Entre las excelentes películas que proponen interlocución con el teatro, sin duda ocupa ya un lugar destacado “Drive my Car”, ganadora de varios premios, entre ellos un Oscar, y recientemente incorporada a la programación de Netflix. El film está concebido a la manera de una puesta en abismo, en la que la trama principal se desdobla en al menos dos escenas, una que transcurre en los ensayos de “Tío Vania” de Chéjov, y la otra en los viajes en auto, durante los cuales el protagonista repasa los parlamentos de la obra.
En la escena principal, Kafuku es un exitoso actor y director de teatro que está casado hace veinte años con Oto, una mujer inteligente y sensual, que es a su vez guionista. Habían tenido una hija que murió a los cuatro años y desde entonces la pareja atraviesa un duro duelo. Ella ama a su marido, pero tiene aventuras con otros hombres… y se niega a quedar nuevamente embarazada. Conoce a un joven actor que se ha transformado en su amante y cuando se decide a hablar de ello con su esposo, muere repentinamente a causa de un derrame cerebral.
Dos años más tarde, Kafuku se ha trasladado a la ciudad de Hiroshima para dirigir una adaptación de la obra de Chéjov y durante el casting se encuentra con el joven actor que había sido amante de su mujer. Lo elige para el protagónico del tío Vania, papel que que él mismo había representado en teatro. A su vez, por exigencias del contrato, a Kafuku le asignan una joven chofer para que conduzca su auto, en largos trayectos durante los cuales él escucha una cinta con los parlamentos de la obra grabados en vida por su esposa. [1]
Comienza así a desplegarse una trama compleja cuyas aristas no revelaremos aquí, pero que encuentra su núcleo de interés en la estructura de puesta en abismo. Recordemos que el concepto refiere a una obra al interior de otra, cuando la segunda establece un diálogo con la primera y arroja una nueva luz sobre ella. Una película dentro de una película, una obra de teatro dentro de otra –como la célebre play scene de los comediantes en Hamlet, que termina delatando al asesino del Rey–. En este caso, el desdoblamiento de escenas, hace de los personajes de Chejov una evocación de las pérdidas en la historia principal. Desde la llegada a la hacienda del crítico de arte, la frustración del tío Vania, el amor no correspondido de Sonia por el médico de la familia, la belleza inalcanzable de Elena, hasta los pasajes al acto suicida, el teatro deviene espejo de la vida. Y viceversa.
Con “Drive my Car”, el director japonés Ryusuke Hamaguchi, ofrece una obra imprescindible para conocer el tratamiento del duelo en la literatura de Haruki Murakami, que inspira la película, y por cierto para revisitar la inmortal pieza de Chéjov, en una recreación tan desconcertante como lúcida y singular.
NOTAS
[1] La elección de la ciudad de Hiroshima para la trama de la historia resulta doblemente sugerente. De un lado, por las imponentes tomas aéreas de puentes y autopistas, que contrastan con la memoria devastada de la bomba; del otro, por la intimidad de los diálogos, que evocan pasajes de “Hiroshima Mon Amour” el film de Alain Resnais, dedicado justamente a la tramitación de un duelo.
Película:Drive My Car
Título Original:Doraibu mai kâ
Director: Ryûsuke Hamaguchi
Año: 2021
País: Japón
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