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El nombre del padre como requisito para acceder a una historia no-toda

por Dechecco, Santiago

Universidad de Morón

Resumen:

La serie antológica Black Mirror (Brooker, 2011) nos enfrenta a escenarios en los cuales todo ha quedado bajo la égida de la tecnología digital. Nos interesa particularmente el capítulo titulado The Entire History Of You ya que permite interrogarnos respecto de las consecuencias del uso de dispositivos tecnológicos que convocan al sujeto a un goce que se torna difícil de acotar. Creemos que el periplo mortificante realizado por Liam, el personaje principal de este episodio, es un fiel reflejo de lo antedicho.
Por otro lado, el enlace borromeo que Lacan propone aporta una clave ineludible a la hora de leer qué sucede cuándo, por el empuje del sentido proveniente desde el registro imaginario, se inunda el campo de lo simbólico.
El escenario ficcional elegido resulta propicio para señalar similitudes con lo que produce la actual articulación entre ciencia, mercado y catarata de imágenes. Es así que asistimos a una época en la cual la inhibición se ha vuelto moneda corriente y, con ella, el desfallecimiento de los lugares que el registro simbólico nos convoca a encarnar.

Palabras Clave: Simbólico | Imaginario | Falo | Tecnología

The Name of the Father as a Requisite to Get Access to a Non-Whole History

Abstract:

The anthological series Black Mirror (Brooker, 2011) confronts us with scenarios in which everything has come under the aegis of digital technology. We are particularly interested in the chapter entitled The Entire History of You since it allows us to question the consequences regarding the use of technological devices that summon the subject to a jouissance that becomes difficult to delimit. We believe that the mortifying journey carried out by Liam, the main character of this episode, is a true reflection of the above.
On the other hand, the Borromean knot that Lacan proposes provides an inescapable key when it comes to reading what happens when, due to the push of meaning coming from the imaginary register, the field of the symbolic is flooded.
The chosen fictional scenario is conducive to pointing out similarities with what the current articulation between science, market and barrage of images produces. Thus, we are witnessing a time in which inhibition has become commonplace and, with it, the collapse of the places that the symbolic register calls us to embody.

Keywords: Symbolic | Imaginary | Phallus | Technology

En el comienzo, el fin

The Entire History Of You es el tercer episodio de la primera temporada de la célebre serie Black Mirror (Brooker, 2011).

Tras una entrevista de trabajo que finaliza con un dudoso “de verdad deseamos esperar volver a verte de nuevo” que precipita el final de la reunión, Liam abandona el recinto y se dirige a tomar un taxi para que lo lleve al aeropuerto.

La entrada del personaje al vehículo nos pone frente a una escena en la cual se torna insoslayable la presencia de lo digital: a partir de que Liam apoya un dispositivo similar a un pendrive se despliega, pantalla transparente mediante, un menú que ofrece información sobre su persona, sobre el recorrido que está por hacer; y, frente al pasajero, aparece una publicidad respecto del Willow Grain, cuya utilidad consistiría en asegurar una memoria de espectro total.

El discurso publicitario nos relata que la instalación del “grano” es indolora puesto que se realiza con anestesia local y se consigue por menos de lo que sale una taza de café. De todas formas, ninguna de estas coordenadas estarán presentes en el periplo de Liam. Para él, inadvertido respecto del deseo que lo habita, habrá dolor, desolación y un gran precio que pagar.

Durante el viaje en taxi, Liam comienza a revisar lo sucedido durante la evaluación. Nos enteramos de esta forma cómo funciona el implante que hace un momento era anunciado por la publicidad. Inseguro respecto de su desempeño, accede a lo registrado por ese implante que hace las veces de prótesis para la memoria: archiva todo lo visto y todo lo oído y lo acomoda en carpetas accesibles y fácilmente localizables. Basta que Liam ingrese al compartimento titulado “Hoy” para que la minuciosa recapitulación de lo sucedido empiece. Estamos ante una jerarquización digital intuitiva, amigable, alienante y mortificante.

Nuestro personaje detecta una discrepancia en la frase final dicha por el hombre que conducía la reunión y eso le es suficiente para abrocharle un sentido a ese momento: la entrevista fue un desastre y no lo van a volver a llamar.

Así, con esta desazón a cuestas, decide ir a un encuentro organizado por un matrimonio amigo de Fiona, su esposa.

Esta decisión parece agotarse en instancias yoicas. No habría un más allá o un más acá respecto de los propósitos iniciales para los cuales fue concebida, y correría por el andarivel de la unidad imaginaria del yo (el cual se postula como agente de todo lo que dice y lo que hace).

