Corporación Universitaria Minuto de Dios (UNIMINUTO)
Resumen:
Invisible es una serie de la plataforma Netflix ambientada en Sudáfrica. La historia gira en torno a Zenzi Mwale, una mujer negra que inicia una búsqueda desesperada por su esposo, quien, tras cumplir una condena en prisión y ser puesto en libertad, desaparece sin dejar rastro.
A lo largo de su búsqueda incansable, Zenzi se enfrenta a innumerables obstáculos marcados por la violencia, la corrupción y la criminalidad. La falta de respuestas por parte de las instituciones –la indiferencia, el silencio burocrático, la desprotección– empujan su vida hacia los márgenes del sistema, donde la ilegalidad se vuelve, muchas veces, el único camino para obtener justicia o verdad.
El dolor por la muerte de su pequeño hijo, y el anhelo de reencontrarse con su esposo, la llevan a transitar territorios desconocidos y peligrosos. En cuestión de segundos, su vida cruza la delgada línea entre la legalidad y la ilegalidad, dejando claro que la desesperación y la exclusión pueden convertir a cualquier persona en alguien vulnerable a las redes del crimen.
Palabras Clave: Invisible | reconocimiento social | pobreza
What Is Not Seen Also Matters
Abstract:
Invisible is a Netflix series set in South Africa. The story follows Zenzi Mwale, a Black woman who embarks on a desperate search for her husband, who disappears without a trace after serving a prison sentence and being released.
Throughout her relentless search, Zenzi encounters numerous obstacles shaped by violence, corruption, and criminality. The lack of institutional support – the indifference, the silence, the absence of protection – gradually pushes her into the margins of society, where illegality often becomes the only viable path to justice or truth.
Haunted by the truth behind her young son’s death and driven by the hope of finding her beloved husband, Zenzi is forced to enter unfamiliar and dangerous worlds. In the blink of an eye, she crosses the thin line between legality and illegality, revealing how desperation and social abandonment can turn anyone into a victim of criminal networks.
Keywords: Invisible | social recognition | poverty
Desarrollo
La invisibilidad retratada en la serie evidencia cómo las instituciones fallan al no ver (o al no querer ver) ciertas realidades. Cuando Zenzi (la protagonista de la serie) acude a la cárcel a esperar la salida de su esposo, permanece sentada durante largas horas en la entrada sin recibir atención ni respuesta a su pregunta más básica: saber si su esposo aún se encuentra allí. Sola, enfrentando el frío de la noche y la indiferencia del portero (quien no le brinda información oportuna), esta mujer se ve obligada a esperar sin sentido, atrapada en la incertidumbre. Se vuelve invisible ante la institución carcelaria, ante un funcionario, ante toda una sociedad.
Esta es la realidad de cientos, quizá miles, de ciudadanos que, frente a instituciones como hospitales, empresas prestadoras de salud, entidades bancarias o dependencias gubernamentales, pasan horas, días e incluso años esperando una respuesta. No buscan favores ni privilegios, simplemente anhelan una palabra que les permita continuar su camino. En muchos casos, ni siquiera esperan una solución definitiva –porque ya han aprendido que en esos espacios muchas veces no se encuentra–, pero sí una orientación, una señal que les diga qué hacer, hacia dónde dirigirse, cómo resignificar su espera.
Esta espera sin respuesta es una forma de violencia institucional silenciosa, que se alimenta de la indiferencia, de la burocracia, de la deshumanización de quienes deberían garantizar derechos y no reproducir ausencias. Y es también una forma de exclusión: cuando no se responde, se niega la existencia del otro.
¿Cuántas personas, en América Latina, caminan durante años tocando puertas, buscando el paradero de sus seres queridos desaparecidos por la violencia? ¿Cuántas madres, hermanas, hijos, han sido convertidos en sombras, en figuras que deambulan por oficinas, pasillos, despachos, rogando por una verdad que el Estado no quiere ver, que la sociedad prefiere no escuchar?
La invisibilidad no es solo un estado simbólico; es una consecuencia concreta del abandono institucional y de la negación sistemática de la dignidad humana. Hacerse invisible ante el sistema es perder el derecho a ser escuchado, a ser reconocido, a ser ciudadano. Dentro de las frases atribuidas a Sócrates encontramos lo que este griego expresa y que puede recoger en buena parte el sentimiento de quien es invisibilizado: “Ser ignorado es peor que ser odiado, porque al menos el odio reconoce tu existencia.”
En una de las escenas más simbólicas de la serie, Zenzi ingresa a una obra en construcción para encontrarse con su casero, quien la ha citado en ese lugar apartado y en apariencia inofensivo. A plena luz del día, atraviesa el espacio donde un grupo de obreros toma su receso. Camina frente a ellos y ninguno parece notarla. Nadie pregunta, nadie se inmuta, nadie se detiene a observarla. Su paso es tan silencioso como su presencia: invisible.
