no puede ser capturada en su totalidad por los adolescentes, quienes sin duda disfrutan de verlas y se sienten identificados, pero carecen de la perspectiva y el contraste necesario para pesquisar la totalidad de sus aristas. Los adultos pueden verse en esos adolescentes, a la vez que pueden ver el legado de ese período en su vida posterior.

La elección de Octavo grado, una película poco taquillera, se debe a varias razones. La razón principal es la reacción visceral que tuve al verla. Me generó auténtico sufrimiento. La historia, el personaje, las situaciones ya nombradas trasladan al espectador a su propia adolescencia, a la escuela secundaria, específicamente a los momentos más dolorosos de la misma. Es extremadamente sencillo identificarse con Kayla, la protagonista, una chica de 13 años que atraviesa su último año de Middle School intentando encajar y fracasando estrepitosamente en el intento. El género y edad de la protagonista también fueron importantes en la elección de la película, ya que, como elaboraré más adelante, las mujeres sufren aún más que los hombres las consecuencias de la búsqueda de popularidad. Asimismo, los efectos de esta búsqueda empiezan a notarse y a incrementarse drásticamente a partir de los 12-13 años. Finalmente, Eight Grade es una película realista, en la cual se puede apreciar la evidencia recolectada en relación a los efectos adversos de la búsqueda de popularidad. La historia de Kayla es verosímil, su idiosincrasia, su estatus social y el devenir de las situaciones que atraviesa son coherentes, por eso es tan fácil identificarse con ella, a diferencia de otras películas del género donde el personaje marginal se convierte en la reina del baile, donde los roles se invierten, donde hay un final feliz en consonancia con las expectativas sociales de los adolescentes. Spoiler Alert: Esto no le sucede a Kayla.

El lector habrá notado una fuerte impronta estadounidense en los elementos analizados. En primer lugar, cabe aclarar que la bibliografía relativa al estudio científico de la popularidad proviene del mencionado país, razón por la que destaco la necesidad de difundir este campo de investigación, para suscitar interés en nuestras latitudes y generar baremos, datos y literatura regional. En segundo lugar, debido a la globalización y el cuasi-monopolio de la industria cinematográfica que ostenta Hollywood, desde hace décadas los adolescentes, latinoamericanos en general y argentinos en particular, han consumido ficciones americanas sobre escuelas americanas, por lo que los roles, situaciones y escenarios detallados, lejos de serles desconocidos, les resultan familiares. Ese consumo masivo de historias con un fondo común necesariamente implica una modificación de la manera en que viven sus propias adolescencias, llevando a una etapa cada vez más homogénea a nivel mundial. El cine y la televisión pueden haber empezado este fenómeno, más precisamente la televisión por su acceso directo a los hogares y el formato de las series a partir de la cual se pueden consumir por horas en forma de maratones, pero nunca soñaron con tener el alcance que tienen las redes sociales, siendo Tik-Tok un fenómeno cuyas consecuencias veremos en los años por venir.

¿Qué entendemos por popularidad?

En la literatura científica sobre esta temática encontramos dos acepciones del término o, más precisamente, dos formas diferentes de entender este fenómeno. Una de ellas se denomina preferencia social e implica el grado en el que una persona es aceptada por sus pares. Si bien los estudios se basan principalmente en niños y adolescentes, esto se mantiene en la adultez en los grupos de amigos, el trabajo y las relaciones amorosas. El otro tipo de popularidad se denomina impacto social (o reputación) y es más complejo que el anterior.

Inicialmente, solo se estudiaba la preferencia social. En la búsqueda de evidencia concreta y verídica sobre la percepción de la popularidad, se evaluaron diversas formas de estudiarla. Primero, se probó el autoreporte, pero esto no dio los resultados esperados porque los niños tendían a disminuir o exagerar el nivel de popularidad que tenían al compararlo con la percepción que sus compañeros tenían de ellos. En la película, Kayla se considera una chica auténtica y conversadora, pero gana el premio a la “Más callada”, premio otorgado por votación de sus compañeros.