Dado que Liam llega a la cena con un aire apesadumbrado, alicaído, podemos suponer varias razones que expliquen el porqué de la elección de ese destino. Quizá fue a buscar alguna animada charla que lo distrajera, algún gesto que lo reconfortara, o, quizás, simplemente no quiso pasar ese mal trago en soledad.

La anfitriona de la reunión lo recibe con un gesto de desconcierto. Él se presenta, pero ella tarda unos segundos en saber que se trata del marido de su amiga. Ingresan a la casa y mientras recorren el pasillo de entrada la mujer le dice: “nosotros no sabíamos… Bueno, ella no sabía si ibas a poder venir”. Es decir, no contaban con que Liam se iba a presentar para compartir esa velada, y él no se ocupó de anunciar su llegada.

Cuando finalmente ve a Fiona, el cuadro que se le presenta lo inmoviliza. Desde una distancia considerable, observa a su mujer hablando con un amigo, llamado Jonas; y, tal como lo escribe Natacha Lima (2020), “esta secuencia que en tiempo real dura segundos alcanza para sembrar en él la duda respecto de la relación entre su mujer y este amigo” (p. 41). ¿Distancia prudencial porque lo que vio lo paralizó, o distancia que le ofrece una visión panorámica óptima para registrar todo al detalle?

Tenemos hasta aquí un personaje que lleva adelante una acción que parece clausurarse sobre sí misma. Liam decide ir a la juntada porque su evaluación no fue como él lo esperaba y eso le dejó tiempo libre como para poder asistir a la cena. Pero allí tropieza con algo, con una visión que su ojo maquínico, paranoico, no va a soltar. Ha encontrado terreno fértil para desplegar un gesto excesivo que habrá de concernirle e implicarlo más allá de esas intenciones yoicas que, en apariencia, lo condujeron hasta ahí.

Se plantea, así, una cuestión inquietante: Liam se dirige sin previo aviso a cenar a la casa de los amigos de su mujer. ¿Le retornará esta acción de manera que lo interpele y lo enfrente a interrogantes que pueden aparecer bajo la tónica de por qué hice lo que hice o por qué dije lo que dije?

“Allí, una cosa distinta exige su realización, una cosa que aparece como intencional, ciertamente, pero con una extraña temporalidad” (Lacan, 1964, pp. 32-33). Esa extraña temporalidad implica que la apertura al tiempo del deseo está ligada al efecto de lectura y de retracción, “donde las causas pueden constituirse a posteriori de los efectos” (Bassols, 2011, p, 77).

Por lo tanto, hasta aquí nada sabemos sobre las razones que motivan a Liam a conducirse de esa forma. Habrá que decir que el saber con el que él cuenta para anoticiarse de esta elección es un saber no sabido, algo del orden de un punto ciego no nominado respecto de su propia historia. Donde se pretendía saturación yoica, aparece un resquicio para poder leer algo de la división del sujeto del inconsciente.

Cuando la imagen quiebra el lugar

Miquel Bassols, en su prólogo a Adoles(seres), de Guillermo López (2019), habla de que estamos inmersos en un mundo omnivoyeur que ofrece un gran catálogo de fachadas para que nos identifiquemos con ellas. Si ante la avanzada del imperio de la imagen no llega una interpretación que funcione como punto de capitón, es decir, una lectura que de manera retroactiva permita resignificar la escena, uno de los riesgos que se corre es que el “instante de mirar que definió la sexualidad infantil” se prolongue indefinidamente (p. 14). Extensión que, autores como López o José Barrionuevo, ambos seguidores de Lacan, entienden que puede denominarse como “vacilación del fantasma”: un eterno procrastinar que promueve que la dimensión de objeto del deseo del Otro prevalezca sobre la instalación del sujeto de deseo.

La cualidad omnivoyeur actual no tarda en aparecer como un rasgo común con el escenario ficcional que estamos trabajando. Imágenes que se reiteran, detalles que se amplifican para que la consistencia aumente. Se fragmentan escenas para que, en la juntura de esas minucias, advenga el sentido que fascina y captura.

Barrionuevo (2019) retoma lo que Lacan expone respecto de las intersecciones que se arman en el modelo aplanado del nudo borromeo. Escribe lo siguiente: “En las intersecciones de los tres registros se ubica el matema lacaniano de los goces (fálico, del Otro y de sentido)” (p. 49). En el punto en el que se intersectan lo imaginario con lo simbólico, Lacan (1974) ubica el goce de sentido. Por otro lado, en el empalme de los mismos dos registros, coloca al término freudiano “inhibición”. Es así que podemos pensar que, ante la oleada imaginaria que promueve un sentido que se pretende imposible de fisurar, la dimensión simbólica queda inhibida. Lacan (1974) se interroga sobre este punto de la siguiente manera: “¿cómo la inhibición puede tener que ver con este efecto de detención que resulta de su intrusión en el campo de lo simbólico?”

