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El real se abre camino

por Cataldo, Elisabeth

Universidad de Buenos Aires

Resumen:

¿Debería tener los labios más carnosos? ¿Más pelo? ¿Menos? ¿Otra nariz? ¿Dientes más blancos? ¿Uñas más largas? ¿Voy lo suficiente al gimnasio? ¿Puedo agregar algo más a mi skincare? ¿Qué tal otro tatuaje? Como fenómeno cultural y en la clínica, cada vez más vemos cómo los sujetos buscan soluciones mediante la ciencia para obturar sus sentimientos de falta ante ideales sociales. Soluciones pueden oficiar de sinthome, pero si no, no se dirigen a lo Real, atrapando en un circuito donde la palabra se ve reemplazada por la acción inmediata, guiada por el Discurso Capitalista. En este trabajo intentamos pensar la posición del analista frente al desafío que representa encontrarse con un sujeto sufriente en una de sus caras y engañado en la otra, sin desestimar el sufrimiento ni forzar el desengaño.

Palabras Clave: Ciencia | Capitalismo | Dinosaurios | tecnociencia

The Real Finds a Way

Abstract:

Should my lips be thicker? More hair? Less? A different nose? Whiter teeth? Longer nails? Am I going to the gym enough? Can I add more products to my skincare? How about another tattoo? As a cultural phenomenon and in clinical practice as well, we increasingly see how subjects rely on and seek solutions through science to solve their feelings of failing against social ideals. These solutions may prove sinthomic, but if not, do not address the Real, trapping them in a cycle where the reliance on the word is replaced by immediate action, guided by the Capitalist Discourse. In this work, we attempt to consider the analyst’s position in the face of the challenge of encountering a subject who is suffering on one side and deceived on the other, without dismissing the suffering or forcing disillusionment.

Keywords: Science | Capitalism | Dinosaurios | Technoscience


Dr. Malcolm: “Dios crea al dinosaurio. Dios destruye al dinosaurio. Dios crea al hombre. El hombre destruye a Dios. El hombre crea al dinosaurio.
Dra. Sattler: “El dinosaurio se come al hombre. La mujer hereda la Tierra.”

Hannah Arendt, en el prólogo de La Condición Humana (1958), se refiere a la implicación de lo que en ese momento era una hazaña tecnológica sin precedentes: lograr que un satélite orbite de forma estable a la tierra. Arendt habla sobre el deseo del ser humano de cortar lazos con la tierra y la vida, huyendo de la primera y creando y prolongando la segunda artificialmente. Arendt –hablando en una época donde sus grandes logros son hoy cosa banal, al punto de que la empresa aeroespacial Blue Origin se permite enviar un grupo de famosas millonarias al espacio por unos segundos como operación publicitaria– piensa que el desarrollo tecnocientífico se disocia históricamente de nuestra capacidad de significarlo, de pensar y hablar sobre lo que se puede hacer. Una lectura lacaniana nos diría que la capacidad científica del ser humano ha traído consecuencias del orden de lo Real. En consecuencia, podemos ubicar un trasfondo pulsional; Arendt ubicó con precisión no una simple progresión científica, sino un deseo. Un deseo de abandonar la tierra, cada vez más explicitado en los planes modernos de multimillonarios para colonizar Marte o la Luna y abandonar un planeta destruido por su propia acumulación sin límite de riqueza. O un deseo de dominar la vida y su contingencia. La clonación es un tema ampliamente discutido en el psicoanálisis en su vertiente de la reproducción in vitro (y en el futuro, extra útero). En este trabajo queremos pensar en las formas modernas de alteración de los cuerpos y la apariencia (y sus motivos), donde se puede vislumbrar algo más complejo, que es lo que tienen estas de solución para el sujeto ante un desarreglo con su goce. Para elaborar el tema, conceptualizaremos la cuestión con una obra cinematográfica que a simple vista poco tiene que ver con él: Jurassic Park, la obra maestra de Steven Spielberg de 1993 donde un millonario construye un parque temático de dinosaurios clonados, y su ambición toma un giro trágico.