Tras abandonar el autoreporte, se consideró preguntarles a los padres por la popularidad de sus hijos. Sin embargo, esto tampoco dio buenos resultados. Los padres tienden a exagerar drásticamente la popularidad de sus hijos. Tienen un sesgo de atribución positivo en su favor, en parte desprendido de sus limitadas experiencias con niños, por fuera de sus hijos, sus amigos y otros familiares. Son muy pocas las ocasiones en las que aprecian la relación de sus hijos con muchos chicos de su misma edad. A medida que los niños crecen, estas apreciaciones se vuelven aún más distantes de la realidad porque sus hijos pasan cada vez menos tiempo en sus casas, compartiendo menos con sus padres, a los que les pierden confianza para hablar de cuestiones personales al entrar en la adolescencia.

En la película, el papá de Kayla le dice que la admira, que es genial, que le encanta como se expresa en sus videos, que es mucho más cool de lo que él era a su edad. Frente a esta apreciación, muy distante a la de sus compañeros de clase, Kayla se molesta y le pide que la deje en paz.

Los profesores son buenos predictores del nivel de popularidad de sus estudiantes por la cantidad de tiempo que pasan con ellos. Sin embargo, también tienen sus sesgos, principalmente en favor de aquellos estudiantes considerados inteligentes. Estos niños suelen prestar atención y participar en clase, siendo los favoritos del profesor, quien tiene problemas para darse cuenta que esto no significa que sea el preferido del resto de los estudiantes. En la película no hay muchas escenas en las que se muestre la relación entre los estudiantes y sus docentes. Se puede ver a una profesora encargada de entregar una serie de premios y al director dando un discurso sobre el paso a la escuela secundaria. En ambos casos, los estudiantes no los escuchan, estando más interesados en relacionarse entre ellos.

Finalmente, se descubrió que la opción más confiable era el reporte de los compañeros. Esta técnica consta de preguntarle a cada uno de los niños (puede aplicarse también adolescentes e incluso en adultos, en el ámbito laboral, por ejemplo) de un curso qué tan populares son el resto de sus compañeros. Una forma de hacerlo es mediante puntuaciones de juego. Se le da a un niño una lista con los nombres de sus compañeros y se le pide que marque en una sucesión de caras de triste a sonriente cómo se siente jugando con cada uno de ellos. Suele haber gran unanimidad sobre quiénes son los más y los menos populares. Es importante aclarar que hay suficiente evidencia que demuestra que esta clase de reportes no cambia la dinámica social, ni afecta a los niños menos populares.

Hubo un estudio particular (Parkhurst y Hopmeyer, 1998) en el cual los investigadores trabajaron con adolescentes mayores, entre 16 y 17 años, y, al contarles cómo medían la popularidad, estos no entendían por qué preguntaban quiénes eran los más y menos aceptados por el resto, asegurando que eso no tenía nada que ver con la popularidad. Estos adolescentes aseguraron que la preferencia social no era una medida de la popularidad, ya que muchos de los chicos populares no eran aceptados por la mayoría, siendo la característica primordial la capacidad de ejercer dominio. Esto llevó a la enunciación de un segundo constructo relativo a la popularidad, el impacto social (reputación). Se cambiaron las preguntas de ¿Quiénes te agradan más y menos? por ¿Quiénes son más y menos populares?