Barrionuevo (2019) continúa explicando lo que sucede con la angustia como fruto del desborde o invasión de lo real sobre lo imaginario, con el empuje del goce del Otro. Lo que rastreamos aquí es lo que sucede como resultado del trasvasamiento de lo imaginario hacia lo simbólico, con el empuje del goce de sentido. Lo imaginario es aquella dimensión que sostiene la aparente consistencia del sentido, en este caso un sentido que aparece como indiscutible, como “inagujereable”, que hará que lo simbólico desfallezca. El empuje de lo imaginario puede llevar a que lo articulado vía significante se disloque y se descompense la legalidad que sólo es pensable dentro del campo del lenguaje: ser padre para, en el caso de Liam, una hija (Carbajal et al, 1985).

Será en ese abrochamiento del sentido que Liam encontrará un medio para poner a jugar un más allá relativo “no a la muerte, sino a un goce mortificante repetitivo e infinito, del que el sujeto no puede sustraerse” (Laso, Michel Fariña 2020, p. 14).

El imperativo de la imagen aniquila al Nombre del Padre como sostén del orden simbólico. Es la sustitución de la ley del padre por la ley del mercado (López, 2019), la cual inunda la escena con objetos que incitan al acceso al culto del registro de lo imaginario. Son, tal cual los caracteriza López, “pequeños —falsos— objetos a, los gadgets, objetos prediseñados que la sociedad capitalista ofrece” (p 49). Ahora bien, ¿de qué manera esos gadgets funcionan como falsos objetos a? ¿Será porque no sostienen la articulación entre los tres registros del nudo borromeo?

Tecnología óptica mediante, se pretende hacer de ese mundo, un mundo omnivoyeurista (en el que todos los personajes son compelidos a consumir su vida que aparece así desprovista de la lógica del no-todo). Esta memoria inagotable todo lo registra y ese registro pasa a estar al servicio de la política de la revisión, política que lleva al sujeto a recordar y recordar, pero no a resignificar, tal cual lo señala Lima (2020).

Willow Grain, un juguete rabioso

La traducción del título del episodio es Toda tu historia. Es gracias al “dispositivo electrónico del tamaño de un grano de arroz que permite registrar de manera exhaustiva y selectiva todo lo acontecido, [que] el ser humano logra vencer al olvido” (Lima, 2020, p.41). Examinemos, por lo tanto, un poco más de cerca cuáles son las implicancias de su implantación. Tal cual el recorrido realizado en el apartado anterior, el progreso de lo imaginario puede llevar a un retroceso del plano simbólico. El eje especular de a – a’ amenaza con hacer desfallecer el lugar de A, “el lugar del depósito, del tesoro significante” (Lacan, 1958, p. 159).

Al poder acceder a una memoria que suprime el equívoco, deshace los velos y se presenta como siempre disponible para el sujeto, lo que se instala es un universo binario en donde todo se dirime según la verdad o la falsedad de los hechos. Es decir, A, como soporte de la instancia simbólica (cf. Michel Fariña, 2013), queda reducido en la medida en que ya no opera como lugar desde donde construir una ficción que porte “la ambigüedad propia del significante” (Gutiérrez & Montesano, 2008, p. 7) y, por lo tanto, se desvanece el registro que da cuenta del hueco de la imagen, ya que “es el significante el que hace que algo falte” (Carbajal et al, 1985, p. 79).

Es así que la realidad resulta solo sostenida por el eje de lo imaginario, produciendo, de esta forma, el enmudecimiento del sujeto que ya no puede contar con la extimidad de la palabra, tan íntima como ajena. No hay significante que horade ese cerco infalible que reproduce imágenes que se postulan como irremediablemente verdaderas. El discurso de la ciencia lo habría logrado: ha mandado a callar al sujeto. Cabe afirmar, entonces, que este dispositivo permite instalar algo así como un totalitarismo de la imagen que vende la idea de que la historia completa es una meta posible.

Hagamos, ahora, una breve digresión a uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia reciente. Actores cercanos a los encargados de instalar un régimen dictatorial durante el autoproclamado Proceso de Reorganización Nacional, entre 2007 y 2010 (Feierstein, 2017) intentaron volver impotente a la justicia apelando al mismo recurso: hacer creer que la historia tal cual se conocía estaba incompleta y que, por lo tanto, esa era una versión deficitaria; de manera tal que, para restituir su totalidad, “habría que honrar a ‘las otras víctimas’, las ‘voces silenciadas’, que casualmente son los familiares y amigos de los genocidas, e incluso algunos de los torturadores” (Feierstein, 2017).