Bienvenidos… a Jurassic Park

Según Le Breton,

“[e]n nuestras sociedades, el cuerpo tiende a convertirse en una materia prima para modelar según el estado de ánimo del momento. Para muchos de nuestros contemporáneos, se ha convertido en un accesorio de la presencia, un lugar donde nos ponemos en escena. El deseo de transformar el propio cuerpo se ha vuelto un lugar común.” (2024).

Estas transformaciones son habilitadas por enormes avances tecnocientíficos de un rango, poder y variedad francamente asombrosos que habilitan productos, tratamientos y técnicas que amplían las posibilidades de lo que se podía hacer con el cuerpo propio, junto a tecnologías de difusión masiva que posibilitan una verdadera cultura de la apariencia para personas que son “inventivas e incansables artesanas de su propio cuerpo” (Le Breton, 2024). Nuestra brújula para distinguirlas es que todas ellas afectan directamente lo imaginario del sujeto, registro que “pertenece al campo de las identificaciones. [...] el yo. Es el lugar en el que se configura la imagen del cuerpo y del semejante. Es justamente allí, donde se presentan todos los trastornos del sujeto con su imagen” (Tassara, s/f). Esta imagen del yo, la imagen unificada que surge en el infans con el estadio del espejo

“Tiene la función de una muleta, por ello Lacan habla al respecto de ortopedia, pero no sólo es una muleta narcisista, es una muleta porque le permite al bebé humano protegerse en cuanto tal del desamparo y la invalidez. Es decir, esta imagen funciona como una especie de seguro contra el desamparo. Esa muleta no es separable de la prematuración, pero una vez que se constituye es algo que reasegura, que calma, que seda. Esta es una función que el yo guardará y que tendrá múltiples vicisitudes.” (Rabinovich, s/f).

Esto nos guía a la importancia clínica de estas intervenciones “cotidianas”, que vienen a “solucionar” estos trastornos del sujeto, lo que pasa cuando las muletas contra el desamparo se rompen.

Hoy en día el desamparo está presente en una sociedad cada vez más imaginarizada, donde el rechazo del inconsciente es más y más patente (Soler, 2009b). El problema de la imagen del cuerpo –y la estabilidad del narcisismo– está por donde se lo mire, no solo en los sujetos “usuales” en la clínica, como los TCA, les pacientes Trans, las histerias, pacientes adolescentes o ciertas psicosis sino en pacientes que tienen otras razones para acudir a consulta, y quizás un descontento con esto o lo otro de su cuerpo pasa desapercibido, al estar lista y disponible la solución. Las referencias inevitables son a la ciencia, que las produce, y el capitalismo, que las comercia. Por supuesto que estas intervenciones son productos a vender, igual que lo era la clonación de dinosaurios para Jurassic Park, pero hay que notar que para las personas que los buscan, así como el parque para John Hammond, su creador, estos productos científicos son una forma de compartir su imagen con el mundo, la capacidad de modificar el mundo a su ideal, y la forma de recuperar esa muleta narcisista contra el desamparo. Lo que nos ocupa en este trabajo, más que la necesidad o no de una intervención dada, es la posibilidad de que la intervención tecnocientífica llegue a reemplazar la capacidad de los sujetos de significar y tramitar ese desamparo, cayendo en la a-dicción, la no-palabra. Es decir, el riesgo de que cuando el objeto de consumo no puede proteger al sujeto, se iguale al objeto a, y regrese siempre regrese al punto de partida, con el intento sin fin de la persona de continuar llenándolo con un exceso.