Cillessen y Mayeux (2004) descubrieron que en varones se aprecia una gran correlación entre impacto y preferencia social, antes de los 11 años son prácticamente lo mismo, pero la misma disminuye con el paso de los años. Después de los 16 años se convierten en cosas totalmente diferentes. Los niños que crecen para convertirse en populares por impacto social probablemente hayan sido populares en términos de preferencia. En las niñas, sucede lo mismo antes de los 11, pero la disminución de la correlación es drástica, tendiendo a cero. En Octavo Grado, Kennedy es la chica más popular de la secundaria en términos de impacto social, pero los resultados probablemente sean muy diferentes al evaluar preferencia social, debido a su actitud indiferente y engreída. Kayla, en cambio, representa uno de los escalones más bajos en la escala social, pero no es rechazada por sus compañeros. De hecho, a las personas que se relacionan con ella, Olivia y Gabe, les resulta agradable y buscan relacionarse con ella.

La vida es un escenario

Los niños pasan un porcentaje de sus horas despiertas muchísimo mayor con otros niños de su edad que con adultos (Ellis, Rogoff y Cromer, 1981). Estas tendencias se incrementan drásticamente en la adolescencia, periodo en el cual los adultos pierden autoridad y estima, ambas atribuidas al grupo de pares. Si esas relaciones son aversivas, esto tendrá un gran efecto en el niño/adolescente en desarrollo, así como consecuencias a largo plazo en su vida adulta. Es por esta razón que resulta pertinente llevar a cabo investigaciones rigurosas sobre el impacto de las relaciones de popularidad.

La preocupación por los dos tipos de popularidad mencionados parece ser parte de la naturaleza humana. A partir de los 3 años, los niños ya pueden determinar qué chicos son más populares, cuáles menos y cuáles no se relacionan en absoluto con sus pares. En la cápsula del tiempo de Kayla, construida dos años antes del inicio de la película, se lee “A la chica más cool del mundo”, por lo que la popularidad ya era un valor en la primaria. Ese valor se mantiene durante la totalidad de la película, al final de la cual construye una nueva cápsula para ser abierta al terminar la secundaria, en la cual pone la misma frase.

A nivel neurobiológico, con la transición puberal el cerebro del niño comienza a madurar, pero no lo hace de manera uniforme. Empieza en la parte trasera y se mueve hacia adelante. Las secciones del cerebro en mayor desarrollo están por debajo de la corteza cerebral, las cuales implican impulsos instintivos y la búsqueda de recompensas rápidas. Una característica importante es el deseo de recompensas sociales, una forma de buscar autonomía de los adultos. Lamentablemente, las áreas mencionadas se desarrollan antes de la corteza frontal, la cual ayuda a ejercer control sobre esos impulsos. Por eso es tan común en la adolescencia ver comportamientos de riesgo.

El deseo de lograr autonomía de los adultos los lleva a buscar la autosuficiencia y a verlos como anticuados. Esto puede apreciarse en la mayoría de las escenas compartidas por Kayla y su papá, quien se esfuerza desmedidamente por construir un vínculo con ella, pero es rechazado, reemplazado por el celular de su hija. Celular que se convierte en un medio para relacionarse con sus pares las 24 horas del día. Esta relación no es recíproca, Kayla realiza sus videos sin recibir respuestas de otros chicos de su edad. Manifiesta no tener muchas visitas y pide que compartan los videos para que la vean más personas. También comenta las publicaciones de Instagram de los usuarios que sigue, pero ella no recibe comentarios.

En una escena, Kayla empieza su día mirando un tutorial para maquillarse. Una vez logrado el resultado esperado, vuelve a la cama y se saca fotos para subir a Snapchat. Elige una foto y escribe abajo “Me acabo de despertar así… ugh”. Dedica una cantidad de tiempo y energía excesivo para una simple publicación, por la reacción que desea generar en los demás, por los me gustas y los comentarios. Las redes sociales permiten contar me gustas y seguidores, creando un sistema de castas en los que encontramos usuarios muy populares, usuarios en el medio y otros muy poco populares. Los números de los me gusta y los seguidores hacen que esa popularidad sea más mensurable que nunca.