En este caso, la historia total aparece como un intento de impotentizar a la justicia, clamar por la impunidad (se juzga a todos o a ninguno) y frenar el avance de muchos años de luchas populares (Feierstein, 2017). Se vuelve a la carga intentando hacer que se ausente la excepción, “que no haya ni uno que no…” conozca la historia completa. En el caso del capítulo, “que no haya ni uno que no…” pueda acceder a esa memoria-cámara que fija las escenas vividas para asegurar el acceso a la totalidad de la vida de cada quien.

A esta operación, Feierstein la nombra como la versión “recargada” de la teoría de los dos demonios. Sin ahondar demasiado en los detalles de esta última, nos limitaremos a decir que la misma supone una confrontación simétrica de los bandos enfrentados. Es decir, estamos nuevamente en el orden especular: dos demonios que pelean en igualdad de condiciones intentando, cada uno, imponer su causa por sobre la causa del otro. Desde ya que esto no es más que un razonamiento canallesco, dado que quienes se encargaron de perpetrar tal “plan delirante de reorganización nacional, comandado por la certeza de saber sobre un ‘Bien común’, incluso sobre el Bien común para las generaciones futuras” (González Pla, 2019), no hicieron más que disolver el rol del Estado, el cual debe propiciar el acuerdo simbólico que regule el exceso de goce de cada uno y posibilite el entramado social en su diversidad.

Un rasgo común de ambos escenarios es el declive de la ficción: hay verdad y hay falsedad. En el capítulo de Black Mirror son varias las escenas que nos confrontan a este binarismo. Por ejemplo, se accede al dispositivo para mostrarle al otro que lo que dice no es verdadero o que lo que en verdad dijo fue otra cosa. Verdad o mentira en detrimento de la potencia que tiene la ficción para suplementar una escena (cf. Serué, 2022).

Asimismo, el título original del capítulo, The Entire History of You, también resulta una vía de análisis interesante para este trabajo. El “you” aparece como el nombre propio de la segunda persona devenida nuevo objeto a ser consumido, nuevo objeto a ser exhibido ante la atenta mirada de los semejantes y de un dudoso sí mismo. “You”, el nombre propio de esa segunda persona del singular en tanto objeto intercambiable, sustituible, igualado en la medida en que su valor está signado por el mercado que lo pone al servicio de la maquinaria de la imagen.

En este caso, “you” es un nombre que no inscribe una marca singular; nominación que no instaura diferencia alguna. Podríamos estar ante the entire history of cualquier nombre de la historia en tanto ese “you” engloba el nuevo nombre del anonimato, un “you” cosificado, que ocupa una “X” que podría ser llenada por cualquier otra “cosa”. Todos iguales en la medida en que allí hay objetos de mercado, no sujetos que portan un nombre único, singular.

No dista demasiado de la sociabilidad actual, que algunas veces es solo virtual e imaginaria y en la cual “los jóvenes canalizan su malestar, las dudas sobre su identidad, donde hacen evaluar su imagen, sus looks o sus gustos, haciéndose reconocer o rechazar por sus semejantes” (López, 2019, p. 49).

A ver, a ver…

Sigmund Freud (1905), en un artículo emblemático, señala que la pulsión de ver cumple una función fundamental en la investigación sexual infantil. Entre otras cosas, la pone en serie con la pulsión de saber y con la acción de tocar. Respecto de la impresión óptica, escribe que esta “sigue siendo el camino más frecuente por el cual se despierta la excitación libidinosa” (p. 66). Aclara, también, que el ocultamiento del cuerpo del objeto deseado se vuelve necesario, ya que esto permite mantener despierta la curiosidad sexual. Incluso afirma que es esperable que, en cierto grado, haya una demora “en esa meta intermediaria que es el mirar teñido sexualmente” (p. 66).

Más adelante en su investigación, escribe:

De cualquier manera, tenemos que admitir que también la vida sexual infantil, a pesar del imperio que ejercen las zonas erógenas, muestra componentes que desde el comienzo envuelven a otras personas en calidad de objetos sexuales. De esa índole son las pulsiones del placer de ver y de exhibir, y de la crueldad. (Freud, 1905, p. 109)

Cuando del placer de ver y de exhibir se trata, es el ojo el que queda erogenizado. ¿Acaso el entorno social en el que transcurre el capítulo no está, gracias al dispositivo tecnológico, inclinado, con exclusividad, a ver y a exhibir?

El empuje de las supuestas virtudes de esta nueva tecnología ancla a esa sociedad en el tiempo de ver, la mueve a quedar arraigada en ese sustrato sexual infantil. Desde ya que con esto no se está afirmando que haya algo así como la posibilidad de desembarazarse completamente de esos restos de actividad sexual primaria. No, ya que esa es la estofa desde la cual el quehacer de la sexualidad se nutre. El asunto es que, inadvertido respecto de esos restos, y sumado al componente voyeurista de la tecnología del grano, Liam se enfrentará a una producción estragosa motivada por “el efecto mortífero de la mirada, cuando ésta queda fascinada por el horror” (Michel Fariña, 2020, p. 39).