En manos de ingenieros

Este exceso es lo que conecta esta temática con nuestra elección de Jurassic Park, y sin esto la relación no es obvia. Lo que sucede es que Jurassic Park, como este desarrollo tecnológico al que analizamos, escenifican el dilema al que el ser humano se enfrenta al haber desarrollado un poder técnico que puede superar sus capacidades de simbolizarlo. La observación que hacemos aquí es que lo que une a ambos casos es lo capitalista, el (pseudo)discurso capitalista de Lacan, que consiste en el borramiento de la imposibilidad (Soler, 2019a). La ciencia y el capitalismo coinciden en promover una posición de rechazo ante la castración y el inconsciente; se privilegia lo yoico y lo autónomo por sobre lo que sorprende cuando aquello que nos habita habla en nosotros, que en cambio, es aterrador. Este es el principal punto a tomar tanto en el filme como en la clínica: Que desde este discurso hay una hibris en creer en el control mediante el poder tecnocientífico, hibris que es transmitida a los sujetos de la posmodernidad y como notamos, causan en parte la desprotección de los sujetos ante aquello del Real que viene del propio cuerpo.

Es decir que consideramos que el problema a estudiar en estos casos que de aquí en adelante llamaremos “la clínica de la trascendencia” es lo que De Breton explica sobre los tatuajes como “sustituir los límites del sentido que se nos escapa por un límite sobre uno mismo, un tope de identidad que nos permita reconocernos y reivindicarnos como nosotros mismos. La finalidad es re-marcarse, literal y figuradamente, superarse a sí mismo, exhibir el signo de nuestra diferencia” (2024), es decir, la negación de la dimensión del límite, y la posibilidad de hallar “la solución” de una forma que expresa John Hammond cuando pregunta, justificándose, cómo alguien podría “parar[se] en el borde del descubrimiento y no actuar?”. En el filme, el matemático Ian Malcolm responde a esto con una frase icónica: “Sus científicos estaban tan preocupados por si podían hacerlo que no se detuvieron a pensar en si debían hacerlo”. La frase apunta a lo que opera subyacente al discurso de Hammond: Una irreflexividad que niega la castración como inevitabilidad. Nuestra posición es homóloga a la de Malcolm, que ofrece un no-optimismo-ciego, que no es lo mismo que un pesimismo oposicionista; introduce la duda no como disuasión, sino como el tiempo necesario anterior a la acción, la introducción de una terceridad, una ampliación del mundo posible, un tiempo para realizar no las preguntas técnicas sino éticas. En otras palabras, abre el espacio de la dimensión del sujeto y el deseo antes de la dimensión del progreso capitalista y el sujeto cartesiano. Esto es importante, porque si bien muchas de las prácticas tecnocientíficas que pensamos aquí están ya banalizadas y son habituales –la misma autora se somete a algunas, y con toda probabilidad los lectores también– lo que buscamos es problematizar su in-mediatez y el posible exceso alrededor de ellas.