Con el boom de las redes sociales, la búsqueda de popularidad se masificó y se hizo más explícita. Esto nos hizo dar cuenta de un fenómeno primitivo de la especie que solemos olvidar, atribuimos mucha importancia a los demás. Al principio de las noticias, los artículos o cualquier tipo de medio que pueda ser compartido encontramos los botones de las distintas redes sociales con la cantidad de veces que fue compartido. El número de visualizaciones y la cantidad de veces que fue replicado en el perfil de los usuarios se volvió un indicador psicológico de la calidad del producto. Si muchas personas lo compartieron “debe ser bueno”, supuesto subyacente que modifica gran parte de nuestras creencias y conductas. Queremos hacer lo que todos están haciendo. Incluso las personas que explícitamente dicen renegar de este fenómeno, se ven constantemente influenciadas para caer ante la tentación del mismo, de la cual es difícil escapar. Esto se debe, en gran medida, a un proceso evolutivo. Desde las cavernas aprendimos que sobrevivimos mejor en grupo, empezamos a vivir en manadas, en las cuales todos actúan de manera similar. El riesgo de hacer lo contrario es alto, podrían echarnos de la manada, obligándonos a vivir, a afrontar la existencia, en solitario. Aquellos que no viven en comunidades, en contacto social constante, se arriesgan a ser eliminados por selección natural.

Hay evidencia de que nuestros cerebros se adaptaron a esta forma de vida. Los estudios con IRMf (Imágenes por Resonancia Magnética Funcional) han demostrado áreas del cerebro que se iluminan al experimentar dolor y áreas que se iluminan cuando nos preparamos para llevar a cabo acciones con la intención de regular ese dolor. El dolor es una forma que tiene el cerebro de avisar sobre la presencia de un peligro y la necesidad de hacer algo al respecto. Naomi Eisenberger (2012) llevó a cabo un experimento con personas que se sometieron a una IRMf y, en lugar de hacerles experimentar dolor físico, se los expuso a situaciones donde fueron excluidos. Las situaciones hacían pensar a la persona que los demás participantes no querían interactuar con ella. Al sentir esto, las partes del cerebro iluminadas eran las mismas que se iluminan al sentir dolor físico. La falta de popularidad nos hace sentir dolor y nuestro cerebro nos da señales de que es importante “mantenerse en la manada”, que hay que actuar para evitar ser excluido de la misma.

Estos efectos físicos fueron importantes para la supervivencia en las primeras etapas de la humanidad, pero son contraproducentes en la actualidad. El riesgo de que nuestras vidas se vean amenazadas por no pertenecer a un grupo es drásticamente menor, pero los síntomas son los mismos, disminuyendo la calidad de vida y haciendo aún más difícil socializar.

Esto puede apreciarse durante toda la película, Kayla busca ambos tipos de popularidad. Los silencios que siguen sus intentos por relacionarse, las pausas después de una escena en la que las cosas no le salen como quería, exaltan su incomodidad por no encajar, apelando a la propia incomodidad de los espectadores. Ella desea hacer amigos, ser incluida, formar parte de un grupo, pero también quiere tener un impacto, lo cual se puede apreciar claramente en su serie de videos de Youtube. Al no conseguirlo, sus días se vuelven tristes, no consigue poner su atención en otras actividades, extraer placer de otras fuentes. Ve a otros sociabilizar en la escuela y en las redes sociales, lo hacen parecer sencillo, pero ella no lo logra. En la entrega de premios, les dice “Buen trabajo” a los demás ganadores, pero lo dice muy bajo y, o no la escuchan, lo más probable, o la ignoran. Busca compensar estos intentos fallidos en las redes sociales, dejando comentarios excesivamente positivos en las publicaciones de sus compañeros, con los cuales nunca habla en la escuela.

Coie y Dodge (1983) desarrollaron un modelo de categorías sociométricas de popularidad consistentes con la evidencia recolectada en sus estudios y los de sus colegas. Las categorías son cuatro: controversiales, populares, rechazados e ignorados. Al contar a los niños cuyas puntuaciones condicen con la media estadística, agregamos una quinta categoría denominada “promedio”.

