En sus apuntes de fútbol, Alejandro Dolina incluye un relato con el que quisiera introducir mi comentario sobre el film de Campanella. El relato lleva por nombre “Instrucciones para elegir en un picado” y solía ser citado en sus clases por Oscar D´Amore, docente y amigo recientemente fallecido, con lo cual este comentario es, además, un nuevo tributo a su memoria. [1]
Cuando un grupo de amigos no enrolados en ningún equipo se disponen para jugar, tiene lugar una emocionante ceremonia destinada a establecer quienes integrarán los dos bandos. Generalmente dos jugadores se enfrentan en un sorteo o pisada y luego cada uno de ellos elige alternativamente a sus futuros compañeros.
Se supone que los más diestros son elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos. Pocos han reparado en el contenido dramático de estos lances.
El hombre que está esperando ser elegido vive una situación que rara vez se da en la vida. Sabrá de un modo brutal y exacto en qué medida lo aceptan o lo rechazan. Sin eufemismos, conocerá su verdadera posición en el grupo. A lo largo de los años, muchos futbolistas advertirán su decadencia, conforme su elección sea cada vez más demorada.
Manuel Mandeb, que casi siempre oficiaba de elector observó que las decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles. En un principio se creyó poseedor de vaya a saber qué sutilezas de orden técnico, que le hacían preferir compañeros que reunían ciertas cualidades.
Pero un día comprendió que lo que en verdad deseaba, era jugar con sus amigos más queridos. Por eso elegía a los que estaban más cerca de su corazón, aunque no fueran tan capaces.
El criterio de Mandeb parece apenas sentimental, pero es también estratégico. Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables. [2]
Metegol, la bella película animada de Campanella, comienza con un homenaje al cine y al fútbol. Su escena inicial nos presenta un paisaje prehistórico. Allí, un simio golpea por accidente una calavera, que al rodar invita a empujarla con el pie. Llega entonces un segundo mono, que le disputa la posesión de la improvisada esfera, hasta que ambos terminan pateándola lejos, para que un tercero la "ataje" entre dos montículos… La calavera disparada al espacio, se transforma en una pelota de fútbol, reeditando así la célebre escena de 2001 Odisea del Espacio, de Stanley Kubrick.
¿Qué nos dice Campanella con este inicio espectacular? Que el film tiene, de entrada, una proyección filosófica. Que como en el relato de Dolina, el escenario particular del fútbol es el pretexto para narrar temas universales. Y efectivamente Metegol conjuga de manera fresca y lúcida distintos planteos éticos.
Ambientada en un pequeño pueblo, nos confronta ante todo con la llegada del progreso. Progreso que llega de la mano del dinero, el éxito y la promesa de mayor eficiencia y trabajo para todos. Pero al precio del revanchismo y el arrasamiento de las tradiciones y la memoria –en la angustia frente a la demolición del viejo bar se reconocen los ecos de Luna de Avellaneda, filmada por el propio Campanella en 2004. Al mismo tiempo, Metegol es una película sobre el amor y la fidelidad, pero no la fidelidad a un hombre o a una mujer, ni siquiera a una causa, sino al deseo como motor de una autenticidad que no se reconoce en moral alguna. En tercer lugar, Metegol es una película sobre la relación entre un padre y un hijo. Sobre el desencuentro generacional, signado no tanto por la “brecha tecnológica”, como por la ausencia de imaginación. Cuando el padre puede escucharse en el relato que ficciona para su hijo, ambos ganan la partida… y los espectadores una hora y media del mejor cine.
Metegol [3] es, finalmente, una película sobre la diferencia crucial entre el heroísmo y la valentía. Y es sobre este único punto sobre el que adelantaré unos pocos apuntes.
La historia, tal como la resumió la productora, podría contarse así: Amadeo vive en un pueblo pequeño y anónimo. Trabaja en un bar, juega al metegol mejor que nadie y está enamorado de Laura, aunque ella no lo sabe. Su rutina sencilla se desmorona cuando Grosso, un joven del pueblo convertido en el mejor futbolista del mundo, vuelve dispuesto a vengarse de la única derrota que sufrió en su vida. Con el metegol, el bar y hasta su alma destruidas, Amadeo descubre algo mágico: los jugadores de su querido metegol hablan ¡y mucho! Juntos se embarcarán en un viaje lleno de aventuras para salvar a Laura y al pueblo y en el camino convertirse en un verdadero equipo.
El tono épico del relato pareciera conducir a una batalla heroica entre el bien y el mal. Pero llegados a este punto, el film nos interroga: ¿hay en el fútbol lugar para los milagros? Y cuando el espectador cree que el milagro consiste en el triunfo de un ideal anhelado y compartido por todos, el film nos reserva una sorpresa. La película de Campanella demuestra estar a la altura de los grandes relatos, con un final que por supuesto no adelantaremos aquí. Pero cuya pista se encuentra en el relato de Dolina: uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables.
La valentía suplementa cualquier forma de heroicidad. La valentía radica no en cumplir un ideal ya trazado, sino en poder ir más allá de las propias limitaciones. Limitaciones que el sujeto desconoce de sí mismo y que descubrirá sólo cuando, sin calcularlo, se encuentre más allá de ellas, habiéndolas superado.
Ese es el legado que Amadeo guarda para su hijo. Y ese es el mensaje que la película nos deja a la salida del cine. Nos toca ahora a nosotros hacer algo con esas marcas.
NOTAS
[1] Oscar D’Amore, psicoanalista y docente universitario, falleció a los 58 años el 22 de mayo de 2013. Una compilación de sus trabajos y una semblanza de su persona pueden verse en el número de Julio 2013 de Aesthethika: http://www.aesthethika.org/Editorial
[2] Alejandro Dolina (2003), "Crónicas del Ángel Gris", Buenos Aires, Booket, pp. 302-303.
[3] Metegol es el nombre que recibe en Argentina este juego cuya denominación genérica es "fútbol de mesa". En España y gran parte de América, se lo llama futbolín; en Bolivia, canchitas; en Chile, taca-taca; en Guatemala, futío; en México, fuchín o futbolito; en Uruguay, futbolito. Creado en Alemania, en España patentó una versión propia Alexandre Finisterre, de Galicia, y lo llamó Futbolín.
Película:Metegol
Titulo Original:Metegol
Director: Juan José Campanella
Año: 2013
Pais: Argentina
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