Este momento, aparentemente menor, expone de forma poderosa un fenómeno social profundamente arraigado: la capacidad que tiene una sociedad de invisibilizar a ciertos sujetos. Zenzi, como muchas otras mujeres racializadas, pobres y migrantes, puede pasar desapercibida incluso en medio de una multitud. Puede atravesar espacios públicos sin ser vista, sin generar sospecha, sin dejar huella. Y, en ese caso particular, su invisibilidad juega a su favor: le permite entrar sin restricciones, sin testigos, sin consecuencias inmediatas. Pero ¿cuál es el costo de esa invisibilidad cotidiana?
La escena no solo retrata la indiferencia, sino que denuncia cómo hemos naturalizado el no ver. Porque en muchos contextos, no ver al otro –especialmente si es una mujer, si es negra, si es pobre, si no tiene poder– se convierte en una forma de negar su existencia. Invisibilizar a alguien es más que ignorarlo: es negarle la condición de sujeto, su derecho a ser reconocido, a ser tenido en cuenta, a tener agencia en el mundo que habita.
¿Alguna vez has sentido que caminas por el mundo sin ser visto? ¿Qué sales cada mañana al trabajo, vuelves a casa al atardecer, y parece que no dejaste rastro, que tu paso fue neutro, indiferente, irrelevante para los demás? Esa es la experiencia de millones de personas en nuestras sociedades: vivir sin ser reconocidas, transitar espacios sin ser nombradas, existir sin ser escuchadas.
Vivimos en una sociedad que convierte en visibles solo a quienes sobresalen por el escándalo, el delito, la controversia o el espectáculo. La visibilidad, entonces, se vuelve un privilegio reservado para quienes rompen el molde –a veces para bien, muchas veces para mal–, mientras la mayoría queda sumida en una existencia anónima, silenciada, periférica.
La invisibilidad social no es solo un efecto de la indiferencia individual; es también una consecuencia de estructuras históricas de poder, de género, de raza, de clase. Y en ese marco, la escena de Zenzi adquiere una fuerza devastadora: no solo muestra a una mujer que puede entrar sin ser vista, sino que nos interroga sobre nuestra propia ceguera colectiva.
¿A cuántas personas dejamos de ver cada día? ¿A cuántos rostros no miramos, a cuántas voces no escuchamos? ¿Cuántas Zenzi caminan entre nosotros y preferimos no notarlas?
Es posible que muchas personas, hoy en día, recurran a las redes sociales como una forma de decirle al mundo que están aquí, que existen. Tal vez se trate de un grito contemporáneo de existencia, una expresión social del Dasein heideggeriano –ese "ser-ahí" que no se conforma solo con estar, sino que anhela ser reconocido, habitando el mundo con conciencia de sí.
En la lógica de Heidegger (1927), el Dasein no es simplemente la presencia física de un ser humano, sino la manifestación de su singularidad, su apertura al mundo, su búsqueda de sentido. En este contexto, publicar una foto, compartir una reflexión o simplemente “estar en línea” puede leerse como una forma de afirmar: "Estoy aquí, soy alguien, no soy invisible".
El ser humano se resiste a ser ignorado. No quiere simplemente existir de forma biológica o funcional; desea ser visto, notado, validado en su totalidad, en su corporeidad, en su subjetividad, en su diferencia. Por eso, el Dasein es también un gesto de rebelión contra la invisibilidad.
Ese gesto contrasta radicalmente con la experiencia de Zenzi, cuya presencia –en distintos momentos de la serie– no es reconocida por nadie, ni siquiera cuando transita espacios públicos, ni cuando espera en una institución. Su existencia se borra del paisaje social. En ella no hay Dasein que se exprese ni se afirme: hay silencio, hay ausencia, hay olvido.
El Dasein, en este caso, se convierte en un concepto que nos permite leer dos formas de estar en el mundo: una que lucha por hacerse visible en el ruido de lo digital, y otra que es silenciada por las estructuras sociales que deciden a quién ver y a quién no. Zenzi, invisibilizada por su entorno, es el reverso trágico del Dasein: no el ser que se proyecta hacia el mundo, sino aquel al que el mundo decide no mirar.
La mayor consecuencia de no sentirse visible no se manifiesta necesariamente en el plano físico, sino en el ámbito emocional. La invisibilidad social duele más en el corazón que en el cuerpo. Sus efectos se reflejan en la autoestima, en la percepción del valor personal, en la construcción misma de la identidad. Ser ignorado, no ser nombrado, no ser tenido en cuenta, deja marcas profundas que erosionan el sentido de pertenencia y dignidad. Para Lévinas: “El otro me mira, y su mirada es una llamada. Ser visto por el otro es el comienzo de toda responsabilidad.” (Lévinas, 1961, p. 215). Acá se trata de la existencia misma. No se trata solo de que me vean sino que exista. Esta es la ética de Lévinas el reconocimiento de los otros. Cuando no se reconoce al otro le quita dignidad.