La pulsión de ver hace el siguiente recorrido: los niños pequeños pasan de mostrar un gran afecto por sus propios genitales, a “desarrollar un vivo interés por los genitales de sus compañeritos de juego” (Freud, 1905, pp. 109-110). Dado que esta curiosidad solo puede ser satisfecha mientras se satisfacen las dos necesidades excrementicias, “esos niños se convierten en voyeurs, fervientes mirones de la micción y la defecación de otros” (Freud, 1905, p. 110). Veremos que Liam, gracias a las posibilidades brindadas por el dispositivo, logrará satisfacer estos restos voyeurs de la sexualidad infantil; cosa que lo llevará a sentirse masculinamente en déficit ante el otro (en este caso, Jonas).

Volvamos al capítulo en cuestión. La pareja emprende la vuelta a su casa y, en el viaje en auto, Liam comienza a reprocharle a Fiona que se rio de todos los estúpidos chistes que hizo Jonas durante la cena.

Una vez que llegan a su hogar, arreglan unas cuestiones con la niñera (que estaba encargada de cuidar a su hija, de tan solo unos pocos meses); luego de lo cual, el interrogatorio de Liam prosigue. En este punto, Fiona decide contarle que si notó algo en el ambiente es porque ella y Jonas tuvieron un pequeño romance hace algunos años. Liam se sorprende de que nunca lo haya mencionado, a lo que ella le responde que sí lo mencionó: se trata del hombre con el que estuvo saliendo durante un mes cuando viajó por Marrakech. Lejos de apaciguarlo, esto lo envalentona aún más. Liam accede al archivo de la primera vez que ellos durmieron juntos para demostrarle a su mujer que, en ese entonces, ella había dicho que con Mr. Marrakech —apodo burlón que le había puesto a Jonas— había salido solo una semana.

En esa breve conversación que se despliega en la pantalla del living, asistimos al interés de Liam por saber el tamaño del pene del hombre con el que ella se acostó durante su viaje: “me lo imagino, un tipo enorme, con un pene gigante”. ¿Homologa pene a falo? De producirse una soldadura entre ambos términos, la posibilidad de ejercer una función fálica queda comprometida.

Esta situación no escala a mayores, se reconcilian por un momento en un vano intento de mantener relaciones que velen la castración pretendiendo “hacer existir la relación sexual que no hay” (Laso, 2022, p. 55) en un trance que, al decir de Byung-Chul Han (2013) habría que calificar de pornográfico debido al “contacto inmediato entre la imagen y el ojo” (p. 12).

Cuando Fiona se duerme, Liam se apresura a seguir la pista de sus conjeturas. Pasa toda la noche en vela alcoholizándose y mirando una y otra vez una escena sucedida en la cena de la noche anterior. En la misma, Jonas confiesa que muchas veces se masturba viendo repeticiones de situaciones calientes de relaciones anteriores. Se escucha una voz que interrumpe ese relato. Se trata de Fiona que le dice Easy! (¡Tranquilo!).

Tras toda esa madrugada indagando en sus memorias recientes, Liam encuentra un elemento más para volver a sentar en el banquillo a su mujer. Le pide que le diga la verdad: ¿cuánto tiempo salió, realmente, con Jonas? “Seis meses”, dice ella, avergonzada y hastiada de la conducta de su marido.

Aquí las cosas se aceleran; y Liam —tras el pedido expreso de Fiona, quien le solicita que haga algo para salir del estado patético en el que se encuentra—, decide manejar hasta la casa de Jonas. Al llegar allí, y luego de una situación de cierta violencia, Liam lo inmoviliza y lo obliga a borrar de su memoria todos los recuerdos que tiene de Fiona. Ahora, sobre la pantalla que él tiene en su living, se proyectan las carpetas que contienen archivos relacionados con ella. Jonas las borra, pero, en ese instante, Liam detecta algo más: la última vez que se vieron con su mujer fue dieciocho meses atrás.

La escena se corta abruptamente y la trama del episodio se reinicia en el momento en el que Liam despierta con su rostro sobre el volante luego de haber estrellado su auto contra un árbol. Parece una buena metáfora de lo que está sucediendo: un falo que se erige mientras otro se comprime, se achica, se descompone.

