Un supuesto extraterrestre aterriza en Nueva York para conmover no sólo la vida de un psiquiatra que ha olvidado la importancia de la vida familiar y los afectos más genuinos tras su sillón de jefe de piso, sino toda la comunidad hospitalaria, incluyendo la tranquilidad química de los pacientes. Pese al escepticismo científico generalizado, logra tocar el corazón de los involucrados para finalmente marcharse (¿marcharse?) dejando conclusiones abiertas y algunos problemas cerrados. Quizás suene familiar, un nuevo producto del cine New Age, que en su insistencia como fenómeno cultural llama a pensar de qué se trata.
En tono de drama psicológico y ciencia ficción, K-Pax recorre aquellas cuestiones éticas concernientes a la práctica profesional en salud mental que hemos señalado como el síntoma de un horizonte en quiebra que más vasto que el concerniente meramente al orden de las prácticas psi.
Más que en las profundidades de un mundo convulsionado, es en la epidermis de los eventos cotidianos donde encontramos los rasgos propios de este síntoma. Así, Prot (Kevin Spacey) aparece de la nada en la Grand Central Station de New York, rompiendo el delicado equilibrio de la pax social sostenida a fuerza del mecanismo policial. Porta anteojos de sol, quizás para resguardarlo del espectáculo obsceno de un mundo donde el brillo fálico suele emplazarse en el lugar de la reflexión, donde las imágenes, como anticipó Walter Benjamín, portan un aura enceguecedora. Prefiere entonces los ambientes de luz baja, su cuaderno de notas indescifrables, la fruta siempre con cáscara, los mundos de dos soles.
La moral siempre se descubre como constelaciones de valores que disfrutan las buenas personas cuando se estrella contra la superficie liminar del Otro que es aquí el Dr. Mark Powell, encarnado por Jeff Bridges en una suerte de inversión poscolonial. No se debe leer como en un primer momento se está tentado a hacerlo, la lección que nos deja el alienado, el Otro de la diferencia al quien se encierra y disciplina à la Foucault. Más bien, es el Otro de la diferencia a quien se ama y respeta, hasta se emula, pues él es el representante de lo Otro de la diversidad micromulticultural, exotismo por el que se levantan las pancartas defensoras del los Derechos Humanos desde hace unas décadas. Así, los diálogos entre doctor y paciente deben obligatoriamente llevar a ese replanteo digno de un profesional interesado por el cuidado del caso, la pulcritud de las notas clínicas y el seguimiento del método, los planteos inteligentes. Sólo una vez que haya replanteado toda su vida a la luz de los diálogos socráticos que mantiene con el alienígena, disparados por los jueguitos mecánicos de la transferencia-contratransferencia, será capaz de ir escuchar algo más allá de las primeras evidencia. La ironía no hace sino contestar al film, por momentos así de efectista: el Dr Powell lleva hasta su propia casa al paciente y lo hace parte del almuerzo del 4 de julio, día de la independencia de los Estados Unidos, a la espera de un signo, una palabra, en fin, de algo a qué agarrarse para no hacer naufragar el caso. El inconciente insiste, por suerte para este doctor finisecular, pues necesita que casi se lo pongan enfrente y escrito en letras bien claras. No tanto el del paciente, está claro, sino el suyo propio, que no lo deja dormir bien.
En la línea del cine New Age, los sujetos bienhechores se debaten entre el bien y el mal y presentan soluciones a la desazón que inviste a los actores sociales en el drama post. La moral individual / grupal de las costumbres locales debe reemplazarse por una nueva moral globalizada, encarnada en los nuevos héroes de carne y hueso. La conclusión es que el cine New Age se hace efecto de estructura en la era del capitalismo global, o para ser más exactos, expresa la lógica de la mundialización del capital.
¿Por qué renace el auge por la industria cultural?