El problema ético-moral de esta habitualidad –así como de nuestro propio uso de estas intervenciones– nos lleva a hacer una diferencia respecto a Jurassic Park: La derivación lógica de la mencionada frase de Malcolm parece sencilla: No clonen dinosaurios, para lo que hay muy buenas razones. Pero este argumento no es tan aplicable a la clínica de la trascendencia. Para empezar, porque como mencionamos, lo imaginario cumple un rol, el de la imagen unificada, el de la muleta, y el de crear-se un yo; pero “la imagen especular del yo no logra unificar toda la insistencia pulsional (en términos freudianos: las pulsiones relegadas por inutilizables). El yo, entonces queda escindido por lo que no pasa a la imagen” (Luján, 2010, 293) por lo tanto siempre hay un vacío, que si no se puede tramitar o no se tienen los recursos para defenderse y sintomatizarlo se vive como un sufrimiento de algún tipo, de “insuficiencia del cuerpo” (De Breton, 2024), de frustración por la diferencia entre lo deseado y lo actual, o entre lo que la sociedad sanciona como aceptable y lo que el cuerpo de la persona tiene para ofrecer(le). Y esto a veces puede resolverse en el mismo plano. “Muchas veces lo imaginario es presentado con cierta desvalorización en la clínica, olvidando su inclusión como un registro anudado al registro simbólico y al real” (Lujan, 2010, 292), nuestra intención es no desvalorizar su rol, y considerarlo en su calidad de contingente: La intervención en lo imaginario podría funcionar… o no. La experiencia –incluso la propia– nos muestra que las intervenciones en el plano imaginario pueden funcionar sinthomaticamente o más simplemente conformar al sujeto, porque también la estética es una forma real de subjetivación del cuerpo e inserción en la cultura. Para el tatuaje, dice Le Breton: “Al cambiar la forma de su cuerpo, intentan cambiar su vida. Y a veces lo consiguen, porque la forma de verse a sí mismos se ha modificado radicalmente. De modo que la marca corporal es por lo general asumir la autonomía, una manera simbólica de tomar posesión de uno mismo” (2024). Por supuesto que cada intervención, en el rango que sea, conlleva riesgos, algunas más que otras, pero esto recuerda cuando Malcolm dice que “la vida se libera, se expande a nuevos territorios y se estrella contra las barreras, dolorosamente, tal vez incluso peligrosamente [...]”. La posición conservadora sería tomar esto como justificatorio de una interdicción absoluta en lugar de como la introducción de una terceridad, no para evaluar riesgos al modo del actuario, sino para que el sujeto pueda hacerse cargo de la diferencia entre el anhelo y el deseo, aún cuando se equivoque. Esto nos marca una diferencia entre los dinosaurios de Jurassic Park y los cuerpos intervenidos, y por lo tanto una cuestión más dilemática y compleja, que es el tema de este trabajo: Hay hibris, pero también hay algo–o puede haber algo– de vida en lo imaginario, o dicho de otro modo, mediante lo imaginario es posible que se toque algo de lo Real, en el sentido de un anudamiento sinthomatico.

Teoría del caos

Si estas intervenciones pueden producir un anudamiento, debemos pensar cómo no detenernos, como analistas, que usan la palabra para lo mismo, en la simple negativa a la posibilidad de la ciencia de modificar un cuerpo, sino maniobrar en un campo más complejo, abierto por la posibilidad de que la intervención pueda (o no) tener efecto subjetivo. Vemos que en muchos casos se unen una identificación rígida a la demanda de intervención; en el caso de pacientes trans, por ejemplo, lo que las une es esta certeza de identificación a un ideal de género que según Edit Tendlarz “‘sorprende, intriga precisamente en la medida en que no interroga al sujeto”. ¿De qué se trata? ¿De una convicción? ¿De una creencia? ¿Una creencia en lo que va a ser posible a partir de tener ese otro sexo que no es el suyo?” (Tendlarz, 2020) o, añadiremos, el “estar más flaco”, “tener otra nariz”, cambiar de color o tener más o menos pelo, las uñas, aspectos de la cara, tener más músculos, otro tatuaje, etc. Todos hemos visto en las redes sociales o por otros caminos –si no en el consultorio– personas con incontables procedimientos estéticos hechos, algunos “de buen gusto”, otros al borde de lo grotesco. Todos conocemos o hemos oído de personas comunes dedicadas con fidelidad que bordea en la manía a rutinas de gimnasio, biohacking, skincare, peluquería, procedimientos estéticos, etc. o hemos visto el detalle obsesivo con el que se conduce y promueve hoy la búsqueda de la belleza. Es este caos, esta intensidad lo que llama la atención, la pregunta de ¿“cuándo es suficiente”? No desde una posición conservadora, sino desde el lugar en el que el psicoanálisis se para respecto al discurso capitalista, que en tanto discurso, es una forma de ordenar el goce, y lo regula, al decir de Soler, como “un goce capitalizable: más dinero, más objetos, más éxito, más belleza, más salud” (2009a, 208): Más. Un discurso que regula desregulando, que deshace los lazos al Otro obturando la castración, el hecho de que no todo es posible.