Uno de los momentos más desgarradores de la serie es cuando la protagonista grita con desesperación: “No quiero ser invisible, quiero que me vean.” Esa frase no es solo un lamento individual; es un grito colectivo, una súplica que muchas personas silencian día tras día en medio de la indiferencia social. La invisibilidad duele porque contradice una necesidad humana fundamental: ser reconocido por los otros. Bien lo expresa el filósofo alemán de la escuela de Frankfurt, Axel Honneth (1997), cuando dice que: “El ser humano sólo puede desarrollarse íntegramente si cuenta con relaciones de reconocimiento que le aseguren el amor, el respeto y la estima social.” (p. 184)
Rara vez la invisibilidad es una elección. En la mayoría de los casos, el ser humano actúa, se expresa, lucha, crea y participa con la esperanza de ser visto, de ser validado. Quiere que su presencia tenga sentido, que su historia importe, que su voz sea escuchada. Por eso, muchas veces las luchas personales se transforman en luchas colectivas: porque al unirse a las causas de otros, se construye una red de apoyo mutuo que permite que cada uno deje de sentirse solo, aislado, irrelevante.
Zenzi, como tantas otras personas, no quiere pasar inadvertida. Su grito al borde del camino –“…quiero que me vean”– resuena como un eco profundo del dolor de quienes han sido sistemáticamente ignorados por el Estado, las instituciones, sus comunidades e incluso por la vida misma. Es el clamor de quienes han sido reducidos a la invisibilidad, no por elección, sino por la indiferencia estructural que los rodea. Tal vez tú también, alguna vez, has lanzado ese grito, aunque nadie lo haya escuchado.
El filósofo Charles Taylor sostiene que la identidad no se construye en el aislamiento, sino en diálogo constante con los otros. El reconocimiento social no es un gesto superficial, sino una necesidad fundamental para la formación del yo. En sus palabras: “La demanda de reconocimiento se ve urgida por la suposición de que una persona o un grupo de personas pueden sufrir daños reales, una distorsión real, si las personas o la sociedad que los rodean les devuelven una imagen limitada, degradante o despreciable de sí mismos” (Taylor, 1994, p. 25).
Así, el grito de Zenzi no es solo un acto de desesperación individual, sino una expresión legítima de resistencia frente a un sistema que ha negado su existencia. Pedir ser visto es, en este sentido, un acto profundamente humano: una exigencia de dignidad, de reconocimiento, de identidad.
La delincuencia y la ilegalidad no deben justificarse exclusivamente desde las condiciones sociales, pero sí es necesario comprender que muchas de sus raíces están estrechamente ligadas al desconocimiento sistemático del otro y de sus realidades. En palabras de Pierre Bourdieu, “la miseria del mundo no es solo económica, es también simbólica” (Bourdieu, 1999, p. 12). Es decir, no basta con la pobreza material: el no reconocimiento, la humillación social y la indiferencia institucional también alimentan las condiciones que propician la ruptura del pacto social.
De manera similar, Axel Honneth sostiene que “las personas que se ven privadas del reconocimiento adecuado pierden también la posibilidad de relacionarse consigo mismas de forma positiva, lo cual puede derivar en actitudes hostiles hacia la sociedad” (Honneth, 1997, p. 162). Desde esta perspectiva, la exclusión social y la invisibilización del otro no solo generan sufrimiento emocional o simbólico, sino que también pueden incubar respuestas violentas o desviadas como intentos de recuperar valor o presencia ante un entorno que los niega.
Además, Frantz Fanon, en su análisis del sujeto colonizado y marginado, afirma que “la violencia es el único camino que le queda al oprimido para recuperar su humanidad negada” (Fanon, 2009, p. 41). Aunque esta afirmación es extrema, permite comprender que, en contextos de negación sistemática, algunos sujetos acuden a formas ilegales o violentas no como elección moral, sino como única vía de visibilización o supervivencia.
Por ello, no se trata de justificar la ilegalidad, sino de comprender que los males sociales no surgen en el vacío, sino en contextos donde la exclusión, la humillación y la falta de reconocimiento son terreno fértil para su reproducción. Como sociedad, no podemos seguir ignorando las condiciones que propician el delito y la marginalidad si aspiramos a construir un orden verdaderamente justo e inclusivo.
Conclusiones
La serie Invisible ofrece una representación cruda y profunda de las múltiples formas en que opera la invisibilidad social en contextos marcados por la desigualdad, el abandono institucional y la indiferencia colectiva. A partir del análisis de la experiencia de Zenzi, protagonista de esta historia, se derivan varias conclusiones que resultan relevantes para la comprensión de fenómenos sociales contemporáneos en América Latina y otros contextos globales.