La investigación desarrollada por el equipo UBACyT dirigido por Juan Jorge Fariña fue el primero en nuestro medio en denunciar el crudo anudamiento entre el accionar profesional de los psicoterapeutas con el malestar en la cultura resultante de la formalización del sujeto en la lógica del capitalismo tardío [1]. En K-Pax aparecen desmontados uno por uno en una suerte de trabajo del sueño freudiano. El relato del sueño, aletargado por la marca del mecanismo primario y la estofa de la censura onírica se acerca peligrosamente al ombligo del film, punto donde ya no ocurren asociaciones, lugar donde se detiene absolutamente la trama.
Enumerémoslos: conflicto de intereses, alineación institucional, límites éticos de la investigación clínica, sujeción del sujeto a la ley y los imperativos del orden médico bajo la pretendida égida del bien son sólo algunos de los capítulos éticos que sobresalen en este film. El mismo ve la luz del cinematógrafo, además, luego del 11 de septiembre. "No hay casualidades", se repite ahora como si fuera verdad de Perogrullo. Y efectivamente, si bien el libro original de Gene Brewer antecede en mucho a la realización del film, el espectador se ve empujado, a posteriori mediante, a preguntarse si no existe una misma estructura argumental y un desarrollo histórico de ciertos productos de la industria fílmica que liga los eventos aparentemente más dispares y distantes.
Por ejemplo, bien se podría intentar enhebrar las cuentas que van desde la realización Argentina en los ’80, Hombre Mirando al Sudeste, dirigida por Eliseo Subiela, pasan por films como X-men en los ’90 y llegan al New York ensordecido que recibe a Prot a inicios del Tercer Milenio en la película de Iain Softley.
La industria de Hollywood, siempre preocupada por las controversias desatadas a raíz de la acusación de plagio que inundó la casilla electrónica de Miramax Films, no pudo ver más allá de sus narices cuando intentó demostrar que no existía vinculación alguna entre ambos films. Entendemos que es así y por ello resulta aún más tentador pensar en otro orden de determinaciones que logran la cercanía de tema y personajes.
Para Horkheimer y Adorno, estas determinaciones se expresan acabadamente en la técnica de la industria cultural, cuya racionalidad está dominada por el sector de poder de los económicamente más fuertes. El mercado se apropia del sujeto, quien se ve inmerso en una aceitada red de funciones donde potencialmente todo es transformable en mercancía por medio de una ecuación que lo toma como objeto. La industria cultural, que inicialmente se pensó generadora de símbolos culturales (costumbres, tradiciones, etc.) con el fin de que sean consumidos, puede ser entendida hoy como una compleja integración de operaciones (de medios y de políticas, de estilos de recepción y de producción culturales) destinadas a producir objetos particulares a partir de sujetos.
Pero se muestran también en la preocupación constante por las minorías que llenan la agenda de los diplomáticos educados cada vez más desde hace unas décadas. Quizás fue esto lo que Subiela señaló apresuradamente en los 80. Hoy, en nombre de los Derechos Humanos, lo que no está permitido por esta gran maquinaria industrial es oponerse a la idea de que las minorías raciales y étnicas tienen sus derechos, al igual que los homosexuales y los discapacitados, las lesbianas, las mujeres y los niños. No cuestionamos el trabajo meritorio de muchos de los grupos que trabajan por establecer condiciones de equidad y legalidad social, laboral, académica. Lo que cuestionamos, muy por el contrario, es la enunciación que dice portar un saber sobre los Derechos Humanos del Otro de las minorías. Se trata de la ideología detrás del multiculturalismo, un particularismo que en el mismo acto que anota la diferencia, la integra y fagocita.
La cultura de los medios masivos de comunicación, o del cine New Age, manipula a los consumidores de cultura. Produce los bienes simbólicos y expone a la cultura popular. Esto es para Horkheimer, la destrucción o anulación de las diferencias entre cultura popular e industria cultural (homogeneización). No conviven sino que una se "come" a la otra. Los valores morales, son injertados en la sociedad delimitada como un sistema de reintegración complementaria, una especie de tecnología terapéutica social.
