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El jurado número 2

por Michel Fariña, Juan Jorge; Laso, Eduardo

El film de Clint Eastwood Juror #2 [1] permite comprender el anudamiento estructural que existe entre opción, elección, decisión. La película, como se sabe, es un homenaje a 12 hombres en pugna, sobre la que ofrece un giro que complejiza el planteo original. [2]. A continuación, algunas de sus coordenadas de análisis.

Un matrimonio joven espera con gran expectativa su primer hijo. Sabremos luego que ella ha perdido dos embarazos anteriores y que ahora han llegado al tercer trimestre, con lo cual abrigan firmes esperanzas. En estas circunstancias él recibe una citación para integrar el jurado en un juicio por homicidio. Intenta excusarse argumentando su situación familiar, pero la jueza desestima el pedido y finalmente lo confirma como jurado número 2.

Durante el proceso y a medida que se suceden los testimonios, este hombre advierte que la víctima –supuestamente asesinada por su novio luego de una pelea con testigos– pudo haber sido atropellada accidentalmente por él mismo, cuando un año atrás creyó embestir un ciervo. Coinciden la fecha y el lugar, con lo cual considera la posibilidad de informar el hecho para liberar al acusado y dejar sin efecto el juicio. Pero ocurre que el accidente se produjo luego de él recalar en un bar cercano, y si bien no bebió, su abogado le advierte que “ningún jurado le creería”, y que le espera una condena segura en caso de comunicar su participación en los hechos.

El hombre se debate interiormente y finalizados los alegatos y puestos a deliberar, once integrantes del jurado se manifiestan declarando al acusado como culpable, frente a lo cual él vota en disidencia. Se recrea así la escena inicial de 12 hombres en pugna, pero si en el film original el famoso jurado número 8 vota en disidencia por principios, en la versión de Eastwood, este jurado número 2 lo hará por culpa.

Queda claro entonces que el voto inicial “not guilty” no es una mera opción binaria, sino que opera como “tiempo 1” de un circuito de responsabilidad. En esa decisión inicial, el sujeto ya anticipa, sin saberlo, su vía crucis interior, que no dejará de emerger a lo largo de la trama.

Es así que el azar designa a este hombre, Justin Kemp, como jurado en un proceso que lo confronta con una página reprimida de su historia. Pero no la de la embestida, que se revela como un accidente involuntario, sino la de la escena que la precedió y sucedió en relación a su alcoholismo y paternidad.

Escena que le retorna, implacable, amenazando resignificar el accidente como crimen. Aquella noche, Justin Kemp atravesaba un momento especialmente doloroso de su vida y estuvo a punto de sucumbir a la bebida en un bar de la ruta. La escena de violencia de una pareja borracha en el local, lo disuade de recaer en el alcohol. Ese momento de vacilación es censurado (lo recuerda, pero lo oculta a los ojos de su esposa y de todos), quedando el impacto en la ruta como marca encubridora de la situación. Marca que retorna luego con un sentido siniestro cuando descubre a posteriori hasta qué punto está concernido en el homicidio que se ventila en el juicio.

A partir de allí tomará dos decisiones que se revelarán problemáticas y no cesarán de entrar en conflicto entre sí a lo largo del relato: convencer al resto del jurado de la inocencia del acusado, y a la vez evitar ser imputado por la muerte de la joven. Se trata de un vel alienante en el que elegir lo correcto es a costa de perder la libertad, y elegir lo incorrecto es sacrificar la libertad del otro.

Las circunstancias se combinan para que tanto Justin, el jurado, como Vince, el acusado, estén en situaciones similares: son ambos sospechosos perfectos: Justin Kemp no es culpable, porque no ha bebido esa noche, pero las circunstancias lo incriminan, y Vince no es culpable de haber matado a su pareja, pero no puede demostrarlo, ya que mantenían una relación agresiva con ella. Pero la situación de aparente equivalencia entre ambos no es tal, ya que la condena que le espera a Justin por un accidente en estado de ebriedad no es la misma que recibirá Vince por homicidio con alevosía.

Esta diferencia crucial se contrapone a la percepción que tiene Justin de sí mismo y de Vince: un buen hombre de familia que sería condenado injustamente, versus un delincuente, que, si bien no merece la perpetua por lo que se le acusa, carga con otras faltas y delitos.

Así, al avanzar el proceso judicial, Justin advierte que, si se descarta a Vince, la investigación puede conducir hacia él. Justin es un hombre que, porque sabe demasiado, termina semidiciendo de su culpa en cada esfuerzo por convencer al resto del Jurado.

El magnífico giro final, que no adelantaremos aquí, muestra que las consecuencias de un acto son imprevisibles. Y que si este film interesa es porque, al desdoblar al culpable entre la butaca del jurado y el banquillo del acusado, despliega, también una doble indeterminación. Por un lado, la del sujeto –condicionado más allá de lo que sabe–, y por otro la de la situación misma –nunca se puede saber qué se seguirá de la decisión tomada. Volviendo a los algoritmos del inicio, es muy típico en la clínica del obsesivo tratar las situaciones que debe enfrentar como si estuviera jugando un juego de ajedrez, creyendo que hay cálculo resultadista, para así poder decidir sin margen de error. Ilusiones del neurótico.



NOTAS

[1Clint Eastwood, Juror #2, 2024.

[2Para una lectura detenida de 12 hombres en pugna y su relación con las categorías de opción, elección, decisión, ver nuestro comentario en esta misma sección https://www.eticaycine.org/Doce-hombres-en-pugna-3867

Película:Jurado Nº 2

Titulo Original:Juror #2

Director: Clint Eastwood

Año: 2024

Pais: Estados Unidos