Al regresar a su casa la confronta nuevamente a Fiona y, sin titubear, le pregunta si han usado condón. Luego, sin esperar respuesta, vuelve a la carga: ¿soy el padre de nuestra hija? Fiona parece ya no entender nada más. Otra vez, él le mostrará lo que descubrió. Proyecta lo que quedó registrado en su infalible memoria digital.

Es por el cuadro que cuelga en la pared de su alcoba que pudo reconocer que ella y Jonas se vieron ahí hace apenas dieciocho meses, cuando ellos estaban buscando concebir un hijo. De ahí que insista con la pregunta de si han usado condón o no. Fiona le responde afirmativamente, cosa que hace que Liam no pierda la oportunidad de decirle: “muéstramelo”. Fiona apela al amor que siente por él en un intento de disuadirlo, pero no hay caso.

Llegamos, por lo tanto, a una instancia crucial en la cual Liam esgrime un pedido desesperado. Dirá: “I want to see! I want to see what it looks like!”. Pide poder ver cómo se ve. ¿No era que Liam estaba preocupado por cerciorarse de que Fiona y Jonas se hubieran cuidado? Pero acá demanda otra cosa, demanda ver ese órgano que los varones usan para la micción y, además, en su demanda se cuela algo de su fantasma neurótico que lo lleva a representar a Jonas como portador del falo —un falo persecutorio en este caso—. La diferencia es leída como desigualdad (Laso, 2022), y, así las cosas, el falo queda desdibujado, perdiendo así su potencia simbólica y cayendo en el registro de lo imaginario. Liam se mide ante Jonas y sale perdiendo. El sentido se coagula y parecería que el hecho de ser padre se dirime mediante el recurso de ver quién es el que la tiene más larga.

En este sentido, cuando Freud (1905) investiga la pulsión de ver, da tres argumentos para aclarar cuándo este placer se convierte en perversión. Nos interesan los dos primeros. “Cuando: a) se circunscribe con exclusividad a los genitales; b) se une a la superación del asco (voyeur: el que mira a otro en sus funciones excretorias)” (pp. 66-67).

Por la vía de lo que esa tecnología óptica posibilita es que Liam podrá completar esos dos puntos señalados por Freud. Será un testigo privilegiado de cómo su mujer lo caga y podrá, a su vez, ver el pene de Jonas. Nuestro personaje se encuentra tomado por un goce voyeurista, cuestión soportada por su fantasma inconsciente que, por estructura, es masoquista.

La caída del padre

La casa está desierta. Solo quedan los resultados de haber quedado arrojado a un goce narcisista que lo ha vuelto tecnoadicto (Laso, Michel Fariña 2020); y que ha derivado en que el protagonista, cual Narciso inadvertido, haya sido tragado por ese río de imágenes que no pudo parar de convocar gracias a las bondades tecnológicas del Willow Grain. Liam continúa condenándose a un goce masoquista que lo lleva a ver una y otra vez escenas del pasado. Y entre tanta reiteración, sale a flote algo que el guion ocultó a lo largo de todo el capítulo: la ternura con la que él alojó a su hija. En esa escena que se repite, no hay dudas de que allí hay una cría humana que fue filiada por ese padre. ¿Por qué, entonces, se impugnó de esa función?

Liam está angustiado, es un neurótico cuya pulsión de muerte ha ido demasiado lejos, arrasando con los lugares simbólicos que le permitían orientarse en el mundo. Asistimos a un hombre que ya no es más marido, ni padre, ni empleado de un bufete de abogados.

Presenciamos el hundimiento de un hombre y, ante ese cuadro, nos preguntamos qué es lo que lo ha llevado a claudicar en el ejercicio de su función de padre. La primera respuesta, la más obvia, es que habría constatado que no fue él quien aportó los gametos masculinos para la concepción de esa niña. Pero ¿verificar la donación de espermatozoides es acaso dar con el padre?

Rolando Karothy (2022), en el prólogo del libro de Eduardo Laso, escribe lo siguiente: “padre es aquel que da pruebas de que tiene el falo y no lo es. Así opera desde una función simbólica equiparable a la Ley” (p. 14). El avance de lo imaginario ha producido la caída de esa función, el falo ha quedado perdido en su vertiente imaginaria: él no tiene lo suficiente y por eso se borra de ese lugar, por eso renuncia a esa función. Funciones inhibidas, lugares anulados.

Liam se ha encargado de recopilar suficientes imágenes que se pondrán al servicio de su fantasma neurótico masoquista. Quizá, para él, Jonas evoca la imagen de ese Otro no castrado (Otro que lo sume en una compulsión de repetición mortificante, ya que el goce sexual y las mujeres, serían potestad suya). De esta manera, a través de la inflación de la tecnología, de la ciencia y del mercado, el Nombre del Padre queda cada vez más comprometido.