En palabras de Slavoj Zizek:
"Y, desde luego, la forma ideal de la ideología de este capitalismo global es la del multiculturalismo, esa actitud que -desde una suerte de posición global vacía– trata a cada cultura local como el colonizador trata al pueblo colonizado: como "nativos", cuya mayoría debe ser estudiada y "respetada" cuidadosamente. (...) de la misma forma que en el capitalismo global existe la paradoja de la colonización sin la metrópolis colonizante de tipo Estado-Nación, en el multiculturalismo existe una distancia eurocentrista condescendiente y/o respetuosa para con las culturas locales, sin echar raíces en ninguna cultura en particular." [2]
¿Cine New Age o cine catástrofe?
En otro sentido, K-Pax viene a dar una lección acerca de nuestros tiempos. Se trata del lugar que adquiere en la trama de la película la reconstrucción del trauma que supuestamente afecta a Prot y la posición ética del psiquiatra ante el suceso, con ribetes de catástrofe. Los clásicos del cine hollywoodense han enfocado la cuestión en tres de sus escenarios privilegiados: catástrofes naturales –desde Earthquake hasta la más reciente Twister–; sociales –la inolvidable Apocalipsis Now es sin duda un ícono al respecto– y domésticos –inolvidables como Hermano-Hermana y controvertidas como las realizaciones de El Dogma, entre ellas La Celebración– en desmedro de la catástrofe económica, foco de interés de las realizaciones independientes o periféricas.
El vocablo catástrofe, cuyo uso ciertamente hiperbólico lo torna bastante común en la lengua castellana, deriva del griego «katastrophé» (ruina, desenlace dramático) y de «strepho» (volverse). Las acepciones a la palabra, de acuerdo a María Moliner son: Desenlace, particularmente cuando es desgraciado, de un poema dramático. Cataclismo. Desastre. Hecatombe. Suceso en que hay gran destrucción y muchas desgracias. Desgracia o trastorno moral grave.
En cuanto a K-Pax, la catástrofe se desata cuando el Dr. Powell da con una asociación que le permitiría desentrañar los sucesos acaecidos cinco años atrás en la vida del protagonista y decide enfrentarlo a la regresión hipnótica, contraindicada en pacientes con patologías severas y escisión de la personalidad. El toque dramático de tal decisión estalla en el sujeto, devolviéndonos una vez más a las coordenadas del funcionamiento imaginario redescubierto en el stade du miroir de Lacan. Desdoble: la decisión clínica sobre el caso lleva al paciente a recordar algo del drama de su pasado pero no necesariamente a resignificarlo, así como la imagen de un Prot catatónico recae sobre el espectador al final del film pero no necesariamente develando el misterio de su posible origen, humano o extraterrestre.
Las premisas éticas para la atención e intervención en catástrofes deben su carácter éticamente dilemático justamente a la imposibilidad de anticipar el resto de la operación. De ahí que el drama se haga catástrofe: sólo al final de la línea de argumentación, cuando ya es imposible el retorno, nos enteramos que no siempre es posible hacer reingresar el núcleo de lo traumático a las vías de la simbolización. Pero si pese a todo se intentara lograrlo, el film muestra a las claras el carácter tortuoso al que debe llevarse una clínica en nombre de lo que es conveniente para el sujeto.
No siempre es posible ni siempre es éticamente deseable hacer el pasaje por el trauma cuando esto implica quedarse fascinado en el horror. La literatura lo supo antes que la ciencia. Borges lo intuyó al escribir Funes el memorioso, que dejar algo en el olvido también puede permitir seguir viviendo. Y Juarroz lo resume en vertical:
Inventar el regreso del mundo
después de su desaparición.
E inventar un regreso a ese mundo
desde nuestra desaparición.
Y reunir las dos memorias,
para juntar todos los detalles.
Hay que ponerle pruebas al infinito,
para ver si resiste.
Roberto Juarroz
Séptima poesía vertical
NOTAS
[1] Fariña, J: 1999. Ética un Horizonte en quiebra. Buenos Aires. Eudeba.
[2] Zizek, S.: Multiculturalismo. En Estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. Ed. Paidos, 1998.
Película:K - PAX
Titulo Original:K - PAX
Director: Iain Softley
Año: 2001
Pais: Estados Unidos - Alemania
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• Señales
• Simone
• La mirada de los otros