En primer lugar, la invisibilidad no puede entenderse únicamente como una metáfora o estado simbólico; se manifiesta como una forma concreta de violencia estructural. La falta de respuesta institucional, la ausencia de información oportuna y el trato despersonalizado constituyen expresiones de una violencia silenciosa que niega derechos y perpetúa exclusiones.
En segundo lugar, el reconocimiento social emerge como una condición fundamental para el desarrollo pleno de la identidad humana. Tal como lo han argumentado autores como Axel Honneth, Charles Taylor y Emmanuel Lévinas, el ser humano no solo necesita existir, sino ser visto, escuchado y validado por los otros. La ausencia de reconocimiento genera daños reales en la autoestima, la percepción del valor personal y la dignidad, afectando profundamente el sentido de pertenencia.
En tercer lugar, se evidencia que la omisión del Estado y de otras instituciones sociales en el cumplimiento de sus funciones esenciales no solo agrava la exclusión, sino que contribuye a la naturalización de la indiferencia. La burocracia, el trato impersonal y la negligencia institucional reproducen una forma de ceguera colectiva ante quienes habitan los márgenes sociales.
Asimismo, la invisibilidad cotidiana puede convertirse en un factor que, lejos de justificar, sí permite comprender las motivaciones detrás de ciertas conductas ilegales o violentas. Autores como Pierre Bourdieu, Frantz Fanon y el propio Honneth han advertido cómo la exclusión sostenida y la negación simbólica pueden derivar en respuestas desesperadas, en intentos por hacerse visibles ante una sociedad que ha decidido no mirar.
Finalmente, este análisis invita a repensar el rol del reconocimiento en la vida social. La visibilidad no debe ser un privilegio reservado para quienes destacan por el escándalo o la controversia; debe ser un derecho vinculado a la condición misma de ciudadanía. En este sentido, Invisible interpela tanto al espectador como al lector, llamando a una reflexión ética sobre nuestras propias prácticas de mirada, escucha y reconocimiento.
Referencias:
Bourdieu, P. (1999). La miseria del mundo. Fondo de Cultura Económica.
Fanon, F. (2009). Los condenados de la tierra. Akal. (Obra original publicada en 1961).
Heidegger, M. (2012). Ser y tiempo. (J. Gaos, Trad.). Trotta.
Honneth, A. (1997). La lucha por el reconocimiento: Por una gramática moral de los conflictos sociales (J. M. Ripalda, Trad.). Crítica.
Lévinas, E. (1961). Totalité et infini. Essai sur l’extériorité. La Haye: Martinus Nijhoff.
Taylor, C. (1994). The politics of recognition. In A. Gutmann (Ed.), Multiculturalism: Examining the politics of recognition (pp. 25–73). Princeton University Press.
NOTAS
FORUM
El ensayo “Lo que no se ve también importa”, me deja con una sensación de impotencia y a la vez lo veo como una alarma, puesto que nos invita a reflexionar sobre esta problemática, pero además, cuestionarnos si nosotros estamos ayudando a visibilizar a aquellas personas invisibles para el sistema, o si por el contrario, somos parte del problema y lo seguimos perpetuando.
Es innegable, que la invisibilidad de la que se habla, surge cuando las instituciones y el gobierno como tal, eligen no ver aquello que resulta incómodo o marginal. Así pues, cuando Zenzi espera en la cárcel algún tipo de información o respuesta pero no la obtiene de parte de nadie, nos da muestra, de que se volvió invisible ante el sistema y, en este punto, ya no se habla de una invisibilidad metafórica, sino de una real y muy devastadora. Ahora bien, esto nos confirma que las personas que se sienten invisibilizadas están, de alguna u otra forma, siendo violentadas, ya que lo único que piden es dignidad y respeto, algo que todos como seres humanos merecemos, sin importar clase social, privilegios, color, raza ni posiciones
En conclusión, el ensayo nos deja con la tarea de cuestionar nuestros actos y revisar de qué manera podemos aportar, como personas y profesionales, a darle visibilidad a estas personas, a poner nuestro granito de arena para que esta problemática social disminuya y que menos personas se sientan marginadas, y por ende, no se sientan en la obligación de recurrir a la violencia como forma de levantar su voz. Nuestra tarea es ayudar a subir el volumen de sus voces para que estas sean escuchadas, de una manera justa y respetuosa.
La invisibilidad social no es solo una metáfora, sino una forma real de violencia estructural que afecta la identidad, la dignidad y la vida de las personas, y por eso la visibilidad debe ser entendida como un derecho fundamental de todos y no como un privilegio.
La posición del texto se plantea como una crítica a la indiferencia colectiva y al abandono del Estado, mostrando que la invisibilidad social no es un simple símbolo, sino una violencia que niega derechos, destruye la dignidad y empuja a muchas personas a los márgenes; por eso cuestiona cómo la sociedad y las instituciones normalizan esa exclusión y reclama que la visibilidad sea entendida como un derecho y no como un privilegio.