Estas categorías suelen mostrarse invariables en el tiempo. En diversas investigaciones se tomaron estas medidas a niños de primaria y nuevamente seis años después, cuando estaban en secundaria, y las categorías se mantienen casi intactas. Los pocos niños que cambian suelen migrar de los extremos al medio, al grupo promedio.

Coie y Kupersmidt (1983) seleccionaron niños de distintos perfiles sociométricos para participar de una sesión de juegos en la Universidad Duke. Los participantes asistían a cinco escuelas diferentes y se realizó una evaluación sociométrica para categorizarlos en los cinco grupos descritos. De esta manera se aseguraron de que no se conocían entre sí y abarcaron la totalidad del espectro de la popularidad. Las primeras dos semanas (una hora de juego por semana) no había correlación entre la popularidad en la escuela original y el grupo de juego. Sin embargo, a partir de la tercera semana, solo tres horas de juego, los patrones se reinstalaban y los niños recuperaban el perfil sociométrico que tenían en la escuela de origen. Con el paso de las semanas esta repetición de patrones se hizo aún más fuerte.

En su visita a secundaria superior, Kayla conoce a Olivia, la estudiante asignada de mostrarle la escuela y contestar sus preguntas. A Olivia le agrada Kayla y la invita al shopping con su grupo de amigos. Cabe destacar que Olivia no parece ser una chica popular, por las características presentadas en la película se puede asumir que pertenece al grupo promedio.

En la salida con los amigos de Olivia, Kayla no sabe cómo interactuar. Permanece callada la mayor parte del tiempo. En un momento, le hace un comentario a uno de los chicos, tan despacio como los que intentó hacer con sus compañeros en la escuela, y recibe una respuesta poco amigable. Esto se debe a que los niños ignorados y rechazados tienen problemas para discernir el contexto, para determinar cuándo es correcto interactuar, es decir, en qué momento hacer/decir algo determinado y en qué momentos permanecer callados. Luego, otro de los adolescentes le pregunta si se está aburriendo. El comportamiento de Kayla es el mismo que en la escuela, ella quiere relacionarse, pero no sabe cómo hacerlo, llevándola a encajar en el mismo perfil sociométrico.

Destaco nuevamente el realismo de Octavo Grado. Kayla cumple los criterios para pertenecer al grupo de los ignorados, no es popular, pero tampoco recibe la atención indeseada para pertenecer al grupo de los rechazados, bullying, por ejemplo. A diferencia de otras películas, la historia de Kayla tiene un conflicto y un desenlace, pero no presenta una migración de grupo sociométrico que desafía a la probabilidad, como suele pasar en tantas otras películas de Hollywood (El club de los cinco, Chicas pesadas, Ella es así, Ni idea, etc.). Kayla tiene problemas para sociabilizar y logra atravesar su último año cumpliendo uno de sus objetivos, hacer amigos (Gabe y Olivia), pero de ninguna manera pasa a formar parte del grupo de los populares ni se desentiende de la búsqueda/preocupación por la popularidad, la cual sigue siendo un valor (como se evidencia en el armado de la segunda cápsula del tiempo). Esta preocupación probablemente se mantenga activa toda su vida, como detallaré en el siguiente apartado.

¿Cosa de niños?

Como adultos, al pensar en la adolescencia, no recordamos tanto la relación con nuestros padres o los contenidos que veíamos en la escuela, sino quienes eran los más populares (los más aceptados, los líderes de los grupos), los momentos más vergonzosos que pasamos, cuántos amigos teníamos, las citas que tuvimos. Los adultos pasamos gran parte de nuestra vida recordando y hablando de la adolescencia en términos de popularidad. Normalmente se cree que esto se debe a la nostalgia, pero, si bien es parcialmente cierto, la razón principal es que la popularidad en la adolescencia tiene profundos efectos en la vida adulta.

