Giovanni vive, sin mayores complicaciones, con su familia compuesta de una esposa profesional y dos hijos adolescentes. Cada uno posee sus propias actividades, sus hobbies, sus pequeños goces y parecen haber logrado vivir con bastante armonía y estabilidad. Giovanni de clase media alta, se gana la vida como psicoanalista.
Este hombre ha construido un mundo en donde ha jerarquizado obsesivamente sus afectos y ocupaciones adjudicándole a cada elemento que lo rodea el valor que él considera adecuado.
La cámara lo muestra caminando monótona y sintomáticamente por su departamento, abriendo y cerrando puertas tras su paso en un intento, tal vez, por mantener en orden, organizada y compartimentada cada parte de su vida.
Su trabajo clínico, sin sobresaltos, con pacientes de su misma clase social, muestra a un terapeuta que maneja su oficio con ciertas dosis de orgullo narcisista.
La película revela algunos recortes que evidencian particularidades propias de la época. Así, por ejemplo, sobresale el caso de la mujer que comenta en sesión que, cada vez que las mismas finalizan, necesita ir a comprar compulsivamente prendas de vestir en una tienda cercana. Podemos leer aquí, algo propio de la subjetividad actual en donde, en un intento por calmar la angustia, muchas veces, los sujetos de hoy tienden a taponar su vacío con el consumo adictivo, desmedido. Acumular como modo de gozar. Algo que el psicoanálisis y el marxismo han señalado y profundizado a partir de un eje teórico común, aunque desde distintas perspectivas, como lo es la noción de “fetichismo de la mercancía” [1] .
En la dinámica del hogar, Giovanni mira más a su hijo Andrea que a su hija y parte del síntoma y drama familiar parece traducirse en este hijo. La película muestra un incidente en donde Andrea lleva a cabo un pequeño robo en la escuela. Cuando es acusado sus padres no lo admiten, sosteniendo la transgresión del hijo. Finalmente, él adolescente confiesa el acto a su madre.
En este contexto, el accidente y la perdida de la vida de este niño se constituyen en el acontecimiento que rompe con la cadena de estos semblantes de mediana estabilidad, convirtiéndose en el desencadenante de lo peor.
Giovanni acuerda con Andrea en acompañarlo a bucear. Pero, justo antes de salir y cuando su hijo demandaba un tiempo a solas con su padre, un paciente lo llama por teléfono, en el marco de lo que Giovanni interpreta como una urgencia clínica, y acude a esta, postergando el encuentro con su hijo. Algo que más tarde no podrá perdonarse porque el adolescente se accidenta y muere ahogado. Se abre aquí una pregunta sobre “las razones” de este accidente aunque, la película no profundizará en esta cuestión.
A partir de esto, lo imposible de decir, la muerte de su hijo. Es ciertamente reveladora una escena que muestra a Giovanni en un teléfono público, intentando marcar un número, temblando. Cuando responden del otro lado, no puede pronunciar palabra, no puede hacer escuchar su voz, decir lo indecible.
Giovanni y su mujer padecen la tragedia dolorosamente. La hija, que también necesita de cuidados y atención, sufre el abandono de sus padres.
Giovanni culpa a todos, al mundo, a sus pacientes, pero de lo que se trata aquí es de su propia culpa. La película lo muestra luchando en soledad en medio de fuertes autorreproches por no haber actuado correctamente y, de esa manera, haberle salvado la vida a su hijo.
Desorientado, enmudecido por el dolor, Giovanni visita la habitación de su hijo. La "habitación" queda convertida en un espacio sagrado, en una especie de templo en donde intenta refugiarse.
Y es por la vía del amor y de la escritura que entre tanto dolor y sinsentido, un punto de basta hace surgir un efecto de sentido.
Una carta que aparece revela un amor, causa de deseo de su hijo en vida. La escritura, materializada en una joven, es puesta en el lugar de eso que no está. Sustitución de un niño por otro. Giovanni y su mujer intentan que la historia de su prolongación, su hijo, continúe. Aunque esto que parece calmar, mitigar algo de la pérdida, sea sólo momentáneo.
Ética de la clínica
Este bálsamo construido por el matrimonio, con la presencia de otra niña intentando llenar lo insustituible, resulta insuficiente. Hay en esta muerte un punto de imposibilidad, inabordable e insoportable que, tarde o temprano, termina por eclosionar en el espacio en donde Giovanni había encontrado el sentido de su vida y es en su trabajo, su profesión.
Así, este profesional, pretendiendo negar lo sucedido, intentará continuar con sus actividades, dirigir los tratamientos de sus pacientes, escuchar sus sufrimientos desde la omnipotencia de creer que podrá con su propio resto.
Sin embargo, el punto de detención es su sentimiento de odio. Y es el odio dirigido directamente a su paciente. Aquel del llamado el día del accidente de su hijo. Lo odia visceralmente. De este modo, la culpa, el sacrificio y, finalmente, el odio parece ser la serie a partir de la cual su clínica se verá visiblemente afectada.
En la vida de este hombre, acontece una segunda muerte, la propia y falla justamente en aquello que más lo representaba, lo más preciado de su existencia, su profesión. Al sacrificar, por la vía de la culpa, al significante que estaba destinado a encarnar, el ser terapeuta, Giovanni se convierte en un desecho entre dos muertes.
Este saber y orden del mundo en los cuales este sujeto, hasta el momento, tenía su lugar, este valor de S1 que, a partir de su inscripción, había superado su “ser-para-la-muerte”, queda rasgado, deja de cumplir su función.
Ya no sólo habrá la imposibilidad en el decir sino, también, en el hacer. Y es aquí donde este profesional decide dar paso al costado, despidiendo a sus pacientes.
Ahora bien, Giovanni, actuó conforme a los códigos de ética, ateniéndose al principio de honestidad intelectual que indica que cuando hay límites propios, aspectos subjetivos que impiden que se pueda intervenir adecuadamente, mas allá de un saber acumulado, el profesional debe, necesariamente, apartarse.
Sin embargo, ¿es esta la única salida? ¿Acogerse a la norma como vía de escape de la imposibilidad?
¿Qué hubiera pasado si Giovanni, mas allá de lo deontológico, hubiera tomado la indicación expresa de Lacan en La dirección de la cura y los principios de su poder, sobre considerar el análisis personal y la supervisión como principios éticos que avalan y orientan la práctica del analista. Es este un aspecto o vertiente de la historia que la película no muestra.
Sin embargo, sabemos que, probablemente, por la acción de la palabra dirigida al Otro y el poder de la interpretación que opera en una cura, el protagonista hubiera podido avanzar hacia la significantización de lo real de la muerte, más allá del sacrificio y de su propia muerte.
NOTAS
[1] Lacan define el deseo como el excedente entre la necesidad y la satisfacción, como aquello que, confundido, en principio, con la necesidad (fisiológica) no se deja, sin embargo, absorber o resolver mediante una satisfacción de esa supuesta necesidad. Queda, así, este excedente "insatisfecho" que es lo que tiene el deseo de significante cultural. Este excedente va a volcarse en diferentes sustitutos que encubren dicha insatisfacción, aunque sin lograrlo jamás. Por ello, no es difícil concluir que la multitud de mercancías que nos presenta el capitalismo, siempre cambiantes, siempre renovadas, le confieren al sujeto la ilusión de completud estructuralmente imposible.
Película:La habitación del hijo
Titulo Original:La stanza del figlio
Director: Nanni Moretti
Año: 2001
Pais: Italia
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