En el final del capítulo, frente al espejo del baño, llegará el momento de una decisión (Michel Fariña, 2020). Liam está pronto a extirpar de su cuerpo ese dispositivo maldito que fija las escenas vividas en el pasado, clausurando el equívoco de lo que la memoria humana olvida y retiene según un caprichoso juego significante. Podrá, por lo tanto, desembarazarse de ese dispositivo, pero ahora tendrá que lidiar con esos recuerdos preñados de energía psíquica.

Ya Nietzsche (1887) escribía “que sin capacidad de olvido no puede haber ninguna felicidad, ninguna jovialidad, ninguna esperanza, ningún orgullo, ningún presente” (p. 84). Es llamativo, entonces, que durante el episodio no haya funciones parentales que acontezcan en el presente de la trama. Respecto de esas funciones somos tan espectadores como lo son Liam y Fiona. Estos personajes acceden a la paternidad y a la maternidad por la vía de la reproducción del pasado vivido. Quizás esto sea un elemento más que nos permita abonar la idea de que, ante la emergencia de un mundo saturado de imágenes, las funciones simbólicas tienden a quedar disminuidas. No hay padre ni madre que reactualicen, con sus enunciados, la vigencia de la Ley.

De todas formas, con esto no queremos decir que se necesite de la presencia material del padre. Ya lo expresó con contundencia Lacan (1958):

El Otro tiene, él también, más allá de él, a este Otro capaz de dar fundamento a la ley. Es una dimensión que, por supuesto, pertenece igualmente al orden del significante y se encarna en personas que soportarán esta autoridad. Que, dado el caso, esas personas falten, que haya por ejemplo carencia paterna en el sentido de que el padre es demasiado tonto, eso no es lo esencial. Lo esencial es que el sujeto, por el procedimiento que sea, haya adquirido la dimensión del Nombre del Padre. (p. 159)

Ante esa selva vegetante de imágenes que asfixian, no hay decir que presentifique los pilares simbólicos que hacen a la condición de la especie humana.

Referencias:

Barrionuevo, J. (2019). Adolescencia y juventud. Consideraciones desde el psicoanálisis. Eudeba.

Bassols, M. (2011). Tu Yo no es tuyo. Tres Haches.

Byung-Chul Han. (2013). La sociedad de la transparencia. Herder.

Carbajal, E., D’Angelo, R., Marchilli, A. (1985). Una introducción a Lacan. Lugar Editorial.

Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. Amorrortu editores, 2015.

González Pla, F. (2019). (Des) encuentros entre la Ética del Psicoanálisis y el campo de los Derechos Humanos: aportes de la enseñanza de Jacques Lacan en los Seminarios 7 y 20. [Tesis de Maestría no publicada]. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires.

Gutiérrez, C., & Montesano, H. (2008). Farsa y ficción. Usurpación y paternidad en la constitución subjetiva. Aesthethika 4 (1).

Lacan, J. (1957-1958). El Seminario. Libro 5. Las formaciones del inconsciente. Paidós, 2021.

Lacan, J. (1964). El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós, 2021.

Laso, E. (2022). Padres en el cine. Películas en interlocución. Lecturas éxtimas.

Lima, N. (2020). Recordar, repetir y repetir. En Lo negro, lo blanco, lo neutro. Black Mirror: Ética y política de las distopías. Letra Viva.

López, G. (2019). Adoles(seres). La orientación a lo real en la clínica psicoanalítica con adolescentes. Grama ediciones.

Michel Fariña, J. J. (2013). Epílogo: Homenaje. Vol. 8. Nº3. Aesthethika, pp. 82-94. Epílogo: Homenaje

Michel Fariña, J. J. (2013). Milgram con Freud y Lacan. Vol. 9. Nº1. Aesthethika, pp. 93-99. Milgram con Freud y Lacan

Nietzsche, F. (1887). La genealogía de la moral. Alianza editorial, 2020.



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COMMENTS

Message from Juliana  » 27 de septiembre de 2023 » juliana.tineof@gmail.com 

Resulta interesante el análisis propuesto sobre el capítulo "The Entire History of You" en tanto que articula lo que sucede en el film con la lógica del mercado y con los 3 registros propuestos por Lacan. El avance de lo imaginario sobre lo simbólico atrapa al sujeto en un círculo mortífero que le impide resignificar la historia de su vida. En este sentido, es interesante pensar al "grano", es decir, al aparato tecnológico que le permite grabar y rever toda su vida, con el significado que en nuestra cultura tiene este significante: lo que molesta, lo que es necesario que no esté. De esta manera, es imperante que algo del orden del no-todo sea introducido, que ese grano y esas imágenes no tapen la hiancia necesaria para que emerja el sujeto. Finalmente, quisiera destacar que en el momento en que Liam revisa sus recuerdos se puede observar que, paradójicamente, sus ojos se ciegan. ¿Qué es aquello que el protagonista no puede ver mientras no deja mirar su historia?



