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Estamos en La habitación de al lado (sin saber de qué lado de la puerta)

por Zabalza, Sergio

Psicoanalista. Doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires

Acerca de dónde y cómo asistir a la extinción –de la vida y del planeta que habitamos

“al oír caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos.”
James Joyce [1]

Pocos días atrás fui a ver una película que, creía, trataba sobre eutanasia, muerte digna y esas serias cuestiones: La habitación de al lado. Como está dirigida por Almodóvar acudí con el ánimo dispuesto a ver una gran obra. No me engañé, es una peli exquisita, enorme. Sin embargo, encontré que no se trata tanto de eutanasia ni de muerte digna, si por tal cosa entendemos el procedimiento por el cual Un puntual sujeto accede a la decisión de poner fin al sufrimiento causado por una enfermedad incurable. La peli va más allá. Quizás más allá de lo que el mismo Almodóvar alcanzó a percibir de su obra. De hecho, en eso reside el talento del artista quien, tal como apunta Freud, sabe extraer de sus fantasías inconscientes el material para sus obras. Un material que tras la imagen o el relato explícito siempre acarrea resonancias no tan evidentes.

Desde este punto de vista, me gusta considerar que La habitación de al lado apunta hacia algo más que la experiencia de acompañar a quien ha decidido poner un punto final al dolor. Aquí la mano –sino fuera la conciencia– del director manchego nos ubica ante una situación terminal que hace rato dejó ser metáfora. Más aún: la encrucijada a la que el film nos arroja es el triste espectáculo de asistir –por más negación que pongamos en práctica– al vertiginoso deterioro del planeta tal y como hasta ahora lo conocimos. ¿Cómo no mencionar que un negacionista del cambio climático conducirá a la principal potencia del mundo? En este punto: estamos todos en La habitación de al lado. Sin saber de qué lado estamos.

El film narra la relación entre dos mujeres. Una escritora exitosa, pero muy enojada con nuestra condición mortal, se entera del cáncer que está padeciendo una querida amiga. Conforme avanza el film, la historia de amistad, escucha y amoroso reconocimiento entre ambas se nutre de la dignidad subjetiva de Martha (Tilda Swinton), quien ha decidido tomar las riendas que articulan vida y muerte; historia y final; recorrido y desenlace. “No quiero que el cáncer llegue antes que yo”, dice. Lo inesperado, por lo menos para este escriba, fue encontrar que el principal mensaje está en la transformación de quien se entrega para acompañar esa experiencia. Esto es: Ingrid (Julianne Moore) acepta compartir –en La habitación de al lado– los últimos días de su amiga hasta que, de acuerdo a lo convenido, la puerta cerrada en el dormitorio de la enferma haya indicado el final.

El paisaje natural que rodea la casa elegida para transcurrir esos tan especiales días es casi un personaje más. Un enorme trabajo visual de Almodóvar –muy bien detallado por las crónicas especializadas– hace brillar la naturaleza, ya se trate de árboles; pantas; frutas; cuerpos; rostros; costas; mar; lluvia. Y la nieve, presente en un párrafo de Joyce citado en más de una oportunidad a lo largo del film. Y no por capricho o casualidad. Ese entorno sintoniza la vibración por donde la muerte deja de ser “la mala de la película” para dotar a la vida del color del don y la gratuidad. De esta manera, una cantidad de detalles se derraman para que el fino hilo entre dolor y placer hagan de la Otra ese partenaire más cercano a la admiración sincera y cariñosa que a la envidia o la sospecha; más afín a La habitación de al lado que a la presencia invasiva de la desconsideración.

Así, la trayectoria como corresponsal de guerra de Tilda; la relación con su hija; la referencia a Bosnia y otros sitios del horror humano; dialogan en la complicidad de estas dos mujeres que, entre muchas otras experiencias, estuvieron –cada una en su momento– con el mismo hombre: un experto en cambio climático que dicta conferencias sobre la debacle que sufre la salud del planeta. Y es aquí donde, una vez más, el arte enseña al psicoanálisis los complejos recovecos que animan la experiencia del ser hablante en clave femenina. “El hombre sirve de relevo para que la mujer se convierta en ese Otro para sí misma, como lo es para él”, decía Lacan. Es que la ocasional presencia de este personaje masculino amargado hace que –en un diálogo sublime– Ingrid exprese, desde su muy particular experiencia, el punto clave donde plantarse ante el crimen que el ser humano está infligiendo al planeta y por ende a sí mismo.

Cuando no sin fundamentos, pero con una racionalidad basada en el mero cálculo muy propia del sujeto masculino, Damian le explica a su amiga y ex amante que “el neoliberalismo y la ultraderecha” (sic) están inundando al planeta de anhídrido carbónico y que ya no hay vuelta atrás, la escritora le responde que no puede dejarse abatir de esa manera, que ella está disfrutando cada día que pasa con su amiga, pese a saber que una mañana se levantará para encontrarse con la puerta cerrada. Ingrid ha dejado de rechazar a la muerte –esa inevitable Otra– antes bien aprende a incluirla como la condición para apreciar lo que la vida tiene para brindar. La respuesta de Damian (John Turturro) revela quizás por qué Almodóvar eligió dos sujetos femeninos para abordar tamaño tema: “Vos sabés sufrir sin generar culpa”. Transitar el dolor sin generar culpa es, quizás, la mejor definición de la generosidad. Lejos de la desesperación, del sálvese quien pueda. Es decir, con esa serenidad propia de quien está dispuesto a perder algo para preservar lo más valioso, que no es la vida en sí, sino el don de compartirla y transmitirla con dignidad y agradecimiento. En definitiva: el factor clave para torcer el mortífero rumbo que transita la humanidad.

Bien podría concluirse que la locura (sin metáfora) que hoy padece el planeta, habida cuenta de la renegación de la catástrofe climática en ciernes, coincide con el visceral rechazo a nuestra condición finita. Por desconocer todo límite, el neoliberalismo y la extrema derecha convierten a la vida en un bien de consumo al solo fin de acumular papelitos que representan títulos a cobrar con más papelitos en un derrape infinito e insaciable. Tal como el festival de bonos al que hoy asistimos en nuestro país mientras un millón de niños se van a dormir sin cenar y el desvariado presidente argentino que dice hablar con los perros muertos le da la espalda a la agenda 2030 de las Naciones Unidas. Estamos en La habitación de al lado. Y no sabemos de qué lado de la puerta.



NOTAS

[1James Joyce “Los muertos”, en Dublineses, Madrid, Alianza Editorial, 1997, trad. Guillermo Cabrera Infante, p. 213.

Película:La habitación de al lado

Titulo Original:La habitación de al lado

Director: Pedro Almodóvar

Año: 2024

Pais: España