Hemos llegado a un acuerdo de que la invisibilidad social es una forma de violencia profunda que duele y margina. Aunque todas coincidimos en que ser reconocidos es vital para la dignidad, la conclusión más importante de nuestro grupo es que solo con "ser vistos" no se resuelven los problemas de fondo. La experiencia nos muestra que esa visibilidad, si no viene acompañada de acciones reales y respuestas concretas por parte del gobierno y las instituciones, es solo un gesto vacío, una palmadita en la espalda que no cambia la situación. Parafraseando la serie Invisible, si no se transforman las estructuras injustas que generan la exclusión, la visibilidad se queda en algo superficial y simbólico. Por eso, nuestro enfoque debe pasar de simplemente querer ser notados a exigir cómo vamos a cambiar las reglas del juego para lograr una inclusión real y activa.
La invisibilidad no es solo un estado simbólico; es una consecuencia concreta del abandono institucional y de la negación sistemática de la dignidad humana. Hacerse invisible ante el sistema es perder el derecho a ser escuchado, a ser reconocido, a ser ciudadano. La tesis nos plantea como la invisibilidad se transforma en una forma silenciosa de violencia privando a las personas de derechos fundamentales fomentando la exclusión. Este fenómeno no solo ocurre de manera individual, también, se da a nivel de estructuras sociales permitiendo que unos sean vistos y valorados, mientras otros quedan aislados, en total indiferencia.
Mediante este análisis reflexionamos y estamos de acuerdo acerca del poco interés que muchas veces tenemos en ayudar a las demás personas, a menudo preferimos mirar hacia otro lado en lugar de tender la mano; la visibilidad no debe ser solo para aquellas personas que se destacan por ya tener dinero o simplemente por controversia, está debe ser un derecho para todos brindando respeto escucha y reconocimiento. Este fenómeno no es solamente algo simbólico: incluye también un abandono institucional que afecta la dignidad, la autoestima y el sentido de pertenencia de las personas. La ausencia de respuesta oportuna, la burocracia y el trato despersonalizado alimentan la exclusión y naturalizan la indiferencia. Esta falta de visibilidad y respuesta no solo genera frustración, sino también, va transformando a las personas en seres invisibles, perdidos vagando por el mundo sin sentido.
En conclusión, la invisibilidad social es un problema ético y político que compete tanto al Estado como a la sociedad civil: no basta con existir biológicamente, es necesario ser visto, escuchado y reconocido. Esta situación es una forma muy puntual de violencia que se muestra en la falta de reconocimiento, la indiferencia institucional y la exclusión diaria hacia aquellas personas que socialmente no son destacadas. Por esto es por lo que comprender el vínculo entre la exclusión, la falta de reconocimiento y la ilegalidad es la clave para construir un orden que sea realmente justo e inclusivo para todos. Reconocer al otro no es simplemente un acto de cortesía, sino una necesidad ética para preservar la dignidad y la integración social.
La situacion expuesta en la serie Invisible nos muestra una realidad cotidiana, la cual ignoramos por la estructuracion social que se ha construido a lo largo de la vida historicamente, en donde se evidencia una deshumanizacion con aquel que evadimos volviendolo invisible a traves de nuestros ojos y los de la sociedad.
En este punto nos encontramos expuestos a la realidad social que hemos normalizado, sin tener presente las consecuencias que puede tener en el otro y la misma sociedad. No reconociendo al otro por su status social, raza,apariencia, carencia de poder y su forma de pensar, lo que nos lleva a vulnerar sus derechos y quitarles la dignidad. En donde pueden haber afectaciones internas y externas, en las cuales los llevemos a sentir que no tienen un valor en la sociedad y debido a ello los condenamos a una existencia marcada por la invisibilizacion y la marginacion de poblaciones enteras, negandoles una voz y participacion en la vida colectiva.
En conclusion este analisis nos permite replantearnos como individuos pertenecientes a una sociedad donde se encuentran estas desigualdades que nosotros mismos hemos impuesto, y nos invita a un llamado de reflexion sobre nuestro propio actuar con el projimo. No es justo, ni sano denigrar a otro, debemos ver el mundo desde una manera horizontal y no vertical, asi dandole el valor correspondiente a cada ser humano. Esto nos lleva a pensar que al reconocer al otro pleno a sus derechos es condicion indispensable para romper con el ciclo de pobreza, invisibilizacion y violencia, para asi avanzar a una sociedad mas justa y solidaria.