Message from Nicolás Santiago Moreno  » 27 de agosto de 2023 » nicolassantiagomoreno@gmail.com 

A partir de este artículo se me ocurren dos ejes para pensar el capítulo 3 de la temporada 1 de Black Mirror, The Entire History of You. Por un lado, desde un punto de vista macro y abarcando a la sociedad en un sentido global, me es inevitable no relacionar la temática presentada con ciertos debates actuales en relación al uso (por momentos en exceso) de los dispositivos tecnológicos (donde la Inteligencia Artificial pareciera arrasar) y cómo los mismos pueden ser utilizados como herramientas no sólo para un avance social sino también, y desde una mirada más cautelosa en la que focalizar desde la comunidad psi, como dispositivos prestadores de múltiples significantes a fin de configurar una identidad imaginaria fugaz. Por otro lado, pienso en cómo estas tecnologías pueden ser utilizadas para evidenciar (y/o profundizar) conflictos individuales previos, siendo éstos instrumentos que ayuden a escapar de la deriva metonímica y de vacíos de significación, generando la ilusión de que podemos dominar aquello que por estructura se nos va de las manos y no podemos controlar, eso que nos angustia y que atenta a la organización yoica. En el capítulo se puede apreciar cómo el personaje principal utiliza el Willow Grain para estos fines, pero sin atender al malestar que pueda llegar a ocasionar en Liam el hecho de revivir constantemente una escena que ya no es, enredándose en su propio goce, sin permitirse conectar con ningún otro significante que lo retire de ese estancamiento.



Message from Anahí Marecos Taltabull  » 27 de agosto de 2023 » anahimarecos@gmail.com 

Hacia el final del capítulo donde el director decide hacer un recorte de pequeños momentos cotidianos de la vida que compartían Liam y Fi, podemos hipotetizar que se vuelve a abrir algo del registro Simbólico, ya que las miradas de Fi hacia Liam nos pueden llegar a transmitir cierta ternura y amor, desde donde era mirado. ¿Liam comienza a preguntarse acerca del amor y cariño que le devolvía su esposa, más allá de lo Real que pudo observar vía el "grano"?. Podemos hipotetizar que el Nombre del Padre operó en algún momento ya que decide quitarse el "grano" y volver a dejar operativa esa falta estructural del objeto a, a partir de la cual nos constituimos en sujetos deseantes. Esos recortes de esas miradas nos dan el pie a pensar que Liam puede ubicarse en el registro de lo Simbólico, dando lugar a la significación, a una búsqueda de sentido que tenia en su vida Fi.
Lejos de que el "grano" que controla y "legaliza" de algún modo desde lo Real (hasta si estamos aptos o no para manejar el auto), opere acotando el goce, cumple una función contraria del "goce todo" en lo Real como posible.
Desde la primacía del registro imaginario a- a´, no hay lugar a la palabra del a ni del A. Sólo a la verdad de la imagen, que como vemos en la escena de taxi cuando vuelven a su casa, se deja entrever que es completamente artificial e imposible debido a que la imagen y lo dicho no llegan a captar la totalidad de la situación ya que en el ser hablante eso como tal es imposible por estructura... la enunciación no logra cubrirse con lo enunciado y ni siquiera con la reproducción fiel de la escena... Liam y Fi discuten acerca de la intención con la cual ese dicho fue enunciado, cuestión totalmente subjetiva e imposible de reproducir e incluso de transmitir, debido a que en todo acto comunicativo hay algo que se escapa, que se esfuma, que puede ser mal- interpretado, mal- dicho...
Parece que Liam realizo una nueva apuesta a vivir otra vez en el malentendido.



Message from Daiana  » 26 de agosto de 2023 » dai0487.dp@gmail.com 

Tal cual comenta el autor de este texto, sobre el capitulo 3 de la temporada 1 de Black Mirror, The Entire History of You, a través de la tecnología que propone la historia del episodio, se intenta lograr que los personajes lleven un registro de todas sus acciones y momentos del día, en una suerte de obsesión por no olvidar nada. Una paradoja en donde no se puede dejar de ver y consumir sus propios movimientos ni los de los demás y al mismo tiempo, esto produce un malestar o incomodidad en el devenir de las relaciones interpersonales. En donde solo se recuerda y se mortifica el personaje, pero no logra ni intenta siquiera, resignificar algo de eso que lo atrapa y agobia, de su pensar, su decir y su esperar.



Película:Black Mirror: Toda tu historia

Título Original:Black Mirror: The Entire History of You

Director: Brian Welsh

Año: 2011

País: Reino Unido

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