“La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes. (…) Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas. Algo de este tipo es indispensable. A las distracciones apunta Voltaire cuando, en su Cándido, deja resonando el consejo de cultivar cada cual su jardín; una tal distracción es también la actividad científica.” S. Freud, “El malestar en la cultura”, año 1929.
…Corre el año 2078 y nos encontramos con Robert Daly, director técnico y cofundador de Callister Inc., una compañía que produce el juego multijugador masivo en línea “Infinity” soportado en una realidad simulada a través de interfaces neuronales. La actividad científica parece haber avanzado exitosamente, y ofrecer impensados instrumentos tecnológicos capaces de generar poderosas distracciones enmarcadas en un mundo virtual.
¿Habrá alcanzado el hombre la solución final para mitigar el malestar que la cultura le impone? ¿Un nuevo modo de lazo virtual en línea habrá logrado sustraerse de la limitación pulsional que regula el orden social? ¿Se habrá llegado a afectar la división del Sujeto humano transformándola en duplicación/duplicidad del Yo?
“No está en los planes de la creación que el hombre sea feliz”. Y el talentoso programador Daly no escapa a esta premisa freudiana. Su talento no cuenta a la hora de lograr el respeto y el reconocimiento de su posición en la compañía por parte de sus compañeros de trabajo y menos aún de su socio cofundador.
Daly responde al malestar que su vida cotidiana le genera apelando a su saber-hacer tecnológico: diseña un juego íntimo y secreto, una copia privada de Infinity en la que, al modo de un Dios todopoderoso, toma las riendas de una realidad virtual trazada a su capricho y empujada por sus venas más sádicas. Usando el ADN de sus compañeros de trabajo crea sus clones digitales y actúa como el capitán de la nave espacial USS Callister, pudiendo allí dar órdenes y someter a maltratos y crueles castigos a quien intente desobedecerlo. La tripulación de la nave vive con miedo, dado que se trata de clones sensibles al trato que reciben de su capitán omnipotente quien se les impone sin mediación.
La realidad diseñada por Daly en su juego parece dar cumplimiento a sus mociones de deseo más íntimas y ocultas, ofreciendo superficie virtual a una “orgía de crueles fantasías”. Esta expresión hace un guiño a lo enunciado por Freud en 1925 al interrogar “La Responsabilidad moral por el contenido de los sueños”. Allí refiere que el contenido desenfrenado de los sueños es la expresión de mociones inmorales, incestuosas y perversas, o de apetencias asesinas y sádicas. Y a la pregunta: ¿Debemos asumir la responsabilidad por el contenido de nuestros sueños? Responde sin dudar: “Desde luego, uno debe considerarse responsable por sus mociones oníricas malas.”
¿Podríamos interpelar a Daly en el terreno de la responsabilidad por el contenido de su juego?
La duplicación en una realidad virtual parece ser propicia para que el sadismo de Daly se exhiba sin disfraz. Allí, y para él, la limitación de la pulsión y de la agresividad respecto del semejante (pilares de la cultura humana) no parece operar. Solo se exhibe la pura deshumanización del otro en un otro virtual. Yoes virtuales convertidos en esclavos eternos bajo una condena que opera sobre el espacio y sobre el tiempo. Allí no se sueña. En su nave Daly descarga su rencor y pone en juego la crueldad que lo habita sin inhibición. Amo absoluto de su nave, en la que instituye un universo particularista y totalitario, en apariencia, sin fisuras y sin falla…
“Pero el juego todavía no ha acabado y la reversión siempre es posible. Se puede encontrar no sólo en la revuelta vírica de nuestras células sino también en la enorme tarea que nosotros, seres vivos, emprendemos: un proyecto para reconstruir un universo homogéneo y uniformemente coherente —un continuum artificial esta vez— que se despliega dentro de un medio tecnológico y mecánico, extendiéndose sobre nuestra vasta red de información, donde nos encontramos en proceso de construir un clon perfecto, una copia idéntica de nuestro mundo, un artefacto virtual que abre las perspectivas de una reproducción incesante.(…) Después de la gran revolución en el proceso evolutivo (la llegada del sexo y de la muerte) aparece la gran involución: su objetivo es, a través de la clonación y de muchas otras técnicas, liberarnos del sexo y de la muerte. Donde una vez las criaturas vivas se esforzaban, a lo largo de millones de años, por liberarse de esta clase de incesto y de entropía primitiva, ahora nosotros nos encontramos, a través de los avances científicos mismos, en el proceso de recrear precisamente esas condiciones.” J. Baudrillard “La solución final: la clonación más allá de lo humano e inhumano”, año 2002.
Orientados por esta referencia y volviendo a nuestra nave, podremos considerar una declamación de Daly en la que define su Flota Espacial como un “sistema de creencias basado en lo mejor de la naturaleza humana. Es un objetivo por el que nos esforzamos todos, por la prosperidad del universo y de la vida misma que lo habita.” Pareciera que allí, como es común en los contextos en los que impera una pretensión totalitaria, la “idea del bien” es la referencia moral privilegiada. Y como fiel reflejo de ese universo clonado dentro de un medio tecnológico que anticipa J. Baudrillard, en su juego privado Daly ha programado la liberación de las ataduras del sexo y ha logrado el control absoluto de la vida y de la muerte. También sus tripulantes son seres sin sexo y sin posibilidad de morir, excepto que a su capitán le apetezca. “No hay genitales en la flota espacial. Cero placer, ni el más básico de cagar!”