Para el psicoanálisis, el cuerpo no es el templo intocable de un Dios, como aventuran muchas posiciones religiosas –y también laicas– pero tampoco el cuerpo de la ciencia, el capitalismo y el sujeto autónomo, “una construcción personal, un objeto transitorio y manipulable capaz de múltiples metamorfosis según los deseos del individuo” (Le Breton, 2024), ya que estos son ciegos a la dimensión de lo Real y la Verdad del sujeto. El cuerpo lleva la marca del Otro, está sujeto a la ley que es la castración, y el síntoma nace como respuesta a la inevitable falla de un discurso de ordenar ese goce (Soler, 2009a); es por esto que lo esperable es que las soluciones tecnocientíficas –aún cuando anuden– no sean soluciones totales. Nos interesa seguir las preguntas de Tendlarz pensando que en estos casos la identificación del sujeto es a una posición de goce mediada a través del zeitgeist del discurso de la época: Más. Y por lo tanto la intervención tecnocientífica es una promesa. Una promesa de llevar el cuerpo más allá de sus posibilidades, de trascender la forma hacia el ideal: En estos casos hay una certeza, una certeza de la promesa.

La dimensión de Real presente convierte a la promesa en, en el mejor caso, sólo parcialmente cumplible, y versando el psicoanálisis sobre lo subjetivo, la pregunta que nos hacemos es por la dimensión del sufrimiento, del deseo, y del síntoma. En el caso de lo trans, que tomo como paradigmático de esta clínica de la trascendencia del cuerpo hacia el ideal identificatorio, Lacan ubicó un “error” en confundir falo con órgano y eludir así la pregunta sobre el origen y la determinación por el significante fálico. Sabemos que no todas las personas trans buscan cirugías de reasignación sexual del órgano, pero si es correcto que la identificación certera al ideal mujer-hombre (o cualquier otro) funge eludiendo la pregunta sobre el significante fálico. Pero ¿Y si esa no fuera la única manera de hacerlo? El paciente de la clínica de la trascendencia es un John Hammond infatuado con su ideal, ansioso por “actuar al borde del descubrimiento” sin hacerse preguntas, y el analista es el trío Malcolm-Sattler-Grant, a los que consulta no por cuestionarse sino por otras razones. Después de todo, la promesa no interroga al sujeto, se presenta como una ilusión de solución, y rara vez los pacientes están divididos por ganar más músculo, o por si es posible tener una piel demasiado linda, o por hacerse un piercing más.

