En primer término, vayamos al diagnóstico -si se nos da la licencia de examinar así el film-. Se trata de una esquizofrenia de tipo paranoide, o, como en el caso Schreber -según afirma Freud-, de una paranoia (siempre se ha discutido si Schreber encuadra en una u otra de esas entidades). El mundo que nos muestra el film, como lo imaginaba el célebre jurista, está poblado de “hombres hechos a la ligera”. Han sido literalmente trasplantados.
Un texto de Victor Tausk (De la génesis del aparato de influencia durante la esquizofrenia, en Obras psicoanalíticas, Morel, Buenos Aires, 1977, pp. 169-207), que data de 1919, rescata un concepto de la psiquiatría antigua: el aparato de influencia. De la génesis… constituye, sin ninguna duda, el artículo más conocido y agudo que escribió aquel malogrado discípulo de Freud (y que le valió, viene al caso, acusaciones de plagio, es decir, de haberse copiado de Freud). El aparato de influencia comienza su existencia a partir de una proyección genital. Esta se va complejizando: se le agregan partes, en general mecánicas, que empiezan a dar forma a un cuerpo, un doble del sujeto. Mientras tanto, y durante las diversas etapas de construcción de la máquina, el sujeto se siente interceptado, recorrido por corrientes eléctricas, manipulado, etc. Pero en el film, a diferencia del texto de Tausk, el aparato de influencia es vegetal, orgánico y no mecánico. Además, no hay etapas en la construcción: unas horas de sueño bastan para que el doble cobre vida y sustituya a la persona real, al ser humano al que copia. Sea como sea, y exagerando un poco, en el film hallamos una versión orgánica, aunque mínima y onírica, del aparato de influencia -el cuerpo de los humanos, una vez “captados”, se va consumiendo hasta desintegrarse-.
Existe, pues, encuadrando Usurpadores… desde otra perspectiva, un pasaje de lo animal a lo vegetal. Nos vemos frente a un mito donde el contenido esperable se halla invertido. No se trata ya de dar una explicación del surgimiento del hombre desde lo animal, o desde la naturaleza, sino de que las copias retraen al hombre a un estado vegetal. A sus cien jóvenes años, Lévi-Strauss podría decirnos que en ese aspecto la realización no carece de interés, dada la rareza del tema en los mitos que conocemos.
En La ciencia ficción a partir de una referencia literaria de Jacques Lacan (cf. elsigma.com) propuse que la ciencia ficción podía leerse y situarse a partir de dos ejes. Uno de ellos es la sustitución de la relación sexual por una forma bizarra de engendramiento (que en este film se da en los capullos que incuban a los hombres). El otro eje hace al desarrollo del sujeto supuesto saber. El tema del plan, de lo sabido desde antes, de la reabsorción del saber en una instancia preliminar que lo contiene desde siempre, se encuentra con frecuencia. En Los usurpadores de cuerpos el despliegue del saber se hace manifiesto en la invasión vegetal que sufre el planeta.
Si trazamos un paralelo del film con la literatura que produjo Ph. Dick, muy aficionado al tema de la identidad -por ejemplo, la novela y el film Triple identidad-, vemos que la sustitución de las identidades, diversas partes del film se ocupan de este punto, no tiene aquí retorno. No se trata ya de una dificultad que hay que superar; no queda una memoria en algún lado que se pueda recuperar. La sustitución de los seres humanos por los seres-plantas carece de retorno. La copia elimina el origen. Y esto vuelve a traernos a la cuestión de la relación sexual, la escena primaria y la reproducción.
El tema delirante, a diferencia de buena parte de la ciencia ficción (que con frecuencia se inspira en leyes físicas, biológicas, etc.), va de lo particular a lo general (aun, a lo Universal). Se produce y despliega uno por uno, hombre por hombre, durmiente por durmiente, hasta alcanzar al conjunto de la humanidad. En otras novelas o historietas (El día de la independencia, El eternauta, etc.), es decir, en otros argumentos de ciencia ficción, una invasión afecta al planeta de un solo golpe, se instala sobre el Universal. Y, luego, la narración va a los hechos particulares; si se quiere, los deduce. Los usurpadores de cuerpos, en todo caso -no se trata del único argumento de ciencia ficción que toma esa dirección, hay muchos otros-, trabaja por inducción: hasta completar el conjunto. Y este hecho se produce cuando Donald Sutherland resulta, finalmente, copiado por una desagradable vaina (esta escena no se muestra, se escamotea el “todos”: lo sabemos por el grito que profiere el protagonista y que señala a una “excepción”). Llegados a ese punto del film, en lugar de un desarrollo delirante, o un délire à deux, à trois, nos hallamos frente a un délire universel (otro tema que aparece con cierta regularidad en la ciencia ficción y que tiene antecedentes en la filosofía y la literatura).
Se cierra así una fantasía de fin del mundo, propiamente paranoica, que nos retrae al inicio de este comentario.
NOTAS
Película:Los usurpadores de cuerpos
Titulo Original:Invasion of the body snatcher
Director: Philip Kaufman
Año: 1978
Pais: Estados Unidos
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