En la producción creacionista de seres a través de la clonación se prescinde de lo sexuado de la reproducción, y en consecuencia, se prescinde de ese lugar por donde la muerte se presenta al viviente limitando su omnipotencia. El clon es doble, el sujeto es dividido. La duplicación desplaza a la castración de su lugar de marca irrepetible. La posibilidad de una clonación incesante por el poder de conservar el ADN de los tripulantes, convierte a esta copia privada de “Infinity”, parafraseando a Borges, en la puesta en juego de la intuición de infinito como una verdadera maldición:
“Hay un concepto que es el corruptor y el desatinador de los otros. No hablo del Mal cuyo limitado imperio es la ética: hablo del infinito.” J. L. Borges “Avatares de la tortuga”, en “Discusión”, año 1932.
Pero, como ya sabemos: Infinito no es todo, no es universal…entonces, la pretendida solución, falla.
Volvemos a USS Callister y podemos ver que Daly se ha dispuesto a clonar e incorporar a su juego a Nanette Cole, una empleada recién contratada por la corporación que lo admira por su genialidad y a la que no supo cómo seducir. Cuando Cole despierta a bordo de la nave, turbada por el asombro y el desconcierto, encuentra a sus tripulantes y los reconoce como empleados de Callister Inc. Serán ellos quienes le explican la situación: “Tú no eres tú, eres una copia de ti, una versión digital. Estamos atrapados en el juego de Daly, una eterna pesadilla de la que no hay manera de escapar. Infinito Flota Espacial fue diseñado como una versión cerrada fuera de línea, un universo burbuja gobernado por un Dios sádico. No hay salida.”
Así definida, la situación se muestra como un universo moral particularista, con pretensión de universal y en tanto tal, sin salida. Las opciones para quienes la habitan se reducen al imperativo de obedecer al capitán o “para los infelices que no aceptan sus reglas, transformarse en cosa” según el código de la flota. Para los habitantes de la situación, aquello excluido que posibilita la consistencia de la misma, simplemente (o trágicamente) no existe.
Frente a esta lógica binaria que se le presenta, Cole se posiciona en un comienzo, del lado de la desobediencia y alienta a las otras copias a rebelarse contra Daly: “Será molesto pero no es un Dios, es un programador y es falible.”
Así, Cole introduce en la situación otra perspectiva con respecto a Daly, una lectura que lo destrona del lugar de Dios sin falla, de Otro absoluto. Su mirada y sus gestos restan consistencia al Amo cruel, poniendo a la vista lo “ridículo” de su flota y refiriéndose a él como a un “imbécil” al que se niega a besar.
Dar entrada a otra lectura de la situación comienza a hacer tambalear las certezas que hasta el momento la sostenían y a poner así en quiebra el horizonte constituido por la moral de la flota, una moral sadiana en este caso, pero no por ello menos moral.
Invadida por la angustia (luego de presenciar y sufrir en su propio cuerpo los crueles castigos de Daly) frente a una ventana de la nave Cole descubre por azar un agujero de gusano en el universo, que representa un parche de actualización retrasado. Se le ocurre un plan, convencer a la tripulación para intentar escapar por ese agujero, lo que resultará en una muerte segura para ellos, un destino que consideran preferible a permanecer bajo el control de Daly. Finalmente, la tripulación logra escapar por el agujero de gusano y el modo Flota Espacial es eliminado por el firewall. Ya no están en el juego de Daly sino en línea, en la versión actualizada de Infinity. La lógica del no-todo abrió así la posibilidad de un espacio suplementario para la situación.
La ubicación del agujero en la estructura de la situación hizo tambalear la consistencia previamente instituida dando lugar a una salida singular que irrumpe más allá de la lógica binaria del sin salida, de la obediencia o la desobediencia al cruel capitán. Hizo entrada al punto de falla, de incompletud estructural inherente al universo moral, y en tanto tal, particular. El universo de Flota espacial y su código moral devino un mero particular, verificándose en el devenir de la situación la inexistencia de universo universal.
En el mundo virtual Flota Espacial se ha borrado a sí misma con su creador dentro y sin poder salir. En el mundo real, el cuerpo de Daly se desploma flácido e inmóvil en su sillón frente a la computadora. Brooker, el creador del episodio, afirma que Daly muere de inanición debido al cartel de “No molestar” que había colocado previamente en su puerta…
La respuesta desde un saber-hacer tecnológico frente a la angustia del viviente muestra su fracaso.
La maldición de Infinito cayó sobre su Dios creador atrapándolo en su propio juego.
La solución al malestar, falló…aún.
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA (Específica del programa de la asignatura Psicología, Ética y Derechos Humanos, Universidad de Buenos Aires)
Lewkowicz, I. (1998). Particular, Universal, Singular. En Ética: un horizonte en quiebra. Cap. IV. Eudeba, Buenos Aires, 1998.
Lewkowicz, I. (2004). Paradoja, infinito y negación de la negación. Texto establecido por Sebastián Gil Miranda. Material de cátedra.
Freud, S. (1925). La responsabilidad moral por el contenido de los sueños. En Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto. Obras completas. Tomo XIX, Amorrortu Editores, 1984.
Salomone, G. Z. (2006). El sujeto dividido y la responsabilidad. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos, Letra Viva, Buenos Aires, 2006.
Baudrillard, J. (2000). La solución final: la clonación más allá de lo humano e inhumano. En La ilusión vital, Siglo XXI, España, 2010.
Gutiérrez, C. y Michel Fariña, J. J. (2000). El doble de la clonación y la división del sujeto. En La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y restitución de niños, Lumen/Humanitas, Buenos Aires, 2000.
Gutiérrez, C. (2000). Saber creacionista y ficción fundadora. En La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y restitución de niños, Lumen/Humanitas, Buenos Aires, 2000.
NOTAS
Película:Black Mirror
Titulo Original:Black Mirror
Director: Charlie Brooker
Año: 2017
Pais: UK
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