Tendlarz dice respecto a la clínica de lo trans que “es una clínica de las soluciones originales de cada quién.” (Tendlarz, 2020). Es decir que en línea de la aclaración que hacíamos en otro apartado sobre la posibilidad sinthomatica de las intervenciones imaginarias, no se puede prescribir la invención, o saber de antemano el efecto que podría tener una intervención; en eso el error puede bien ser brújula, y “solo a partir de la obtención de un “nuevo” imaginario corporal se reacomodan, se reubica el narcisismo, se obtiene una consistencia que hasta ese momento, como mínimo, estaba cuestionada” (Zabalza, s/f). No vemos razón para no pensar lo mismo para esta clínica de la trascendencia. Este es, podríamos decirlo, el lado positivo de la intervención tecnocientífica. Hay, sí, una objeción, que es que el psicoanálisis no busca este “nuevo imaginario corporal” desde lo imaginario y por eso se lo desvaloriza frecuentemente; para nosotros la palabra afecta lo real, este es el credo del analista, su suposición fundamental, y somos responsables por esta concepción del sujeto, sujeto en el cual “el goce no se aborda directamente por el cuerpo, sino por el lenguaje que produce efectos en el cuerpo" (Marchesini, 2019). Por lo tanto, podría pensarse que desde nuestra posición, toda intervención que el paciente haga en lo imaginario es innecesaria, producto de un pasaje al acto, o una mera satisfacción sustitutiva. Como mencionamos, es cierto que para nosotros, la dimensión de lo Real precluye la posibilidad de que una intervención sea una solución total a lo que aflige al sujeto - algo en lo que el sujeto de la promesa está en desacuerdo; la solución debe ser total para él. Sin embargo nos recuerda Soler que “nosotros en tanto lacanianos suponemos, creemos poder demostrar más que suponer, que las consecuencias del inconsciente son consecuencias del hecho de ser hablantes; es decir, de nacer en el vientre del Otro y de entrar en la estructura del lenguaje” (Soler, 2009c, 227). Soler, prudentemente, dice “creemos poder demostrar” nunca olvidando que la praxis es en parte teoría, con el tambaleo que ello significa, y si nuestra labor es afectar lo real por lo simbólico, fuera del psicoanálisis hay otras formas de afectar lo real… incluso por lo imaginario. Aquí entra el criterio del analista. Y no debemos olvidar que si bien “la alternativa de la elección sexual va más allá de los caracteres sexuales, –las redondeces femeninas, el torso viril, la nuez de Adán, la silueta, etc.–” (Marchesini, 2019) en el caso de lo trans, y todo cambio deseado en el resto de los casos pertinentes (ya que no hay que olvidar que en los otros casos, muchas veces las intervenciones se dirigen también hacia los ideales del “hombre” o “la mujer” o incluso ideales agenéricos; en ésta época, todos somos un poco trans y todas las intervenciones son intervenciones de, cómo se les dice, de reafirmación de género), la cuestión es que este hecho es un saber del analista, y el analista, en la clínica, no posee un saber, (o más bien un saber-deber-ser) sobre lo apropiado de la invención sintomática del paciente. ¿A qué punto el tratamiento se convierte en una pedagogía donde el analista sabe de antemano cómo y donde el paciente debe llegar, ante la frustrante insistencia del paciente en que “es por ahí”?

Aquí nos encontramos con un dilema al que podemos encontrar la respuesta en, dónde más, Jurassic Park.

“Nunca tuviste el control, esa era la ilusión”

Cuando un paciente busca formas tecnocientíficas de modificación de su imagen, como analistas podemos dejar la cuestión de lado alegando su banalidad (¿cuándo le hemos preguntado a un paciente por el significado de su nuevo piercing, o el corte de pelo, o un relleno de hialurónico?), o quizás señalar alguna objeción si es algo extraordinario (a una cirugía, o si notamos que el paciente se obsesiona mucho con su masa muscular o su alimentación, por ejemplo). Pero en Jurassic Park ¿Que ocurre cuando Hammond se sale con la suya? Lisa y llanamente, que su sueño se desmorona.

