Haiku

madre de ostras
y padre ausente de mar
plato de aprendiz

(Haiku para opera prima de Tomás De Leone)

“No digo ¿nunca aprendieron nada? porque aprender es algo terrible, hay que atravesar toda la estupidez de los que explican las cosas, y eso es algo pesado. ¿Saber algo no es acaso siempre una cosa que se produce en un relámpago?”
Jacques Lacan

Como se sabe, el haiku es una forma poética japonesa de diecisiete sílabas, organizadas en tres versos de cinco, siete y cinco moras respectivamente. La secuencia aúna concepto, musicalidad y movimiento, de suerte tal que cada verso puede pensarse como un plano cinematográfico. De allí que el gran realizador ruso Serguei Eisenstein lo adoptara para pensar la operación del montaje, sacando provecho de su capacidad de síntesis y fuerza emocional. [1] También el psicoanálisis se valió del haiku en su analogía con la interpretación. Eric Laurent, analizante de Jacques Lacan, propuso hacer del sujeto el vacío del haiku de su enunciación.

El aprendiz, la ópera prima de Tomás De Leone puede pensarse como un haiku. No por azar, en su estreno en el Malba, su director hizo un especial reconocimiento a la labor del montajista, asumiendo que la película, como el cine mismo, es la suma de las decisiones que se deben tomar al momento de editar. [2]

¿Qué quiere decir que puede pensarse como un haiku? Que la vida también es el recorte que hagamos de ella. Que si tomamos tres fotogramas cualesquiera, como los que encabezan este comentario, en el primero encontramos al sujeto de la repetición. [3] Es el de la toma inicial, con los cuatro aprendices de matones en el auto repartiéndose el dinero de una apretada, o fanfarroneando frente al barrio. Recordemos que “aprendiz” tiene la misma raíz de “apremiar”, y la escena de los cigarrillos en el auto es deliberadamente exasperante, apremiante, para que el espectador se incomode en ella y la retenga hasta el final. Para que cuando retorne, modificada, pueda resignificarla. Sólo entonces podrá re-conocer el movimiento del film.

El segundo fotograma es el de la interpelación: imaginar una receta propia, en el juego de las artes culinarias o en el del amor, es ya conmover la serie Aprendiz, Segundo de cocina, Cocinero… No se aprende a ser hijo (como tampoco a ser padre, o madre), sino que ello acontece (si acontece), en un relámpago. Cuando en nuestro epígrafe Lacan habla de la estupidez del aprendizaje, no lo hace en su sentido banal, peyorativo, sino en el más riguroso: estúpido significa estupefacto.

Y el tercer fotograma, que puede ser ese o cualquier otro del tramo final, introduce el efecto sujeto, que por cierto excede la propia historia que puede contar una película. Cuando el personaje produzca el giro, que naturalmente no adelantaremos aquí, sabremos que estamos ante una intuición genial.

El haiku es ese montaje que hace verosímil el acontecimiento. También el del artista, quien a la manera del personaje que dibuja en la pantalla, se inventa a sí mismo en el relámpago de la creación.

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