Un importante porcentaje de los adultos tiene una gran obsesión por los famosos, quienes no son otra cosa que personas populares. Son los chicos populares en una escala mayor. Les preocupa qué hacen, qué dicen, sus opiniones, cómo se ven. El marketing usa esto a su favor, publicitando un producto o una visión del mundo con un famoso, lo cual favorece su consumo masivo. El marketing estudia y aprovecha las dinámicas de popularidad.

En el ámbito laboral se repiten estas dinámicas. Los tipos de grupos, los niveles de reputación, los mismos clichés. Hay trabajadores a los que todos escuchan, con los que todos hablan, a los que todos les interesan sus opiniones y otros que parecieran ser invisibles o extremadamente visibles, pero de forma negativa. Esto afecta el desempeño laboral tanto individual como institucional.

En los grupos de amigos adultos destacan líderes, se siguen los planes de algunas personas en lugar de otras, se come en las casas de unos y no de otros. Lo mismo pasa con los vínculos sexo-afectivos, nuestros niveles de popularidad auto y socialmente percibidos afectan con quién salimos, la cantidad de relaciones que tenemos, cómo nos sentimos en las citas y hasta el desempeño sexual.

El nivel de popularidad en la adolescencia está relacionado con el estilo de crianza que esa persona tendrá luego como padre, afectando incluso los niveles de popularidad de sus hijos. En la película no se muestra mucho sobre el padre de Kayla, pero pareciera ser una persona solitaria, muy preocupada y con una forma de relacionarse muy diferente a la madre de Kennedy, la chica popular de la escuela.

Los comportamientos de riesgo tomados en la adolescencia tienen graves consecuencias en la adultez. El consumo de alcohol y marihuana en la adolescencia está relacionado con el consumo de otras sustancias en la adultez, incluso drogas más fuertes como la heroína. También correlaciona con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y cáncer.

Las conductas sexuales riesgosas en la adolescencia llevan a un aumento de las enfermedades de trasmisión sexual y una mayor posibilidad de contraerlas y trasmitirlas en la edad adulta, así como un aumento en la tasa de cáncer de cuello uterino.

Cabe preguntarnos sobre la relación entre estas conductas y la preocupación/búsqueda de popularidad. Para esto se desarrollaron estudios con un modelo causal, asociando ambas variables. Algunas investigaciones han encontrado que niños rechazados a edades tan tempranas como los 9 años crecen con mayor posibilidad de consumir marihuana o alcohol en la adolescencia, especialmente aquellos que fueron rechazados agresivamente. El rechazo de los pares lleva a que se reúnan en comunidades de adolescentes con conductas de riesgo. No es solo la falta de popularidad la que genera consecuencias indeseadas. Un ejemplo de esto es la cantidad de conductas de riesgo sexual, siendo los adolescentes con un alto grado de impacto social, reputación, los que más las realizan.

Un grave problema en relación a estas conductas de riesgo adoptadas en la adolescencia, pero con graves consecuencias en la edad adulta, es la concepción de las mismas como socialmente deseables. Los niños rechazados e ignorados quieren emular lo que hacen los populares para ser como ellos, el problema está en que lo que ellos asumen que sus compañeros más populares hacen es incorrecto. Un estudio (Helms et al., 2014) demostró que los adolescentes en categorías sociométricas no populares consideran que los populares fuman, consumen alcohol y drogas y tienen relaciones sexuales en una cantidad mucho mayor a la real, dándoles el carácter de actividades socialmente recompensadas.

La popularidad se instala (hay evidencia que sugiere que, al menos parcialmente, es innata a la especie) como un valor desde las primeras etapas de la vida, afectando no solo la infancia y la adolescencia, sino toda nuestra existencia. La preocupación y búsqueda constante de reputación y preferencia social nos genera consecuencias en la adultez. Asimismo, en las etapas posteriores de la vida se visualizan las consecuencias de las conductas realizadas en la adolescencia por el imperativo de aumentar la popularidad. Pero hay otras secuelas de esta preocupación excesiva que son más sutiles y, por lo tanto, más difíciles de detectar.