En términos psicoanalíticos, lo que ocurre es lo mencionado: Ninguna solución lo es totalmente; si una intervención funcionase sinthomaticamente, el paciente proseguirá su recorrido analítico desde una dirección a la que antes no había prestado atención, y nuestra tarea habrá obtenido un nuevo rumbo. Si no, si lo imaginario no toca algo de lo real, el paciente seguirá buscando, creyendo en esa promesa de llegar al ideal, cayendo en un circuito donde cada vez más se obtura la posibilidad de la palabra, por la confianza ciega en que “la próxima va a funcionar”. Aquí ocurre –en el mismo registro– algo similar a lo que pasa con los rasgos de carácter: “Ese yo soy así, modo discursivo propio del rasgo de carácter, pone en juego la anticipación en una totalidad que obtura cualquier escucha. Cuando la imagen usurpa al sujeto su lugar y el imaginario obtura, ¿cómo atravesarlo? Para que un análisis sea posible algo de esa consistencia yoica debe conmoverse.” (Luján, 2010, 294). En este caso, si la clínica de la trascendencia es una clínica donde el paciente acude sin una pregunta, con una imagen que usurpa al sujeto y un imaginario que obtura, entonces lo propio es darle importancia a este registro, y que el analista promueva preguntas que no se orienten a no hacer, sino a friccionar la inercia imparable del entusiasmo, a “introducir un cuestionamiento allí donde la certeza ocupa todo su lugar, descubrir con él los aspectos desconocidos de su determinación, de su creencia en esa identidad que quiere alcanzar, en reemplazo del destino anatómico” (Marchesini, 2019). La anatomía no debe ser negada, pero no por eso es un destino, y es nuestro lugar sostener tanto ese no-destino, como esa no-negación. El sujeto de esta clínica es un sujeto que se refugia en la certeza de un ser futuro antes que enfrentar la arbitrariedad del ser presente; si el efecto de división del sujeto se encuentra entre A –> B, entre el acto y el resultado, el querer decir y lo efectivamente dicho, hay lugar allí para que lo que no está de entrada en el análisis pueda advenir. Es decir que si la promesa que sienten no es dialectizable de entrada, puede llegar a serlo incluso cuando se recurre a la intervención tecnocientífica, con la condición de que esta pueda ser (¿re?) lanzada en análisis como un acto del sujeto en lugar de “la solución”. Aquí encuentra lugar algo del Otro, antes eclipsado por la promesa. En un punto de la película, Malcolm señala que el problema del poder tecnocientífico de Hammond es que sus genetistas desarrollaron su tecnología de clonación “parados en los hombros de gigantes”, y al no ganarse el conocimiento, no tomaban responsabilidad por él, haciendo eco de las observaciones de Arendt. Del mismo modo, existe una diferencia para el paciente entre la intervención buscada para obturar una pregunta y aquella por la que se responsabiliza.

Esto podemos ubicarlo también en el filme. La tecnología tiene dos encarnaciones en Jurassic Park. La primera es diegética, la tecnología de clonación que le permite al ser humano ser Dios con el propósito de servir al discurso capitalista. Pero la segunda es extradiegética, y es la tecnología 3D que le permitió por primera vez al cineasta crear en film algo inexistente con una calidad realista - o mejor dicho, en una cualidad que no desentona con su entorno: No es caer en el tecnooptimismo admitir que no es lo mismo el hombre dentro del traje de Godzilla (1954) que el braquiosaurio de Jurassic Park. El arte del director, el guionista, el cinematógrafo, el director de arte, el de fotografía, coexisten con el CGI como herramienta en lugar de tomarlo como propósito en sí mismo –a diferencia de muchas películas actuales– y la tecnología de imágenes diseñadas por computadora es algo que le permite a Spielberg llegar a una belleza superior sólo porque no tiene tanta importancia, porque antes de ella están presentes el deseo y el sujeto, en lugar de la mera búsqueda de taquilla o la superación de los límites por sí misma. Pero habría que preguntarse si aún el enorme talento de Spielberg sería suficiente para hacer su obra maestra sin CGI. Del mismo modo podemos preguntarnos si el tratamiento del goce en esta clínica de la trascendencia es sólo mediante el lenguaje y haciendo oídos sordos al anhelo de intervención; si no se puede aprovechar la técnica que opera sobre el registro imaginario para despejar la vía simbólica, en tanto y en cuanto le hagamos más difícil al paciente tomarlo en el otro sentido que tiene en la película, el de creer que “la creación es un acto de voluntad pura” como dice Hammond, todavía negándose a ver el desastre que creó y concluyendo “la próxima vez será perfecto”. Pero nada es perfecto, y cuando esa certeza cae, también lo hacen el poder y la magnificencia autoproclamadas del Discurso Capitalista, y el paciente es capaz de separar la intervención de la necesidad, llegando al Acto. Cae la promesa y queda la elección. Y no solo la del paciente. Es en una de las escenas más tiernas de la película que Lex, la nieta de Hammond, le pregunta al Dr. Grant que harán él y la Dra. Sattler, ambos paleontólogos, ahora que los dinosaurios caminan la tierra. Él responde “No sé. Supongo que también tendremos que evolucionar”.

