Infiernos

El largo viaje de Alejandro Bordón pertenece a ese raro tipo de películas que no se limita al registro de una realidad social o política, sino que, además de denunciar los hechos que relata, interviene sobre ellos. Es decir, que la filmación misma resulta un acto sobre la situación que la película registra, tomando nota de los efectos en lo real que su realización produce, afectando a los sujetos sobre los que interviene. El proceso de filmación produce así una interpelación que ya no es al espectador (eso ocurre recién en un segundo momento con la exhibición del film), sino a quienes se ven involucrados e involucradas en la escena del film mismo.

Un ejemplo de este tipo de documental es La delgada línea azul, de Errol Morris, en el que una serie de entrevistas a personas vinculadas al asesinato de un policía consigue, en el curso mismo de la filmación, la confesión del verdadero culpable del crimen, logrando así la liberación de un preso inocente. Otro ejemplo es el film argentino Juan como si nada hubiera ocurrido, de Carlos Echeverría, que documenta la investigación realizada por el director y su equipo en torno de lo sucedido con Juan Herman, el único desaparecido en Bariloche bajo la dictadura militar. La filmación misma del documental –en el que se recurre a cámaras ocultas en algunos tramos–permite obtener testimonios preciosos de amigos y familiares, pero sobre todo de cómplices y perpetradores de la desaparición, al punto que al final del film sabemos lo que le pasó a Juan y quienes son algunos de los culpables. The Rati Horror Show, de Enrique Piñeyro es otro ejemplo: no es un mero documental sobre la llamada “masacre de Pompeya”, sino la mejor defensa que Fernando Carrera llegó a tener de su caso, por el que fue condenado siendo inocente. Al punto que el film logró que la Corte Suprema de Justicia de la Nación pidiera la revisión del caso y se lo excarcele. [1]

El largo viaje de Alejandro Bordón, también testimonia sobre una causa armada [2] , en este caso por la policía de la Provincia de Buenos Aires. Los hechos sucedieron en 2010 y afectaron a un empleado aeroportuario, Alejandro Bordón, quien fue salvajemente golpeado y encarcelado por un crimen que no cometió, a su esposa Susana, humillada y vejada por la policía cuando reclamaba por la inocencia de su marido, a los dos hijos del matrimonio… y a toda una sociedad que se vio una vez más manipulada por el poder de turno.

Dado que la película se acaba de estrenar, no adelantaremos la vía por la que la trama suplementa lúcidamente los hechos relatados. Nos limitaremos a recomendarla enfáticamente, apuntando dos viñetas imprescindibles:

La primera, el hallazgo del montaje, que alterna testimonios y recreación de lo sucedido con imágenes del Infierno de Dante Alighieri. A la manera de una puesta en abismo –una obra dentro de otra obra–, el recurso a La Divina Comedia desdobla, redobla, la escena de horror. Una mirada atenta sobre esas litografías de Gustave Doré permite apreciar la envergadura del espanto, leída ahora en la filigrana plástica del film.

La segunda viñeta también tiene que ver con una escena sobre la escena, pero con un aditamento especial. En la premiere de la película estaba presente en la sala Nora Cortiñas, la histórica madre de Plaza de Mayo, agonista de tantas causas populares. Norita, quien aparece en el film durante la recreación de la audiencia judicial, acompañó desde el inicio la gesta de la familia Bordón. Estuvo entonces en el juicio real, en su recreación ficcional y luego en el estreno de la película. Improvisadamente, los aplausos en la escena cinematográfica se funden con los de la sala de Gaumont en un sorprendente efecto de multiplicación político-dramática.

Y como epílogo, a la salida del cine, un padre repartía volantes pidiendo por la libertad de su hija, víctima de otra causa armada. Imposible no recordar a las Madres y Familiares en aquel invierno de 1982, todavía en dictadura, repartiendo volantes a la salida de las funciones de Missing, la película de Costa-Gavras protagonizada por Jack Lemmon y Sissy Spacek. Lo hacían explicando a los espectadores la diferencia entre la lucha solitaria de un padre norteamericano que indaga por el destino de su hijo desaparecido en el Chile de Pinochet, y la gesta colectiva de los movimientos de Derechos Humanos en Argentina.

Una nueva escena sobre la escena, que nos abisma a esa curiosa función del cine, cuando se propone genuinamente militante: dar testimonio de una realidad que a la vez transforma con su gesto creador.

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