El ensayo de Montoya me pareció muy potente, sobre todo al conectar la serie Invisible con problemas reales de América Latina. No podemos quedarnos solo en la idea bonita de que "ser visto importa". De hecho, el texto demuestra que la invisibilidad es una forma de agresión, un golpe duro que viene de las estructuras sociales. Pensemos en lo que pasa con Zenzi: la dejan esperando, no le responden, la ignoran en una obra de construcción. Dicho de otro modo, el sistema le está diciendo: "no existes". Y eso, en mi opinión, es un tipo de violencia institucional silenciosa que sufrimos a diario. A fin de cuentas, si el Estado no ve a los desaparecidos o a la gente pobre, el mensaje es que su vida no vale.
Ahora bien, la parte más interesante es la que habla del daño que esto genera. Y es que no te ven, no solo te sientes mal, sino que tu autoestima y tu dignidad se van al piso. El texto trae a colación a autores como Honneth y Lévinas para explicar que el reconocimiento es una necesidad humana básica, por lo tanto, negarlo es negarte como persona. Para ser claros, el ensayo no está pidiendo un favor; está señalando que el derecho a ser reconocido y validado por la sociedad es fundamental. Así las cosas, cuando alguien se lanza a la ilegalidad o a la violencia, muchas veces no es solo por pobreza material, sino más bien porque ya perdió el sentido de pertenencia y busca cualquier forma de que "el otro" reconozca su existencia, incluso a través del odio o el delito.
En resumen, el ensayo logra que entendamos que la invisibilidad no es un problema individual, sino un problema colectivo. En consecuencia, la solución tampoco puede ser individual. La lucha para que te vean, como el grito desesperado de la protagonista, es un clamor por justicia. Es decir, si queremos construir una sociedad menos violenta y más justa, tenemos que cambiar la forma en que las instituciones y la gente en general "miran" y, lo que es más importante, "reconocen" a los demás. Por ejemplo, la próxima vez que veamos una noticia sobre un tema social, deberíamos preguntarnos si estamos viendo a las personas o simplemente el problema. Al final, la invisibilidad social es un espejo de nuestra propia ceguera y tenemos la responsabilidad de romper ese silencio.
En la serie, vemos retratada la invisibilidad, la cual se hace presente en nuestra sociedad del silencio. En primer lugar, esta invisibilidad se define como la incapacidad o, mejor dicho, la falta de voluntad de ver las diferentes realidades que nos rodean. Por ejemplo, las deficiencias en el servicio, las irregularidades y el cierre total de casos no resueltos ante entidades como hospitales, bancos y organismos gubernamentales son una clara evidencia de esta problemática. Además, muchas de estas situaciones quedan en un estado de espera, siendo ignoradas o incluso olvidadas por completo. Esto se debe a que hemos normalizado la falta de respuestas, convirtiéndonos así en víctimas de una violencia institucional silenciosa. De hecho, esta violencia se alimenta día a día gracias a nuestra pasividad y a la aceptación de la indiferencia que nos rodea.
A lo largo de la historia de las civilizaciones, se ha marcado fuertemente una desigualdad entre las clases sociales y raciales, el reconocimiento social se hacía merecido solo a aquellos que poseían algún cargo o titulo importante. En consecuencia, de ha evidenciado una marginalidad por parte de las instituciones como lo es el Estado, organizaciones de la salud, entre otras; estos institutos deberían velar por el bienestar e integridad de las personas, por hacer visibles sus necesidades sin hacer distinción alguna de clases, razas, culturas, entre otras identidades de cada grupo social. Sin embargo, estos agentes son los principales encargados de ignorar e invisibilizar a los individuos, e incluso, abandonarlos vulnerando sus derechos y sometiendo al olvido a una sociedad necesitada.
"No se trata de justificar la ilegalidad, sino de comprender que los males sociales no surgen en el vacío, sino en contextos donde la exclusión, la humillación y la falta de reconocimiento son terreno fértil para su reproducción".
A modo de ver no se trata de excusar la ilegalidad sino de entender que la exclusión, humillación, el no ser escuchado, el que no te permitan existir tienen raíces, tienen un comienzo, por consiguiente cada que se realizan esos males los cimentamos se vuelven más fuertes o más fertiles, es decir cada día se vuelve más complicado de acabar con estos males. Y como dice Pierre Bourdieu “la miseria del mundo no es sólo económica, es también simbólica” (Bourdieu, 1999, p.72), de modo que la falta de valoración perpetúa desigualdades.
Por último, cabe resaltar la importancia de algunas de la referencias proporcionadas en la tesis, principalmente la que corresponde a Axel Honneth ya que de manera breve, nos situa en la posición de alguien que no recibe el más mínimo reconocimiento en la sociedad y como esto podría terminar en la manifestación de pensamientos o actividades hostiles contra la misma comunidad. Básicamente nos expone que el hecho de que hagamos sentir invisible a otro ser humano ignorandolo tanto activa como socialmente, podría terminar por incubar una personalidad antisocial en algun sujeto que permanezca a nuestro alrededor, finalizando no solo con sus interacciones sociales como persona sino que dejando una cicatriz psicológica casi irreversible, evidenciando la importancia que tiene el ambiente sobre los individuos y como en el peor de los casos podría traer consecuencias negativas.