Conclusiones

En Jurassic Park la naturaleza se abre camino. Escapa a los intentos de los seres humanos de controlarla, y esa ilusión trae consecuencias trágicas debido a la hibris de la que nació el parque. Hoy en día, en muchas personas, lo real escapa a los intentos de taparlo, de vedarlo. Hay algo que no se puede contener por la mera acción del hombre, y es radicalmente desconocido, expulsado. El error del sujeto del Capitalismo es pensar que la acción del ser humano puede obturar totalmente el problema de la relación del parlètre con lo Real. Que alguien puede hacerse a sí mismo ignorando al Otro, marca de la castración.

En este trabajo intentamos pensar la cuestión de la posición del analista en la clínica frente al desafío que representa encontrarse con un sujeto sufriente en una de sus caras y engañado en la otra, sin desestimar el sufrimiento ni forzar el desengaño. Si Jurassic Park nos muestra algo es la forma en que el discurso capitalista opera y aprovecha un deseo ya existente de no querer saber nada de lo imposible. De ignorar el sujeto y el deseo, la “plaga” de Freud y Lacan. En la clínica de la trascendencia y su relación con la tecnociencia ubicamos algo parecido, con un matiz; las intervenciones puntuales no son tan importantes como las formas en las que se podría generar una división en el sujeto, incluso si esta nace de la intervención, y no de una creencia en nuestro poder como analistas de influir en lo real por lo simbólico. Lo puntual, tanto en Jurassic Park como en la clínica, es perforar la invencible certeza en el poderío del sujeto autónomo asistido por la ciencia para autoformarse por pura voluntad. En un caso se necesita una banda de velociraptores hambrientos, en el otro un analista; quizás, si eso no es suficiente, será necesaria una promesa que se incumpla a sí misma. En todo caso lo que le queda al analista, que ante la certeza de la tecnociencia se pone del lado de no querer no querer saber, es una fe igualmente certera en que incluso en estos casos y por la vía que sea, el Real se abre camino.

Referencias:

Arendt, H, (1958). La condición humana.

Le Breton, D. (2024). Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. Revista Topía, Noviembre de 2024. Disponible en: https://www.topia.com.ar/articulos/signos-identidad-tatuajes-piercings-y-otras-marcas-corporales

Luján, P. (2010). El yo y lo imaginario. II Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XVII. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. Disponible en: https://www.aacademica.org/000-031/790.pdf

Marchesini, A. (2019). El transexual y la fabricación del sexo. LA barrada REVISTA. Disponible en: https://labarradarevista.wixsite.com/aifan/edicion-1

Soler, C. (2009a). El anticapitalismo del acto analítico en ¿Que se espera del psicoanálisis y el psicoanalista? Conferencias y seminarios en Argentina. Buenos Aires. Letra Viva.

Soler, C. (2009b). El rechazo del inconsciente en ¿Que se espera del psicoanálisis y el psicoanalista? Conferencias y seminarios en Argentina. Buenos Aires. Letra Viva.
Soler, C. (2009c). ¿Qué se espera del psicoanálisis y el psicoanalista? en ¿Que se espera del psicoanálisis y el psicoanalista? Conferencias y seminarios en Argentina. Buenos Aires. Letra Viva.

Rabinovich, D. (s/f). Clase de la Dra. Diana S. Rabinovich del 22/06/1995. Disponible en: https://shorturl.at/EKoZw

Spielberg, S. (director). (1993). Jurassic Park. Universal Pictures.

Tendlarz, E. (Comp.) (2020). La cuestión trans en nuestra época en Género, cuerpo y psicoanálisis. Buenos Aires, Grama.

Tudanca, L. (s/f). ¿Transexualismo? Apelar a la singularidad. Disponible en: https://www.scribd.com/document/574105199/Clase-2-Clase-2-Transexualismo-Apelar-a-La-Singularidad-Luis-Tudanca



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Película:Parque Jurásico

Título Original:Jurassic Park

Director: Steven Spielberg

Año: 1993

País: Estados Unidos

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