Almquist y Brännström (2014) presentaron los resultados de un estudio longitudinal llevado a cabo en Suecia. En 1966, se evaluó la popularidad de más de 15.000 adolescentes de 13 años. Tras el paso de varias décadas, volvieron a contactarse con los participantes cuando estos tenían entre 39 y 54 años. El objetivo era identificar una posible relación entre el estatus que tenían entre sus pares en la adolescencia y diversas categorías en su vida adulta. Los individuos fueron divididos en cuatro grupos: más aceptados, aceptados, marginales y menos aceptados. El estudio fue muy riguroso y controló diversas variables que podrían afectar los resultados obtenidos, tanto factores sociales (ingresos familiares, historial de salud mental y crianza) como factores individuales (bajo desempeño cognitivo, bajas expectativas para el futuro y conductas indeseables en la escuela).

Los resultados fueron sorprendentes. Los individuos pertenecientes al grupo de los más aceptados presentaban, en su mayoría, estudios de grado y posgrado, muy bajas tasas de desempleo y no requerían de asistencia gubernamental ni habían recibido servicios de salud mental. La diferencia con el segundo grupo, el de los aceptados, es significativa y, al considerar a los marginales y los menos aceptados, se aprecia una cantidad de estudios de grado mucho menor, mayores tasas de desempleo y, principalmente, niveles altos de apoyo gubernamental y asistencia a servicios de salud mental.

Otro estudio (Gustafsson et al., 2012), tomó a 800 adolescentes de 16 años, cuya popularidad fue evaluada por sus docentes, y analizó su estado de salud general 27 años después. Se controlaron diversas conductas relacionadas con la salud para que no afectaran los resultados del estudio, entre ellas, el estado de salud general en la adolescencia, el historial familiar, el trasfondo socioeconómico, las conductas relativas a la salud en la adultez, síntomas psicológicos y estatus socioeconómico actual. La evidencia obtenida permitió llegar a dos conclusiones. En primer lugar, aquellas personas que fueron consideradas altamente populares en la adolescencia presentaban, en promedio, un consumo de alcohol elevado, mucho mayor al de aquellas personas que no fueron populares en su adolescencia. En segundo lugar, los adultos que no fueron adolescentes populares tenían un mayor riesgo de padecer diabetes, obesidad, colesterol alto, presión alta y otros factores asociados a una mayor tasa de mortalidad y una menor calidad de vida.

Conclusión

El objetivo de este artículo ha sido visibilizar las consecuencias de la preocupación y búsqueda de la popularidad, un fenómeno que parece ser natural en nuestra especie. Un mejor entendimiento de estas dinámicas facilita un abanico de posibilidades tales como intervenciones institucionales, psicoeducación a nivel escolar, por ejemplo, que busquen delimitar las secuelas negativas de las interacciones de niños y adolescentes, previniendo a su vez consecuencias a largo plazo en la adultez y una intervención actualizada en la clínica, tanto con niños y adolescentes como con adultos.

Escapar de estas dinámicas no parece ser algo posible, pero su comprensión y divulgación posibilitan una mayor comprensión de las mismas y una modificación de nuestras conductas y creencias al respecto. Al final de la película, Kayla sigue preocupada por su reputación, por su lugar en la escala social, pero logra relacionarse con otros siendo ella misma, encuentra espacios en los cuales explora su subjetividad, se puede relacionar con otras personas de su edad de manera satisfactoria a pesar de las dinámicas que antes la inmovilizaban.

Referencias:

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Película:La vida de Kayla

Título Original:Eighth Grade

Director: Bo Burnham

Año: 2018

País: Estados Unidos

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