La invisibilidad social no es un recurso literario o una metáfora; es un fenómeno concreto que refleja la falla de las instituciones y la indiferencia colectiva ante ciertos sujetos. Cuando personas en la situación de Zenzi recorren espacios públicos o esperan respuestas en oficinas sin ser vistas, se enfrentan a una violencia fría que niega su dignidad y derechos fundamentales. Como señala Sócrates, “ser ignorado es peor que ser odiado, porque al menos el odio reconoce tu existencia”, y esta frase condensa la experiencia de quienes son invisibilizados por la sociedad. La invisibilidad estructural evidencia cómo la sociedad decide a quién percibir y a quién ignorar, y sus consecuencias se traducen en exclusión, pérdida de identidad y desgaste del sentido de pertenencia. La falta de respuesta institucional, el trato despersonalizado y la indiferencia prolongada generan daños notables que condicionan la vida cotidiana de los sujetos marginalizados.
El argumento central sostiene que la ausencia de reconocimiento social e institucional desgasta la autoestima, la identidad y la posibilidad de ejercer plenamente la ciudadanía. Honneth (1997) advierte que “las personas que se ven privadas del reconocimiento adecuado pierden también la posibilidad de relacionarse consigo mismas de forma positiva, lo cual puede derivar en actitudes hostiles hacia la sociedad” (p. 162), mientras que Taylor (1994) explica que la demanda de reconocimiento surge porque “una persona o un grupo de personas pueden sufrir daños reales” si se les devuelve una imagen degradante de sí mismos (p. 25). Ignorar al otro no es solo negligencia, sino una práctica que reproduce desigualdad y alimenta marginalidad, exclusión y respuestas desesperadas para recuperar visibilidad. La invisibilidad, impuesta por el poder y la indiferencia, fortalece estructuras de desigualdad que afectan especialmente a grupos vulnerables.
La invisibilidad no es un hecho aislado, sino un fenómeno social que define la relación entre individuos y estructuras de poder. Lévinas (1961) sostiene que “ser visto por el otro es el comienzo de toda responsabilidad” (p. 215), mostrando que la visibilidad es condición para la dignidad humana. La serie denuncia esta realidad y convoca a reflexionar sobre nuestra propia ceguera social: ignorar al otro no es neutral, sino un acto que deteriora su humanidad. Reconocer al otro no es un gesto de cortesía, sino un derecho indispensable para construir sociedades más justas, y que sean conscientes del valor intrínseco en cada persona.
Durante el ensayo su argumento hace énfasis en que, tanto la existencia de las personas como el valor de sus emociones o sentimientos, deben ser tenidos en cuenta, porque a pesar de no ser seres influyentes o controversiales, merecemos ser reconocidos simplemente por nuestra existencia. Dando lugar a que el ser humano no se limita solo a lo visible, y que ignorar lo invisible termina por desmoronar nuestra existencia misma. En este sentido, lo invisible constituye aquello que nos humaniza, pues son las emociones, la dignidad y la capacidad de sentir lo que da profundidad a la vida. Negar esta dimensión equivale a reducir a las personas a simples engranajes de un sistema utilitarista, donde lo que no se mide o se observa se desprecia. Reconocer lo invisible es, entonces, reconocer la riqueza de cada individuo, su subjetividad y su capacidad de aportar al mundo desde su existencia, más allá de los parámetros impuestos por la sociedad.
En relación al ensayo argumentamos que, estamos a favor de lo que allí se plantea sobre la serie porque coincidimos en el pensamiento de que en nuestra sociedad actual, se está dejando de lado o discriminando a las personas de raza o menos favorecidas. Las estructuras de poder refuerzan la desigualdad, invisibilizando a quienes no cumplen con los estándares dominantes de belleza, riqueza o influencia. Lo invisible, en este contexto, son las historias personales, las emociones calladas y las luchas silenciosas de quienes no son reconocidos públicamente, pero que también constituyen el tejido social. Sin embargo, lo invisible peca de practicidad, porque nuestras decisiones cotidianas tienden a guiarse por lo tangible y lo observable, dejando a un lado lo subjetivo. Esta subjetividad puede generar distorsiones al estar mediada por las experiencias individuales, lo que dificulta que se le otorgue el mismo valor que a lo evidente. No obstante, lo invisible no debería ser un obstáculo, sino un complemento, ya que permite una comprensión más amplia de la realidad, enriquecida por múltiples perspectivas y vivencias.
Por lo que en conclusión, nos encontramos en un mundo sumido en la intolerancia y la decadencia, donde se le da más relevancia a los más favorecidos así como también se limita y excluye la participación y notoriedad de aquellos que no cuentan con las mismas oportunidades de vida. Cuando se desconoce lo invisible, se perpetúa la desigualdad y se condena al silencio a quienes no poseen poder ni visibilidad social. Por ello, se hace urgente aprender a valorar tanto lo visible como lo invisible, reconociendo que la verdadera riqueza humana está en la diversidad de pensamientos, emociones y experiencias que cada persona aporta. Solo así se podrá construir una sociedad más justa y equitativa, en la que nadie sea despojado de su derecho a existir plenamente y a ser reconocido, no por lo que tiene, sino por lo que es.
3. El argumento principal del ensayo "Lo que no se ve también importa" es que la invisibilidad social, producto de la indiferencia institucional y la falta de reconocimiento, constituye una forma de violencia estructural que niega la dignidad humana, daña la identidad y puede empujar a los individuos marginados hacia conductas desesperadas o ilegales como un intento de hacerse visibles.
4. Desde nuestra perspectiva grupal, consideramos que el ensayo presenta un argumento sumamente pertinente y necesario en el contexto social actual. La forma en que se desglosa la experiencia de Zenzi en la serie "Invisible" como un reflejo de la violencia estructural es impactante y, por ende, profundamente acertada. En efecto, la serie, a través de su narrativa, expone las fallas sistémicas que conducen a la marginación y al silenciamiento de individuos y comunidades enteras. Por lo tanto, coincidimos plenamente en que la invisibilidad no puede ser relegada a una simple condición simbólica; se trata de una manifestación tangible de cómo las instituciones y la sociedad, a través de la indiferencia y la falta de respuesta, niegan sistemáticamente los derechos y la dignidad de las personas.
Asimismo, creemos que el ensayo acierta al destacar la importancia del reconocimiento social como un pilar fundamental para el desarrollo de la identidad humana. En este sentido, la referencia a autores como Honneth, Taylor y Lévinas (Montoya, s.f.) refuerza la idea de que ser visto, escuchado y validado no es un capricho, sino una necesidad intrínseca. De hecho, la ausencia de este reconocimiento genera cicatrices emocionales y psicológicas que erosionan el sentido de pertenencia y el valor propio. Por consiguiente, la demanda de Zenzi por ser vista trasciende lo individual para convertirse en un grito colectivo, una súplica por la dignidad que resuena en innumerables personas que luchan contra la exclusión y la indiferencia en sus propias vidas.
Finalmente, es crucial la conclusión a la que llega el ensayo: la visibilidad debe ser entendida como un derecho ciudadano, no como un privilegio. En otras palabras, la serie "Invisible" y el análisis que la acompaña nos invitan a una reflexión ética profunda sobre nuestras propias prácticas cotidianas. Así pues, debemos cuestionar cómo nuestras miradas, nuestras escuchas y nuestras interacciones contribuyen, ya sea de forma activa o pasiva, a perpetuar o a desafiar la invisibilidad social. En definitiva, este ensayo nos impulsa a ser agentes de cambio, promoviendo una sociedad donde el reconocimiento mutuo sea la norma y no la excepción, construyendo así un orden más justo e inclusivo para todos.
Grupo 10
Argumento del ensayo:
La invisibilidad social no es solo un efecto de la indiferencia individual; es también una consecuencia de estructuras históricas de poder, de género, de raza, de clase.
Después de leer y analizar el ensayo ”Lo que no se ve también importa” sobre la serie de Netflix Invisible, por consiguiente, nos sensibilizamos sobre este tema ya que en nuestro entorno también se dan casos como el de Zenzi a causa de fallas e indiferencias estructurales.
Conversamos y juntamos nuestras posturas, así que concluimos, la invisibilidad social abunda, por lo cual, está normalizada y se ve como algo del curso natural de nuestra sociedad, sin embargo, no es algo natural, pues es una consecuencia de una edificación de la sociedad que margina y excluye a quienes se considera mediática y sistemáticamente no adecuados para ser vistos o reconocidos.
Cuando las personas son ignoradas por el Estado y la sociedad, su vida se vuelve muy difícil. Sentirse invisible, no solo duele emocionalmente, sino que también puede llevarlas a tomar decisiones desesperadas. Por eso, ser visto, escuchado y reconocido, no debería ser un privilegio de unos pocos, sino un derecho que tenemos como seres humanos.
La invisibilidad no puede entenderse únicamente como una metáfora o estado simbólico; asimismo, el reconocimiento social emerge como una condición fundamental para el desarrollo pleno de la identidad humana, por lo tanto, la ausencia de reconocimiento genera daños reales en la autoestima, la percepción del valor personal y la dignidad, afectando profundamente el sentido de pertenencia.
Película:Invisible
Título Original:Unseen
Director: Ozgur Onurme
Año: 2023
País: Sudáfrica
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